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𝐯𝐞𝐢𝐧𝐭𝐞

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El día en que supe lo
que era vivir en un mundo cruel.
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Año 850
Eren Jaeger.
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La mañana se sentía fresca. Muy fresca, pese a la tensión que recorría el ambiente, sentía que había esperanza en cada nube pintada en el cielo azulado, con tonos pasteles nocturnos que aún aclamaba la noche, despidiéndose para permitir que el sol saliera, veía más adelante como mis compañeros avanzaban en sus filas de maneras sumisas como la teniente lo había pedido. Mis manos apretaban fuertemente las sogas de mi caballo, me daba cuenta que estaba atrás. Quizás era por el hecho de negación que giraba por mis pensamientos. ¿Era posible que Reiner y Berthold fueran malas personas? De hecho, juraba y perjuraba que de ser así, debía haber una explicación, porque nunca han querido hacerme daño, ni siquiera lo han intentado desde que nos conocemos, por eso debía estar negándome a la idea de que pudieran engañarnos. Levantaba mi vista para despejar mi mente, observando el espectacular cielo que enmarcaba el amanecer de un día, de una nueva oportunidad para hacer las cosas correctas. Las pisadas de los caballos resonaban, pero fue la de una en particular que me hizo mirar aún lado.

El cabello rubio de Gianna se volvía a encontrar amarrado. Ella intento de mantener su ritmo igual que el mío, para así mirarme. Cautivado por su belleza no hice más que sentirme confortado al verla tan serena y sutil. Ella era reacia, amargada y reservada, pero conmigo parecía florecer sus pétalos marchitados por las tristezas que se asemejaban a una vida pasada que desconozco. Verla me hizo sonreír de una manera genuina que no hacía hace mucho, verla me hizo estremecer, porque se sentía que su alma y la mía habían conectados desde hace algún tiempo atrás, como si estuviéramos destinados a estar juntos en medio de este caos que nos privaba de la libertad. La confianza que se tenía en sí misma, la seguridad y fuerza que brotaba en sus movimientos me hacía admirar sus determinaciones como soldado, era grande e increíble ver a una mujer con tal poder, no me sentía opacado, me sentía orgulloso de poder ver a tantas mujeres alrededor de mí brotar fuertemente como la pisada de un titán. Mire adelante, dejando de observarla cuando note las ruinas de aquel castillo, tensándome, era el momento.

—¡Mikasa, Gianna desplácense!—anuncio principalmente la teniente Hange, para dejarme ver como ambas jóvenes alentaron a sus caballos a ir adelante hasta que se levantaron sobre ellos e impulsaron con sus equipos de maniobras tridimensionales, se veían geniales.—¡Línea derecha, dispérsense y cubran la línea frontal!—ella anunció el desplazamiento. Habían titanes alrededor a plena luz de la mañana.

No quería quedarme aquí. No quería quedarme atrás. Sentía la brisa pegarse a mi, la brisa mañanera que me hizo tener seguridad de mi mismo, como no solía tenerla por mis pensamientos impulsivos. Me subí encima de mi caballo con un balance casi perfecto, aunque la teniente se vio en desacuerdo cómo Armin por mi imprudente acción, me aventé detrás de las chicas que se fueron por todo el crédito. Sonreí intentando estancar mi gancho en medio de un titán. Apretó fuertemente mis hojas del equipo de maniobras tridimensionales que me mantenía en altitud alta, visualizando las ruinas decaídas y los titanes que caían al suelo por las empaladas hojas que destruían su nuca, no me quede atrás en cuanto mi gancho se atascó en el cuello de uno bastante alto. Mis manos temblaron, pero las formalice para centrar mis emociones en ella y así raspar la nuca de aquel titán con mis hojas para hacerlo caer al suelo arrodillado, hasta decaer acostado. La emoción que sentí brotó. Fue tanta que no pude sostenerme, porque realmente era la primera vez que mataba a un titán sin ayuda de nadie, lo había hecho yo mismo y eso era algo que quise gritar a los cuatro vientos en medio de la tensión que albergaba en dicho lugar.

—¿¡Lo vieron!? ¡Mate a mi primer titán!—dije para así caer al suelo de una manera penosa que opaco toda la felicidad que tuve.

—¡Idiota, vuelve a la línea!—me dijo uno de los cadetes del cuerpo de exploración al pasar con mi caballo, habían más titanes alrededor y apenado por mi acción veía como los titanes caían al suelo en parpadeo.

—¡Oye, novato!—levante mi mirada al ver cómo entre las piedras Gianna caminaba hacia mi, se veía la burla en su semblante.—¿Te has orinado en los pantalones?—me preguntó, acercándose a mi, mientras que avergonzado vi cómo estrechó su mano para levantarme del suelo.

—¿No lo has visto? ¡He matado a mi primer titán!—exclame para verla buscar sarcástica.

—Yo no veo nada.—dijo ante ver al titán evaporándose, por lo cual sonreí por lo bajo viendo como ella llevo su mano a mi hombro.—Fue genial.—levante la mirada viendo sus azulados ojos, notando el orgullo en ella, no pude evitar sentir como mi ego me cegaba.—Que no se te suba por favor.—me pidió para dejarme ver cómo sonreía, su sonrisa era hermosa, tab hermosa y pasiva que podía calmar mis músculos tensos.

—Muy tarde.—excuse para verla chasquear la lengua e alejarse de mi, quedándose inmóvil en cuanto Armin se acercó a nosotros, pude ver la montaña de gente que se acercaba.

—Idiota.—exclamó, golpeando mi hombro por lo cual sonreí cabizbajo.—¿Qué?—me preguntó.

—Eres hermosa.—dije.—Nunca me cansare de decírtelo.—añadí, notando como ella bajo la cabeza, podía verlo, la evolución de cómo se aflojaba y se liberaba de la desconfianza que le tenía al mundo exterior.

—Gracias, Eren.—agradeció, llevando su mano a la mía, rozándola y dándome un cálido tacto que me hizo desear sostenerla, pero me pasme en cuanto note que nos miraban.

—¡Eh, amigos!—oí exclamar a Connie, viéndolo conjunto a Reiner y Berthold, sentí una conmoción al verlos acercarse a mi e abrazarme.–¿Qué pasa aquí tórtolos?—cuestiono Connie quien miró a Gianna, la misma que sostuvo una fina línea seria en sus labios ante su presencia.

—No me toques.—pidió ella cuando Connie se iba lanzar hacia ella para abrazarla, era por la emoción de ver que habíamos llegado a tiempo.—Estás sucio y apestas.—indicó ella.

—Ah. Que pesada.—dijo él, alejándose de ella para así olerse y notar que si, Connie apestaba.

—Chicos. Les he echado de menos.—murmuré cuando Reiner y Berthold me abrazaron, no dejaban que Connie se acercara pero sentí algo en mi interior, era la negación del hecho que me hacía pensar mal sobre ellos, incluso cuando Gianna se distanció sin decir nada, continué abrazándolos mientras oía a Connie de fondo hablar.

—¡Y la fea de Ymir se transformó, ella nos salvó! ¡Es un titán horrible, tan horrible que me hizo pensar que su versión humana es preciosa!—argumentaba, dejándome ido por lo que decía, me aislé de ellos para querer acercarme al montón de ruinas de donde ellos venían.

—¿Otro titán?—me cuestione para mí mismo sin que nadie me oyera.—Ymir también... ¿también provenía de donde posiblemente Annie viene?—continuaba cuestionándome, estaba tan pesando y confundido que caminaba sin asimilar lo rápido que estaban sucediendo las cosas.

—Eren.—la voz de Reiner me detuvo, me giré para ver su brazo atado en una tela fija.—¿Estás bien?—me preguntó, quede frente a él mientras que la brisa removía mi capa verdosa, lo veía justamente a los ojos.—Creí que esta vez no llegarían.—musitó, mirando los titanes alrededor.

—No podría abandonar a mis amigos.—dije, conjunto a la capa verdosa que se levantaba, Reiner estrechó su mano menos herida.

—Gracias, Eren.—agradeció en cuanto estrechamos nuestras manos, nuevamente sentí ese pesar, ese que tanto me hizo cuestionarme su lealtad, hasta que me presente como todos para ver el vapor sobresalir del cuerpo exhausto de Ymir, veía aturdido la escena donde la joven que yacían buscando estaba ante ella, socorriéndola como Hange.

—Krysta... —oí a Ymir, quien con sus marcas de transformación y cuerpo aún cálido, veía detenidamente a la joven y tierna rubia frente a ella.

—No Ymir.—se negó ella.—Mi verdadero nombre es Historia Reiss.—esclareció en medio de aquel detalle que me hizo mirar a Mikasa, buscando su conforte en medio de esta situación tan confusa, me di media vuelta para darle la espalda a los engaños que pesaban mi espalda.

—Eren.—Mikasa me llamo, pero tan solo continué caminando al abismo de mi destino.

Sentía que no conocía nada. Era como si estuviera ajeno a este mundo en donde nací. Miraba a mi alrededor y lo único que podía conocer, era a Mikasa e incluso a Armin, pero a nadie más fuera de ellos, todos los rostros que veía estaban borrosos por la desconfianza que abrumó todo mi sendero de camino a la muralla. Iba cabizbajo. El cielo se tornó grisáceo y la brisa estaba tensando mi piel hasta hacerme sentir la pesadez del ambiente que mantenía a todos en alerta. ¿Quienes éramos realmente? Era una pregunta que me hacía cuestionar cuando veía a todos pasar alrededor de mi. No me conocía ni yo, ni siquiera un poco, porque de conocerme habría sabido del poder que cargaba y no lo sabía. Estuve en silencio en el viaje de regreso. No interactúe con nadie, tampoco cambie miradas con algunos de los que me buscaban intentando descifrar que me sucedía. Solo me baje del cabello e escuchaba como Krysta, o ahora Historia intentaba persuadir a Hange para no arremeter cargos contra Ymir, pero inclusive en la posición de aquella mujer, arremetería cargos contra cualquiera que nos haya ocultado información valiosa de los titanes.

—Sostente.—le pedí a Gianna, para así subirla al muro conjunto al elevador que traía a mis amigos.

—Eren, ¿estás bien?—me preguntó ella, parada frente a mi me miró detenidamente.

—Gianna, ¿alguna vez sentiste una fuerte presión en tu pecho?—le pregunté.—¿Como si supieras que algo terrible va pasar?—esclarecí, mirándola.

—No voy a permitir que algo malo te pase, Eren.—indicó ella, haciéndome mirarla con más detenimiento e incluso a sus labios carnosos, era un fuerte impulso el que deseaba de besarla.

—Cuando volvamos, hay algo que quiero preguntarte. ¿Está bien?—ella me miró y asintió, intente buscar en ella calma, pero la brisa me hizo sentir la tensión de hace un rato y me fue imposible cuando Reiner se quejó al subir la muralla.—¿Te sientes bien, Reiner?—le pregunté, mirándolo adolorido mientras Gianna se quedaba aún lado de mi.

—No. Por supuesto que no, un titán estuvo apunto de arrancarme el brazo, eso fue patético, muy patético. Creí que iba morir.—respondió hostil, dejando su frustración en cada una de sus expresiones.

—Para alguien tan fuerte como tú, siempre hay una primera vez.—dije, justificándolo para ver a Gianna atraer a Armin a la muralla.

—¿De qué hablas? ¡Esta es mi segunda vez, cuéntenle chicos!—respondió Reiner agitado, mirándome.—¿Si recuerdas Armin, cuando la titán hembra casi me aplasta con su mano?—le preguntó a mi amigo, quien se quedó mirándolo desconcertado por su actitud reacia.—Aquella vez estuve apunto de morir. Si sigo así, no tardaré en morir pronto, pero... este es el camino que elegí.—musitaba, frustrado.—Es difícil ser soldado, este trabajo acaba con el espíritu antes que el cuerpo, pero no hay tiempo para quejarse. Tenemos que reparar esta muralla.—culminó en musitar, intentando sonar sutil, su manera tan repentina de cambiar me hizo sentir desconcertado.

—Es cierto, de lo contrario, ninguno de ustedes dos podrá regresar a su querido hogar.—comente, con la intención de encaminarme junto a Gianna hacia los demás, pero ella no dejaba de mirarlos de reojo.

—¡Él tiene razón Reiner! ¡Nuestro hogar, regresaremos a nuestro hogar!—exclamo Berthold con emoción, alentando a Reiner.—¿Acaso ya no quieres volver? Comparado con todo lo que hemos pasado, resistir esto no es nada.—le continuaba diciendo él.

—Es verdad, ya nos falta muy poco para estar en casa.—respondió Reiner, levantando la mirada para dirigir su peso a Berthold.

—¿Oigan, ustedes de que hablan?—le pregunté curioso, hasta que la mano de Gianna tocó mi hombro para así señalarme la línea de soldados que se avecinaba.

—Es Hannes.—expresó Armin, curioso nos hizo ver cómo la línea se acercaba rápidamente hacia el muro.—Vamos a ver.—pidió curioso en cuanto utilizaron su equipo de maniobras tridimensionales para estamparse en el muro.

—Pero, ¿qué hace aquí?—pregunte, caminando con ellos algo curioso para visualizar el círculo alrededor de Hannes.

—Vinieron a decirnos dónde está la abertura.—respondió Hange en aviso, inclinándose para ver cómo aquel hombre subía a la muralla con esfuerzo.

—No vimos ninguna abertura.—desconcertado observe a Hannes, su seria expresión me dejaba más desconcertado al saber que realmente decía la verdad.

—¿Qué estás diciendo?—le pregunté impulsivo, mirándolo directamente a los ojos.

—Estuvimos toda la noche buscando. Lo bueno, es que al menos entre Trost y el distrito de Krorva, la muralla está intacta.—detalló para afirmar nuevamente lo que nos había dicho.

—¿Como es eso posible?—le pregunto Hange, mirándolo, esperando que dijera algo más de lo que ya había confirmado.

—Nos encontramos con soldados de Krorva y retomamos nuestros pasos. Tampoco hemos visto ningún titán durante todo el camino. Fue una falsa alarma.—le detalló Hannes con más claridad, algo estaba mal y se sentía en el ambiente.

—Pero, nosotros vimos a esos titanes de este lado de la muralla.—murmuraba Armin a mi lado.

—¿En verdad no los vistes? ¿Estás seguro que estás sobrio Hannes?—le pregunté impulsivo, esperando que fuera una vil broma vi como él me miró avergonzado.

—¡No he bebido, Eren!—me respondió ofendido, para así mirarnos confuso.—Un momento, ¿por qué ustedes están aquí?—nos preguntó ante ver a Armin, Mikasa y a mi frente a él.

—Si no hay abertura, entonces no hay nada que podamos hacer. ¡Atención, volveremos al distrito Trost!—aviso Hange, moviéndose desconcertada con los demás soldados a los cuales guiaba con ella.

—Escuchen chicos, no bajen la guardia. Nosotros nos adelantaremos.—nos aviso Hannes, mientras que me quede detenido en seco para verlo irse.

—Andando Eren.—me pidió Mikasa, mientras que Gianna se quedó a mi lado, Mikasa empezó a caminar viéndonos de reojo como nos quedamos juntos e inmóvil en la muralla.

—¿Como que no hay abertura en la muralla?—me preguntaba, viendo a Hannes irse en su caballo.

—¿Qué significa todo esto? No había pasado algo así desde hace cinco años, y ahora está pasando todo de golpe.—se preguntaba Armin, dándome la espalda para irse pensativo.

—¿Qué crees que sea esto, Gianna?—le pregunté en cuanto levante mi vista para verla cabizbaja, ella cerró sus ojos y respiro hondo.

—Eren tengo que...

—Eren, me gustaría hablar contigo, ¿tienes un minuto?—detenido en seco me giré para observar cómo Reiner se acercó a mi conjunto a Berthold, interrumpiendo a Gianna a quien ellos miraron de una manera extraña, era como fulminante.

—¿Sobre que quieres hablar Reiner?—le pregunté a él, quedando de frente para oír que tenía que decirme.

—Hace cinco años, Berthold y yo derribamos la puerta exterior y interior del muro María. Ahí, comenzó el ataque a la humanidad. Yo soy el titán acorazado y Berthold, es el titán colosal.—me dijo, sereno, haciéndome sentir aturdido.

—¿Qué estás diciendo Reiner?—le pregunté confundido, una persona no podría decir algo así de esa forma tan serena, como si fuera normal.

—Parte de nuestra misión era exterminar a los humanos de este mundo, pero ahora, ya no es necesario. Eren, si vienes con nosotros lejos de este lugar, nosotros ya no tendremos que destruir las murallas. ¿Lo entiendes?—me preguntó.

—Oye, espera. No sé de que hablas idiota.—expresó, intentando de analizar lo que me decía, era porque estaba aturdido... ¿o por qué tenía miedo de que fuese real?

—Escúchenme, te estoy diciendo que vas a venir con nosotros. Se que es repentino, pero nos iremos ahora.—lo miraba sin pestañear, Reiner estaba hablándome en serio.

—¿En este momento? ¿Y a donde vamos a ir?—le pregunté, en un tono sarcástico mientras oí el contacto de una hoja, de reojo veía como Gianna estaba postrada atrás de mi, ¿significaba algo?

—No puedo decírtelo.—musitó Reiner.—Bueno, vamos al pueblo donde nacimos. Bien, ¿qué dices Eren? No es mala propuesta, ¿no crees? Así evitarás que pase una tragedia.—dijo Reiner, en medio de esa ventisca fría que nos daba.

—¡Oigan chicos ya tenemos que irnos!—dijo Armin, llamándonos y alertándonos, Reiner me miraba con convicción.

—Tranquilo Reiner, solo estás exhausto. ¿Verdad Bertholdt? Has pasado por tantas cosas que te estás volviendo loco.—dije, intentando de suavizar todo cuando lleve mi mano al hombro de Reiner.

—Ah, si. Reiner está demasiado cansado.—respondió Berthold, en un tono de voz tembloroso.

—Ya te lo dije. Además, si fueras el titán acorazado que mato a tanta gente, ¿por qué demonios me pedirías esto en primer lugar?—le decía, sarcástico.—¿Qué creías que te diría? "Si claro, vamos a donde tú quieras". ¿O qué?—le cuestionaba.

—Entiendo. Tienes toda la razón Eren, ¿qué rayos estaba pensando?—se preguntó Reiner, apenado.

—Andando, vámonos.—pedí, girándome para ver cómo Gianna estaba detenida en seco atrás de mi y ella no se movió cuando la ventisca del viento sopló tan fuerte, que una de las banderas se desprendió.

—Claro. Eso es.—musitó Reiner, haciéndome girar para verle. —Llevo demasiado tiempo viviendo en este lugar, he pasado tres largos años rodeado de puros idiotas. Éramos unos niños, nosotros no sabíamos nada. Si no hubiera sabido de la existencia de esta gente, no sería el desgraciando que soy hoy. Es tarde para mi, ya no sé lo que es correcto o no, pero, la única opción que me queda es enfrentar las consecuencias de mis acciones.—dijo, fragmentando todo mi orgullo, todo mi ego cuando vi cómo se quitó el vendaje envuelto de vapor.—Y como guerrero, debo cumplir mi misión hasta el final.—afirmó, haciéndome abrir los ojos.

—Reiner, ¿lo hacemos, aquí y ahora?—oí a Berthold preguntar, pero no podía moverme, solo veía el vapor que salía del brazo de Reiner.

—¡Si! Enfréntame si quieres, ¡estoy decidido a llevarlos!—dijo Reiner acercándose a mi, pero mi cuerpo fue empujado hacia atrás y solo visualicé como Gianna estampó su espada en la mano de Reiner para así Mikasa lanzarse por encima e atacar a Berthold.

—¡Eren huye de aquí!—me pidió Mikasa, pero no me movía, viendo a Mikasa defenderme, me sentí inútil en el suelo soltando bocanadas de aire.

—¡¡No, Mikasa!!—exclamó Gianna, empujando a Mikasa fuertemente cuando esta se le fue encima a Berthold con intención de incrustarle una navaja.

—¡Eren, vete de ahí!—me pidió Armin, hasta que el vapor exhaló una fuerte ventisca que me hizo sobresalir del muro mientras vi como Gianna se fue rodando por este, hasta rasparse por completo.

No la vi más en medio de la brisa, tampoco a Mikasa luego de que Gianna la empujase tan fuerte que la sacara del muro, solo se que lo que vi después fue una de las peores cosas que jamás pude haber visto en ese entonces. Los relámpagos tronaron en sus cuerpos, tanto que pude ver la visualización de sus marcas titánicas a través del valor que se fragmentó en sus músculos hasta crear una sonda calurosa que me hizo desprenderme del muro. Sin poder centrarme, al punto de no poder ser capaz de enmarcar el gancho de mi equipo de maniobras tridimensionales en el muro, sentí mi cuerpo retenido y mis ojos se humedecieron al verlo. Pude presenciarlo. Presencié lo que aquel día me marcó hace cinco años, cuando el muro de mi ciudad fue quebrado, aplastado e humillado por la entrada de los titanes. El vapor y la brisa liberaba mis lágrimas, para así hacerme recordarla. Negué, negué intentando de desvanecer esa imagen, pero fue imposible no pensar en lo que ese día ocasionó que las ruinas de mi casa aplastaran los pies de mi madre hasta inmovilizarla y tener que abandonarla para que un titán se la comiera. Ellos lo sabían. Ellos oyeron mi historia, ellos vieron mi dolor reflejarse en mi sudor por el anhelo de ser un soldado.

¿Alguna vez te has sentido devastado? Devastado hasta sentir que te pudres por dentro. ¿Lo has sentido? Porque este era el preciso momento donde sentía que toda mi vida había sido un engaño, o al menos, parte de ella. Mis lágrimas caen, se desploman hasta irse bruscamente por la brisa caliente que se estampaba en mi rostro para levantar mi cabello y hacerme ver la monstruosidad que me prohibía moverme. Devastado. Impotente y amargo. Ese era el sabor que mi garganta digería mientras veía como el titán acorazado me retenía en su mano. ¿Acaso no me di cuenta? No sabía en que momento me dejé llevar por la insolencia, pero me confié demasiado y ahora estaba llorando como un niño al ver que mis amigos habían sido los causantes de tantos estragos, iniciando por esa ruptura, iniciando por ese día y culminando con aquella sangriento escena donde mi madre era partida en dos para ser devorada. No quería ver más a Reiner. Mucho menos a Berthold, la ira de mis días, la ira que sobrepasaría mis límites era la misma que el capitán Levi ha intentado enjaular para mi bienestar, pero con esta traición era imposible, tan imposible que solo me restaba llorar.

—¡¡Son unos malditos traidores!!—exclame, mordiendo mi muñeca para sentir la energía resplandecer en todo mi cuerpo hasta sobrepasar las capas de pieles y llegar a mis músculos.

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