𝟏𝟕 ━ Últimas noticias.
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𝐔́𝐋𝐓𝐈𝐌𝐀𝐒 𝐍𝐎𝐓𝐈𝐂𝐈𝐀𝐒
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Las siguientes semanas estuvieron llenas de pequeños momentos. En complicidad acordada, Fred y Agatha no demostraron nada en público y lucía como si el beso nunca hubiese sucedido. No lo habían repetido tampoco, al menos no tan intenso. Sus sentimientos liberados se traducían en besos cortos en los pasillos cuando nadie los veía, miradas llenas de significado y toques amigables que los demás pasaban desapercibidos. Lo estaban tomando lento y saboreando la emoción de tener un secreto. Ambos sabían que era una bomba en cuenta regresiva ya que había dos personas que los conocían como a ellos mismos: George y Aleksandr.
Agatha convenció a Aleksandr que había superado su enamoramiento por Fred y Fred le dijo a George que no quería arruinar su amistad con Agatha. El gemelo menor no se lo había tragado hasta el fondo, pero la fingida indiferencia de su hermano hacia Agatha lo ponía a dudar mientras que el búlgaro estaba esperando que Agatha cambiara de opinión. Era difícil mantenerlo bajo perfil, pero de alguna manera se las arreglaban para interpretar su papel a la perfección.
Una tarde a mediados de marzo, Agatha estaba en la mesa de Gryffindor ayudando a Lee Jordan a decidirse si debería optar por ser comentarista de quidditch profesional; todo el grupo se encontraba en la mesa incluyendo al trío de oro. Decían estudiar, pero se distraían en charlas y jugando una partida de naipes.
―Claro que me gustaría narrarte a ti y a las Urracas de Montrose, pero creo que sería soñar demasiado lejos y estoy seguro que no me contratarían.
― ¡Claro que lo harían! ―objetó Agatha, observando por encima del hombro de Angelina su mano de cartas―. Tienes una voz muy atractiva y los apellidos raros te salen muy bien. ¿Sabes cuántas veces han pronunciado Krum como «Cream»? Te he escuchado pronunciar otros mucho más difíciles.
―Aun así, ¿cómo podría ir a dar una audición? No tengo idea de adonde ir. ¡Eh, Dean no seas un tramposo! ―regañó el moreno a su contrincante.
―Eso es lo de menos, si te decides yo podría conversar con personas que sepan y obtendrías una reunión el segundo que te gradúes ―Agatha chasqueó los dedos.
―Bueno, ahora solo tendría que convencer a mi papá que es un trabajo serio.
― ¡Lo es! Solo tienes que comentarle casual que pagan muchísimos galeones ―sonrió Agatha, entusiasmada.
La pareja conformada por Lee y Angelina ganó la partida y cuando estaban mezclando las cartas para la siguiente, una voz familiar y repugnante llamó la atención del grupo. Una voz que Agatha detestaba y que le habló a ella, la sonrisa desapareció de la cara de la muchacha en un santiamén.
―Agatha, ¿estás captando tu nueva víctima? ¿Sabes, nena? Me siento algo ofendido de no haber pasado por tu cama todavía, excluido de toda la acción.
Sergei Bukhalov habló en inglés con la clara intención de que toda la mesa lo entendiera. Fred y George se pusieron a la defensiva, soltando un grito al unísono al escuchar la falta de respeto del extranjero. Katie también se tensó, se volteó al recién llegado lista para soltarle un golpe en el rostro. Agatha frunció el ceño y siseó al mismo tiempo que extendía una mano para calmar a sus amigos.
―Explícate, Bukhalov. Explícame por qué te he escuchado decir lo que creo haber escuchado ―Agatha se levantó y se cruzó de brazos, era intimidante a pesar de ser más pequeña que Sergei.
―Oops, ¿no has leído las últimas noticias? Las historias de tus andanzas corren por el castillo como pólvora ―con una sonrisa molesta, se sacó de la túnica el boletín y acarició el rostro de Agatha con él. Ella se lo arrancó de la mano y lo abrió, escaneó el papel leyendo la primera página con rapidez. Su rostro no denotó ninguna emoción, arrojó el papel en la mesa y volvió su mirada hacia Sergei.
―Ah, Sergei, pues si te pones a pensarlo, si esto fuera cierto, lo cual no es problema tuyo ni de nadie, eso significaría que me he acostado con todo el maldito Durmstrang excepto contigo. ¿Eso no te dice algo? Quizás el problema no soy yo, porque según dicen cualquiera puede meterse en mis pantalones, quizá el problema seas tú ―dijo ella, pronunciando las oraciones con cuidado, se encogió de hombros, burlándose de él.
Todo el mundo en la mesa estaba callado, atendiendo a la búlgara. Agatha sonrió, una sonrisa burlesca y para nada amigable, se puso muy cerca de Sergei para pronunciar las siguientes palabras.
―Camina con cuidado, Bukhalov o podría arrancarte la garganta con mis propias manos. A menos que quieras seguir cavando tu tumba te aconsejo que te marches.
Sergei miró a Agatha con una sonrisa asquerosa pero el replique malintencionado se quedó en su boca al ver los ojos asesinos de la chica. A esas alturas debería haber aprendido a no subestimar a la menor de los Krum. Miró a sus alrededores y como no había nadie que le causara gracia su interacción con Agatha, dio media vuelta y se fue dando pasos pesados hacia la salida.
Agatha suspiró y tomó asiento de nuevo. Todos estaban enfocados en ella.
―La manera en que amenazaste a ese imbécil estuvo sexy, no voy a mentir ―musitó Fred.
―Confirmo, bastante sexy―secundó Katie esperando una reacción de Agatha.
La búlgara no dijo nada, exhibió una sonrisa cerrada y volvió a tomar en sus manos la nueva edición de El Profeta. Los demás continuaron con el juego de cartas mientras ella leía. La vista azulada de Agatha fluyó por las palabras impresas guardando en su memoria la media página llena de viles comentarios. Rita Skeeter no había podido encontrar nada jugoso sobre Agatha así que se dedicó a fabricarlo.
Lo primero que se podía observar era el titular, seguido de una foto de ella empujando a un chico por uno de los pasillos de piedra. Era Fred pero no era posible identificarlo, la fotografía había sido tomada demasiado tarde y la poca luz no permitía distinguir sus rasgos característicos.
AGATHA KRUM
¿Una pequeña promiscua?
Todo el mundo conoce a Agatha Krum como la cazadora joven más prometedora de la década. Sufrimos con ella en esos cuartos de finales cuando la bludger escocesa la golpeó en la cabeza. Se esperaron problemas mentales consiguientes al golpe, sin embargo sus problemas parecen no haberse originado en su mente sino más bien entre sus sábanas. Luego de conocerse su ruptura con el capitán del equipo búlgaro y completo Adonis, Vasily Dimitrov, nuestra corresponsal Rita Skeeter nos reporta que la menor de los Krum ha estado sintiendo frío en su cama que no se debe al lugar en donde estudia, el lejano instituto Durmstrang (sólo para varones, cabe destacar). Según fuentes confiables, la chica está intentado llenar el vacío con diferentes jóvenes que caen como moscas a sus pies.
«Todo el mundo sabe que pasarse por la cama de Agatha Krum es básicamente un rito de iniciación en Durmstrang ―nos revela uno de los estudiantes de la academia nórdica que ha pedido que su nombre no sea publicado―, es muy buena, yo mismo he dormido con ella».
Sus conquistas no se detienen en Durmstrang, Agatha parece robar corazones británicos y franceses en su visita a Hogwarts. Muchos chicos han declarado que es una coqueta a todo dar. Las imágenes obtenidas por uno de nuestros fotógrafos han captado a la muchacha escabulléndose con varios chicos en pasillos oscuros, las identidades de estos muchachos aún están por ser confirmadas. Vasily Dimitrov ha hablado impecablemente de su exnovia en recientes declaraciones y dice «Todavía somos buenos amigos y la aprecio mucho» Pero en el fondo sabemos que Dimitrov está destrozado por la promiscuidad de la joven Krum, su corazón dice aún latir pasiones por la búlgara.
La verdadera pregunta es ¿cuándo será suficiente para Agatha Krum?
Agatha soltó una risa falsa, dejó el periódico a un lado y escondió su cara en sus brazos cruzados sobre la mesa. Sus manos estaban pálidas de lo fuerte que estaba apretando sus puños. Dominaba tres idiomas y en ninguno consiguió palabras para describir el huracán de ira e impotencia en su interior que también se mezclaba con humor porque todo el asunto era tan absurdo que no lograba poner pensamientos cuerdos en su lengua.
Katie tomó con cuidado el ejemplar para leerlo, Angelina se le acercó al igual que Lee y George. Fred, en cambio, se quedó en su lugar observando a la chica. En momentos así no era tan divertido mantener el secreto porque quería besarla para intentar desaparecer el mal rato.
Agatha no tenía ganas de llorar ni nada de eso porque al final del día no era la primera columna malintencionada que escribían sobre ella y tampoco sería la última, pero de cualquier manera le disgustaba el periodismo barato y su cuerpo exigía darle golpes a alguien. Preferiblemente al rostro insufrible de Rita Skeeter.
― ¡Qué montón de basura! ¡Esa mujer! ―bufó Katie al finalizar de leer el artículo.
― Qué estupidez, inventar todo esto y ¿para qué? ―dijo Angelina.
―Todo es mentira, ¿no? ―preguntó Lee, arrepintiéndose.
― ¡Lee! Aunque Agatha decidiera acostarse con toda Bulgaria eso no es asunto de nadie y nadie tiene derecho a ponerla al escrutinio público ―dijo Katie, hirviendo de irritación.
―Ojalá mi vida sexual fuera tan emocionante ―sonrió Agatha, quitándole importancia a la ola de molestia que la envolvía―. Lo que más me insulta es que es poco realista, un tercio de alumnos de Durmstrang son niños, a otra parte ni siquiera le gustan las chicas. No hay mucho de donde escoger.
Agatha se rió, aligerando el ambiente y los humores de sus amigos. Lee y Katie también carcajearon. Agatha se estiró, forzando fuera de su cuerpo la sensación de desagrado.
―No es como si fuéramos a creer esta porquería, por Merlín ―expresó George, dedicándole una sonrisa a la chica.
― ¿Quién es el chico misterioso? ―inquirió Fred cuando Katie le pasó el periódico.
―Nadie ―dijo Agatha, concentrándose en barajar las cartas―, no es importante.
George miró a su hermano con un poco de lástima. Fred intentó no sonreír y verse lo más herido posible. Agatha lo miró a los ojos, con una mirada indiferente digna de una experimentada actriz. Fred tuvo que enfocarse en otra cosa para no quebrarse de la risa.
Un par de horas más tarde, Viktor estaba a punto de echar humo por las orejas. Si había un record mundial por la mayor cantidad de groserías dichas en menos tiempo, Viktor lo había roto. Al igual que dos sillas de madera y una mesa pequeña, los restos estaban esparcidos por toda la habitación. Se movía incesante de un lado a otro, escupiendo maldiciones.
Aleksandr releía el artículo, sentado a dos asientos de Agatha. La sala común del barco se había vaciado debido al temperamento del mayor de los Krum y nadie se atrevía a perturbar.
―Poco realista, ficción barata en su máximo esplendor ―concluyó Aleksandr después de leer por enésima vez el periódico.
―Es exactamente lo que dije yo ―Agatha emitió una risa divertida.
― ¡Aggie, no es gracioso! ―espetó su hermano, golpeando el aire con un puño―. Primero lo de Hermione y yo y ahora esto. Hay que hacer algo.
―Vik, yo sé quién soy y que he hecho. Esto no me molesta, ya lo superé ―razonó Agatha, intentando tranquilizar a su hermano―. Por otro lado, lo importante es saber cómo consiguió esta foto y cómo supo que habías invitado a Hermione a casa si solo se lo dijiste a ella y a mí. Porque eso significaría que esta mujer está entrando en el castillo aun cuando el director de Hogwarts se lo prohibió.
―Podría ser invisible ―aventuró el rubio, Agatha negó con la cabeza.
―Skeeter no tiene las habilidades para eso, quizá alguien se lo está diciendo.
―No había nadie escuchando cuando hablaba con Hermione.
―Y tampoco había nadie cerca cuando tomaron esta foto, estoy segura.
― ¿Y tu amante secreto no fue el que te besó y le dijo a la prensa? ―preguntó Viktor, levantando una ceja y analizando las expresiones faciales de la muchacha.
―No es ningún amante secreto, es un chico de Hufflepuff que me estaba pidiendo un favor ―la mentira dejó los labios de Agatha con demasiada facilidad.
― ¿Un favor o el favor? ―los ojos verdes de Aleksandr brillaron con su expresión insignia de malicia.
―Si me estuviera escabullendo para besuquearme con alguien lo sabrías.
―Lo que digo es que has estado bastante sospechosa estas últimas semanas ―contrarrestó Aleksandr, esperando que Agatha resbalara.
― ¡Por Rasputín, Alek! Deseas tanto que pase algo emocionante que estás imaginando cosas ―se quejó Agatha, desestimando a su amigo.
Natalya Krum estaría orgullosa de lo bien que actúa su hija, y decía que Agatha no lo tenía en sus venas.
―Alek, Agatha dice la verdad. Nos daríamos cuenta ―Viktor no deseaba hablar más del tema ni de pensar en la intimidad de su hermana menor―. Debes escribir a mamá y ordenar lo de la correspondencia, los días por venir serán algo complicados.
―Ya le escribí, le dije que le dijera a todo el mundo cercano que quien quisiera escribirme deberá enviarlo al nombre de Agafya Kuznetzova. Cualquier correo que llegue para Agatha Krum será incinerado, no quiero volver a tener que pasar por lo que pasé cuando Vasil y yo terminamos.
La chica miró al vacío revisitando esos tres meses donde su correo estuvo lleno de mensajes de odio y encantamientos hirientes, no necesitaba volver a experimentar la ira que sintió por los odiosos anónimos incapaces de tener el valor de poner su nombre en los mensajes.
Agatha se incorporó. Si alguien estaría interesado en averiguar cómo Rita Skeeter obtenía su información era Fred. Habían corrido con demasiada suerte al no poder distinguirse en la foto y ahora tenían que andar con más cuidado, sino la próxima vez iban a ocupar toda la primera plana de El Profeta.
Al día siguiente, Agatha terminó con sus clases de pociones temprano, lo cual era conveniente porque aún encontraba el castillo indescifrable. Por no mencionar que las escaleras movibles siempre la confundían y la hacían ir por lugares equivocados. La búlgara se dejaba llevar por las olas de estudiantes esperando que ellos se dirigieran a donde ella necesitaba ir, pero usualmente tenía que devolverse y volver a intentarlo.
Cuando Agatha se dio cuenta de que las escaleras la habían engañado de nuevo, soltó una grosería en búlgaro y pateó el piso con una de sus piernas, llena de frustración. ¿A qué clase mago desquiciado se le ocurriría inventar esas escaleras? Siguió caminando en línea recta buscando un lugar reconocible para trazar una trayectoria cuando pasó por una puerta entreabierta y escuchó una voz familiar, sus piernas se detuvieron por sí solas.
― ¡Espabila, Bartok! No seas un cobarde.
Agatha frunció el ceño, la voz de Isak se escuchaba dura y no tan afable como de costumbre. ¿Por qué Isak estaba hablando con Bartok después de que él había apaleado a Aleksandr?
―Esto se está volviendo real, Sokolov. No puedo involucrarme en esto si no sé si serás leal.
―No sabes qué dices, no puedes arrepentirte después de todo lo que hemos hecho...
Se callaron al sentir que algo se movía fuera, pero antes de que atraparan a Agatha escuchando conversaciones ajenas, la búlgara corrió pasillo arriba. Jadeó cuando llegó a la torre principal, había corrido tan rápido que le ardieron las pantorrillas, apoyó sus manos en sus rodillas e intentó con todas sus fuerzas recuperar el aliento. ¿Qué estaba pasando entre Isak y Bartok? ¿Por qué Isak estaba tan molesto? Intentó calmarse y pensar con claridad. No había escuchado toda la conversación y no podía hacer conjeturas, pero tenía un mal sabor de boca y un mal presentimiento.
Escuchar la conversación de Isak la distrajo de su objetivo principal: colarse al dormitorio de Fred. Deseaba hablar con él, pero los pasillos donde tenían acostumbrado encontrarse habían perdido su privacidad. Creía improbable que pudieran espiarlos en la habitación. Trajo de vuelta el hilo de sus pensamientos y se concentró. Tenía que ser discreta si quería lograrlo, lo primero era que alguien le dijera la contraseña y lo segundo era entrar sin ser vista. La opción más fácil sería sonreírle a Ron y éste le daría la contraseña, pero era seguro que Ron sospecharía.
La primera parte la resolvió fácil cuando un chico olvidadizo de Gryffindor le pidió a su prefecto que le dijera la contraseña y el prefecto la pronunció lo suficientemente alto para que Agatha escuchara con disimulo. La solución a la siguiente parte de su plan se presentó ante sus ojos en forma de espectro parlanchín. Peeves miraba con malicia a los alumnos, armando su siguiente travesura. Agatha cosió una mentira en su mente con rapidez, puso dos dedos en su boca y silbó para llamar la atención del poltergeist. Peeves la miró con curiosidad.
―Hola, extranjera, ¿tienes sed? Podría bañarte de nuevo ―ronroneó Peeves mostrando una sonrisa maligna.
―No, Peeves, gracias. Vengo a plantearte una broma ―dijo Agatha, Peeves paró la oreja de inmediato―. Quiero inundar las habitaciones de la torre de Gryffindor pero para hacerlo necesito ingresar sin que nadie se dé cuenta. Ahí entras tú, ¿crees que es un trabajo adecuado para ti?
― ¿Inundarlas? ¿Por qué quieres hacer eso? ―preguntó el poltergeist, saboreando la idea.
―Es una broma interna de mi escuela, verás, yo duermo en el barco de Durmstrang y me parece divertido que los Gryffindor sepan cómo se siente flotar mientras duermes. Sería una versión más elaborada de cuando me mojaste con los globos de agua.
Peeves sonrió y estiró su mano para estrecharla con la búlgara.
―Sabía que no me equivocaba cuando dije que me agradabas, extranjera. Es un trato.
Agatha sintió la mano fría e inmaterial de Peeves cuando la estrechó y le devolvió la sonrisa. Peeves cumplió con su parte del trato e hizo que toda la torre de Gryffindor se desocupara momentáneamente al utilizar una bomba fétida y Agatha subió las escaleras de caracol caoba hacia los dormitorios de los chicos. Cuando llegó a la puerta, la envolvió un repentino terror al recordar que Fred compartía habitación con George y Lee, rezaba por que fuera cierto lo que las chicas habían dicho el día anterior que Lee y George iban a ayudar a McGonagall con unas cosas a esa hora del día.
Con su varita en la mano en tal caso que necesitara lanzar un confundus si alguien estaba dentro, Agatha entró. Estaba desierta, por fortuna. Agatha se guardó la varita y cerró la puerta con cuidado detrás de ella. Se paseó por la habitación, y como si se tratara del cuento muggle de ricitos de oro empezó a curiosear las pertenencias ajenas para saber quién ocupaba cual lado de la habitación.
Adivinó el lado de Fred casi de inmediato gracias al jumper tejido con una gran «F» que reposaba encima de un baúl. Lo tomó en sus manos, ladeando la cabeza. Quiso ponérselo, pero dudó que después quisiera quitárselo así que lo dejó donde estaba. La mesa de noche estaba llena de pequeñas pistas del pelirrojo, anotaciones de sus productos, caramelos, envoltorios, cartas de su madre y un anillo de cobre que Agatha nunca le había visto puesto. También estaba el ejemplar de El Profeta del día anterior.
La chica iba a seguir investigando cuando unos pasos se escucharon fuera de la puerta. Agatha no estaba segura que se trataba de Fred, así que se sentó en cama de él con rapidez y cerró las cortinas para evitar que supieran que estaba ahí de no ser él. La puerta se abrió de golpe.
―Sí, sí ―escuchó la voz de Fred―. Claro que voy a ir a ayudarte con McGonagall, ve adelantando y yo voy a cambiarme de ropa. Te reemplazo en unos minutos, no te preocupes.
Fred cerró la puerta y entró en la habitación. Agatha podía escuchar cómo se movía y arrastraba cosas, abriendo y cerrando su baúl.
― ¿Quién dejó cerrada esta cortina? ―masculló Fred arrastrándola por el riel y abriéndola de par en par.
Lo primero que se encontró fue con la búlgara, con las piernas cruzadas bajo su cuerpo, tenía una sonrisa y una mirada coqueta. Fred saltó de la impresión y se tropezó cayendo en su trasero.
La imagen de Agatha en su cama parecía sacada de un sueño mojado de Ron.
― ¿Por qué no revisas detrás de la cortina al momento de entrar? ―preguntó Agatha― ¿Qué tal si fuera un asesino? Mientras estabas distraído podría haber...
Agatha hizo un movimiento con su muñeca como si estuviera apuñalando a alguien con un cuchillo. Fred abrió la boca y sonrió.
― ¿Qué iba a saber yo que había alguien escondido? ―enunció Fred, quitándose la camisa. Agatha se puso derecha y lo miró directamente a los ojos mientras lo hacía―. ¿Qué trae a Agatha Krum a mi cama?
―Que no se te suba el ego, Veasley ―cantó Agatha, sin quitar la mirada de Fred que buscaba una camisa limpia en su baúl―. Esta es la tercera cama por la que paso hoy y no será la última, ¿es que no has escuchado? Soy una zorra, aparentemente.
La risa de Fred inundó la habitación, seguida de la risa de Agatha.
―Aunque siendo honestos, esta cama es terriblemente pequeña. Si quisieras hacer algo divertido no cabrían dos personas ―refunfuñó Agatha, poniendo una mano a un lado del mullido colchón y ladeando todo su peso en ella.
― ¿Te parece?
Fred, en una acción alífera, gateó por encima del baúl y tomó a Agatha de la cintura deslizándola hasta la cabecera de la cama. La apresó contra el colchón y con la mano libre le acarició el rostro. El corazón de Agatha galopeaba como un caballo desbocado, rozó los labios de Fred con los suyos. Se deshicieron en un beso impaciente, que ambos deseaban desde el día en el pub abandonado y que no habían tenido oportunidad de repetir. Fred era un besador excepcional y Agatha casi suelta un gemido cuando le mordió el labio inferior.
Si Fred seguía besándola así los pantalones de Agatha iban a abandonar el planeta.
La mano de Fred acercó a la chica hasta él y sus dedos la tomaron con fuerza de la parte de atrás de su cuello, apoyando su pulgar en su mejilla. Agatha giró el apoyo de su cuerpo, poniéndose encima de Fred a horcajadas. La cabeza de Fred se estrelló contra la almohada y soltó una risa sorprendida. Agatha lo desmontó y se sentó en el borde izquierdo de la cama para enfriarse.
―Como decía, súper pequeña y podría entrar cualquier persona por la puerta ―confirmó Agatha.
― ¿Qué hubieses hecho si George o Lee entraban?
―Estaba lista para lanzar un confundus y arrojarme por la ventana ―sonrió Agatha, Fred hizo una mueca y asintió.
―Tuvimos suerte que nadie se enteró que era yo el de la fotografía ―dijo Fred, flexionando su brazo detrás de su cabeza. Agatha asintió.
―Al parecer hay ojos y oídos chismosos en Hogwarts ―se lamentó Agatha, acariciando el cabello largo de Fred―. En cualquier momento, todo el mundo va a saber.
― Sí, no me gusta mentirle a George pero no quiero que nadie nos moleste con esto mientras lo descubrimos ―Fred se sentó en la cama, las piernas largas no cabían por completo en el colchón. Se acercó a Agatha y la besó de nuevo ― ¿Quién crees que lo descubra primero?
Agatha miró al techo un segundo pensando en la respuesta.
―Aleksandr. Está estudiándome con mucha dedicación, siento que me respira en la nuca a veces.
―Yo creo que será George, anoche sospechó cuando le dije que no me importaba con quien te estuvieras besando en los pasillos ―contó Fred, con una sonrisa.
―Hay un lugar dónde podríamos tener privacidad ―murmuró Agatha, se mordió el labio y miró a Fred―. Mi habitación, soy una chica así que no tengo compañeros de cuarto, podríamos pasar el rato ahí pero tendrías que hacerte invisible porque dudo que no te vayan a notar deambulando por el barco.
―Ah, pequeña Krum, quieres tenerme solo para ti, ¿eh? ―bromeó Fred, el rubor coloreó las mejillas de Agatha y puso los ojos en blanco.
―Conversaríamos y podríamos...―Agatha apoyó sus manos en el colchón para hablar cerca del pelirrojo, cuando estaba a punto de besarlo, se alejó―, debatir las corrientes mágicas que tuvieron lugar en 1432.
Las comisuras de los labios de Fred ser curvaron en una sonrisa traviesa.
―Sí, claro, obvio y también podría llenarte de tseluvki ―sugirió Fred. Agatha abrió la boca con sorpresa al escuchar la pronunciación en búlgaro casi perfecta de Fred de la palabra "besos".
―No me digas que estás aprendiendo búlgaro, Fred Weasley ―Agatha se subió de nuevo en el regazo Fred y lo miró con interés―. Si me dices otra cosa quizá te recompense.
―Tolkova si krasiva ―la voz grave de Fred Weasley en su oído llamándola hermosa en su idioma natal hizo que el interior de Agatha bullera.
Agatha lo besó tan fuerte que Fred golpeó la cabeza contra la pared ante el impacto. Si hubiese sabido que Agatha tendría esa reacción hubiese empezado hace meses a aprender el idioma eslavo. Sus manos hormonales se deslizaron por la espalda de ella, sosteniéndola mientras sus labios bailaban. Fred estaba viendo fuegos artificiales, si así era besarla solo podía imaginar cómo sería...
Un conjunto de pasos hicieron que el momento se terminara y se separaran, en estado de alerta. Agatha saltó de encima de Fred y él la apresuró a que se escondiera debajo de la cama. Agatha sacó la lengua al pensar en acostarse en el suelo pero era eso o ser descubiertos. Se acostó y Fred se peinó el cabello, regulando su respiración. Agatha observó los pies del gemelo menor cuando entró.
― ¿Por qué tardas tanto? ―vociferó y se detuvo―. ¿Por qué estás tan exaltado? ¿Estabas complaciéndote a ti mismo?
Agatha se cubrió la boca con la mano para no reírse.
―Sí ―mintió Fred con toda naturalidad, agachándose en su baúl para buscar un par de pantalones―. Ya iba de salida.
―Lamento haber arruinado tu diversión, pero ¿por qué no pones "no molestar"?
―Fue improvisado ―se excusó el mayor, dejó caer los pantalones a la vista de Agatha y vistió los limpios con rapidez.
―Te espero en la sala común, por si quieres seguir...
Fred asintió y George dejó la habitación. Cuando Fred se aseguró de que George bajó, se agachó y ayudó a Agatha a levantarse. Agatha se rio y Fred tomó su rostro para besarla.
―En mi habitación nadie entraría ―comentó ella―. Solo tienes que buscar una manera de que nadie te vea y yo te escabullo.
―Bien, sí, creo que sé como hacerlo. Voy a pedir un favor. Ahora tienes que irte porque Lee entrará en cualquier momento.
―Vale, pero primero tengo que pedirte a ti un favor ―Fred la escuchó―. ¿Puedes inundar las habitaciones por mi?
―¿Qué?
―Le dije a Peeves que iba a inundar las habitaciones de los Gryffindor por diversión para que me ayudara a entrar a los dormitorios sin que nadie me viera, si no cumplo no me volverá a ayudar.
―Ag, no creía que fueras una alborotadora ―sonrió el pelirrojo―. Lo haré, no te preocupes.
―Gracias y sigue practicando ese búlgaro, te lo suplico.
Agatha le besó la mejilla y ejecutó su escapada. Fred suspiró y se propuso tragarse todos los libros de búlgaro de la biblioteca.
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