𝟏𝟒 ━ Ruptura.
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𝐑𝐔𝐏𝐓𝐔𝐑𝐀
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Los principios de enero fueron una tortura para Fred Weasley. Tener una pizca de comprensión de que estaba enamorado de Agatha lo había puesto de cabeza. Había dejado que pasara el primer mes del año (que se sintió como una eternidad) para estar seguro de sus sentimientos. Sentimientos que eran confirmados cada vez que veía a la chica, no cabía duda de que era cierto. Lo cual lo llevó a tener que poner sus asuntos en orden, poniendo como prioridad terminar con Angelina. En su cabeza ya lo había hecho pero no había encontrado un momento apropiado para decírselo. Todo era tan complicado.
Lo único que mantenía su mente lejos de la sombra de culpabilidad que se cernía sobre él era lo afanado que estaba con Sortilegios Weasley. Las ventas se habían disparado tanto que apenas podían cubrir la demanda. Los gemelos habían empezado a hablar seriamente sobre la tienda y ya tenían una lista de posibles locaciones. Por lo menos eso iba en marcha.
Esos días no veía mucho a Agatha ni a Angelina. A la primera porque sus exámenes avanzados la mantenían ocupada, lo cual agradecía porque verla era un recordatorio de la mala persona que se sentía. Mientras que a la segunda solo la veía en las clases que él decidía tomar, las cuales no eran muchas ya que el negocio consumía toda su atención.
Fue una tarde al final de enero cuando Fred llegó a su punto de quiebre y se dio cuenta de que no tenía sentido seguir posponiendo lo inevitable.
Agatha estaba sentada sola en la punta de la mesa de Slytherin, regado a su alrededor un montón de pergaminos y anotaciones, al igual que frascos pequeños de vidrio. Escribía con trazos delicados en una libreta encuadernada y musitaba para ella misma. De vez en cuando se detenía y se apretaba el puente de la nariz. Fred tenía demasiado tiempo observándola desde la mesa de Gryffindor mientras George repasaba la cantidad de pastillas vomitivas que tenían disponibles. Agatha ya estaba allí cuando ellos llegaron y estaba tan absorta en sus deberes que no se había dado cuenta de que estaba mirándola. No podía dejar de hacerlo y no podía dejar de sentir el fantasma del cosquilleo de sus labios en su mejilla aunque ya había pasado más de un mes.
― ¿Crees que debamos triplicar la cantidad? Esta semana estos bebés prácticamente volaron de nuestras manos ―dijo George haciendo anotaciones de fecha de producción en los paquetes llamativos de las pastillas.
―Sí, me parece bien ―concordó Fred, volviendo su vista por primera vez en un buen rato a la lista de inventario que llevaba George―. Triplicamos las vomitivas y duplicamos los chocolates rompedientes, también se están vendiendo bien.
―Me gusta como piensas, Freddie. Voy a anotarlo por acá ―George consiguió un pedazo vacío en el pergamino y anotó una lista de quehaceres. Luego miró a la mesa de Slytherin para dar con la búlgara―. Está partiéndose la cabeza, ¿eh? Tengo tiempo que no veo que le hables ¿se han peleado? ―inquirió George, guardando los productos dentro del maletín Weasley.
―No, sólo hemos estado ocupados con nuestras cosas.
―Ajá.
― ¿Qué?
―Freddie, a veces olvidas que prácticamente somos la misma persona en dos cuerpos diferentes y no necesito ser muy perceptivo para darme cuenta de lo que está pasando.
― ¿Qué se supone que significa eso? ―Fred se rio. George le hizo un movimiento de cejas sugerente. Fred no podía ocultarle nada a su hermano― ¿Desde hace cuánto lo sabes?
―Déjame ver, pues, desde que te encontré con su capa y te escuché decir su nombre mientras dormías. Qué vergüenza, por cierto ―dijo el gemelo menor con una mirada traviesa.
― ¿Dije su nombre? ―Fred afincó los codos en la mesa y escondió su rostro en las manos.
―Múltiple veces, sí. Creo que hasta Lee te escuchó ―comentó George con una risa casi escapando de sus labios―. Pero no es como si te culpara ¿Qué piensas hacer al respecto?
―Enfrentarlo. No tengo otra opción. Cada vez que la veo me siento como la primera vez que probamos los bombones desmayo, ¿recuerdas? Como si estuviera a punto de hacer combustión espontánea, y no sé cuánto tiempo más pueda soportarlo ―Fred estaba hablando casi en un susurro y George lo escuchaba con atención.
―Pues si te sientes así tendrás que hacérselo saber. No te preocupes, estaré aquí para ti para recoger los pedazos cuando te rechace ―bufoneó George pero Fred sintió un aguijonazo en el estómago. George le dio unas palmadas en el hombro a Fred en señal de fraternidad y se puso el maletín bajo el brazo para levantarse―. Ve a preguntarle si necesita ayuda y me alcanzas en la mesa de los Hufflepuff, voy a entregar unas orejas extensibles. Si haces combustión estaré listo para apagarte, Freddie.
Fred tuvo que reunir valor para levantarse de la mesa de los leones. Agatha no se dio cuenta cuando Fred se paró detrás de ella. Fred observó por encima de sus rizos suaves los pergaminos que escribía. Todos estaban en una cursiva cirílica ininteligible. Agatha había tomado notas hasta en los bordes. La pluma de cristal se deslizaba casi por sí sola para consumir cualquier espacio vacío.
― ¿Escribes cartas de amor? ―Agatha saltó cuando escuchó la voz del pelirrojo. La mano se le resbaló e hizo un manchón en sus notas.
― Si por cartas de amor te refieres a una fórmula imposible de descifrar, entonces sí, Fred ―movió su varita para limpiar la tinta derramada.
―Me siento ofendido, no soy Fred, soy George ―respondió él con total seguridad.
Agatha rio por la nariz y rodó los ojos. Fred tomó el asiento junto a ella con las piernas a cada lado del banco.
―Te tomará más trabajo convencerme de que eres George que solo decirlo.
―Ni nuestra propia madre sabe diferenciarnos, Ag, ¿por qué crees que tú si puedes? ―sonrió Fred, apoyó su barbilla en la palma de la mano y le dedicó una mirada inocente.
―Tu nariz es diferente a la de George. Al igual que tus ojos cuando me miras. Y tú no tienes un lunar ―Agatha posó uno de sus delgados dedos en la parte descubierta del cuello de Fred en donde estaría el lunar de George. Fred se tensó ― No es tan difícil, solo tienes que mirar bien.
―Si tú lo dices―la boca de Fred se curvó en una sonrisilla y cambió rápidamente de tema―. ¿Qué es todo esto?
Agatha arrastró su varita de arce por las páginas a su alrededor y las letras se empezaron a transformar en alfabeto latino pero aun así no tuvieron sentido para Fred. La información que contenía eran un montón de fórmulas, cantidades, ingredientes, pesos, nomenclaturas e instrucciones poco claras.
― Reprobé antídotos ―confesó Agatha masajeándose la sien con los dedos―. Y como si fuera poco, mi padre es medimago por lo que, naturalmente, es su asignatura favorita así que puedo esperar un vociferador en cualquier momento.
― ¿Antídotos? ¿Es como pociones?
―Sí, podría decirse, quizá un poco más avanzado y especializado en el tratamiento, anulación o cura de venenos poderosos. Se supone que la segunda semana de febrero podré tomar la prueba de nuevo pero no sé si puedo memorizar todo este desastre.
―No dejes que mi cara bonita te engañe, soy excepcional en pociones. Quizá podría ayudarte ―propuso Fred, intentando darle sentido al pie de las páginas de la chica.
― ¿Ah, sí? No me lo hubiera imaginado ―Agatha sonrió, ordenando las hojas―. Te lo agradezco pero no quiero quitarte el valioso tiempo que puedes invertir en tu negocio exitoso.
Fred miró a Agatha para darse cuenta que ella no despegaba la mirada de él, cómo si pensara intensamente en algo. Sus ojos azules lo traspasaban intentando descifrarlo, como si su cara fuera tan complicada como las fórmulas de los antídotos. A Fred le invadió el pánico. ¿Acaso ella lo sabía? ¿Qué estaba enamorado de ella?
― ¿Qué pasa?
―Nada, solo que hace varios días que no conversábamos. Has estado ocupado, me imagino. Lee me dijo la semana pasada que las ventas están mejor que nunca. Me alegra muchísimo ―una sonrisa cálida armonizó con los ojos azules de Agatha y con cuidado, puso una mano de manera cariñosa en el brazo de Fred.
―Sí, sí, va muy bien. Te armaré una cesta de cortesía para que pruebes los productos por ti misma ―le aseguró Fred―. Imagina la publicidad que tendríamos si ven a Agatha Krum con nuestros productos.
―Eso me gustaría, Frred Veasley. Te recomendaré con todos mis conocidos por el módico precio de doscientos cincuenta galeones ―dijo ella con un presumido encogimiento de hombros seguido de una risita burlesca.
Fred emitió una carcajada pero su corazón saltó un poco cuando Agatha pronunció su nombre completo. Cuando deseó beber el acento de ella directamente de su boca, se lamió los labios y supo que no podría soportar ni un segundo más de la presencia embriagadora de Agatha. Desvió la mirada y divisó a George que estaba listo para irse.
―Bueno, tengo que irme ―se apresuró a decir poniéndose de pie―. Tengo que ponerme al día con los pedidos.
―Avísame si necesitas ayuda. Y por favor, no te atrevas a desaparecer―Agatha lo amenazó con una fingida mirada de regaño.
―No lo haré, lo prometo.
Agatha se despidió con un guiño y Fred abandonó el gran comedor como un bólido, seguido a duras penas por George. Sin detenerse ni hablar pasó por el agujero del retrato que daba a la sala común de Gryffindor y no se detuvo ahí. Siguió subiendo hasta dejarse caer en su cama mirando al techo. Lee se extrañó ante el anormal silencio de los gemelos, especialmente el de Fred.
Fred se quedó quieto unos minutos analizando todas las decisiones que había tomado hasta el momento y todas las que no. Tenía que terminar ese mismo día con Angelina porque no sabía cuánto tiempo le quedaba hasta que la gente se diera cuenta de que Agatha era lo único que ocupaba sus pensamientos. ¿Por qué el universo tuvo que elegir el peor momento posible para presentarle a Agatha? Todo ese tiempo en donde no tuvo ningún compromiso y justamente cuando lo había hecho, había decidido arrojarle a Agatha y hacer que se enamorara perdidamente.
― ¿Problemas con SW? ―cuestionó Lee después de un rato.
―No, todo bien. Solo está teniendo una pequeña crisis existencial, nada fuera de lo común ―dijo George.
Cuando Angelina tuvo una hora libre, Fred se encontró con ella en la sala común. Ella le regaló un abrazo rápido y una sonrisa ladina, no andaba con Alicia como siempre por lo que el trabajo del pelirrojo fue un poco más fácil. Fred y Angelina hablaron al mismo tiempo.
―Tú primero ―dijo la morena con una sonrisa.
― ¿Podemos conversar aquí hoy en la noche, después que todos se hayan ido a la cama? Tengo algo importante que decirte.
―Es exactamente lo mismo que te iba a decir. Está bien. Tengo que ir a Transformaciones así que nos vemos en la noche.
Fred estaba solo en la sala común, lo único que lo acompañaba era el crujido de la leña de la chimenea. Repasaba lo que le diría a Angelina con sumo cuidado, sabía que tenía que decirle toda la verdad. Hasta lo que casi había sucedido en el barco. Su corazón se estrujó en su pecho al pensar en que Angelina lloraría y también se había preparado para los posibles golpes que ella le daría. Por la mente se le cruzó la ida de haberle pedido ayuda a George y que éste tomara su lugar, pero sabía que eso lo haría peor persona de lo que ya era. Tenía que hacerlo él mismo.
Angelina llegó veinte minutos después. Fred le sonrió y ella se sentó frente a él en la alfombra. Les tomó unos minutos poder hablar. Fred tomó una gran bocanada de aire antes de empezar.
― Gracias por venir, Angie ―dijo él pasando su mano por el cabello largo y naranja― Te pedí que habláramos porque...desde hace un tiempo tengo sentimientos encontrados y quería que lo supieras. Eres una gran amiga y estoy agradecido de tenerte en mi vida por lo que quiero conservarte en ella pero no creo que podamos seguir juntos. Me refiero, tú sabes, como pareja.
Angelina se quedó quieta un momento con los ojos oscuros clavados en la leña que se ennegrecía bajo el calor de las llamas. No miró a Fred por lo que el gemelo se puso nervioso. La morena seguía sin mediar palabra mordiendo con insistencia la uña de su pulgar.
― ¿Qué sentimientos? ―preguntó por fin mirándolo a los ojos.
Fred tragó saliva con dificultad. Sentía la boca extremadamente seca: ― Estoy enamorado de alguien más. No fue mi intención, las cosas empezaron a desbordarse hasta que no pude controlarlo más.
―Agatha ―dijo ella, mordiéndose el interior de la mejilla. No se trataba de una pregunta. Angelina suspiró y concluyó―. Lo sé.
― ¿Lo sabes? ―preguntó el pelirrojo con incredulidad.
―Sí, lo supe el día que jugamos quidditch con ella. Pensé que te gustaba cómo le gustaba a todo el mundo pero la manera en que la mirabas era diferente.
―Lo siento tanto, Angelina ―Fred tomó la mano de la morena en la suya. Aparentemente no era tan bueno para esconder sus pasiones como él creía―. Lo menos que he querido es herirte. He hecho todo mal y espero me perdones.
Angelina estaba quieta pero no estaba tan destruida como pensó Fred que estaría. Soltó la mano de Fred y le sonrió, una sonrisa lastimera y culpable. Fred se sintió como una escoria, ella se humedeció los labios y habló, por sus mejillas empezaban a deslizarse gruesas gotas saladas.
― Yo también tengo que decirte algo ―Angelina bajó la mirada a su regazo y empezó a arrancarse las cutículas―. Fred, he estado enamorada de George por algún tiempo.
Fred parpadeó varias veces antes de procesar lo que había dicho la morena. La situación empezaba a tomar un rumbo imprevisto. Abrió la boca para intentar soltar unas palabras pero no las consiguió y la volvió a cerrar. Como Fred no decía nada, Angelina volvió a hablar.
―A George nunca le he llamado la atención pero atraje la tuya, y esto es horrible pero quiero que lo sepas. Cuando me invitaste a salir pensé que sería lo mismo que salir con él y por eso acepté tan fácilmente. Mi cerebro los vio como intercambiables pero no lo son, son muy diferentes. De una buena manera pero diferentes al fin y yo simplemente...
Angelina no pudo continuar, escondió su rostro en sus manos y empezó a sollozar. Las palabras de la morena le cayeron como un balde de agua fría dejándolo gélido, petrificado. No podía mentir, se sentía herido porque al principio Angelina le gustaba de verdad y la peor cosa que se le puede hacer a un gemelo es decirle que no es para nada diferente a su hermano.
Fred soltó un suspiro y le acarició la espalda a la chica para intentar tranquilizarla. Aunque su confesión lo atrapó con la guardia baja, tenía que admitir que tenía algo de sentido. Pensó en todas las veces que ella insistía en no dejarlo solo. No era porque pensaba que la iba a engañar, era porque estaba vigilando a George. No entendía como no lo había visto antes, había ignorado todas las señales.
―Tranquila, Angie ―la consoló Fred, Angelina tenía dificultad para recobrar la compostura―, está bien.
―No, no lo está. Te manipulé y me engañé a mí misma y me odio por ello. Pero eras tan bueno que no podía obligarme a decir nada, y te gustaba y yo pensé que tú también me gustarías como me gustaba George pero no era lo mismo. Cuando vi a George besarse con Alicia en el baile, me di cuenta de todo lo que había hecho y todo lo que estaba sintiendo. Y...ahora lo sé y lo siento tanto. Que te hayas enamorado de Agatha Krum no se compara con todo lo que he hecho.
Angelina se limpiaba las lágrimas con las mangas del cárdigan e inhalaba con dificultad.
―Tú y yo somos mejores amigos que novios, ¿no te parece? ―bromeó él, intentado deshacer un poco de la culpabilidad que sentía Angelina ―No llores, Angie. Está bien, todos cometemos errores. No puedo culparte que te guste George, es un guapetón, a mi parecer.
Angelina soltó una risa ahogada y sorbió por la nariz.
―Fuimos amigos antes y seremos amigos después. Aunque, debes admitir, tuvimos buenos momentos ―continuó Fred, sonriéndole a Angelina. Las lágrimas empezaban a disminuir.
―Sí, los tuvimos. Lo siento tanto, Fred.
―Yo también. Hay otra cosa que quería decirte ―ella levantó los ojos llorosos para escucharlo―, el día de fiesta en el barco, estuve muy cerca de besarla. A Agatha. Pasó muy rápido y nunca te he engañado pero eso fue lo más cerca que estuve.
― ¿Por qué no la besaste?
―Porque estaba contigo y porque ella me detuvo, besándome en la mejilla.
―Claramente es una mejor persona que nosotros dos.
―Supongo que sí ―la boca de Fred proyectó una sonrisa de lado.
―Espero me puedas perdonar, no quería hacerte perder el tiempo ni herirte, Freddie. Eres uno de mis mejores amigos.
―Estamos bien, Angelina. Todo es muy complicado cuando tienes dieciséis ―Fred se puso frente a ella y la acogió en un abrazo apretado. Las cosas no habían ocurrido para ninguno de los dos como planeaban pero estaba complacido de poder conservar a su amiga―. ¿Sabes? Podría darte una mano con George. Me han dicho que soy muy cercano a él.
―No. Necesito enfocarme en mi misma para poder organizarme, no quiero volver a herir a nadie. No se lo digas, Fred, por favor, es lo único que te pido ―Fred la abrazó de nuevo y frotó con cuidado su cabello en señal de que no tenía que preocuparse por eso. Angelina soltó a Fred y le sonrió― Ahora eres libre.
Fred frotó los brazos de la mulata con cariño y le besó la frente.
―Ven, vamos a robar algún ponche de las cocinas. Ya está bueno de tanto sentimentalismo ―jugueteó Fred y puso un brazo sobre los hombros de ella―. Me he dado cuenta de algo, creo que ya sé mi tipo de chica ―dijo Fred con una sonrisa brillante ―, hermosas cazadoras de quidditch.
Angelina se rió.
Pasaron tres días. Agatha estaba de nuevo en la mesa de Slytherin. Esta vez parecía más relajada que la anterior. Sacaba su lengua y depositaba algunas gotas de los líquidos de los frascos en ella, anotando sus diferencias. Fred apareció llevando una gran cesta cubierta con papel celofán, esta vez se sentó frente a ella ganándose miradas emponzoñadas de las serpientes. Dejó la cesta encima de las notas de la chica obligándola a dejar de estudiar. Los ojos azules brillaron con curiosidad, los ojos avellanas llenos de anticipación.
Agatha se subió al banco donde estaba y se arrodilló con una alegría tierna y despegó el papel de la cesta para ver todos los productos. Encima había una nota con una moneda de oro sujeta a ella.
"Ahora solo te debo 249,
F.W"
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