𝐭𝐫𝐞𝐢𝐧𝐭𝐚 𝐲 𝐝𝐨𝐬
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Se valiente; parte dos.
Eren Jaeger.
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Año 850
Muro Ovrud; horas después.
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Suspire exhausto. Refresque mi rostro con el agua del balde que yacía ahí, los demás soldados también se refrescaron en cuanto todo acabó. Las personas se restablecían en sus hogares para recoger, además de ellos, las tropas de guarnición ordenaban líneas para eliminar los escombros que sobresalieron del muro que ahora yacía quebrado. Ganamos, logramos ganar. La brisa fresca me hizo sentir esa tranquilidad, en medio de los compañeros que sonreían y se abrazaban entre sí. Dude, pero lo logre. No, no solamente yo, cada uno de los que se lanzaron al vacío para salvar esta parte del muro lo lograron y entre ellos, Historia. Desde aquí podía verla con los residentes, ellos le aplaudían y le entregaban flores. Se había proclamado la reina de las murallas que ahora respetarían por su valentía y determinación. Estaba orgulloso de ella, pero más que eso, sabía que Historia misma lo estaba. Ella levantó la cabeza, como si algo le hubiera dicho que la observaba, porque me miró y sonrió. Le asentí con la cabeza para darle mi aprobación. Estaba feliz, tanto por ella, como por lo que había logrado con los demás. Y debo admitir que no creí que fuera posible, pero confié, confié en mi.
—Eren.—levante mi mirada para ver a Armin, él se acercaba a mi para ponerse al lado del balde, refrescándose con el agua tibia que había ahí.
—Armin dime, ¿estás bien?—le pregunté, palmeando su espalda para verlo asentir.
—Como tú dijiste Eren, el haz bajo la manga nos salvo. Gracias.—agradeció, haciéndome sonreír.—Supongo que Gianna ha alimentado tu ego un poco.—baje la cabeza sonrojado ante lo que dijo.
—Ella es... grandiosa.—halague, mirando mi reflejo en el balde de agua.—La quiero.—añadí.
—¿Y por qué no se lo dices?—me preguntó, con su cabello humedecido, Armin me miró.
—Ella lo sabe.—afirme, pero Armin negó, como si no hubiese querido preguntar eso.
—¿Qué estén juntos?—esclareció su pregunta, haciéndome sentir un revolcón en mi estomago.
—No hay nada más que desearía.—expresé, aguantándome del balde de agua fría.
—Amigo, creo que deberías ir.—me dijo Armin, dándome una señal con la cabeza para hacerme ver cómo Gianna estaba sentada en el borde de la muralla, veía algún punto que yo no podía ver.
—Yo... —me detuve, estaba nervioso.—No sé que decirle.—culmine, sonriendo sonrojado.
—Eren, ella misma te lo dijo.—expresó Armin para poner su mano en mi hombro.—Se valiente.—pidió, sonriéndome para alejarse.—Tú ve, yo veré que puedo hacer aquí con los demás.—dijo.
—Está bien, es fácil. ¿No, Eren?—me pregunté en un tono bajo, caminando hacia ella para ver a Jean mirarme extraño, maldición si me habría escuchado hubiera sido una gran vergüenza.—Gianna.—la llame, viéndola levantar la cabeza.
—El héroe del muro Ovrud.—comentó, mirándome para hacerme sonreír.
—Creo que la legión de exploración también tiene su crédito.—indague, viéndola asentir ante eso.—Aún así, no lo habría hecho sin ti.—indique.
—Creo que todo lo que has hecho, lo has podido hacer por ti Eren.—infirió, para hacerme mirarla.—Y eso, debes agradecértelo siempre a ti.—añadió Gianna, para hacerme reconfortar más.
No, ella mentía. Gianna odiaba el hecho de que alguien le agradeciera, porque Gianna intentaba de establecerse como una persona sin sentimientos, pero estaban ahí, en lo más profundo de su mirada todo lo que Gianna expresaba estaba en su mirada. Me quede mirándola, sin que ella se percatara que lo hacía. Su cabello continuaba suelto y debía admitir que amaba el hecho de que fuera así. Tenía miedo. Mis manos temblaban por completo, toda la presión en mi pecho continuaba abrumándome. Necesitaba hacerlo, necesitaba decirle pero no había manera de que pudiera transmitirle sin trabarme. Ambos estábamos ahí, sentados en el borde de la muralla mientras veíamos el atardecer. La iluminación me hacía ver su mejilla rasgada, sus ojeras debidos a la falta de sueño. Ella estaba ahí, esa parte suya que me anhelaba yacía ahí, en cada mirada que me buscaba entre los demás. Era como si la conociera y es que aún sin conocerla, supe que no quería conocer a nadie más que no fuera ella. Era un sueño, un sueño que necesitaba sacar de mi en este momento. Respire hondo, llamando su atención. Gianna se giró para verme desconcertada, pero sonreí sin poder aún decirle lo que necesitaba decirle.
—¿Estás bien?—me preguntó, acomodándose para quedar algo frente a mi, mientras asentí.
—Hay algo que quiero decirte, algo que quiero pedirte.—respondí, mirándola detenidamente.
—Levántate.—me pidió, haciéndome mirarla desconcertado, estaba apunto de decirle.
—¿Qué pasa?—pregunte confundido, viendo como ella caminaba, sosteniendo mi mano.
—No preguntes.—pidió en cuanto me sometió a los ascensores del muro que bajarían, pero mientras eso sucedía, pude ver al capitán Levi cabalgar con su cabello en dirección de vuelta a las ruinas perdidas de la familia real Reiss.
—Espera, espera.—le pedí cuando bajamos, caminando en el suelo verdoso.—¿Vas a seguir al capitán Levi?—le pregunté atemorizado cuando ella acercó su caballo, el cual acarició amorosa.
—¿Eso te asusta?—cuestiono, haciéndome soltar una bocanada de aire, ¿era muy obvio?
—Gianna, ese hombre me sacó un diente con una patada, no creo que le agrade que lo sigamos.—dije, pero ella me miró insistente.—No, por un demonio Gianna, no.—volví afirmar mirándola.
Maldije. Maldije luego de encontrarme en un caballo, manteniendo el mismo ritmo que el suyo. Seguimos el camino que el titán había arrastrado, solo había tierra, los rastros verdosos se desprendieron como las flores que crecieron ahí. Él había hecho un total desastre, no había manera de reponerlo en unos días, pero quizás con el tiempo las flores de esperanza volverían a renacer como el atardecer que nos iluminaba. Continué siguiendo a Gianna, ambos teníamos las verdosas capas que nos diferenciaba de las élites. Ella tenía su capucha puesta, pero yo no. No lo entendía, no entendía el afligido pensar de Gianna en seguir al capitán Levi sin decirle que podría acompañarlo, pero en ella se denotaba una mirada perdida y un semblante opaco. Ella me llevaba por un camino diferente, era tan observadora que pareció presentir el hecho de que varios soldados se encontrarían ahí. De seguro buscaban rastros de los matones del hombre que me secuestra a mi y a Historia. Si alguno de ellos quedaba vivo, la policía militar que no estaba de su lado no les haría el favor de hacerles respirar un día más, o al menos eso creía.
—Es su caballo.—avise a Gianna, quien se detuvo en seco con su caballo, para ver a la lejanía lo que le mostré; ella asintió, bajándose de su caballo.
—Ven, hay que ocultarlos detrás del bosque.—indicó, haciéndome bajar del caballo para seguirla de una manera sumisa que verdaderamente me avergonzaba demasiado.
—¿Por qué hacemos esto?—volví a preguntarle, pero ella no respondió, tan solo amarró su cabello junto al mío en el tronco de un árbol.
—Ya lo sabrás.—musitó, encaminándose por el bosque de una manera sumamente sigilosa.
—Oigo algo.—dije en cuanto oí voces, Gianna tomó mi mano con fuerza para acercarme a ella.
—Con esas quemaduras y perdiendo tanta sangre no te vas a salvar.—me detuve en seco junto a Gianna cuando oímos al capitán Levi, viéndolo a través de los árboles, frente a él yacía Kenny o lo que al menos estaba quedando de él.
—Rod tenía esto en su bolso. Así que decidí robarlo. Por lo visto si me lo inyecto me convertiré en titán.—detallaba, con dificultad.—Aunque por desgracia solo me convertiré en un titán inepto. Pero, al menos alargará mi vida. Aunque sea un poco.—añadió, se oía sin fuerzas, moriría.
—Antes tenías más tiempo, y mucha fuerza para inyectarte eso. ¿Por qué no lo hiciste?—preguntó el capitán, mirándolo afligido y con seriedad.
—Si claro, buena pregunta. Es que si no lo hago bien, podría terminar de la misma forma que él. Hecho trizas.—respondió.
—Tú no esperarías a morir sentado sin pelear. ¿Qué acaso no tenías una mejor excusa?—le cuestiono el capitán Levi.
—Así es. No quiero morir. ¿Quien quisiera?—se preguntó Kenny.—Después de tanto tiempo creo entender porque lo hizo.—tosía, riéndose.—Toda la gente que he conocido es igual. Ya sea alcohol, mujeres, incluso Dios, la familia, el rey, un sueño, un hijo o poder... pero todos debemos engancharnos de algo para poder seguir adelante. ¿No es verdad Levi?—le preguntó al capitán.—¿Cual es el tuyo? ¿El heroísmo? ¿Ser el padre de esa niña?—me tense, viendo como Gianna intentó colarse más adelante para oír lo que decían.—Todos, todos somos esclavos de algo. Incluso él.—esbozó aquel hombre, tosiendo sangre, la cual cayó en el rostro del capitán Levi.
—¡Kenny! Dime todo lo que sabes, ¿¡por qué el primer rey no quiere que la humanidad sobreviva!?—el capitán Levi se inclinó, sosteniendo su camiseta con brusquedad, estaba desesperado, se le veía en los ojos.
—No tengo idea, pero esa es la razón por la cual nosotros los Ackerman nos opusimos a él.—decía Kenny, respondiendo débilmente a la respuesta del capitán, volviendo a toser sangre espesa:
—Por si no lo sabes yo también soy un Ackerman. Así que dime, ¿tú que eras de mi madre?—le preguntó el capitán, para así Gianna y yo mirarnos por un momento.
—Que tonto eres. Yo era su hermano mayor.—respondió Kenny, riéndose, mientras que él capitán pareció relajar sus músculos.
—Quiero saber porque aquel día me abandonaste.—le pidió el capitán.
—Porque yo no podría ser el padre de nadie.—respondió Kenny, haciendo que Levi lo mirara de una manera más detenida.
—¿Por eso te llevaste a mi hija?—le preguntó, dejándome confuso ante eso.—Creíste que no podría ser el padre de nadie tampoco, ¿no es así?—continuo, molesto.
—Mía me pidió medicamentos cuando la encontré. Me dijo que moriría, así que le di un veneno que la mataría de inmediato. Fue un intercambio justo.—el capitán Levi arremetió contra Kenny, sosteniéndolo más fuerte.—Pero, me pidió que llevara a la niña a la superficie, ella creía que tú podrías ser buen padre, a pesar que las abandonaste allí.—dijo, riéndose, creando en Levi una furia que jamás quise ver.—Fue mi culpa. Pegue de ingenuo cuando creí que nadie tendría represalias contra mi, así que Levi, no sé qué sucedió con tu hija, pero antes de que pudiera llevártela se la llevaron.—culminó en decir Kenny, para así el capitán Levi removerlo con brusquedad
—¡Kenny, no tenemos tiempo! Dime, ¡¿como se llamaba mi hija!?—le preguntó desesperado.—Venga, ¡se que Mía te lo dijo antes de morir!—añadió, mirándolo.
—Se llamaba como esa niña que tanto cuidas, querido sobrino.—esbozó, todo mi cuerpo se heló cuando vi cómo Gianna soltó una bocanada de aire, respirando agitadamente, ella se aisló, negando.—Al final, ella te encontró a ti.—añadió él.
—Gianna.—la llame aturdido, para ver cómo ella tan solo miraba al suelo más aturdida que yo.
—Vámonos.—me pidió, sin ánimos y sin nada Gianna camino, dándome la espalda.
Me quede ahí por un momento, viendo al capitán Levi bajar la cabeza. La voz de Kenny ya no se oía, de seguro habría muerto y por eso la expresión tan vaga de aquel hombre sumamente fuerte. Se veía decaído, parecía incluso acabado. Giré mi cuerpo para seguir el paso de Gianna, sin poder mirarle o atreverme a preguntarle algo. Gianna, había una posibilidad en ella de que fuera una Ackerman, de que fuera cercana a Mikasa y estuviera sintonizada con el capitán. Esto se sentía como una bomba, una que detonó tan cerca que podía sentir mi piel quemarse como la suya. Me detuve para mirarla. Gianna no me miró, ella tan solo desamarro a los caballos y subió al suyo. Espero a que hiciera lo mismo para avanzar mediante la brisa fría que removía su cabello. Era aquí donde me ponía en duelo, donde me debatía. ¿Qué debía hacer? Gianna tuvo la confianza de traerme hasta acá, se arriesgó a que alguien más supiera su identidad, pero la veía debatiéndose por otra cosa. ¿Acaso Gianna dudaba de que eso fuera real? No dije nada, me quede callado durante todo el camino incluso cuando parecimos llegar frente al cuartel no fui capaz de sólo ser un cobarde y no decir nada.
—Mierda, mierda.—levante la mirada, vi sus manos temblar y como ella denegaba frustrada.
—Gianna, ¿qué pasa?—le pregunté, ella tenía la cabeza baja y sus manos seguían temblando
—No puedo hacerlo.—admitió, sujetando fuertemente las sogas de su caballo.—Tengo miedo.—añadió, mirándome desesperada.
—No lo entiendo, estabas muy decidida en hacerlo.—dije en un tono bajo, mirándola.
—No, no es sobre haber estado ahí e oír lo que hablan, no es eso.—denegó, respirando hondo.—Hablaban de mi Eren, hablaban de mi.—musitó con frustración.—No puedo decirle que lo sé.—admitió, bajándose del caballo bruscamente.
—Oye, oye. Espera.—le pedí en cuanto me baje del caballo, para acercarme a ella.—Tienes... tienes que ser valiente Gianna, ¿lo entiendes?—le pregunté cuando mis manos sostuvieron sus brazos para retenerla frente a mi.
—Es que no puedes entenderlo Eren, todo lo que oímos, nada de eso puede ser cierto.—dijo, tan segura para hacerme mirarla detenidamente.
—Hazme entenderlo Gianna, solo hazlo. Estoy aquí.—indique, firmemente delante de ella.
—¿Por qué Eren?—me preguntó, soltándose de mi agarre para mirarme.—Dime.—pidió Gianna.
—Porque quiero estar contigo.—afirme.—Se que ya te lo había dicho, pero Gianna quiero que estemos juntos.—le dije por fin libremente.
—Eren...
—Quizás somos muy diferentes, eso puedo entenderlo. Soy un cobarde, un llorón e impulsivo que solo quiere ser la esperanza de la humanidad y me da miedo, me da miedo no poder protegerlos a todos, me da miedo no poder protegerte a ti. Pero, no puedo evitarlo Gianna. Creo que nunca podré evitar sentir lo que siento por ti, no importa si volvemos al día en que nos conocimos, al mañana o al futuro que posiblemente podría separarnos por cualquier cosa que no esté en nuestras manos, pero estamos aquí hoy y para mi es lo único que importa.—dije, aún mirándola directamente a los ojos.
—Eren, no puedo estar contigo.—respondió, con una voz entrecortada, ella se negaba, pero más me negué yo, no podía darme por vencido.—Debo, debí decirte algo primero.—dijo, y debí saberlo, debí oírla nuevamente ese día cuando lo pidió, pero hice caso nulo de manera egoísta y no dejé que me dijera lo que tenía que decirme.
—No, no es cierto.—dije.—Quieres estar conmigo, aquí y donde sea. Solo, se valiente y acéptalo, por favor Gianna. Acepta que me quieres también, que quieres estar conmigo.—pedí, para respirar hondo y ver cómo ella bajaba la cabeza.
—Te vas arrepentir, te vas arrepentir.—repitió, aún en negación para hacerme sonreír y abrazarla, abrazarla fuertemente como si no quisiera que se fuera nunca de mi maldita vida.
—Solo dímelo Gianna, solo dímelo.—volví a pedir, para sentir sus brazos abrazarme fuerte.
—Quiero estar contigo, Eren Jaeger.—respondió, haciéndome sentir esa alegría desde el fondo de mi corazón que me hizo estallar de emoción.
—Ojalá Armin estuviera aquí.—murmure para ver cómo ella se aisló de mi, sonriéndome.
—¿La cabeza de hongo sabía que harías esto?—me preguntó, golpeando mi hombro para hacerme sonreír e inclinarme ante ella.
La bese. Sonreí, porque sin importar que, aún éramos jóvenes y podíamos disfrutar lo que fuera. Esa noche hicimos cosas que nunca creí que hiciéramos, aprovechando la ausencia de los soldados en el cuartel de exploración, Gianna y yo nos establecimos juntos en una habitación. La bese, la acaricie. Cada parte de su cuerpo, cada piel cálida que rozaba con la mía, fue besada por mis labios. Esto me hacía impedirlo, me hacía impedir que alguien más estuviera en su lugar. Y es que maldita sea, no podía ni imaginar a alguien más aquí que no fuera ella. Con Gianna experimente lo que nunca había experimentado con nadie, cada faceta del amor se me enterraba en la piel con cada tacto cálido que me brindaba al sostenerse contra mi. Su cabello era largo y lacio, lo acaricie suavemente mientras los labios de Gianna se envolvían con los míos. Se sentía bien, se sentía más que bien rozarme con ella. Sonreímos ambos entre sí, nos queríamos y no se podía dudar en lo absoluto. Eran sus mejillas coloradas y pecosas, sus azulados ojos que me buscaban donde quieran, era Gianna la única que quería en mi vida. Para ahora y para siempre, sería Gianna.
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