𝐬𝐞𝐢𝐬
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El día que espere por dos mil años.
Gianna Galliard.
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Año 850
Horas antes del altercado en Trost.
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La sangre cayó en mi rostro, aquella espesa sangre que se evaporaría con el paso del tiempo. Gruñí, sacándomela del rostro, utilizando la manga de mi camiseta. Era molesta e incómoda. Apreté con fuerza mis hojas, manteniéndome de pie en aquel tejado. De alguna forma, los titanes que se encontraban en el muro María, habían llegado a los pueblos cercanos del distrito Trost. La legión de exploración había llegado a tiempo, al menos por esta ves. Habían varios titanes, de diferentes metros, como también soldados cayendo ante ellos. Estas personas eran débiles. Me impulsé con mi equipo de maniobras tridimensionales, yo era ágil, era habilidosa con este equipamiento, podía ser invencible. Aislé mis dos hojas, cruzando entre medio de ambos titanes. Cruce por sus ojos, de cada extremo, cortándolos. Quedarían ciegos de al menos uno, pero me daría ventaja de que no pudieran anticipar mis movimientos. Baje de altitud, aislando nuevamente mis dos hojas, las sostuve con fuerza y apreté mis dientes, rasgue sus tobillos, logrando tumbarlos a ambos de un lado por entre medio de mi movimiento. Subí de altitud, enganchando mi gancho en el extremo solido de una alta chimenea, cruzaría por la parte de atrás de estos, en mi lado derecho, por lo cual en un solo cruce rasgue sus pieles y desprendí sus nucas. Realmente, ¿había alguien ahí? Dentro de ese caparazón sin alma, ¿quedarían rastros de la persona en quien fue antes de convertirse en eso?
Me quede detenida en seco, observando cómo esos titanes se evaporaban. De donde vengo, la historia sobre la humanidad es diferente a cómo es contada aquí. Provengo más allá de estos muros, traspasando el mar que estas personas no conocen. Lo único que sabían, era que habían vivido generación tras generación por cien años entre estos muros, privándolos de una libertad por un rey soberbio y arrogante que los resguardo de una guerra que él provocó. Guarde mis hojas. Yo no sabía lo que estaba bien o lo que estaba mal. Lo único que se, es que no tengo opción, después de todo, éramos de asumir los pecados de nuestros ancestros, aquellos que como nosotros, portaban la sangre de la raza que provienen los titanes. Era por eso que estaba aquí peleando, porque aunque le robara la libertad a alguien más, no dejaría que alguien me robase la mía, o la de mi hermano. La brisa fresca removió mi cabello, incluso aquel listón azulado que utilice para amarrarlo. Mire hacía más allá, donde se veía un extenso terreno. A las afueras de este lugar, mi hermano esperaba mi regreso y no tendría aliento para esclarecer que nuestro hermano mayor había muerto. Fue el primero a quien se le privó una larga vida, era por eso que estando aquí parada, rodeada de estas personas, no lo volvería a permitir. Los destruiría antes de que tenga que ver a mi hermano menor morir en manos de la gente de mi nación, por haberles defraudado. Era una guerrera de Marley, no un soldado de Paradis, jamás debía olvidarlo, jamás.
—Galliard.—me giré, la fría y cortante voz de aquel hombre a quien le pasaba por dos centímetros, me hizo girarme para observarlo.—¿Gastaste tú gas?—me preguntó el capitán Levi, por lo cual en silencio, denegué.—Bien, sígueme, y limpia tus manos, están llenas de sangre y eso es asqueroso.—me pidió, por lo cual a su ritmo baje del tejado, sacudiendo mis manos en el aire para quitar la espesa sangre que se empezaría a evaporar.
—Capitán, no puedo detener el sangrado.—levante la mirada, observando cómo Petra estaba tendida en el suelo, cubriendo la herida extensa de un soldado, quien agonizaba.
—Ca- capitán.—el capitán Levi se inclinó delante de él, correspondiendo su llamado, todo su costado liberaba una extensa cantidad de sangre, él moriría en cuestión de minutos.
—Dime qué pasa.—le pidió el capitán, con una voz sutil y neutral, se apiadaba de este soldado, le conmocionaba que moriría.
—¿Fui de alguna utilidad para la humanidad? ¿O morire sin ni siquiera haber podido ser de ayuda?—se preguntó él, extendiendo su mano, aquella ensangrentada que el titán acogió, fuertemente.
—Tú lograste grandes cosas. Y aún seguirás habiéndolo. Tú determinación dará fuerza, ¡eso te lo prometo!—le respondió el capitán, mirándolo con detenimiento, pero aquel soldado cerraba sus ojos pasivamente, se estaba yendo y eso me estrujaba por dentro de alguna manera.—¡Ahora mi misión, será extinguirlos! ¡Debes confiar en mi!—declaraba, pero ya se había ido, había muerto escuchando esas palabras.
—Capitán, él ya ha... —Petra no pudo declarar las últimas palabras, su voz estaba entrecortada y lagrimeaba entristecida por la escena.
—¿Crees que me haya escuchado? ¿Lo último que dije?—se preguntó el capitán, mirando a Petra inexpresivo, él era una persona que acogía la preservación humana, en su rostro podía ver el desánimo y la tristeza.
—Si, estoy segura de que si. Su rostro, parece que está muy tranquilo.—respondió Petra, observando el cuerpo fallecido de aquel soldado.
—Si está bien.—musitó el capitán, levantándose del suelo para dirigir su mirada hacia mi.—Dime cadete, ¿estás bien?—me preguntó, pero me quede en silencio, viendo aquel hombre muerto.
—¡Levi!—con el llamado de aquel comandante superior y el sonido de las pisadas provenir de los caballos, me giré, observando su línea llegar a nosotros.—¡Nos retiramos!—indico, dejando desconcertado al capitán Levi y Petra.
—¿Como que nos retiramos? Pero si aún podemos seguir luchando, mis hombres no murieron en vano.—articula el capitán, aún desconcertado por lo que el comandante Erwin Smith declaraba.
—Una ola de titanes va hacia el norte. Se dirige hacia la ciudad.—detallo, dejándolos más desconcertados.—Es como hace cinco años. Algo sucede en la ciudad. Es posible que la muralla haya sido penetrada.—decía en un tono preocupante.—¡Andando, reuniré a los escuadrones de Hange y Claus!—indico, por lo cual se distanció.
—Petra, ya lo has oído. Reúne a los demás.—pidió el capitán, viendo como su subordinada asentía rápidamente, dándonos la espalda.—Llegue demasiado tarde.—lo miré, veía afligido aquel cuerpo sin vida.—Lo lamento, de verdad lo llame yo.—él se tensaba, esas emociones lo agobiaban.
Era un hombre fuerte, pero decaía por la preservación humana. Lo noté en su mirada, esos grisáceos ojos exclamaban paz para su alma. Me apené por él, porque siempre recurría a mi, como la niña que soy. Quería estrechar mi mano para dar un tacto de afecto en su hombro, pero por más que intente, no pude hacerlo. Me cohibí. Debía cohibirme, aunque llevase un año conociendo a este hombre, no podía esclarecer mi respeto más allá. Él sólo era un sucio demonio de esta isla, uno vil y fuerte. Me giré, dándole la espalda. No podía abandonar mis principios, como guerrera, no podía hacerlo. Fui caminando lentamente, alejándome de él en cuanto observe como los restantes de este escuadrón llegaban a nosotros. Silenciosamente me monte en mi caballo, él me examinaba, posando aún lado de mi en su caballo, me examino. Para el capitán Levi, debía ser misteriosa y bastante extraña, pero el hecho de que no espabilara como los demás, sin duda lo reconfortaba. Sentía que no lo juzgaba, que quedarme en silencio provocaba pensar que tenía la razón en lo que decía. Su juicio era bastante firme, la mayor parte del tiempo este hombre tenía razón, por eso de por si, no me atrevía a cuestionarlo. Cabalgamos, todos nos rodeamos en varias líneas de escuadrones.
—¿De verdad es posible que haya una apertura en el muro?—a mi lado, aquella joven de cabello pelirrojo claro, miraba atónica al capitán esperando una respuesta.
—Eso es lo que dijo él.—afirmó el capitán, observando al comandante de la legión, quien yacía adelante, cabalgando con su caballo.
—Si hubo una apertura en el muro, entonces el titán colosal y el acorazado debieron aparecer.—opinaba Erd, él miraba hacia adelante, mientras que lucía sumamente pensativo.
—Que suerte tienes mocosa, estar en un escuadrón de operaciones como este es un privilegio, ¡nos mirarás derrotar a esos... —Auruo no pudo culminar de hablar, pues había mordido su lengua fuertemente debido a la cabalgata del caballo.
—¡Te pasa por querer intentar parecerte al capitán!—exclamó Petra, mirándole fulminante.—¡Y ya te lo hemos dicho, déjala!—pidió, por lo cual Auruo solo rodeó los ojos, soltando un bufido.
El capitán se quedó en silencio, era lo suficientemente maduro para entablarse en esa conversación de menudos críos. No había comparativa, sin duda alguna él era superior, pero eso ya lo sabíamos. Entable mi mirada adelante, ellos no se imaginaban todo lo que yo había tenido que ver, incluso, lo que había al alcance mis manos. La brisa fresca continuó moviendo mi coleta baja, junto a ese listón azulado. Era lo único que tenía, que me recordara mi propósito de vida en esta Isla. Este listón fue divido en tres partes, cada una se amarraba mi muñeca, como las demás en las de mis dos hermanos varones, pero ante la perturbadora muerte de Marcel a manos de un titán en esta podrida Isla, lo único que pude recuperar de él cuando intente ayudarle, fue su listón. Era irónico, así que lo junté con el mío y siempre lo tenía encima, podía olvidarme de lo que sea, pero jamás de ese azulado listón que clamaba la hermandad de tres hermanos. Mire el cielo naranjal, las nubes eran blancuzcas. Era espectacular, una vista que sin duda podía ver en mi nación, pero me encontraba aquí, en cuerpo y alma. Si había una apertura en el muro, solo significaba una cosa, Reiner Braun y Berthold Hoover, debían aún estar buscando pistas sobre los dos titanes más aclamados por Marley. Yo no les veía, no desde hace un año, pues desde que logramos romper la muralla María, me enliste a la base de reclutas, con el fin de descubrir una parte de esta humanidad, en esta legión de exploración.
—¡Titanes adelante, prepárense para el despliegue!—incito el comandante, levantando su mano para alentar la separación de escuadrones.—Nuestra misión es defender la élite delantera de las tropas de guarnición, de seguro la van guardia ha caído! ¡Línea de Claus, restaura a los cadetes caídos! ¡Línea de Hange, inmovilicen a los titanes del exterior! ¡Línea de Levi, inmovilicen a los titanes del interior, es una orden!—ordenaba claramente, con una gruesa y alta voz.
—¡Galliard, te quedas a mi lado!—me pidió el capitán Levi, quien empezaba a cabalgar con rapidez.—¡Los demás, despliéguense en la muralla! ¡Auruo y Petra, a la derecha! ¡Gunther y Erd, a la izquierda!—programaba, por lo cual todos asentimos.—Yo y Galliard, iremos adelante.—reafirmó, fríamente.
—¡Soldados!—nos llamó, altamente el comandante, dejando su mano en el aire, aquella que sostenía su hoja, la cual señaló al distrito Trost.—¡Avancen!—cabalgaba, intentando de retomar la misma distancia que el capitán Levi, quien desde aquí al igual que yo podíamos podíamos ver la estructura del muro Trost.
—¡Capitán, Galliard, buena suerte!—nos deseó Petra, avanzando en la línea que el capitán había pedido, mientras observe cómo la puerta del muro estaba quebrada, lo suficientemente agrietada, para poder deducir que solo un titán de la altura del colosal, pudiera hacerlo; aún así, no se veía hueca, y los titanes no tenían acceso a entrar, algo lucía extraño.
Nos desplegamos, en formaciones perfectas para la sintonía de nuestra pelea. El capitán y yo íbamos adelante, justo como él lo había ordenado. Los demás, continuaron por las líneas que él les pidió. Lo obedecían al pie de la letra, como él obedecía sin cuestionar, al comandante Erwin. La ventisca golpeaba mi rostro, él iba demasiado rápido, hasta que vi como empezó a levantarse encima de su caballo. Quedaría de pie, él era superior. Me alentó, pero temerosa no me atreví hacerlo, hasta que vi como él se prepararía para lanzar sus ganchos. Con mis ojos como platos lo miré, para así levantarme con rapidez, sintiendo como perdería el balance, pero tan solo copié su acción y deje que mis ganchos al igual que los suyos se dirigieran a la pared del muro. Flotamos en el aire, mientras que visualizaba al escuadrón de Hange impulsarse para rematar a los titanes que yacían cerca a nosotros. Nuestros caballos siguieron cabalgando, no se detendrían, pero los recuperaríamos de seguro al final de esta misión inesperada. En el aire, saque mis hojas establecidas en los equipos de maniobras tridimensionales. Bajando de altitud, caímos parados encima del muro. Un suspiro se me escapó, viendo aquel desastre. Era igual que el mismo de hace cinco años, aquel que habíamos provocado. Los soldados corrían por todos lados, incluso, se veía el humo por varios escombros quemados. De seguro, por los cañones fallidos.
—Esto es un desastre.—musitó el capitán Levi, mientras que mi corazón palpitaba, palpitaba lentamente como hace cinco años.—Un completo desastre. Me preguntó dónde estarán los cerdos de la policía militar.—se cuestionaba, y yo por un lado sentía la empatía, la humanidad que aclamaba en el fondo de mi alma rogaba por salir, pero no desistí.—¿Qué carajos es esa cosa? ¿Por qué hay una piedra de esa magnitud cubriendo el muro?—él abrió sus ojos grandemente, estaba detenido en el borde del muro, con la cabeza baja, observaba algo que yo no.—Imposible, ¿qué hacen esos mocosos encima de ese titán?—sacó sus hojas, las cuales apretó con fuerza, acerqué a él, silenciosamente observe abrumada lo que el capitán Levi veía.—No entiendo. ¿Acaso es... —abrí mis ojos grandemente, el suspiro que se me escapó, provocó que el capitán Levi me mirase curioso, veía lo que jamás creí ver después de cinco años.
Un titán se evaporizaba, pero no era el hecho de que lo hiciera, era que la capa de su nuca estaba abierta. Mi pecho subió y bajo rápidamente, solo había una razón para que eso se viera así. Encima de ese titán, habían dos chicas, tendidas en los hombros de aquel titán. Apreté fuertemente mis hojas cuando escuché tambalear el suelo, entonces, la abertura provocada por aquellos dos chicos a quienes estimaba, valió la pena. Habían encontrado lo que tanto estábamos buscando, un titán cambiante, este debía ser el titán más aclamado de nuestra nación, el titán de ataque. Sentía que estaba perdiendo respiración, no podía disimular el hecho de que estuviera viendo en el suelo a dos chicos. Uno sosteniendo al otro, quien parecía abatido. Era aquel chico el dueño del titán, ese quien estaba recostado y parecía inconsciente. Estreche mi hoja, mostrándole algo capitán quien levantó su mirada, a dos titanes de una altura bastante amenazadora para esas personas. Abrumada observe cómo el capitán Levi sin decirme más, se lanzó. Copiando su acción, me lance, entablando mi gancho en el hombro del titán para rodearlo circularmente, llevándome a una alta altitud, donde tome la fuerza necesaria para desprender desde su nuca, hasta la espalda baja. Haciéndome caer en su cuerpo recostado, suspirando gruesamente.
—¿Mikasa?—se preguntó una voz varonil bastante liviana, mientras que un tambaleo me hizo levantar la vista, observando cómo el capitán Levi tumbó al próximo titán, estando de espalda frente a esos jóvenes que nos miraban.
—Esas son... —articulaba una voz femenina, mientras que yo sentí mis manos temblar cuando observe a través del vapor a ese chico decaído que estaba siendo sostenido por otro, mi corazón se quería salir del pecho cuando sus ojos teniendo esas marcas de transformaciones, me miraba con detenimiento.
—Las alas de la libertad... —culminó en decir ese chico, quien me miró tan detenido como en las horas de la mañana, que hizo que mi piel sintiera un terrible escalofrío.
—Oigan, mocosos. ¿Qué es lo que está pasando aquí?—se preguntó el capitán Levi, mientras que me faltaba la respiración, lleve la mano a mi pecho por la impresión, soltando mis hojas, dejando de mirar a ese joven, la pesadilla de mis sueños se hizo realidad.—Galliard, ¿qué ocurre?—me preguntó, girándose para saltar al titán en el que estaba encima, pero denegué.
—Capitán Levi, ustedes... llegaron justo a tiempo.—musitó una mujer, quien portaba el uniforme de las tropas de guarnición, ella se deslizó por el titán, llegando al suelo, mientras que me mantuve cabizbaja.
—No creo que hayamos llegado justamente a tiempo.—respondió el capitán.—He hecho una pregunta, ¿qué es lo que está pasando aquí?—se volvió a preguntar, fríamente.—Maldita sea, ¿les comieron la lengua?—pregunto, incómodo por el silencio tan abrupto que había aquí, pero cuando levante la mirada, aquel chico aún me estaba mirando, como yo lo miraba a él, se sentía como un viejo sueño.
—Le hemos ganado a los titanes, por primera vez.—musitó aquella mujer de cabello corto y rubio, portaba unos anteojos, y sus ojos se veían llorosos.—Este joven, nos hizo ganar.—indicó, señalando al que estaba siendo sostenido, ese de verdosos azulados ojos.—Su nombre es, Eren Jaeger. Y él es, la esperanza de la humanidad.—articulo ella, mientras que el capitán en un bufido se deslizó por el titán, por lo cual copié su acción.
—¿La qué?—se preguntó curioso, queriendo acercarse, hasta que aquella chica de cabello negro y corto, con quien también me había topado en la mañana, se interpuso, dejando desconcertado al capitán.—Oye mocosa. ¿Qué crees qué haces?—se preguntó, viéndola fijamente.
—Mikasa, él es, el capitán Levi. Pueden castigarte por... —hablaba el rubio de azulados ojos, pero no culminó cuando el joven al que sostenía tosió, sangre sobresalió de su boca.—¡Eren! ¿¡Que ocurre!?—se preguntaba él, preocupado.
—Galliard, busca al comandante Erwin. Debemos informarle sobre esta aberración. ¡Rápido!—me pidió el capitán Levi, por lo cual, lentamente me distancié.
Su hombre estaba retumbando en mi oído. Eren, Eren Jaeger. Camine lentamente, antes de impulsarme, me giré para observar de reojo como él me miraba débilmente. Nuevamente, mi corazón se empezaba a detener. No sabía cómo llamarlo, destino, coincidencia, solo se que estábamos aquí. Me impulsé en el aire, llevando mis ganchos hacia alguna pared que me diera la ventaja de avanzar sobre este decaído distrito. No podía respirar sin sentirme agitada, esto realmente estaba pasando, en el momento que menos espere, y por alguna razón, me sentía conmovida de que él fuera la persona que portaba aquel titán. Los tonos naranjas del cielo se intensificaban, el sol del mediodía había bajado. Me impulsaba, aún habían titanes dentro del distrito, pero, ¿por qué debería derrotarlos? Me negué hacerlo, a pesar de que escuchaba intensas exclamaciones, intensas exclamaciones. Empecé a bajar de altitud, había un grito. Un grito lloroso que me llamaba, no por mi nombre, llamaba por ayuda. Pero, su voz me erizo. Era como si escuchara un viejo aclamó de ayuda. Me detuve bruscamente en aquel tejado, hasta que pude presenciarlo. Su rostro lloraba, sus ojos me miraban, mientras que estaba aterrado por cómo el titán lo arrastraba hacia él. Abrí mis ojos grandemente, no, no era mi hermano, pero su recuerdo me agobio cuando imaginé a ese joven de cabello oscuro y pecas en las mejillas estrechar su mano hacia mi, como lo hizo Marcel. Me acerqué, aturdida. Nuevamente la empatía y la humanidad rogaban por salir, ¿debía salvarlo?
—¡Por favor, ayúdame!—me pidió, y me abalancé, me abalancé para sostener su mano con fuerza, estaba tan aturdida que podía utilizar mis hojas y no lo hice, sostuve su mano, como sostuve la de mi hermano aquel día, podía salvarlo.—¡No quiero morir, por favor!—decía sollozando.
—¡Aguanta, por favor!—le pedí, y es que, por primera vez en mucho tiempo, grite para revelar el sonido de mi voz, que pareció darle esperanza, hasta que solté una bocanada de aire cuando apretaron fuertemente mi cuerpo contra otro.—¡No!—exclame en negación, topándome con esos azulados ojos mirarme llorosa, ella desenredaba mis manos de las de él.—¡Annie! ¿¡Pero qué carajos haces!?—le cuestione, viendo como me soltó de ese chico.
—¡Suéltalo Gianna, él nos ha escuchado!—la voz, esa gruesa voz de Reiner retumbó en mi oído, él era quien me sostenía, distanciándome de aquel joven, quien denegó por mi distancia.—¡Él debe morir, nos escuchó!—me recalcaba en el oído, Annie también se distanciaba.
—¡Reiner, no hay tiempo, debemos irnos!—la voz de Berthold también se esclareció, pero no lo veía, debía estar atrás de mi.—¡Gianna, no te resistas, debemos irnos antes de que alguien más nos vea!—decía, pero no entendía porque quería salvarlo, no entendía porque sus gritos me mortificaban.
—¡No, por favor! ¿¡Por qué me hacen esto!?—grito, él no tenía sus equipos de maniobras tridimensionales, él empezaba a ser aclamado por el titán presente.—¡No te vayas, ayúdame por favor!—me pedía, mis ojos se humedecían, la humanidad brotaba en mi respiración.
—No, no, no... —murmure temblorosa cuando sentí mi cuerpo en el aire, cuando estreché mis manos viendo como él se quedaba tendido en el suelo, mientras que yo me iba, ese recuerdo, todo se deterioraba en ese día en que Reiner me distanció de Marcel, y simplemente lo vi morir.
—¡Esperen! ¡Al menos explíquenme porqué demonios lo hicieron!—nos grito sollozando fuertemente, mi cuerpo decayó con brusquedad en aquel tejado, donde caí sentada, detrás de la pierna de Reiner.—¡Ah! ¡No, no!—me levante con brusquedad, hasta que sentí como nuevamente Reiner me aferró a su cuerpo, con tanta fuerza, que no pude forcejear, solo a escuchar como aquel titán masticaba sus huesos.
—Oigan, ¿por qué?—abrí mis ojos grandemente, cayendo arrodillada al suelo, escuchando la voz entrecortada de Reiner, a quien decidí mirar, él estaba llorando.—¿Por qué ese titán se esta comiendo a Marcó?—mi piel se estremeció, levantándome del suelo con esa misma brusquedad, llevando mis manos a su chaqueta para tumbarlo contra el suelo, caí encima de él, aún lloroso, me continuaba mirando aturdido.
—¡Gianna, espera, por favor!—me pedía Berthold, pero me resistí a su agarre, apretando fuertemente la chaqueta de Reiner, mis dientes se apretaban y mis lágrimas caían en su rostro.
—Reiner, idiota. Te dije que no podías hablar sobre nosotros en público.—articule en un sollozo, dejando que sus mejillas se mancharan de mis lágrimas, como aquel día cuando fue él quien me impidió salvar a mi hermano, todo se repetía en un paralelismo que no podía tolerar.—¡Reiner! ¡Yo soy quien decido!—le decía, viéndome mirarme abrumado, hasta que lo solté cayendo sentada a su lado para taparme los oídos.—Otra vez, otra vez esta pasando.—entre dientes cerré mis ojos, denegando.
—Gianna... —la voz suave de Berthold se dirigió a mi, se que él se inclinó a mi lado, tocando mi cuerpo tembloroso, pero él no podía sacarme de este transe, nadie podía hacerlo, debía dejar que pasara.
—¡Otra vez, otra vez!—gritaba con mi voz entrecortada, los gritos de aquel joven se intensificaron hasta que me llevaron al abismo de ese viejo suceso, ya no lo escuchaba a él, escuchaba a mi hermano mayor.—¡Ahhhhh! ¡Marcel!—grite fuertemente, tapando mis oídos cuando juré escuchar sus gritos de ayuda en mi oído, quizás, me estaba volviendo loca y entendiendo que era difícil ser un soldado de Paradis, cuando mi corazón pertenecía a Marley.
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