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El zumbido constante de las hélices del helicóptero llenó los oídos de Eloise Branagh mientras agarraba con fuerza su bolsa de lona. Su mirada se dirigió a las ventanas mientras observaba las aguas tropicales del Pacífico que se extendían debajo de ella, una extensión infinita de azul salpicada de crestas blancas distantes. Tracy Island se alzaba ante ella, un paraíso verde y exuberante que se alzaba abruptamente desde el mar.
El lugar parecía tan misterioso ahora como lo había sido en su infancia. En ese entonces, había sido un refugio de verano, lleno de risas, juegos y la enorme familia Tracy. Ahora, era un santuario que no estaba segura de merecer.
Jeff Tracy había sido un segundo padre para ella en el pasado. Los recuerdos de su risa estruendosa, su sabiduría paciente y sus ojos bondadosos se filtraron en su mente. Recordó haberlo visto hablar animadamente con su propio padre, Charles Branagh, sobre viajes espaciales y la inmensidad desconocida más allá de la atmósfera de la Tierra. Eso fue antes de que su madre muriera al ella tener 6 años por culpa de un mal diagnóstico, el cáncer le había consumido en 3 meses, antes de que la familia Branagh se rompiera y antes de que Eloise se quedara completamente sola.
El recuerdo llegó por sí solo. Tan fresco como el día en que lo había visto con sus propios ojos.
"¿Señorita...? ¿Señorita Branagh?" Una voz la llamó cerca de ella, haciéndola parpadear mientras se giraba hacia la pequeña ventana de la puerta para mirar a la doctora que estaba detrás de ella. La mujer le dirigió una mirada que probable mente pensó que era amable. Pero Eloise sabía que no era así. Reconocía la lástima cuando la veía. Y lo odiaba.
"Necesitamos su firma...para autorizar la autopsia como miembro restante de su familia". La doctora empujó hacia adelante una pizarra con papeles. Pero las palabras se mezclaron ante sus ojos. Su ‘miembro restante de la familia’ tenía razón. Su padre había sido hijo único, al igual que su madre, ambos abuelos de cada lado habían fallecido antes de que ella cumpliera 13 años. Ahora estaba completa mente sola.
Cuando su padre falleció hace dos semanas luego de colapsar súbita mente un día y caer en un coma auto inducido para monitorear una infección agresiva en su sistema, debería haber sabido ya que no habrían buenas probabilidades, los medios de comunicación cayeron sobre ella como buitres. No les interesaba su dolor, solo el legado que su padre había dejado atrás: un astronauta célebre, un héroe y un hombre con una riqueza considerable. Eloise apenas tuvo tiempo de procesar su pérdida cuando comenzaron las preguntas. ¿Qué pasaría con el patrimonio? ¿Qué haría con su vida ahora? Los desconocidos fingían preocuparse, buscando invitaciones ó información.
Jeff Tracy había visto los titulares y, en una llamada telefónica decisiva, le ofreció algo que nadie más tenía: un lugar donde sanar, lejos del caos. Eloise aceptó, aunque no estaba segura de si fue por gratitud ó desesperación.
El helicóptero aterrizó en la plataforma de aterrizaje de la isla. El piloto le hizo un gesto con la cabeza, pero sus piernas se sentían clavadas al suelo. Respiró profundamente y se obligó a moverse. Mientras salía al aire húmedo, sus sentidos se vieron abrumados por el rico aroma de la jungla, el calor del sol y el sonido de las olas rompiendo en las costas lejanas.
"Eloise".
La voz era inconfundible. Profunda y autoritaria, pero con una calidez que hizo que se le oprimiera el pecho. Se giró para ver a Jeff Tracy caminando hacia ella, con una postura tan firme y segura como recordaba. Su cabello oscuro, ahora ligeramente plateado, brillaba a la luz del sol, y su sonrisa era tan tranquilizadora como siempre.
"Señor Tracy", dijo, con la voz temblorosa y un nudo creciendo en su garganta.
"Jeff, no me hagas sentir mayor, mis dolores de espalda ya hacen eso cada mañana, ahora ven aquí", la corrigió con una broma relajada, envolviéndola en un abrazo firme pero suave que casi hizo que su fortaleza para no derrumbarse se quebrara. "Ha pasado demasiado tiempo, pequeña Elle".
"Señor-, Jeff", sentía la lengua pesada mientras intentaba luchar contra el peso.
"Lo sé, lo sé...tu padre era un hombre maravilloso y el mejor amigo que he tenido y mi mayor arrepentimiento es no haber estado allí para él cuando lo necesitaba, como él estuvo conmigo con Coleen...pero lo estaré para ti".
Por un momento, Eloise se relajó en su abrazo, su presencia paternal era casi como aferrarse a lo que había perdido. Los años se desvanecieron y ella volvió a ser una niña pequeña, corriendo descalza por la isla con Alan y Fermat, viendo a Scott y Virgil competir en carreras atrevidas y escuchando a John hablarle sobre las constelaciones mientras usaba su proyector.
Pero la ilusión se rompió tan rápido como llegó. Ella ya no era esa niña despreocupada y el peso de la muerte de su padre la oprimía como un tornillo de banco.
Jeff se apartó y estudió su rostro con una mirada preocupada. "Has pasado por mucho, ¿no?"
Ella asintió, incapaz de hablar. Tenía la garganta irritada, los ojos le picaban, pero ya había derramado suficientes lágrimas.
"Bueno, ahora estás en casa y yo, nosotros...estamos todos aquí para ti, eres familia, siempre lo has sido", dijo con firmeza. "Vamos, los chicos están ansiosos por verte".
Eloise lo siguió hasta la villa, una estructura moderna y extensa situada contra los acantilados rocosos de la isla. El olor a agua salada y flores flotaba en el espacio abierto, mezclándose con el leve zumbido de la tecnología. El interior era tan elegante y avanzado como recordaba, pero aún así lograba sentirse como un hogar.
Cuando entraron en la sala de estar principal, doblando la esquina, el caos familiar de los hermanos Tracy la saludó.
"¡Deja de ser tan idiota, Gordon! Así no es como funciona, amigo, lo estás haciendo mal, ¡lo vas a romper!", gritó una voz que carecía de verdadero calor.
"¡Sí, funciona! ¡Y te reto a que me obligues, idiota!", repitió el otro antes de lo que sonó como un forcejeo de cuerpos golpeándose entre sí.
"Aquí vamos...Hogar, dulce hogar", murmuró Jeff lo suficientemente alto para que ella lo escuchara, sus palabras fueron exhaladas mientras ella lo seguía y luego se detenía a su lado.
"¡Eloise!" Alan, el más joven, fue el primero en correr hacia ella cuando los vio entrar. A los 16 años (ella era 4 años mayor, pero eso no le había impedido jugar juntos), era más alto de lo que recordaba, su cabello rubio estaba despeinado y su sonrisa era contagiosa. "¡Ha pasado una eternidad!"
"¡Oye, Alan, Dios mío, has crecido!" dijo, sonriendo a pesar de sí misma mientras él la abrazaba. "Y todavía te ves igual, pequeña-" bromeó mientras la abrazaba, ella resopló falsamente ofendida y optó por no decir que con sus 1,70 metros estaba por encima del promedio de muchas mujeres de su edad mientras sus ojos se posaban en el siguiente hermano.
"Bienvenida de nuevo, pequeña Elle" dijo Scott, su voz profunda transmitía una calidez similar a la de su padre. Le ofreció una sonrisa más reservada pero no menos genuina.
"Hola Scott, ¿todavía te aferras a la cordura?" Eloise se atrevió a bromear, con la esperanza de aligerar aún más el ambiente. Afortunadamente, algunas cosas no parecían haber cambiado en absoluto.
"Siempre, es mi maldición...quiero decir, mi responsabilidad como el mayor es mantener el Fuerte bajo control mientras estos tontos vivan", dijo, haciendo que los demás se burlaran y lo abuchearan mientras se reían entre dientes.
Virgil y Gordon la saludaron después de que Alan la soltara, cada uno a su manera: Virgil con un firme apretón de manos y una promesa de que siempre podría confiar en él mientras le lanzaba una sonrisa torcida y un guiño furtivo, Gordon con un comentario descarado sobre que ella necesitaba aprender a nadar si planeaba quedarse porque él no la rescataría gratis, lo que le valió un golpe en la nuca de Scott, que la hizo resoplar.
"Compórtate, idiota, ya nos harás quedar bastante mal". El hermano mayor de los Tracy murmuró con una sonrisa en los labios mientras cruzaba los brazos sobre el pecho.
De nuevo, se burló en voz baja, sin una risita ni una sonrisa, pero era la primera vez en semanas que sentía que la presión en su pecho se aliviaba un poco.
Entonces sus ojos se posaron en John.
Él estaba un poco apartado de los demás, su cabello rubio plateado pálido reflejaba la luz. La variación de su tono de color siempre la había fascinado, podría llegar a decir que incluso se había sentido un poco atraída por él una vez debido a su apariencia única. Eso y que siempre había sido de buen corazón y dispuesto a ayudar, siempre explicando las cosas con tierna calma. Su mirada era firme, una pequeña sonrisa casi tímida jugaba en sus labios. No había cambiado mucho desde la última vez que lo vio, todavía era atractivo, aunque sus rasgos se habían agudizado con la edad dándole un rasgo masculino definitivo que se alejaba de las miradas más suaves de su adolescencia.
"Hola, Eloise, bienvenida de nuevo, es bueno tenerte aquí", dijo simplemente.
"Hola, John, es bueno estar de vuelta", respondió ella, su voz más suave de lo que pretendía.
Hubo una pausa, un momento de tranquilo reconocimiento entre ellos. No fue incómodo, pero tenía un peso que ella no podía ubicar.
"Bueno, ahora que ya no hay que volver a presentarnos, la cena será en una hora" anunció Jeff, rompiendo el silencio. "Eloise, ¿por qué no te acomodas? Tómate tu tiempo, descansa un poco si quieres, sé que debes estar cansada, el viaje hasta aquí desde el continente no es nada de lo que bromear, Alan, ¿por qué no le muestras su habitación, por favor?
"¡Claro, papá! ¡Vamos, Elle!".
Alan agarró su bolso y parloteó con entusiasmo mientras la guiaba por un pasillo. "-Te encantará la habitación, ha habido muchos cambios desde la última vez que la visitaste, papá contrató a este arquitecto que instaló fibra óptica de alto carbono, así que tenemos Internet de alta velocidad en cualquier parte de la isla.." Sintiendo una mirada repentina en su espalda, Eloise miró por encima del hombro y captó la mirada de John una vez más antes de que se diera la vuelta.
Mientras Alan divagaba sobre todos los cambios en la isla, los pensamientos de Eloise se arremolinaban. Ella estaba aquí, lejos de las miradas indiscretas del mundo. Pero por más reconfortante que pareciera la Isla Tracy, no podía quitarse la sensación de que sus verdaderos desafíos apenas comenzaban; solo esperaba que su estadía allí no terminara destruyéndola aún más.
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