Capítulo cuatro.
—¿Me golpearás? —preguntó el menor con la voz temblorosa y un rastro visible de preocupación reflejado en sus facciones. La simple idea de ser golpeado de un modo violento por aquel alfa le aterraba.
No sabía qué hacer. No sabía qué decidir. El castaño lo había puesto en una situación lo suficientemente complicada como para pensar dos veces el asunto de ser su jodido sugar baby, su jodido omega sumiso.
Él no deseaba ser dominado por nadie. Él no pretendía ser controlado por nadie. Él no quería ser castigado por nadie. Él sólo quería irse abrazando su libertad. Pero si se iba de la mano de su independencia, se iría desnudo, sin celular, en celo y, para empeorarlo todo, sin siquiera poder ver a su mejor amigo. ¿Valía la pena?
—Los únicos golpes que recibirás de mi parte serán una buenas nalgadas en pleno acto sexual y, créeme, te gustarán tanto que me rogarás por más —le comunicó el alfa con la seguridad estampada en su azulada mirada que no dejaba de intimidarlo.
Minho se imaginó aquella deleitable escena y, sin siquiera poder contenerlo, un leve gemido se escapó de entre sus labios, provocando que algo comenzara a encenderse en el interior del alfa.
El omega se encontraba a escasos centímetros de perder el control. El singular dolor que el celo producía había regresado, iniciando un tortuoso recorrido por todo su cuerpo, por el cual se propagaba aquel malestar. El fuerte aroma de sus feromonas llenaba el ambiente, adentrándose con facilidad por las fosas nasales de Christopher.
Ciertamente, Minho no se encontraba en condiciones de tomar una decisión. Pero, ¿Acaso tenía alguna otra alternativa? ¿Acaso irse desnudo con sus feromonas alborotadas era lo más indicado?
—¿Qué p-pasará s-si... si no c-cumplo con lo q-que me p-pidas? —cuestionó el omega entrecortadamente, teniendo la respiración bastante irregular, encontrándose a punto de retorcerse allí mismo.
—Te castigaré —anunció Christopher relamiéndose los labios, haciendo su mayor esfuerzo por conservar la tranquilidad. Algo realmente difícil teniendo en cuenta lo cautivante y atrayente que era el intenso olor que Minho emanaba—. Pero no con golpes. En este asunto, no suelo utilizar ese tipo de violencia física como método de sanción.
—¿C-Cómo castigas? —consultó el menor utilizando sus últimas fuerzas para mantenerse en una postura adecuada.
Sin embargo, su cuello ya había abandonado su dominio, ladeándose con sensualidad de un lado hacia al otro en contra de su voluntad. De su boca pretendían salir gemidos descontrolados, algunos eran acallados, mas otros liberados en su máximo esplendor.
—Pórtate mal y averígualo —expresó el alfa admirando el gran espectáculo que le estaba ofreciendo Minho. Sabía que no lo hacía a propósito, pero mierda, se veía tan deseable que su alfa gruñía de desespero por hacerlo suyo ahora mismo—. Esta no es una circunstancia adecuada para tomar una decisión. Vete a la habitación, mastúrbate, descansa y mañana hablamos.
—N-No... -musitó Minho, agitado, arqueándose levemente—... y-yo odio masturbarme... —tragó en seco, dejando salir otro gemido—. Te quiero a ti, d-daddy.
Minho estaba seguro de que, en cuanto su celo terminara, se golpearía la cabeza contra la pared por haber sido capaz de mencionar aquella insólita palabra que ahora mismo había provocado un huracán dentro del alfa. Un huracán que ya no podía ser controlado.
El lado racional de Christopher se vio totalmente opacado por el lado instintivo, por su lado animal, y ahora lo único que más deseaba era tener el trasero de aquel bonito omega rebotando justo encima de su miembro erecto.
—Quítate la ropa —le ordenó éste con tenacidad. Sus ojos azules se habían tornado más oscuros por el creciente deseo que florecía sin filtro.
El omega obedeció sin replicar, comenzando a desnudarse de inmediato. Se despojó de las prendas con muchísima torpeza, contándole más tiempo del que esperaba.
Christopher se levantó de su cómodo asiento y, de un solo movimiento, arrojó todo el contenido de su escritorio al suelo, creando un sonoro ruido que ignoró por completo.
—Sube —exigió posando un dedo sobre la madera de aquel sofisticado mueble.
Completamente desnudo, Minho se tambaleó hasta el escritorio gimoteando y se subió al mismo gateando, haciéndolo con la sutileza y la sensualidad que todo minino tendría.
Sin siquiera tener la orden, se dirigió directo a la entrepierna del alfa. Se arrodilló frente de él, dejando caer su trasero entre medio de sus piernas y, con desespero, comenzó a desabrocharle el cinturón, toqueteando su dura erección. Christopher lo miraba atento manteniendo el ceño fruncido, sin oponerse a las acciones que desarrollaba el omega sin su permiso.
Él sabía que si hubiera sido cualquier otro de sus pasados omegas lo habría reprendido sólo por eso, privándolo de tener sexo con él, dejándolo sufrir su celo sin siquiera darle un dildo. Pero no podía hacerle eso a Minho, no cuando ni siquiera habían tenido una charla decente en donde aclararan la relación de sumiso-dominante, no cuando ni siquiera estaba seguro de que el omega, luego de su celo, continuara aceptando ser suyo.
Minho había logrado desabrocharle el pantalón, el cual lo deslizó hacia abajo y ahora se ubicaba entre los tobillos del alfa. Segundos después, el bóxer terminó en aquel mismo sitio. Una de las manos del omega comenzó a acariciar el bien dotado miembro de Christopher, creando una fricción que obligaba al susodicho a soltar ciertos gruñidos de satisfacción.
Pronto su rostro descendió hasta alcanzar el pene del alfa, estirando sus piernas un poco más para atrás, colocándose en una mejor posición sobre el escritorio. Su trasero quedó totalmente levantado y expuesto, mientras en su boca se sumergía el exquisito miembro de aquel sujeto que había comenzado a acariciar su desnudo cuerpo.
Christopher condujo una de sus manos por la espalda del menor, siguiendo el recorrido de su espina dorsal, generando un plácido estremecimiento en el omega, hasta llegar a su trasero. Apretó una de sus nalgas con devoción, mientras se extasiaba de la increíble sensación que le hacía sentir Minho con aquella mamada. No tardó mucho tiempo en introducir dos de sus dedos en la empapada entrada del omega, obteniendo como respuesta un glorioso gemido de parte del aludido.
Y el alfa se dio cuenta que ahí entraba mucho más que sus dos dedos, así que, aliviado de no tener que hacer una maldita preparación para no lastimarlo, le ordenó a Minho que se diera vuelta y se acostara boca arriba sobre el escritorio. Este, una vez más, obedeció sin rechistar. Recargó su espalda contra la madera, sintiendo un escalofrío por la frialdad de esta. Sus piernas ya se hallaban abiertas frente a Christopher, dejando a la vista su zona íntima sin inhibición alguna.
Y mientras él se retorcía impaciente, jadeando sin ningún control, implorando con cada célula de su ser que lo penetrara, Christopher empezó a dudar. Los omegas en celo son extremadamente fértiles.
—Esto ha sido demasiado precipitado —admitió el aludido respirando con dificultad, luego de analizar la situación— No quiero que acabes emb...
—Oh, mierda, tomo pastillas. ¡Hazlo ya!—demandó el omega arqueando su espalda, desesperado por ser follado.
El alfa elevó una ceja. Ya habrían sido dos castigos los que le hubiera tocado, tal vez tres por haber insultado. Pero, ¿qué mas da? Sin un rastro de dulzura, lo embistió de golpe, sujetándolo de las caderas con el fin de mantenerlo firme y se quedó allí, sin salir del interior del menor que había recibido la abrupta visita con gusto. Se inclinó sobre el cuerpo del mismo, hasta alcanzar el rostro del rizado.
—Las órdenes las doy yo, no tú —espetó sobre su oído con autoridad y solo entonces su miembro salió y volvió a ingresar con la misma brutalidad, generando miles de espasmos en el cuerpo del otro—. Y será mejor que cuides tu vocabulario.
A partir de ahí, los movimientos de cadera de Christopher se hicieron más continuos y veloces. Las estocadas que el alfa le otorgaba no hacían más que trasladar al omega el mismísimo paraíso. Lo estaba disfrutando como nunca antes y, sin duda, no quería que parara, no cuando el alfa le estaba haciendo ver las constelaciones enteras.
Los sublimes gemidos que Minho emitía comenzaban a transformarse en el nuevo sonido favorito de Christopher, en la nueva melodía que ansiaba escuchar hasta no poder más. Sus gemidos iban a ser su nueva adicción. O quizás, solo quizás, no eran los gemidos los que lo hacían adicto, sino quien los difundía.
La habitación entera ya había sido poblada de la intensidad de aquellas feromonas que ambos se encontraban desprendiendo, y sin embargo, quien ganaba la batalla era el omega. Su impenetrable aroma arrasaba al de Christopher, sumergiéndolo a él dentro de su esencia.
Minho se encontraba al límite de la locura. El goce que le producía las duras embestidas del alfa lo enloquecían de un modo inexorable. El omega se encontraba viviendo el punto más alto del placer, estando a escasos centímetros de alcanzar el clímax. Un último y glorioso gemido se escabulló de entre sus labios cuando, al fin, su orgasmo se presentó.
Christopher gruñó con deleite cuando percibió el interior del omega contraerse, aprisionando su miembro entre sus paredes. No bastó mas que un par de estocadas más para que su nudo se hinchara dentro de Minho, quedando totalmente atrapado en su interior.
Y sólo entonces, el chico de orbes verdes pudo sentirse pleno y dichoso. Era como si nada más pudiese faltarle, como si ya hubiese cumplido su propósito de vida. Ya lo tenía todo, a excepción de una cosa. Nada más le faltaba algo para morirse en paz, su mordida.
El alfa se tomó unos cortos segundos para recuperar un poco de toda aquella energía que había desperdiciado en el reciente acto sexual. Luego de eso, sujetó a Minho de sus glúteos, obligándolo a levantarse de su escritorio. El omega jadeó débilmente ante la punzada que aquello provocó en su interior y, con la escasa fuerza que le quedaba, se aferró a la camisa del castaño. Este había conseguido sentarse en su confortable asiento de cuero, buscando acomodar al omega lo mejor posible sobre su cuerpo hasta que pudieran separarse.
Cuando Minho encontró la posición correcta en la cual colocar sus piernas para estar cómodo, se derrumbó sobre el pecho del alfa, ocultando su rostro en el hueco que formaba su cuello. Al instante, percibió los brazos del aludido rodearle la espalda de un modo suave y protector.
Christopher lo sintió ronronear y, ante ello, su alfa sólo podía pensar en arrullarlo hasta que se durmiera entre sus brazos. Patético, pensó, por su parte él. No podía creer lo bajo que había caído su lado animal. No soportaba tener esa clase de reacciones, no era común en él y lo odiaba.
Pero, al parecer, aquello no fue obstáculo para que Christopher complaciera a su alfa, permitiéndose arrullarlo con la delicadeza y la suavidad que todo alfa utilizaría con su omega. Pero Minho no era su omega, y jamás lo sería.
No puedo creer que me haya demorado casi un año en actualizar un solo capítulo, soy esto 🤡
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