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𝐝𝐢𝐞𝐜𝐢𝐬𝐞𝐢𝐬

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Contraataque; parte dos.
Eren Jaeger.
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Año 850
Día del atentado contra el titán hembra.
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El sol se pegaba intensamente a mi piel, manteniéndome cabizbajo y cubriendo todo mi rostro con la verdosa capucha que provenía de la capa. Adentrados en Stohess, las líneas de la élite yacían separadas e infiltradas por varias secciones del distrito en donde la armada policial de Annie, se establecía. Mis manos sudaban, la ausencia de Armin ante su inicio de plan, me tenía retenido en este caluroso callejón, donde Mikasa mantenía un semblante serio y posición firme. Ella era y sería la única capaz de no desistir a sus decisiones, por ende, tenía claro que Mikasa era la persona adecuada para acompañarnos en esta misión, ella nunca caería ante ningún enemigo y menos si implicaba el hecho de que me hicieran daño. Aunque me costara aceptarlo, Mikasa tenía el poder suficiente para defender mi postura, más que a mi mismo. Ella levantó su mirada, observándome con sus grisáceos azulados ojos. Examino mi semblante, notaba que estaba nervioso. Intentaba relajarme, cubriéndome de su mirada tan penetrante, pero era inevitable no esclarecer que eran esos sentimientos los que sentía. Fruncí el ceño, llevando la mano a mi rostro, dándome un palmado fuerte en la frente.

—¿Cuánto tardará Armin?—me pregunté en un tono alto, respirando hondo, Mikasa se mantenía serena, nada parecido a cómo yo me mantenía.

—Annie es una persona muy difícil de convencer. Armin debe persuadirla de la manera correcta para que crea que la necesitamos. Sin Armin, no podremos atraerla, cálmate, Eren.—me pidió ella.

—¿Tú crees que realmente sea ella?—le pregunté, notando como me miró con su seria expresión.

—No me importa si sea ella o no. Lo único que me importa es mantenerte a salvo. No me quita nada que sea ella, Annie nunca fue mi amiga.—esclareció, sin esa importancia en su expresar.

—Si, es cierto, pero quizás para mí se sintió como si ella y yo lo fuéramos.—musité, mirando al suelo, pensando en cómo Annie me estrechaba su mano en la base de reclutas para levantarme, si realmente deseo verme caído, no me hubiera levantado.

—Aquí vienen. Eren, cambia tu semblante, por favor.—me pidió Mikasa e instantáneamente, me giré de una manera brusca ante las pisadas que escuché y no supe que cara poner, cuando los ojos de Annie y los míos se cruzaron.—Andando.—me alentó Mikasa a caminar, pero algo extraño había notado en Annie, sus nudillos estaban rojizos y eso, se veía reciente.

—¿Peleando con ladrones?—le pregunté, intentando de que mi voz resonara normal, ella se giró para verme en el andar, ocultando sus manos de mi vista, ¿con quién habría peleado Annie? Y esa, era otra respuesta que sabía, pero aún no era muy obvio para entenderlo.—Esto fue, mucho más fácil de lo que pensaba.—comente, mirando alrededor, mientras que Mikasa pidió silencio.—Como es de esperarse, la policía militar trabaja demasiado duro día tras día. Solo esperemos que no vayan a descubrir a Jean, el engaño no durará mucho. Somos muy diferentes, no nos parecemos en nada.—indique, incómodo, para ver cómo Armin se giró, mirándome.

—No te preocupes por eso, ambos tienen cara de criminales y un destello vil en sus ojos.—comentó, haciéndome ofender por eso.

—¡Cállate! Ese tipo tiene cara de caballo.—dije, mirándolo detenidamente por su ofensivo comentario.

—Oigan, si no hubiera decidido ayudarlo, díganme, ¿como pensaban cruzar la muralla?—se preguntó Annie, girándose para mirarnos.

—Pensábamos cruzarla con nuestro equipo de maniobras tridimensionales.—respondió Armin a su lado de una manera muy serena y discreta, ella lo miraba y examinaba su respuesta.

—No se puede. ¿No habría sido mejor huir antes de entrar a Stohess?—le preguntó, cuestionándole.—De esa forma se hubieran ahorrado muchos problemas. ¿Por qué decidieron hacerlo aquí?—continuaba preguntándose, tensando el ambiente donde los cuatro caminábamos con vagues.

—Está ciudad tiene un diseño complejo, por eso creí que era la mejor opción para ayudarnos a escapar. Además, solo aquí podíamos cambiar a Eren, mientras que la policía militar tiene la guardia baja. Así nos da tiempo para escapar.—explicaba Armin, detalladamente.

—Ya veo, comprendo la situación—respondió Annie, con la misma pesadez con la que caminaba, para así Mikasa y yo mirarnos de reojo.

—Es ahí.—señaló Armin, haciéndonos caminar con rapidez hacia los bajos escalones que se avecinaron frente a nuestro campo visual.

—¿Ahí?—se preguntó Annie, detenida aún lado de Armin quien no tardó en asentir.

—Debemos bajar. Estas ruinas son muy antiguas y nadie las ha usado en mucho tiempo. Este camino continúa cerca de la puerta exterior, aquí, había una vieja ciudad subterránea.—explicaba, mientras que Mikasa me alentaba a dirigirme hacia allá, examinaba dicho lugar.

—¿En serio?—pregunte curioso, era un dato que desconocía, ¿una ciudad subterránea? No imagino quienes han provenido de ahí que quizás yo pueda conocer, debía ser un mundo distinto.—¿Annie, qué te ocurre?—me giré, notando como ella no se movía y tampoco, bajaba los escalones con nosotros, haciendo que la tensión me recorriera.—No me digas que le tienes miedo a los lugares oscuros y estrechos, ¿es eso?—le cuestione.

—Así es, me da miedo.—respondió ella, con una voz temblorosa.—Tú que eres un valiente, un loco suicida, un imprudente como tú no entendería a una chica como yo.—expresó, en el mismo tono.

—Una chica que puede voltear en el aire a un tipo más grande que ella no es para nada frágil. Ya deja de jugar y entra.—pedí, de una manera bastante intensa, notando que ella no accedía y solo, había una razón por la cual ella no querría bajar, no tendría la misma comodidad de transformación que el aire libre.

—No, no entraré ahí—volvía denegar ella, mirándome detenidamente.—No iré por ese camino, a menos que estemos en la superficie, están solos.—indicó, dejándonos a mitad de camino para seguir bajando los escalones.

—¡¿Qué diablos estás diciendo?!—le cuestione con desespero, ella debía bajar, tenía que.—¡Baja aquí de una vez, no fastidies Annie!—volví a pedir, en una exclamación más fuerte por su negación.

—Eren, no alces la voz.—pidió Mikasa atrás de mi, donde su vi resino como eco, podía ver cómo de reojo Mikasa yacía alerta para combatir.

—No tienes que preocuparte, Mikasa.—indicó Annie, mirándola.—Desde que llegamos a este lugar no he visto a ninguna otra persona.—dijo, para así hacerme tragar saliva amargamente.—Diablos, esto me duele. ¿Por qué me haces daño? ¿Por qué me ves de esa forma tan cruel, Armin?—se preguntó, mirando como Armin la miraba de una manera fulminante, sosteniendo la bengala.

—Annie, ¿por qué usaste el equipo de maniobras de Marco en la evaluación?—le preguntó Armin, mirándola, para así hacerme soltar un suspiro.—Vi que tenía unos golpes y arañazos que yo le ayude a reparar. Sin duda lo reconozco.—dijo, amargamente, pues el recuerdo de Marco me sucumbió cada sensación de mis emociones.

—Entiendo. Ese equipo, lo encontré—le respondió, de una sutil y vaga, me hacía sentir escalofríos, la rabia se apoderaba de mi ser.

—Entonces esos dos titanes que capturamos vivos, ¿tu los mataste?—pregunto Armin en un alto tono de voz, mostrando firmeza.

—Probablemente.—Annie se encogió de hombros, mostrando de todo, menos imprudencia.—Pero si sospechabas desde hace tanto tiempo, ¿por qué no dijiste nada hace un mes?—le preguntó ella, mirándolo fijo.

—Porque aún no lo puedo creer. Quería confiar en que estaba equivocado contigo, ¡qué no era tu culpa!—decía él, impotente.—respondió Armin.—Pero tú también, ese día me viste y no me mataste. Todo se redujo a esto, ¿no lo ves?—le preguntaba, impotente.

—Si, estoy completamente de acuerdo.

—Si, yo también lo creo... —le musitó ella vagamente, apenada, pero es que esto no podía ser una maldita afirmación de que ella era el enemigo, estaba ahí, aturdido.—No imaginé que terminarás arrinconándome de esta forma. Yo también me preguntó, ¿por qué?—se preguntó, en un tono bastante neutral, por lo cual negué.

—¡Escúchame Annie, siempre haces bromas tontas! ¡Ya deja de jugar con nosotros y no sigas con esas tonterías! ¡Estoy harto de esto, así que ven aquí!—exclame, mirándola con desesperación en mis ojos para intentar acercarme.—¡Oye Annie lo único que debes hacer es venir con nosotros bajo tierra y confiaremos en ti.—decía, aún más insistente.

—No puedo bajar ir a ese lugar, aún no he conseguido convertirme en guerrera.—abrí mis ojos ante la burla de Annie, haciéndome apretar los dientes.

—¡Basta ya, te dije que no bromees conmigo!—esclarecí yo, en medio de una detonante exclamación que la hizo mirarme con detención.

—Si, eso yo, ya lo había oído antes de venir aquí y quizás, debí haber hecho caso... —murmuró ella, mirando sus rojizos nudillos que me hizo cuestionar, ¿a que se estaba refiriendo ella?

—¡Hablemos sobre esto Annie, aún podemos resolverlo!—musitó Armin, con la intención de acercarse, pero mis reflejos me hicieron ver cómo Mikasa se removió atrás de nosotros, empujándonos para ser ella quien quedará frente a su más rival compañera de años, Annie.

—Ya es suficiente.—comentó Mikasa, sacando su verdosa capucha para mostrar sus afiladas hojas.—No puedo seguir escuchando. Se acabó.—afirmó, fríamente.—Te córtate en pedazos otra vez, maldita titán hembra.—recalcó, mirándola seriamente para nosotros solamente escuchar como Annie se reía a carcajadas, como toda una maniaca.

—Armin, me alegra haber sido una buena persona para ti.—musitó ella, con una serena voz envuelta en burla.—Al menos ganaste tu apuesta.—decía, mirándonos en medio de su chiste.—A partir de este momento, ¡yo haré la mía!—abrí mis ojos grandemente cuando vi su malévolo rostro y en cómo ella, levantó su dedo y en si, Armin levantó el arma con la bengala para dar el anuncio de retención.

—¡Eren!—Mikasa detuvo mi paso cuando visualizó como yo, a los soldados que se le fueron encima a Annie, pero, tenía una corazonada como aquel día en el bosque, y más cuando vi como ella de un anillo sobre saco un filó.—¡Demasiado tarde!—afirmó está cuando nos halo a Armin y a mi, hacia dentro del subterráneo.

—¡Maldita sea!—exclame con impotencia, sintiendo la tierra tambalear, se había transformado, era ella, maldita sea era ella y mi corazón quería salirse de mi boca cuando vi la sangre de aquellos soldados plasmarse en las paredes del sótano donde estábamos.

—Maldición.—musitó Armin, en medio de la adrenalina que nos hizo correr cuando la mano del titán hembra se adentró hasta nosotros.—Maldición, ese anillo... ¡ella conocía nuestras intenciones desde el principio, incluso supo que planeábamos una emboscada, es como si alguien le hubiese advertido!—decía Armin.

—Piensa eso para más tarde, ¿qué es lo que deberíamos hacer ahora?—se preguntaba Mikasa aún lado mío, corriendo ambos en una misma sintonía.

—Primero reunirnos con el escuadrón y salir, luego lucharemos contra la titán, contra Annie. ¡Lo haremos según el plan b!—indicaba él, mirándome.—¡Eren, tendrás que transformarte y lograr capturarla! ¿Está bien?—me preguntó.

—¡Si!—respondí, corriendo hacia adelante junto a ellos para oír el llamado de unos soldados.

—¡Oigan! ¿Acaso la primera estrategia falló?—se preguntaron en medio del largo pasillo.

—¡Así es, fallamos, cambien al plan b... —una pólvora de tierra nos cubrió cuando los cimientos se fueron abajo, cayendo encima de los soldados, cubriéndome levante mi mirada para ver aquella morbosa imagen.—Los piso.—dijo Armin, ido.

—Tenemos que ayudarlos.—dije anonadado, sabiendo que había fallado una vez, no podía volver hacerlo, pero Mikasa tan solo me aferró a ella, aislándome.—¡Espera, Mikasa!—le pedí.

—No hagas tonterías Eren, ¿quieres morir?—me preguntó ella, deteniéndome a su lado.

—De hecho, ella se arriesgó apostando que Eren sobreviviría, esto la hace una rival muy peligrosa.—decía Armin, corriendo en la dirección contraria.—Annie hará todo lo posible para detener a Eren ahora.—indicó, deteniéndose en seco, lejos de las aberturas para inclinarse en el suelo, por lo cual Mikasa y yo, repetimos la acción.—¿Qué haremos? Si escapamos con nuestros equipos de maniobras ella nos aplastará, puede que si... —cubrí mi rostro nuevamente ante el desplazamiento brusco de los cimientos, impidiéndome escuchar a Armin, mi corazón palpitaba rápidamente.—Si nos quedamos aquí, solo esperaremos nuestra muerte.—añadió él, en medio del polvo.

—¡Yo me encargaré de esto, lo haré, como cuando bloquee el cañón!—afirme, levantándome del suelo.—Acérquense, ¡aquí vamos, no se alejen de mi!—pedí, mirando mi mano, la cual mordí de manera grotesca para gritar cuando rasgue mi piel y no pasó nada.—¡Otra vez, no puede ser! ¡Me duele!—grite, sintiendo el ardor de mi mano.

—Eren, si no tienes un objetivo claro, no podrás transformarte. Solo visualízate y concéntrate nuevamente.—me pedía el, mientras que continuaba mordiendo mi mano, hasta ver la sangre sobresalir y mezclarse con mi saliva.

—En el fondo, aún dudas de pelear contra Annie, ¿verdad Eren?—me preguntó Mikasa, inclinándose a mi lado.—¿No me digas que todavía crees que no ella no sea la titán bestia que ha matado a tantos? ¿No viste lo qué pasó? Se transformó delante de nosotros. Recuerda cómo mato a todo tu escuadrón, ¿aún crees que me equivoco?—se preguntaba ella, haciéndome sentir impotente.

—¡Ya cállate! ¿¡No ves que lo estoy intentando!?—le decía, defendiendo mi postura en la mordedura que hice nuevamente en la misma dolorosa herida, arrancando mi piel, y es que, no podía asimilarlo, de que fuera Annie.

—La titán hembra es Annie Leonhart, tienes que luchar contra ella, ¿o acaso una emoción en particular te lo impide?—me preguntaba Mikasa, tendida en el suelo a mi lado, persuadiéndome.

—¡Tengo un plan!—expresó Armin, sosteniendo sus espadas.—Mikasa y yo correremos cada uno a los dos lados opuestos, eso enfocará a Annie a enfocarse en uno de nosotros. Mientras que tu corres a la salida, Eren.—comentó, Armin haciendo que Mikasa se preparara, desesperándome ante la tensa situación.

—¡Un momento! ¿Eso no significa que uno de ustedes vaya a morir?—me pregunte, tenso.

—¡Si nos quedamos aquí, nos matará a lo tres! ¡Mikasa prepárate!—grito Armin, alejándose de mi al igual que Mikasa, llenándome de miedo.

—¿¡Como pueden ustedes pelear contra ella!?—grite, mirando cada extremo por los cuales ambos se fueron, para así, Mikasa mirarme.

—No tenemos opción, el mundo es un lugar muy cruel.—musitó ella, dándome la espalda, en medio del tambaleo de cimientos que me hizo abrazarme para este, caer encima mío.

La pesadez de los cimientos me hizo sentir amargamente un dolor recorrer por cada uno de mis músculos. Mis ojos se cerraron, me perdí en la inconsciencia donde no podía ver nada, a pesar de tener la capacidad de escucharlo todo. Estaba inconsciente, pero no por completo. La voz de Armin se escuchaba a la lejanía, donde el suelo continuaba tambaleando a su total continuidad. Ella debía estar ahí, de una manera peligrosa, tenía que estar luchando por su propio juicio, aquel que desconocíamos y no entendíamos. Estaba cansado, aunque Armin fuese a intentar moverme en medio de los cimientos que me aplastaban, mi pesado peso de lo impediría. No podía levantarme, no estaba dispuesto y tampoco preparado, me encontraba en una situación que me hacía ñ sentir abrumado e impotente. Pelear contra Annie jamás estuvo en mis planes. Yo, no quería pelear contra Annie. Estaba decepcionado, tan decepcionado que mis huesos se sentían quebrados como mi ego cuando creí que podría haber confiado en ella. Escuchaba voces, los mismos gritos de aquellas personas que murieron defendiéndome. Deben sentir miedo, deben estar esperando que un milagro ocurra, pero no podía moverme aunque Armin intentara de continuar sacando los cimientos. Inclusive, podía escucharlo, podía escuchar a Jean, no podían entender mi bloqueo, porque aunque estuviera inconsciente e intentando de levantarme, no podía.

—¡Maldición Eren! ¿Qué estás haciendo? ¡Te dije que todos cintaríamos contigo, nos vimos obligados a poner el futuro del mundo entero, incluso la vida de todos en tus manos!—escuchaba a Jean, tan lejos, pero cerca.—¡Marco, él no pudo... —su débil sollozo me hizo intentar abrir los ojos cuando mi cuerpo se removió ante la brusquedad de un tambaleo, haciéndome sentir entumecido, pero sentía la sangre deslizarse por mi rostro, estaba boca abajo.

—¡Jean, Armin! ¡Aléjense de ahí!—esa voz, esa maldita voz que me hizo empezar a reaccionar, era ella, estaba aquí, Gianna había llegado.

—¡Gianna!—exclamaron Jean y Armin, afirmando su presencia, la cual no podía ver, pero sin duda, buscaba con desesperación.

—¡Muévanse de aquí, ahora!—pedía ella, mientras que intentando removerme, solo sentía un punzante dolor en todo mi costado, los cimientos se me habían traspasado, me retenían.

—¡Eren está atrapado, no puede transformarse!
¡Ayúdanos, por favor te lo pido!—decía Armin, para así escuchar pasos en medio de los cimientos donde estaba y ver mi mundo al revés, era ella, estaba ahí con su cabello lacio suelto y sus ojos azulados detenidos en mi, para hacerme ver cómo había un moretón en su mejilla, parecía ser un golpe.

—En ese caso, no hay nada que puedan hacer ustedes dos, a menos que quieran quedarse aquí para morir, no creo que sea algo que Eren disfrute mucho. ¿O si, idiota?—se preguntó ella, inclinándose para quedar frente a mi, haciéndome ver mejor su rostro, estaba golpeada, ¿había estado luchando mientras que estábamos en el subterráneo? No, ella no estaba aquí cuando llegamos.

—Eren, hay algo que le dije a Jean una vez. Las personas que no pueden abandonarlo todo, no pueden cambiar al mundo. Si debemos pelear contra monstruos, debemos dejar de ser humanos y estoy seguro que Annie lo hizo. Y, yo no sé cuál sea tu meta, ¡pero los que puedan hacerlo vencerán!—me exclamo a la lejanía, haciéndome parpadear, para ver cómo ella miraba algún lado, Armin debió haberse ido.

—Maldita sea, me has dejado sin opciones Eren.—indicó ella, yéndose casi encima de mi.—Quizás me veas como una tonta después de esto, la verdad no me importa, solo te doy una opción para pelear, aunque me dejes arrinconada después.—musito, acercándose más a mi, bloqueándome de la luz del sol.—Tú me pediste una razón, entonces, dame una razón para elegir por ti y no por quienes debo.—pidió.

Si, ella estaba encima de mi, sus manos se dirigieron a mis mejillas, las cuales debían estar sangrientas, pero aún así, en esa situación donde me encontraba entre la consciencia e inconsciencia, podía sentir mi corazón palpitar fuertemente y mi piel erizarse por su cercanía. Sus azulados ojos me miraban, examinaban en medio del caos, pero ella tan solo los cerró. Fue ahí cuando sentí todo mi cuerpo recobrar una energía que nunca había conocido, ese momento cuando nada alrededor era lo que se veía. No escuchaba nada. No había caos, solo había calma cuando sus labios carnosos y rosados se plasmaron suavemente en los míos. Mis ojos se cerraron, fue una acción inconsciente que me hizo tan solo quedar adormecido en ese tacto tan suave. Jamás había sentido algo igual, era nuevo, un sentimiento que detalló cuando sus manos aún sostenían mis mejillas como si fuera todo su esperanza. Sus labios se separaron de los míos, abrí mis ojos para ver cómo ella me miró, mis manos querían levantarse para retenerla aquí. Quería cuidarla, sentía la gran necesidad de protegerla, pero ella no necesitaba que alguien la cuidara, esta chica de rubio cabello y azulados ojos, se daba por valer a sí misma. Y es lo que, me tenía rendido a sus pies.

La brisa removía su largo cabello, ella se levantó sin decir una sola palabra. Se iba de mi lado, dejándome atrás, porque esa era su estrategia, darme la fuerza para levantarme y seguirla, darle una razón para que eligiera por mi y no por nadie más. Lo sabía, lo que Armin había dicho retumbaba en mi mente una y otra vez. Las personas que no pueden abandonarlo todo, no pueden cambiar al mundo. Eso lo sé, yo falle. Fallé, en tomar la decisión correcta por mis amigos. Fue mi culpa. Porque estando aquí, sin poder moverme y permitir que un caos estuviese pasando frente a mi, me hizo pensar en cada uno de ellos, inclusive en por quien inicie todo esto, mi madre. La mujer que más amé en este mundo, fue la culminación para que mi energía volviera y recorriera mis venas en una vil adrenalina que me cegaría por completo de mis próximas acciones. Gruñía con impotencia, intentando de levantarme en medio de los cimientos que estaban enterrados en mi cuerpo. La sangre brotaba, tanto de mi, como de mi boca y mis dientes apretándose a mis labios. La destruiría, matare a esa titán. Porque no tenía opción, tampoco tiempo para pensar si eso era correcto o no. El mundo es un lugar muy cruel, pero no perdería, no esta vez.

—¡¡Ahh!!—grité, con mis ojos abiertos grandemente para sentir como cada uno de esos rayos se pegaba en mi piel, recreando esos músculos que me hacían sentir invencible.

Los cimientos desaparecieron, se hicieron añicos como la confianza que le di a Annie. Porque yo, tenía que cumplir ese juramente, aunque la rabia que me impulsaba a levantarme de aquí, fuera la causante de destruirlo todo, no desistiría. Corrí, la tierra tambaleaba ante mis pasos tan imponentes. Nadie me humillaría, ni a mi, ni a mis amigos en esta jaula por la cual hemos tenido que mantenerlos aislados del mundo. Corrí, corrí, haciendo que la ventisca de mi llegada rompiera los cristales de cada ventana, para así verla allí, tendida y parada, detenida ante mi llegada. La energía que tenía, se sentía gigantesca junto al odio que habitaba en mi corazón, para así hacerme levantar mi brusco nudillo que impacto fuertemente contra ella, tumbándola por completo contra un monumento, repleto de personas que sus manos aplastaron. Miraba como ella se levantaba del suelo, aún siendo capaz de hacerlo, tenía intención de huir y no podía permitirlo, corrí atrás suyo, quería escapar y no se lo permitiría, tenía que detenerla, aquí y ahora. Se dirigía a un lugar abierto, ella sabía que los soldados que me respaldaban no podrían ayudarme desde este punto, pero en el corre y corre que había, Annie se detuvo para confrontarme en este contraataque.

—Annie, siempre actuaste como si todo lo que te rodeara fuera estúpido y sin sentido, siempre tuviste una cara de pocos amigos, pero cuando muestras tus movimientos especiales, te ves con mucha vida, como aquella vez. Decías que nada de eso importaba y en realidad, parecía que no lo decías en verdad, pensé que eras alguien que no sabías mentir, pero creo que me equivoqué. ¡Oye Annie! Contéstame, ¿por qué demonios estás peleando? Dime, ¿¡cual es tu justificación para matar a tantas personas!?—me preguntaba.

En medio de esa impotencia, volví a gruñir para adiestrar mi golpe en medio de su defensa tan admirable y fuerte. Levantando su pierna, pude bloquear su golpe para atraparla y lanzarla por encima de los tejados, dejándola inmóvil. Corriendo hasta ella, rompiendo cada fragmento de las estructuras, me fui encima de ella. Necesitaba saberlo, necesitaba oír la verdad. Volvíamos a toparnos, frente a frente. Ella no desistiría, así que yo tampoco y aunque me empezaba a destruir con sus golpes, no desistiré como ella tampoco desistió en matar a mis amigos. La retenía, mordía su pierna y sentía como ella aplastaba mi rostro con sus nudillos. Huía, empezaba a huir. Eso no lo impedía. Yo no dejaré que sigan existiendo, los matare uno a uno. Por eso me levantaba, en medio de las cenizas que se pegaban a mi piel, me levantaba y corría rápidamente hacia ella. Me le fue encima, gruñéndole en su oído, para empezar aplastar su rostro. Pero ella, en mi retención gritaba, golpeándome con su codo y tumbándome con El Fuerte empuje que hizo con su pierna. Tendido en el suelo, veía como empezaba a escalar la muralla, haciéndome ir por encima de ella para morder su pie.

Ante su empuje nuevamente, caí al suelo para levantar la mirada y ver cómo en ese escale, la sintonía de Mikasa cortando sus dedos, me hizo sentir un alivio de ver cómo el titán hembra caía. Me fui encima de ella, desgarrando su brazo. La destruiré, tanto a ella como a todos los titanes del mundo, la destruiré. Porque la odiaba. Destroné su cabeza, destroné su cabeza y la tire como un trapo, para morder su nuca y desgarrar su piel. Pese a los gritos y la detención de los demás, continué con mi intención. Era libre, de mis acciones y decisiones, pero ver como los músculos pegado a su piel la retenían en su llanto, me hizo detenerme en mi movimiento y más cuando un destello azulado con fuertes brisas me bloqueo verla desde mi campo visual. Quería hacer algo, pero el desgarre de mi nuca y la brisa adentrándose por esa área, me hizo caer en cuenta de que habría sobresalido de mi titán.—¡No quiero que te comas a nuestro testigo, imbécil!—fue lo que escuché, de aquella voz gruesa y fría provenir del capitán Levi. Mi cuerpo fue sostenido, pero no por él, sentí como mis piernas se arrastraron por todo el suelo, mientras que esos brazos me sostenían fuertemente. Yo parpadeaba para ver la bruma calurosa que arropaba donde estaba mi titán, incluso el de Annie.

—¡¡Eren!!—la voz de Mikasa se adentraba a mis oídos, mis ojos se mantenían cerrados por la gran pesadez que había en mi.

—Con cuidado. Esta lastimado.—musitó esa angelical voz, que me hacía querer abrir los ojos.

—Eso ya lo sé.—respondió la fría voz de Mikasa, la cual resonó incómoda.—Dámelo.—pidió.

—Gianna.—fue lo único que nombre cuando sentí como los brazos de Mikasa me rodeaban, haciéndome abrir los ojos y ver cómo Gianna se levantaba del suelo, dándole espacio a ella.

—Quédate aquí conmigo.—moví mi cabeza, visualizando como el capitán Levi acercaba a Gianna junto a él, manteniéndola atrás suyo.

—Mikasa, ¿donde está Annie?—me pregunté, girando mi cabeza con cansancio para ver sus grisáceos azulados ojos mirarme, ella movió su cabeza hacia aquella dirección donde provenían un ruido.

—¡¡Maldición!! ¿¡Qué es esto, después de tantos problemas!?—veía a Jean, golpeando lo que parecía ser una esfera endurecida alrededor de Annie.—¡¡Annie, sal de ahí, sal y paga por todo lo que has hecho, vamos no seas cobarde!! ¡¡Annie, Annie!!—gritaba Jean, mientras que el capitán Levi se removía hasta él.

—Detente. Es inútil.—pidió, haciendo que Jean relajara sus músculos y accediera a su petición.

—¡Hagan una red con sus cables, amárrenla y llévenla al cuartel!—pedia al sargento Hange.

—Espera. ¿Qué harán con ella?—la voz de Gianna detonó, acercándose bruscamente a la sargento quien quedó anonadada por la cercanía de esta.

—Yo, aún no lo tengo muy claro.—respondió Hange, mirando a Gianna detenidamente.—Espera, ¿tú donde estabas? Creía que no serías parte de la misión, ¿por qué llegar hasta ahora?—le preguntó esta, haciendo que Gianna abriera sus ojos, como si estuviera acorralada.

—Eso no es de tu incumbencia.—indicó el capitán Levi, con una voz fría.—Yo le ordene no ser partícipe de la misión, porque aún está lesionada. Si llego hasta ahora, fue por su imprudencia de querer ser parte de esta victoria, si es así como se le puede llamar.—expresaba este, poniéndose frente a Gianna, la protegía, él lo hacía.—Gianna, vámonos.—le pedía el capitán Levi, llevando su mano hasta su hombro, intentando de retenerla con él.

Yo la miré. Mire como el capitán Levi la miró de igual manera, pero ella tan solo de reojo giró su rostro para verme. Tendido en el suelo, vi algo que era tan extraño de ver en medio de estas circunstancias tan tensas, ella sonrió. Ese destello, él mismo que sentí cuando sus labios rozaron con los míos, fue el mismo que me hizo sentir, que todo estaba bien. No fue una sonrisa extensa, mucho menos la más hermosa, pero lo hizo para aliviarme de las tensiones que sentía. Mientras que Armin me levantaba junto a Mikasa, incluso con Jean, yo me quede viéndola para sonreír de lado, confortándola. Si no hubiese sido por ella, si no hubiera llegado hasta a mi, para darme el valor que no reconozco en mi, Annie hubiera escapada. Y aunque ahora, la veía ahí en esa cristalización, huyendo de su realidad, al menos podíamos retenerla. Mirando, resguardado por mis amigos. ¿Acaso habría alguien más entre nosotros que tenía las mismas intenciones de destruirme que Annie? No lo sabía, pero si era la amarga sensación de que aunque no quisiera entenderlo, Annie no era la única. Este, solo era el comienzo de un vil y cruel mundo, en el que tendría que dejar mi humanidad aún lado, para pelear como lo más que odio.

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