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𝟐𝟎 ━ Diminutivos y prejuicios.


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𝐃𝐈𝐌𝐈𝐍𝐔𝐓𝐈𝐕𝐎𝐒 𝐘 𝐏𝐑𝐄𝐉𝐔𝐈𝐂𝐈𝐎𝐒

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Con el viento golpeándole en la cara, Agatha se sentía inmortal. Su escoba le era fiel y respondía con obediencia los comandos que le daba la menor de los hermanos Krum. Nunca le había fallado, ni siquiera cuando quedó inconsciente y perdió el control, su escoba la sostuvo hasta que alguien llegó hasta ella. Agatha siempre decía que esa saeta de fuego tenía vida propia.

No había nada en el mundo que se comparara con la sensación de libertad que sentía cuando volaba. El mundo era suyo para que lo tomara. Su cabello suelto flotaba detrás de ella mientras sostenía la quaffle fuerte contra su torso. La chica había conjurado espectros en el campo de quidditch de Hogwarts para que sirvieran como contrincantes y poder jugar un buen partido de entrenamiento. Hacía un tiempo que no jugaba con tanta fiereza y concentración, estando sola le era más sencillo planear y probar cosas nuevas sin sentirse mal de estar más avanzada que sus compañeros.

Agatha se le escapó al espectro que ocupaba el puesto de guardián y anotó en uno de los aros. La tensión que el ejercicio ejercía en sus músculos era vigorizante. No podía esperar estar de vuelta en un campo profesional, aún tenía un largo entrenamiento por delante para rendir su máximo potencial, pero iba por buen camino.

Ella no lo sabía, pero cruzado de brazos en las gradas de los profesores estaba Fred Weasley. Hechizado por el juego de la búlgara, observaba con admiración su destreza en el deporte. No era la primera vez que la veía jugar pero seguía impresionándolo. Se movía con maestría entre los puntos oscuros de los espectros de entrenamiento como una flecha. Fred creía que era obvio, si Agatha Krum era parecida a un cuerpo celeste era natural que su elemento fuera el cielo.

Luego Agatha hizo algo que Fred nunca había visto a nadie hacer en persona. Primero sacó la varita de su pantalón e hizo desaparecer a los espectros, lanzó la quaffle a través del aro central y sin dudarlo, se soltó. El cuerpo atlético de Agatha empezó a caer de espaldas en picada. A Fred se le salió el alma del cuerpo, desenfundó su varita y desesperado empezó a recordar el hechizo para hacer levitar un cuerpo, pero antes de poder actuar para intentar salvarla, Agatha silbó dos veces y la saeta de fuego llegó hasta ella, a pocos metros de estrellarse contra el césped. Una de sus manos tomó la escoba, la puso entre sus piernas y como si nada, recuperó altura a toda velocidad.

Fred estrelló su espalda contra el asiento y respiró aliviado, luego se rió. Puso la varita contra su cuello y su voz ensordecedora resonó por el campo de quidditch.

―Y ASÍ DE FÁCIL, SEÑORAS Y SEÑORES. LA NÚMERO 22, AGATHA KRUM GANA EL PARTIDO. ¡WOHOO!

Agatha se detuvo en el aire. Una sonrisa espléndida combinó con sus mejillas acaloradas por el esfuerzo físico. Agitó con energía su puño en el aire y dio una vuelta de la victoria. Tanteó con su mirada las tribunas para dar con el pelirrojo y cuando lo encontró, descendió con gracia.

―Eres un espectáculo de ver, 22 ―elogió Fred cuando Agatha estuvo frente a él. Ella aún levitaba en el aire, se sentó de lado en la escoba para más comodidad―. Casi me matas del susto cuando te soltaste, pensé que te ibas a estrellar.

―Eres tan dramático, lo hago todo el tiempo ―Agatha apoyó sus manos en sus piernas―. No deberías estar aquí, se supone que tienes clases.

Fred se desconcentró. Agatha estaba jadeando y las perlas de sudor que adornaban su rostro junto al tono escarlata de sus mejillas lo estaban haciendo imaginar cosas, su lengua mojó sus labios sin darse cuenta. Agatha chasqueó sus dedos enfrente del rostro de Fred lo que hizo que espabilara parpadeando varias veces.

―Voy a chantajear a Ludo Bagman ―dijo Fred cuando salió de su ensimismamiento, Agatha puso una mueca de desconcierto.

― ¿Es una especie de broma? ―le preguntó Agatha, bajó de su escoba y de un salto se sentó junto él.

―No y no es lo más prudente, pero yo no soy prudente y ya no sé qué más hacer ―reconoció Fred reclinándose en el asiento―. Sortilegios Weasley está en paro por fondos.

―Aún no comprendo la razón de querer chantajear al ministro. Eso es ilegal, me parece.

―Lo sé ―se rió Fred―, lo escuché de George por cuarenta y cinco minutos seguidos. George y yo hemos intentado de todo para que nos pague lo que apostamos en la copa de quidditch, que eran todos nuestros ahorros, cabe destacar. Se ha estado burlando de nosotros, nos ha esquivado y nos dijo en la cara que no piensa pagarnos. Le debe a medio mundo, hasta el papá de Lee salió estafado. Alguien tiene que hacer algo.

―Si es dinero lo que necesitan, yo podría...

―No ―Agatha se sorprendió con la dureza con la que Fred la interrumpió. El rostro pecoso de él se puso severo de repente mientras negaba con la cabeza y luego volvió a su comportamiento jocoso de costumbre―. Lo siento, pero no tienes que responsabilizarte de este pobretón.

―No te digas así, no me gusta ―la voz suave de Agatha lo reprendió, apretando su acento de manera rígida―. No es limosna lo que te estoy ofreciendo. Lo que digo es que mi tío Andrey es un fanático de los nuevos negocios, podría ser un inversor.

Fred sonrió sin mirarla al rostro, su mirada estaba perdida en el verde campo de quidditch.

―Gracias por la oferta pero por ahora elegiré el chantaje. Bagman tiene que pagarnos y a todo el mundo al que le debe. ¿Quién diría que el gran golpeador de las Avispas de Wimbourne terminaría siendo una porquería? ―dijo con una sonrisa. Agatha no la devolvió―. Lo único que pido de ti es que me saques de la cárcel si nos arrestan.

Entonces Agatha carcajeó. Fred ya había tomado una decisión y su actitud obstinada no iba a flexionarse.

―Es un trato. Las actividades ilícitas me atraen ―bromeó ella. Empezó a quitarse las protecciones de sus brazos. Una de las hebillas estaba trabada y por más que intentara soltarse, no podía deshacerla. Con sus dientes haló el pedazo de tela.

―Qué tonta eres, Aggie. Déjame ayudarte ―se burló Fred. Deslizó sus manos por los brazos de ella y con una facilidad ridícula empezó a remover una por una las hebillas de bronce que ella no pudo quitar.

Ella lo observó con esmero y una sonrisa se apoderó de sus labios. Era muy lindo y mientras liberaba sus brazos de los protectores de cuero solo podía pensar en que él había dicho que estaba enamorado de ella. Quería que lo dijera de nuevo, esta vez completamente despierto y sobrio.

― ¿Quieres que te traiga una cámara?

― ¿Para qué? ―preguntó Agatha.

―Para que me tomes una foto, dado que te gusta tanto mirarme ―Fred levantó el rostro y guiñó el ojo con coqueteo, la sonrisa que puso hizo que se le formaran hoyuelos en las mejillas manchadas de pecas.

―Fred, ven a visitarme a Bulgaria ―pidió la ojiazul tomando por sorpresa a Weasley.

― ¿Qué?

―En el verano. Podrías estar ahí para mi cumpleaños. Es hermoso en verano y los campos de lavanda en agosto son preciosos ―Fred miró a la búlgara con inquisición, con la intención de tantear la veracidad de la petición, lo decía en serio―. Sé que queda un poco lejos y que el viaje parece tedioso porque tienes que tomar un tren y luego la red flu y luego la aparición, pero los paisajes valen la pena.

― ¿Quieres que vaya a Bulgaria?

Agatha le dedicó una mirada ceñuda y con todo el sarcasmo que su voz le permitía dijo con una sonrisa:

―No. No soy yo la que quiere que vayas a Bulgaria, en realidad, es Viktor. Parece que se ha enamorado un poquito de ti pero es tímido.

― ¿Ah, sí? ―Fred estalló de la risa―. Creo que le resulto irresistible a los Krum.

―No. Solo a Viktor ―jugueteó Agatha―. Dime que irás. Yo quiero que vayas.

― ¿Cuándo es tu cumpleaños? ―preguntó Fred, bromeando.

―Increíble. Quizás no deberías ir si ni siquiera sabes qué día cumplo años ―respondió Agatha con indignación―. ¿Sabes quién seguramente lo sabe? Ron. Debería invitarlo a él.

Agatha tomó su saeta de fuego, lista para unas últimas anotaciones cuando sintió la mano de Fred tomar la suya. Volteó para encontrarse con esa sonrisa engreída que la dejaba indefensa.

―Ahí estaré, el tres de agosto y me quedaré hasta que te hartes de mí y me tengas que suplicar que me vaya.

Agatha sonrió de oreja a oreja y con rapidez presionó sus labios contra la mejilla de Fred.

―Busca tu escoba y tu bate, Weasley. Todavía tengo energía para patearte el trasero ―pronunció con una voz embriagadora.

―No tienes ninguna oportunidad, Krum ―gorjeó Fred viéndola ascender.

━━━━ ☾ ✷ ☽ ━━━━

Agatha sentía su corazón latir en la garganta. Se abría paso por el sendero irregular de tierra que iba desde el barco hasta el bosque prohibido con frenesí, tropezándose contantemente con las piedras del camino. Lo único que sabía con certeza era que Viktor había sido atacado. Su reposo tranquilo en la sala común del barco de Durmstrang fue interrumpido cuando los murmullos de los estudiantes nórdicos le avisaron que el guardabosque de Hogwarts buscaba al director Karkarov porque algo le había pasado a Viktor. No sabía si era grave, pero lo único en su mente era el hecho que su hermano la necesitaba y desobedeciendo abiertamente a su director, Agatha salió a toda prisa. Llegó primero que Karkarov.

― ¡Vitya! ―gritó Agatha, su cabello estaba despeinado de la carrera y su rostro cincelado estaba pálido.

No les prestó atención a Harry, ni a Dumbledore. Viktor estaba tumbado en el suelo y su rostro empalidecido combinaba con el de su hermana. Estaba confundido. Agatha cayó de rodillas junto a Viktor, una de sus manos temblorosas se posó en su rostro para examinarlo mientras que la otra se aferraba a su varita.

Viktor, ¿qué pasó? ―preguntó ella en el idioma natal de ambos, inspeccionando el cuerpo del mayor para buscar una herida abierta o algo grave. Aparte de la confusión y del miedo en el rostro de Viktor, parecía estar bien―. ¿Quién hizo esto?

Un miembro del tribunal. Estaba loco, hermana y me atacó ―dijo Viktor pensándose las palabras y Agatha notó que él hacía todo lo que podía para dar información útil.

¿Qué hacías aquí? ―preguntó Agatha. Antes de conseguir una respuesta, el director de Hogwarts habló.

―Señorita Krum, usted no debería estar aquí ―dijo Dumbledore con un semblante calmado.

―Es mi hermano ―escupió Agatha con desdén. No quería ser grosera con el hombre, pero odiaba que quisieran excluirla de algo tan importante.

Volteó para ver a Igor Karkarov llegar a toda prisa detrás del guardabosque. Su mirada severa penetró a Agatha, pero no era tan dura pues su rostro anciano también estaba nervioso.

― ¿Qué es esto? ―gritó el director nórdico al ver a Viktor en el suelo, Harry y Dumbledore y a Agatha junto a Viktor.

― ¡Me han atacado! ―dijo Viktor. Agatha le prestó el hombro como apoyo para incorporarse, su mano pesada se frotó en la cabeza―. El señor Crouch o como se llame.

― ¿Que Crouch te atacó? ¿El miembro del tribunal?

―Igor...―comenzó Dumbledore.

Karkarov se irguió lo que le dio a Agatha la advertencia de que estaba a punto de ponerse histérico. Gritó y pataleó traición con palabras duras y sinsentido. Culpaba a Dumbledore de que Harry había sido elegido para el torneo y clamó que estaba siendo saboteado. Agatha no prestaba atención al berrinche del viejo, en cambio cuestionaba a Viktor sobre cómo se sentía. Viktor estaba desorientado, pero aun así miraba el intercambio violento de Karkarov.

Entonces Karkarov le escupió a Dumbledore y la situación se tornó patética. El guardabosque levantó a Igor Karkarov de sus pieles de abrigo y lo estampó contra un árbol cercano. Agatha cerró los ojos con vergüenza y cuando los abrió su atención se centró en Harry. ¿Por qué estaba involucrado él en cada acontecimiento que a ella le daba mala espina? Quizá la afirmación de Karkarov no era tan descabellada y alguien estaba moviendo los hilos para beneficio del Niño que Vivió. Agatha volvió su mirada al director de Durmstrang que tras el encuentro con el hombre había quedado desparramado en la base del tronco del árbol.

―Hagrid, ten la bondad de acompañar a Harry al castillo ―le ordenó Dumbledore al guardabosque con brusquedad.

El mencionado se negó entonces el profesor Dumbledore volvió a ordenárselo y no le quedó remedio sino obedecer.

―Señorita Krum, usted también. Le ruego que vuelva al barco y se quede ahí por razones de seguridad ―la amable petición del viejo barbudo incendió a Agatha. Ella soltó una severa grosería.

― ¡No! ―explotó, su semblante era firme―. No me iré sin Viktor.

―Señorita Krum...

― ¿LE PARECE QUE ME MOVERÉ DE AQUÍ? Mi hermano ha salido herido por sus mediocres medidas de seguridad, pudo haber terminado peor. No me moveré. No cuando un loco anda suelto en los terrenos atacando estudiantes.

Su comportamiento dejaba ver que se batiría en duelo con el profesor Dumbledore de ser necesario.

Agatha, detente ―la voz de Viktor sonó como una súplica. Agatha se dio vuelta. Viktor tenía su mirada tranquilizadora, puso con delicadeza una mano en el hombro de su hermana y se acercó a ella para hablar en su oído―. Sigue a Harry, intenta escuchar su conversación, quizá él orquestó esto. Haz eso por mí.

La furia aún le escaldaba. Agatha miró a Viktor a los ojos, oscuros que se asemejaban a los de su madre y transmitían calma. La búlgara gruñó, su mirada emponzoñada se movió entre Dumbledore y Karkarov y sin despedirse, empezó a seguir el camino que había tomado Harry y el guardabosque. Caminó y los divisó cuando iban cerca del carruaje iluminado de Beauxbatons. El silencio le permitió escuchar el intercambio de palabras con claridad.

― ¡Y tú! ―escuchó decir al hombre―. ¿Qué hacías paseando con ese maldito Krum? ¡Es de Durmstrang, Harry! ¿Y si te echa un maleficio? ¿Es que Moody no te ha enseñado nada? Imagina que te atrae a su propio...

Las palabras crueles del guardabosque hirieron profundamente a Agatha, sintió como si una daga atravesara su corazón. La imagen amable que tenía en la mente del hombre se estaba desintegrando.

― ¡Krum no tiene nada de malo! ―Harry replicó, ya iban cerca del vestíbulo. Agatha se desvió para seguirlos―. No ha intentado echarme ningún maleficio. Sólo hemos hablado de Hermione.

―También tendré unas palabras con ella ―continuó el hombre―. Cuanto menos tengan que ver con esos extranjeros, mejor les irá. No se puede confiar en ninguno de ellos.

Agatha no pudo contenerse más. No recordaba la última vez que se sintió tan discriminada por el lugar de donde venía. Se le había formado un nudo en el estómago y se sentía enferma.

― Viktor tuvo tiempo de sobra para atacarte de haber sido esa su intención. No lo hizo. Pero quizá él tenga razón ―escupió Agatha, sus ojos azules se habían ensombrecido. Hagrid y Harry voltearon a verla. Agatha se estremeció ante el porte protector que ejerció el guardabosque cuando advirtió su presencia―. No se puede confiar en los extranjeros.

―Agatha...―empezó a decir Harry. Agatha lo calló.

― Y yo pensé que un semigigante tendría menos prejuicios. Qué estúpida.

Harry intentó seguir a Agatha mientras abandonaba el vestíbulo y desaparecía por la oscuridad de la ladera, pero Hagrid no lo dejó.

No importaba si ella no compartía los mismos ideales que los magos que habían manchado la reputación de Durmstrang. No importaba que los Krum hicieran una diferencia en la academia. No importaba nada porque al llegar la noche, ella tenía que cargar con los errores de hombres cobardes que eligieron guiar caminos de magia oscura.

Al llegar la noche, como había sucedido con el artículo de Rita Skeeter, aún había personas que los juzgarían sin conocerlos.

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― ¿Puedes repetirlo otra vez, por favor? ―pidió Fred, pasándole la pelota a Aleksandr. El rubio puso los ojos en blanco―. Y esta vez, claro y muy lento.

Agata Irina Dobromireva Krum ―repitió lentamente el búlgaro. Fred asintió, repitiendo mentalmente la pronunciación de Aleksandr.

― ¿Por qué tienen tantos nombres? ―preguntó Fred con una sonrisa recibiendo el pase de Aleksandr.

―Amigo, somos eslavos. Espera que escuches todos nuestros diminutivos.

Fred y Aleksandr se rieron. Agatha tenía varios días sin pasar más de cinco minutos con ellos. Después del ataque, se rehusaba a dejar el lado de Viktor y entre concentrarse para la tercera prueba y cuidar a su hermano, Fred y Alek quedaron desplazados, lo que los había unido un poco. Una bonita amistad se estaba formando entre ellos. Parecían compatibles, sus dos personalidades caóticas se complementaban y tenían muchas cosas en común.

Era una tarde soleada y Fred y Aleksandr pasaban el tiempo lanzándose entre ellos una quaffle. En ese momento hablaban de la persona que había hecho que se conocieran.

―Mis diminutivos son más largos que mi propio nombre. Y bueno, Agatha responde a Agafya, Ag, Gata...

―Aggie ―murmuró Fred. Los ojos claros de Aleksandr se abrieron con alarma y siseó para callarlo.

Ne! No la llames así. Es algo personal y delicado para ella.

Fred sonrió ―Solo cuatro personas la llaman así ¿no? Tú, Viktor y sus padres.

―Exacto. Mi madre dijo que pasarán siglos antes que Agatha deje que alguien más lo haga ―Aleksandr carcajeó con soltura―. Ni siquiera Dimitrov la llamaba así y ese pobre tonto estaba tan perdido por ella que le pidió matrimonio.

―Interesante ―la confesión del rubio hizo mover montañas dentro de Fred. Agatha no había dejado que el jugador búlgaro la llamara así y a él sí, una emoción juvenil se esparció por su cuerpo―. ¿Crees que él vuelva a intentarlo?

― ¿Quién? ¿Vasily? ―Fred afirmó con la cabeza―. No lo sé, pero aunque lo hiciera, Agatha nunca lo tomaría de vuelta. La conozco como la palma de mi mano y la entiendo casi tan bien.

Un pensamiento recorrió la cabeza del pelirrojo y decidió que tenía que preguntarlo porque si no lo hacía, no dormiría en paz.

―Amigo, sonará algo tonto, pero ¿puedo preguntarte una cosa? ―empezó Fred frenando el juego de pase de pelota. El búlgaro accedió―. ¿Tienes sentimientos por ella?

―Tendrás que ser más específico, Fred. Tengo infinidad de sentimientos por Agatha.

― ¿Estás enamorado de Agatha? La vibra que tienes con ella es... ―preguntó luego de unos segundos.

Sokolov sonrió ampliamente, se acercó a Fred y sostuvo con fuerza uno de sus hombros, se puso la otra mano en la cintura.

― ¿Tienes miedo de que te la robe? ―le dijo y Fred sonrió ante sus palabras―. Escucha, siento admiración por Agatha, orgullo, miedo a veces, porque sé que puede llegar a convertirse en un berserker. Hay días en donde la odio, pero la mayoría de los días la quiero―explicó Aleksandr―. Sin embargo, no es ese tipo de amor. No tengo ningún sentimiento así por ella. Agatha bien podría ser mi hermana.

―Me lo imaginé, solo quería asegurarme que no sintieras algo...

―No, para nada. Aunque tú sí lo estás, ¿no es así? ―repuso Aleksandr, mirándolo con tranquilidad. Fred tragó saliva. Aleksandr puso una mueca y palmeó la espalda de Fred con fuerza pero de manera cariñosa―. Es algo obvio. Aunque no tanto como lo está tu hermano.

― ¿George?

―No, el otro, el pequeño. ¿Cómo era su nombre? ¿Whiskey?

Fred prorrumpió en risas, Aleksandr también.

―Ron. Está obsesionado, diría yo. La cantidad de recortes de periódico con la cara de Agatha que colecciona es preocupante.

―Tienes que llegar a su nivel, amigo―dijo Aleksandr. Fred carcajeó del chiste y se peinó el cabello que le había caído en la cara― Hablando de la zarina...

Viktor y Agatha estaban trotando, hablaban rápido y estable como si no estuvieran haciendo ejercicio. La voz de Agatha en búlgaro hablaba serena y Viktor sonreía de vez en cuando a lo que ella decía. Aleksandr levantó la mano para saludarlos y Agatha lo devolvió. Palmeó en el pecho a Viktor para que se acercaran a saludar a los muchachos.

No esperaría verlos juntos sin mí―dijo Agatha regulando su respiración al llegar hasta ellos―. ¿Qué estaban haciendo?

Nishto «Nada» respondió Fred sorprendiéndose a sí mismo y a todos cuando entendió el idioma eslavo.

―No puede ser que estés aprendiendo búlgaro, impresionante ―Aleksandr aplaudió lentamente con asombro.

―Tu pronunciación mejora cada día ―felicitó Agatha con una sonrisa seductora. Fred se sonrojó porque ella había prometido un beso por cada palabra nueva que aprendiera.

― ¿Agatha te está enseñando? ―preguntó Viktor.

―Un poco, en realidad no puedo creer que haya entendido lo que dijo.

―Es buena enseñando idiomas ―explicó Viktor mirando a su hermana y luego a Fred―. Ella es la que ayuda al equipo nacional a no equivocarse con el inglés. Eres un Weasley, ¿no? Herr...mío...ne habla mucho de ustedes. No recuerdo tu nombre...

―Fred Weasley, a tu servicio. Un admirador de tu trabajo ―Fred estrechó la mano de Viktor presentándose como si fuera la primera vez―. Hice explotar el banco donde estaban tus amigos junto a mi hermano. Salieron eyectados.

―Gracias. Sí, lo recuerdo. Fue gracioso ―agració Viktor correspondiendo el apretón de manos―. Un gusto, Weasley. Es bueno que Agatha haya hecho amigos aquí.

―Sí, son buenos amigos ―comentó Aleksandr, miró a Agatha levantando la cejas y ella lo amenazó con los ojos.

―Bueno, nos vemos por ahí. Tengo que seguir preparándome para la prueba ―Viktor hizo un gesto con la cabeza y se despidió para continuar su carrera.

―Claro, buena suerte con eso, hermano ―le deseó Fred, Viktor agradeció con la mano. Hizo un mohín cuando el mayor de los Krum no estaba a la vista y le sonrió a Agatha que se había quedado atrás.

―Uhh, le dijo «hermano». Eres adorable ―molestó Aleksandr mirando al pelirrojo.

Agatha no le prestó atención y sus dientes se mostraron en una sonrisa abierta.

―Estoy gratamente impresionada, de seguir así, en agosto podrás sostener una conversación entera sin problemas ―aduló Agatha.

―Puede decirse que me gusta el incentivo ―Fred levantó una ceja de manera arrebatadora y miró a Agatha de arriba abajo.

―Y te has ganado otro, me parece ―ronroneó Agatha―. Pero no ahora, demasiadas personas inoportunas

―Respeta a tu mayores ―contestó Aleksandr rodando los ojos―. De cualquier manera, no quería observarlos.

―Cállate, Sasha. Me tengo que ir, tengo que alcanzar a Viktor. Nos vemos luego ―Agatha guiñó en ojo.

―Cuento con ello, Aggie ―sonrió Fred. Agatha ondeó su mano y empezó a trotar para alcanzar a su hermano.

Fred la vio marcharse y cuando se dio la vuelta para iniciar el juego de pelota de nuevo, observó como Aleksandr tenía la mandíbula por el suelo.

― ¿Qué pasa?

― ¿Qué acaba de suceder? ¿Acabas de llamarla...? ¡Me lleva el maldito demonio! ¿Tú? ―Aleksandr miró con incredulidad a Fred y se llevó la mano a la frente.

―Parece que yo soy la quinta persona, amigo.

Fred esbozó una sonrisa y lanzó la pelota golpeándole el pecho al búlgaro.

━━━━ ☾ ✷ ☽ ━━━━

En la mañana de la tercera prueba, Agatha desayunaba sola debajo de un frondoso árbol en el patio. El bullicio del Gran Comedor no la llamaba y por primera vez en todo el torneo, se sentía tranquila. Estar con Viktor en cada paso de su preparación para la prueba, la llenó de una serenidad que no había tenido en ninguna de las dos primeras pruebas. Además, el desafío final era un laberinto. No significaba tanto peligro como un dragón o sirenas.

Hojeaba El Profeta distraídamente mientras mordisqueaba una manzana. Los saludos y los deseos de buena suerte para Viktor que le regalaban los estudiantes –en particular, los Slytherins- que pasaban por ahí lograban que sonriera con gentileza.

Alguien se acercó por detrás y apoyó su cabeza en su hombro, leyendo el periódico que ella sostenía. Agatha se asustó, pero el cabello colorado delató la identidad de la persona que había invadido su espacio personal y se relajó. Fred Weasley aspiró, olfateando profundamente el perfume del cabello y cuello de Agatha.

―Hueles tan bien ―dijo en su oído y Agatha luchó para no derretirse a sus pies.

Fred lamió la cara de Agatha en manera de broma y plantó un beso en su mejilla. Luego, se acercó y tomó un mordisco de la manzana en la mano de ella. Rodeó a la chica y se sentó a sus pies en posición de indio. Agatha se limpió el rostro con el dorso de la mano, arrugando la nariz.

― ¿Qué haces aquí? ―preguntó Fred masticando―. ¿Ya te hartaste de Hogwarts?

Ella sonrió con tristeza. Solo quedaban cinco días antes de marcharse. Cinco días y su vida dejaría de estar adornada de él. ¿Era muy ilógico desear con todas sus fuerzas que Fred fuera con ella? Lo era y era egoísta. Sobre todo porque Fred merecía un lugar tan cálido y brillante como lo era él y Durmstrang no era ese lugar. Las últimas semanas habían aprovechado cada minuto disponible. Se les acababa el tiempo que les quedaba juntos antes de embarcarse en la incertidumbre que significaba no verse todos los días.

―Aún no. El griterío del comedor no es lo que quiero hoy. Quiero paz y tranquilidad hasta que Viktor gane el Torneo, luego podré celebrar.

― ¿Y si gana alguien más?

―No hay manera ―dijo Agatha. Alcanzó la mano de Fred y la tomó.

Aunque su demostración pública de afecto era nula en los terrenos de Hogwarts, Agatha sabía que el lenguaje de amor de Fred era molestarla y tocarla, por eso arriesgaba la discreción a veces. Fred acercó la mano de Agatha y besó sus nudillos.

―Eso dijiste en la Copa Mundial ―recordó Fred. Agatha emitió una risa―. Espero que le vaya bien, de todo corazón.

―Fingiré creerte e ignoraré la insignia que traes puesta que claramente dice «HARRY POR LA VICTORIA».

Fred entrecerró los ojos y trató de cubrirse la insignia con la mano. Con la mano disponible, tomó la taza de café que reposaba en el banco donde estaba sentada Agatha y bebió un sorbo. Su cara se contorsionó ante la bebida y la escupió en la taza nuevamente.

― ¿Por qué bebes asfalto? Eso ni siquiera es café, Aggie ―el pelirrojo se limpió la boca con la mano e hizo un gesto de asco.

―Así es como me gusta, tan fuerte que lo puedes masticar. Así se toma en casa, deberías acostumbrarte, si vas a ir.

― Hablando de eso... ―Agatha se puso alerta pensando que él que había cambiado de opinión, en cambio dijo algo que la tomó con la guardia baja―. Dado que iré a Bulgaria en el verano, me parece justo que hagamos un acuerdo.

― ¿Qué clase de acuerdo? ―inquirió Agatha con recelo.

―Yo voy a Bulgaria en verano y tú vienes a mi casa para Navidad.

― ¿En verdad? ―los ojitos índigos de Agatha parecieron titilar―. ¿Estás seguro? Porque a lo mejor a tus padres no les guste la idea de que una extraña pase Navidad en su hogar.

― ¿Qué importa lo que opinen mis padres? Pero igual, estoy seguro que nos le molestará, suelen ser muy acogedores. No puedes rehusarte ―suplicó Fred juntando sus manos.

Agatha hizo como si se lo sopesara, pero luego sonrió y aceptó, la llenó de felicidad pensar más allá del verano.

―Eso me gustaría, Frred Veasley.

―Dilo otra vez ―rogó Fred con una sonrisa.

― ¿Qué diga qué?

―Mi nombre de esa manera. Me gusta ese sonido.

―Está bien, con la condición de que digas el mío. Como te enseñó Alek.

Agata. Irina. Dobromireva. Krum ―ronroneó Fred palabra por palabra. Merlín, ten piedad de Agatha Krum porque se va a disolver ―. Ahora tú, y ya que me pediste que dijera el tuyo completo, di el mío completo también.

―Me vas a matar, no tienes ninguna necesidad de tener esa voz. Bien. Frrederrick. Gideon. Veasley ―respondió Agatha de la misma manera, totalmente provocadora.

―Uff ―Fred se abanicó el rostro con la mano―, mil puntos para Bulgaria. ¿Quién te dio el derecho de tener ese acento?

Agatha soltó una risa y apoyó el dorso de su mano en su frente fingiendo que se iba a desmayar. Fred la agarró de la mandíbula y le zarandeó la cabeza.

―Fred, ¿recuerdas tu cumpleaños? ―preguntó Agatha.

―Vagamente ―contestó el pelirrojo―. Recuerdo bailar y tomar. Recuerdo que me besaste, me gustó, por cierto. Recuerdo que Dean puede meterse cuarenta y tres malvaviscos en la boca. Aparte de eso, los recuerdos son borrosos.

― ¿No recuerdas decir nada...? No sé, ¿comprometedor?

―No recuerdo decir nada de nada. ¿Por qué? ¿Te dije algo inapropiado? Porque si es así...

―No, Alicia si me dijo cosas inapropiadas, la adoro ―Agatha le contagió la risa a Fred―. Creo que en el limbo entre el sueño y estar despierto pudiste haber dicho algo.

― ¿Qué te dije? No me digas que te revelé la receta de los chocolates rompedientes. Tendré que borrar tu memoria ―Fred sacó su varita y apuntó a Agatha a la cabeza, ella la apartó con diversión.

―No es ninguna receta secreta. Creo que te escuché decir...

― Disculpa, Agatha Krum ― Una voz nerviosa llamando a la búlgara hicieron que miraran hacia un lado.

A unos metros, algo nervioso y pequeñito, había un chico de Hogwarts sosteniendo una cámara. Se veía que había dudado en interrumpir.

― ¡Eh, Creevy! No es educado interrumpir a tus mayores ―fastidió Fred al recién llegado―. No me digas que vienes a tomarle fotos a la chica Krum de gratis. 5 sickles por foto, camarada.

―Fred, basta. No puedes cobrar 5 sickles por mi fotografía ―regañó Agatha, golpeándolo con delicadeza ―. Es muy barato, serían 15 sickles, por favor―Fred carcajeó y puso la mano para que Colin Creevy le pagara. El chico parpadeó nervioso―. Lo siento, es una broma. ¿En qué te puedo ayudar?

―La profesora McGonagall me pidió que te dijera que te están esperando en la sala contigua del comedor ―avisó bajando la cabeza con inseguridad.

―Gracias. Iré en un segundo ―El chico de Hogwarts asintió y se marchó.

― ¿Por qué todo el mundo quiere interrumpirnos cuando hablamos de algo importante? ―se quejó Fred, volviendo su atención a la chica―. ¿Qué dije, por Merlín? Me estás poniendo nervioso.

―Nada ― Se puso de pie y empezó a recoger las cosas. Le dio la espalda a Fred y cuando iba a emprender camino, Fred la detuvo, volteándola con una sola mano para que lo mirara. Agatha se aproximó a él y en un susurro dijo: ―. Dijiste que estabas enamorado de mí.

La expresión revoltosa de Fred se convirtió en una mirada de sobresalto. Dio un paso atrás y Agatha sonrió.

―Fue lindo, por cierto ―terminó Agatha desordenando el cabello de Fred.

― ¿Y qué dijiste tú? ―quiso saber el gemelo. Agatha se encogió de hombros.

―Qué era genial ―respondió con serenidad. Empezó a caminar hacia el castillo pero a medio camino se detuvo y se dio vuelta―. Y dije otra cosa...

― ¿Qué dijiste? ―gritó Fred cuando Agatha ya estaba algo lejos.

―Tendrás que repetírmelo para averiguarlo, Frrederrick ―Agatha volvió a encogerse de hombros y le lanzó un beso.

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