PROLOGO
La vida en Lothlorien era todo lo que un elfo podía desear.
Uno de los lugares más bellos de la Tierra Media como Rivendel.
Era un reino que valoraba la paz y el equilibrio, este último mantenido gracias a la sabiduría de ambos gobernantes.
Mis padres.
Amaba Lothlorien, que hacía tiempo que se había convertido en mi hogar.
Desafortunadamente, no todo fue color de rosa por aquí.
Los avistamientos de orcos habían aumentado considerablemente.
Para sorpresa de muchos de nosotros, caminaban a la luz del día, algo que esa raza no hacía, sin mencionar sus estructuras físicas que parecían más grandes, más fuertes y cada vez más crueles.
Hubo que redoblar las patrullas en las fronteras y Haldir debía estar presente en cada una de ellas.
Naneth dijo que no debería preocuparme, Haldir era un soldado entrenado y experimentado, sin embargo, no pudo reprimir la angustia que sentía por mi amigo.
Consideré ofrecerme a participar en las rondas, después de todo no había pasado años practicando magia y combate sin un propósito.
Pero Ada no lo permitió porque creía que era demasiado peligroso para mí.
Ser hija única es complicado teniendo un padre tan celoso como Lord Celeborn.
Además de la dolorosa noticia que recibí hace dos días.
Saruman el Blanco, que también había sido mi mentor durante muchos años y alguien a quien admiraba, se había corrompido al traicionar a la gente de la Tierra Media al aliarse con Sauron.
Fue decepcionante cuando Naneth me dijo que Saruman me había enseñado a luchar por el bien de todos, que la lealtad a mi pueblo y la compasión por los necesitados valían más que cualquier otra cosa.
Pero eran sólo palabras vacías de un traidor a su propia raza.
Me desperté de mis ensoñaciones cuando escuché el anuncio desde las puertas de que alguien había llegado.
Dejé el libro de Sindarin sobre la mesa y caminé apresuradamente hacia la entrada del palacio.
-¡Gandalf!-exclamé emocionado al ver al mago Gris.
Agarré las faldas de mi vestido y corrí hacia él.
- Princesa Aerin -Me saludó riéndose cuando lo envolví en un abrazo.
Bueno, medio abrazo, porque Mithrandir es sumamente Alto comparado conmigo. El mago me despeinó juguetonamente en un incómodo cafuné.
- Veo que has cambiado mucho, pero sigues siendo tan hermosa como tu madre.- Dijo y yo rodé los ojos, conteniendo una sonrisa avergonzada.
- No has venido a visitarme desde que tenía ochenta y tres años. Pensé que te habías olvidado de tu narrador favorito.
- Nunca cometería ese crimen querida, solo tuve unos imprevistos que me impidieron venir a visitarte como quería.
- Escuché, tu viaje con la Compañía de Thorin Escudo de Roble, lamento la pérdida del rey enano.- Me sinceré.
- Agradezco su más sentido pésame, alteza.
- ¿Y Beorn? ¿Como está él? No nos hemos visto en mucho tiempo debido a este lío con los Orcos y el regreso del mal a esta tierra.
- Está bien y, aunque no lo admita abiertamente, también te extraña.
- A mí también me da pena, es un amigo increíble y amable.- Suspiré recordando al Skinchanger, cuando estemos más seguros, pretendo buscar la manera de visitarlo adecuadamente.
- No quiero ser grosera, Gandalf, pero tengo la sospecha de que esta no es sólo una visita formal.
- Me recuerdas a un elfo que conocí hace años.
¿Un elfo?
- ¿Y de casualidad no lo conozco?- Pregunté con interés.
- Aún no.- Respondió misteriosamente- Pero tienes razón, Aerin, no vine sólo a verte, me gustaría hablar con tus padres.
- ¿Pasa algo?- Pregunté con curiosidad.
- Sólo el tiempo lo dirá, jovencita, sólo el tiempo lo dirá.- Respondió misteriosamente.
Acompañé al mago al salón del trono donde mis padres se encontraban en ese momento en una reunión con el guardia.
Estaban felices de ver a Mithrandir como se esperaba.
Naneth tenía un brillo de comprensión en sus ojos hacia Gandalf que me dejó preguntándome de qué querría hablar con mis padres.
- ¿Debería irme?- Señalé la puerta cuando noté que el ambiente de repente se pondría serio.
- En realidad me gustaría que te quedaras, Aerin, lo que vine a decir tiene que ver contigo.
¿Conmigo? ¿Por qué le preocupa tanto Gandalf respecto a mí para decirlo?
- Entonces dime, Mithrandir, ¿cuál es el motivo de tu visita a nosotros?- Preguntó Ada.
- Habrá una reunión en Rivendel, mi señor Celeborn. Les pido permiso a ambos para acompañar a la princesa Aerin allí como representante de los elfos de la luz para deliberar sobre un descubrimiento reciente.
- El Anillo despertó.- Susurró Nana sin nadie a la vista especial - Y su portador es un Hobbit de la Comarca.
- Naneth, ¿estás diciendo que el Anillo Único está activo nuevamente? El anillo de... Sauron.
Escuché y leí muchas historias sobre el Señor Oscuro, un mal que fue destruido por Isildur, el antiguo rey de Gondor.
O al menos eso es lo que pensábamos.
- Sauron regresó y sus Orcos se multiplicaron. Su fortaleza en Barad-dûr fue reconstruida en la tierra de Mordor.
- ¿Qué necesitas que haga?- Dije llamando su atención.
- No, no involucrarás a mi hija en esto, Mithrandir.-Ada interrumpió.
-Ada, no entiendes...
- Es demasiado peligroso, Aerin, ¿¡qué clase de padre sería si te permitiera participar en algo así!?
- Celeborn, también me preocupa exponer a nuestra hija al peligro que el Anillo es capaz de traer.- Naneth lo tocó cariñosamente - Pero ella está lista.
Mi padre todavía no parecía convencido.
- Ada, puedo hacer esto.- Caminé hacia él y Naneth.
Ellos me miraron antes de tocarme la cara.
-Prométeme que volverás con nosotros, mi amada hija.
Los abracé.
- En cuanto termine todo.- Aseguré estando rodeada de ellos.
- Recuerda, querida: La luz que hay en ti, nada la puede apagar, ni siquiera la oscuridad de Sauron.- Me susurró mi madre.
Mientras me alejaba, miré a Gandalf, quien me asintió agradecido.
- Te ayudaré a empacar tus cosas.- Dijo Naneth mientras me acompañaba fuera del pasillo.- Nos veremos en las puertas, Mithrandir.
- Por supuesto, mi señora.
Así que Naneth y yo guardamos mis pertenencias y suministros.
Haldir preparó mi caballo.
- Cuídate princesa, todavía tendremos muchas lecciones de tiro con arco cuando regreses.
- Deséame suerte entonces.- Respondí en tono de broma.
Abracé a mis padres por última vez.
- Me duele verla irse- dijo Ada con tristeza.
- Volveré antes de que me extrañes.
Ambos sonrieron un poco antes de dejarme ir y Ada me ayudó a subir al caballo.
- Que los Valar la protejan.
Gandalf, que estaba listo para que nos fuéramos, comenzó a montar a mi lado.
Así, iniciamos nuestro viaje hacia Rivendel.
Esta es una historia original
de brunaLuzie
Yo solo traduzco bajo su
autorización y condiciones.
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