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𝟏𝟑 ━ Ícaro.




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𝐈́𝐂𝐀𝐑𝐎

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El baile de Navidad empezó a mermar a eso de la medianoche. Las parejas se disipaban y separaban su camino dejando las mesas vacías con vasos a medio tomar y manteles desordenados. Fred Weasley ya le había comentado a su hermano, amigos y novia acerca de la fiesta de los Durmstrang y estos no podían creer la suerte que tenían. Con los pies cansados, pero sumamente animado de tener algo emocionante qué hacer, Fred estaba arrastrando a una cansada Angelina por el vestíbulo hasta la salida.

La pareja cruzó a la derecha para encontrar un perfecto reflejo de Fred. Esta imagen tenía la lengua metida hasta la garganta de Alicia Spinnet, quien se veía que lo disfrutaba. Había manos hambrientas que se aferraban con dureza a las túnicas de cada uno. George no había perdido el tiempo en absoluto.

― ¿Necesitan que les alquile una habitación de hotel, muchachos? ―bromeó Fred deteniéndose justo en frente de la pareja de amantes.

―Privacidad, ¿conoces esa palabra, Freddie? ―George se apartó de Alicia, que avergonzada se acomodó el cabello desarreglado.

―Sí, claro, pero estás en medio del camino, Georgie ―Fred golpeó a su gemelo en el brazo para animarlo. Se estaba divirtiendo en saber que había arruinado el momento por completo. George se ajustó la túnica y sonrió, Alicia estaba muy sonrojada―. Será mejor que vayamos ya al barco, tortolitos. Lee ya se fue pero no le dije la contraseña. Ha de estar congelado.

George asintió, tomó a Alicia de la mano y empezó a marchar fuera de las gigantescas puertas de roble. Cuando estuvieron un poco apartados, Angelina haló de la mano a Fred, se detuvieron de inmediato.

― Fred, pensándolo bien, estoy demasiado exhausta como para ir a la fiesta de Durmstrang ―dijo Angelina, soltando un largo bostezo.

― ¿De qué hablas, Angie? ¡Tenemos que ir! Es exclusiva. Será divertido, anda. Hace unos minutos te hacía mucha ilusión ―Fred tomó el rostro de la morena en sus manos y la acercó a él.

―Lo sé, pero no aguanto mis pies. Sólo quiero quitarme este vestido y meterme a la cama ―Angelina le dio un corto beso a Fred en los labios y ladeó la cabeza―. No te preocupes, ve con los chicos. Agatha te invitó especialmente a ti, no quiero que la dejes plantada.

― ¿Va todo bien? ―inquirió el pelirrojo tomándola de la mano.

―Sí, sí. Estoy cansada, quiero dormir.

―Vale, entonces, te acompañaré a tu dormitorio.

Cuando Fred y Angelina llegaron a la sala común de Gryffindor, Fred volvió a preguntarle si estaba segura de que no quería ir, recibiendo una negativa de parte de la chica. Angelina se despidió de Fred con un abrazo y desapareció escaleras arriba.

Él no entendió la repentina decisión de Angelina, pero concluyó ó que lo mejor que podía hacer era dejarla en paz, si eso quería. Se habían divertido mucho en el baile y no había sentido ningún cambio en el comportamiento de ella así que no advirtió que algo iba mal.

Llegó al camino que llevaba al barco de Durmstrang extraordinariamente rápido.

―Hasta que te dignas a llegar ―dijo Lee, sus manos apretadas en sus bolsillos en busca de calor―. Estábamos a punto de irnos. ¿Estás seguro que esa fiesta es real? Este lugar está más solo y silencioso que un cementerio.

Lee tenía razón. El buque reposaba tranquilo en la superficie semi-congelada del Lago Negro, no se veía nadie en proa ni el popa y los únicos sonidos que podían identificarse era el de la música lejana del Gran Comedor y algunos animales nocturnos. No había ninguna luz encendida, solo el gran farol de la luna y las distantes luces del castillo.

―Agatha no mentiría. Además, si es una fiesta secreta imagino que no querrán meterse en problemas.

― ¿Qué pasó con Angie? ―la voz de Katie Bell silbó en el silencio, ella también se había incluido en la invitación.

―Se fue a dormir, traté de convencerla de que viniera pero no quiso ―manifestó Fred.

―Qué raro, estaba emocionada por venir.

―Sí, dijo que estaba muy cansada ―Fred se encogió de hombros y se abrió paso para quedar a solo una pisada de la tabla de madera mojada― Bueno, Agatha me dijo que apenas pisara la tabla tenía que decir la contraseña porque si no el hechizo protector te ahoga o algo así.

― ¿Y cuál es, entonces? Porque hace demasiado maldito frío como para ir a nadar ―dijo George, soplando sus manos para darles el calor de su aliento.

Balalaika ―Fred se acercó al grupo para compartir en un susurro la palabra secreta.

― Bien, ve tu primero, Freddie ―George empujó a su gemelo para que tomara la delantera. Fred le dedicó una mirada entrecerrada―. ¿Qué? Así, si lo pronuncias mal, te sacamos del lago.

Fred bufó, pero igualmente lideró la marcha. Un poco tembloroso por el frío y por temor a tener que zambullirse en las oscuras aguas de lago, Fred Weasley pronunció la palabra secreta. Pisó el tablón que dirigía al barco fantasma y cómo no hubo ningún cambio siguió caminando hasta abordarlo por completo.

Frente a sus ojos, el barco cobró vida. Había antorchas encendidas en todos los bordes y había un montón de gente. También se escuchaba una música que venía desde dentro de la embarcación.

Los Durmstrang, con los trajes entreabiertos, se paseaban con sus citas tomando largos tragos en vasos de vidrio. El hechizo invisibilizador que habían lanzado para proteger la reunión de los que no habían sido invitados era avanzado y sumamente efectivo.

A George y los demás les tomó un minuto subir cuando Fred se desvaneció frente a sus ojos. Cuando se reunió con Fred en cubierta, George chocó su mano con la de su gemelo admirando lo genial que aparentaba ser la fiesta.

Fred empezó a buscar a Agatha entre los vestidos relucientes y capas rojas. Estaba seguro que ella resaltaría en la multitud, Agatha resaltaría aunque hubiera diez mil personas. Pero la fiesta era una locura, la gente no cabía en la planicie de la cubierta y recurrían a sentarse en los bordes, peligrosamente cerca de caer al agua.

Parecía que los adolescentes por fin habían abandonado cualquier decoro y se dedicaban a ser adolescentes. Las chicas tenían los labiales corridos y algunos chicos tenían las camisas subidas hasta los codos. Todos se bamboleaban al ritmo de la música moderna que iba aumentado de volumen.

Lee, Katie y Alicia se separaron de los gemelos para explorar el recinto. El mayor intentó entornar los ojos para conseguir un indicio de la búlgara pero en cambio escuchó una voz que le resultó conocida.

― ¡Eh, tú! ―un rubio agitaba la mano en el aire intentando llamar la atención del pelirrojo. Estaba sentado en una caja grande de madera, en su regazo una chica de Beauxbatons con las piernas cruzadas―. ¡Herrmano, el del cabello rrojo!

Fred y George Weasley intercambiaron miradas y se señalaron con el dedo el uno al otro con la intención de descubrir a cuál de ellos se estaba refiriendo el Durmstrang.

― Vengan ambos, ni siquierra sé cuál de los dos...―Fred y George se acercaron, se trataba de Alexander (o algo así), el amigo de Agatha. El Durmstrang no se sacudió a la chica y miró con diversión a los gemelos―. No entiendo cómo lo hace Aggie, es que son idénticos.

El rubio soltó una risa gutural y saludó con el puño a los dos. Fred sintió el olor a ron que desprendía el muchacho a pesar de que estaba parado algunos metros lejos de él.

― ¿Les han ofrrecido de beberr? ―preguntó el chico. Un entusiasta George negó con la cabeza ―. Soy Aleksandr, por cierrto. Crreo que Aggie no nos ha prresentado como es debido.

Agatha sí los había presentado, el día en que Fred le había dado el recorrido por Hogwarts. Y Fred ya se había hecho una idea de Aleksandr desde el día del Mundial. Siempre se encontraba cerca de Agatha como un gran cachorro Rottweiler. Lo había visto más cerca de ella que al propio Viktor. También tenía engranada en su memoria la manera en que cariñosamente la tocaba, al igual de cómo se refería a ella.

«Aggie»

Fred no había escuchado ese diminutivo de su nombre en boca de nadie más. Dedujo que si ese gran Rottweiler tenía enredada a una francesa en su regazo no podía tener nada romántico con la búlgara.

―Sí, soy Fred. Él es George ―se presentó Fred ignorando por completo la mirada lasciva que la francesa dedicaba al rubio. El rubio asintió con la cabeza e hizo aparecer en las manos de Fred y George unos vasos de vidrio con un líquido ambarino ―. Eh, gracias, ¿la has visto? ¿A Agatha?

―Lo más segurro es que ella te encuentrre prrimerro. ―aseguró el chico, dándole un sorbo de la petaca metálica que cargaba consigo a la francesa. Luego, la levantó hacia ellos y tomó él un sorbo―. La prrimera rronda va por la casa, amigos de Agatha. Ahorra, si nos disculpan...

Fred y George entendieron la seña y rápidamente piraron de lado de Aleksandr. Lee, Katie y Alicia se les unieron, también tenían vasos llenos en sus manos.

―Fred, esto es una pasada. La vibra es genial.

―No tienen que agradecerme, es Agatha a la que hay que agradecer. Si tan solo supiera donde está...


La cuestión acerca de Cassius que tenía ese efecto en las chicas era su labia llena de zalamería. Cassius Warrington creía que podía convencer al Papa de cambiar de religión sí quisiera. Así había logrado llegar a donde estaba. Toda la noche había intentado lograr algo de avance en el cuerpo de Agatha, pero la búlgara se negaba a desistir así que había recurrido a su labia para hacerlo posible. Y después de tanto intentarlo parecía funcionar. O eso creía él. 

En un salón oscuro del barco, Agatha Krum estaba acorralada contra una pared. Warrington, quien se había desecho de su capa de gala y andaba solo en su camisa blanca, depositaba pequeños besos a lo largo de su clavícula, mientras le susurraba cosas sin sentido al oído. Todo lo que ella podía oler era el ron barato que Cassius había estado bebiendo que se mezclaba con el perfume caro de él, dando como resultado un olor nauseabundo.

Agatha suponía que una cosa había llevado a la otra y que su curiosidad quería llevar la situación al extremo solo para saber hasta dónde llegaría Cassius. Pero lo único que Cassius estaba revolviendo en su interior era fastidio y ganas de que se terminara de una vez, por no mencionar que su tacto no la había calentado en absoluto, estaba tan fría como un témpano.

Sabía que esa sesión de toqueteos e inmadurez no iba a llegar a ningún lado y antes de que pudiera evitar que Cassius se acercara más a su boca, ocurrió algo inesperado. Cassius soltó un sonido similar al que se escucharía si te estuvieras ahogando. Se alejó de Agatha y se colocó un puño en la boca.

― ¿Estás bien? ―Agatha intentó mirarle la cara en la oscuridad.

―S-sí ―balbuceó. Pero no lo estaba, una arcada se produjo en su cuerpo y dio otros pasos atrás.

Agatha musitó un lumos y una brillante luz blanca los cegó. La cara de Cassius estaba palidísima y claramente estaba haciendo todo el esfuerzo posible para evitar vomitar.

― ¿Quieres que llame a alguien? ―preguntó Agatha.

―N-n-no, estoy bien. S-solo...

Lo siguiente que Agatha supo fue que Cassius había vomitado. Le acercó un jarrón metálico para que desembuchara y no pudo evitar que su cara tomara una expresión de asco y lástima. Cassius parecía que no podía controlarlo, una tras otra, las arcadas presagiaban el vómito dentro del jarrón. Cuando pensaba que se había terminado volvía a hacerlo. Agatha luchaba como una titánide contra la risa burbujeante que amenazaba con dejar sus labios. Si, estaba preocupada por su cita pero la situación se había vuelto tan ridícula tan rápido que no tenía más remedio que reírse.

Agatha creyó saber con exactitud qué lo había causado. El líquido ambarino que había bebido por galones. Era un efecto común en la gente pero no esperaba el poco aguante de su cita.

Cuando Cassius pudo, más o menos, calmarse, Agatha buscó ayuda. Anton se rio ante la situación pero le dijo que no había problema en ayudarla. Juntos, con mucho cuidado de no ensuciarse, levantaron al británico y le pusieron su capa por encima para cubrir el desastre que había hecho. Cuando lograron llegar a la superficie, Anton se ofreció a llevarlo él solo hasta el castillo. Cassius intentó decir algo pero ya el ambiente era irreparable. Anton le dio un poco de ánimo "Tranquilo, amigo, te vamos a llevar a la cama" y Cassius, quien volvía a enfermarse, ocultó su rostro y se dejó llevar por el Durmstrang.

Agatha volvió a su habitación por unos minutos donde, sin preocuparse de ser escuchada, se echó a reír. No entendía porque Merlín insistía en presentarle las situaciones más ridículas posibles. Cuando recobró la compostura, se reacomodó el vestido y volvió a salir para salvar la noche.

Apenas la luz de las antorchas iluminó el rostro de Agatha intentó buscar entre la gente las facetas juveniles de su invitado. No le tomó mucho, el conjunto de gemelos y sus amigos hablaban muy rápido mientras hacían un discurso de vendedor a un grupo de Beauxbatons. Mostraban sus productos con orgullo y derramaban lo maravillosos que eran. A estas alturas, Agatha sabía identificar perfectamente a Fred Weasley. Su cabello incendiado brillaba al mismo tono de las antorchas encendidas. Reconoció también a George, Lee y las chicas, sin darse cuenta que faltaba una.

― ¿Se están divirtiendo? ―cuestionó Agatha, llamando la atención de los británicos. Su voz se deslizó entre el bullicio como una melodía.

Fred fue el primero en voltear. El baile y el tiempo transcurrido no habían cambiado la arreglada imagen de Agatha. Aún no se había despeinado y el tono rojizo de sus labios no había palidecido. A la luz de las antorchas y bajo el cielo nocturno su mirada azulina encandilaba. Ella sonrió. Una sonrisa que él tenía memorizada, y que deseaba tenerla tatuada en los párpados. El ruido exterior disminuía cuando ella sonreía

―Mucho. Digo, ahora más que has llegado ―confesó Fred, colectando una risa de la búlgara. Fred tomó la iniciativa y se acercó a ella. Iba a pasar un brazo por sus hombros pero le dio escalofrío pensar en tocar la piel descubierta de la chica―. Ahora, ¿podrías decirme que tipo de licor fue el que tu amigo nos sirvió?

Agatha repentinamente reparó en los vasos en las manos de sus amigos. Aleksandr era horrible, no esperaba verlo para hacérselo saber.

― ¿Has tomado mucho de eso? ―preguntó ella, sus ojos azules con una tenue luz de pánico.

―Solo unos sorbos, ¿por qué? ―George estuvo a punto de beber otro más, cuando Agatha desenfundó su varita de entre las capas de su vestido, con la punta tocó los vasos de todos tres veces. El brebaje se volvió cristalino al instante.

―Ustedes se merecen algo mejor que eso ―expresó ella―. Ese licor los emborrachará en una hora. Menos, si son cómo... la cuestión es que el que les he dado es muchísimo mejor y lo disfrutarán más.

―Muchas gracias, anfitriona ―Fred esbozó una sonrisa conquistadora y Agatha hubiese querido tener su propio vaso para tener con que escudarse.

Para escapar de sus ojos avellana, Agatha contabilizó a los jóvenes de Hogwarts.

― ¿Y Angelina? ―inquirió Agatha ante la ausencia de la morena.

―Es una aguafiestas, se fue a dormir ―explicó Katie con un guiño de desaprobación.

―Qué lástima. ―se lamentó Agatha, alargó sus brazos para tocar cariñosamente a Alicia y Katie―. Por cierto, se ven hermosas. Disculpen que casi no nos vimos en el baile.

―No te preocupes, Ag. Tú también te ves preciosa ―correspondió Katie, Alicia la secundó―. La serpiente te mantuvo muy ocupada ¿eh?

Alicia soltó una risita infantil.

― ¿Dónde está, por cierto? ―quiso saber George, mirando con atención a su gemelo para ser el primero en ver su reacción.

            Agatha dejó salir una carcajada al recordar lo que había pasado y dijo unas palabras en búlgaro.

―Digamos que algunos chicos no son compatibles con el ron. Y como diría mi madre, un hombre que no puede soportar su alcohol es inútil en la guerra.

George fue el primero en estallar en risas al darse una idea de lo que había sucedido. Curioso cómo funcionan las cosas, Cassius había encontrado su fin sin necesidad de que Fred hiciera nada. Los demás lo imitaron, incluso Agatha.

―Bueno, Ag, sé honesta, se dice que Weird Sisters están aquí. ¿Es cierto? ―Lee la miró con anhelo.

―Sí, creo que están tocando ahora mismo en el salón de duelos. Aunque no los he visto, ¿quieren ir?

― ¡Merlín, sí! ―Lee ya se había echado a andar a tientas, buscando el camino dentro del barco.

Si los Gryffindors pensaban que la fiesta en cubierta era genial, la fiesta dentro del salón de duelos era otro nivel. La música se escuchaba tan alta que ahogaba cualquier pensamiento que pudiera formárseles en la cabeza.

Los jóvenes que se deleitaban con la voz de Myron Wagtail y de los instrumentos del resto de la banda, bailaban y saltaban cubiertos de sudor. El barco se sacudía violentamente del movimiento combinado.  Los roqueros sacudían sus largas cabelleras y montaban un espectáculo en el mesón de duelos. La escena era completada con luces psicodélicas de un hechizo que alguien había lanzado.

― Fred Weasley, ¿me concederías este fantástico y peligrosamente ruidoso tema? ―Agatha ya estaba moviendo las caderas al ritmo de la altísima música. Dio una vuelta y estiró la mano para que la tomara.

Fred no lo pensó dos veces, tomó a la búlgara y con un movimiento la hizo girar.

Agatha no se había dado cuenta de lo alto que era Fred Weasley junto a ella, ni lo grandes que eran sus manos. Quizá era la intimidad de esa fiesta o la música que no permitía un filtro en sus pensamientos pero pensaba que Fred Weasley era condenadamente sensual. Sus ojos avellana eran adictivos pero cuando se cerraban para deleitarse con los solos de guitarra, Agatha creyó que su cuerpo iba a combustionar.

Fred estaba maravillado de los movimientos violentos pero elegantes de su compañera. En la cabeza del pelirrojo no entraba la idea de que todo el mundo estuviera distraído y no con los ojos aglutinados a su baile libre e hipnótico. Sabía muy bien qué los suyos no podrían despegarse de ella, ni porque quisiera.

George y los demás bailaban también cerca y de vez en cuando, era George que le daba vueltas a la chica. Agatha y Fred, en susurros para poder hacerse oír, se decían bromas y se disculpaban con las parejas a su alrededor cuando los golpeaban sin querer. Fred bajó al nivel de Agatha para decirle algo.

―Tengo una idea, espera aquí.

Fred se reunió con su hermano y le dijo un plan en el oído. El menor miró a Agatha y asintió con entusiasmo y empezaron a marchar hacia el mesón de duelos donde se encontraba la banda. Agatha abrió los ojos con sorpresa mientras Fred y George Weasley se encaramaban junto a Wagtail. Bailaron un poco encima del escenario, con movimientos idénticos que Agatha intuía que habían sido ensayados con anterioridad. Cuando el bajo de Tremlett dio su última nota, Fred se acercó al vocalista. Agatha vio como el cantante estaba confundido y se rehusaba a la petición de los pelirrojos. Agatha le preguntó a Jordan que creía él que harían los gemelos, Lee solo carcajeó y dijo:

―Algo loco, seguro.

Agatha observó como Fred la señaló con el dedo, Wagtail fijó su visión entre la gente para ver a la jugadora de Quidditch. Agatha lo saludó con la mano y el vocalista se volvió a Fred y accedió con una sonrisa. Fred prácticamente le arrebató el megáfono y antes de que la banda empezara la siguiente canción habló para los asistentes.

―Buenas noches, barco de Durmstrang. Yo soy Fred Weasley ―dijo.

―Y yo soy George Weasley ―complementó su hermano, que había conseguido otro micrófono.

―Esperamos que la estén pasando asombroso. Esta próxima canción va dedicada a una belleza de ojos azules. Agatha Krum. ―la señaló entre la multitud―. ¡Haz lo tuyo, Myron!

Agatha reconoció de inmediato la canción en las primeras notas, cuya melodía sabía a la perfección. Era de una banda muggle, la favorita de su padre, Bon Jovi. Empujó entre la gente para estar enfrente de la banda.

Shot through the heart and you're to blame. Darlin', you give love a bad name.

Aparentemente, el resto de la muchedumbre también conocía la canción porque empezaron a corear. Agatha pensó que Fred y George bajarían del escenario una vez que Myron empezara a cantar pero para su sorpresa, se mantuvieron junto a la banda sin ninguna vergüenza, aullando la letra de Bon Jovi con ellos.

Como si se tratara de un concierto y Agatha fuera una groupie, extendía su brazo para intentar tocar a los muchachos. Su cabello oscuro se meneaba desordenado escuchando la mezcla de las voces de The Weird Sisters con las de Fred y George. Fred se agachaba y le cantaba a todo pulmón, no podía dejar de sonreír.

            Cuando terminaron, hasta el mismo Myron Wagtail les aplaudió.


― ¡Te lo juro! Eres increíble, deberías formar una banda ―declaró Agatha.

―Si claro―Fred soltó una risotada y bebió de la copa. Agatha también se rio.

Luego de varias horas, mucho alcohol y un infinito de canciones, Agatha y Fred estaban sentados justo en la punta de la proa. Se habían quitado los zapatos y Fred había dejado en alguna parte su túnica. Sus pies descalzos se columpiaban en el vacío.  No tenían idea de donde estaban los demás. La brisa de la madrugada les alborotaba el cabello y lo que los mantenía caliente era su cercanía y la bebida. Quedaban muy pocas parejas en la fiesta y ninguna ni cerca de ellos. Engullían golosinas y bocadillos que habían reunido de la fiesta y como el líquido cristalino se había agotado, bebían de una botella de champagne que Agatha había traído de Bulgaria.

―Eres un regalo, tan graciosa ―se burló Fred de ella.

―Regalo...―los ojos de Agatha se iluminaron al recordarse―. ¡Fred Weasley, gracias por recordármelo! ―Agatha sacó su varita― Accio, koleden podarŭk.

Le tomó unos segundos a la caja envuelta en un pergamino naranja brillante llegar hasta las manos de la chica. Fred la miró con merodeo, Agatha le tendió la caja.

― ¿Qué es esto?

―Es para ti. ¡Feliz Navidad! Bueno, aunque ya es veintiséis de diciembre pero igual.

―Agatha, ¿estás loca? Pero si yo no te he comprado nada. No lo voy a aceptar ―Fred volvió a ponerle el regalo en las manos.

―No seas aguafiestas ―Agatha puso el regalo en el regazo del pelirrojo y rodó sus ojos―. Es una tontería. ¡Vamos, ábrelo!

Fred se sintió culpable de no haber pensado comprarle algo a la chica pero la curiosidad lo carcomía y necesitaba saber el interior de la caja. Se debatió por unos segundos antes de decidir rasgar la envoltura. La "tontería" como lo había llamado ella, era un bate nuevo. Era de los buenos, y tenía un moño azul rey.

― ¿Te gusta? Tendremos que jugar de nuevo para que lo pruebes pero creo que tiene el agarre perfecto para ti. Hay algo más, en el fondo ―El chico tanteó en fondo para encontrarse con un sobre blanco. Dentro del mismo una entradas que decían "Tickets de cortesía de A. Krum"―. Son para que vengas a verme jugar. Cuando quieras, cualquier partido. Balcón de Primera Clase.

―Ag, esto es increíble. Muchas gracias, diablos. ―le pasó un brazo y la envolvió en un abrazo.

―Ni lo menciones.

―Dimitrov es un bastardo afortunado de tenerte ―dijo él después de un rato. Agatha lo miró y le dio un encogimiento de hombros.

―Lo era. Hasta que no me tuvo.

―Solo un idiota terminaría contigo.

Esta vez, Agatha soltó una risa.

―Vasil no terminó conmigo, yo terminé con él.

La confesión tomó a Fred por sorpresa. Al igual que todo el mundo, Fred solo conocía la historia superficial de la relación entre el capitán de Bulgaria y Agatha. Ella tomó un sorbo de la copa de champagne y miró la superficie del agua con serenidad.

― ¿Por qué? ―Fred también tomó un sorbo.

―Muchas razones. Honestamente, no sé cómo duramos tanto. Estábamos malditos desde el primer día. Vasil y yo tenemos metas de vida muy diferentes, lejos de nuestras ambiciones deportivas, por supuesto. La primera razón por la que rompimos fue porque me propuso matrimonio y se molestó porque yo no acepté―Agatha carcajeó y Fred la miró con interés―. Imagina mi sorpresa cuando, en medio de una sesión de besos después de un partido, ese ser retorcido saca un anillo de matrimonio. Fue un drama cuando le dije que no, creo que ni siquiera me disculpé con él, pero ¿qué esperaba que hiciera? Además, la relación ya empezaba a derrumbarse, porque con Vasily era una constante pregunta de que si las cosas que estaba obteniendo en el Quidditch eran mías o si eran gracias a él.

Fred la miraba con atención y no decía una palabra, le gustaba escucharla. Y también le gustaba que estuviera siendo cien por ciento transparente.

―Sé que la mayoría de mis logros son míos. Porque cada vez que había temporada era la primera en llegar a entrenar, casi siempre a las cuatro de la mañana, y la última en irme. Pero no soy tonta, sé que Vasily hablaba bien de mí y odiaba que hiciera eso.

― ¿Estabas enamorada de él? ―las palabras se escaparon de la boca de Fred antes de que pudiera pensarlas bien. Se sonrojó apenas las dijo.

― ¿Qué es el amor de todas maneras, Fred Weasley? ¿Y cómo sabes que estás enamorado de verdad?

Agatha miró al pelirrojo con ojos curiosos. La pregunta había sido en parte retórica pero quería escuchar si él tenía una opinión formada al respecto. No la tenía, el menor simplemente soltó una risa y se encogió de hombros.

Duraron un rato en silencio con solo la orquestación del agua moviéndose bajo el barco. Después de unos minutos tranquilos, Fred le tendió el último bombón que le quedaba en el bolsillo. Agatha lo tomó con gusto rozando la mano de él en la acción. Tenía las manos cálidas. ¿Cómo era eso posible? Estaba segura que hacía mucho frío para tener las manos calientes. Sin pensarlo mucho atrapó la mano de él en la suya. Gracias a Merlín, Fred no leía mentes porque si no sabría que Agatha se imaginó esa mano presionando sobre el cuello de ella.

―Me gusta que siempre tengas las manos calientes ―dijo ella sin darle mucha importancia al contacto físico.

Fred le sostuvo más fuerte la mano para compartir su calor, era pequeña y delicada y se sentía como un carámbano. Fred se sonrojó a la luz de las antorchas, esperando que ella no lo notara. Pero lo notó, Agatha soltó la mano con delicadeza y se llevó el chocolate a la boca. Fred siguió la trayectoria con interés y se dio cuenta de dos cosas: la primera era que en algún momento, el intenso tono de labial se había desvanecido y dejado atrás una tinta rosácea en los labios de ella. Y la segunda, que los labios de Agatha le parecían más apetecibles que el bombón. Sintió las mejillas ardientes de nuevo.

―Si vuelves a sonrojarte, vas a terminar pareciéndote a Ron cada vez que le hablo ―lo molestó Agatha. Fred sonrió y retiró la mirada.

―Es por el frío ―aseguró él poniendo un talante indiferente.

―Cómo digas ―ella se rio. Sacó su varita de nuevo y convocó la capa roja que había usado en el baile.

La tomó con cuidado y envolvió a Fred en ella. Por fortuna era bastante larga, porque no lo habría cubierto de no ser así.

― ¿No se supone que es el chico que tiene que prestarle la túnica a la chica para cubrirla del frío? ―Fred le dedicó una mirada inquisitoria a Agatha acompañada de su sonrisa conquistadora.

―Quizá, pero te ves muy bien con mi capa. También es muy difícil que me veas tiritar.

Fred y Agatha estaban demasiado cerca. Tan cerca que Fred temía que Agatha escuchara los golpes que daba su corazón dentro de su caja torácica. Se miraron por unos segundos. Ojos de zafiro peleando con ojos de jaspe marrón. Estaban tan cerca que el aliento cálido de Fred golpeaba el rostro de Agatha.

Peligrosamente cerca, Fred posó su mano en la mejilla de Agatha. Ella se estremeció bajo la mano de él. Solo un movimiento más y tendrían lo que ambos deseaban, tocar sus labios. Explosionar.

Involuntariamente la respiración de Fred se tornó un jadeo. Sediento del sabor que tendrían esos labios carnosos. 

¿Así se sintió Ícaro cuando estuvo cerca del Sol?

¿Ícaro sintió lo mismo que él estaba sintiendo por Agatha Krum?

Ícaro, estás muy cerca del Sol.

Estaba tan cerca de ella.

Ícaro, tus alas se derretirán.

Fred podía aspirar su aliento. Olía a burbujas, a cerezas y a chocolate.

Ícaro, ¿caerás al mar con tal de tocar el Sol?

Fred Weasley moriría felizmente en el mar si eso significaba besar a Agatha Krum.


Pero el Sol era misericordioso y era incapaz de quemar algo que tanto lo adoraba.

Merlín sabía lo que Agatha realmente quería hacer. Quería besarlo hasta que el aire en sus pulmones se extinguiera. Quería enredar sus manos en su cabello. Quería que sus manos tocaran su piel sin ningún tipo de límite. Quería hacerle saber cómo la estaba haciendo sentir. Como él y su sonrisa ladina, tez infantil y cabello incendiado, destruían su universo y lo volvía a armar.

Pero no lo hizo.

En cambio, con una delicadeza destructora y un autocontrol del que no se creyó capaz, besó la mejilla del pelirrojo. Cuando se separó de él, le dedicó una media sonrisa que lo derritió. Agatha miró al horizonte con una serenidad fingida encubriendo el huracán de sentimientos revueltos en su interior.

No se habían dado cuenta del tiempo que había pasado sino hasta que el arrebol había empezado a colorear el cielo. El verdadero Sol no tardaría en iluminar todos sus anhelos.

―Ya casi va a amanecer ―musitó Agatha, por fin. 

―Si. Que rápido pasa el tiempo cuando te estás divirtiendo y estás un poco ebrio ― bromeó él. Su corazón apenas se había calmado del roce de los labios de la búlgara. Agatha observó cómo Fred curvó su boca en una radiante sonrisa y pensó que podría acostumbrarse a esa sonrisa. A verla todos los días de su vida―. Vámonos, Agatha.

Fred de repente se puso de pie y se puso los zapatos.

― ¿A dónde?

―Te mereces la mejor vista del amanecer.

Agatha se puso de pie y con un movimiento de varita también calzó sus zapatos altos. Fred convocó su escoba, que rápidamente le llegó a la mano. Montó la escoba y le tendió la mano a la chica para que también subiera. Agatha se levantó un poco el vestido hasta los muslos para tener espacio para subir, le costó a Fred un trabajo inmenso no quedarse viendo. Fred dio una patada en el aire y al instante ascendieron.

Agatha sintió la brisa en la cara y se sostuvo de los anchos hombros de Fred para mantener el equilibrio mientras el conductor sobrevolaba el castillo y dejaba el barco muy atrás. Llegaron a un parte alta de una de las torres del castillo, un balcón plano que daba al vacío y que parecía una cueva, en el fondo había una trampilla que daba a unas escaleras. Era fácilmente el lugar más alto al que tenían acceso en el castillo.

―George y yo descubrimos este depósito en segundo año gracias a un pasadizo secreto ―explicó Fred mientras ayudaba a Agatha a bajar de la escoba voladora―. Todo el mundo cree que la torre de Astronomía es el lugar más alto pero es este. Espero que no te den miedo las alturas.

―Pues juego quidditch y ya he caído de treinta metros de altura, así que supongo que no ―bromeó Agatha sentándose en la punta del balcón.

― ¡Ah, claro! ¿Cómo pude olvidar a la cazadora Krum? ―se rio él y se sentó a su lado.

Fred intentó prestar atención a la salida del Sol pero ese espectáculo no se comparaba con el que tenía a su lado. Agatha, por otro lado, procuraba no prestar atención a la mirada de Fred porque sabía muy bien que no podría evitar besarlo por segunda vez.

El Sol salió por el Este iluminando las montañas y los montículos de nieve. Fred miró el amanecer y miró a Agatha y le rezó a quien sea que estuviera escuchándolo no tener que ver otro amanecer donde Agatha no estuviera con él.

El Sol brillaba con total intensidad cuando ambos decidieron que era prudente dormir un poco. A pesar que lo último que deseaban era separarse, montaron la escoba de Weasley y llevó a Agatha de vuelta al barco. Esta vez, él no lo abordó. Se quedaron quietos un rato en silencio en el camino libre de nieve que unía al castillo con el barco.

―Esta noche fue...―empezó él. Pero no conseguía un adjetivo apropiado. Habían pasado tantas cosas que no podía resumirlas en una palabra―. ¿Irreal?

―Fue perfecta, deberíamos hacerlo todas las noches ―cantó ella rápido antes de encontrar el doble sentido de sus palabras.

Fred sí las captó rápidamente y dejó salir una risotada grave.

―Sí, deberíamos hacerlo todas las noches ―coincidió él, dedicándole una mirada traviesa.

Agatha cayó en cuenta y soltó una risa burbujeante ―Vete a dormir, el champagne empieza a jugar contigo. No querrás avergonzarte.

―Tienes razón. Deberíamos ir a dormir ―Fred tomó las manos de Agatha entre las suyas y besó con cariño sus nudillos. Agatha se sonrojó como su vestido―. Dulces sueños, princesa eslava.

―Dulces sueños, Fred Weasley.

Agatha dio media vuelta y empezó a subir por la tabla de desembarque. Fred no se movió y esperó que subiera. Ya arriba, Fred notó la mullida capa de la chica aún sobre sus hombros.

― ¡Agatha, tu capa! ―le dijo antes que ella desapareciera.

―Devuélvela mañana ―Agatha agitó su mano en gesto de despedida y guiñó uno de sus ojos azules.

Fred suspiró cuando ella se evaporó dentro del buque.

Fred Weasley despertó a las doce del mediodía. La cabeza le dolía prensándole la sien. No tenía un zapato y no había corrido las cortinas de su cama por lo que la luz del día lo cegaba. Se había quedado dormido con la ropa puesta y olía a licor y a sudor pero sintió un olor dulce que parecía sacado de un sueño. Las imágenes de ese sueño lo acariciaban y fue cuando sintió la tela suave en una mano y vio encima de la almohada a la que se aferraba el vivido color de la capa. Rojo, cómo los labios de la protagonista de sus sueños.

Se sentó en la cama con rapidez. Su corazón sintió un aguijonazo cuando se dio cuenta de lo que estaba sintiendo. Dormir le había aclarado los pensamientos y sus sentimientos.

Se puso nervioso ante la realización pero su cara insistía en sonreír.

Estaba enamorado de Agatha Krum.

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