𝟐𝟑 ━ Regreso a casa.
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𝐑𝐄𝐆𝐑𝐄𝐒𝐎 𝐀 𝐂𝐀𝐒𝐀
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―Ya, Fred, es suficiente. Así nunca voy a terminar.
―Ese es el chiste, que no te vayas.
Agatha y Fred estaban en el camarote de Agatha. Era el día de partida y Fred dijo que la estaba ayudando a empacar, pero cada vez que Agatha metía algo dentro del baúl, él lo volvía a sacar. Por la puerta abierta de par en par, se podían ver a los alumnos de Durmstrang pasar con rapidez por el pasillo. Sus amigos de Hogwarts y Beauxbatons pasaban a despedirse. Dado que Karkarov ya no estaba, habían removido el hechizo de protección para el día de despedida.
―No es muy tarde para que cambies de opinión ―comentó Fred mientras volvía a sacar la ropa que Agatha acababa de meter―, solo tienes que quedarte y ya. Te sortearán en Gryffindor y vivirás aquí.
―Gracioso, si me quedara aquí y viniera a Hogwarts, no me sortearían en Gryffindor. Definitivamente sería una Slytherin.
―Claro que no ―Agatha le dedicó una mirada de «¿Estás seguro de eso?» ―. Serías de Gryffindor.
―Convéncete a ti mismo, pero sabes que es cierto.
―Un Gryffindor y una Slytherin besándose y escabulléndose juntos ¡Escandaloso! ―bromeó.
―Cuando me vaya, tienes que prometerme que serás más amable con los Slytherin buenos ―le pidió Agatha, volviendo a meter cosas dentro del baúl. Fred le brindó una mirada de tedio―. Lo más amable que puedas ser.
―Lo que digas, mamá ―respondió Fred con resignación.
Agatha se rió y unos nudillos tocaron la madera del marco de la puerta. Aleksandr y Danielle iban de la mano y la chica sonreía ampliamente.
―Vengo a despedigme de ti, Agatha ―pronunció Danielle con su suave acento francés. Agatha dejó las cosas y fue hacia ella―. Aunque, segugo nos vegemos muy pronto.
― ¿Oh? ―Agatha miró a su mejor amigo con inquisición―. ¿Por qué lo dices?
―Bueno, Elle y yo estábamos pensando pasar tiempo juntos, ella irá a Sofía y yo iré a Francia ―dijo Aleksandr. Agatha pudo ver como acariciaba el dorso de la mano de la francesa con el pulgar.
― ¡Eso es lindo! Será genial ―contestó Agatha con entusiasmo.
― ¡Si! ―coincidió la morena―. Estoy muy emocionada.
Agatha se acercó a la francesa y la envolvió en un cálido abrazo el cual fue correspondido por ella con afecto.
―Fue un placeg conocegte, Ag.
―Igualmente, ten un gran verano y nos vemos pronto.
Danielle asintió con alegría y volvió a abrazar a Agatha.
―Voy a despedigme de otros amigos de Hogwagts ―dijo Danielle y Agatha asintió.
―Bueno, amigos, yo iré con ella. Quiero que sepan que tienen ―Aleksandr se miró el reloj de muñeca en la mano izquierda y les dedicó una mirada subiendo y bajando las cejas― una hora, más o menos, para que se pongan sucios. Aprovéchenla.
― ¡Alek! ―lo reprendió Danielle con una risita.
Las orejas de Fred se pusieron de un tono rubí, pero también le salió una carcajada.
―Yo solo decía...―Aleksandr se encogió de hombros mientras Danielle lo sacaba de la habitación―. Pórtense mal, ¿les cierro la puerta?
―Sasha, termina de irte, por Rasputín ―Agatha se cubrió la cara avergonzada con una mano.
Mientras Danielle lo arrastraba fuera, Aleksandr le articuló a Fred un «Diviértanse» y el pelirrojo alzó su pulgar y volvió a soltar una risa.
―Eso es con lo que tengo que lidiar todo el tiempo ―se quejó Agatha, se agachó para guardar los zapatos que estaban debajo de la cama―. Siempre es así, cree que todo el mundo está tan caliente como él.
―A mí no me pareció una mala idea del todo...―musitó Fred lanzándole un guiño sugestivo a la búlgara.
―Todos los chicos son iguales. De todas maneras, una hora no sería suficiente ―dijo Agatha como si nada, ignorando la mirada fugaz de adolescente de Fred―. Dato curioso, dicen que en Sofía el tiempo pasa más lento y se puede aprovechar de verdad. Habría que probar esa teoría cuando estés allá.
Fred tragó saliva, Agatha siempre conseguía una manera de tener un buena respuesta. Lo tenía comiendo de su mano y a él parecía gustarle. Había algo en esa anticipación y anhelo que hacía todo el asunto más divertido. Odiaba verla marcharse, le iba a hacer falta esos intercambios seductores.
El aura que poseía Agatha hacía que la gente obedeciera, así que, a pesar de poner todos los obstáculos posibles, Fred terminó ayudándola a guardar sus pertenencias. Ya casi estaba todo, a excepción de dos cosas. Encima el tocador descansaba uno encima del otro, el sombrero ushanka de piel que Fred se había probado y había reclamado como suyo y un diario de cubierta azul rey.
―Tengo un último regalo de despedida para ti ―indicó Agatha, recogiendo los objetos.
―Ya me has dado demasiado ―dijo con una sonrisa encantadora―. No quiero nada más.
―Solo una cosa más, creo que te gustará. Trabajé mucho para lograr el encantamiento correcto ―aseguró Agatha. Le puso el sombrero de piel en la cabeza y agitó el diario en su mano, admirando como se veía Fred.
―Me veo genial con este sombrero, ¿no? ―Fred sonrió de nuevo, mirándose al espejo―. Es fantástico, Ag, muchas gracias.
―Ese no es el regalo, ya lo habías reclamado. Este es el regalo ―ella estiró el diario hacia él.
― ¿Tu registro de sueños? ―preguntó abriéndolo, se confundió ante las páginas en blanco de principio a fin. Lo único escrito era el nombre de Agatha en la esquina derecha de la primera página―. Está vacío. ¿Quieres que empiece mi propio registro de sueños? Agatha, cuando me despierto recuerdo mis sueños como por tres segundos. Ni siquiera me dará tiempo de escribirlos.
Agatha soltó una sonora carcajada y negó con la cabeza. El pecho de Fred se encogió al escucharla, parecían años cuando la escuchó reírse por primera vez el día del tour por Hogwarts, iba a extrañar hacerla reír todo los días.
―No, no es para que empieces el tuyo. Cuando mi mente estaba por todo el lugar, especialmente cuando no podía recordar casi nada, registrar mis sueños me hacía ver todo más claro. No tenía ningún filtro y no me contenía. Me tomó como un mes de prueba y error para conseguir hacer un diario hermano para mi diario nuevo. Mira.
Agatha buscó en la superficie de su baúl donde reposaba un diario que le habían regalado para navidad con cubierta escarlata. Sacó una pluma y escribió el nombre de Fred en la primera página. En la página del diario que el pelirrojo sostenía apareció la letra de Agatha.
― ¿Es doble vía?
―Sobreestimas mi dotes mágicos, Weasley. Intenté que fuera así pero no pude. Estoy siendo muy dramática porque nos veremos en como un mes y algo, pero es una manera de que me sientas más cerca. Serás el primero y único en leer mis sueños extraños. Un pedacito de tu amiga búlgara.
―Mi amiga búlgara ―Fred emitió una risa por lo bajo―. No puedo esperar para leer todos tus sueños sobre mí. Un mes se escucha extremadamente largo.
―Ahora eres tú el que está siendo dramático ―dijo Agatha―. Pasaste diecisiete años sin conocerme, creo que un mes más no será problema.
―Me encanta, Aggie. Gracias. Y el hechizo es bastante impresionante de por sí. Podríamos venderlo en la tienda. Para los amigos a distancia...
―Para los amigos a distancia ―asintió Agatha―. Me alegro que te haya gustado.
Fred dejó el diario encima de la cama y rodeó con sus brazos a Agatha. Era tan alto que podía apoyar su mentón en el tope de la cabeza de ella. Agatha también enredó sus brazos en su torso y escondió su rostro en su pecho. Ella inhaló por enésima vez su aroma adictivo, ese día, por alguna razón, tenía un toque de pólvora. El latido de su corazón era lento y rítmico. No se querían soltar aunque sabían que tenían que hacerlo.
―No te vayas a poner a llorar ―soltó Fred cuando se separaron. Agatha frunció el entrecejo.
―Tú no te vayas a poner a llorar ―repuso Agatha con una sonrisa―. Repasemos el plan.
―Tomaré un tren de Londres a Rumania, me recibirá Charlie, luego me llevará a la terminal de Red Flu en el ministerio que me dejará en Bulgaria y tú me recogerás allí ―repasó Fred, Agatha le había dado instrucciones muy específicas para que el viaje fuera lo más sencillo posible.
―Exacto. Cualquier cosa o inconveniente, si no puedes ir o pasa algo en el camino, envíame una lechuza lo antes posible...
―Así tenga que nadar hasta Bulgaria, allí estaré ―la interrumpió Fred, sonriendo. Nada en el mundo iba a evitar que fuera a visitarla―. No te preocupes.
―Bien ―afirmó Agatha ―. Allí esperaré. Te va a encantar.
―Sé que sí ―Fred la miró para luego mirar hacia la puerta e incomodarse ante la presencia de un tercero.
Agatha se volvió. Anton estaba en el umbral de la puerta, le dedicó una sonrisa a medias a la chica.
―Lamento interrumpir ―dijo Anton. Como ensayado, Fred y Anton se miraron de arriba abajo con el ceño fruncido―. Ag, enviaré los baúles a casa ahora, ¿el tuyo está listo?
―Sí, déjame cerrarlo ―Agatha se alejó de Fred para guardar lo que quedaba fuera y cerrar los pestillos del baúl.
Fred seguía mirando al extranjero, cruzado de brazos, intimidándolo con su alta estatura. A Anton tampoco parecía caerle bien el pelirrojo porque, a pesar que lo miraba con recelo, no se presentó ni le sonrió. Fred no había olvidado la manera en que el castaño miró a Agatha con lascivia.
―Gracias, Anton ―agradeció Agatha con amabilidad y la batalla de miradas asesinas se vio detenida. Anton observó a la búlgara, quien ya había dado la interacción como terminada y estaba esperando que él se fuera.
Anton vaciló pero Fred le hizo un ademán que claramente decía « ¿Qué esperas para irte?». Agatha creyó escuchar que Anton maldecía mientras se iba, Fred soltó un gran bufido cuando el extranjero ya no estaba.
―Por lo menos disimula que Anton no te cae bien ―se rió Agatha ―. Aunque, los celos te dan un aspecto bastante encantador.
―No estoy celoso ―replicó Fred con impaciencia―. Solo no soporto a Anthony y ya.
―Está bien. No te estoy juzgando. Obviamente no te dan celos de Anton porque cuando George y tú eran iguales no te importó que coqueteara abiertamente con él.
―Te escuché ese día, «Ja, ja, eso es tan grracioso, ¿no es grracioso, Isak?» ―Fred imitó pobremente la voz y acento de Agatha y soltó una risa aguda que no se parecía para nada a la de ella―. Apreté la mandíbula con tanta fuerza que pensé que la iba a destrozar, ese fue el momento en que consideré seriamente terminar con la broma.
―Y sin embargo, no te quebraste. Me estaba riendo falsamente, nada de lo que decía tenía gracia ―admitió Agatha, Fred no la estaba mirando, aún estaba irritado―. Solo admite que sentiste un poquito de celos. Como te dije, no te voy a juzgar.
―No estoy celoso ―volvió a repetir Fred, esta vez rodando los ojos―. Pero es obvio que no te disgusta la atención de Anthony, así que si quieres me haré a un lado para que persigas tus pasiones.
―Dios mío, eres tan infantil ―Agatha sacó su varita de la chaqueta y lanzó un hechizo para cerrar la puerta con un gran portazo―. Solo dilo, di: «Ag, me sentí un poco amenazado por Anton»
― ¡Ja! No me puedo sentir amenazado por alguien al que le soy claramente superior ―a Agatha le gustó esa auto-confianza, el talante presuntuoso de Fred le fascinaba―. Apuesto a que se te va a echar encima el segundo que vuelvas a Durmstrang
Fred escaneó a Agatha, deteniéndose en su boca.
―Quizás, pero no tiene ninguna oportunidad ―dijo Agatha con suavidad.
Agatha logró que Fred riera y entonces ella lo besó. Suavemente, tomándose su tiempo y asimilando que ese sería el último beso entre ellos por algún tiempo. Él había dicho la primera vez que estuvo ahí que ella lo estaba malacostumbrando a sus besos, y tenía razón, y ella también se había malacostumbrado.
¿Cómo es posible llegar a sentir tanto por una persona en tan poco tiempo? Él la besó de vuelta con cuidado, una mano sosteniéndola del cuello y la otra enredada en su cabello.
―Te voy a extrañar ―dijo Agatha con media sonrisa.
―Yo también, no tienes idea.
Ambos se miraron fijamente un segundo y después de desternillaron de la risa.
― ¿Por qué somos tan cursis? ―preguntó Fred, sacando la lengua en un gesto de desaprobación.
―Tenemos que parar, es vergonzoso ―concordó Agatha, apartando el rostro de Fred manera juguetona. Fred asintió con la cabeza, riéndose fuerte.
―Vamos, tienes que despedirte de George y los chicos, les romperás el corazón
―Ya puedo escuchar a Katie gimoteando que no me vaya ―vaticinó Agatha siguiendo a Fred que lideraba el camino fuera del camarote.
El patio estaba lleno de voces sobreexcitadas y abrazos calurosos de despedida. Algunos soltaban lágrimas mientras otros se quejaban. Las promesas de cartas y visitas se escuchaban en todos lados. Los abraxan del carruaje de Beauxbatons ya estaban alimentados y con energía para el viaje, mientras el barco pirata de Durmstrang estaba listo para levar anclas.
Agatha regalaba abrazos y besos en las mejillas. No se había dado cuenta de la cantidad de amigos que había hecho en su estancia en Hogwarts sino hasta que tuvo que despedirse de todos ellos. Todos la invitaban a pasar el verano en sus hogares y le decían que no podían esperar a verla de nuevo.
Mientras abrazaba y se despedía de Fleur y de su hermana, reconoció a Harry y Ron en la distancia.
― ¡Harry! ¡Ron! ―gritó mientras se abría paso entre la multitud que ondeaba las manos en despedida en todas las direcciones.
El azabache y el pelirrojo sonrieron al verla. Agatha abrazó a los dos por separado.
―Fue increíble conocerlos ―les dijo con honestidad―. Gracias por todo.
―Fue maravilloso poder compartir tú mismo aire, Agatha ―balbuceó Ron, mirándola con ojos azules emocionados―. Antes de que te vayas, quería preguntarte si tú...si tú podrías considerar firmar con los Chudley Cannons, es mi equipo favorito pero están pasando por una mala racha. Te necesitamos.
Agatha sonrió abiertamente, abrazó fuertemente a Ron y le besó la mejilla con cariño. Él soltó un sonidito de emoción parecido a una tetera hirviendo.
―Por supuesto, Ron ―se maravilló Agatha―. Lo mantendré en mente.
Ron asintió con entusiasmo y Harry se dirigió a Agatha.
―Agatha, acerca de lo que dijo Hagrid la noche en que atacaron a Viktor, yo...
―No tienes que preocuparte, Harry ―lo cortó Agatha, ladeando la cabeza―. Hagrid ya se disculpó, bastante. Está todo bien. Escucha, sé que has pasado por bastantes cosas este año y de aquí en adelante tendrás que recorrer un camino traicionero, pero quiero que sepas que yo te creo. Cualquier cosa que necesites, y lo digo en serio, cualquier cosa. Cualquier guía o consejo, tienes una amiga en mí. Que no te tiemble la mano para escribirme, niño que vivió.
Agatha le sonrió y Harry le sonrió devuelta, a pesar de que no habían interactuado mucho, esas palabras los hicieron sentirse cercanos.
―Gracias, Agatha. Buena suerte en tu temporada ―le deseó el menor.
―Muchas gracias, Harry, hasta luego ―se despidió Agatha, marchándose para terminar con sus despedidas.
―Promete escribir, Ag. No quiero que perdamos contacto ―dijo George, abrazando fuertemente a la castaña.
―Lo prometo, quiero ser la primera en saber sus nuevas creaciones.
Agatha devolvió el abrazo al gemelo menor con una sonrisa.
―No quiero que te vayas ―Katie estaba haciendo berrinche como una cría, cruzada de brazos esperando que George soltara a Agatha. Cuando lo hizo, se le abalanzó a la búlgara para abrazarla.
―Nos volveremos a ver, Katie. No te preocupes por eso.
―Cuídate, Ag ―le deseó Angelina también uniéndose al abrazo de Katie, que se rehusaba a soltar a Agatha―. Extrañaremos mucho tenerte aquí y extrañaré nuestras charlas de quidditch.
―Ay, Ag ―empezó Lee, su rostro moreno estaba afligido―. Gracias por permitirnos ser tus amigos temporales.
―Son mis amigos, no mis amigos temporales ―aseguró la búlgara―. Y les escribiré a todos, contantemente. No es que como si me fuera a comer el kraken.
De repente, todo el mundo la estaba apretujando en un abrazo grupal donde ella era el centro. Lee, Katie, Angelina, Alicia, Fred y George la sostenían y no querían soltarla. Se tomaron un segundo y cuando lo hicieron, se rieron. Agatha besó a todo el mundo en las mejillas.
―Los quiero mucho, priyateli. Gracias por estos meses, no puedo imaginar un mejor grupo que ustedes.
―Ya estás exagerando ―bromeó George desordenándole el cabello―. No tienes que mentir, Ag.
―Lo digo en serio. De hecho, prometo conseguirles boletos a todos para el próximo mundial ―todos hicieron un sonido en conjunto de emoción―. Lee, no olvides lo de ser comentarista profesional. Estaba hablando en serio.
―Claro, Ag. No lo olvidaré.
―Y chicas ―Agatha se dirigió al trio de cazadoras―, si alguna de ustedes también quiere jugar profesionalmente, solo envíen una lechuza y puedo ayudarlas con eso.
Las chicas asintieron con entusiasmo.
― ¿Y para nosotros? ¿No hay ningún tipo de nepotismo? ―preguntó Fred con el entrecejo fruncido.
― ¡Es cierto! Yo también quiero favores especiales. Mira, Ag, si Freddie y yo hubiésemos sido tus golpeadores en los cuartos de finales, las bludgers no te habrían tocado un solo cabello ―exclamó George con seguridad.
―Para ustedes, aún está en pie la oferta que le hice a Fred.
― ¿Cuál oferta? ―exigió saber George. Le lanzó una mirada traviesa a su gemelo y Fred negó con la cabeza. George soltó un resoplido de decepción.
―Como ya le había comentado a Fred, mi tío Andrey está obsesionado con los nuevos negocios y creo que si le hacen una buena presentación, él estaría más que interesado en ser su socio o inversionista ―motivó Agatha, mirando a los gemelos.
―Suena interesante, es muy amable de tu parte, Ag. Prepararemos la presentación ―George volvió a abrazar a la búlgara.
El sonido de la bola de cañón del barco de Durmstrang le dio el aviso de que el tiempo ya casi se había consumido.
―Esa es mi señal ―expresó Agatha, señalando con el dedo índice el cielo―. Que nos volvamos a ver, amigos.
Todos le lanzaron besos a Agatha y ella ondeó sus manos hacia ellos. Miró a Fred y le guiñó uno de sus ojos índigo. Dándose media vuelta, empezó a andar hacia el barco.
― ¡Aggie! ―escuchó la voz grave Fred llamarla, ella giró en sí misma para mirarlo―. ¿Quieres salir conmigo? ¿En una cita?
George chifló. Lee gritó «Dile que sí». Las chicas soltaron un sonido de ternura.
― ¿En serio? ―Agatha esbozó una sonrisa encantadora.
―Sí. Me gustaría llevarte a cenar ―dijo Fred, encogiéndose de hombros con una sonrisa.
―Eso me encantaría ―aceptó Agatha, afirmó con la cabeza varias veces con carita cautivada.
― ¡SE LOGRÓ, MUCHACHOS! VICTORIA AL FIN ―celebró George, aplaudiendo con orgullo―. ¿ESCUCHASTE ESO, WARRINGTON? AGATHA ACEPTÓ IR EN UNA CITA CON MI HERMANO. TÚ NUNCA PODRÍAS.
Agatha puso los ojos en blanco y dándoles un último guiño a sus amigos, emprendió camino otra vez hacia el barco.
Sin embargo, se detuvo en seco antes de pisar la tabla de desembarque. Había una multitud viéndolos partir, pero ya no tenía sentido seguir siendo sigilosos. Apenas ella se detuvo, Fred supo lo que estaba pensando en hacer. En frente de todo el mundo, Agatha desfiló hasta el chico y de un salto envolvió sus piernas en su torso y lo besó. Fred la cargó con facilidad, saboreando sus labios y perdiéndose en su aroma por una última vez. En sus oídos zumbaban las reacciones de sorpresa y los silbidos coquetos.
Agatha escuchó claramente como Ron decía «¿Qué mierda está pasando?».
―Eso fue para el camino ―declaró Agatha cuando Fred la bajó.
―Me vas a volver loco. Por favor, vete ya, antes de que me meta de polizón en el barco ―rió Fred, se mordió el labio y la sonrisa que tenía en el rostro volvía papilla a la chica.
―Nos vemos en un mes y algo, Frred Veasley ―la castaña hizo un gesto de pistola con la mano para luego ponerse las manos detrás del cuerpo y balancearse caminando hacia atrás.
―Un mes y algo ―afirmó el pelirrojo.
Sin mirar atrás, Agatha abordó el barco. Le siguieron los últimos alumnos que quedaban y la tabla de desembarque se retrajo desde la orilla hasta guardarse. Acto seguido, la orilla tembló debido al movimiento de la pesada ancla levándose.
El carruaje de Beauxbatons se elevó en aire al mismo tiempo que el buque de aspecto hundido se alejaba más y más del borde del lago negro. Los nórdicos sacudían sus manos en el aire, despidiéndose. Poliakov disparó los cañones en gesto de adiós, las detonaciones se escucharon victoriosas entre el bullicio.
Agatha, también en la cubierta, se despedía y observaba con una sensación agridulce como el castillo y Fred Weasley se alejaban de su vista. Agradeció en silencio por todo lo que le habían dado y todo lo que sentía que había aprendido en ese año escolar ahí. Parecía que habían pasado años. No se sentía real, cómo si observara su vida desde fuera. Se sentía como una persona diferente.
Entonces, el barco se hundió, apagando el cielo soleado de Escocia para llevarla al hermoso y eterno invierno de Durmstrang.
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El hogar de los Krum estaba ubicado en las afueras de Sofía. En un valle hermoso rodeado de montañas en donde en el verano la vista era de un verde intenso ilusorio y en el invierno parecían nubes infinitas. Había un lago en las cercanías, Agatha recordaba pasar allí las tardes de su niñez, molestando a Viktor y aprendiendo a nadar.
Cuando Agatha aterrizó en el césped del jardín frontal de su casa, parecía que nada había cambiado. Las montañas se alzaban alrededor del valle, como dioses verdosos. Las nubes blancas hacían sombra en ellas y el viento salvaje le acariciaba el rostro con cariño como dándole la bienvenida a su lugar favorito.
El edificio principal era una villa de estilo mediterráneo de dos plantas que se mantenía firme en el centro del paisaje. Era obvio que dentro vivía una herbologista por la cantidad de vegetación que rodeaba la propiedad. La fachada de piedra del edificio estaba colmada de enredaderas esmeraldas que cubrían gran parte de la superficie. Las flores en plena floración decoraban el jardín frontal mezclando todos los colores con el fondo verdoso. De antesala al pórtico de entrada había una fuente de piedra. Su madre había hecho parecer su casa a un jardín botánico. Y Agatha le encantaba.
Siempre estaba feliz de volver a su hogar.
La aparición la había dejado algo mareada, el piso se sintió inestable a su aterrizaje por lo que Viktor a su lado, tuvo que sostenerla del antebrazo. Era común que le sucediera cuando usaba la aparición para recorrer distancias largas.
Agatha duró solo dos días en Durmstrang luego que se marchó de Hogwarts, el primero fue para ordenar su habitación en el instituto y recoger todas sus pertenencias y el segundo fue para obtener sus calificaciones finales y asistir a la ceremonia de graduación de su hermano.
Contrario a lo que sus temores creían, Viktor no fue recibido con malos tratos de parte de los estudiantes que quedaron en el instituto incluso después de enterarse de su derrota en el torneo. Viktor Krum fue recibido con vítores y con apretones de mano, felicitándolo y alabándolo como siempre. Según se había regado la historia, a su hermano le habían arrebatado el trofeo y en palabras simples, él era el verdadero vencedor. Y aunque habían dejado fuera detalles importantes, Agatha no pensaba que era todo mentira.
Ella creía que dadas las circunstancias del torneo, Viktor no había recibido un trato justo. Ella creía firmemente en su hermano y en sus habilidades y sabía que, de haber sido una situación normal, él hubiese vencido.
Apenas los hermanos Krum entraron en su hogar fueron recibidos por su madre. Ella asomó la cabeza por la barandilla superior de las escaleras del vestíbulo y soltó un gritito de felicidad. Agatha se deslizó fuera de su abrigo de piel, Viktor también. Su madre descendió con rapidez y abrazó primero a su hijo.
―Bienvenido a casa, Vitya. Te has graduado, ¿no es una maravilla, Agafya? ―sonrió Natalya, su voz tenía un tono más maternal que de costumbre.
―Una maravilla, ¿quién diría que Viktor podría conectar sus cuatro neuronas para poder graduarse? ―se burló Agatha del mayor, ganándose una mirada de antipatía de su hermano.
―Volviste más sarcástica, me parece ―reprendió Natalya y envolvió a su hija en sus brazos―. ¿Tienen hambre? Seguro tienen hambre. Pediré que empiecen a preparan la cena mientras se asean y terminan de llegar. ¡Hay tanto por hablar! Aggie, ¿viste las dalias rojas? Parecen que florecieron solo para tu llegada.
Agatha sonrió. Sus flores favoritas eran las dalias, rojas de preferencia, pero le gustaban todos los colores.
Viktor silbó y desde el alto techo abovedado empezó a planear un ave rojo con negro. El loro aguileño se posó en hombro de Viktor, el muchacho le acarició el pico.
―Ah, sí. Vampir ha estado todos estos meses esperando que llegaras, a los elfos no les gusta alimentarlo porque los jala de las orejas. Eres al único que respeta ―comentó Natalya mirando como la criatura se dejaba mimar por su dueño sin ningún tipo de traba.
―Vampir solo es mimado, no heriría a un alma ―defendió Viktor. Agatha se acercó para acariciar el plumaje del ave pero esta graznó e hizo un movimiento con la intención de atacar el dedo de la menor, retrajo su mano de inmediato. Llñe dedicó una mirada ceñuda a su hermano―. No puedes culparlo, tú no tienes alma.
Agatha golpeó a Viktor en la cabeza y ascendió las escaleras hacia su habitación. Recorriendo los pasillos con paredes adornadas de pinturas de sus antepasados y de personajes influyentes que la saludaban y que le daban la bienvenida, la sensación de pertenencia solo aumentaba. La luz natural era abundante gracias a la cantidad de ventanas, algunas se encontraban abiertas y dejaban entrar la brisa fresca del valle.
Antes de llegar hasta su habitación, observó a través de la puerta de vidrio de la oficina de su padre. Dobromir Krum estaba tan concentrado en su trabajo que no había visto a su hija llegar, tenía una mirada seria, leía algunos papeles y firmaba otros. Todo el mundo sabía que no había que molestarlo cuando trabajaba así que Agatha siguió su camino.
Llegó hasta su puerta y giró el pomo. Su cuarto estaba pulcramente ordenado. Los colores eran claros y era muy diferente a la habitación en Durmstrang. Agatha se arrojó en la mullida cama mirando hacia el techo de cúpula, el vitral del tragaluz encima de su cama le daba tonos rosas a la luz solar. Todo era suyo en ese espacio.
Se levantó de la cama y se cambió de ropa. Empezó a hacer el trabajo más duro, pero necesario cada vez que volvía de la escuela: revisar, seleccionar y limpiar su equipaje. Soltó un lánguido suspiro y abrió primero el baúl de cosas que habían quedado en Durmstrang y que no había llevado a Hogwarts. Dividió los uniformes limpios de los sucios, botó todas las plumas rotas y empezó a revisar la correspondencia vieja para decidir que tenía que desechar. Llegó hasta un sobre y cuando leyó el remitente no podía creerlo.
Querida Agatha,
Mi nombre es Ron Weasley, soy de Inglaterra...
Pareció una señal. Era la cosa más linda del planeta y todo parecía como si el universo hubiese dado señales antes de que ella siquiera supiera recibirlas. Sostuvo la carta y no recordaba haberla leído o respondido. La carta de Ron había traído el pensamiento de Fred desde el fondo de su mente. De manera instantánea fue hasta su escritorio y buscó pergamino y una pluma que sirviera.
«Querido Ron,
Me siento infinitamente agradecida de que seas mi fan. Encontré una de las cartas que dijiste que me habías escrito cuando hablamos por primera vez en Hogwarts. No hay palabras para decirte lo lindo que me pareció.
Gracias por dejarme conocerte y gracias por el apoyo que veo que nos brindas a Viktor y a mi desde antes de saberlo. El próximo gol que anote en un partido será para ti. Gracias por todo y mantendré mi promesa de pensar en firmar con los Chudley Cannons.
Un beso y espero que nos podamos ver pronto,
Agatha Krum»
Después de sellar la carta de Ron, Agatha se permitió pensar en Fred con tranquilidad por unos segundos, su ausencia empezaba a sentirse. Pero en la primera carta que le enviara no quería sonar demasiado aplastante. Era ridículo, pero igual dosificó sus sentimientos en el primer pergamino.
«Fred,
Me pediste que escribiera apenas pisara suelo búlgaro, así que aquí estoy. Es la primera cosa que hago en los primeros minutos que estoy de vuelta.
Los dos últimos días en Durmstrang antes de poder volver a casa fueron bastante movidos. Viktor y Aleksandr se graduaron y tengo nuevo director. Es el profesor de Nigromancia y es de los pocos allá que nunca me ha tratado como menos que mis compañeros. Por lo menos es mejor que Karkarov.
Había olvidado lo mucho que me gusta estar aquí en Sofía. Amo estar en mi casa y que todo se sienta familiar.
Solo faltas tú.
Piensa en mí de vez en cuando,
Agatha»
Selló la carta y sonrió mirando a través de la ventana hacia el jardín con un poco de nostalgia.
Solo habían pasado dos días, ¿cómo iba a esperar paciente al tres de agosto?
➻ 𝘯𝘰𝘵𝘢 𝘥𝘦 𝘢𝘶𝘵𝘰𝘳𝘢
Hola, bebés, paso por acá para desearles un feliz año nuevo. Entre tantas cosas malas hay que rescatar las buenas y una de mis favoritas fue poder retomar con esta historia que tiene un lugar gigante en mi corazón y ganarme lectores íncreibles que siempre comentan, votan o me envían mensajes de ánimo. Les quiero un mundo.
Un beso ,
Genie.
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