𝟗 ━ Primera prueba.
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𝐏𝐑𝐈𝐌𝐄𝐑𝐀 𝐏𝐑𝐔𝐄𝐁𝐀
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Ya casi el reloj de la biblioteca del castillo marca las cinco de la tarde y Agatha apenas se ha movido un centímetro desde la mañana. Sus ojos estaban agotados y se arrastraron por las palabras del enésimo libro de cubierta de cuero con desdén. Era una verdadera lucha no quedarse dormida sin querer.
Los tomos apilados a su alrededor la amurallaban y disminuían el ardor de las velas así que casi no podías notarla en el lugar. Los murmullos de las chicas que se arremolinaban cerca para observar «disimuladamente» a Viktor habían casi desaparecido.
Demasiados días y noches se habían ido en su intento de encontrar alguna pista sobre la primera prueba. Días donde, a pesar de sus arduos esfuerzos, Agatha no había llegado a ningún hallazgo trascendental. Karkarov había tratado de convencerlos de que armaría una artimaña para que Viktor saliera invicto, pero eso había sido semanas atrás y el tiempo estaba en su contra quedándole sólo una semana antes de la prueba.
Viktor estaba sentado a unos metros de ella con los brazos cruzados sobre su pecho. Ayudaba lo más que podía, pero la mayor parte de las veces su atención se la robaba una chica de cabello rizado que siempre estaba en la biblioteca y que destacaba para él muchísimo más que las demás que se paseaban cada minuto para observarlo a él. El mayor miró a su hermana con preocupación, Agatha no descansaría hasta encontrar respuestas.
―Aggie ―la voz ronca de Viktor hizo que Agatha espabilara ―, dejémoslo. Hemos buscado en todas partes, no creo que haya libro alguno que no hayamos leído ya. Lo improvisaré, estaremos bien.
―Me siento inútil, siento que pasé algo por alto. Lo siento en mi estómago. ―dijo Agatha posando sus manos en su abdomen.
―Agatha, es hambre. Estamos aquí desde las siete de la mañana ―Viktor rodó los ojos y arrancó el libro de las manos de su hermana―. Lo resolveremos, vete a comer algo, ordenaré los libros y te veré en el comedor.
Agatha iba a protestar, pero el gruñido de su estómago la traicionó.
―Está bien, con una condición ―dijo Agatha con una sonrisa maliciosa que ponía desde que estaba pequeña―, que le hables a la chica que se sienta al final o que la dejes en paz. Empiezas a verte raro, bátko¹.
Viktor le dedicó una mirada asesina que Agatha ignoró por completo mientras se reía, el más grande la levantó de la silla obligándola a irse.
Transitar por los pasillos de Hogwarts fue una tarea fácil, los pasillos estaban desiertos ya que la mayoría se encontraba cenando o en los jardines. Mientras caminaba se sintió acalambrada y se dio cuenta de la gran cantidad de tiempo en la que había estado tullida.
Por fin pudo ver la luz del comedor, oler la comida y escuchar las tenues conversaciones que se daban dentro y cuando ya casi tenía un pie dentro, un siseo insistente llamó su atención. Buscando el origen del sonido en sus alrededores se topó con la cara de Fred. Al ver al pelirrojo, la búlgara sonrió, pero la agitación de Fred hizo que la sonrisa se desvaneciera rápidamente.
― ¿Fred...?
El pelirrojo no la dejó terminar y en cambio, la tomó de la mano y la alejó de la calidez del comedor apresurándola hacia una parte del castillo que ella no conocía. La guió hasta llegar hasta un pedazo de pared de piedra, Fred se aseguró de que nadie estuviera cerca e introdujo su varita en una de las grietas haciendo que todas las rocas se apartaran abriéndoles el paso. Él entró arrastrando a Agatha.
Agatha, a quien no le había quedado otra opción que obedecer, analizó la habitación donde estaban, era una especie de depósito con un techo increíblemente alto y una ventana que aportaba claridad y permitía ver hacia uno de los jardines.
En la pared estaban apoyados varios baúles marrones y naranjas junto a cajas de cartón. Era bastante largo, pero no muy ancho haciéndolo un poco estrecho para ambos. Fred movió su varita e hizo aparecer dos taburetes de madera. Se sentó e indicó a Agatha para que hiciera lo mismo. Agatha se dejó caer en el asiento frente a él, inquisitiva.
― ¿Por qué no podemos tener una interacción normal? ―preguntó.
Fred se rió y así de fácil tranquilizó a Agatha haciéndola saber que no iba nada mal.
―Lo siento, pero he esperado todo el día para hablarte. Esperé que Viktor se fuera en algún momento de la biblioteca para poder estar solos, pero no se levantó ni un segundo. ¿No va al baño? ―preguntó Fred, humoroso.
―Estábamos investigando lo de la prueba, te lo dije...
―Hace tres días ―repuso rápidamente Fred.
― ¿Qué?
―No te he visto en tres días enteros.
―Claro que no, seguramente sí me viste y no te diste cuenta.
―Agatha, es imposible no haberme dado cuenta. De todas maneras, ese no es el punto ―Fred apoyó sus antebrazos en sus piernas y se acercó un poco― ¿Recuerdas cuantos hermanos tengo? ―Agatha dijo que sí, a pesar de que aparte de Ron y George, no lo recordaba con claridad―. Bueno, se supone que no debería decirte esto porque prometí que cerraría el pico. Pero me he dado cuenta cuanto te estás esforzando por tu hermano. Mírate las ojeras...
Fred se fijó en la chica y la detalló. Agatha fue consciente de su aspecto al mirar su reflejo en el vidrio de la ventana. Su cabello estaba recogido en una trenza de corona y cabellos rebeldes se escapaban del peinado. Las manchas violetas azuladas le decoraban debajo de los intensos ojos azules y lucía más pequeña que de costumbre. Como una niña dentro de un retrato privada de sueño. Fred sacudió su cabeza trayendo de vuelta el hilo de sus pensamientos.
―Lo que trato de decir es que mi hermano Charlie fue el encargado de traer la primera prueba. Y si alguien te pregunta, tienes que jurarme que dirás que lo descubriste tú.
― Fred, no tienes que decírmelo, yo lo averiguaré.
―Charlie trabaja en Rumania y este verano vino a quedarse en casa ―empezó Fred a relatar―. Nos acompañó a ver la final del mundial, lo que es raro porque casi no pasa tiempo aquí por su trabajo. Al principio no sospeché nada, pero cuando lo encontré en el pueblo cerca del castillo, en Hogsmeade, no tuvo más remedio que decirme. Agatha, son dragones. Hay cuatro dragones uno para cada uno, no sé exactamente que tendrán que hacer con ellos, pero básicamente tendrán que lidiar con los dragones.
Agatha se sintió como una tonta por no haber hecho los cálculos y se le escapó un suspiro de alivio. Miró con detenimiento a Fred sin decir palabra y un peso invisible se elevó de sus hombros, tal como si Fred hubiese resuelto todos los problemas del mundo.
― ¿Qué quieres por esta información? ―preguntó, recelosa.
― ¿Discúlpame?
― ¿Qué esperas que te dé por haberme ayudado? ―repitió, paciente. No creía que Fred no tuviera una intención escondida―. No entiendo por qué me lo dijiste. ¿No quieres que Harry o el otro chico tengan una ventaja?
―No espero nada. Bueno, las gracias supongo. Es muy probable que ya Harry lo sepa, en cuanto a Cedric, no lo conozco muy bien. Quiero que Harry gane el Torneo, por eso George me hizo prometer no decirte. Pero creo que no es justo que todos tengan una ventaja y Viktor no, además creo que te mereces un descanso.
― ¿De verdad no esperas nada a cambio? Discúlpame, pero quiero cerciorarme de que no intentes cobrar después. De donde vengo no se ayuda sin ver algún beneficio personal ―explicó Agatha, recordando a sus compañeros de Durmstrang que por nada del mundo compartirían con su competencia esa información tan valiosa.
―No. Se supone que somos amigos, ¿no? A mí me enseñaron a ayudar a mis amigos. Quiero que tú estés bien, que duermas un poco.
―Eres muy raro ―rió Agatha.
Agatha tanteando sus movimientos y siendo controlada por la alegría, se abalanzó sobre el chico y enrolló sus delgados brazos alrededor de él en un abrazo agradecido.
Él era muy diferente, a pesar de no deberle nada y de que apenas estaban empezando su amistad, no dudó en obsequiarle una ventaja a su hermano para que el juego estuviese parejo. El cuerpo de Fred era cálido y el contraste entre ellos la abrumó. Agatha notó como las manos del pelirrojo estaban petrificadas al lado de su cuerpo en puño.
― ¿Y ahora qué? ¿Nos besamos? ―preguntó Fred riendo. Agatha lo miró con precaución y lo soltó, sintió las mejillas calientes―. Es una broma, estoy bromeando. ¿Me juras que si te preguntan dirás que lo descubriste tú?
—Te lo juro —dijo Agatha con un nudo en la garganta—. Moyata vechna blagodarnost², Frred Veasley.
― ¿Sabes? Deberías empezar a enseñarme búlgaro, estoy cansado de no entender nada —se quejó el pelirrojo.
―De acuerdo, empezaremos mañana, verás que no es tan difícil. Lo que quise decir fue «Mi eterna gratitud» ―aseguró Agatha―. Tienes mi eterna gratitud.
—Mi eterno «de nada» —le sonrió Fred—. Ven, te acompaño a comer, no has probado bocado en todo el día.
Muy feliz, Agatha se dirigió a cenar junto a él.
Entrada la noche, Agatha ya le había contado a Viktor. Los hermanos Krum, sentados en la sala común del barco con solo una vela encendida entre ellos, trabajaban en un plan de juego contra el dragón. Agatha en el suelo, Viktor en una poltrona. Pasos toscos interrumpieron los susurros de los búlgaros, Karkarov se movía como si arrastraran un cadáver. Sus facciones bruscas fueron iluminadas y su expresión se endureció.
―Viktor, necesito verte en mi despacho ―pronunció con una voz grave propia de un espectro.
―Si es sobre los dragones, director, me temo que ya estamos un paso adelante ―pronunció Agatha con autosuficiencia. Ella era muy consciente de que no era la favorita del viejo director.
―Si ya lo sabe, entonces, empezará a entrenar de inmediato. Andando, Viktor ―gruñó Karkarov.
Viktor obedeció levantándose y besó a Agatha en la cabeza.
―A dormir, Aggie.
Sus figuras desaparecieron en la espesa oscuridad dejando a la chica con solo la compañía de la vela.
Llegó el día de la prueba y Agatha no pudo concentrarse en las clases impartidas en la mañana. Al final del día, no podía recordar ni una cuarta parte de sus clases, casi pudo ver la mala nota que tendría en el examen de runas nórdicas.
Los organizadores del Torneo habían habilitado el campo de quidditch para la prueba y las multitudes empezaron a marchar para encontrar un buen puesto donde pudieran ver a los campeones arriesgar sus vidas.
Agatha deseó ver a su hermano, abrazarlo, desearle suerte y prometerle que todo iba a salir bien, pero Karkarov se lo prohibió con la excusa de que iba a desconcentrarlo. Se sentía tan ansiosa que apenas había pronunciado palabra en todo el día. Suponía que si abría la boca se desmayaría. También se sentía celosa, no podía imaginar la adrenalina que significaba combatir un dragón. Todavía le daba envidia saber que no había sido elegida por el cáliz.
Los estudiantes de Durmstrang ocupaban una gran parte del graderío principal. Isak y Aleksandr la habían arrastrado hasta los asientos, pero Agatha se rehusaba a sentarse o a mantenerse quieta.
Caminó inquieta de un lado al otro mordiéndose las uñas sin llegar a romperlas. Aleksandr estaba sentado con un espíritu deportivo impresionante, ondeaba en su mano un gran estandarte rojo y tres rayas pintadas escarlatas le decoraban el rostro. Puesta en una de las solapas del uniforme del muchacho llevaba una insignia de metal que leía «Viktor Krum. Campeón Invicto» en el idioma de la persona que lo leyera. Agatha lo leía en búlgaro y también lo lucía en su uniforme.
―Ag, ¿harías el favor de quedarte quieta? Pareces un duendecillo. ―reprochó Aleksandr, Agatha bufó.
Agatha pensó que había un ambiente demasiado festivo como para estar a punto de ver jóvenes magos enfrentar un peligro inminente, aunque si hubiesen elegido a cualquier otro estudiante y no a Viktor, Agatha estaría igual de sobreexcitada que Aleksandr. El Torneo tenía que darse y obviamente no iba a esperar que Agatha se calmara.
Las trompetas que anunciaban el inicio de la prueba lograron erizar los vellos del cuerpo a Agatha quién cayó en su asiento. Se dieron unas palabras de apertura que no supo quién las dijo, y se presentó al jurado, del que formaba parte Karkarov. La multitud era ensordecedora y gritaron en apoyo del primer campeón, Cedric (quien si no lo acabara de presentar Bagman, no hubiese recordado el nombre).
Respetó la manera en que Cedric manejó la prueba –a pesar de su extraña maniobra de convertir una roca en un labrador– y se encontró jadeando cuando el dragón le propinó una llamarada a Diggory después de que ya había alcanzado el huevo de oro.
Cuando Cedric terminó, Agatha se relajó un poco ya que había entendido cuál era el objetivo de la prueba, y confió plenamente que Viktor sabría exactamente qué hacer. Vio la puntuación obtenida por Cedric y no le impresionó. La siguiente fue Fleur quien también logró pasar la prueba a pesar de haber perdido una parte de su falda que Agatha le pareció que era muy bonita.
Los segundos en que esperó que Viktor saliera de la carpa de los campeones se le hicieron eternos. En su espera, tuvo que aguantar a Bagman soltar maravillas de Viktor mientras que disimuladamente le hacía críticas, como que si era muy brusco, duro o si mataría al dragón. Fue imposible para Agatha no sentirse un poco ofendida ¿era esa la imagen que tendrían de ella también? Bagman presentó a Viktor y los alumnos de Durmstrang se volvieron locos, pisando fuerte con sus botas pesadas.
Se escuchaban alientos de todas partes. Aleksandr se levantó y soltó un bramido de guerra. Los gritos de ánimo de Agatha eran ahogados por la muchedumbre.
Viktor caminaba recto con decisión, empuñando su varita y alerta de su alrededor. Un aullido le hizo saber que el dragón lo estaba esperando. Agatha no supo diferenciar qué tipo de dragón era. Como un torero, Viktor esquivó al dragón y a las llamaradas de fuego que salían de su hocico. Blandió su varita, el dragón chilló y empezó a tambalearse.
De repente las llamaradas no eran dirigidas a Viktor, como si no lo pudiese ver. Agatha comprendió que Viktor había cegado de alguna manera a la bestia. Su hermano tomó el huevo de oro y ella sintió que el alma le volvía al cuerpo. Las gradas explotaron en aplausos y Agatha también aplaudía con fuerza. De pronto algo salió mal y el dragón cayó aplastando la mitad de unos huevos que si eran de verdad.
Viktor pudo apenas moverse para evitar que lo aplastara también. «Vaya, Krum, eso le costará puntos.» anunció Ludo Bagman con decepción. Y así de fácil terminó la prueba para Viktor, ahora le tocaba esperar su puntaje. La directora de Beauxbatons le otorgó 8, Crouch un 9, Bagman un 6, Dumbledore un 7 y Karkarov –por supuesto– un 10. No estaba nada mal.
El corazón de Agatha se estrujó en su pecho al ver entrar al campo al pequeño Harry Potter, pero el sentimiento se disipó cuando vio la agilidad del chico montando la escoba. Sin duda sería una buena adición a cualquier equipo de quidditch. Ella se rió con Aleksandr porque ambos sabían que Viktor estaría molesto de no haber pensado él la estrategia con la escoba.
Al final de la prueba los cuatro campeones habían obtenido sus huevos de oro y se encontraban sanos y salvos. Agatha corrió para bajar de las gradas inmediatamente después de que le dieran los puntos a Harry. Mientras corría de las gradas, vio a Fred en la distancia junto a sus amigos y a Angelina. Le sonrió y le guiñó el ojo dándole las gracias silenciosas por haber roto la promesa con George.
Agatha llegó a la carpa de primera después de que Ludo Bagman había hablado con ellos. Cuando ella entraba a encontrarse con Viktor, Harry y Ron salían. Agatha se detuvo.
―Felicitaciones, Harry ―dijo Agatha siendo genuina―, la próxima vez, definitivamente estarás en mi equipo.
La búlgara sonrió y Harry le correspondió agradeciéndole. Ron quiso decir algo, pero Harry evitó que se humillara y lo jaló para irse. Agatha entró a la carpa que le resultó cómoda. Viktor estaba en el lado opuesto de la habitación lejos de Fleur y Cedric quienes se preparaban para irse.
―No estuve tan mal. ¿no, hermana? ―Viktor tenía una sonrisa casi imperceptible en el rostro y sostenía el huevo de oro en sus manos, orgulloso.
―Estoy muerta de celos. ¿Torear un dragón? ¡Quise haber sido yo ahí! Tú no estuviste tan impresionante ―dijo Agatha encogiendo los hombros.
Viktor meneó la cabeza con desaprobación y abrió los brazos para recibir a su hermana. Agatha lo abrazó apretando su cabeza en el pecho de Viktor. Él la abrazó con las manos frías, Agatha intuyó que se debía a la adrenalina que estaba dejándolo. Viktor la soltó y la apretó con sus enormes manos en los hombros.
―He estado pensando en lo que me dijiste ―dijo Viktor bajando un poco la voz.
― ¿Qué cosa? ―preguntó Agatha.
―Acerca de la chica de la biblioteca. Acabo de combatir con un maldito dragón, creo que soy capaz de invitarla al baile de navidad ―Viktor sonrió con arrogancia.
―Un momento, ¿cuál baile de navidad? ―Agatha se preguntó por qué nadie nunca la mantenía al tanto.
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1. Батко (bátko): Palabra cariñosa en búlgaro para referirse a un hermano mayor.
2. моята вечна благодарност (Moyata vechna blagodarnost): «Mi eterna gratitud», en búlgaro.
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