𝟏𝟐 ━ Do The Hippogriff.
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𝐃𝐎 𝐓𝐇𝐄 𝐇𝐈𝐏𝐏𝐎𝐆𝐑𝐈𝐅𝐅
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Viktor Krum observó con atención como su hermana abría su primer obsequio de Navidad. Desde que tenía memoria sabía que una de las partes favoritas de las fiestas para ella eran los regalos. Como una niña pequeña, rompía con cuidado el envoltorio con patrón de bastones de caramelo para revelar una caja grande de madera. Viktor no sonreía muy a menudo, no en público ni alrededor de personas que no conociera. Pero siempre que estaba junto a su hermana no podía parar de hacerlo o de reírse, era contagiosa, sobretodo porque ella sonreía con casi todo.
Viktor nunca se lo había dicho a nadie pero siempre pensó que Agatha era una versión mejorada de él. Ella era sociable, tranquila y le gustaba la atención que recibía. Siempre sintió que él había sido un experimento de sus padres, un prototipo de hijo mientras que Agatha era el producto terminado. La verdad era que ninguno de los dos era perfecto por sí solo. Agatha carecía de características que Viktor tenía, como la paciencia y el buen juicio de la gente. Por eso cuando estaban juntos eran imparables, una máquina bien aceitada. Y a diferencia de otros hermanos, se querían, mucho y se apoyaban incondicionalmente, y se ayudaban sin buscar nada a cambio. No se podía decir lo mismo de los Sokolov, por ejemplo.
Agatha era muy fácil de complacer cuando se trataba de obsequios. Le gustaba casi todo, incluyendo los regalos horribles que le daba Aleksandr todos los años con el objetivo de que los odiara pero nunca lo hacía y siempre les encontraba utilidad. Como la estatua de oso pardo que ahora servía como perchero en la entrada de su casa. Amaba las medias de lana y las tazas para café, los pintalabios y los zapatos, los pasadores de cabello y los cuchillos. Le fascinaba la idea de que alguien pensara específicamente en ella para elegir algo que le gustaría y lo envolviera en papiros brillantes, le daba una alegría pura e infantil que la hacía transportarse a cuando era pequeña.
Los Krum tenían un montón de tradiciones navideñas, empezando porque celebraban dos navidades, una en Bulgaria igual que todos, el veinticinco de diciembre y otra en Rusia, el siete de enero. Los recuerdos aparecían en la mente de Agatha como rollos de película desgastados. Los banquetes en casa de babushka, en donde la mesa se llenaba y siempre había que poner más sillas para los invitados. El olor fuerte a pino y muérdago que inundaba toda la casa y se quedaba impregnado en los suéteres. Su madre obligando a su tío Andrey a vestirse de Ded Moroz, o bueno, la versión rusa de Papá Noel, y este odiándolo por completo hasta traumatizar a sus primos pequeños. Y otro de sus favoritos, los largos paseos en troika donde la enrollaban en una manta y no volvía a casa sino después de medianoche. Ese año no habría banquetes en su casa ni paseos en troika, pero tenía a Viktor y un gran baile al que asistir.
Las llamas lamían y consumían la leña recién puesta mientras Agatha pasaba sus dedos por la superficie de la caja de madera. Tenía una inscripción con su nombre y unos dibujos tallados de una luna que cambiaba de fase. Estaba arrodillada frente al pequeño pino que Viktor había robado en medio de la noche del castillo con el propósito de que Agatha se sintiera un poco más en casa, dónde su padre siempre colocaba un pequeño árbol en sus habitaciones, bajo el pino descansaban un montón de bolsas y cajas de regalos cuyas envolturas relucían a causa del sol matutino que se colaba por la ventana abierta del camarote de la joven. Agatha examinó con éxtasis la caja de madera intentando levantarla.
― ¡Ábrelo ya, tonta! ―repicó Viktor con una sonrisa en el rostro.
―Es el primero, déjame saborearlo.
Agatha por fin abrió las dos cerraduras a un lado del baúl y levantó la tapa. El grito agudo que dejó su garganta aturdió a Viktor. Agatha se levantó de golpe y empezó a saltar de alegría. Dentro del baúl había una ballesta nueva, era dorada y en su empuñadora tenía sus iniciales al igual que un diseño parecido a la del estuche pero en vez de ser la luna, era una constelación de estrellas, junto a ella había un carcaj con dos docenas de flechas de diferentes puntas.
― ¡No puede ser! ¡No puede ser! ―repetía Agatha arrodillándose de nuevo frente a su ballesta. La sacó con cuidado y la empuñó, el peso era ideal para ella. Hizo como si fuera a dispararla y volvió a soltar un gritito―. ¡Vik, es perfecta! La amo, no lo puedo creer. ¡Gracias!
Viktor sonrió complacido. Había escuchado que Agatha quería una ballesta por casi un año, pero aunque ella buscó extensivamente no encontró ninguna que le gustara, así que él se propuso regalársela. Había sido un dolor de cabeza encontrarla pero había valido la pena por la reacción que había logrado en Agatha.
―Confío en que serás prudente, ¿no? ―preguntó Viktor enarcando una ceja―. No quiero que mates a alguien, porque sí lo haces, Aggie, no me haré responsable.
― ¿Entonces cuál es la diversión? ―bromeó ella con una sonrisita malévola decorándole el rostro. Agatha advirtió la mirada ceñuda de Viktor y dijo: ―No hay nada de que preocuparse. ¿Mi puntería? Perfecta. No morirá nadie que yo no quiera.
Viktor asintió con la cabeza y cuando Agatha disponía a armar la ballesta, un golpeteo incesante resonó en la habitación seguido de una voz demasiado conocida:
― Somos los malditos cantantes de villancicos, abrid o sed aniquilado
Viktor rodó tan fuerte sus ojos oscuros que casi se perdieron detrás de su cráneo. Agatha soltó una risa infantil entendiendo el chiste interno y en su cabeza una idea malvada tomó forma. Le hizo señas a su hermano para que abriera la puerta con su varita y cargó el arma con una de las flechas. Viktor negó rotundamente con la cabeza adivinando lo que pretendía su menor. Agatha murmuró algo y Viktor resopló, obedeciéndole. La puerta se abrió y apareció un festivo Aleksandr, vestía una versión improvisada del traje azul de Ded Moroz y cargaba una bolsa. Justo antes de reparar en lo que Agatha tenía en las manos, ella jaló el gatillo. La flecha voló con una impresionante rapidez y con una precisión de cirujano rozó a Aleksandr por la izquierda para clavarse en la pared detrás de él.
Aleksandr dejó caer la bolsa de la impresión y soltó un grito ahogado. Viktor se permitió reírse, carcajeó por la nariz y se puso el puño en la boca intentando contenerse. Agatha, por otro lado, estaba complacida. Sopló la punta de la ballesta como un vaquero, la puso hacia arriba y la apoyo en su hombro.
― ¿ERES UNA MALDITA LOCA? ―Aleksandr tenía los brazos arriba para cubrirse el rostro. Agatha soltó una risa melodiosa.
― ¿Qué te dije, Vik? Puntería perfecta ―Viktor alargó su brazo para chocar los cinco con su hermana.
― ¡PUDISTE HABERME MATADO! ―El rubio seguía quejándose, exigiendo la atención que según él concordaba con la gravedad del asunto―. ¿UNA BALLESTA, VIKTOR? ¿A Agatha? ¿Le diste una maldita ballesta?
―Es lo que quería, hermano ―dijo Viktor quien no podía contener la risa―. Es obvio que la sabe usar.
―Creo que voy a vomitar.
Aleksandr se desplomó en el suelo a los pies de Viktor y se acostó boca arriba intentando recuperar el aliento. Agatha obvió al pálido rubio y se puso de cuclillas guardando su nuevo juguete dentro del estuche, no podía esperar a usarlo fuera. Viktor empezó a rebuscar entre los montones de regalos para elegir cual sería el siguiente en abrir. Destruyó los empaques para revelar un conjunto de arquería de parte de uno de sus tíos (un regalo acorde al de Agatha), un par de guantes de cuero de su abuela, ropa, y una caja de bombones borrachos. Para cuando empezó a engullirlos, Aleksandr ya había recuperado la compostura, y observaba con negación el arma letal de la chica.
― ¿Dónde está Isak? ―quiso saber ella.
―No lo sé, no lo encontré. Debe andar por ahí, tú sabes que no le gusta mucho la navidad y eso.
Agatha asintió con amargura. Agatha tenía ocho años cuando Ekaterina y Petar Sokolov decidieron pasar por primera vez la navidad en el hogar de los Krum. Y desde ese entonces ambas familias se acostumbraban a estar juntas casi todo el tiempo. A Aleksandr le encantaba pero Isak nunca fue muy unidos a ellos, ni a Agatha ni a Viktor, ni siquiera a su propio hermano. Pero no se puede esperar que todo el mundo sea igual y lo que Agatha disfrutaba tanto, a él no le llamaba demasiado la atención. Agatha había intentado incluirlo, pero Isak no cedía con facilidad, así que simplemente lo dejaban hacer lo que sea que él disfrutara.
―Ver pasar mi vida frente a mis ojos casi me hace olvidarlo ―empezó Aleksandr. Se levantó y se echó el saco con el que había entrado sobre el hombro moviéndolo hasta los Krum―. Mis padres les envían sus bendiciones en forma de regalos. También están los míos y creo que Sak metió algo. ¡Ah! Y tía Anna todavía cree que Agatha y yo estamos casados y también envió algo. ¿Recuerdas, Aggie? Desde esa vez...
Agatha soltó una carcajada y acercó los paquetes de la familia Sokolov. Ekaterina y Petar le enviaron un catalejo con diminutos diamantes que podía predecir el clima con una nota adjunta que decía que ojalá le sirviera para cuando jugara Quidditch. Isak le regaló una cera austríaca para pulir su escoba. Y la tía Anna, envió un sartén de cobre. En cuanto a Aleksandr...
― ¿En serio, Alek? ―Viktor cruzó sus brazos sobre su pecho reprendiendo al rubio.
Agatha sostuvo en las manos el casco de piel de dragón, era de un verde intenso y tenía cierta iridiscencia. A un lado tenía una leyenda escrita en búlgaro.
«За да не си чупиш главата отново»
Para que no te vuelvas a romper la cabeza.
― ¡Gracias, idiota! ―Agatha golpeó a Aleksandr en el pecho, intentó parecer molesta pero le costó disimular su sonrisa― No había pensado ponerme un casco antes. Le daré buen uso.
Agatha terminó de abrir sus presentes. Entre los muchos había un set cuchillos de caza, un ábaco, un cepillo para el cabello, paletas explosivas de león, entradas para el concierto de despedida de Hechizo Fraudulento y diarios nuevos. Los muchachos empezaron a tomar ponche, calentándose frente a las brasas ardientes.
―Extrañaré esto cuando nos graduemos ―dijo Aleksandr de repente.
―Nos graduaremos, no moriremos ―recordó Viktor.
―Igual nos separaremos y Aggie quedará sola en Durmstrang y tendremos trabajos de verdad y será una porquería. Ni siquiera sé que quiero hacer luego de salir del maldito lugar.
―Si no terminas de aprobar Encantamientos no deberás preocuparte por ello porque no te graduarás en absoluto.
Los tres se rieron al unísono.
☾ ✷ ☽
Agatha tenía, por lo menos, veinte minutos mirando fijamente el vestido que colgaba del tirador más alto del armario. La pieza estaba confeccionada de una tafeta de un profundo merlot. Era obvio que el color favorito de Agatha era el rojo, no importaba el tono, tenía total conocimiento que era el que más le favorecía. Pasó sus dedos por el ruedo del vestido y sonrió.
Agatha se concentró en el reloj que reposaba en su tocador, marcaba las seis y media. Un ticket plateado del Yule Ball junto al mismo, rezaba que empezaba a las ocho en punto y que se agradecía puntualidad. Todavía tenía tiempo de sobra para arreglarse el cabello y maquillarse. De pronto, un pensamiento salvaje le recorrió la mente. ¿Qué estaría haciendo Fred? Trató de imaginárselo en su habitación poniéndose su túnica de gala. ¿Usaría una negra o una azul? ¿Tendría volantes? ¿Combinaría con el vestido de Angelina? Esa última interrogante le causó un poco de malestar, así que intentó pensar en otra cosa. Pensó en Cassius, ¿qué estaría haciendo él? ¿Le traería un corsage? ¿Sabría él cual eran sus flores favoritas? No tuvo remedio sino especular las respuestas a sus preguntas, mientras se sentaba en la silla frente al tocador.
El tiempo pasa rápido cuando crees tener tiempo de sobra. Así que cuando Viktor tocó a la puerta, Agatha no podía creer que ya se habían hecho casi las ocho. Se maldijo por no tener un buen manejo del tiempo intentando calzarse los zapatos altos lo más rápido que podía. Habiendo terminado, con una mano se puso el zarcillo izquierdo y con la otra le abrió la puerta a Viktor. Viktor se veía extremadamente regio. Su traje carmín resaltaba sus ojos oscuros y de un lado le colgaba, sostenida por un arnés, la capa de gala también carmín con pardo. Se había rebajado más el cabello y olía distintivamente a su perfume varonil. Los ojos azules de Agatha brillaron al verlo.
― ¡Vitya, te ves muy lindo! ― "Lindo" quizá no era la palabra indicada para describir a Viktor pero a Agatha le pareció que lo era.
― ¡Gracias, Aggie! Tú te ves... hermosa. Te pareces a mama.
Ese el mejor cumplido que Viktor le podría haber dado a Agatha. Sí había algo que ella aspiraba era poder parecerse un poco a su madre.
― ¿Estás lista? ―preguntó Viktor reflejándose en el espejo de Agatha para arreglarse la capa―. Er-moine está esperando.
― ¿Quién es ese?
―Mi cita. La chica de la biblioteca.
― ¡Ah! ¿Estás seguro que así se llama? ―Agatha creyó haber escuchado otro nombre cuando Lee Jordan se la presentó en noviembre pero no podía estar segura.
―Creo que sí ―pronunció Viktor con una tinta de inseguridad en su voz. Agatha había introducido una preocupación en la cabeza del chico.
― ¿Y Cassius? ―inquirió la menor intentando ganar tiempo para terminar de arreglarse.
―Tu cita está también esperando, podría ir en Durmstrang de lo bien que se lleva con todos.
Agatha soltó una mitad risa mitad bufido. Con rapidez se puso la capa que iba sostenida en uno de hombros con una hombrera de metal dorada parecida a un epaulette. La capa combinaba con la de su hermano, pero a diferencia a la de él, la suya llegaba al suelo. Se roció un poco de perfume, se terminó de ajustar la sandalia y ya estaba lista para irse. Viktor la miró con ternura, vio como frente a sus ojos se encontraba casi una adulta en vez de su hermanita.
―Vámonos, entonces, no queremos dejar esperándolos ―dijo ella, empujando a su hermano fuera de su camarote.
Mientras caminaban a la superficie, Agatha ganaba las miradas sin decoro de sus cofrades quiénes pasaban como balas a su lado creyendo ir tarde. Los más educados le regalaban elogios. Agatha iba agarrada del brazo de su hermano y caminaba con lentitud. En su interior empezó a burbujear un sentimiento de nervios.
―No te tengo que recordar que te comportes, ¿no, Aggie? ―dijo Viktor observando el brillo de la luz que se escurría por los escalones de madera que llevaban a la proa del buque. Agatha volteó hacia su derecha y miró a Viktor con escepticismo.
―No tengo que recordártelo a ti, ¿no, Vitya? ―pronunció ella con molestia.
―Sabes a lo que me refiero.
― ¿Cuándo no lo hago? ―repuso rápidamente Agatha. Viktor la miró elevando sus pobladas cejas. Agatha se encogió de hombros―. Bien, bien. No haré nada loco, como besarme con el vocalista de Weird Sisters, sí los rumores llegaran a ser ciertos―prometió con picardía.
Viktor le creyó a duras penas pero ya habían llegado a la proa. La visión de ésta era diferente a todos los días. Estaba llena y los sacos rojos se paseaban de un lado al otro. A éstos se le unían túnicas y vestidos coloridos alumbrados por la brillante luz de la luna. Viktor soltó a Agatha y se dirigió a una muchacha con un vestido rosa de varias capas. Se veía muy bonita y cuando Viktor llegó hasta ella, la muchacha sonrió. Agatha forzó su vista para darse cuenta que se trataba de la chica de la biblioteca. Se veía muy diferente con el cabello lacio y estaba segura que algo en su sonrisa era diferente pero no lo pudo descifrar. "Er-moine", que en realidad se llamaba Hermione, abrazó a Agatha y la llenó de cumplidos. Agatha observó cómo la misma intentaba disimular que estaba tiritando gracias a lo fino del chal que colgaba de sus hombros. Agatha conversó con la muchacha, era extremadamente amable, hasta le había preguntado cómo seguía de su lesión en la cabeza.
Unas manos frías tomaron a Agatha desde atrás haciendo que se estremeciera. Cassius Warrington se había peinado el cabello dorado hacia un lado y vestía una túnica de gala de seda azabache. Tomó la mano de la búlgara y besó el dorso. Agatha se ruborizó y su boca se curvó en una sonrisa traviesa. Agatha iba a depositar un inofensivo beso en la cara perfectamente rasurada del Slytherin pero Viktor aclaró su garganta demasiado fuerte. Agatha se alejó y giró en ciento ochenta grados para darle la cara a Viktor y Hermione.
―Viktor, éste es Cassius. Cassius, mi hermano Viktor Krum. Y ella es su pareja, Hermione ― presentó Agatha con sobriedad calculando los gestos que hacía su hermano.
―Sí, creo que ya nos habíamos conocido ―Viktor le dirigió una mirada intimidante al rubio y estrechó su mano.
―Sí, así es. ¿Cómo estás? ―Cassius tragó con fuerza pero agitó su mano. Una sonrisa nerviosa pasmada en su rostro―. Hermione... ¿eres de Ravenclaw? Creo que no te había visto antes.
―No, de Gryffindor.
―Ah, pues bueno. Ya creo que deberíamos ir yendo al vestíbulo. Las puertas del Gran Comedor se abrirán pronto ―expresó Cassius volviendo su mirada Agatha.
Viktor y Hermione fueron adelante, seguidos de cerca por Agatha y Cassius. Agatha se aferraba al brazo del chico con cariño soltando risitas calladas ante los susurros afectivos que Cassius soltaba en su oído. El camino hacia el vestíbulo del castillo fue difícil para Hermione quién se sujetaba con fuerza al brazo de Viktor para evitar resbalarse en el hielo negro del camino. Agatha creyó ver a Viktor sonrojarse.
Albus Dumbledore se había destacado en las decoraciones navideñas. El paisaje que llevaba al baile ya tenía la decoración natural de la nieve pero el director lo había llevado a otro nivel. En la planicie frente al castillo había creado una gruta iluminaba por un montón de diminutas hadas que brillaban con la luz de la luna y la escarcha de la nieve. Se arremolinaban en los rosales que Agatha no había visto antes, mas adelante una pequeña escena navideña que tenía como protagonista a Papá Noel. Las puertas de roble se abrieron con un estruendo llamando la atención a los alumnos que ya se encontraban dentro del vestíbulo. Todo el mundo se veía mayor con sus túnicas de gala y vestidos llamativos, era una vista refrescante a las túnicas negras que portaban como uniforme.
Agatha y Cassius fueron abordados por compañeros de él que conversaban excitados, entre ellos muchos que Agatha pudo recordar de la fiesta de Nochebuena. Viktor y Hermione saludaban con entusiasmo. La escena era ambientada con una suave música de harpa.
― ¿Quién eres y que hiciste con Agatha? ―la voz búlgara de Aleksandr se coló por un lado de la joven. De un brazo llevaba colgada a una chica, una morena vistiendo una túnica turquesa claro.
―Veo que te bañaste para la ocasión, Aleksandr Solokov ―lo molestó Agatha mirando con una sonrisa a la compañera de su mejor amigo―. Hola, ¿cómo estás? Mucho gusto, Agatha Krum ―Agatha estrechó con calidez la mano de la muchacha.
― Agatha, Danielle. Danielle, Agatha ―Alekandr dio un paso atrás para que las chicas se acercaran.
―Un gusto conocerte, Agatha ―se limitó a decir la cita de Aleksandr.
Se pasaron unos minutos socializando hasta que la profesora McGonagall llamó la atención de los presentes exigiendo la presencia de los Campeones. Viktor tomó a Hermione de la mano y la llevó hasta la profesora de cabello gris, rápidamente Agatha observó cómo se le unían Cedric con su cita una muchacha asiática vistiendo un hermosa túnica de un blanco perlado, Fleur y su cita un chico que solo se dedicaba a mirarla y el pequeño Harry Potter junto a su cita, una chica con una túnica rosa brillante. Todos increíblemente elegantes.
En parejas empezaron a caminar dentro del Gran Comedor, el cuál habían transformado en una escena salida de un cuento invernal. La orquesta empezó a tocar una canción triunfante para dar entrada a los protagonistas del evento. Agatha y Cassius se unieron a la multitud y caminaron con cuidado detrás de los campeones. Según le habían dicho a Viktor, los campeones tenían que inaugurar el baile. Así que eso hicieron, la orquesta tocó un vals y los campeones lo interpretaron en el centro de la pista de baile. El que peor lo llevaba era Harry Potter quien zapateaba junto a su cita, evidentemente nervioso. Prontamente se le unieron los profesores, inclusive Karkarov, quien había sacado a bailar a una profesora de Hogwarts. La pista se llenó rápido de parejas bailando vals. Cassius tomó la mano de la búlgara y la guio hasta la pista también.
Agatha aprendió varias cosas mientras avanzaba la noche. La primera era que Cassius Warrington era un excelente bailarín y la segunda era la única falla que el Slytherin había demostrado desde que lo conoció. Cassius resultó ser demasiado revoltoso con las manos. Agatha se lo pasaba de maravilla pero si se distraía un poco, el rubio intentaba ser sigiloso y tocarla un poco demasiado. Agatha no era tonta, sabía cómo mantenerlo a raya, y disfrutaba ver la cara de decepción que ponía su cita cuando obstruía sus avances.
Agatha de verdad estaba disfrutando la velada. Se había servido un banquete exquisito y la música estaba bien. También había hecho amigos nuevos, unos chicos de Hufflepuff que completaban su mesa asignada. De vez en cuando, su mirada azulina se concentraba en donde estaba Viktor, que balanceaba a Hermione con gran caballerosidad y elegancia. Él también se la estaba pasando de maravilla.
En el trajín del baile, Agatha no había visto a Fred Weasley. Pero no podías culparla, entre las entretenidas conversaciones, el banquete y los bailes con Cassius, no había tenido oportunidad de buscarlo. Él tampoco se había acercado. A quien sí había visto era a Ron, vistiendo una anticuada túnica con millones de decoraciones pasadas de moda, su rostro pecoso se sonrojó y le esquivó la mirada a Agatha.
Ya avanzado el baile, Agatha quiso salir del Gran Comedor a tomar aire. Cassius se ofreció a acompañarla pero ella lo rechazó, dejándolo con Jen, la chica de Slytherin que había conocido la noche anterior. Cuando la búlgara se dirigía a la salida, su mirada azulina se fijó en un tramo de gradas plateadas que estaban cerca de la pista de baile para que los alumnos se sentaran a descansar sin tener que ir a sus mesas. Su corazón dio un salto en su pecho. Sentado con una túnica de terciopelo negro e interior de color cobre, estaba Fred Weasley. Un vaso de ponche de frutas burbujeantes en su mano. Sonreía ampliamente. Agatha se detuvo en seco casi golpeando a un chico de Gryffindor.
Como si estuviera en piloto automático, taconeó entre la gente para encontrarse con él. Fred Weasley no la sintió y mientras se burlaba de lo mal que bailaba alguien que ella no veía, Agatha se sentó a su lado con las piernas cruzadas.
― ¿Vienes mucho por aquí? ―ronroneó la búlgara fijando su mirada en la pista de baile. Un chico nervioso pisaba tan fuerte a Ginny Weasley que hasta Agatha lo sintió.
Fred casi se echa por encima el vaso de ponche. Parecía que Agatha insistía en aparecer de sorpresa. No supo sí, en verdad, había caminado o se había aparecido junto a él. Aturdido por el espejismo divino de la muchacha, una risa nerviosa dejó su garganta. Fred encontró a Agatha deslumbrante. Su melena que usualmente estaba rizada, caía lacia como un rio negro hasta llegar a su ombligo, sin ningún cabello fuera de lugar. El vestido rojo oscuro abrazaba sus curvas y la tela caía de sus hombros en una perfecta silueta. Los cristales que ornamentaban la tela centelleaban bajo la iluminación del Gran Comedor. Fred sintió un repentino calor que no se debía a las chimeneas.
― ¿Te dolió cuando caíste del cielo? ―dijo él, una sonrisa traviesa combinó con sus pecas regadas. Agatha rodó los ojos ante el piropo más gastado de la historia―. ¿Cassius no soportó la presión de tenerte cómo pareja?
Agatha soltó una risa y negó con la cabeza.
―Hasta el momento no se ha acobardado. Pero descubrí que podría ser carterista sí quisiera ―Fred no entendió pero Agatha no se lo explicó. En cambio dijo: ― ¿Y Angelina?
Fred señaló a la pista con el dedo índice. Angelina tenía un vestido color berenjena con un lindo escote en V. Giraba y reía junto a George y Lee, acompañados de Alicia y Katie. Sonrió al ver a Agatha junto a Fred y la saludó agitando la mano, la castaña ondeó su mano de vuelta.
― ¿Por qué estás aquí? ¿Te aprietan los zapatos? ―la búlgara bajo su mirada a los zapatos del gemelo. No eran nuevos pero habían sido bien pulidos. Él rio en respuesta.
―Según escuché, The Weird Sisters entrarán en cualquier momento. Quiero verlos en primera plana.
― ¿En serio? Amo con mi vida a Myron Wagtail. Aleksandr me desanimó diciéndome que era solo un rumor que vendrían ―Agatha miró a la tarima frente a la pista para ver alguna señal de la famosa banda.
― ¿Amas a Wagtail? ―el pelirrojo le dedicó una mirada inquisitiva―. Pero, si es tan peludo que parece un perro.
―Un perro sexy ―se explicó la chica―. Todo el mundo sabe que así deben verse los roqueros.
―A Agatha Krum le gustan los hombres peludos. Está bien, lo anotaré―Se burló Fred. Agatha soltó una meliflua risa y empujó con su hombro descubierto al chico.
De un momento a otro, la música de la orquesta se detuvo y en la tarima cayeron con un estruendo instrumentos musicales pesados. Agatha se puso de pie de un salto mirando expectante al escenario. Fred la miró divertido. Donaghan Tremlett fue el primero en aparecer con su bajo. Los gritos, aplausos y vítores inundaron la sala. Agatha también soltó un grito agudo. Fred la tomó de la mano y con rapidez, para no quedar en fondo de la muchedumbre, la llevó adelante. Cuando Myron Wagtail apareció, la gente perdió la cabeza. Las chicas saltaban emocionadas con las manos en el pecho y los chicos agitaban sus puños en el aire. Los adolescentes galoparon como una estampida para estar lo más cerca posible de la banda.
― ¡Hogwarts! ―dijo el vocalista al megáfono―. Muy bien, ¿están listos para la música de verdad? ¡Vamos, quiero ver sus manos en el aire! ¿Están listos? ¿¡ESTÁN LISTOS!?
Wagtail, entre gritos emocionados, empezó a cantar su mayor éxito "Do The Hippogriff". A Fred le hubiese gustado que la primera canción que bailara con Agatha fuera una balada, pero esto le resultaba más divertido. Fred y Agatha en la pista no eran ningunos Fred Astaire y Ginger Rogers pero igualmente se balanceaban, saltando con una juventud desbordante que los caracterizaba y gritaban a todo pulmón la letra de la canción de rock que los aturdía a ambos. Fred tomaba a Agatha y le daba vueltas agitando su cabellera rojiza de lado a lado. La muchacha no podía parar de sonreír y movía sus brazos en el aire con éxtasis.
Agatha estaba divirtiéndose más con Fred en menos de cinco minutos de lo que había hecho toda la noche con Cassius. Ni siquiera se preguntó dónde estaba, tampoco lo buscó en la multitud. La presencia de Fred era todo lo que ella necesitaba, toda su vibra era magnética y no quería que terminara la canción. Cada vez que Fred Weasley la tomaba de la mano, una corriente eléctrica le pasaba por todo el cuerpo. Cuando terminó la canción, Myron Wagtail dijo unas palabras agradeciendo el ánimo de los jóvenes y comenzó la siguiente.
Ésta vez, un estudiante de Durmstrang tomó a Agatha y le susurró algo en el oído. Fred no lo conocía y miró con antipatía al extranjero. Agatha miró al recién llegado, escuchándolo con atención. Sus ojos azules denotaban alegría e impresión. Fred temió que ella se iría a bailar con su compañero de escuela pero en cambio, le dirigió unas palabras breves y este volvió con su propia pareja.
― ¿Quién era? ―le susurró Fred a Agatha.
―Anton. Va en mi curso. Me dijo algo genial ―dijo ella, dándole una vuelta al chico. Luego le hizo una seña con los dedos para que ella pudiera decirle algo en el oído, Fred se agachó para escucharla―. Ven al barco cuando el baile empiece a morir, habrá una fiesta secreta. Sólo con invitación, exclusiva para los más geniales. Anton habló con Myron para que la banda asistiera ―explicó Agatha―. Cuando pises la tabla de desembarque tienes que decir la contraseña "Balalaika", si no lo haces, el hechizo protector te lanzará al lago.
―Entonces crees que soy lo suficientemente genial para invitarme ―Fred sonrió presumidamente.
― ¡Obvio! Tienes que venir, quiero mostrarte algo. Puedes traer a George y a Lee. Y a Angelina, claro ―la chica movió el cabello al ritmo de la canción.
―Ahí estaré ―aseguró Fred también moviéndose de lado a lado.
La canción terminó y Agatha y Fred jadearon intentando recuperarse. La guitarra de Kirley Duke lloró las primeras notas de la siguiente canción. Una balada. Agatha y Fred se miraron. Agatha, un poco dudosa, extendió la mano para tomar la que Fred ofrecía pero antes de hacer contacto, Cassius se deslizó junto a ella.
― ¡Aquí estás! ―dijo el rubio, sonriendo y dedicándole una mirada envenenada a Fred―. Te había estado buscando, pensé que te habías perdido a The Weird Sisters.
―Estaba aquí ―dijo Agatha pasando su mirada entre los dos chicos.
―Ya lo creo. Weasley ―Cassius hizo un gesto con la cabeza para saludar a Fred.
―Warrington ―respondió Fred apretando los dientes.
―Esta canción me gusta mucho, ¿quisieras bailar conmigo? ―Cassius tomó la mano de Agatha sin esperar respuesta.
Agatha iba a rechazarlo hasta que vio a Angelina acercándose a ellos, miró a Fred y tomó la mano de su cita.
―Balalaika, Frred Veasley ―Agatha guiñó el ojo antes de alejarse con el Slytherin.
Fred vio como Agatha y Cassius se alejaban. Las parejas empezaban a formarse y a abrazarse en la pista. Fred se volteó para volver a las gradas plateadas cuando se topó con Angelina. La chica sonrió y tomó la mano de su novio para bailar con él. Fred la tomó en sus brazos y juntos se mecieron al compás de la voz de Myron Wagtail.
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