𝟒𝟕 ━ Magis esse quam videri oportet.
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MAGIS ESSE QUAM VIDERI OPORTET
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La plegaria en búlgaro dejó los labios de Agatha en un susurro esperanzado. Casi al mismo tiempo que sus pies golpearon la tierra mojada del jardín frontal de la residencia Weasley al aterrizar en su escoba.
«Dyado, hazme resiliente. Házme tan paciente como tú. No creo que vaya a ser una de mis virtudes».
No supo por qué la había dirigido a su abuelo, quizá porque pensaba que él sabía de resiliencia. Quizá porque una de las pocas características que componía la borrosa imagen que tenía de su abuelo paterno era que solía ser un oyente notable. Esperaba que lo fuera tanto en muerte como lo fue en vida porque necesitaba urgentemente ser escuchada.
Quizás porque todo lo que planeaba hacer en esa visita a la Madriguera se alineaba perfectamente con la inscripción en latín sobre su tumba que rezaba «Magis esse quam videri oportet»; «Más importa ser que parecer».
Estaba concentrada. No sabía si Molly Weasley iba a poder soportar su versión más auténtica, pero fingir ser algo que no era iba en contra de cada uno de los cimientos sobre los que había construído su ser entero. Iba en contra de ese pensamiento en la sepultura de su abuelo y no podía permitirlo.
El oxígeno puro del campo abierto rellenó y vació sus pulmones en su llegada, reemplazando la duda por autocontrol y resolución.
Con gracia, y sin tambalear la caja de cartón blanco en su mano izquierda, utilizó su mano derecha para desmontar la flamante Barredora de viaje y estacionarla junto a la vetusta puerta de atrás de la casa más peculiar y torcida de Devon. Era apenas su tercera visita, la primera sin Fred, y justo como sucedía con su presencia, su barredora parecía estar fuera de lugar.
La tierra mojada por la lluvia de más temprano le ensució la puntera de los zapatos en su camino hasta la entrada. Se asomó de manera discreta por la puerta holandesa escarapelada esperando no encontrarse de frente con el rostro de Molly Weasley, sin embargo la puerta abierta solo le brindó la vista de una cocina vacía.
Aunque había planeado su visita teniendo en mente no interrumpir el almuerzo, le pareció extraño no encontrar a nadie, más aun sabiendo que Harry estaba prácticamente retenido en La Madriguera hasta que empezaran las clases y que Hermione, Ron y Ginny no se separarían de él. A pesar de su ausencia, los rastros de ellos que habían dejado atrás le indicaba que estaban allí: un plato de pasteles rodeado de migas, las sillas de la mesa del comedor desordenadas y el equipaje de alguno de ellos, abierto de par en par, cerca del recibidor.
Decidiéndose a no entrar sin permiso, tocó dos veces con el puño cerrado la tabla añejada de la parte inferior de la puerta y esperó. No tomó más de dos segundos para que el sonido convocara una presencia y, desde la sala de estar, emergió la estampa de la señora Weasley. Su extrañeza al observar a la búlgara lo demostró frunciendo el rostro. Agatha saludó con la mano desocupada, después de dejar caer la capucha de su capa.
—Oh, tú... —fue lo que dijo la desconcertada mujer. Se rebuscó dentro de los bolsillos del delantal hasta dar con la varita de una madera pálida y apuntó hacia Krum, sin alterarla—. Discúlpame, querida, ¿Cuál era la ocupación de tu padre?
—Es sanador especializado en maldiciones. Terrible pregunta de seguridad, me parece que es de lo más común. La profesión de mi padre es bastante conocida, en Bulgaria todo el mundo lo sabe. Deberíamos acordar una pregunta mejor. Tengo algunas sugerencias, quizá el modelo de mi primera escoba o mi color favorito —propuso la búlgara, no fingió la sonrisa gentil en su rostro—. Es el rojo, por cierto.
La señora Weasley bajó su instrumento mágico lentamente, la pedante ingeniosidad de la bruja más joven fue lo que la convenció de que no se trataba de un intruso disfrazado.
—Nadie me dijo que vendrías hoy, ¿mi Freddie viene detrás de ti?
—No, solo soy yo. Fred está trabajando, casi no se da ningún día libre. Me prometió que vendría con George para cenar.
—No te entiendo. Entonces, ¿por qué estás aquí? —preguntó la señora Weasley, abandonando lo que se consideraría ser educado.
La castaña hizo caso omiso a lo grosero de dicha pregunta y entró a la casa sin esperar una invitación formal porque no creía que Molly fuera a ofrecérsela, ya llevaba casi un minuto parada allí y todavía no le pedía que entrara.
— ¿No debería haber venido? ¿Es un mal momento? —devolvió Agatha con una ceja levantada, abriendo la parte inferior de la puerta holandesa.
Con toda la libertad del mundo entró a la casa, obligando a la señora Weasley a moverse del umbral. Llegó con pasos firmes hasta la mesa del comedor para dejar la caja, cerrando bien los bordes.
—Mi entrenamiento de hoy terminó temprano —explicó, se quitó la capa y el bolso de cuero que cruzaba su cuerpo y lo dejó encima de una silla—. Quería venir. Fred dice que un par de manos extras en la Madriguera siempre son bienvenidas, suerte que tengo dos manos muy hábiles y dispuestas a ayudar.
—Eso es tan dulce de su parte, me temo que de momento no necesito ayuda con nada, cariño. No tenías que haberte molestado.
—El día es largo, tal vez algo pueda surgir. No crea tampoco que esa es la única razón de mi visita. Me muero por ver a Fleur y Harry también me pidió que viniera cuando estuviera libre y hoy lo estoy.
—Sí, claro... —respondió Molly y Agatha se mordió la lengua para no reírse de la falsedad con la que la mujer había pronunciado esas palabras. La caja de cartón capturó la atención de la mujer—. ¿Qué traes en la caja?
— ¡Ah! —con una sonrisa, Agatha entreabrió la caja para enseñar su contenido. Dentro yacía, con el glaseado perfecto gracias a la excepcional estabilidad de la bruja sobre la escoba, un pastel de cumpleaños de chocolate—. Es para Harry.
—Su cumpleaños fue en julio, seguro te has confundido —dijo Molly con burla en su tono al pensar que era tonta.
—No, no hay ninguna confusión, por supuesto que sé que su cumpleaños fue en julio. Me apenó mucho no poder asistir a su fiesta, no que me hayan invitado pero bueno...—repicó Agatha, recordando que Molly invitó a los gemelos sin hacer ninguna mención de llevar a Agatha—. La verdad es que este pastel es una copia del que compré para regalárselo en su cumpleaños pero nunca llegó —se apoyó en la mesa con la mano después de volver a cerrar la caja—. Lo único que me causa confusión es su paradero. ¿Tiene idea de qué pudo haberle pasado?
— ¿Un pastel? —Molly negó con la cabeza con aire pensativo—. No tengo idea.
—Qué curioso. Pensé que había sido un error de la encargada de la pastelería por lo que fui a quejarme con ella y me dijo que se lo había entregado personalmente a usted. No le creí hasta que me enseñó su firma en el recibo de entrega.
Molly carraspeó y la voz que salió de ella fue muy aguda, característica de una persona que va a mentir:
— ¿Era de chocolate?
—Sí, precisamente.
—Ay, cariño, ya me acordé, qué tonta... Sí, lo recibimos, pero se arruinó antes de que llegara a Harry —la perspicacia de Agatha le permitió descifrar lo patética de la excusa—. Así que le horneé uno de jalea y crema, que era lo que tenía planeado desde el principio. No sabía que era de tu parte.
— ¿Se arruinó? ¡Qué desperdicio! —replicó Agatha, no procuró suavizar la mirada glacial que cruzó sus ojos azules—. Fred y George estarán desconsolados cuando se enteren.
— ¿Por qué lo estarían?
—También era de su parte —reveló la eslava—. Fred y yo estuvimos más de una hora hablando con la pastelera para que fuera perfecto. Fred escogió el glaseado y George la decoración. Estaban muy emocionados de que Harry lo recibiera. Es una pena que no pudiera probarlo, no creo que la jalea y crema sea de su agrado.
El momentáneo enmudecimiento de Molly le hizo saber a Agatha que la bruja frente a ella era la responsable de la desaparición del pastel y que si sentía algún arrepentimiento al respecto era únicamente al pensar que el regalo también era de parte de los gemelos. La mujer se limpió las manos en el delantal con las mejillas enrojecidas.
—No se sienta mal, señora Veasley —sonrió Agatha siendo un poco irónica—. Me aseguraré de que este pastel no se arruine. No puedo permitir que las cosas no vayan a mi manera —sacó su varita de arce y conjuró un domo de protección invisible sobre la caja de cartón.
De repente la cocina se volvió tensa. Como si dos fuerzas estuvieran una en contra de otra, empujando el espacio e incomodando la armonía que pudiera formarse. Agatha procuraba mantenerse serena. La señora Weasley, por otro lado, deseaba que Agatha diera el asunto como terminado y se devolviera por donde había venido. No era el momento perfecto de unión entre las dos mujeres. La menor no esperaba que lo fuera, pero quería que hablara y tener oportunidad de estudiar esa hipócrita amabilidad.
Agatha admiró la cocina como si nunca la hubiese visto antes para pasar el tiempo. Esperando. Fijándose en cada ladrillo en las paredes y en cada artefacto mágico visible, estirando ese rato incómodo tanto como pudiera para ver hasta dónde llegaría. Dándole la oportunidad a Molly de hablar primero, solo por curiosidad de saber qué sería lo primero que diría.
—¿Seguro que tienes tiempo para quedarte, tesoro? —preguntó la señora Weasley con una débil sonrisa en su rostro—. Imagino que alguien tan ocupada como tú tiene asuntos más importantes que atender que quedarse en una vieja casa como la nuestra. No quisiera robar más de tu tiempo. Yo puedo darle el pastel a Harry.
—Tengo todo el tiempo del mundo. Visitar a la familia de mi novio es tan importante como cualquiera de mis demás responsabilidades. Fred es muy familiar y quiere que yo pase más tiempo con su familia. Lo hace feliz y me gusta verlo feliz —estableció Agatha, no estaba sorprendida de la insinuación a marcharse, sin embargo se preguntó qué haría falta para que se lo dijera directamente.
—Por supuesto.
—Y sobre el pastel, quiero ver el rostro de Harry cuando lo reciba. Sé que le encantará. La casa está muy silenciosa. ¿Dónde está él y los chicos?
—Arriba. Creo que no te han escuchado llegar. Estaban preparando sus cosas de Hogwarts, acomodando sus túnicas y todo eso.
—Iré a saludarl...
—No, linda, casi nunca son tan diligentes con su deberes. Es mejor no molestarlos.
—Ya. ¿Y Fleur? ¿Ya se marchó a casa? —Le echó un vistazo a la sala para asegurarse de que no estaba allí.
—No, aún está aquí —respondió Molly como si le hubiese gustado decir lo contrario—. La envié a que les llevara comida a las gallinas. Supongo que es un cambio de su lustrosa cotidianidad francesa, pero insistió en que quería adaptarse a la vida en La Madriguera, ya sabes...ahora que se va a casar con mi Billy. Le está costando aclimatarse, no es muy buena con las tareas del hogar.
—Bueno, Fleurr participó en el Torneo de Los Tres Magos, estoy segura que convertirse en una esposa no será ningún desafío para ella —bufó Agatha—. Usted estará entusiasmada al respecto, es un gran partido. ¿Usted la está ayudando con los asuntos de la boda?
—Lo estaría si me dejara opinar sobre algo, tiende a ser...—esa pausa fue índice para adivinar que la palabra que tenía en mente era mucho más maleducada—...inflexible sobre sus gustos.
—¿No es así como son todas las futuras novias? —se rió la búlgara esperando ser correspondida con otra risa, en cambió recibió una mirada desdeñosa.
La risa se extinguió en su garganta.
—Voy a ver cómo le está yendo.
—¿Estás segura, cariño? Estás demasiado arreglada para alimentar a las gallinas. No creo que estés vestida para tareas en el granero, no querría que tu ropa de diseñador se arruinara.
Un insulto queriendo hacerse pasar por empatía. Tan sutil como era venenoso. Muy estilo Vera Krum. No esperó encontrar tan gran parecido entre su suegra y su prima malvada.
—Se preocupa demasiado. Esto no es diferente a lo que me pongo siempre. Si llegara a dañarse estoy segura que su diseñadora, Katrena Novak, lo replicaría si se lo pidiera. Ama vestir a jugadores de quidditch y nos tiene un amor especial a mi hermano y a mí. Mi buen gusto no me hace menos capaz de hacer algo, señora Veasley, solo me hace verme mejor mientras lo hago.
—Algo vanidoso de decir.
—No estoy de acuerdo, pero aceptaré lo que dijo sobre mi ropa como un cumplido. Muchas gracias. Y déjeme saber si le gustaría algo diseñado por Novak, creo que usted también se vería muy bien.
Después de una sonrisa cerrada, Agatha se echó el cabello detrás de los hombros para que se apreciara perfectamente el bordado inspirado en la Rusia imperial en el pecho de su túnica, le dedicó un último vistazo a la señora Weasley y salió hacia el exterior de la casa con piernas firmes.
El exterior olía exactamente como lo haría una granja: a estiércol. Procuraba caminar con cuidado para que sus suelas no se resbalaran por el barro en el camino que no conocía, deslizándose en dirección recta hasta darse una idea de la distribución de la granja. A la lejanía, el cacareo de las gallinas le indicó qué ruta debía seguir.
Cerca del pequeño granero, había un gallinero y, dentro de sus límites cerrados con una cerca, una imagen que no armonizaba con su entorno. Una figura alta de larga cabellera plateada, que se movía grácilmente con el viento, se encumbraba con demasiada elegancia en medio de las alborotadas gallinas a las que alimentaba torpemente. Fleur Delacour lanzaba la mezcla de cereales con fuerza, como si lo odiara, insultando en francés.
Agatha se escabulló detrás de ella, divirtiéndose de lo poco habilidosa que se veía Fleur realizando esa tarea tan mundana. Se veía que podía y sabía hacerlo, solo que no quería. O que estaba descargando su frustración con ello. Lo sabía al ver la presión con la que Fleur metía la mano y sacaba el alimento de la cesta de paja. Tanta que finalmente hizo que la cesta colapsara, rasgándose por debajo y dispersando todo su contenido al suelo. Las aves empezaron a aletear furiosamente revueltas en el estiércol del gallinero. A pesar de que no entendía el idioma, Ag entendió a la perfección la grosería que soltó Fleur.
—Para alguien que lleva como dos semanas encargándose de las gallinas, no se te da muy bien.
La voz burlona hizo que Fleur se volviera despacio para encontrarse con Agatha, iluminada por uno de los débiles rayos de sol que se escapaban del cielo muy nublado. La rubia se impresionó, enfocando los ojos para asegurarse de que no se equivocaba.
— ¿Es realmente Agatha Krum? No lo creo, porque ¿qué estaguía haciendo aquí? —preguntó Fleur, emocionada, espantando a las gallinas que se amotinaron a sus pies.
—Sintiendo mucha vergüenza ajena por ti —se rió la aludida con desenvoltura—. Es una visión muy triste.
Remendó la cesta desecha y la devolvió a las manos de Fleur con pocos movimientos de varita, luego de hacer que todo el alimento extra se metiera de nuevo en la canasta.
—Te juro que he aprendido a hacerlo bien, no te dejes llevag por lo que ven tus ojos—Fleur recibió la canasta de parte de Agatha con una risita—. ¿Qué te trae a este pueblo en medio de la nada?
—¿No sabías que es un sitio turístico muy popular? —bromeó Agatha—. Lo que no sabía era que también era una reunión de chicas lindas. Tú, yo y las gallinas.
El sonido de las risas de Fleur y Agatha se entremezcló con el silbido de la brisa como una sinfonía. La rubia dejó la cesta en su lugar y esquivó la cerca para llegar hasta Krum con alegría, besándola en ambas mejillas a manera de salutación.
—Dime la vegdad.
—Un paseo por la campiña inglesa nunca cae mal y tú sabes, casualmente estoy visitando a la familia de mi novio.
— ¿Novio? ¿Quién es tu novio?
— ¡Oh, es una gran historia! ¿Recuerdas a ese tipo totalmente hermoso en la oficina de Hogwarts el día de la última prueba? ¿El pelirrojo con el arete? Su nombre es Bill. Es un sueño total. Estoy loca por él.
Agatha había interiorizado la personalidad de los gemelos con los que convivía casi todos los días por lo que el instinto de bromear con Fleur llegó a ella sin pensar. El magnífico rostro de Fleur adquirió un color traslúcido al escucharla. Negó con la cabeza y sus ojos azules, de un azul más claro que los de Agatha, fueron cubiertos por una bruma de preocupación.
— ¿Bill? —reiteró la francesa—. ¿Estás saliendo con William Weasley?
—Sí, ¿lo conoces? Llevamos saliendo un par de meses. Fue a trabajar para Gringotts en Sofía y me enamoré perdidamente. ¿Y tú qué haces aquí?
— ¡Yo estoy saliendo con Bill! ¡Nos vamos a casag! —la rubio elevó su delgada mano y le mostró el anillo de compromiso en el dedo anular.
— ¿Estás jodiéndome? —se indignó Agatha falsamente—. ¿Qué estás diciendo? Las dos no podemos estar saliendo con él.
Solo cuando lució como si Delacour fuera a caer patas arriba sobre la suciedad del hogar de las gallinas fue que Krum decidió dejar la broma.
—Venga, Fleurr, estoy jugando.
Fue como si el alma se devolviera al cuerpo de Fleur, suspiró de alivio y rodó los ojos para luego fruncir el entrecejo.
—Eres una pequeña belette, una comadreja —la regañó pero terminó riéndose de su propia ingenuidad—. Me alegra mucho ver un hegmoso rostro conocido. Saber de ti a través de Viktor no es lo mismo. ¿Es vegdad lo del novio o también estabas jugando?
—Deja los cumplidos, me vas a hacer sonrojar. A mí también me alegra verte —reciprocó Agatha, sonriendo ampliamente—. No te estaba mintiendo sobre eso, aunque no es Bill, es Fred.
—¿Un Weasley también? ¿Cuál de todos es ese? —quiso saber Fleur sin ninguna pizca de mala intención en la pregunta, solo inocente ignorancia. Agatha volvió a reírse.
—Uno de los gemelos, el mayor. Es más que un sueño —contestó Ag—. Pero tú te ganas todo mi respeto. Donde pones el ojo, pones la flecha. Todavía recuerdo cómo ojeaste a Bill. Felicitaciones, por conseguirlo ¡y por casarte con él!
—¿Qué puedo decir? Fue amog a primera vista —aseguró la gala sonriendo dulcemente—. No puedo creer que tú estés saliendo con uno de los gemelos. Entonces VIktor me mintió cuando le pregunté si había pasado algo nuevo contigo.
—Le pedí que mantuviera su boca cerrada. No fue un trabajo sencillo, ya lo conoces. ¿Necesitas ayuda con las gallinas?
—No, ya terminé, si les doy mas comida pueden explotag, a Molly no le causaguía mucha gracia.
—A ella no, pero a mí sí...—sonrió Agatha—. ¿Y por qué seguimos paradas sobre esta suciedad? Sin ofender a las gallinas, por supuesto. Venga, volvamos a la casa y te contaré todo sobre Fred y me contarás todo sobre Bill.
— ¿Por qué no nos quedamos aquí mejog? ¡El día está muy bonito para quedagnos dentro!
Agatha soltó una risa ahogada.
—Sí, claro, si lo tuyo es el cielo más gris que he visto en mi vida y el inescapable diluvio —vaticinó la búlgara, dándole un vistazo al cielo oscurecido, luego miró a Fleur, y notó las pocas ganas de entrar a la Madriguera—. A menos que no quieras.... bueno, tampoco está tan mal quedarse aquí un rato.
Fleur estuvo de acuerdo con Agatha sobre irse del gallinero y las extranjeras buscaron un lugar seco donde pudieran sentarse, lo encontraron en el huerto desde donde se podía tener una gran vista de la casa, del estanque y de la inmensidad del campo. Se sentaron lado a lado, mirando hacia la casa para hablar hasta que la lluvia inminente se los impidiera.
—Es tan bueno tener alguien con quien hablar —cantó Fleur después de un rato de conversaciones vigorizantes y de ponerse al corriente con sus vidas.
— ¿La señora Weasley no es muy buena conversando?
—Hay una explicación de que prefiera ahogagme en la lluvia que entrar. Aquí puedo estar lejos de Molly —dijo Delacour—. A lo mejor tú tienes mejor suerte con ella, pero es insoportable conmigo.
—No tan difícil de adivinar. No puedo creerlo —se negó Krum, era casi inconcebible que alguien tan perfecta como Fleur pudiera causar disgusto—. Si es insoportable contigo, que eres una cuarta parte veela y se supone que eres irresistible para todo mundo, no debí haberme sorprendido que yo tampoco le cayera bien.
— ¿Tampoco? ¿No le caes bien?
—Para nada. Desde que me conoció, no se siente cómoda con mi presencia. Siempre me mira con algo de recelo, como si fuera a sacar mi varita y la fuera a aturdir solo porque sí. Ganas no me faltan, pero no lo haría...—Agatha se encogió de hombros—. Después viene y me trata con esta inaguantable condescendencia, llamándome «cariño» y «tesoro». Estoy a una más de perder la cabeza.
— ¿Te hace eso a ti también? —se impresionó Fleur, consiguiendo una inesperada tranquilidad que la convencía de que no estaba loca—. ¡Lo odio! Llamándome «cogazón» cuando sé que no lo dice en serio. Me trata como si fuera estúpida, como si no entendiera nada de nada. Es frustrante.
—Eres muy lista, participaste en el Torneo de Los Tres Magos.
—Y perdí todas las pruebas —suspiró Fleur.
—Porque estaba arreglado —le recordó Agatha—. Si me lo preguntas, deberían haberte dado mucho más puntos que Diggory en la primera prueba. Lo hiciste mejor.
—Igualmente me ve como si fuera una inepta. Como si ser bonita significara que no tengo ambiciones o algo más que ofrecer y lo único en mi cabeza es cabello. Lo que es pura merde. Sé que le ha dicho a Bill, su hijo favorito, que merece algo mejor.
—Bueno, la primera advertencia es el hecho de que tenga un hijo favorito —dijo Agatha, sonriente—. Por lo menos cree que eres inofensiva; cuando se trata de mí, está convencida de que podría convertirme en una bruja tenebrosa y mortífaga en cualquier momento.
—No puedo imaginagte como nada de eso, eres muy dulce para ser una bruja tenebrosa y demasiado lista para ser una mortífaga —resopló Fleur, se quedó mirándola y pensando por un breve momento, como si eso le hubiese recordado algo—. ¿Cuándo empezaste a salir con Fged?
—En abril. Molly se enteró en junio cuando me presentó con ella. ¿Por qué?
—No se lo digas a nadie, las paredes aquí son demasiado delgadas y un par de veces he escuchado conversaciones ajenas sin querer —admitió Fleur en un susurro—. Hace un poco más de una semana, escuché que hablaba con el señog Weasley sobre alguien, aunque no dijo ningún nombre. Estaba furiosa, dijo que sabías demasiado de demasiadas cosas y que eso podría ser peligroso. También dijo que solo estabas con su hijo para conseguir algún beneficio personal. Pensé que hablaba de mí, ahora estoy segura de que hablaba de ti.
Agatha se quedó en silencio un momento, sin poder impedirse a sí misma molestarse.
—No me cuesta mucho trabajo imaginármela diciendo eso. Me gustaría que fuera así de directa a mi cara, eso haría un gran avance en nuestra relación.
—Cree que yo no sé nada y cree que tú sabes demasiado —bufó la gala—. Entonces ¿cómo la complacemos?
—No lo hacemos —concluyó la eslava—. Nunca estará satisfecha y siempre nos encontrará algún defecto. Tú le estás quitando a su primogénito...
—Y tú le estás dando a Fged la fe ciega y el apoyo incondicional que ella no le dio —completó Fleur, dando un enfoque que Agatha no había visto—. Bill me ha contado que Molly siempre ha dicho que los gemelos daban problemas y que no tenían los pies en la tierra por su ambición por el negocio de las bromas. Dijo que no creía en ellos hasta que lo lograron. No puede concebir que tú lo apoyes sin ganar nada para ti.
—Eso fue un análisis muy inteligente. ¿Lo ves? Quien diga que eres tonta está equivocado —le dijo Agatha y le sacó una sonrisa a la rubia.
—No sabes cuánto me alegra que estés aquí. No había sentido sororidad en mucho tiempo, es difícil para muchos ver más allá de mi parte veela. ¿Por qué no hablamos más en Hogwarts? Nos hubiésemos llevado muy bien mucho antes —se preguntó la francesa.
—Me sentía intimidada por ti —confesó Agatha—. Eres hermosa y me ponía nerviosa que fueras insoportable.
— ¡Yo también me sentía intimidada por ti! —se rió Fleur, recordando su tiempo en Escocia—. Tú también eres muy hermosa y tenías a tus compañeros de escuela, gigantes y atemorizantes, comiendo de la palma de tu mano. Me dabas miedo porque si podías hacer que te obedecieran, ¿qué más podrías hacer?
— ¡Viktor da más miedo que yo!
—No, tú das más miedo. Viktor es un oso de peluche dentro de una cáscara duga, con esas cejas fruncidas que siempre pone.
El jardín volvió a inundarse de risas.
—No pensemos en el tiempo perdido, ahora tenemos todo el tiempo del mundo para convertirnos en mejores amigas —dijo la búlgara, sus dientes perlados brillaban con una sonrisa que alumbraba sus ojos—. ¡Haremos un dúo dinámico increíble! Extranjeras sensuales que son la pesadilla de una suegra inglesa y el sueño de sus novios pelirrojos. Nada nos impide conquistar el mundo.
—Me encanta cómo funciona tu cerebro —dijo la rubia, luego bajó la mirada hacia el suelo—. Pensé que no me ibas a caer mejor, pero tienes puestas unas botas Von Dragner.
— ¿La conoces?
—La adoro, en París tienes que tener una invitación para comprar sus cosas y la lista de espera es infinita. Nunca he podido comprar nada tan hermoso.
—Mis primas y yo tenemos prioridad para la boutique de San Petersburgo. En San Petersburgo llega lo mejor de todas las colecciones. ¡Tienes que venir conmigo!
— ¡Eso me encantaguía! —sonrió Fleur y sobre su nariz cayó la primera gota de lluvia. Su mano blanca la limpió con gracia—. Está empezando a llover. Deberíamos entrar.
— Podemos posponerlo un poco más si no quieres entrar todavía, ya hasta me acostumbré al olor.
—No. Ahora estamos juntas, aguantar a Molly será más llevadero. Además, tengo que empezar la cena. ¿Quieres ayudarme?
La francesa se puso de pie y le echó un vistazo a la casa para luego mirar a la búlgara.
—Definitivamente no. La cocina no se me da tan fácil como el vuelo. Mi fijación por el fuego me hace quemar casi todo —dijo Agatha siendo humedecida por las pequeñas gotas que caían con más frecuencia—. No sería de mucha ayuda.
—Es solo cocinag, tonta. Apredegás rápido —Agatha hizo una mueca y Fleur le tendió el brazo para levantarla—. Hoy comemos Shepherd's Pie. Es el favorito de Bill y la cosa más fácil del mundo.
—De acuerdo, puedo ayudarte a cortar los ingredientes y de camino a la casa me dices qué se supone que es un Shepherd's Pie.
—Es un trato —aceptó Fleur y entrelazó su brazo con el de Agatha para empezar el camino hacia la Madriguera.
Cuando llegaron a la casa, Molly estaba inquieta cerca de la ventana. Las observó entrar con interés, preguntando por qué habían tardado tanto en volver. Secretamente deseaba que las dos chocaran entre sí y se enfrentaran, pero entraron por la puerta holandesa riendo y secándose la lluvia de la piel.
—Tardaron mucho —comentó Molly con los brazos cruzados—. ¿Poniéndose al día?
—Formando una alianza franco-búlgara —informó Fleur con una sonrisa—. Es refrescante tener cerca a alguien como Agatha. ¿No le parece encantadora, señora Weasley?
— ¿Una alianza contra qué, querida?
—Basta, tú también eres encantadora. Es increíble habernos vuelto a cruzar al salir con Weasleys —respondió Agatha—. ¿Cuáles eran las posibilidades?
— ¿Me has escuchado, tesoro? —volvió a repetir la señora Weasley pues ninguna le había prestado atención—. ¿Formaron una alianza contra qué?
—Señora Veasley, tengo que decírselo, no soporto los términos de cariño que usted utiliza. Los detesto cuando no se usan como deberían —dijo Agatha, volviéndose a mirar a la señora Weasley. Removió la sonrisa del rostro y se enfrentó a ella con seriedad—. En mi país, los diminutivos y los apodos son algo muy personal y se necesita tener gran grado de confianza para utilizarlos. No hemos llegado allí aún. Solo llámeme Agatha, así está bien.
Molly la miró con asombro y farfulló, desprovista de palabras. La cruda franqueza de la eslava la tomó por sorpresa.
—Concuerdo contigo. Por favor, a mí también solo dígame Fleur —pidió Fleur y como si la señora Weasley hubiese desaparecido en una nube de humo, miró a Agatha y le señaló las cebollas en la encimera—. Tendrás que cortar mucho, cocinamos para una docena de personas.
Las extranjeras empezaron a hablar de la cena y los ingredientes y rápidamente la señora Weasley quedó desplazada. La hermandad que se había formado en la tierra parcialmente mojada del jardín de la Madriguera estaba poniendo su pie firme en contra de Molly Weasley. Debería aprender a convivir con ellas o a no meterse en su camino.
Cuando Fleur y Agatha empezaban a sacar los ingredientes de la alacena, una estampida se escuchó descendiendo de las escaleras.
—¡Sí era ella, Hermione! —gritó Ginny, siendo la primera en bajar y observar a la castaña en su casa.
—¡Agatha!
Uno detrás del otro, fueron apareciendo los menos desde la planta superior. Todos la saludaron con mucho entusiasmo, especialmente Ginny y Hermione. Harrry también le agradaba verla y Ron la miraba con el mismo embelesamiento de siempre solo que ahora sabía que no estaba ahí por él sino porque era novia de Fred, por lo que su cara se mostraba un poco en conflicto.
La calidez con la que recibieron a la búlgara tampoco fue del agrado de Molly. Pocas cosas que hacía Agatha eran de su agrado y una de ellas no era la manera en que era apreciada por sus hijos y por Harry y Hermione.
Otra tampoco era la habilidad con la que manejaba los cuchillos. Después de que Fleur le diera instrucciones, la eslava tomó las hortalizas recién lavadas y se dedicó a cortarlas, haciendo algo que sabía hacer para ayudarla. Era rápida, cortaba con precisión y ni siquiera su conversación constante con Fleur y los menores hacía que se distrajera o que se equivocara.
—Todo un don el que tienes con los objetos afilados, Agatha —dijo Molly—. Una habilidad tan varonil apuesto que fue algo que aprendiste en el norte, en Durmstrang.
— ¡No, claro que no! —negó Agatha, observó el filo de la navaja y continuó picando sin mirarla—. En Durmstrang solo te enseñan cosas sobre hachas, nada trascendental. Mi abuela fue la que me enseñó a manejar cuchillos. Es una experta en todo lo que tenga filo y una muy buena maestra —tomó del filo el cuchillo y lo lanzó al otro lado de la habitación, clavándolo en la pared de madera para hacer una demostración—. Ese es uno de sus trucos, dice que si el cuchillo se rompiera o no se clavara, no sirve. Me enseñó bien.
El truco la llenó de ovaciones de parte de los niños y de Fleur, Agatha las aceptó con humildad.
—Enséñame a hacer eso —pidió Harry, mirándola con admiración. Agatha volvió a reírse.
—Cuando quieras. Nunca se tienen demasiados trucos bajo la manga —declaró Agatha. Con asistencia de su varita, convocó de vuelta el cuchillo y le mostró el filo a Harry—. Solo tienes que tomarlo así y asegurarte de que tu muñeca no esté...
—¿Estás loca? Harry se puede herir, no está entrenado para eso —exclamó Molly con agitación.
—Vamos, el gran edinstveniya es indestructible. ¿Sabías que así te están llamando en Bulgaria, Harry? «El único».
—Suena un poco más genial que «El Elegido».
—¡Qué pretencioso, Harry! —se burló Agatha y volvió a acercar el cuchillo hacia ella—. Dudo que aprender a lanzar un cuchillo te vaya a hacer algún daño. Es una habilidad muy útil de aprender, especialmente en tu situación. Por no mencionar que es muy divertido.
—Por eso a mamá no le gusta, odia la diversión —se rió Ginny debajo del aliento.
—¡Ya fue suficiente! Suban a terminar a empacar y dejen a Fleur y Agatha hacer la cena —los instó Molly, obligando a los chicos a irse.
—Mamá, todavía faltan cuatro días para eso —se quejó Ron.
—Ron tiene razón, además Harry y yo ya terminamos —replicó Hermione.
—Ayuden a Ron y Ginny a terminar.
Y por más que se quejaron, Molly terminó sacándolos de la cocina a regaños. Agatha se despidió con la mano observando como Harry se aferraba a la pared para quedarse. Se inclinó hacia Fleur y le susurró:
—No quiere que Harry tenga nada que ver conmigo.
—Acabas de lanzar un cuchillo a siete metros de distancia. Es obvio.
—«El Elegido» debería poder derribar a un enemigo a siete metros sin varita —planteó la búlgara.
Fleur intentó mantener sus risas debajo del aliento.
Agatha terminó con su tarea y se plantó junto a la rubia para aprender de ella. Fleur sabía muy bien lo que hacía y le contaba todas las recetas que había aprendido a hacer para Bill. Cuando Molly intentó entrometerse, Fleur declinó la ayuda con pie firme y la pelirroja tuvo que conformarse con preparar los contornos muy cerca de las forasteras y escuchar indiscretamente sus conversaciones. Cuando Agatha creyó que Molly se estaba acondicionando a su presencia, volvió a soltar otro comentario que pudo haberse ahorrado.
—Espero que no hayas vuelto a utilizar la oficina de los gemelos como dormitorio, Agatha —criticó después de escuchar a Agatha contarle a Fleur que los gemelos siempre tenían la oficina hecha un desastre—. No pueden actuar de manera tan inmadura. Deberían agradecer que los conseguí yo y no gente de la prensa. Si no, ¿qué pensarían de ti?
Cada cosa que Molly decía parecía atentar contra la paciencia de Agatha, con el deseo de llevarla hasta el borde de lo que podía soportar. Con el propósito de que se sintiera abochornada o humillada y que intentara ganarse el favor de Molly, adulando quizá. Era gracioso lo poco que conocía su carácter.
—La prensa hablará pestes de mí aunque haya salvado al mundo mágico de la ruina. Lo malo es lo que los hace vender —dijo Agatha sin darle importancia. Fleur miró, esperando contexto—. Por desgracia para la señora Veasley, nos encontró a Fred y a mí en una situación comprometedora —le explicó a Delacour y ella lo entendió sin necesidad de otra palabra, haciendo una mueca.
—Tienes una reputación muy frágil, no deberías darles más razones para que escriban barbaridades sobre ti. Deberías esforzarte en que te vean como una mujer respetable. Fred es un joven hormonal, esa es su excusa, pero tú deberías tener más en cuenta las consecuencias.
Agatha rechinó los dientes y Fleur se quedó pasmada encontrando la contestación desagradable.
—Tener sexo con mi novio no es algo de lo que debería avergonzarme, ni es causa de oprobio, ni me hace una mujer menos respetable. El mundo está cambiando, los pensamientos anticuados como el que acaba de decir se están quedando atrás. Usted sobretodo debería estar a favor de ello, imagine si la vieran como una mujer menos respetable por la cantidad de hijos que engendró, que debo recordarle son fruto de relaciones sexuales, sería una lástima —Agatha dijo todo aquello sin un gramo de arrepentimiento—. Afortunadamente, a la prensa últimamente no le interesa con quien duermo sino lo mucho que me pagan por hacer lo que me gusta que es jugar quidditch y lo increible que soy haciéndolo.
—No es necesario ponerte a la defensiva, solo estoy dándote un consejo, querida —Molly utilizó a propósito el apodo para meterse debajo de la piel de Agatha.
—Muchas gracias, pero los únicos consejos que escucho son los que me molesto en pedir —puntualizó Krum y volvió a utilizar la táctica de pretender que la mujer había desaparecido—. Vale, Fleurr, ¿dice que el puré de papá se pone antes o después de meterla al horno? Yo estaba pensando que era más difícil...
Agatha había aniquilado a la señora Weasley, tanto que no le volvió a hablar.
La noche cayó sobre la Madriguera, trayendo consigo otra ronda de abundante lluvia veraniega y a los demás integrantes de la familia Weasley. Cuando Bill Weasley apareció por la puerta, ya cena estaba lista y la casa estaba aromatizada a carne bien sazonada. El hijo mayor del matrimonio Weasley supo que su prometida había hecho su platillo favorito y antes de entrar ya la llenaba de cumplidos. La encontró junto a la eslava sentada en una de las poltronas de la sala de estar. Se unió a ella en un beso entusiasta y saludó a Agatha con una sonrisa.
—Me gusta mucho verlas juntas. ¿Me estoy yendo demasiado lejos o ya son mejores amigas?
—Oh, claro que sí —asintió Agatha y les permitió privacidad para que se volvieran a besar.
Dándoles privacidad a los prometidos, Agatha elevó la mirada al reloj colgado de la familia Weasley colgado torpemente en la sala. No funcionaba bien. Todas las manecillas estaban estancadas en «peligro de muerte», pero todavía mantenía algunas de sus cualidades mágicas. Dos de las manecillas se movieron irregularmente, temblando y ubicándose brevemente en «viajando» para luego ponerse en «peligro de muerte» y brevemente en «casa» para volver a perder el control por segunda vez y atascarse finalmente en «peligro de muerte». Las manecillas pertenecían a Fred y a George.
A las afueras de la propiedad se escuchó el stomp de dos apariciones y seguidamente la de las voces profundas y joviales de los gemelos que debatían de cosas que no se podían entender. Entraron uno detrás del otro por la puerta de atrás.
— ¡Huele bien aquí! —vociferó George, olfateando como un labrador el aire aromatizado de especias y dirigiéndose a la cocina para abrir las tapas de las ollas—. ¡Me estoy muriendo de hambre!
— ¿A qué hora sirven la cena en esta casa? —preguntó Fred, alborozado.
Sus ojos avellana, esquivando a todo el mundo en su camino, se movían inquietos. Búscandola. Cuando no la halló, la preocupación de que la cosas con su madre habían ido peor de lo que había imaginado lo inundó. Si era cierto y Agatha había optado por irse, o peor, había sido echada por su madre, no había razón de seguir ahí. El apetito empezó a desvanecer hasta que la escuchó hablando en la sala de estar. Curiosamente sentada en el sillón de Fred. Ella levantó los ojos y le sonrió.
—Amor, estoy en casa —pronunció Fred, entrando a la sala de estar, como si fueran una pareja de casados.
—Quítate el saco, está mojado.
—No he terminado de llegar y ya intentas desnudarme, mujer —bufó el pelirrojo. Llegó al sillón con rapidez, inclinándose y apoyando la cabeza en el respaldo del sillón donde se encontraba su novia.
—Muestra un poco de decoro, es la casa de tus padres —respondió su Aggie, echando el cuello hacia atrás, mirándolo. Fred sacudió la cabeza y todas las gotas de lluvia mojaron a Agatha, haciendo que se quejara.
—He hecho cosas peores en este lugar —Fred sonrió y no se contuvo de besarla en la frente—. ¿Cómo haces para que todos los días en dónde no te veo se conviertan en pura mierda? —le dijo, en voz baja—. ¿Cómo estás?
—Muy bien. Escucha esto: ¡ayudé con la cena! —respondió Agatha y los ojitos emocionados enamoraron un poco más a Fred. Igualmente se burló de ella al escucharla.
—Entonces qué mala idea fue haber venido a cenar. Si ayudaste, tengo el presentimiento de que no será muy buena. Probablemente hayas convertido todo en pedazos indistinguibles de carbón —el cobrizo sonrió con malicia y Agatha puso los ojos en blanco.
—Muérete de hambre, entonces —repuso Agatha, malhumorada.
Fred soltó una carcajada: —Tranquila, sabes que no lo digo en serio. Me lo comeré y haré todo lo posible para ocultar mi cara de desagrado.
Agatha se molestó cuando no pudo evitar sonreír y ese momento casi perfecto fue interrumpido por Molly.
— ¡Freddie, cariño! ¿Cómo estuvo el trabajo?
—Hey, mamá —respondió él, enderezando su posición en contra de sus deseos y dándose la vuelta para mirar a su progenitora. Agatha también se levantó, rodeando el sillón y poniéndose detrás de Fred—. Muy atareado. Fue un día duro.
—Me pone tan feliz que les esté yendo tan bien, tesoro.
—Sí, a mí también. ¿Cómo estuvo su día? Imagino que pudieron conocerse un poco mejor.
—Por supuesto, tu mamá y yo tuvimos debates enriquecedores para nuestra relación, ¿no es así? Tenemos puntos de vista muy diferentes.
—Sí, supongo que podría decirse así —titubeó la pelirroja, luego su mirada volvió a verse maternal y reanimada y dijo: —Ven, cariño, prueba las zanahorias glaseadas que hice para ti. Agatha no quería hacerlas, pero sé cuánto te gustan.
Fred la invitó a ir con él, pero ella dijo algo como: «No, gracias» y la matriarca de los Weasley lo jaló del brazo y lo obligó a moverse.
—Es tan raro, no le habían prestado tanta atención a Fred desde que era un niño —dijo George, llegando junto a Agatha y dandole un abrazo rápido de saludo—. Qué gracioso, seguro lo está odiando. Ojalá lo siga haciendo.
Ag no le hizo mucho caso, solo se limitó a observar a Fred desde la distancia. Molly no lo soltó a Fred ni cuando llegó el señor Weasley ni cuando Bill y Fleur empezaron a poner la mesa. No era difícil para Agatha distraerse de la ausencia de Fred de su lado con conversaciones con los demás Weasley. Especialmente con el señor Weasley que cuando Agatha le regaló la copia de la tesis sobre objetos no-mágicos, escrita por su tía Sonya que había traducido especialmente para él, no dejó de llenarla de palabras gentiles. Agatha pensó en lo diferentes que eran los esposos Weasley entre ellos y en lo fácil que hubiese sido si Molly fuera un cuarto de cómo era Arthur.
Cuando la mesa estaba casi servida, Agatha se ofreció para llamar a cenar a Ginny y Hermione que estaban en la habitación de Ginny.
El sonido crepitante de las escaleras hizo que subiera con cautela por si uno de los viejos escalones cedía bajo su peso. Justo cuando pasaba por la habitación de los gemelos, la puerta se abrió con un chirrido y una mano la atrajo hacia la penumbra del cuarto. Una figura corpulenta, que se delineaba débilmente por las nubes grises llenas de lluvia que cubrían el cielo inglés, era el otro ocupante de la habitación. Esta figura la dirigió hasta la cama y se sentó, ofreciéndole a Agatha su regazo como asiento. Ella no lo cuestionó, abrió sus piernas y se sentó a horcajadas sobre el regazo, rodeando el cuello del hombre con sus brazos, uniéndose más a él.
—George, no podemos seguir haciendo esto —le dijo Agatha a la figura en un susurro, sintiendo cómo sus labios se deslizaban por las comisuras de su boca—. Fred está abajo y se va a dar cuenta que estamos tonteando. No es estúpido.
Incluso en la oscuridad, percibió a la figura masculina enfadarse. Las manos inmensas la tomaron de la cintura y la removieron de su regazo para dejarla en la cama con rudeza.
—¿Qué pasa? ¿Ahora te está dando remordimiento? Ven, Molly tiene atrapado a Fred, no va a venir a buscarme en un rato, vuelve a ponerme como me tenías. Me gusta así.
—¿Te estás cogiendo a George también? —Inquirió la voz de Fred en la penumbra, no sintiendo particular agrado por el chiste de Agatha.
—Me atrapaste, sí, te estoy engañando con George —respondió Agatha con una sonrisa burlona—.
—Eres graciosísima, ¡ahora eres comediante! Eso es lo mío.
—Soy la más graciosa de todas, lyubov. Quizás sí considere cogerme a George, si tu madre sigue intentando separarte de mí.
Agatha lo buscó en la oscuridad, lo abrazó por detrás, hundiéndose en la camisa del muchacho y aspirando su olor. Lo tomó de la mano, guiándolo hasta la cama y lo empujó para que se sentara. Volvió a subirse encima de él, ubicando las manos de Fred en donde quería, principalmente sobre su trasero.
La falsa carcajada varonil y lenta golpeó el rostro de Agatha.
—Eres un mimado —le reprochó Agatha—. Un niñito de mamá.
Eso hizo que Fred se riera de verdad. La besó muy lentamente, adueñándose de sus labios como si el mundo fuera a acabarse. Marcando territorio, porque no le había parecido gracioso imaginarla cogiendo con George.
Fred detuvo el intercambio cuando sintió que su parte baja empezaba a reaccionar a los besos de Agatha y sabiendo que ninguno de los dos tendría el autocontrol para no terminar follando en su habitación de la infancia. Encorvándose, apoyó su frente en contra de la de Agatha, respirando pesadamente. Ella sonrió en la oscuridad, le robó un último beso en los labios. El día no había sido tan malo si Fred llegaba y la besaba así.
—Dime la verdad —le pidió él—. ¿Cómo estuvo todo hoy con mamá? Y no lo endulces.
Agatha suspiró, encendió la lámpara con un conjuro y le pudo ver el rostro acalorado al cobrizo que la miraba con fascinación incluso en la oscuridad.
—Hubiese podido estar peor —aceptó.
— Pero pudo haber sido mejor.
—Sí, también —otro suspiró abandonó sus labios y confesó: —. No veo que vaya a caerle mejor en un futuro cercano.
—Ya hemos hablado sobre esto. ¿A quién le importa? —susurró Fred y la besó en la mejilla.
—Lo sé, pero hoy descubrí que hizo desaparecer el pastel que compramos juntos para Harry.
—Detente, ¿qué? ¿Estás segura?
—Sí. Mi humilde teoría es que creyó que era solo de mi parte y decidió no correr ningún riesgo, tirándolo a la basura apenas leyó mi nombre en la tarjeta.
—Joder, Aggie —gruñó Fred y la abrazó incluso más fuerte—. ¡Eso es una porquería! Tenemos que encararla
—Eso es sólo una pequeña parte de todo lo que sucedió hoy —murmuró Agatha, escondiendo su rostro frustrado en el espacio entre el cuello y el hombro del inglés—. Se portó muy mal conmigo hoy y yo también me porté un poco como una perra, no voy a mentir.
—Esa es mi chica, muerdes de vuelta, mucho peor.
—Tu madre odia eso. Estuvo todo el día esperando que me quedara callada ante lo que decía y lo soportara, y cuando no lo hacía actuaba como si le hubiese dado un cachetada. Pero eso no es lo que me pone más furiosa. ¡Ha estado siendo mala con Fleur también! ¿Por qué, si se va a casar con uno de sus hijos? Fleur es tan linda.
Agatha, llena de frustración, se bajó del regazo de su novio y se sentó junto a Fred sobre la cama escondiendo su rostro entre sus manos queriendo hacer arder el mundo, abrumada por la conducta mezquina de Molly.
—Quiero que sepas que sé que sigue siendo tu mamá y la respeto —dijo con voz baja.
—Ahora di lo que piensas de verdad.
—Es una arpía y no me gusta que te aleje de mí.
Fred carcajeó, enrolló sus brazos alrededor de Agatha y la derribó, acostándolos a los dos en la cama individual.
—¿Sabes lo raro que se siente que me preste tanta atención? —dijo Fred—. Me sentí como Percy en un momento. Me sentí una celebridad.
—¿Ayudó a aliviar tus problemas de mamá sin resolver?
—Para nada. Quizás mis mommy issues son la razón de que sea tan gracioso, son parte de mí —Agatha se rió por la nariz—. Y eso hizo que te enamoraras de mí, así que no tengo apuro por aliviarlos.
—Me siento como la novia problema, con la que salen para retar a sus madres, ¿sabes? La chica sobre la que advierten.
—Mierda, descubriste mi plan secreto. Todo lo que quería era hacer molestar a mi madre, es la única razón por la que estoy contigo. Definitivamente no es porque eres extremadamente ardiente y porque me robaste el corazón, arrancándolo de mi pecho, el primer día que te vi. Y no tienes ninguna intención de devolverlo.
—No, no tengo ninguna intención de devolverlo —le aseguró Agatha, sonriendo.
—Bien, no lo iba a pedir de vuelta de todas maneras.
—¿Freddie? —Fred la miró, esperando—. Va a hacer falta mucho más que tu madre me trate mal para alejarme de ti. Siempre voy a encontrar mi camino, aunque ella haga su mayor esfuerzo para que pierda el norte.
Fred la miró, viendo sus ojos azules y sintiendo el amor más profundo e indescriptible que había sentido en su vida. No sabía que podía sentir algo así, no había sabido lo que era querer tanto a alguien hasta que Agatha se cruzó en su camino y de repente algo tan intangible y magnífico como el fuego de estrella era suyo y lo estaba abrazando en ese momento.
—¿Estás sugiriendo que no me puedo deshacer de ti?
—Es exactamente lo que estoy diciendo.
—Supongo que tendré que acostumbrarme a ti para siempre y hacer paces con la idea de que no sabes cocinar.
—Sí, no creo que eso vaya a cambiar pronto tampoco. No veo en tu futuro muchas zanahorias glaseadas —se burló Agatha, acariciando el rostro de Fred con sus manos—. No sabía que eran tus favoritas, de haberlo hecho no hubiese puesto tantas trabas de que tu mamá las preparara.
—Y eso es lo mejor que he escuchado. Porque, una vez más, mamá confundió a sus hijos. Las zanahorias glaseadas son las favoritas de Charlie.
Fred y Aggie se miraron y sonrieron de nuevo. Sí, la relación de Molly y Agatha no iba bien, pero no importaba, ya lo resolverían. Juntos.
—Podemos quedarnos aquí, si quieres —le dijo Fred, depositando un beso en la cabeza de su novia—. Podemos quedarnos haciendo cosas que harían que mi madre te odiara más.
—¿Y cuanto tiempo crees que pase hasta que tu madre derribe la puerta buscando a su nuevo hijo favorito?
—Yo diría que...
Una voz subiendo las escaleras respondió la pregunta por él.
—Freddie, cariño, ¿dónde estás? Ya casi vamos a comer —lo llamó Molly.
Agatha se rió fuertemente.
—No hay escapatoria, es como la parca —pronunció Agatha en su idioma, soltando un suspiro.
—Hey, sé una buena chica —dijo el cobrizo, entendiendo casi todo lo que había dicho.
—Haré mi mayor esfuerzo —aseguró Krum y se desprendió de los brazos de Fred para esquivarlo, subiéndose encima de él y poder ponerse de pie—. Iré a avisarles a Ginny y Hermione que ya está servida la cena.
Se detuvo en el espejo, que estaba medio quemado en una esquina gracias a una experimento que había salido mal, y se arregló la ropa arrugada por el acurrucamiento.
—¿Aggie?
—¿Hmm?
—De verdad aprecio que te estés esforzando, incluso cuando no es sencillo —pronunció Weasley, casi avergonzado de tener que hacer pasar a Agatha por toda esa engorrosa situación.
—Haría cosas peores por ti, malysh. Ya sabes lo que dicen, el amor te vuelve loco —Agatha sonrió ampliamente, dándole la espalda al espejo para mirar a Fred que seguía acostado.
Fred hizo la simulación de que una flecha le atravesaba el pecho para intentar demostrar cómo lo hacía sentir lo había dicho Agatha. Totalmente flechado.
Agatha salió de la habitación de Fred y George a hurtadillas para que la mujer que subía las escaleras acaloradamente no la interceptara. Llegó hasta la siguiente puerta rápidamente. La recámara de la única hija de los Weasley estaba entreabierta, haciendo imposible no escuchar las dos voces que dentro conversaban.
— ¿Crees que podamos comer aquí? —escuchó que preguntaba Ginny—. La presencia de Flegggrr se me hace más insoportable con cada segundo que pasa. «¡Oh, Bill! Egues tan gragioso, definitivamente me quedé con el mejog de los Weasley. ¿Vegdad que sí? Paga la boda, haguemos esto y esto...». Si vuelve a mencionar la boda o cómo eran las cosas en Beauxbatons, me voy a ahorcar...
— ¿También te burlas de mi acento a mis espaldas? —Agatha abrió la puerta sin tocar, recibiendo toda la atención de las ocupantes de la habitación.
— ¡Agatha! ¿Qué? ¡Claro que no! Tú eres genial, nada que ver con Flegggrr. No tienes que fingir que te cae bien, aquí podemos hablar con libertad —dijo Ginny, sonriendo como si Agatha fuera a estar de acuerdo con eso—. Nadie más que Bill soporta a Flegggrr.
— ¡No la llames así! —se molestó la eslava, frunciendo el ceño—. No estoy fingiendo. Fleur realmente me cae bien. ¿Cuál es tu problema con ella?
— ¡Un par! Empezando porque me trata con superioridad —alegó Ginny, exponiendo sus razones—. Vino aquí queriendo que le rindamos tributo, me trata como si tuviera tres años...
—Quizás te trata así porque es así cómo te comportas. Burlándote de su acento y poniéndole sobrenombres despectivos no es como demuestras que no eres una niña —discutió Agatha, cruzada de brazos—. Deberían madurar y tratar de entenderla.
— ¿Se metió en tu cabeza también? ¡Agatha, vamos! —le pidió Ginny, gruñendo—. No es posible que esa pesada te caiga bien. Tú no eres cómo ella.
—Soy muy parecida a ella. Yo también sé lo que se siente ser una extranjera y estar ingresando a una familia donde no eres tan bien recibida a pesar de que quieres un montón a tu novio y eso debería ser más que suficiente. Sé exactamente cómo se siente y no es bueno. Lo menos que ustedes deberían estar haciendo es cuchichear y criticarla a sus espaldas y hacerlo más difícil. No vuelvan a llamarla así en mi presencia —las señaló Agatha con firmeza—. La cena se va a servir pronto, me da igual si bajan o no.
— ¡Agatha, no! ¡Vuelve! Déjanos explicarte, no quisimos...—dijo Hermione, pero Agatha ya había salido y no pensaba volver.
Agatha nunca hubiese esperado que Ginny y Hermione estuvieran hablando a las espaldas de Fleur y tratándola así. No sabía si eran celos o simplemente inmadurez de parte de las chicas, pero escucharlas remendando el acento de Fleur, cuando ella misma poseía uno tan distintivo, la ofendió profundamente. Fleur y ella realmente se estaban esforzando por pertenecer y todo lo que veían delante de ellas eran más obstáculos.
Esa visita a la Madriguera resultaba realmente reveladora.
Y todavía no terminaba.
nota de autora:
¡Hola! Ya las extrañaba, ¿me extrañaron?
Primero que todo quiero disculparme por haber desaparecido. Mi vida se ha sentido un poco desastrosa desde mi última actualización. Quiero agradecer su paciencia y a todas las que más que preguntar cuándo iba a actualizar, se preocuparon por si estaba bien. No saben lo bonito que se siente.
Gracias miles por seguir aquí.♥️
P.D: Pasen por mi ig para ver la edit nueva y también por mi tiktok @wickedgenie
Un besooooo, espero les haya gustado. ♥️
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