𝟏𝟓 ━ Segunda prueba.
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𝐒𝐄𝐆𝐔𝐍𝐃𝐀 𝐏𝐑𝐔𝐄𝐁𝐀
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El año nuevo empezó para Agatha con la noticia de qué había reprobado Antídotos. No había caído como una sorpresa total porque era la asignatura a la que menos le había prestado atención desde que llegó a Hogwarts. Su atención era acaparada por el torneo y por Fred.
Sin embargo, cuando le entregaron su boletín de calificaciones y leyó la palabra roja junto a la nota de Antídotos «Неприемливо» "Inaceptable", se sintió culpable. Su padre le envió una carta al respecto, no dijo que estaba molesto con ella. En cambio, le dijo que estaba desperdiciando su potencial y que estaba decepcionado. Todo el mundo sabe que qué te digan que están decepcionados es peor que te digan que están molestos. Se había esforzado para enmendarlo, por fortuna y a pesar de algunos traspiés, había podido aprobar con un "tolerable", no era perfecto pero había sido una mejoría.
Por otro lado, Viktor no necesitó su ayuda para resolver el enigma del huevo de oro. Era una canción simple y le dio sentido con facilidad. Dedujo que se refería a criaturas marinas debajo del lago. El objetivo era recuperar algo que le robarían, algo valioso y de importancia.
― ¿Qué crees que sea? ―le preguntó Agatha apenas se lo dijo, la tarde después del examen de antídotos.
―No lo sé. ¿El reloj familiar? ¿Mi escoba?
―A lo mejor, pero ¿meterte en el lago por un reloj o una escoba? No sé, suena demasiado banal ―dijo Agatha haciendo una mueca.
―Lo que sea, no será problema recuperarlo ―aseguró Viktor, le apretó el hombro a su hermana y sonrió.
―Por lo menos has estado nadando, será útil. ¿Y el límite de tiempo? ―cuestionó la de ojos azules.
―Karkarov me ha estado enseñando animagia, será más que suficiente.
Agatha asintió y se alivió al saber que Viktor ya contaba con un plan bien formado. Era una preocupación menos para ella.
Al igual como había sucedido en la primera prueba, Karkarov le prohibió a Agatha ver a su hermano antes del evento, lo cual la enfurecía y la hacía sentir inútil. Aleksandr también estaba perdido en acción dejando a Agatha sola el día antes de la segunda prueba con sus pensamientos y para afrontar sus preocupaciones.
Todo ese día se la pasó en el bosque. Lo recorrió buscando tranquilidad acompañada solo de su ballesta y el carcaj colgando de su cadera y ajustado a su muslo. Los caminos serpenteantes la confundían y la mantenían alerta, la soledad le clarificaba los pensamientos.
Agatha también estaba lidiando con sus emociones hacia Fred Weasley. Desde el día del barco no podía evitar soñar con él casi todas las noches. Había llenado demasiadas páginas de su nuevo diario con Fred, era imposible no hacerlo si él era protagonista de la mayoría de los sueños que ella registraba. Cada día desde el baile era más difícil en ese aspecto porque lo que más quería hacer era decírselo. Pero ¿qué haría después? Primero, no sabía si sus sentimientos eran correspondidos. Había una posibilidad que él no sintiera lo mismo, ¿y entonces qué? Segundo, si sí eran correspondidos, él estaba con Angelina y entonces todo el mundo pensaría de Agatha como una rompe hogares. Fred Weasley le gustaba tanto que le molestaba. Se sentía como esa primera noche en el barco donde casi no había podido dormir pensando en él o como se escondió en diciembre para no tener que verlo.
Por su mente, cada hora se repetía el recuerdo de cuando casi se besan. No importaba cuantas veces lo revisitaba siempre se sonrojaba como una tonta. Habían estado tan cerca de hacerlo que Agatha aún estaba impresionada con su muestra de fuerza de voluntad. Agatha no volvería a mostrar tal autocontrol de nuevo, estaba segura de eso.
Quería poder decírselo a alguien, que alguien le diera algún consejo. Le daba vergüenza decírselo a Viktor porque él estaba muy ocupado con el Torneo y además, ella creía que él no merecía saberlo porque Viktor no le había dicho a ella que le gustaba Hermione, aunque era increíblemente obvio. Aleksandr por otro lado, no era partidario de la monogamia y estaba segura que le diría que saliera con Fred y Angelina, lo cual no era un buen consejo. Deseaba hablar con su prima Svetlana, ella sabría qué decir, era muy buena con eso. Tal vez debería escribirle.
Supo que tenía que salir del bosque cuando se hizo demasiado oscuro para ver por donde pisaba y se tuvo que esconder del semi-gigante del guardabosque detrás de un árbol. No quería tener que explicarse por qué estaba en el bosque a esas horas. Guardó su ballesta en el barco, se la confiscarían si la vieran con ella en el castillo. Se encaminó a buscar algún aperitivo en el gran comedor y a escribirle la carta Svetlana.
Se sentó en la mesa de Slytherin y sacó una pluma y un pedazo de pergamino de la chaqueta para empezar a redactar. De un plato tomó algunas palmiers azucaradas y empezó a escribir. Tratando en concentrarse en poder expresarse bien, escuchaba con desdén como el pequeño rubio de Draco Malfoy se jactaba que el ministro había invitado a su familia a su tribuna el día del mundial de quidditch. Agatha se guardó la carta para llevarla a la lechucería esa misma noche.
― ¿Sí sabes que el balcón del ministro es posiblemente la peor vista del partido, no? ―dijo ella, dedicándole una mirada divertida. Malfoy se puso más pálido de lo que ya era cuando escuchó la voz de la búlgara―. La visibilidad es limitada, te pierdes detalles técnicos importantes y estás rodeado de gente tan estirada, incapaz de soltar un grito de júbilo cuando su equipo favorito logra un gol. Así no se disfruta un partido.
Agatha se encogió de hombros y se puso de pie para irse. Cuando se marchaba escuchó como Draco dijo:
―Se cree la gran cosa y solo vive bajo la sombra de Viktor. Ni siquiera sé porque la dejaron asistir a Durmstrang.
Agatha se devolvió, acalorada y se plantó frente al platinado. La sonrisa presumida de Draco cayó de su rostro. De repente no era tan valiente.
― ¿Puedes decirme eso a la cara? ―escupió ella atravesando el alma de Malfoy con su mirada. Draco balbuceó algo pero no fue capaz de decirlo de nuevo―. Eso pensé. La próxima vez que quieras decir algo, asegúrate que sea en voz alta.
Anton, que estaba también en la mesa, le dedicó una mirada de desagrado al rubiecito y algunos Slytherin se rieron ante el temor que Agatha había infundido en Malfoy. La chica le dedicó una sonrisa falsa sin mostrar los dientes, y abandonó el comedor. No iba a permitir que nadie dijera cosas a sus espaldas y mucho menos un niñito de catorce años.
Agatha se encaminó por el vestíbulo, trazando en su mente la trayectoria que tenía que recorrer para enviar la carta. Mientras caminaba con determinación, dos voces complementarias la interceptaron.
―Agatha Krum.
― ¿Qué haces por aquí?
―A esta hora.
―De este día.
―Sola.
―Y sin compañía.
Fred y George Weasley caminaban en sincronía, el segundo cargando su maletín de apuestas. Agatha sonrió al verlos. Ellos la devolvieron sin dificultad.
―Ahora mismo, acabo de amenazar a un niño de catorce años. Una manera tranquila de terminar la noche, me parece ―bromeó, mirándolos a ambos.
― ¡Ah, por supuesto! ―exclamó George―. Veo que pensamos igual, pequeña Krum. Yo mismo iba a aterrorizar un grupo de niños que no nos han pagado. ¿Puedes creerlo?
― Los niños de ahora...― dijo Fred sacudiendo su cabeza en gesto de decepción. Agatha lo imitó y soltó una risa.
― ¿Qué tal va su cabina de apuestas? ―inquirió la chica con curiosidad.
George abrió los pestillos del maletín y Agatha lo observó con atención. Las monedas estaban ordenadas por valor en el fondo junto a las papeletas de los apostadores. La tapa era también una pizarra con las estadísticas y las probabilidades.
―Tu hermano está primero, por supuesto, pero si quieres mi opinión, Cedric tiene buenas posibilidades ―sonrió Fred.
―Nunca apostaría contra mi hermano, Fred. Pensé que ya lo sabías ―dijo ella con confianza.
― Él no es Fred, yo lo soy. Guau, Agatha, esperaba más de ti ―dijo George con fingido enfado.
―No funcionará pero agradezco que lo hayas intentado, George ―Agatha emitió una risita mirando con complicidad a Fred que ya lo había intentado antes.
―Un día, te confundiremos y no te sentirás tan ingeniosa ―aseguró Fred.
Agatha volvió a reírse.
―Lo esperaré con ansias, Weasleys.
― ¿Adónde ibas? ―preguntó Fred dándose cuenta que ella no tenía intenciones de ir al barco.
―A la lechucería, necesito enviar una carta.
― Después de las ocho me temo que no se puede ir a la lechucería porque está muy oscuro para andar por ahí. Pero Freddie aquí, podría acompañarte, él conoce los pasadizos secretos para escabullirse ―dijo George con una sonrisa―. Voy a cobrarles a los condenados niños. Te veo luego, Ag.
George le dio unos golpecitos en la cabeza de Agatha con cariño como si ella fuera una mascota y se fue dando largas zancadas al comedor. Agatha no lo vio pero mientras se iba le hizo una seña con el pulgar arriba seguido de un gran guiño del ojo a Fred. Fred negó con la cabeza.
―No tienes que hacerlo si no quieres, yo puedo ir rápido ―dijo ella pensando que el gesto de Fred se debía a que no quería acompañarla.
―No, no, sí quiero ―se apresuró a decir Fred―, claro que sí. George tiene razón, está demasiado oscuro para andar por ahí sola. Y conmigo es más difícil que nos atrapen.
Agatha asintió con una sonrisa y empezaron a andar. Fred no decía nada y Agatha tampoco. Sorteaban los largos pasillos con facilidad ya que no había tantos estudiantes. Fred estaba llevando una lucha interna. ¿Debería decirle ya que Angelina y él habían terminado? ¿O iba a ser muy obvio? Agatha por otro lado, estaba buscando un tema correcto para conversar sobre algo, cualquier cosa. ¿El clima? ¿Los deberes del colegio? ¿Qué casi se besan? ¿Qué quería hacerlo?
―La carta debe ser muy importante si no puede esperar hasta mañana ―comentó casual Fred, dedicándole una mirada a Agatha.
―Sí, es para mi prima Svetlana, necesito su consejo en algo importante. Creo que es la única que puede ayudarme ―expresó Agatha.
―Oh, si necesitas ayuda con algo, estoy aquí.
«No creo que puedas ayudarme a decidir si besarte y arruinar tu vida, Fred Weasley» ―pensó Agatha soltando un suspiro.
―Gracias, lo tendré en cuenta ―respondió Agatha.
― ¿Te gustaron los productos?
― ¡Me fascinan! He hecho que varios de mi curso sangren profusamente con los turrones ―se rió ella―, y usé un caramelo de la fiebre para saltarme una clase de Historia. Mis amigos de Durmstrang están muy impresionados con sus creaciones, no me sorprendería que hagan un pedido grande para llevar a casa. Estoy guardando los petardos para una buena ocasión.
―Me gusta que te gusten ―le sonrió Fred. Ya estaban subiendo las escaleras que daban a la lechucería.
Cuando llegaron, Agatha eligió una lechuza, con cuidado le ajustó la carta a la patita y la mandó fuera. El ave grisácea aleteó con fiereza y despegó sin dificultad para perderse en la noche oscura. Salieron de la lechucería y mientras paseaban por la torre del reloj, Fred se detuvo detrás de Agatha. Ella lo notó e igualmente se volteó y se frenó.
― ¿Qué sucede? ―preguntó ella, sonriendo.
Fred estaba a punto de gritarle que había terminado con Angelina. Solo para que ella lo supiera. Quizá también estaba a punto de gritarle que le gustaba muchísimo. Quizá también estaba a punto de alzarla en sus brazos y besarla tanto que olvidara su nombre. Pero supo que eso lo haría parecer un loco y probablemente, Agatha no lo querría ver nunca más. Agatha le dedicó una mirada que lo licuó, era tierna pero también seductora y traviesa. Le dio escalofríos.
―Mierda, Agatha, no me mires así.
― ¿Cómo? ―se rió ella.
El rostro de Fred palideció al darse cuenta de que lo había dicho en voz alta. Ella seguía sonriendo. Agradeció la oscuridad para que Agatha no notara sus mejillas ardientes.
― ¿Cómo no quieres que te mire? ―cuestionó de nuevo la búlgara con una sonrisa imborrable en sus labios.
Fred no respondió a la pregunta, en cambio preguntó rápido: ―Ag, ¿qué harás el sábado?
―Nada, creo, tengo asignaciones de Aritmancia pero aparte de eso, nada. ¿Por qué?
―Me preguntaba si querías acompañarme a Hogsmeade. Quería ir a Zonko's a ver si habían traído productos nuevos y George estará ocupado ―mintió Fred.
Fred quería invitarla a salir, pero no sabía por qué sus palabras no se lo permitían. Estaba increíblemente nervioso y estaba seguro de que si se viera a sí mismo en tercera persona sería un objetivo de sus burlas. Era injusto lo que Agatha hacía con él, indiferentemente que no fuera intencional.
Agatha sopesó sus palabras por un segundo y cuando iba a aceptar, unos pasos lentos empezaron a escucharse en el principio del pasillo. La profesora McGonagall caminaba con serenidad hacia la pareja, vestía una túnica esmeralda y tenía el cabello sujeto en un moño.
―Señorita Krum, señor Weasley, ¿qué hacen rondando por aquí? Ya es hora de ir a la cama.
Agatha y Fred se miraron. Fred tuvo más ingenio.
―Fortaleciendo el vínculo entre escuelas, profesora McGonagall. La señorita Krum y yo estábamos conversando sobre posibles uniones intercolegiales con el propósito de expandir nuestros conocimientos ―Fred pronunciaba un montón de palabras, inventadas al momento. Agatha intentó mantener un comportamiento serio para corroborar la historia de Fred pero tenía muchas ganas de reírse―. La señorita Krum me estaba comentando sus logros académicos.
― ¿Es eso cierto, señorita Krum? ―Agatha supo que la profesora no le creía a Fred por la manera que miraba por encima de sus lentes de marco de metal.
―Sí, señora, el señor Weasley me estaba indicando los beneficios educativos de Hogwarts. Una materia muy interesante para debatir.
Fred también ahogó una risa.
―Bien. No es apropiado andar de noche por estos lados, señorita Krum. Sin embargo, me alegro haberme topado con usted. ¿Podría acompañarme a mi despacho, por favor?
―Por supuesto ―Agatha miró a Fred, sus ojos estaban brillando con complicidad. Le dedicó una sonrisa diplomática y estrechó su mano con seriedad―. Nos vemos el sábado para continuar nuestra discusión, señor Weasley.
―Es una cita, señorita Krum ―Fred devolvió el estrechamiento de mano y una risa grave casi se cuela por su garganta. Asintió su cabeza como había visto a Percy hacerlo antes.
Agatha siguió a la profesora McGonagall y se alejó, no sin antes dedicarle un guiño a Fred.
El paseo con la profesora McGonagall hasta su despacho fue silencioso. La puerta del mismo estaba entreabierta y la luz de una chimenea se filtraba hacia fuera. La mujer empujó la puerta y Agatha se encontró con la directora de Beauxbatons junto a una niña pequeña de no más de ocho años y con la pareja de baile de Cedric, la muchacha asiática, al igual que con el director de Hogwarts. La entrada de Agatha y la profesora atrajeron las miradas.
―Buenas noches, señorita Krum ―pronunció Dumbledore con amabilidad―, le ruego tome asiento.
― ¿Estoy en problemas? ―preguntó Agatha tomando asiento junto a la pareja de Cedric.
―Al contrario, esperaremos que el señor Weasley se una a nosotros para informarles la razón de que los haya convocado aquí.
Agatha internamente se preguntó a cuál de todos los señores Weasley se refería el anciana. La chimenea era cálida y la mirada de la chica asiática se detenía seguido en Agatha. La niña le susurraba cosas en francés a su directora con curiosidad. Seguramente le estaba preguntando cuando se irían a dormir, ya era algo tarde.
―Mucho gusto, Agatha. Soy Cho Chang ―la chica asiática extendió su mano para sacudirla con la de la búlgara. Agatha sonrió con gentileza y la agitó―. Creo que no nos habíamos presentado oficialmente.
―Creo que no ―Agatha soltó una risa―. ¿Eres amiga de Cedric, no?
Cho se sonrojó y Agatha supo que quizá eran un poco más que amigos.
―Sí, algo así ―dijo ella, algo tímida.
La puerta volvió a abrirse para revelar a Ron Weasley y la profesora McGonagall le indicó que también se sentara. El único asiento disponible era junto a Agatha, Ron se sentó con nerviosismo.
―Me imagino estarán deseosos de saber qué los ha traído aquí. En el alba de la segunda prueba, los campeones tendrán la misión de recuperar algo valioso del Lago Negro como ya estoy seguro que ustedes saben ―explicó el profesor Dumbledore. Agatha escuchó con atención y asintió―, están aquí, porque para los campeones no hay nada más valioso que ustedes ―Agatha adivinó qué iba a pasar―. Ustedes serán lo que los campeones tendrán que recuperar. No se preocupen, estarán bajo un profundo sueño del cual despertarán apenas rompan la superficie del lago al ser rescatados.
Nadie dijo nada. Agatha se mordió el labio y dejó salir sus inquietudes. Todos se fijaron en ella cuando fue la única que habló.
― ¿Eso es seguro? ―inquirió observando al profesor Dumbledore―. Según me han dicho, hay un calamar gigante viviendo debajo del lago. Ella es solo una niña ―señaló a la pequeña rubia con la mano. Lo preguntaba más por la hermana de Fleur que por sí misma―. ¿Qué pasaría si nuestro campeón no pudiera llegar hasta nosotros? Discúlpeme, señor, no me apetece ir a dormir junto a los peces.
―Muy buenas preguntas, señorita Krum ―concedió el barbudo―. El calamar gigante es inofensivo para los humanos, al igual que las sirenas y tritones, mientras no se les ataque. En el caso de que alguno de los campeones tenga problemas para encontrarlos serán recuperados por un miembro del ministerio en el menor tiempo posible.
A Agatha no le encantaba la idea de ahogarse pero no tenía otra alternativa sino obedecer al profesor.
Uno a uno, los profesores fueron durmiendo a lo más preciado de los campeones. Agatha fue la última, observó la tranquilidad de un Ron profundamente dormido y le dio gracia, nunca pensó que pudiera estar tan relajado junto a ella. Cuando se puso enfrente de la profesora McGonagall, ésta, con una sonrisa tranquilizadora, agitó su varita y después Agatha no vio nada más.
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Lo primero que vio Agatha al abrir los ojos fue a un gran tiburón blanco junto a ella.
Luego sintió como mil astillas se incrustaban en su piel, rompiéndola y haciéndola temblar. Sentía hasta los huesos fríos. Aspiró con dureza mientras tragaba y escupía agua. Intentaba mantenerse a flote en medio del caos de sus sensaciones y movía sus brazos con rapidez. El tiburón también tenía brazos y la ayudaba a mantener la cabeza fuera del agua.
El pelo oscuro se había vuelto una almohada pesada en su cara y le dificultaba ver más allá del tiburón. Sus oídos zumbaban y no podía pensar en nada más sino en las agujas que se le clavaban en la piel. El viento le quemaba la cara mojada. El tiburón ya no era un tiburón, había sido reemplazado por su hermano mayor.
―Respira, Aggie, estoy aquí ―le dijo, retirando con las manos la cortina de cabello del rostro de Agatha para verla.
Despertar de su sueño encantado había hecho que sus sentidos se amplificaran, haciendo que el frío del agua causara en ella sensaciones que no había sentido hace mucho tiempo. Estaba temblando. Y darse cuenta que no había nada puntiagudo clavándosele en la piel sino que era la misma agua congelada, hizo que le diera risa. Soltó una carcajada ahogada por el agua y Viktor la sostuvo con fuerza mientras nadaba a la plataforma que habían predispuesto para los observadores del evento. Los vítores se escuchaban lejanos por el agua en sus oídos. Agatha jadeaba gracias al esfuerzo físico que estaba haciendo. Viktor no la soltaba y estaba enfocado a sacarla del lago y ponerla a salvo.
Viktor subió a su hermana en la superficie plana de la tribuna, velozmente la envolvieron en una manta gruesa y la llenaron de atención. La enfermera de Hogwarts seguía repitiendo que ya estaba bien. Agatha le tendió la mano a su hermano para ayudarlo a subir. A Viktor lo envolvieron también pero se retiró la frazada para dársela a Agatha.
― ¿Qué es esto? ¿Mi hermana temblando? ―Viktor soltó una risa gutural y Agatha entre jadeos también se rio.
Agatha iba a responder algo mordaz pero la enfermera le metió a la fuerza una cucharada de poción en la boca. Agatha casi se atraganta. La poción hizo que su cuerpo se calentara al instante, causando que un gran humarada saliera de sus orejas. Viktor también tomó de la poción con los mismos efectos que tuvo en Agatha.
Karkarov se acercó dando movimientos bruscos y casi hace que Agatha cayera de nuevo al lago, porque todo su atención la tenía Viktor. Mientras Agatha se calentaba, empezó deshacerse de capas de ropa, todo estaba empapado y el calor y el frio la estremecían. Vio como Cedric estaba fuera del agua junto a Cho. También estaba Fleur pero la niña no estaba en ningún lado. Agatha se preocupó cuando advirtió el comportamiento de Fleur y de sus compañeros. La abrazaban y la consolaban mientras Fleur soltaba sollozos desesperados.
―Llegué de segundo ―le informó Viktor ayudando a Agatha a ponerse de pie―. Fleur no pudo completar la prueba. La atacaron los grindylows. Su hermana sigue abajo.
Agatha soltó una maldición en voz baja y entendió el desespero. El situación , aunque beneficiosa para Viktor, no le producía felicidad.
― ¿Y Harry? ¿Lo viste mientras estabas abajo? ―preguntó Agatha quitándose las mantas pesadas.
―Él llegó antes que yo. No sé porqué sigue abajo ―Viktor le dedicó una mirada ceñuda con un asomo de preocupación.
Se sintieron como mil años lo que tuvieron que esperar para que alguien rompiera la superficie del agua. El cabello rojo de Ron Weasley fue lo primero que todos observaron emerger, seguido de la niña francesa. El corazón de Agatha saltó de alivio a pesar de que no había ningún rastro de Harry. Ron nadó con mucho esfuerzo arrastrando a la niña a la plataforma. Fleur soltó un grito ahogado y salió corriendo para ayudarlos a subir. Al no haber señales de Harry, Agatha se impacientó.
De un momento a otro, Harry Potter salió de un salto de la masa de agua y cayó en la plataforma principal. Lo recibieron con aclamaciones y también lo cubrieron con la manta, tal como lo habían hecho con Agatha. Harry pudo haber sido el primero en llegar pero había decidido rescatar a la hermana de Fleur, aun cuando no era su responsabilidad. Agatha sintió un gran respeto por el niño que vivió, seguido de una molestia inmensa porque seguramente le iban a recompensar por ello.
― ¿Estás bien? ―una voz grave preguntó detrás de ella.
Agatha volteó para encontrarse con Fred Weasley. La miraba con preocupación y casi no le prestaba atención a su propio hermano que acababa de salir del lago.
―Sí, el agua está un poco menos tibia de lo que pensé ―dijo ella sonriendo. Fred rio―. Ve a revisar a tu hermano, Fred. Te necesita más que yo.
― ¿Quién? ―preguntó Fred frunciendo el cejo― ¡Ah, Ron! Claro, sí. Avísame si necesitas que te ayude en entrar en calor.
Fred le hizo una mueca juguetona a Agatha y se fue hacia Ron. Agatha no podía creerlo y un rubor escarlata se le subió a las mejillas de inmediato.
El ministro Ludo Bagman sacó a Agatha de sus sucios pensamientos y su voz resonó en todo el lago. Las ovaciones se extinguieron. El ministro explicó que se darían las puntuaciones basadas en lo que le había dicho la jefa de las sirenas, el máximo de puntos que se podía dar eran cincuenta puntos. Fleur obtuvo veinticinco ya que no pudo concluir la prueba. Los franceses aplaudieron de igual manera. Cedric obtuvo cuarenta y siete puntos al ser el primero en llegar usando el casco-burbuja. Los gritos victoriosos retumbaron el lugar. Cho y Cedric se miraron complacidos.
―El señor Viktor Krum ha utilizado una forma de transformación incompleta, que sin embargo dio buen resultado, y ha sido el segundo el volver con su rescatada. Le concedemos cuarenta puntos.
Agatha miró a su hermano y él se encogió de hombros. Karkarov aplaudió arrogante.
Sucedió lo que Agatha previó. A Harry Potter le otorgaron cuarenta y cinco puntos por su altura moral, a pesar de que se había pasado de la hora. Agatha debía admitir que Harry se lo merecía pero chasqueó la lengua con fastidio porque había desplazado a su hermano al tercer puesto. Aplaudió por pura cortesía. Viktor, a su lado, no se veía nada contento.
―La tercera ―anunció el regordete ministro― y última prueba tendrá lugar al anochecer del día veinticuatro de junio. A los campeones se les notificará en qué consiste justo un mes antes. Gracias a todos por el apoyo que les brindaron.
Viktor escupió una grosería en búlgaro con desdén.
―Tranquilo, Vik ―le dijo Agatha, poniéndole una mano en el hombro―. Ya lo alcanzarás en la tercera prueba.
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