𝐨𝐜𝐡𝐨
Más allá del mar.
Estaba recostado de aquellas barandas. Las cuales me separaban de un extenso mar, en donde los barcos navegaban como medios de transportes. La brisa era fresca, era muy cálida, pero temía que en una ventisca, aquel sombrero negro que estaba portando, se me fuese volando entre el bullicio de la multitud alrededor. No sabía cuán lejos estábamos de la Isla, solo se que el estar en un lugar desconocido, me mantenía arisco por todo motivo. Aquellos mocosos, permanecían junto a nosotros, pero no dejaban de sentirse conmovidos en este primer viaje de exploración, donde todo lo desconocido, era nuevo para ellos, incluso lo más mínimo. Me giré, dejando mi cuerpo recostado de esa baranda mientras llevaba mis manos a los bolsillos de esa fina chaqueta negra que me formalizaba como un hombre de alto rango, queriendo disfrazar nuestras ajenas identidades, todos portábamos atuendos similares. Levante la mirada, observando cómo Adeline yacía alrededor de los chicos. Ella sonreía ampliamente, dándole un palmado a Connie en su mano en cuanto la levantó para señalar. El joven de cabello grisáceo, apenado acarició su mano, pero no podíamos hacer nada ante las repentinas impulsividades de Adeline en esta nueva etapa. Desde aquí, podía ver se veía un bulto de formación en su barriga, la cual denotaba que estaba embarazada, y aunque no fuera muy grande como la de Grace antes de dar a la luz, se que Adeline estaría pronto en ese camino, pero debía admitir que se veía hermosa, se veía más hermosa que nunca.
Cada día, podía visualizar el crecimiento, eso era sin duda un privilegio. Era una sensación inexplicable el poder ver a Adeline en dicha etapa, esa que aunque estuviera tomándoselo con calma, lo disfrutaba. La continué observando, su cabello estaba suelto, con una partitura entre medio. La hacía ver con un semblante diferente, como una mujer. Ella sonreía, sus mejillas no dejaban de demostrar la emoción que llevaba en si misma. Era curioso, verla tan feliz en medio de tantas situaciones abrumadoras que parecían agobiarla en las noches de insomnio que impedían que pudiera dormir plácidamente. Ella estaba cerca de un pequeño comercial, bueno, realmente todos ellos lo estaban, ansiosos por saborear nuevas cosas que sus paladares no conocerían. Los ojos de ellos brillaban, esos mocosos gastaban su dinero innecesariamente, lo que me hacía bufar, era el hecho de que Hange fuera peor que ellos. Me quede con todo el peso en aquella baranda, observando cómo Grace sostenía en sus brazos a Elian, quien sostenía algún tipo de extraño objeto flotando con un hilo sujeto a su mano. Todo era muy curioso y nuevo para mi, por tal razón, preferiría sólo ser un espectador, ya que era la única persona cuerda y madura en poner en orden. Y lo decía, porque Hange y Connie parecían estar peleándose por lo que Elian sostenía en su mano, eran un par de inmaduros.
—Esto está delicioso.—dirigí mi mirada a Leandra, quien con su suelto cabello estaba detenida aún lado de Sasha, lamiendo algo extraño, sus ojos brillaban.
—Adeline, no comas eso, no sabemos si es saludable.—le decía a la mujer que estaba aún lado de Eren, este con su semblante decaído miraba como ella le ofrecía; denegando la oferta, ella tan solo continuó lamiendo aquella extraña cosa que parecía estar frío, pues su expresión fue un poco temblorosa, pero luego de saborearlo, sonrió ampliamente.
—¿Quieres?—me preguntó, acercándose mientras me lo extendía, pero tan solo negué.—Es un helado de vainilla.—musitó, volviendo a lamerlo.
—Come tú mi amor.—le dije, viendo sus mejillas coloradas, mientras dulcemente comía ese helado, parecía una niña, porque Mikasa pareció reaccionar igual.—Leandra, te vas a manchar la... —gruñí, quedándome en silencio cuando vi cómo Leandra pasmada sonrió, viendo como aquel liquidado helado se pegaba a su atuendo, manchándolo.
—Yo también me manche.—exclamó Sasha, por lo que vi cómo lamió la manga de la camiseta que manchó, me palmee el rostro fuertemente, avergonzado.
—Adeline, cuando nazca nuestro bebé te prohíbo rotundamente que este criado alrededor de estos idiotas.—masculle, viendo como ella sonreía aún lado de mi, denegando, pero es que eran insoportables.
—No importa, estoy seguro que ese bebé nos querrá de todas maneras.—expresó Armin, a quien vi acercarse, este tímidamente llevo su mano al vientre de Adeline, abriendo sus ojos grandemente.—¿Se movió?—se preguntó mirándonos con impresión, por lo cual yo tan solo acerqué mi mano, aún lado de la suya.—Adeline, creo que este bebé va patear igual de fuerte que el capitán.—expresó, mirándonos anonadados, pero si, sentí fuertemente un levantamiento.—Eren, tu sobrino, te va recordar esos días oscuros.—musitó este, pero Eren con esa vaga mirada, se inclinó por el silencio.
—¡¿Creen que es una niña?!—se preguntó Connie, acercándose, poniendo su oreja en el vientre.—¿Cómo le llamarían?—se preguntó este, mientras que yo solo miraba a otro lado, estos niños eran ruidosos.
—Me gustaría que si fuera niño, tuviera un nombre significativo, uno como Liam.—levante mi mirada, dirigiéndome a Eren, quien nos miraba con una fría expresión.—¿No les parece?—se preguntó, mirándonos, pero Adeline solo se inclinó para acariciar su vientre.
—Suena bien, Eren.—hablé yo, mirando como sus ojos verdosos azulados me miraban con detenimiento, podía verlo, podía ver ese hueco en su mirada, ese que me transmitía su vacío.
—Hola niño.—me quede inmóvil, viendo como los demás continuaban caminando, mientras que escuché una voz forzada e imitada, como si se dirigieran a un bebé.—¿Quieres un dulce?—de reojo y con una vaga expresión observe aquel hombre, con un atuendo putrefacto, me quede pasmado por su ofensivo cumplido.—Ustedes, si que se ven genial. ¿Están jugando a ser gangster?—se preguntó él, pero extrañamente por su desconocida expresión, me incliné a mantenerme en silencio.
—Eren está extraño, ¿no lo crees?—se preguntó Adeline, aún lado de mi, mientras que Onyankopon quien estaba encargado de dirigirnos al terreno de la señora Azumabito, charlaba con Hange.—Hay algo extraño en él... es como si su energía, se fuera.—expresó, quería escucharla, pero veía aquel mocoso y ajeno niño escarbando la bolsa de Sasha, quien estaba enfocada en continuar comiendo más helado.
—Oye. Esa bolsa no es tuya.—comente en un tono alto y grueso, levantando la mano del mocoso que tenía aquella bolsa.
—¡Un ratero, seguro es un inmigrante!—expresaron las personas atrás de mi, mi comentario había llamado la atención muy de pronto, estas personas sin duda eran unos chismosos.—¿Como llegaste hasta aquí? ¡No creo que entienda! ¡Pisamos su mano! ¡Hay que colgarlo para que todos lo vean!—era un bullicio de comentarios, muy desagradable para castigar un niño.
—¡Esto está yendo muy lejos, ya tengo mi bolsa!—intentaba interferir Sasha en aquel círculo, donde lleve a ese mocoso a un gran debate.
—Levi Ackerman.—observe de reojo cómo Adeline me miró con detenimiento, con eso, su ceño estaba fruncido.—Tu lo metiste en esto, sácalo.—me pidió apretando mi mano, realmente sus humores estaban revueltos.—Levi.—insistió, por lo cual suspire hondo para agarrar a ese mocoso tembloroso y sudoroso en mis brazos.
—¿Por qué asumen que es un ratero?—pregunte, sabiendo que esos desconocidos hombres me cuestionaban y miraban dudosos por mi acción.—Yo solo dije que esa no era su bolsa, si no, se su hermana.—excuse, viendo a Sasha confundida cuando la miré, necesitaba disimular.
—¡Si verán, ellos tienen una relación muy complicada!—opinaba Hange, con su voz temblorosa, maldita sea, no sabían como actuar.
—¡¿Esperabas que nos creyéramos esos?!—se preguntaban esas personas, pero simplemente alenté a los demás a caminar, a una buena distancia donde no pudieran molestar más a este mocoso.
—Solo lo hago porque la madre de mi bebé está muy alterada, y se que es capaz de enloquecerme.—expresé, pero aquel mocoso pareció no entenderme, porque al hablar, dijo algo que no entendí, ni siquiera lo pude procesar, este lugar era raro, quería volver a la Isla.
—Levi, aquí está bien.—opinó Onyankopon, haciéndome detenerme en seco en ese lugar, donde yacía una colina, era amplio y no había nadie.
—Bien.—asentí, soltando con brusquedad al mocos de mis brazos, por lo cual arreglé mi traje estrujado, y acomode mi sombrero.
—Creí que nos lanzarían de vuelta al mar.—comentó Connie, quien tenía en su cuello a Elian sosteniéndolo por sus pies, mientras que el niño acariciaba el cabello creciente de Connie.
—¿A donde se fue el mocoso?—pregunte dudoso ante no verle, pero dirigí mi mirada hacia donde una agitada Hange señaló, y maldita sea, observando aquella colina, pude ver al mocoso con mi bolsa; la había robado.—Da igual, era un bono adelantado de los Azumabito.—me excuse.
—Bien, seguimos. Ya estamos cerca del hogar de la señora Azumabito.—comentó Onyankopon, quien nos alentó a caminar detrás de él, por lo cual estreche mi mano para que Adeline se acercase a mi, y caminara.
Observe el cielo azulado, como las blancas nubes empezaban a tapar la gran iluminación del sol. Me encargué en observar que todos estuviéramos juntos, rodeados como un grupo, a pesar de que nos viéramos extraños para otras personas, no debíamos separarnos. Por eso, decidí esperar que los chicos se adelantaran, era la única manera de poder determinar que estaban aquí, cuidando sus espaldas, me aseguraba de su seguridad al cien por ciento. Pero, de esa misma manera, podía observar que realmente estaban creciendo. No solo en su altura, o en cuerpo. También en su manera de empezar analizar las cosas, de actuar y reaccionar. Creo, que estaban dejando de ser esos impulsivos y temerosos mocosos a los que tenía que reprender a diario. Sentí como aquel entrelazo de manos se intensificó, haciéndome levantar la mirada para observarla. Adeline miraba con sus ojos color avellana a esos chicos también. Era un sentimiento compartido, porque sin duda debía recalcarlo, éramos nosotros los responsables de que aún permanecieran aquí. Pero, su mirada intensificaba un sentimiento más fuerte. El observar de espalda a Eren, referente al cuido de este mismo. Adeline siempre cuido de su espalda, incluso después de su ausencia, ella se encargó de que a Eren, nada le faltara. Podía determinar el hecho de que ella sentía como la limitación de vida que su hermano tenía, la mortificaba, la mortificaba tanto, que parecía ser que la energía que a Eren le restaba, a ella también. Era un amor inexplicable, una hermandad que no podía dividir. Algo más allá de esta vida que solo ellos dos entendían. Por eso, sentado en este sofá delante de esos mocosos, me dediqué en escuchar como contaban nuestra historia, pero, ¿qué tal si está historia es de alguien más?
—Así que eso les pasó... —murmuró la señora Azumabito, sentada aparte de nosotros.—Es verdad que con el aumento de los exámenes de sangre también aumentó la preocupación de los países de que se les descubriera esconder un infiltrado del pueblo de Ymir. Incluso, en la época cuando gobernaba el antiguo imperio Eldiano, ser parte del pueblo de Ymir era equivalente a ser alguien de la élite social. Pero una vez que el imperio cayó, los aristócratas que lo apoyaban, fueron perseguidos y condenados por su nación. Este es el estado del pueblo Eldiano fuera de los muros, y debo admitir que será muy difícil llevar a cabo nuestro plan de que Paradis forme relaciones amistosas con otras naciones.—comentaba ella, precisa y cortante, dejándonos a todos desconcertados.
—Pero, si abandonamos el camino de la paz, no nos quedará más remedio que ayudar a Zeke con su plan.—argumentaba Armin, mirando a la señora Azumabito.—Poner nuestras vidas en sus manos, y sacrificar las vidas de los niños que Historia y Adeline den a luz.—expresó este, haciéndome detonar un semblante inexpresivo.
—Si, por eso estamos aquí, para evitar ese futuro. Nuestras esperanzas están en que aparezca la asociación que protege al pueblo de Ymir mañana en la reunión de las naciones.—expresaba Hange, mientras que aún lado de mi, Adeline arqueaba su espalda en aquel sofá, con un leve quejido.
—¿Qué?—le pregunté preocupado, viendo como acariciaba su vientre, se veía incómoda.
—Por eso, la mejor opción será vigilarlos por ahora. Si vemos que podemos cooperar con ellos solos, entonces...
—Declarar que la Isla Paradis busca paz.—añadió la señora Azumabito, observando a Hange, quien hablaba anteriormente.—No hace falta decir que el clan Azumabito hará todo lo que esté en su poder por la paz, pero ¿qué tan realista es este plan para ustedes?—se preguntó ella, mirándonos.
—Alguien que le diga a Eren que necesito usar el baño. Ya se tardó.—expresó Adeline con dificultad, a mi lado cabizbaja, levantó la mirada para observar a los chicos, pero entre ellos, no pude observar a Eren, aún no había llegado del baño y eso, era extraño.
—Entendemos lo difícil que es, y cuán peligroso. Dicho eso, no queda más que dar todo nuestro esfuerzo.—musitó Hange, y a mi lado, Adeline volvió a quejarse, incómoda.
—¿Dónde está Eren?—se preguntó Mikasa, levantándose bruscamente del sofá.—Dijo que iría al baño, pero ha pasado rato.—expresó ella.
—No está en el baño.—observe por el margen de la puerta a Onyankopon, haciéndome chasquear la lengua, abrumado, como todos los demás.—Eren no está, Hange.—añadió, dejándonos atónicos, mientras que denote como Leandra quien estaba distante a nosotros, luciendo desesperada por lo que el hombre a su lado dijo, le di un asentimiento, viéndola recoger su chaqueta para pasar por un lado de Onyankopon, le di el acceso a que pudiera buscar a Eren, antes de que Adeline entrara en una crisis nerviosa.
—Es cierto, busque en toda la casa y no está.—observe a Grace en el margen de la puerta.—Tampoco en el patio, se fue.—añadió, haciendo que Adeline a mi lado soltase un suspiro.
—¿Como? No, no.—Adeline intento levantarse del sofá, viéndose preocupada, pero Mikasa interfirió con ella antes de que me empezara a sentir ansioso, y la obligara a sentarse.
—Adeline, yo iré a buscarlo.—indicó Mikasa, sentando a Adeline, quien continuaba removiéndose incómoda.—No debes preocuparte por nada más que no sea ese bebé.—le decía, mientras que Adeline respiro grueso.
—Vayan todos a buscarlo, Eren es un objetivo para el enemigo.—pidió Hange, levantándose del sofá abrumada, restregando sus ojos.
—Ya la escucharon, busquen con precaución, y no se tarden, porque los buscaré yo mismo y los pateare.—les dije a todos ellos, viéndole levantarse con rapidez de donde estaban sentados.—Esto es el colmo.—esbocé, restregando mis ojos para observar cómo Adeline intentaba de retomar una respiración normal.—Por favor, cálmate. Me preocupas.—le dije, llevando mi mano al vientre, sus mejillas estaban rojizas, algo no estaba bien.
—Lo siento... —se disculpó apenada, y cabizbaja, mientras que continué acariciando su vientre.
—El bebé siente tus emociones. Debes calmarte.—le pidió la señora Azumabito.—Es bueno, hay muchas mujeres embarazadas que no tienen a un hombre a su lado apoyándola. Eres bendecida.—expresaba esta, mirándonos a ambos.
—Si que lo es.—levante mi mirada, observando a Grace afligida, pero entre medio de esa angustia, ella nos sonrió ampliamente.
—¿Te duele algo preciosa?—la señora Azumabito se levantó, observando a Adeline.—¿Necesitas ir al baño?—Adeline asintió, por lo cual me levante del sofá para darle una mano y levantarla.—Yo la llevaré, no te preocupes.—me dijo esta, por lo cual Adeline a mi lado asintió, siendo procurada por la señora Azumabito, quien se removió junto a ella.
—No te acomodes, esos mocosos son ruidosos y estresantes, harán un escándalo buscando a Eren.—le dije a Hange, viéndola asentir, mientras que recogí mi chaqueta y me la coloqué encima.
—¿Pueden notarlo? Notar que, pareciera ser que Eren muere lentamente... —se preguntó Grace, aún lado de mi, mirándonos conmocionada.—Él morirá, ¿qué haremos cuando eso suceda? Siento que, lo he visto crecer.—expresó cabizbaja, y era un sentimiento que entendía, uno que podía comprender en lo absoluto, porque era yo quien se sentía así, estaba más intensificado que el suyo.
—Estás tenso, Levi.—opinó Hange, sentándose frente a mi, mientras que respiraba hondo.
—No sé cómo hacer esto.—hablé con sinceridad, viéndola a ella mirarme asombrada por eso, de expresar mis emociones era escaso, pero sentimientos, era nulo.
—Nadie lo sabe.—observe a Grace sentándose en el borde del sofá.—Yo aún no lo sé, pero Elian y yo trabajamos en equipo. Estoy segura que serás el mejor padre que ese bebé vaya a tener.—expresó, sonriéndome.—Adeline es afortunada.—añadió.
—Yo soy afortunado, porque la tengo a ella.—expresé, para escuchar pasos, levantando la vista para observarla en el margen de la puerta junto a la señora Azumabito.—Vamos, busquemos a esos mocosos.—expresé, levantándome del sofá.
—Capitán Levi, espere. Hay algo que quiero entregarle.—indicó aquella amable señora.—Ven conmigo un momento.—me pidió, por lo cual con un semblante de vagues, la seguí por aquel pasillo.—Los demás pueden adelantarse.—comentó, por lo cual, así accedieron.
—¿Qué sucede? Tengo prisa.—articule, cortante, viendo como esa señora parecía sacar algo de un cajón, este parecía ser su dormitorio, por lo cual respetuosamente me mantuve afuera del margen.
—Es usted un hombre muy firme, señor Ackerman.—expresó ella.—Una ves, conocí a un hombre como tú. De hecho, él era un Ackerman.—detalló, girándose para mirarme.—Ese día en que murió en mis brazos, entendí que nadie más podría amar igual de fuerte que su clan. Se dice, que a pesar de ser humanos fuertes, también son los más capaces de sentir. Le prometí antes de morir, que nunca volvería amar, por lo cual él me dijo que si cumplía mi promesa, cumpliera el sueño de otro amador como él, en tener una eternidad con la mujer que ama.—ella estrechó su mano, mostrándome una pequeña caja.—Eres tú la promesa de mi viejo amor, y aquella mujer que te espera fuera del pasillo, es el reflejo de mi lealtad a él.—abrí la caja, viendo dos argollas en ellas.—Levi Ackerman, te otorgo a ti el presagio de un amor verdadero. Porque aunque siempre hay uno que vuela más alto que otro, hay un punto donde se reencuentran y renacen.—expresaba, dejándome en silencio.
Esas palabras se repetían, una y otra ves en mi mente, mientras que caminaba, la noche estaba estrellada, sostenía una linterna mientras alumbraba ese andar. Pude ver algunas pisadas, así que di por hecho que esos escandalosos se habían dirigido por aquí. Podía escuchar el mar, desde el horizonte y como debía estar llegando a la orilla. Había pasado unas horas desde que nos establecimos en el hogar de la señora Azumabito, además de estar en una búsqueda innecesaria, me mantenía pensativo con mi mano libre en el bolsillo, tocando esa pequeña caja. Ansiosamente, veía a Adeline delante de mi. Ella sostenía el cuerpo dormido de Elian, y por un momento, visualicé cómo sería cuando el que ella yacía esperando, estuviera aquí. Se que todo cambiaría, pero estaba dispuesto a disfrutar esta etapa como ninguna otra. Sentí una fría brisa, una que calmó mis impulsos y como me sentía. Aunque el tiempo siguiera pasando por encima de nosotros, lo único que deseaba ahora, antes de continuar recordando los consagrados corazones de esas vidas que he presidido a mi alrededor, era poder sostener la mano de alguien quien me acompañaría toda la vida. No solo de la mujer que amaba, si no, del fruto de nuestro amor. Observe a Elian, como su cabeza estaba recostada en el hueco del cuello de Adeline, y sus brazos alrededor de ambos hombros. Erwin, aquí estoy, velando de tu hijo como te prometí. Aquí estoy. Y siempre estaré ahí para protegerlo, siempre lo haré.
—¿Estarán ahí?—se preguntó Hange, haciendo que mis pensamientos se desvanecieran mientras veía grandes carpas alrededor.
—No te apresures, no sabemos si es seguro.—indique yo con vagues, tomando la delantera.—Oye cuatro ojos, dije que no te apresures.—volví a decir, viendo como ella aún así continuó.
—Es increíble.—musitó esta en cuanto llegó delante a la carpa, por lo cual alumbre, viendo dicho desastre frente a mi.
—Increíblemente vergonzoso.—arregle, escuchando cómo Hange reía aún lado de mi, todos esos engendros estaban tirados en el suelo, ebrios.—Y asqueroso.—añadí, viendo como Sasha vomitaba en un cubo, pero ante los continuos vomito de Adeline meses atrás, ya estaba menos insensible a esas atrocidades
—Mira, al menos Eren tuvo su primera y última borrachera.—expresó Hange, haciéndome abrir los ojos grandemente.—¡Lo siento, lo siento! ¡No tiene porque ser la última!—arreglo, observando cómo Adeline afligida miraba a su hermano.
—Eren, ¿puedes levantarte?—le preguntó ella sutilmente, llevando el talón de su pierna al hombro de este, pero Eren estaba recostado en el suelo, entrelazado de mano con Leandra, mientras que en el otro hombro, yacía Mikasa acostada junto a Armin a su lado.
—Ya pronto va amanecer, llevémoslo al mar, agua fría y se les pasa.—opinó Onyankopon, observando cómo Grace estrechaba sus manos para recoger a Elian del cuerpo de Adeline.
—Ustedes encárguense.—les pedí, para apagar la linterna y pasársela a Hange, quien me miró extraña ante ver como estreche mi mano para recoger la de Adeline.—Hay algo que debo hacer.—indique, viendo cómo está me miró igualmente desconcertada mientras que la aislaba de todos.
—¿A donde vamos?—me preguntó curiosa, caminando a mi lado, mientras que miraba hacia atrás, curiosa.—Levi, ¿no vamos ayudar?—volvió a cuestionar.
—Nadie me va vomitar encima. Nadie que no sea mi bebé.—expresé, entrelazando mi mano con la suya.—Hay algo que quiero hacer, y ahora que tengo la oportunidad, no perderé tiempo.—indiqué, caminando por donde venimos, porque desde aquí, podíamos bajar la colina de arena.
—¿Me debo preocupar?—me preguntó, mientras que con cuidado caminábamos entre la tierra arenosa, observando cómo el mar llegaba a la orilla, si, podía verlo ante la poca iluminación que el amanecer nos transmitiría con ese azulado tornado en violeta, la oscuridad y la luz, siempre sería algo que se mezclaría en algún punto.
—Un día, estaba sentado en el fondo de un callejón, borracho, viendo la noche caer. Eran días antes de que pudiéramos restaurar el muro María, todos estábamos tensos, porque no creeríamos que lo hiciéramos, pero así fue. Aunque, escuché atentamente tu más grande sueño delante de esos mocosos que has guiado hasta aquí, así que me juré a mi mismo que haría llegar ese día. Ese día donde pudiera cumplir tus sueños y los míos.—ella estaba parada delante de mi, observándome curiosa, así que lleve mi mano a mi bolsillo, sacando aquella pequeña caja que la señora Azumabito me otorgó, ella se tenso.—Nunca lo he dudado. Desde que te conocí, supe que eras la mujer que quería para toda mi vida. Le he sabido desde siempre, Adeline, te amo.—le dije, con una voz cortante ante sentir como la pasmes se adueñaba de mi, sintiendo mis mejillas calientes mientras que mi mano temblaba al abrir ese cajón, pero quería ser firme, quería ser valiente y más cuando mostré esa argolla que la dejó asombrada.—Es por eso, que antes de que amanezca, quiero pedirte que te conviertas en la mujer que me acompañará hasta una eternidad. No planeé esto, ni siquiera sabía que ese día que llegaría sería hoy, solo se que, quiero que te conviertas en lo que siempre soñé, mi esposa.—le decía, sosteniendo la argolla, recogí su tensa mano temblorosa en la cual coloqué aquel anillo donde la señora Azumabito pidió.
—Levi... —ella me llamó en un hilo de su voz, mirando aturdida la argolla que coloqué en su dedo, sin ni siquiera preguntar, solo asumí que esto era lo correcto.—Yo... yo... —Adeline se entrecortaba, se sentía pasmada, y lo supe en cómo se veía tensa delante de mi.
—Adeline, lo sé. Se que no es así como se hace, se que probablemente quieras una ceremonia gigante. Si así lo quieres, así será, pero ahora, este es nuestro momento. Ahora solo somos tú y yo, nadie más. Solo tú y yo.—le recalcaba, mirándola avergonzado, pero sin pena, porque esto era un momento sumamente íntimo.—Porque, siempre ha sido así. Siempre hemos sido tú y yo. Desde siempre, y así quiero que siga siendo. Quiero que seamos ese equipo, aquel que cuando esté bebé nazca vea crecer, porque debo decirlo, estoy aterrado, siento que no podré con esto pero quiero intentarlo. Quiero ser el padre que sé que merecí, quiero darle el amor que mi madre me enseñó a dar. Pero, necesito que me digas que lo haré bien, necesito Adeline que en este momento, entiendas que ahora seremos nosotros. Así que por favor, cásate conmigo. No hay nada más que desee en este momento que, te cases conmigo.—dije sin más, con mis palabras provenientes del corazón, de un corazón que solo ella encendía y bombardeaba.
Todo se puso lento. Fue como si lo único que sintiéramos, era el viento soltar una ventisca en donde nuestros cabellos se movían, junto a eso, su traje. Era un transe, uno lleno de amor y conmoción. No fueron meses, fueron años. Adeline creció delante de mi, como yo crecí delante de ella. Sus ojos color avellana me miraban, sus lágrimas se deslizaban por sus ojos. Mientras que yo, me mantenía firmemente con mi decisión. Esos niños nos pasaron por un lado, felizmente se aventaron al mar, donde se remojaron. Reían, estaban siendo felices. Adeline se giró, se giró de una manera brusca, levantando su mano y con su dedo, señalando el anillo que acaba de ajustar ahí. Me daba la espalda, pero sabía que su expresión valía esta vida y la otra a su lado.—¡Nos vamos a casar!—grito fuertemente, teniendo la atención de los chicos, quienes dejaron de proceder en zanjarse el agua entre ellos, para observar con sus abiertos ojos lo que Adeline notificaba.—¡Miren! ¡Nos vamos a casar!—volvió a exclamar, y pude ver como ellos salían del agua, fue una bruma de agua la que lanzaron, pero todo fue tan sucesible, que pude aceptar el hecho de que se aventaran a nosotros. Porque este, este era un día que no podía olvidar, era un día que debía marcar mi vida para siempre, así que extendí mis brazos, y los abracé, abracé que ellos compartieran este momento con nosotros, abracé a esos que había guiado hasta aquí con esfuerzo. Abrazaría este recuerdo para siempre.
—¡Boda, boda, boda!—exclamaban todos, aferrándose a nosotros con emoción, porque, era el hecho de que ellos habían crecido con nosotros, no pude evitar el sonreír ampliamente.
—¡Armin, Eren, Mikasa! ¡¿Lo ven?! Pude cumplir mi sueño.—en ese distanciamiento, mientras que Adeline lagrimeaba, observaba a esos tres niños que la miraban afligidos en medio de una gran sonrisa, mientras que Connie y Jean, estaban abrazados de mi lado junto a Sasha y Leandra.—Me voy a casar.—murmuro, girándose para observarme, fue tanta la conmoción, que estos mocosos me arrastraban con ellos junto al mar, lanzándome para sentir mi ropa empapada.
—¡No se emocionen!—les grite, pero entre una sonrisa y otra, ellos se aventaron a mi para abrazarme.
Era esa sensación de unión, donde podía sentir que además de ser respetado, era estimado por otros. De que Jean y Connie me abrazaran, de que permitieran reflejar ese respeto a través del cariño. O en cómo incluso una persona tan fría y distante como Leandra, se adentraba en empujones junto a Sasha, sonriendo para zanjarse agua entre sí con nosotros. Me levante, restregando mis ojos mientras me mantenía humedecido con el agua. Observe detenidamente cómo Armin corría, adentrándose al mar mientras que Grace junto a Hange se mantenían en la orilla, jugando junto a Elian. Lo sabía, este sería un día inolvidable. Un día marcado en mi alma que recordaría en los días grises. Así que me detuve en ella, me detuve en cómo Adeline estaba abrazada por los hombros junto a Mikasa, ambas mojando sus piernas en la orilla del mar, mientras que sonreían recibiendo las zanjadas de Armin. Me detuve en seco, mi sonrisa se esfumó, a pesar de este ser un día que me recordaría como brote mi felicidad con personas que no creería hacerlo, pude ver a la distancia cómo Eren nos miraba. Él tenía las manos en sus bolsillos, y su opaca mirada se detuvo en mi. Mientras que las gotas de las zanjadas me alcanzaban, algo no pudo alcanzarlo a él, y fuimos nosotros. Eren me asintió, me transmitía un mensaje de seguridad que no entendía, pero lo entendí en cuanto se giró dándonos la espalda. Porque Eren sabía que estas personas, cada una de ellas estaban donde debían estar. Camine a paso lento, porque por primera vez en tanto tiempo, no quería dejar ir a Eren, no quería soltar esa responsabilidad, pero con mi semblante serio y decaído, observe cómo él nos dio la espalda, y simplemente luego de ese día, todo cambió.
—Levi.—desvíe mi mirada, observando cómo Adeline se quejaba entre suspiros, mientras que Mikasa la sostenía.—Me duele, me duele demasiado... —expresó entrecortadamente, maldita sea, no podía ser cierto.
—Adeline.—la llame, pero ella apretó con fuerza la mano de Mikasa, gritando.—¿Qué sucede?—pregunte preocupado, viéndola arquearse.
—¡Creó que es hora!—grito fuertemente, por lo cual lo supe, si, ese día todo cambiaría para siempre, absolutamente todo.
──
Próximo capítulo: Asalto.
En un lapso de tiempo, la legión se abre al arco de Marley para poder salvar a Eren de su destino.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro