II
Ella sabía su destino,
oculta entre las sombras,
fue donde su desgracia
comenzó.
La Musa le advirtió,
el viento la maldijo,
pero el rayo la protegió.
Zeus se lo advirtió,
sin embargo, la tormenta
es rebelde y no puedes
obligarla a ceder tan
fácilmente.
CAPÍTULO DOS
El Cosmos de Twyla.
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Clío estaba enfadada. Twyla lo reconocía a miles de kilómetros por hora, o al menos una parte de ella se encontraba de lo más segura, aunque al verla quería salir huyendo. La pequeña rubia era la única capaz de emanar una gran fuerza a través de sus manos, sin embargo, un grupo de chicos solía molestarla tan a menudo que había perdido la cuenta. «Pero ese chico siempre la busca por el bosque», y era una distracción desagradable. La Musa de la Historia no estaba de acuerdo con la amistad de ambos niños, y si bien el tiempo dictaría sus propias pesadillas, sus instintos maternales fueron activos desde el día que Twyla decidió arrastrar al futuro caballero de León consigo. Clío necesitaba un descanso, y eso significaba poder sentarse en el sillón de su hogar mientras veía a la niña crecer como los demás niños. Nürgul y Aisling aparecieron poco después, junto a sus dos compañeras que se excusaban cada siete segundos, echándose la culpa por su irresponsabilidad.
── ¿Podrían dejar de discutir? ──preguntó Echo en susurros mientras veía a Clío y a Aretusa discutir como si no hubiera un mañana.
──Si Clío dejara de exagerar, yo dejaría de discutir.
──Trajiste a sus hermanas al SANTUARIO, ¡por el amor a la poesía!
──Y ahí van otra vez, dan vergüenza ──susurró la pequeña castaña de la esquina, observándolas con los brazos cruzados, mientras las miraba con sus filosos ojos azules ──. Dejen de hacer tanto ruido, Aisling duerme, nos iremos pronto.
──Pero...──Aretusa intentó quejarse, de nuevo.
──Nada de peros, volveremos con Deméter ──avanzó con pasos sutiles hasta llegar a la ventana, donde asomó su mirada para observar a Twyla entrenar ──. Mi hermana estará bien aquí, le vendrá bien no estar apegada al encierro que le impone la cosecha solo por sus pesadillas.
Clío la miró sin entender, pero el resto de las ninfas se comían las uñas con una energía que no se las regeneraría enseguida, provocando que la primera musa las viera sin entender.
── ¿Entonces la profecía de Érato era verdad? ──volvió a preguntar.
──Tal vez, tal vez ──susurró la pequeña castaña quien estaba enfrascada en sus pensamientos.
──Zeus va a sacarnos la cabeza ──se lamentaron las ninfas.
── ¡Cállense! ──expuso con ira la musa de la historia, quien estaba más nerviosa que el resto.
Un golpe. La piedra parecía quebrarse desde dentro.
Dos golpes. Entonces la piedra crujía con más fuerza.
Los aspirantes a caballeros se reían de ella, mientras que algunos soldados solían llamarla como si fuera un perro con el cual desearían jugar, pero la niña rubia volvió a levantarse, escuchando las palabras de su maestra Bellatrix, alzó sus puños, otra vez, solo que esta vez rozando la roca. Twyla avanzaba de a pasos pequeños, sin embargo, su carga cósmica explotaba dentro de ella como si deseara salir lanzando rayos a cualquiera que estuviera a su alcance, por eso, era mejor entrenarla de a poco. «Aunque la armadura de Popa del Sur brillaba al reconocerla», sin embargo, nadie podría darse los lujos de confiarse de una corazonada.
──Puedes descansar, Twyla ──decretó su mentora mientras se retiraba un momento.
La pequeña rubia asintió, sentándose en el suelo en lo que su única compañera se volvía para ir donde el gran patriarca a decirle muchos secretos de los cuales no tenía permitido saber ninguno. Twyla observaba a las personas pasar, a los aprendices luchar uno contra uno, mientras que se apoyaba en la roca que oía romperse desde adentro. Suspiró. A lo lejos logró observar a Aioria, sonriendo junto a otro chico que había visto unas dos veces, que si mal no recordaba, su nombre era Milo.
Otro futuro caballero de oro.
──Que bobada, conseguir una armadura porque...──de pronto esquivó un golpe que dio contra la roca, que no se había roto ──. ¿Cuál es tu problema?
── ¡Una niña como tu no merece una armadura! ──se quejó el chico, enojado. ── ¡No sigues las leyes de las mujeres, o las nuestras! ¡No mereces la armadura, traidora!
Twyla sintió su cosmo rugiendo dentro de ella, solo eran ellos dos, y aún así, estaba mirándole con una furia que crecía sin razón. El niño se aventó a ella, escuchando un grito de lejos que intentaba llegar a ella, pero su mano fue suficiente para detener los golpes que tanto deseaba darle.
──Tienes razón, quizás no merezca la armadura de plata ──susurró mientras apartaba sus puños, lanzándolo al suelo. ──El chico tembló al verla, pero volvió a levantarse rápidamente ──. Pero estoy harta de que se me eduque sobre algo que no quiero ser, tal vez no me conozcas, sin embargo, puedo asegurarte que no soy una niña a la cual le guste golpear a chicos como tu que no conocen nada del dolor de otros.
El chico se aventó a ella, alzando su cosmo.
── ¡Eres una inútil, ahora muere!
── ¿Quieres que me enfrente a un cosmo tan débil?
Él se había detenido, junto a los que observaban en silencio dicha pelea.
──No lo haré ──sentenció──. No levantaré mis puños para golpearte, y tampoco me importa recibir golpes por aquellos que se creen superior a mí, todo es tan nuevo, que ni siquiera se por donde comenzar a hablar, ──susurró ── pero te lo advierto, no seré la perfecta niña amable con mis enemigos, y eso te incluye a ti, y a todos los que estén mirando. Y para informarte bien, no usaré la máscara porque quiero ver a los ojos a mis futuros contrincantes.
El joven que la observaba ardió su cosmo con más fuerza, sin embargo, Twyla o se quedo atrás. Siendo observaba por Aioria desde lejos, o incluso una amazona que era capaz de meterse en esa pelea, detuvo a su alumna para que ambas concentraran su atención en el único asunto importante que apareció en ese momento.
── ¡No dejaré que te quedes con ella! ──anunció en un grito mientras alzaba su puño contra ella.
── ¡Twyla, cuidado! ──gritó Aioria preocupado al verla.
El joven castaño intentó correr hacia donde se encontraba, pero Milo lo detuvo tirando de su brazo al notar que la cosmo energía de ella subía de repente con más fuerza. La joven que observaba todo desde el lado izquierdo de Mayura, parpadeó con interés.
── ¡Argo Storm! ──gritó el chico lanzando una ráfaga hacia la rubia.
«Eleva tu cosmos, Twyla. Muéstrale de que es capaz la tormenta».
Y así lo había hecho. Centró la energía en sus manos y piernas, colocándose el pie izquierdo delante del derecho, atacó a su oponente sin temor a recibir un impacto por su técnica, porque ella confiaba en su naturaleza salvaje, así como también a la energía que emanaba con viveza a no dar marcha atrás. El chico quien observaba con atención aquella escena, retrocedió al ver que su ataque era detenido por un escudo azulado que lo desviaba a la roca donde ella estaba practicando, destruyéndolo completamente.
── ¿Pero c-cómo...? ──susurró tan asustado, mientras algunos observaban con atención el cielo que estaba cubierto de tonos grises, y nubes oscuras que hacían resplandecer rayos que anunciaban su furia contra la tierra.
──Nunca hagas enfadar a la tormenta, ──susurró una voz detrás de él, dándole un aspecto más pálido del que ya tenía hace unos minutos ── porque no es divertido tener que enfrentarte a ella, jovencito inmaduro.
El chico dio un grito, chocado con la figura de la amazona de Pavo Real que lo observó, ahuyentándolo aún más, mientras que observaba como una rubia se amigaba junto a una castaña que no disfrutaba mojarse en la lluvia y otro castaño que estaba más que estupefacto por la demostración de poder que brindó la rubia.
──En efecto, ──respondió Bellatrix llegando al lado de su compañera ──la tormenta ha llegado al Santuario de Atenea.
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