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❪𝗢𝟳❫ ; 𝗜'𝗹𝗹 𝗽𝗿𝗼𝘁𝗲𝗰𝘁 𝘆𝗼𝘂.

ARC ONE; DESTINY
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CAPÍTULO SIETE;
TE PROTEGERÉ
❛Latidos y lágrimas❜

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©Shanxlabyx
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¿CÓMO ES POSIBLE QUE TAMBIÉN TENGAS un tatuaje hecho por aquí? ¡No lo veo!

—Ahí está, es culpa del cabello que no se me nota.

Masumi infló ligeramente sus mejillas con cierta impaciencia mientras que paseaba sus dedos por el cabello platinado de Takashi revisándolo al enterarse que él tenía un tatuaje igual al de Draken en la cien y que los habían llamado «Los dragones gemelos». Apenas se enteraba y ella ni sabía que los llegaban a llamar de esa manera. Ahí le señalaron que necesitaba ser más chismosa y salir más, aunque lo segundo ya lo hacía, constantemente.

El más alto simplemente se rió ligeramente por lo bajo mientras mantenía su ojos cerrados sintiendo como ella revisaba su cabello tal cual como los monitos, estaba buscando en las raíces de su cabello la prueba de que si tenía el dicho tatuaje de dragón pero por obvias razones de que su cabello había crecido y ya no lo tenía rapado como anteriormente lo tuvo no se notaba prácticamente en lo absoluto. Simplemente la dejaba ser y que revisara su cabello, después de todo, era como si estuviera haciéndole un masaje a la cabeza.

—¿Cómo es posible que te traje yo y me ignoras? Traición, completa traición. Bajita tenía que ser. —se quejó Asami con sus brazos cruzados sobre su pecho al ver cómo el tiempo se daba y terminaba viendo a Masumi revisándole el cabello tal cual un monito a Mitsuya.

—Pareces Mikey cuando la trajeron la primera vez, dijo algo bastante parecido. —mencionó Kazutora quien andaba acostado en el piso mirando hacia el cielo con vagancia ya que tenía ganas de sólo acostarse ese día y perezear.

—Ugh, no, por favor.

—¿Cómo que «Ugh»? —habló una tercera voz de manera ofendida mientras jugaba con una pelota de fútbol, hasta que se detuvo al escuchar tales palabras de parte de su contraria quien le sacó lengua mientras le levantaba el dedo del medio hacia su dirección—. ¿Hah? ¿qué son esos gestos?

—No se pongan a discutir. Hoy es día de tranquilidad, o al menos minutos. Sabiendo cómo son se pondrán a discutir. —habló ahora la voz de Baji quien andaba buscando algo con la mirada. Por su parte, creyó aunque también jura haber visto a un gatito por ahí y estaba dispuesto a encontrarlo.

—Mira quien habla. —se quejó y acusó Asami en el fondo quien ya andaba en una pose relajada en el suelo.

—Dejálos, Baji, son rubios. Los rubios son problemáticos... —proclamó con desgana Pah quién era el segundo que andaba acostado en el suelo sin ganas de hacer nada ahora. Estaba haciendo calor y el calor le quitaba las ganas de hacer algo productivo.

—¿Que argumento es ese? —habló Asami con un puchero en sus labios echándose en el césped con pereza, estirándose sin más—. ¿Cómo que "los rubios son problemáticos"? ¡Que indignante ha sido eso!

—Cruella tenía que ser.

—¡No me llames Cruella! —seguidamente se escucharon unas constantes risas por aquella reacción de la segunda chica presente.

La primera, en este caso Masumi, seguía bastante ocupada. Movía ligeramente la cabeza del apellidado Mitsuya en busca de indicios de algún tatuaje en su cuero cabelludo, la verdad no se creyó -o más bien, se sorprendió- al saber que Mitsuya también estaba tatuado. No se le pasó por la cabeza que estuviera de esa manera ni que el tatuaje fuera como el de Ken ¿o el tatuaje de Ken era como el de Takashi?, En fin, su curiosidad y atención se fijaba en eso y confirmarlo.

En eso, unos ojos negros estaban fijos en ella. Observaba con atención y cierta intensidad la situación en la que ella se encontraba, miraba incluso varios segundos a su amigo de cabello platinado que parecía disfrutar el "masaje capilar" que estaba dando la azabache. Se sentía indignado, él también quería estar de esa manera. Infló sus mejillas de manera infantil para ir, después de dejar por ahí la pelota y quién la agarrara fuera el Ryūguji, hacia allí.

—Masu-chan. —llamó su atención el Sano viendo como la aludida levantaba la cabeza confundida—. Yo también quiero, hazme lo mismo a mi. Mitsuya, a un lado.

—¿Mm? No me hables como si fuera un perro, Mikey. —habló con pereza en su voz el platinado mientras hacia una pequeña mueca por la forma en la que se expresó y dirigió hacia él, aunque tampoco era sorpresa. A veces simplemente hablaba de esa manera—. Masu simplemente está buscando el tatuaje que niega que tengo.

—¡No lo niego! S-sólamente quiero confirmarlo con mis ojos que lo tienes... —se quejó la pequeña azabache ruborizada por la pena que le hizo sentir de que lo dijera de esa manera tan rápida. Algo se colocó a su lado y de repente, en su otro muslo algo se apoyó. Miró exaltada al ver la cabeza de Manjirō recostado allí, tenía cara de... "molesto".

—Hazme lo mismo. Quiero que Masu-chan haga lo mismo conmigo. —reprochó de manera infantil el pequeño rubio de ojos oscuros con sus mejillas infladas y sus brazos cruzados, sin importarle la vergüenza que le generaba a la chica estar de esa manera—. Masu-chan, también haz lo mismo conmigo.

—¿Ah?

Se quedó observándolo súper confundida y sorprendida de tal acción de su parte. Se sintió nerviosa por su cercanía y también por la vergüenza que le provocaba tenerlo allí en su pierna; Takashi apenas y estaba recostado en ella como para cuestionar ❛pero si andas cerca de Mitsuya❜ y demás. A pesar de ya estar entrando más en confianza con los demás, seguía siendo Kiyoko Masumi; la jovencita nerviosa que sigue siendo una inexperta y primeriza en convivir con personas de su edad y se avergüenza por tener chicos muy cerca. Quizás por el hecho de que estaba concentrada en el cabello de Mitsuya era que no reaccionaba muy nerviosa.

Masumi pestañeó, Manjirō también, Mitsuya cerró sus ojos con tranquilidad ignorando su mundo a su alrededor. La mayoría del entorno se quedó en silencio; Masumi miraba desconcertada a su contrario de ojos oscuros quien la miraba fijamente de igual manera. Manjirō tomó una de las manos de la azabache, tomándola por sorpresa, para después incitar a colocar dicha mano en su cabeza llena de cabellos rubios, dejándola medio tiesa.

—También dame mimos en la cabeza, Masu-chan.

La aludida se quedó en total silencio por lo que dijo, su expresión se quedó en blanco con dos puntitos rosas en dónde deberían ir sus ojos mientras sus cejas quedaron curveadas en un gesto confundido de que le estuviera pidiendo tal cosa. Se quedó mirándolo varios segundos para después, seguidamente, ver su mano entre sus cabellos cortos y rubios, viendo como de entre sus dedos sobresalían dichas hebras.

Se quedó observándolo desconcertada todavía y a su vez sin comprender pero simplemente, por su inocencia inercia, acató a su petición y comenzó a mover su mano contra su cabello, comenzando a acariciarlo e imitando los mimos  que le hacía a sus hermanitas -ya que Manjirō pidió mimos, a Takashi como tal no se los hacía-, comenzó a masajear y rascar ligeramente su cabeza, todavía absorta de porque quería que lo hiciera.

La expresión molesta del cenizo casi al instante cambió con una sonriente y satisfecha, cerrando sus ojos de manera tranquila y contenta al poder recibir dichos mimos en su cabello; era algo relajante. Su expresión era infantil y fanfarrona de ser ahora el que recibía los "mismos mimos" que le daban al platinado, aunque más bien a él le parecieron mimos a primera vista. Cómo tal, a la mayoría le parecían mimos, si es que no supieran ya que es lo que estuviera haciendo.

—Aaah... Gracias, Masu-chan~. —canturreó de manera melosa e infantil el Sano en una pequeña burbuja de relajación por sus acciones. Mientras tanto Masumi seguía un poco ingenua de porque quería eso, con la misma expresión pero aún dándole lo que quería—. Ya necesitaba esto.

—¿Y por qué lo necesitabas? ¿por comer demasiado? —se burló Takashi mientras reía ligeramente ante su broma estando al contrario de él, aunque cerrando uno de sus ojos ya que la azabache miraba también su cabello y seguía revisándolo.

—Cállate. —respondió inmediatamente y de forma todavía relajada y contenta el rubio, quien a pesar de su respuesta seguía con una sonrisita.

—Parecen dos perros. —ahora la que nuevamente habló fue Hana quien estaba boca arriba pero con su cabeza echada hacia atrás para poder ver hacia la dirección de sus amigos y de su adorable conocida que con una de sus manos seguía dándole mimos al rubio y con la otra se fijaba en buscar el dicho tatuaje de Takashi—. Cuidado, Kimi-chan, no vaya a ser que te peguen pulgas, sobre todo Mikey.

—¡Hah, cállate! —exclamaron Mitsuya y Manjirō al mismo tiempo en manera de reproche y queja mientras la miraban feo desde su lugar y a su vez de manera ofendida.

—No, espera ahí. —habló Manjirō quien levantó sus ojos de manera reprochante hacia la de mechas rosas. Lo siguiente que sintió es que Masumi detuvo sus caricias al pensar que se lo dijeron a ella—. No, Masu-chan, tu sigue, por favor. —le habló hacia la chica de ojos rosas echando su cabeza hacia atrás para verla. Masumi lo miró un poquito sorprendida pero después asintió varias veces para continuar—. Ahora sí. Cherry, ¿cómo que Kimi? ¿por qué llamaste así a Masu-chan?

—Un apodo, duh. —contestó con obviedad girando en el suelo para quedar boca abajo, apoyando su cabeza en sus brazos. Cerró sus ojos con autosuficiencia y orgullo—. Un apodo con mejor estilo y mucho más lindo que el tuyo, Mikey. Incluso Kimi-chan dijo que era un lindo apodo. Kimi es mejor que Masu.

—Claro que no. Masu es mejor, si yo dije que es Masu, es Masu. También está Angel, pero sólo yo le puedo decir así. —habló con un tono grave el rubio mirando con su mirada oscurecida y más opaca de lo normal hacia su contraria—. Es Masu y punto, nada de Kimi.

—He dicho que es Kimi. Ella dijo que es un apodo lindo, y con el tuyo no dijo nada. El mío es el mejor. —le sacó la lengua victoriosa y con burla. En la cabeza de Manjirō apareció un pequeño signo de enojo.

—Claro que no; Masu es mejor. —contraatacó verbalmente el más bajito presente mirándola con molestia. Luego, cambiando su expresión miró nuevamente hacia el tema de conversación quien ya se había rendido con la búsqueda del tatuaje de Mitsuya y oía la conversación—. ¿Verdad que sí, Masu-chan? Te gusta más mi apodo que el de la tetona de Cherry.

—¡O-oye, te he dicho que no me digas tetona! —exclamó exaltada soltando gotitas de sudor y con sus mejillas ruborizadas en vergüenza—. ¡Ni siquiera tengo el busto muy grande, aún no he terminado de crecer, enano!

—❛Aún no he terminado de crecer❜. —imitó lo que dijo el rubio con un tono medio agudo y chillón al copiar e imitar lo que dijo la de ojos verdosos.

—¡Tonto! —Asami agitó su puño en el aire en protesta y con varios signos de enojo en su cabeza—. ¡Mi apodo Kimi siempre será mejor!

—Masu es mejor. Fin de la discusión.

—Yo... este... —murmuró Masumi súper confundida de que estuvieran discutiendo por algo como eso. Los miraba a cada uno en cuanto hablaban; si hablaba Mikey, ella lo miraba, y si hablaba Cherry, ella la miraba de igual manera. Su cabeza iba de uno a otro ya que seguía siendo desconcertante por lo que peleaban.

Hasta ese punto, ya estaba acostumbrándose, principalmente con eso, a las constantes peleas sin sentido que tenían ellos. Algunos eran más sutiles y tranquilos que otros pero en si, casi todos eran problemáticos para pelear por cualquier cosa. Hasta ahora, sólamente Ryūguji y Mitsuya han sido los más tranquilos, en su mayoría.

Un pequeño resoplido nervioso y confundido escapó de entre sus labios, cerrando sus ojos con una pequeña gotita de sudor resbalando por su frente por lo perdida que estaba. Inclinó su cabeza hacia a un lado un poquito confundida; como siempre parte de su cabello fue hacia su rostro así que usó su mano para retirarlo. Se quedó mirando sus propios cabellos en su frente hasta que se fijó en el sol.

Casi se muere ahí mismo cuando notó como el sol comenzaba a ponerse. Eso significaba; peligro. Estaba anocheciendo y ella no ha llegado a casa. ¿Que tanto tiempo pasó? ¿cómo es que casi se le olvida que tenía que ir a casa? Vaya su lógica, olvidarse que tenía que ir a casa.

—¡O-oh no! —exclamó en un susurro asustado mientras temblaba y estaba blanca tal cual una hoja recién comprada. Sentía de verdad que le iba a dar un paro cardíaco, con pensar que a su madre o a su padre les daría también un paro cardíaco por atrasarse en llegar a casa.

—¿Qué sucede? —cuestionó Kazutora desde su lugar en el suelo. Había notado como el rostro de la azabache se contraía en espanto. Ante la pregunta del de ojos dorados, la mayoría la volteó a mirar; Mikey y Cherry seguían discutiendo por un simple apodo.

—¡Ya va a anochecer!

—¿Y? —cuestionó Baji quien tenía entre sus manos un gatito color negro bastante demacrado que lanzaba rasguños y gruñidos en busca de que lo soltara.

—¡Debería haber llegado a casa hace rato! —agitó sus manos de forma alterada mientras que buscaba su mochila de manera asustada, aunque la tenía justo a un lado—. M-mi mamá debe estar preocupada, mi papá debe estar asustado. Me van a regañar, voy a estar castigada tres años, mi papá debe estar llorando, no he hecho las tareas, me duermo en clase, voy mal en clase... y, y, y...

—Espera, espera, espera. —la interrumpió el Ryūguji al notar como había comenzado a divagar y hablar entre murmuros que en su mayoría ni entendió. Él tomó el bolso de la chica, que literalmente estaba a su lado y quién sabe porque buscaba a otros lados, y se lo extendió—. Calma, Masu, que no se te entendió nada. ¿Te escapaste de clases?

—¡N-no! Hana-chan fue la que me buscó y me trajo aquí. P-pero no pensé que se me pasaría tan rápido el tiempo... —respondió de inmediato la de hebras oscuras mientras se medio inclinaba hacia un lado con sus ojos descompuestos.

—¡Perdón, Kimi-chan! —la de mechas rosáceas juntando sus manos enfrente de su rostro—. Es por mi, ya que quería conocerte. No creí de igual manera que tenías un horario tan preciso. ¡Yo me haré cargo! Te llevaré devuelta a casa y hablaré con tu mamá y papá. Si, si, si.

—No, Kenchin y yo la llevaremos. —habló inmediatamente el rubio cenizo quién se impulsó en un salto hasta levantarse.

—¿¡Hah!? ¿¡por qué!? —se quejó la rubia con mechas teñidas apoyándose en sus manos para levantarse ágilmente y acercarse a grandes zancadas hacia el más bajo presente—. ¡Yo la traje, debo llevarla yo!

—Ya dije. Kenchin y yo la llevaremos a casa. —repitió firmemente el rubio de orbes oscuros mirando con desinterés a la femenina—. Aparte, los padres de Masu-chan ya conocen a Kenchin y también me conocen a mi, serán más comprensibles que con una prácticamente desconocida. Aparte, la señora Hikari me adora, sé que no habrá problema con Masu-chan.

—¡No es justo! ¡siempre seré una desconocida si no los conozco! —chilló alterada la apellidada Asami mientras cruzaba sus brazos sobre su pecho semi abultado para su edad.

—Y usan mi nombre sin que yo haya accedido. —murmuró el del tatuaje del dragón mientras bufaba y ayudaba a la fémina más baja a levantarse al tomarla de la mano. Suavizó su expresión y la miró, después hundió su cabeza hacia abajo al colocar su mano allí—. Bueno, vamos, Masu. Hablaremos con Kaito-san y Hikari-san para que no tengas problemas. Debes estar tranquila. —y finalizó con una sonrisa de lado.

—E-está bien, creo... —susurró todavía bastante asustada y preocupada por la reacción de sus padres. Sabía que no debía estar tan tarde por ahí, muchísimo menos cuando era de noche, también estaba el hecho de que le aterraba sucederle algo.

Por lo menos, no estaría sola e iría en un vehículo, llegaría rápidamente a comparación de ir a pie o en un metro... aunque tampoco es como si tuviera dinero encima. Todo el dinero que ganaba con Kira lo guardaba para su familia. Tal vez debería ser egoísta alguna vez y tomar algunos yenes para ella y darse algún gusto, pero sinceramente el mejor gusto que podría tener -personalmente- es que su familia mejore económicamente y sus padres estén más relajados y menos estresados, sobretodo su padre. Quien muy seguramente estaba todo menos relajado justo ahora, si es que ya había llegado a casa.

Miró con sus orbes hacia Mikey y Cherry angustiada aunque sus facciones poco a poco se fueron relajando como si verlos pelear de esa manera sin sentido y cómico hicieran que el peso en su espalda se volviera más liviano. Muy tenuemente sonrió con un deje de nervios a su alrededor.

Fuera de todo el tema de que era la primera vez que llegaría tarde a casa, se sentía ciertamente feliz de haber conocido a una nueva amiga -aparte de Emma, quien obviamente consideraba amiga; su primera amiga mujer- y poder convivir más con los chicos. Ciertamente lo que le dijo Hana la dejó pensando muchísimo. Aún no se conocían del todo, mientras que aquel grupo de escandalosos pero buenos amigos ya deben llevar bastante conociéndose; sobre todo Keisuke, quien según sabe es amigo de Manjirō desde que eran unos pequeños mocosos. Ella sólamente era una desconocida a quien le permitían ser parte de su círculo de amigos.

Suspiró un poco, estaba dispuesta a poder hacer un lazo de confianza con ellos. Haría su esfuerzo para poder ser considerada una buena amiga y que confíen en ella, dejar que la conozcan en todas sus etapas y poder conocer la de los demás. La que más le llamaba la atención era Manjirō, quería darse la oportunidad de conocerlo en su totalidad y que él haga lo mismo con ella.

ABRIÓ SUS OJOS EN CUANTO LA MOTO SE ESTACIONÓ justo enfrente del edificio departamental en dónde era su hogar, miró hacia arriba buscando el piso de su apartamento con una mirada ciertamente insegura y asustada. Sus padres prácticamente no la han castigado nunca, o la menos que ella recuerde, lo más seguro es que ahora sí iba a recibir un castigo severo. Incluso le asustaba que le llegarán a pegar o algo así, nunca lo han hecho, muchísimo menos su papá, pero según ha escuchado, los padres siempre tienen un punto de quiebre.

Se quedó mirando hacia aquella dirección sin moverse, todavía preocupada en varios sentidos. Inclusive sus manos estaban temblando, no por el recorrido que tuvo con el vehículo de Draken. Sinceramente, si iban a una velocidad moderada podría estar relajada e iría acostumbrándose poco a poco hasta estar más tranquila en los recorridos con aquellos vehículos. Estaba temblando del miedo, nunca en su vida ha llegado tarde. A pesar de todo llegó ya cuando el cielo estaba oscuro. Sus padres definitivamente la iban a matar.

—Oye, Masu. —escuchó la voz de Ken haciéndola reaccionar y mirarlo todavía de forma nerviosa y preocupada—. Calma, todo estará bien. Hablaremos con tus papás, ellos entenderán. Después de todo estuviste fue con nosostros, no por ahí sola. —trató de animar mientras esperaba a que Manjirō se bajara; él lo hizo de un salto y después le ayudó a la azabache a bajar tomando su mano.

—E-está bien... —murmuró todavía algo dudosa y asustada, mirando hacia su casa nuevamente; había tenido la intención de jugar con sus manos pero una de ellas fue medio jalada y aferrada. Inmediatamente miró hacia su propia extremidad para levantar la mirada y observar a Manjirō quien no soltaba su mano.

Mantenía una expresión bastante serena, con la misma mirada apagada que tenía, con su otra mano en el bolsillo de su buzo y la otra seguía sosteniendo su mano. Lo miró fijamente varios segundos y de forma confundida, sobretodo algo nerviosa y sorprendida buscando la razón de que no soltará su mano. Por pura inercia volvió a jalar su mano y el más bajo no cedió ni un momento, simplemente afianzó el agarre.

Su rostro se sonrojó hasta los orejas mientras su ceño se frunció muy levemente y abultaba un poco sus mejillas; avergonzada de que no quisiera soltar su mano y pareciera que la tomaba más fuerte aunque tampoco para llegar al punto de que le doliera, simplemente hacía más afianza al agarrarlo. Seguidamente volvió a mover su mano hacia ella queriendo soltarse pero el chico dejó que "jalara" su mano y simplemente extendiendo su brazo.

Abultó ahora un poco sus labios soltando un muy pequeño «Hmh» en su garganta; le avergonzaba que no la soltará, sentía una pequeña molestia, pero no molestia o desagrado, simplemente... molestia de vergüenza, si podría decirse así. Miró hacia el suelo seguidamente casi soltando vapor por sus orejas, a su lado Manjirō simplemente sonrió para si mismo al notar que "se rindió".

—Bueno, andando. —habló Ken con las manos en los bolsillos de su pantalón luego de aparcar la moto y caminar, medio pasándolos a ambos más bajos que él aunque casi al instante Manjirō caminó e hizo caminar a la fémina.

Pasaron los minutos y subieron por los escalones hasta que llegaron a su piso. Seguía un poco ruborizada pero ahora estaba angustiada todavía, con una mirada pensativa y, aunque ni siquiera había llegado a casa o hablado con sus padres, regañada. Se sentía sumamente nerviosa; quizás le bajen la consecuencia si Manjirō y Ken hablaran con sus padres, pero era inevitable; sentía un constante revoltijo en su estómago por aquel sentimiento de culpa.

El rubio a su lado la miró de soslayo al notarla callada; había pensado que comenzaría a decirle que la soltará o mostrarse avergonzada y apenada, y aunque esto último había indicio de que lo sentía, se encontraba más asustada que nada, podía notarla culpables. Sus orbes oscuros y vacíos la siguieron viendo de reojo mientras caminaban, entrecerrándolos un poco.

No le gustaba verla así.

No obstante, cuando iba a abrir la boca, su nariz chocó con la espalda del rubio más alto al momento que se detuvo abruptamente y él iba detrás de él. Retrocedió frotando su nariz con su otra mano mientras colocaba una expresión algo molesta y en reclamo, mirándolo directamente con enojo. Masumi lo miró ahora preocupada y algo exaltada.

—¡Hey! —se quejó hacia el más alto pero después bajó su extremidad al notarlo... bueno, notar el ambiente extraño haciéndolo colocar una mirada desconcertada para mirar hacia la que sería el departamento de la femenina; enserió su rostro levemente.

—¿Hah? ¿qué sucede? ¿Ken-kun? —cuestionó la única fémina presente mientras que finalmente se soltaba de la mano del más bajo cuando éste mismo aflojó su agarre. Se acercó a rápidos pasos hacia él y un poco más enfrente suyo viéndolo preocupada y confundida, él veía fijamente y con cierta cautela enfrente suyo—. ¿Que pasa, Ken-kun?

—¿Desde cuándo tú mamá deja la puerta abierta, a esta hora? —la pregunta le pareció sumamente confuso, miró inmediatamente hacia enfrente, quedándose más confundida que antes cuando vio, efectivamente, la puerta de su casa entreabierta.

Contrajo sus cejas y su ceño en preocupación y cierta alteración; ¿por qué la puerta de su casa estaba abierta? Su mamá siempre la dejaba cerrada, estando o no estando, pero dudaba bastante que no estuviera; ella no se iría hasta más tarde al hospital a tomar su turno de trabajo y si fuera el caso, su padre debería haber regresado ya y era un poco más paranoico como para decir que es que dejó la puerta entreabierta.

Sintió una presión en su pecho por eso, de verdad era fea la sensación que la invadió de repente. Dió un pequeño paso para después dejar caer su mochila al suelo y simplemente acercarse casi corriendo a su casa y sin importar nada, entró rápidamente, casi apunto de estampar la puerta.

—¡Espera, Masu! —soltó exaltado el del tatuaje y alterado de que se lanzará tan así y tan de repente, sin importarle el hecho de que podría haber pasado cualquier cosa y ella entrado.

—Rápido, Kenchin. —fue lo que dijo Manjirō con seriedad mientras también se apresuraba a seguirla; el más alto dudó pero no tardó en ir a su paso.

—QUE SILENCIOSO ESTÁ TODO. —MURMURÓ en voz baja el apellidado Sano caminando lentamente por la sala.

La mala espina era el hecho de que habían ciertas cosas desparramadas en el suelo; había señal de lucha y forcejeo. Eso era lo que más daba mala pinta, y un mal presentimiento. Masumi había desaparecido en un abrir y cerrar de ojos a pesar de que técnicamente habían estado pisándole los talones, quien sabrá a dónde se metió o donde fue a buscar a su familia. En cierta manera, y obvia también, les preocupaba a aquella pequeña familia, sobre todo a las pequeñas trillizas.

Un pesado suspiro salió de entre los labios del más alto viendo en silencio y con cautela todo, se detuvo en la pequeña cocina que había viendo algunos vasos rotos. Frunció su ceño, rezaba internamente que ninguno este lastimado. Se detuvo con cuidado cerca de los vidrios que había dándose de cuenta que había un cuadro a un lado, se agachó quedando de cuclillas hasta tomarlo con cuidado y ver el marco, agregando el vidrio, el cual estaba roto.

Frunció su ceño ligeramente, mostrándose preocupado y angustiado por todo, lo más seguro es que fue algún ladrón, asaltante, temía también que fuera hasta alguna temida pandilla que había decidido atacar a aquel departamento pero, las pandillas que conocía no hacían ese tipo de cosas. Claro que habían pandillas que eran más delincuentes que nada, pero siempre eran reducidas o separadas en medio de batallas con otra pandilla en particular y salían perdedores. Si es así, lo más seguro es que fue un ladrón o algo.

Manjirō por su parte veía hacia el pasillo en donde iban las dos habitaciones que habían o al menos eso suponía, sabía que una de esas era la de Masumi. De metiche cuando iba de visita y ella iba a la habitación a buscar algo, se metió y vio como era, dándose cuenta que dormía ahí ella y sus hermanas, también recordando que la azabache se alteró cuando apareció de repente y lo corrió hecha tomate. Entrecerró sus ojos mientras estaba dispuesto a dar un paso hacia allá, pero sintió un cosquilleo en su nuca que lo detuvo.

Vio de soslayo y de manera lenta hacia la dirección del chico del tatuaje que se estaba levantando dándole la espalda y con algo en manos, pero lo que lo hizo extender sus ojos y quedarse quieto fue ver como una silueta alta y encapuchada se abalanzaba con un bate en mano dispuesto a golpearlo.

—¡Kenchin! —exclamó el cenizo rápidamente.

El aludido escuchó y volteó confundido y alerta, al instante se dió de cuenta de lo que sucedió y se volvió a agachar alterado cuando le lanzaron un golpe con el bate, obviamente esquivándolo y escuchando el perfecto golpe de aquel objeto de madera contra la alacena. Cayó sentado y se alejó lo más que pudo con cierta conmoción.

El tipo se volteó a mirarlo fijamente teniendo parte de su rostro cubierto, pero juraba que estaba sonriendo o haciendo una mueca por la manera en la que sus ojos se achinaban. Confirmó lo primero que había pensado cuando el muy posiblemente mayor, soltó una grave risa enderezándose.

—¿Acaso son hijos de aquellos vejetes también? Vaya que no perdieron tiempo, primero los tienen a ustedes y también a aquellas tres mocosas. —habló el chico con fastidio. Ken se mostró alerta y molesto, internamente se alivió. Sea donde sea que estaba metida Masumi, no la habían visto—. Bueno, mi amigo y yo tenemos que irnos con el... "botín" de este lugar. No es demasiado, pero algo es algo.

—¡Cállate! ¿¡dónde están Kaito-san y Hikari-san!? —replicó el del tatuaje a la defensiva hasta que escuchó un curioso "click" cerca de ellos.

Miró rápidamente hacia allá viendo a Manjirō quien estaba con una expresión seria y apagada, aunque estaba apresado. El más alto de ambos menores abrió sus ojos como platos cuando vio un arma apuntando pegada a su cabeza, a lo mejor por eso el cenizo estaba tieso, estaba seguro que en otra situación ya hubiera noqueado al tipo, evitaba hacer un paso en falso.

—Vaya, vaya, ¿que tenemos aquí? Un enano y un totem. —dijo el armado mientras cargaba el arma y reía. Ken se quedó en shock mirando hacia aquella dirección, apretando sus manos en impotencia.

—Cierra la boca. —dijo directamente el Sano sin cambiar su expresión o su mirada. El chico apuntándolo se mostró desconcertado—. Yo sólo puedo decirle tótem a Kenchin.

—¿Hah? ¿y quién lo dice?

—Pues yo; el invencible Mikey. —habló con una mirada opaca, más de lo normal viendo de soslayo hacia quien claramente era un ladrón junto con el que tenía medio acorralado al menor más alto. Una mirada algo molesta se implantó en el rostro del más bajo—. Quiero que lo recuerdes bien, porque voy a ser la persona que te haga pedazos por haberse metido a la casa de Masu-chan y sus papás junto con sus hermanitas.

El ladrón pestañeó varias veces desconcertado hasta que resopló incrédulo y no tardó en reírse seguido de su compañero de fechorías, carcajeándose ahora de lo que había dicho el chiquillo. No se creían lo que había dicho, lo tomaban como un simple intento de amenazar. —¡Ja, que chistosito er...!

Un golpe seco se escuchó haciéndolo mirar rápidamente hacia allá al igual que Mikey, vieron el chico vestido similar a el armado quien había caído de bruces al suelo inconsciente aparentemente, e igualmente el bate había caído a un lado. Junto a él estaba Draken con una expresión seria mientras se reincorporaba.

—Joder, que molesto.

El armado se quedó tieso en su lugar mientras que su sonrisa se desvanecía y se enderezaba poco a poco dejando de apretar mucho el agarre del más bajo. Un pequeño «¿eh?» salió de entre sus labios mientras que conforme su expresión cambiaba lo hacía su voz, escuchándose bastante confundida sin creerse lo que había acabado de ver; un niño -o eso creía, ya que dudaba un poco por lo alto que era aunque por su voz quizás lo era, no era demasiado grave- había acabado de noquear de un golpe a un hombre. ¿Qué demonios?...

Su mandíbula se apretó mientras que el arma en sus manos tembló, no obstante su expresión se volvió enfadada y con su mano en el cuello apresó más a Manjirō mientras pegaba el arma a su cabeza y preparaba el gatillo estando a nada de disparar.

—¡Maldito mocoso! —bramó con enojo mientras su dedo temblaba en el gatillo, hasta que se afianzó más—. ¡No quería hacer esto, pero un adulto debe darte una lec... ¡Ah!

Un estruendo se escuchó junto con el sonido de algo quebrarse, Mikey vio con neutralidad y a su vez confusión como el agarre del encapuchado se aflojó y dejó de sentir la presión del arma en su cien. Draken se mostró desconcertado viendo como el cuerpo de aquel tipo cayó hacia un lado sosteniéndose la cabeza con fuerza y prácticamente desplomándose, notando pequeños fragmentos de... jarrón en su chaqueta.

Miró desconcertado eso hasta escuchar un pequeño sollozo, uno que conocía bien, que ambos conocían bien. Ken levantó la mirada y Manjirō se volteó; Masumi por fin apareció, entre lágrimas y una expresión asustada en su rostro, en sus manos parecía haber lo que era un jarrón azul y ahora estaba en fragmentos. Por poco y no se cortaba la mano por haber roto con tanta fuerza ese jarrón.

—M-manjirō-kun, Ken-kun... —dijo de manera temblorosa mientras dejaba caer lo que quedaba del jarrón. Manjirō dió la vuelta para verla y Ken se acercó para poder ver. Masumi lloriqueó y rápidamente se acercó hacia ellos, prácticamente lanzándose a abrazarlos—. ¡Dios, están bien! ¡están bien, están bien! ¿¡l-lo están, verdad!? ¿¡no los hirió!? ¿¡Los g-golpearon!? ¿¡están heridos!?

—Ya, ya... —murmuró Ken tratando de calmarla mientras suspiraba aliviado y después reía con cierta confusión por escucharla hablar súper rápido y entre balbuceos, apenas se entendía—. Cálmate, llorona. Estamos bien, es más ¿tu dónde diablos te metiste?

—Te desapareciste, Masu-chan. ¿En serio de verdad no eres un ángel y usaste magia celestial para desaparecer? —cuestionó como si nada el más bajo dándole varias palmaditas en su cabeza.

—P-perdon, perdón, perdón... —se disculpaba entre lágrimas la azabache mientras sollozaba y buscaba limpiar aquella gotas de agua salada que salían de sus orbes.

Manjirō la miró fijamente o eso trató, su cabello corto pero revoltoso le estorbaba la vista pero cuando iba a retirarle el cabello y verle la cara de tomate que tendrá por el llanto, otro estruendoso sonido se escuchó, aunque esté era bastante diferente; era el sonido de un disparo. Apenas Masumi pudo levantar la mirada al escuchar ese sonido observando hacia la dirección en la que venía, lo siguiente que se pudo presenciar fue como cierta cantidad de sangre se salpicaba.

Un quejido se escuchó venir de ella mientras su mano apretó y tomó su hombro el cual no tardó en sangrar por aquel impacto, el llanto aumentó y la mirada de ambos rubios se agrandó al ver cómo le bala parecía haberle dado aunque el más alto se fijó y en realidad la bala dió contra el suelo, pero al menos dando indicio de que rozó bastante el hombro de Masumi.

—¡A ver, a ver! ¿¡creyeron que sería tan fácil, mocosos!? —bramó uno de los ladrones quien se levantaba con dificultad y sangre derramándose por su cabeza, la cual se sostenía con una de sus manos y con la otra apuntaba con el arma—. Esta vez no le dí, pero la próxima; ¡los tres tendrán una bala en la cabeza!

—Te lo advertí.

—¿Eh?

Otro fuerte golpe se escuchó ganándose un pequeño sobresalto de Masumi quien miró exaltada junto con a él más alto que buscaba cubrirla por si acaso y el tipo lanzaba otro disparo, pero no será así, ya que cuando Manjirō había dicho aquellas palabras, lo pateó con fuerza en el estómago sacándole el aire y antes de reaccionar, otra patada dió en él, ahora en su rostro que lo mando hacia atrás, mientras el arma salía volando y el tipo cayó con la nariz rota al suelo, está vez, inconsciente.

—M-manjirō-kun. —el nombrado la volteó a mirar viendo como la manga de su uniforme comenzaba a mancharse de sangre, buscó con la mirada dónde impacto la bala ya que había escuchado algo crujir cuando dispararon viendo el arma incrustado en el suelo.

—Tranquila, Masu, ya llegará la policía, dudo que los vecinos chismosos no la llamaran desde hace rato. —dijo Ken con seriedad mientras la guiaba al sofá y la sentaba allí, usando un pañuelo para hacer presión en su hombro, no sangraba mucho como para un torniquete pero mejor prevenir que lamentar—. Sostén esto, iré a ver dónde están tus papás y tus hermanas, ¿okey? Sé que están aquí y están bien. —trató de calmarla dándole una pequeña palmadita en la cabeza.

Él se enderezó y pasó por el lado de Manjirō cuando se dirigió en dónde era claro que eran las habitaciones, abriendo una de estas viendo de manera superficial y abriendo la otra a la cual mostrando sorpresa y preocupación entró. Masumi se había asustado por su cara a lo lejos pero escuchar "ya los desato. Su hija está bien" la calmó... en cierta manera, calmada no estaba y como le dolía el hombro. Agradecía a cualquier dios porque la bala no se le incrustó.

Otra mano ajena a la suya se posicionó en el pañuelo haciendo que mirara hacia aquella persona. Manjirō con una expresión seria se había agachado y sostenido el pañuelo para hacer ligera presión, veía fijamente su hombro con una expresión seria todavía aunque al menos ya no sombría como la que tenía cuando el tipo disparó.

Masumi lo miró entre sollozos y lágrimas teniendo su corazón palpitando como loco, el chico no tardó en subir la mirada a sus ojos y suavizó su rostro dándole una pequeña sonrisita buscando calmarla, provocando conmoción en la azabache.

—No seas tan llorona, Masu-chan. Ya pasó. —dijo el rubio con confianza y tranquilidad, mostrando ahora sus dientes—. Ya me encargue de que no te haga más daño.

LA JEFATURA DE POLICÍA. MIRABA FIJAMENTE hacia su alrededor viendo policías yendo de un lado a otro, su expresión no mostraba interés alguno mientras estaba sentado al lado de Masumi quien estaba altamente callada, vio como las hermanitas de ella estaban rodeando a una oficial de cabello rojizo quien estaba en un escritorio y les daba atención, sonriendo amable y riendo por vaya saber que cosas le estarán diciendo, aunque supuso que sería por su cabello o algo ya que a la que le decía "mini Masu" debido a su parecido en carácter, siendo Yume, extendía su manito hacia sus hebras.

Abultó sus labios y miró a su lado viendo a la primogénita Kiyoko mayor, Masumi estaba con la vista agachada, tenía el hombro vendado. Por suerte simplemente le rozó la piel aquella bala, más bien un milagro que por poco y no le atina al hombro, le hubieran tocado sacar la bala directamente y le hubiera quedado una cicatriz más notoria de la que no sabe si llegaría a quedar, quizás alguna marca. Por algo estaba vendada y no con una vendita.

Su abuelo quizás (lo más seguro) enloquecerá cuando se entere en el problema que se metió y lo que pasó con Masumi, pero bueno. No había hecho nada malo después de todo, le había dado la lección a quien lo merecía.

Se aliviaba que los padres y las hermanas de Masumi estuvieran bien, el único medio golpeado era Kaito pero nada que no pueda curarse con hielo y descanso, los habían dejado era atados con cinta; había sido un asalto a su casa cuando el padre iba llegando; los vecinos habían escuchado el escándalo y según escuchó apenas unos minutos antes que llegarán llamaron a la policía. De verdad era un alivio, ya era suficiente y hasta mucho que le dispararán a Masumi, no quería soportar más eso.

—Perdón. —soltó un pequeño «¿Mm?» cuando escuchó su disculpa; de nueva cuenta se estaba disculpando, viendo ahora como gotas resbalaban del rostro de la fémina hasta el suelo. El rostro de Masumi se contrajo y colocó un puchero en sus labios—. Perdón por haberte metido en eso, a ti y a Ken-kun, yo no quería... pudieron haber salido lastimados, pudieron haber salido heridos por la bala... p-pudieron terminar peor por haberme acompañado, por mi culpa... —sollozó usando una de sus manos para limpiar sus lágrimas o tratar de hacerlo, ya que seguían cayendo—. Perdóname, por favor, Manjirō-kun...

El aludido se quedó mirándola fijamente y después se levantó y colocó delante suyo viendo como hacía su intento de retirar las lágrimas de su rostro y levantaba la cabeza. A pesar de todo seguía llorando, veía su cara dolida y llorosa desde su altura al quedarse levantado enfrente suyo sin decir o hacer nada, al menos no aún. Al ver cómo ella no levantaba la cara por completo se acercó más y luego se agachó quedando en cuclillas y con más visión a su rostro.

Ella seguía tratando de limpiar sus lágrimas pero aún sollozaba, Manjirō con un rostro serio la observó hasta que rompió el silencio y la tensión cuando levantó la mano y le dió un muy ligero golpecito con sus dedos en su frente, viendo su mirada desconcertada.

—Deja de lloriquear, Masumi. —dijo, comentando su nombre completo o sin honoríficos, demostrando así que estaba hablando en serio—. Y sobre todo, ya deja de disculparte. ¿Para que lo haces? ¿para que te hechas la culpa? No hiciste nada malo, si piensas que tus papás te van a regañar por llegar tarde, aunque no me dejes decirte, te diré que estás bastante equivocada.

Masumi lo vio con sus manos limpiando sus mejillas, a pesar de sus palabras sollozó e hipeó levemente levantando sus hombros en el proceso por aquellos hipos. Manjirō acercó sus manos y las retiró de su rostro para tomarlas y evitar que limpiará sus lágrimas, viéndola fijamente.

—La verdad no me hubiera importado lastimarme, aunque lo dudo. Soy mejor que aquellos idiotas. —bufó mientras tocaba ahora su nariz con sus dedos—. Tonta. No te disculpes más, somos amigos ¿no? Los amigos se ayuda y protegen. Tu hiciste lo mismo por mi y yo por ti. —sonrió levemente inclinando su cabeza queriendo ver su rostro, aunque parte de su cabello cubría la mitad dejando ver sólo un ojo abierto en totalidad—. Pero, apartir de hoy... Yo te voy a proteger.

Masumi se sorprendió y desconcertó, como si haya sido por sus palabras el hipo se le fue y los sollozos, viéndolo igualmente hacia aquellos oscuros ojos suyos que la veían devuelta. Por alguna razón su corazón volvió a palpitar como loco, aunque no estaba segura si era ya por la agitación del llanto, creía que era por eso a pesar de que, personalmente sintió como su pecho giraba enormemente.

—Yo voy a protegerte más que antes. —repitió el más bajo—. Tus lágrimas ahora son mías, tus miedos ahora son míos, tus problemas ahora son míos y tus inseguridades son mías. Tu eres mi amiga, mi Masumi, y no voy a permitir que nadie lastime o haga llorar a mi Masumi. —soltó sus manos apoyando sus brazos en sus rodillas admirando el rostro de la chica. Manjirō se quedó en silencio y después levantó una de sus manos, levantando el meñique—. Lo prometo, Masu-chan, que apartir de ahora nadie te hará daño si yo estoy contigo. Eres mi amiga, mi ángel, mi Masumi, y nadie te lastimara; es una promesa.

La azabache se quedó mirándolo consternada mientras que su rostro se había colocado rojizo, sentía su pulso acelerado, igualmente su corazón y no sabía si era por la agitación o los restos de la conmoción de lo que sucedió en casa. Las lágrimas pararon pero lo que ahora no paraba eran sus latidos. Sorbió su nariz en un intento de calmarse sollozando muy ligeramente sintiendo conmoción pero por sus palabras.

Tragó saliva cuando sintió un nudo en su garganta por lo que dijo, pero no porque le molestó o la hizo sentir mal, todo lo contrario. Eso era señal de lo sensible que podía llegar a ser por esas palabras, pero de verdad la habían enternecido y literalmente le había llegado directo al corazón. Usó una de sus manos para limpiar su rostro y un poco dudosa y aún conmocionada acercó la otra hacia él, dudando al principio pero después levantando su meñique y entrelazándolo poco a poco, Manjirō lo que hizo fue afianzar el agarre.

El rubio sonrió mientras la veía, notando cómo sus orbes rosáceos estaban brillando viendo su agarre. Con su otra mano le acarició la cabeza y se levantó, ahora tomando su mano luego de deshacer aquella promesa de meñiques.

—Yo te protegeré, Masu-chan, y nada podrá hacer que piense o haga lo contrario. —habló con seguridad mostrándole una sonrisa—. Mi promesa no cambiará y mi sentimientos tampoco.

Masumi abrió levemente sus ojos por lo que dijo. Otra vez, su corazón se aceleró, se apenó con ligereza por lo que decía sintiéndose de verdad conmocionada y enternecida justo ahora, agregando que de verdad quería llorar como nunca ahí mismo. Ya había llorado antes y ahora quería volver a hacerlo, pero por una razón diferente. Apretó sus labios levemente y asintió un poco.

—Y-yo... yo... prometo también... —balbuceó frotando su nariz. Manjirō ladeó su cabeza observándola con curiosidad—. Yo prometo... t-también cuidarte y protegerte, Manjirō-kun...

El aludido se quedó en silencio quitando su sonrisa unos segundos, pareció perderse en sus pensamientos hasta que con un suspiro levantó las comisuras de sus labios en una pequeña sonrisa, viéndola atentamente.

—Pues sé que lo harás; de alguna manera lo supuse, aunque sé cuidarme solo. Si es así, pues ahora, mis lágrimas también son tuyas, mis miedos son tuyos y mis inseguridades son tuyas. —aclaró respirando hondo sonriendo un poco más—. Apartir de ahora tu eres mi Masumi, y yo soy tu Mikey. Ambos nos cuidaremos el uno al otro de hoy en adelante.

La de orbes rosados se quedó mirando lo mientras que poco a poco colocaba una temblorosa sonrisa (debido al llanto que se aguantaba) y a su vez por sentirse diferente ahora, poco a poco asintió aún sonriendo haciendo sonreír un poco más al contrario quien se mostraba animado.

—¡Cellemos esta promesa con dorayakis!

→S H A N X L A B Y X←

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