Ⅳ
𝓬𝓪𝓹𝓲́𝓽𝓾𝓵𝓸
𝚜𝚎𝚗̃𝚘𝚛 𝚙𝚊𝚙𝚊́
La emoción que hace unos minutos estaba en el cuerpo de Kugisaki y Yuji había decaído abruptamente al ver el lugar a donde los habian traido para la misión.
— Señor papá ¡esto no era parte del trato!. — Grito Nobara mientras se aferraba al mayor con lagrimitas de cocodrilo. — ¿Dónde está Roppongi?
Una risa nerviosa escapó de los labios de Skylar al ver la carita de la chica y luego el edificio abandonado donde seguramente habrían maldiciones.
— ¡Mentiroso!. — Gritó Itadori mirando a su profesor.
— ¡No se juega con los provincianos!
— Hay un gran cementerio ¿sabes?. — Habla Satoru mirando al pelirosa, captando toda su atención. — Eso significa que ahí en la construcción abandonada hay una epidemia de maldiciones.
— ¿Entonces se agrupan en los cementerios? — Pregunto confundido.
— Megumi. — Llamo Skylar. — Recuerdame darle algunas clases a Itadori, no puede ir por ahí sin saber nada de su nueva vida.
El pelinegro asintió mientras sujetaba el cinturón de su tío. — Entendido
— ¡Espera un segundo!. — Habló Kugisaki. — ¿Este tipo no sabe nada de hechicería?.
— Es nuevo. — Murmuró Skylar. — En todo, así que Megumi lo explicara.
— La verdad es que-
Dejó de prestar atención a su plática, ya había recibido el informe y escuchar la misma información dos veces era innecesario. Ademas, no queria volver a escuchar-
— ¡¿Se trago el objeto maldito?!. — Eso. — ¡Es repugnante! ¡De ninguna manera, que poco higiénico!
— ¿Que dijiste?
— Siento lo mismo. — Agrega Megumi.
— Si, yo también. Lo siento Itadori.
— Acaba de romper mi corazón Skylar.
— ¡Bien!. — Los estudiantes miraron a su profesor esperando a que hablara. — Esto es algo así como una prueba práctica. Nobara y Yuji irán y exorcizarán a las maldiciones dentro de la construcción.
— Pero solo se puede exorcizar una maldición con otra maldición ¿verdad?. — Asintieron. — No puedo utilizar hechicería
— Espera Gojo. — Hablo Skylar tomando el brazo del más alto. — Es muy pronto para la práctica, quizás-
— Retomando. — Habló el peliblanco, ignorando por completo la sugerencia de Skylar. — Ya eres mitad maldición. La energía maldita ya corre por tu cuerpo.
El mayor se negaba a aceptar eso, ¿y si se lastimaban? por supuesto él tenía la técnica inversa y podría curarlos sin problemas pero este tipo de métodos eran como enviar a hechiceros a su muerte.
— Pero bueno, no lo puedes controlar en un dia. Así que usa esto. — Mencionó dándole un arma. — Es un amuleto llamado "masacra demonios". Es un arma con poder maldito dentro, debería ser efectivo contra maldiciones. — Agregó.
Los estudiantes se adelantaron, ajustando sus uniformes para adentrarse en el edificio.
— Tengan cuidado, por favor. — Los estudiantes asienten con ligeros brillitos a su alrededor, asi se sentia como un padre amoroso. — Y tu, Yuji. No dejes salir a Sukuna o habrán problemas.
Olvidenlo.
— Yo tambien voy. — Espeta Megumi con todas las intenciones de ir tras ellos.
— Tu te quedas.
— Pero-
— No.
— Ya estoy-
— No.
— Mi tia dijo que-
— No.
El menor suelta un resoplido yéndose a sentar a la banca mientras se cruza de brazos, como un niño pequeño, de hecho lo era.
— No haz cambiado nada. — Comenta Satoru con una sonrisa.
— Tu si. — Responde seco. — Ya no me gusta estar cerca tuyo, pero te aferras a mi.
— ¿Esta mal amarte?
— Tu forma de amar es la que está mal.
— Lo siento.
— Tus disculpas llegan diez años tarde. — Sus puños se aprietan con fuerza mirando la venda que cubre los ojos de Gojo. — Ahora solo quiero que me dejes en paz.
— Te amo.
— ¿A donde quieres llegar?
— Quería recordártelo.
— Lo recuerdo todos los días y no sabes cuanto asco me produce.
Las palabras se quedaron atascadas en su garganta, bajando momentáneamente la cabeza e inundando su mente con recuerdos dolorosos.
— ¡Me duele!. — Su mente se opaco y sus manos exploraron el cuerpo ajeno sin reparo, creando cicatrices y moretones por donde pasaban. — ¡No quiero, déjame!
Sus ojos estaban llenos de lágrimas pero carentes de brillo lo miran suplicantes esperando a que se detenga, pero él no quiere.
Era su venganza contra él, contra ese mono, maltratando su ser en un intento de ahogar su enojo. De deshacerse de estos sentimientos que no hacían más que generarle asco.
Al final un acto que debía estar lleno de amor y cuidados se vio opacado por las consecuencias ajenas, envuelto en un sábana y con la sangre deslizándose entre sus piernas se marcha entre la noche lleno de heridas.
Yo leyendo "esa" parte:
Yo escribiendo "esa" parte
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