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𖤓 𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 8 𖤓

POV. OMNISCIENTE

Al principio de la creación, sólo existía Dios, quien en su infinita sabiduría y creatividad trabajó incansablemente durante siete días. En el primero, creó la luz que iluminaría el mundo, en el segundo día dio forma a la atmósfera y al firmamento que cubrirían la Tierra. En el tercer día, creó la tierra seca, las exuberantes plantas y los celestiales ángeles que custodiarían su creación. Al llegar el cuarto día, dio vida a la Luna, las brillantes estrellas y el Sol, junto a su personificación, Aurora, que llenarían el cielo de esplendor y belleza.

Aurora fue la primera creación de Dios, una figura femenina que personificaba al Sol. Su piel resplandecía con un tono dorado radiante, que recordaba al cálido brillo del sol al amanecer. Sus cabellos dorados ondeaban como rayos de luz, brillando con intensidad y vitalidad. Además, poseía unas alas blancas como la pureza de las nubes que abrazan al Sol, que le otorgaban una presencia celestial y majestuosa. Abrió sus ojos azules, que reflejaban la inmensidad del cielo que iluminaba, llenos de la misma profundidad y misterio que el firmamento.

POV. AURORA

Abrí mis ojos con precaución, sorprendida por la intensa luz blanca que me cegaba momentáneamente. Tomó unos instantes para que mis ojos se adaptaran a la claridad, y al final pude vislumbrar la figura que estaba frente a mí. Era un hombre alto, vestido con una túnica blanca y un sombrero a juego, su rostro iluminado por una sonrisa amable y acogedora. A su alrededor, flotaban dos pares de ojos que parecían brillar con una luz propia.

Extendió su mano hacia mí y, sin vacilar, la tomé con curiosidad. Observé asombrada cómo mi mano, de un tono dorado y más pequeña que la suya, se entrelazaba con la suya, que era blanca y de gran tamaño. Al contacto, sentí un calor reconfortante y un sentimiento de protección y seguridad me invadió. Me sentí resguardada y amparada a su lado.

Bienvenida al mundo, mi querida hija —Pronunció con ternura el hombre— Tu nombre es Aurora, el amanecer de mis creaciones. Iluminarás los días con la ayuda del Sol, y mis creaciones jugarán bajo su luz —Quedé embelesada por su voz, llena de amor y dulzura hacia mí, su creación y su hija, como él me había llamado.

¿Padre? —hablé con curiosidad y emoción al escuchar mi voz por primera vez, descubriendo que era suave y delicada— ¿Solo existo yo? ¿O ya hay otras de tus creaciones destinadas a que las ilumine y jugué con ellas?

Existen más de mis queridos hijos —Respondió con calma— Ellos, a diferencia de ti, son ángeles encargados de guiar y proteger a todas mis creaciones —En ese momento, la puerta de la habitación en la que estábamos fue llamada— Adelante, Samael —Dijo mi padre con seguridad, mostrando su conocimiento sobre la presencia detrás de la puerta. Esta se abrió, revelando a una figura masculina de piel blanca y un sombrero similar al de mi padre y creador— Mi querido Samael, observa a mi más reciente creación, ella es Aurora, la personificación del Sol que ahora iluminará nuestros días y donde todas mis creaciones podrán divertirse bajo su luz —Presentó mi padre con orgullo—

Observé con curiosidad al ángel llamado Lucifer, notando las diferencias entre él y yo. Decidí acercarme a él, descubriendo que yo era más alta que el y que nuestras pieles eran de tonos opuestos, la mía dorada y la suya blanca. Sus ojos eran de un azul cielo tan claro como aquel que me acompañaría durante los días, y poseía unas bellas alas blancas, aunque en su caso eran seis, a diferencia de las mías.

Reluciente —Murmure mientras me inclinaba leves para ver más de sercas su rostro, me pregunto si mi rostro será igual al de el o será diferente— Tu nombre significa Reluciente. ¿Eres igual que yo, la personificación del Sol? Yo soy amanecer

No, soy un serafín —Su voz era grave pero suave. Admire maravillada aquellos marcados rubores en sus mejillas que resultaban con su blanca piel— Padre, ¿por qué me has llamado? —Inquirió mientras movía sus alas para elevarse y acercarse a donde Padre se encontraba. Sin embargo, al notar que me había quedado rezagada, se volvió hacia mí y me alentó— Ven, no te quedes atrás. Debes estar al frente e iluminar mi camino. Eres nuestro Sol y nunca debes quedarte rezagada.

No sé volar... —Murmuré mientras extendía mis alas níveas. Apenas sabía caminar y articular palabras, Padre me había creado con conocimientos básicos, pero aún no sabía cómo usar mis alas—

¡Oh, eso es sencillo! —dijo con una sonrisa y se lanzó en vuelo hacia mí— Extiende tus alas, cierra los ojos y da un pequeño salto. ¡Así podrás volar como yo! —Me explicó mientras daba una voltereta en pleno vuelo. Asentí, cerré los ojos y di un pequeño salto, sintiendo cómo algo tomaba delicadamente mi cintura y el viento acariciaba mi rostro. Al abrir los ojos, emocionada, me di cuenta de que estaba en las alturas. Volteé hacia arriba y vi a Samael sosteniéndome con delicadeza mientras movía sus alas y volaba.

Extendí mis alas para sentir el viento entre ellas y comencé a moverlas, aleteando con entusiasmo. Entonces, Samael me soltó, y yo continué volando por mi cuenta, experimentando la libertad y la emoción de surcar los cielos por primera vez.

¡Esto es increíble! —Exclame emocionada para volar hacia Padre y mostrarme emocionada y orgullosa por mi logro— ¡Padre, estoy volando!

Lo estoy viendo, mi querida Aurora —Sus ojos se suavizaron al observarnos con dulzura y amor que solo un padre vería a sus creaciones— Samael, es un gran maestro y te podrá guiarte a aprender más sobre este nuevo mundo que estoy creando. —Samael voló para quedará mi lado y con suavidad acariciar mi cabeza— Esto que le voy a decir es algo que es nuevo, Aurora eres la personificación de Sol y eres protectora de las doncellas, el matrimonio y la maternidad —Observe curiosa ante los títulos que poseo— Y tú, mi querido Samael, mi creación perfecta y mi ángel más cercano. He notado cómo no encajas del todo con tus hermanos, y pensé: ¿Por qué no crear una compañera para ti? Una mujer que te complemente y a la que tú complementes —Declaró mi Padre con amor— Aurora, mi creación más bella y brillante, para mi hijo más querido.

¿La creaste para mí? —Murmuró Samael, sorprendido, para luego sonreír— Si Padre considera que es lo mejor para nosotros, sus hijos, estaré encantado de aceptarlo. ¿Qué opinas tú, Aurora?

¡Estaré encantada! —Respondí con entusiasmo— Ambos somos la luz que Padre ha creado, y juntos formaremos un reluciente amanecer.

𝐍𝐨 𝐭𝐞𝐧𝐢́𝐚 𝐢𝐝𝐞𝐚 𝐝𝐞𝐥 𝐩𝐞𝐬𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐚𝐪𝐮𝐞𝐥𝐥𝐚𝐬 𝐩𝐚𝐥𝐚𝐛𝐫𝐚𝐬 𝐭𝐞𝐧𝐢́𝐚𝐧, 𝐩𝐚𝐬𝐚𝐫𝐨𝐧 𝐥𝐨𝐬 𝐝𝐢́𝐚𝐬 𝐲 𝐥𝐨𝐬 7 𝐝𝐢́𝐚𝐬 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐜𝐫𝐞𝐚𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐟𝐢𝐧𝐚𝐥𝐢𝐳𝐚𝐫𝐨𝐧.

𝐄 𝐢𝐧𝐢𝐜𝐢𝐨 𝐥𝐚 𝐦𝐞𝐣𝐨𝐫 𝐲 𝐥𝐚 𝐩𝐞𝐨𝐫 𝐞𝐭𝐚𝐩𝐚 𝐝𝐞 𝐦𝐢 𝐯𝐢𝐝𝐚, 𝐝𝐨𝐧𝐝𝐞 𝐦𝐞 𝐞𝐧𝐚𝐦𝐨𝐫𝐞 𝐲 𝐝𝐞 𝐜𝐨𝐦𝐨 𝐦𝐢 𝐜𝐨𝐫𝐚𝐳𝐨́𝐧 𝐟𝐮𝐞 𝐫𝐨𝐭𝐨 𝐞𝐧 𝐦𝐢𝐥 𝐩𝐞𝐝𝐚𝐳𝐨𝐬.

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