𝐜𝐚𝐭𝐨𝐫𝐜𝐞
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La lejanía de un sueño.
Eren Jaeger.
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Año 850
Dos días después de la 57º expedición.
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—¡¡No lo hagas!!—fue lo único que escuché, en la lejanía de su voz, solo eso.
El nombre que exclamó en su grito, se escuchó muy lejano, pero sabía que me sonaba familiar. Me perdí, en un abismo oscuro, me perdí. No veía nada, tampoco escuchaba algo, era como si me hubiese ido en un profundo sueño. No manejaba mi fuerza, tampoco controlaba mis emociones convertidas en impotencia. Quizás actúe imprudente, quizás, no tome la decisión correcta cuando debí haberlo hecho. Yo fallé. En esta situación, yo fui quien falló en la misión, donde lo único que tenía que hacer, era observar cómo espectador para aprender y educarme de los veteranos que arriesgaron su vida por mi. Que impotencia. Era tan gigante que me abrazaba al corazón, hasta llenarlo de tristeza. Aún con los ojos cerrados, aún estando en esta oscuridad, podía empezar a escuchar sus gritos agonizando. Murieron delante de mi. ¿Tuvieron miedo? Si, debieron tenerlo, yo lo sabía y aún así, no hice nada. No estaba cerca de lo que realmente quería. No, no era poder controlar mi poder, era obtener el suficiente para destruirlo todo. Quería hacerlo, quería destruirlo todo por completo. La iluminación me opaco, lejana, pero cercana. Abrí mis ojos con pesadez, mirando un claro techo, mientras que unas cortinas pasaban delante de mis ojos.
La humedad que habitaba en mis ojos, se desprendió por mis mejillas, hasta llegar a la almohada que sostenía mi cabeza, la cual dolía. Intente levantarme, pero quede rendido en la comodidad de aquella cama, la cual sostenía todo mi pesado y débil cuerpo. Restregué mis ojos. Ahora que estaban abiertos, podía verlos. La sangre brotar, sus cuerpos ser mutilados. Ellos murieron delante de mi, de una manera cruel y fría que no pude detener. Pensarlo me hacía apretar mis dientes, e intentando moverme, sentí la calidez de una mano. Me sobresalte, sentándome delicadamente para ver cómo Mikasa yacía dormida, sentada frente a mi en una silla, mientras que en sus piernas estaba doblada aquella bufanda rojiza que portaba siempre con ella. Una parte de mi, que le regale un trágico día donde sin duda alguna, por un momento éramos lo único que teníamos para protegernos. Estaba ahí, con sus ojos cerrados. Observe su mejilla, la cual mostraba claramente una cicatriz aún muy reciente. No lo recordaba, realmente no recordaba lo que hice ese día, pero ninguna de mi intención fue herirla, jamás he querido hacerlo. Suspire gruesamente, había un vaso de agua en la mesa aún lado y unas flores, incluso mi verdosa capa.
—¿Mikasa?—la llame, tocándola con delicadeza, para ver cómo ella abría sus ojos grandemente.
—¡Eren!—exclamo, animada ante mi reanimación, examinándome con sus ojos exhaustos.—¡Dime! ¿Como te sientes?—me preguntó, preocupada, levantándose de la silla.
—No, siéntate.—le pedí.—No te preocupes Mikasa, estoy bien.—afirme, viendo la duda en su mirada detenida en mi.—¿Dónde está Armin?—le pregunté, curioso por la ausencia de mi amigo.
—Él está reunido con el comodante Erwin Smith.—musitó ella, haciéndome sentir desconcertado.—Eren, debes descansar. Te traeré algo de comida.—dijo, levantándose, pero lleve mi mano hacia la suya, deteniéndola.
—Espera Mikasa, ¿por qué Armin está reunido con el comandante de la legión?—pregunte curioso, impulsándola a detenerse.—¿Qué ha pasado?—volví a preguntar, curioso por eso.
—No estoy segura, pero parece ser que Armin tiene una pista de quien podría haber estado en el interior del titán hembra.—expresó ella.—Por mi imprudencia, el capitán Levi se lesionó. No quiero causar más alboroto.—indicó, cabizbaja.
—Si, ahora lo recuerdo... —susurré, mientras que la imagen de mi, acostado en una careta mientras lloraba ante ver los cuerpos muertos de los camaradas ser lanzados, llegó a mi mente para abrumarme.—Perdimos.—admití, con pesadez.
—Eren, lo único que importa es que te hayamos podido recuperar.—expresó ella, sentándose en la silla, sujetando la bufanda para verme.
—Aún así, no es suficiente.—justifique, impotente.—No he cambiado nada. No he sido capaz de salvar a nadie. Sigo siendo inútil.—arremetí, mirando mis manos con desprecio.
—No digas eso.—me pidió Mikasa, llevando su mano a la mía, para apretarla con fuerza, mire sus ojos con detenimiento, para así luego ver cómo la puerta se abrió, mostrando aquella mujer.
—Eren, has despertado.—esbozó Hange, mirándome desde el margen de la puerta.—¿Sientes algo extraño?—me preguntó, curiosa, para ser una mujer con tanta energía, lucía desanimada.
—No sargento, me siento muy bien.—afirme, viendo como se acomoda sus anteojos.—Dígame, ¿es cierto que tienen una idea de la persona que podría ser el titán hembra?—pregunte, prepotente, viendo como ella suspiro.
—Su amigo Armin Arlert sin duda alguna tiene una brutal inteligencia que podría salvarnos en esta ocasión, si es cierto su hipótesis, quizás podríamos estar un paso más adelante del enemigo, por primera vez.—respondió ella.—En estos momentos, está reunido con el comandante para determinar su acusación, pero está persona podría ser incluso quien eliminó a mis dos titanes de experimento.—añadió, sentida.
—Sargento, ¿que hará el comandante Erwin al respecto?—pregunte, curioso.—¿Atacará?—cuestione, esperando que asintiera.
—Por el momento, no tenemos claro un plan Eren, pero sin duda, serán partícipes de esta junto a varios cadetes más de la legión. Necesitamos sus habilidades para atrapar al titán hembra.—esclareció, mirándonos.—Intenta de descansar, hasta entonces no tengo más noticia para ti. Solo quería asegurarme que estuvieras bien.—dijo, aislándose del margen, pero levantó mi mano, dándole la señal de detención.
—Sargento Hange, ¿dónde se encuentra Gianna Galliard?—pregunte espontáneamente, viendo como su rostro decayó, viéndome confundida.
—Gianna se encuentra en reposo, luego de que haya venido a verte, sufrió unos años severos por el cansancio.—dijo, dejándome en tensión.—Fue brutalmente herida por el titán hembra. En estos momentos necesitamos que se abstenga de gastar energías. Como tú, a ella también la necesitamos.—me dijo, haciéndome quedar en silencio.
—Iré a verla.—musité, quitándome las sábanas de encima, viendo cómo Mikasa se levantó de la silla, mirándome desconcertada como Hange.
—Eren, quédate aquí. Debes descansar.—indicó Mikasa en cuanto perdí el balance, pero negué.
—Oye, esta bien. Tan pronto despierte podrás ir a verla, no hay prisa.—comentó la sargento, notando mi insistencia, pero tan solo llegue hasta la puerta y ella me sostuvo cuando volví a perder el balance, haciéndome sentir inútil.
—Necesito verla. Ella vino a verme hace unos días para saber si estaba bien, yo también quiero hacerlo.—insistí, mirando los ojos de aquella mujer, quien pareció entender el aflojo que sentí por mi petición.—Solo un momento.—recite, notando como ella asintió.
—Yo te llevaré.—afirmó la sargento, quien me sujeto con sus brazos.—Mikasa, puedes retirarte.—expresó esta, pero Mikasa en su duda aún mantuvo la cercanía conmigo, hasta que en si, pareció aceptar la petición de la líder mayor.—Ustedes los hombres, son muy tercos y más a esta edad.—comentó, con burla en su voz, pero también con algo de armonía, una que me relajo.
Intentaba recordar, pero todo se veía borroso. La imagen de Gianna peleando con el titán hembra cuando intentó devorarla, fue lo que desató mi furia, pero después, ya no podía recordar más. Camine junto a ella, pasando por los largos pasillos de ese cuartel que se sentía vacío. Debimos haber perdido más de la cuenta y de pensarlo, me dolía el corazón. Estas personas tenían esperanza en mi, creían que podría ser una salvación y aún así, los he llevado a la ruina, murieron intentando de protegerme y no hay nada que pueda revertir esa decisión tan frágil que tome cuando decidí confiar en ellos y no en mi potencial, desde el principio él lo dejó claro. El capitán Levi me lo dijo, de una manera disfrazada me pidió que confiara en mi, pero no lo hice y perdí todo su escuadrón. Ahora, la única que quedaba en pie, estaba derrotada por mi haberla podido defender. Suspire en cuanto nos detuvimos frente aquella puerta, la cual Hange abrió con delicadeza, mostrándome como ella yacía recostada en esa cama. Me acerqué con sigilo, viéndola arropada, mientras que un vendaje cubría todo su brazo derecho. Apenado, vi los cortes en sus labios y mejillas, los moretones brotaban, pero se veía angelical con sus ojos cerrados.
—¿Quieres que los dejé solos?—me preguntó ella, su mirada tan penetrante me hizo pasmar.
—¡No!—exclamé nervioso, separándome de ella.—Digo, si. No lo sé, como usted crea sargento.—dije, viendo como ella sonrió, llevando su mano a mi hombro.
—Ella es hermosa. Y, nunca la había escuchado hablar, hasta que tú llegaste.—esbozo ella, cabizbajo, tan solo evité el sonrojo en mis mejillas.—En fin. Estaré cerca.—comentó.
—Si, lárgate.—me giré, con los ojos abiertos grandemente, viendo como aquella chica de cabello rubio tenía sus ojos medios abiertos, mirándonos.
—Vaya, me da gusto que estés mejorando. A pesar de haberte hecho la fuerte luego de salir de la última expedición, no luces tan mal.—musitó Hange, mirándola, para rascarse su nuca nerviosa, mientras que Gianna me miraba.—Le avisaré al capitán Levi que has despertado. Ansia por saber de tú estado.—dijo, aislándose.
—No.—infirió Gianna, con una voz ronca y exhausta.—No puedo verlo. No tengo valor.—expresó ella, con un pena en sus ojos cansados.
—Pero...
—No quiero verlo.—recito nuevamente ante pausar a Hange, quien bajo la cabeza.—Fui la única que vivió. No puedo verlo, aún no.—repitió, mirando detenidamente a Hange.
—Está bien. Pero, eso no evitará que venga verte.—comentó Hange.—Los dejaré solo.—afirmó, dirigiéndose a la puerta para cerrarla a su espalda, para así yo, quedarme parado frente a la cama, viendo como Gianna levantó su mirada para verme.
—Oye, no vuelvas a intentar salvarme.—le pedí, mirando sus azulados ojos.—¿Está bien?—le pregunté, sintiendo como mi corazón palpito rápidamente cuando ella sonrió de lado, estirando su mano para tocar la mía, haciéndome helar en cuanto a su suave tacto.
—No puedo prometerlo, idiota.—dijo ella, aún sonriendo, para sentarse en la cama.—Además, tú fuiste quien intentó salvarme. ¿No lo recuerdas?—me preguntó, mirándome.—Cuando el titán hembra me sometió en su boca, le arrancaste la mandíbula y salí volando, caí en los árboles. Tú me salvaste a mi.—expresó.—Así que, no intentes salvarme otra ves. ¿Si?—me pregunto, me senté en el borde de la cama.
—¿Yo soy el idiota?—le pregunté, viendo su aspecto débil, ella sentada y con su pelo despeinado, se veía sumamente hermosa.
—Me alegra mucho que estés bien Eren.—musitó, inclinando su mano nuevamente, para hacer su tato con la mía.
—Tú, volviste a pelear, ¿no es así?—le pregunté.—Te oí gritar, "no lo hagas".—recite, viéndola mirarme.—Estabas tensa, desde antes que llegara el titán hembra. ¿Tenías un mal presentimiento como el comandante Erwin?—cuestione, notando un largo silencio de su parte, el ambiente se colocó pesado, pues ella distanció su mano de la mía.
—Solo cumplía con mi deber. La única misión que teníamos, era protegerte. Aunque nos costara la vida.—expresó, con un vacío en sus palabras.—Se que viniste a verme, porque fui a verte días atrás. No sientas que me debes algo.—indico, volviendo a retomar ese frío semblante conmigo.
—Está bien. Me iré, solo quería saber si estabas bien. Lo menos que quiero es amargarte.—esbocé, levantándome del borde de la cama, pero ella me retuvo fuertemente.
—Nunca dije que te fueras.—infirió, mirándome detenidamente.—Quédate aquí, hasta que me duerma.—musitó, mientras que vi aún lado suyo, aquel listón azulado.
No negué. Era la primera ves que mantenía una cercanía con ella tanto tiempo. Me quede sentado en el borde de la cama, mareado y sin fuerzas, pero sosteniendo su mano. Ella había intentado de limitar su debilidad, la llevó a un desgaste, pero había algo en sus ojos que no entendía, un misterio. Sus acciones, expresiones y manera de ser, eran sumamente extrañas y me dejaban desconcertados continuamente, pero Gianna tenía algo que me ataba a ella, como ese listón se ataba en su mano, una conexión inquebrantable que no podía entender y anhelaba porque fuese así. Acaricie su mano, ella cayó rendida en un sueño lejano al que yo quería vivir. Sus labios carnosos eran una tentación para mi, quería probarlos, como nunca había probado alguno. Me levante del borde de la cama con sutileza, la noche había caído y la ventana abierta dejaba entrar la brisa. A penas mejoraba mi estado de ánimo, pero intentaba de pensar algo más, que no fuese sangre y cuerpos tendidos en el suelo sin vida. Me incliné, viéndola. Respiraba profundamente, acaricie su cabello. Esta chica era hermosa, me atraía como la brisa a las hojas. Mi estomago se revolcaba, se revolcaba. Sus labios estaban cerca de los míos, iba abalanzarme hasta que la luz del pasillo se esclareció en toda la habitación.
—Eren.—me distancié de la cama, llevando mi mirada al opaco semblante del capitán Levi.—Idiota, ¿qué estás haciendo aquí?—me preguntó con frialdad en su voz.—Ve a descansar.—pidió.
—Lo lamento capitán Levi, solo quería acompañarla. Estaba preocupado.—excuse, de una manera tímida ante la presencia de ese hombre tan intimidante.
—Yo me quedaré. Tus amigos te están esperando, hay unas cosas que deben discutir contigo. Así que andando, mocoso.—expresó él, cruzado de brazos, recostado del margen de la puerta abierta.—No tienes porque preocuparte. Gianna es un soldado excepcional.—halago, con su seria voz.
—Si, capitán Levi.—afirme, pasando por su lado, cabizbajo por el respeto que le tenia.
—Eren.—me detuve en medio del pasillo, para girarme y ver como él me miraba.—La próxima pelea, será peor. Procura descansar.—pidió, en un tono frío, pero sutil, é cual acepte como un sabio consejo de su parte.
—Capitán Levi, disculpe pero, Hange me informó que podrían tener a un posible sospechoso de ser el titán hembra.—comente, de manera curiosa.
—No seré yo quien te lo diga Eren.—expresó, levantando su cabeza.—Serán ellos.—me giré, viendo al final del pasillo como mis dos amigos yacían ahí parados, mirándome.—Y recuerda, controla tus emociones.—musitó, adentrándose a la habitación, dejando vacía mi mente.
—Eren.—levante la mirada, viendo los azulados ojos de Armin mirarme.—¿Te lo ha dicho?—me preguntó, pero negué, mientras que Mikasa y él me sostuvieron, ayudándome a caminar por el largo pasillo, donde vimos la oportunidad de sobresalir en aquel gran balcón, reflejando las hermosas estrellas de la noche.—Llevó dias reunido con el comandante Erwin, pero por fin, tenemos a la persona y estoy seguro, que no fallaré.—indicó, mientras que me sostuve del borde, mirando anonadado los árboles.
—Díselo Armin. Dile quien es.—incito Mikasa, pero cuando mire el rostro de Armin, algo se veía muy diferente en él, había decepción, mucha.—No tengas lástima.—decía ella, fríamente.
—¿Quién es Armin?—le pregunté, mirándolo detenidamente, pero sus labios temblaban.—Dime, necesito saber quién es la persona que mato a esos soldados.—dije, impotente.
—Eren, es Annie. Annie Leonhart.—un balde de agua fría me cayó encima, tanto que mantuve contacto visual con Armin durante minutos.
Me giré, mirando nuevamente los árboles. Él y Mikasa se quedaron en silencio. Yo ni siquiera cuestione, pero sin duda lo dudé. Armin no se podría equivocar en algo así, después de todo, ese nombramiento para él debió ser muy pesado, su lengua debía sentir el amargo sabor que su paladar proclamó en cuanto la mencionó. Aquella chica, alta y de azulados ojos, con semblante frío, ¿verdaderamente tenía esas malévolas intenciones de acabar con la humanidad? Mi cabeza dolía, no solo era por el golpe reciente en ella, si no, por la bruma de preguntas que me azoto cuando la pensé y recordé, en medio de esos recuerdos, a pesar de ser fríos y con una actitud cortante, eran recuerdos gratos que tenía con ella. Mis dientes se apretaron, no lo entendía. Si estábamos aquí, era porque queríamos ser libros y que también, pudiéramos eliminar a los titanes que nos mantenían al borde de la extinción. Esto, debía tener un entendimiento más allá que aún no tenía en mis manos, pero adolorido baje la cabeza y lo pensé. Si Annie Leonhart verdaderamente es el titán hembra, no tenía otra opción que destruirla, a ella y al resto de enemigos que la acompañan, incluso, si eso incluye más que esto, lo haré. Los destruiré a todos.
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