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𝟖 ━ Cálmate, Ron Weasley.

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𝐂𝐀́𝐋𝐌𝐀𝐓𝐄, 𝐑𝐎𝐍 𝐖𝐄𝐀𝐒𝐋𝐄𝐘

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Ahora que los campeones habían sido elegidos, los Durmstrang no tenían que hacer el domingo Además, cuando Karkarov no apareció a darles un sermón matutino, aprovecharon y dejaron el buque para irse a mezclar con las demás escuelas.

Isak no se había olvidado del partido de quidditch, aún con la cabeza prensándole de la resaca, les comentó a otros chicos y a primeras horas de la mañana, él ya tenía un equipo de quidditch, todavía un poco intoxicados, pero con ganas de jugar.

Agatha se levantó tarde y creyendo haberse perdido el encuentro. Salió a cubierta con marcas de las almohadas todavía en sus brazos. Ver a Isak y a sus amigos con vestimentas para el juego logró que suspirara aliviada.

―Buenos días, capitana. Ya calenté al equipo ―dijo Isak divertido―, ven acá. Tengo el equipo perfecto: tres búlgaros, dos islandeses, un sueco y un noruego. No conseguí a Aleksandr, pero creo que con ellos es suficiente.

―Eres el mejor, Sak. De no ser por ti, no hubiese podido reunir un equipo.

―Ni lo menciones. Mira, hasta acordamos un par de jugadas ―Isak, entusiasmado, explicó con lujo de detalles sus jugadas.

Cuando finalizó, Agatha echó un vistazo al equipo, estaba complacida porque ella sabía lo bueno que era.

―Bien, hermanos ―dijo ella―, sé que nuestro modo de juego es rudo, pero les pido que sean amables con los invitados. Después de todo, no sabemos a los que están acostumbrados. ¡Y diviértanse, Karkarov no está!

― ¡Bien dicho! Ahora, Ag, sé que es un juego amistoso, pero de todas maneras ¡Denles infierno!

Los muchachos levantaron sus escobas para gritar al unísono: ― ¡Démosles infierno!

Al otro lado de los terrenos del castillo, estaba Fred Weasley corriendo para llegar al Gran Comedor. A George le pareció divertido no recordarle lo del juego y lo dejó durmiendo en su habitación. Había tomado sus cosas de Quidditch de su baúl (casi seguro de que se olvidaba algo) y como una flecha atravesaba los pasillos yendo a encontrarse con los demás al mismo tiempo en que rezaba que Agatha no hubiese llegado aún.

Lo último que quería era llegar tarde, otra vez. Cuando llegó, Katie les contaba a los demás qué pensaba ella de Agatha.

―Pues, se ve que es genial. Pensé que sería más ególatra, pero no se ha portado grosera. Quiero conversar con ella sobre sus estadísticas de la temporada pasada...

― ¡El hombre de la hora! El que hizo que fuera posible que nos codeáramos con la celebridad ―George se levantó del asiento y estrujó a su gemelo―, ¿se hubiesen imaginado pasar el día con Agatha Krum? Pues yo no, te mereces todos los aplausos del mundo.

George gritó y aplaudió, alabando a su hermano. Pronto Katie y Lee se unieron en el aplauso. Fred le dedicó una mirada amenazante a su hermano.

―Bien, ya, relájense un poco ―Fred finalmente carcajeó―. No se comporten como locos, trátenla normal, ya los demás la han tratado como una atracción de museo lo suficiente. Tenemos que vernos despreocupados para que ella crea que somos geniales.

―Está bien, está bien, pero déjame advertirte que si hace la Maniobra de Razgrad voy a gritar como una niña ―dijo Lee.

―Creo que hasta podría ponerme a llorar ―dijo Katie, totalmente de acuerdo.

―Oye, no lo había pensado ―expresó George mostrándose intranquilo―. Agatha es una jugadora profesional, ha ganado copas internacionales. Literalmente. ¿Cómo le vamos a ganar?

―No lo haremos. Nos masacrará ―afirmó Lee ―, nos humillará y nos arrastrará por los aires. Pero, será Agatha Krum, así que está bien.

George hizo una mueca y asintió con la cabeza dándole la razón a su amigo. Mientras esperaban que Agatha y sus amigos se unieran a ellos, Harry, Ron, Hermione se juntaron en la mesa.

Conversaron un rato hasta que Katie tocó a Fred en el hombro y fijó su mirada en Alicia y Angelina, quienes venían caminando hacia ellos con sus túnicas de quidditch.

―¿Recibiste la nota? ―le preguntó Fred, cuando llegó hasta él.

―Sí y no entiendo el misterio ―respondió la morena con una mueca.

―Lo entenderás ―aseguró George.

― ¿Con quién vamos a jugar? ―quiso saber Angelina.

―Esa es la cuestión, jugaremos con unos chicos de Durmstrang y con...

―Esto no puede estar pasando. He muerto y he ido al cielo ―interrumpió Ron, alzándose del banco y viendo a la puerta con ojos desorbitados.

Los rostros acicalados de los extranjeros magnetizaron de inmediato las miradas de todos en el comedor. Venían hablando inglés, aunque el idioma en el que hablaban no los hacía ver menos extranjeros. La presencia de Agatha era imponente, era la más resaltante en ese grupo. Todos los ojos pegados a ella y suspiros que le regalaban al pasar eran incontables.

Los ojos azules de la muchacha le dieron un vistazo al salón, examinando las mesas. Encontró a Aleksandr sentado sobre la mesa de las francesas, rodeado de cabelleras rubias que lo miraban desde los bancos con admiración.

«Luego me quiere hacer creer que no le gusta la atención» ―pensó la chica volteando los ojos.

Pronto vio la mesa de Gryffindor y al grupo con el que se iba a reunir. Sonrió con cordialidad y empezó a moverse en su dirección.

― ¿Vi...viene para acá? ¡AGATHA KRUM! ―un pelirrojo prácticamente gritó y Agatha se estremeció―. N...no...no puedo creer que estés tan cerca de mí.

Agatha vio a Harry Potter disimular una carcajada mientras que una chica de cabello muy frondoso, quien se veía que sentía vergüenza ajena, lo golpeó. Agatha intentó recordar con todas sus fuerzas si lo había conocido antes y si era su memoria que volvía a fallarle.

―Lo siento, ¿nos conocemos? ―preguntó avergonzada.

―No, no, no nos conocíamos. Digo, yo sí te conocía. Tú no me conoces a mí. Te escribí una tarta ―dijo rápido. Agatha estaba confundida, se preguntó si algo se estaba perdiendo en la traducción―. Una tarta no, una carta. Muchas cartas si soy sincero. Quizá no te llegó ninguna o te llegaron todas, no sé qué sería peor. Soy Ron Weasley.

―Lo lamento mucho, me llegan muchas cartas y muchas se pierden. No sabría...―trató de explicar ella lo mejor que pudo para no hacerlo sentir mal.

Ella decía la verdad era difícil de llevar la cuenta de todas las cartas que recibía. Fred miraba la escena que tenía su hermano con mucha vergüenza y diversión. Quería que se acabara rápido, pero al mismo tiempo quería ver que tanto Ronnie podría avergonzarse a sí mismo.

Fue Lee fue el que intentó romper el momento incómodo que Ron había creado.

―Agatha, ¿cómo estás? ―preguntó y le regaló una sonrisa que Agatha correspondió―. Qué mala educación, aquí hay gente que no conoces, tengo que presentártelos, Bien, ya me conoces a mí, a Kat, a Fred y George, obviamente, y bueno a Harry.

Agatha se inclinó hacia Harry, apresurándose para tenderle la mano al niño con respeto.

―Mucho gusto, Harry Potter ―pronunció Agatha melodiosa, mirándolo con indagación.

―Ella es Hermione, Alicia, ella es cazadora como tú. Angelina, ella es la novia de Fred, también es cazadora ―Lee presentó a todos en un segundo mientras Agatha les estrechaba las manos con educación―. Ahora me imagino que tus amigos tienen nombres difíciles.

―Sí, algo así ―Agatha se acomodó un mechón de cabello detrás de la oreja―. Él es Isak, algunos lo conocieron ayer. Dagur, Kacper, Kravev, Kai, y Kosta.

Los muchachos se saludaron y se sentaron juntos. Gracias a Merlín todos parecían llevarse bien. Las conversaciones fluían amenas.

Agatha se sentó junto a Ron, decisión que pronto se lamentó. Pero estaba justo frente a Fred. Los ojos avellanas del chico parecían pegados a Agatha, sin embargo, no conseguía tema de conversación para ella.

Ron, por el otro lado, estaba hiperventilando. No dejó de hablarle a la búlgara ni cuando la mesa frente a ellos se llenó de alimentos. La mayoría de las cosas que salían de los labios de Ron eran sin sentido, pero nadie parecía poder detenerlo así que Agatha solo se limitó a asentir de vez en cuando. Ya le había tocado lidiar con fanáticos así y no quería hacerlo sentir mal porque prácticamente era un niño.

Angelina también le sacó conversación a Agatha, ambas se dieron cuenta de las tantas cosas que tenían en común y se llevaron bien. En poco tiempo ya todos habían terminado de desayunar y se arreglaban para salir al terreno. Al empezar a andar, se formaron pequeños grupos y Agatha terminó junto a Fred.

―No reclamo a Ron como mi hermano ―dijo con firmeza, haciendo sonreír a Agatha―. Me gustaría poder decir que no es así siempre, pero no te quiero mentir. Está obsesionado contigo. Si supieras la cantidad de fotografías que tiene tuyas en su habitación, te preocuparías.

―Está bien, solo es un poco intenso. Me ha tocado conocer a fanáticos así antes. No es el peor, créeme.

Agatha intentó quitarle importancia al asunto. Definitivamente no era el peor.

―Específicamente les pedí que te trataran como una persona normal, me imagino que te debe incomodar que te traten así.

―No, está bien. Está bien con tal de que no me acosen. En realidad, tus amigos y tus hermanos se han portado bien.

― ¿En serio? ―Agatha asintió―. De cualquier manera, me quiero disculpar de antemano por si la actitud de Ron te llega a dar miedo.

Agatha se rió y una ráfaga de viento le desordenó el cabello rojo al muchacho, cubriéndole el rostro.

―Lo digo en serio, Frred, está bien.

Fred no dijo nada, pero cuando Agatha le quitó el cabello que se había arremolinado por el viento de la cara de él y le sonrió sintió que su cara se iba a derretir mientras que sus mejillas le ardían. Los rayos del sol le iluminaron el rostro a Agatha y a él le dio un vuelco en el estómago. Por un momento en el universo no existía nadie más que ella y se dio cuenta de por qué Ron perdía el habla cada vez que ella estaba cerca.

Retiró el rostro, ruborizado y siguió el camino junto a ella.

―Cuéntame cual es el peor fanático con el que te has encontrado ―pidió él para hablar de algo.

― ¡Oh! ¡Hubo uno una vez que golpeó a mi padre para llegar a mí! Fue horrible, pero ya pasó un tiempo y ahora mi padre lo encuentra divertidísimo.

Fred soltó una carcajada y escuchó con atención la historia de la búlgara.

El partido estaba empatado hasta que Kai atrapó la snitch dándole la victoria a los del norte. Contrario a la predicción de todos, los de Hogwarts dieron una buena pelea. Agatha había suavizado su juego con ellos porque no había nada que le gustase más que jugar por diversión. Los Durmstrang estaban tan impresionados que luego de terminar el partido les regalaron sus jerséis a sus contrincantes en señal de respeto.

Aunque Ron lo anhelaba; Agatha se lo entregó a Angelina, por ser un contrincante excepcional. Lo cierto era que, si bien, ambas chicas desearon que la otra le cayera mal, se encontraban hablando con tanta amenidad que cualquier sentimiento negativo entre ellas era infructífero.

Angelina no significaba un rival para Agatha. Si no más bien una amiga. Era tan encantadora que rápidamente se dio cuenta que había visto Fred en ella.

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