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❝ CHAPTER ONE ❞
















───── ❝ CHAPTER ONE ❞ ─────














Hace muchos siglos atrás, dos fuertes reinos se encontraban en una gran guerra, Asgard y Jotunheim. Los asgardianos y los gigantes de hielo luchaban a muerte por el destino de los Nueve Reinos. Odín, Rey de Asgard y el Padre de Todo, peleó contra Laufey, el Rey de los jotuns; saliendo vencedor el asgardiano, y los gigantes de hielo terminando derrotados. Odín tomó su fuente de poder como castigo y para evitar que pudieran volver a ser una amenaza para el universo.

Odín junto con su ejército de valientes hombres regresaron a su hogar, siendo recibidos con gran gozo y una celebración que duraría días. Mientras el pueblo celebraba y bebía hasta desfallecer, Odín fue con Frigga, su esposa, quien al verlo se sintió aliviada que hubiese regresado sano y salvo. Sin embargo, el Padre de Todo tenía muchas preocupaciones, una de ellas, había tomado algo más que solo el cofre del reino de hielo.

Un pequeño y frágil bebé, abandonado, e hijo de Laufey. El pequeño, siendo inocente de todo lo que había pasado, fue adoptado como su hijo por la pareja, siendo bautizado con el nombre de Loki.

Aunque, un asunto seguía causando angustia al corazón del Rey.

—Odr — suspiró con tristeza —. Murió, Laufey lo asesinó.

Los ojos de Frigga se llenaron de lágrimas al escuchar la pésima noticia, se negaba a creer que eso fuera cierto. Odr era íntimo amigo de los reyes, y no solo eso, sino que también era el esposo de la fallecida hermana de Frigga.

—Laufey iba a apuñalarme, pero él se interpuso, me salvó la vida — le reveló Odín sintiendo una gran pena —. Gracias a él sigo vivo.

— ¿Qué va a suceder con Eyra? – preguntó la Reina, sintiendo que su corazón se hinchaba de preocupación. La niña era la viva imagen de su madre.

Eyra era la hija recién nacida de Odr y Freyja, la mujer había muerto inesperadamente después de dar a luz. Y el destino ya había sido tan cruel con aquella inocente niña qur no sólo había perdido a su madre, sino también a su padre.

—Ella estará bajo la protección de nuestra casa. La criaremos, pero ella seguirá siendo su hija y nosotros le contaremos lo valientes que fueron sus padres. Crecerá junto a Thor y Loki. Se le será otorgado el mismo amor y cuidado que un padre y una madre le muestran a sus hijos — proclamó Odín, y Frigga no se opuso a su decisión.

Puede que Eyra hubiese perdido a sus padres, pero nunca le faltaría el cariño y protección de una familia.

















En los jardines del palacio real de Asgard, jugaban un grupo de niños simulando ser los valerosos héroes de las historias que les contaban con tanto fervor. Aunque no todos los niños estaban jugando, al pie de las escaleras se encontraban sentados Loki y Eyra, el niño se encontraba leyendo uno de sus libros de magia mientras la niña observaba como Thor y sus amigos trataban de pelear.

—Si deseas puedes ir a jugar, no estás obligada a hacerme compañía — habló el pequeño ojiverde, sin despegar la mirada de su libro.

—Solamente si tú también te unes — ella sonrió de medio lado, mirándolo con cariño.

—No lo sé, Eyra. Siento como si no encajara con ellos, solo me tratan con amabilidad por Thor, pareciera que a todos les agrada más su compañía que la mía — le confesó el niño con la mirada algo decaída.

— ¿Eso me incluye a mí? — le preguntó con una ceja alzada y la mano en el pecho, fingiendo estar ofendida.

Él soltó una pequeña risa al verla.

—Tú nunca serás todos — le toma la mano. La sonrisa de la niña se ensanchó y lo abrazó rápidamente.

Un guardia se acercó a ellos, diciéndoles que Odín deseaba verlos a los tres en la cámara de los tesoros, los pequeños asintieron y ambos llamaron al rubio mientras se ponían de pie.














Tiempo atrás, los humanos aceptaron una sencilla verdad: que no estaban solos en este vasto universo. Los hombres creían que algunos mundos eran los hogares de sus dioses, y otros que debían de tenerles.

» Desde un mundo de frío y tinieblas llegaron los Gigantes de Hielo... — al escuchar el nombre de aquellas criaturas que habían causado la muerte de su padre, Eyra sintió un ligero escalofrío —, amenazando con sumergir el reino de los mortales en una nueva era de hielo. Pero la humanidad no se enfrentaba sola a esta amenaza. Nuestros ejércitos hicieron retroceder a los Gigantes hacia el corazón de su propio mundo.

» El costo fue grande, pero, al final, su rey cayó — Odín miró de reojo a la única niña presente, que mantenía la mirada perdida —. Y la fuente de su poder fue arrebatada con el final de la última Gran Guerra, nos retiramos de los demás mundos y regresamos a casa, al mundo eterno de Asgard.

El Rey de Asgard caminaba con sus dos hijos a cada lado, cada uno tomaba una mano de su padre. La pequeña Eyra estaba montada en la espalda del hombre. Juntos caminaban por la Cámara de los Tesoros. Se detuvieron al final del pasillo, y se encontraba la fuente de poder de los Gigantes de Hielo; el Cofre de los Inviernos Pasados.

Los infantes miraron con asombro la posesión, mientras Odín ponía a Eyra en el suelo y daba pasos hacia el Cofre.

—Pero, llegará el día en el que uno de ustedes deberá defender esa paz — culminó el Rey de Todo con seriedad.

— ¿Aún hay Gigantes de Hielo con vida? — preguntó Loki..

—Cuando sea rey... — habló Thor con arrogancia, Eyra frunció el ceño con disgusto —, cazaré a todos los monstruos y los acabaré.

—La guerra no siempre es la respuesta, Thor — Eyra se cruzó de brazos, mirando mal al rubio.

—Eso es correcto, querida — el Rey le concedió la razón a la menor —. Un rey sabio, jamás busca la guerra, pero siempre debe estar listo para ella — finalizó Odín mirándolos a cada uno.

El mayor comenzó a caminar hacia el lado contrario y los tres niños compartieron sonrisas cómplices, antes de salir corriendo detrás del hombre.

—Estoy preparado — el rubio dijo cuando llegó a su lado.

—Yo también — opinó Loki.

—Sólo uno podrá ascender al trono, pero los dos nacieron para ser reyes — habló Odín.

— ¿Y qué hay de Eyra? — cuestionó el ojiverde, mirando a la morena a su lado.

—Mi deber será ser la encargada de golpearlos para que no hagan tonterías — ella sonrió con suficiencia.

Odín sonrió levemente. Todavía tenían tanto por crecer, tanto por vivir y tanto por aprender. Pero el hombre sabía que su destino sería glorioso.

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