Ⅷ
𝓬𝓪𝓹𝓲́𝓽𝓾𝓵𝓸
𝚞𝚗 𝚍𝚎𝚍𝚘
Sus dedos se movían hábilmente creando sombras a diestra y siniestra. Las maldiciones corrían con toda la intención de emboscarlo. Sin embargo; ni un solo rasguño adorno su cara.
Habían bastado segundos para que las sobras aparecieran frente a las maldiciones deshaciéndose de ellas en cortes precisos. Sus guantes se vieron manchados por la asquerosa sangre que lo hicieron jadear del disgusto.
— Que trabajo más desagradable. — Skylar observó por última vez el lugar, encontrándose una pequeña caja de madera que había caído al suelo.
Con ayuda de su ritual, la atrajo a el sin problemas. Una vez lo abrio sus manos temblaron ante la incredulidad de su nuevo hallazgo.
Un dedo de Sukuna.
— ¡Me lleva la-!
Entre sus manos se encontraba el objeto maldito, había decidido esconderlo en su ritual lo que lo hacía inaccesible para los demás hechiceros.
Se culpo por no detener esa locura de la cual Itadori era partícipe, todos los estudiantes eran niños que que apenas se adentraron a la cruda realidad de la hechicería.
Con unos pasos más logró observar la disputa de los estudiantes de Tokio contra los de Kioto.
— Fushiguro Skylar es el claro ejemplo, es considerado el prodigio del clan Zenin. — Escuchar su nombre con tales descripciones lo hizo sentir mal.
Estaba claro que había desertado de su clan por sus convicciones, aunque algunos lo vieron como acto de rebeldía y coraje, nada estaba más lejos de la realidad. En realidad, solo se habia ido por que le aterraba la idea de ser líder.
Nunca se considero apto para ello, por que era cobarde. Y los cobardes no avanzan.
— ¡Atención!. — Entre las escaleras de la escuela apareció una mujer hermosa con una cicatriz que adornaba su rostro. — No se peleen entre ustedes.
Escucharla fue un consuelo y verla tan radiante hizo que sus ojos brillaran. Adoraba compartir tiempo con Utahime.
— ¡Sky!. — El cambio repentino de tono alertó a todos los estudiantes que apenas pudieron notar la presencia del mayor.
— Hola, Iori-san.
— Eres tan educado. — La mujer lo abrazó apretando con fuerza. — Deberías venir a Kioto conmigo, Shoko tambien deberia. Asi matamos a dos pájaros de un tiro.
— Tendré que negarme. — Respondió incómodo. — Agradezco tu oferta, pero estoy bien.
"Mentiroso"
— Shoko y tu saldrán a beber conmigo uno de estos días ¿verdad?.
— Siempre y cuando mi esposa quiera. — Responde a duras penas cuando todos los alumnos miran la interacción de ambos mayores. — ¿Y Gojo-san?
— El imbécil nunca llega temprano. — Contesta Maki.
Intenta regañarle sin embargo el imbécil aparece con una caja grande y unos muñecos realmente feos.
— Satoru Gojo. — Murmuran Iori y Skylar totalmente disgustados.
— ¡Hola mi amor y los demás!. — Una mueca de asco aborda los labios del Fushiguro mayor alejándose lo más posible del albino. — Estaba en un viaje de negocios.
— Ahora está disociando. — Murmura Panda.
De inmediato Maki y Megumi se ponen a su lado en un forma de escudo.
— ¡A los de Kioto les traje esto!. — Les entrego los muñecos feos con la excusa de que pertenecían a una tribu. — A ti no te traje Utahime.
— ¡Ni quiero!
Verlo acercarse con esa sonrisa sórdida no le dio buena señal, aún más cuando la maldita caja era grande tanto como para que una persona cupi-
— ¡Opape!. — La caja fue abierta revelando el cuerpo de Itadori quien hacía una pose realmente infantil, seguramente idea de Gojo.
— ¡A los Tokio les traje a su difunto amigo Yuji Itadori!
El rostro de Nobara y Megumi cambio a una expresión hueca, Skylar no estaba mejor. Sus ojos apenas podían parpadear y sus manos temblaron. Su piel se puso enfermizamente pálida dándole un toque demacrado.
Las reacciones fueron contrarias a las que esperaba Itadori no solo sus amigos no reaccionaba en lo más mínimo. Si no que los Kioto ni siquiera le prestaban atención por estar absortos en recuerdos que había traído Satoru.
Los ojos de Skylar miraron al albino riendo y su enojo incremento. Con una determinación impecable sostuvo el uniforme de Satoru para poder hablarle cara a cara.
— ¿Desde cuándo lo sabías?. — Habló entre dientes apretando el agarre en el albino. — Si Itadori-san estaba vivo entonces por qué me-
Fue detenido por la mano de Gojo evitando que hablara mas. — No deberias enojarte solo conmigo. — La cara interrogativa del Fushiguro fue suficiente para hacer crecer su sonrisa. — Shoko tambien lo sabia.
— ¿Que?. — La incredulidad lo consumió y apartó a Satoru de un manotazo, ya estaba harto de él
— ¡¿El recipiente de Sukuna?!. — Escuchar al decrépito de Gakugangi no mejoró su humor.
Se alejó de aquel hombre de categoría especial, observando el reencuentro de sus pequeños que lo hicieron sentir aliviado.
Una diminuta sonrisa se formó en la comisura de sus labios. Los ojos lagrimeantes de Nobara lo hicieron sentir conmovido al saber lo mucho que apreciaban a Yuji.
Tan pronto como los ojos bronces se posaron en él, el pelirosa salió de la caja tomando impulso para lanzarse a los brazos del mayor.
Aquellos zafiros se vieron confundidos ante la muestra de afecto, sobre todo cuando Itadori le habló al oído.
Pudo cerrar los ojos disfrutando del calor que aquel niño le ofrecía en un abrazo, las palabras fueron pronunciadas y capturadas en lo más recóndito de su corazón.
Le regreso el abrazo como pudo, acariciando su espalda en caricias reconfortantes.
— Bienvenido Itadori-kun.
— Estoy de regreso, Skylar.
Skylar merece sufrir, probablemente no.
¿Me gusta hacerlo sufrir?, para nada, pero es por el bien de la trama.
Por cierto, no me morí, me estoy agarrando a trancazos con la carrera.
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