Las alas caídas de un soldado.
Mi cuerpo, mi cuerpo se sentía adormecido. Se sentía pesado e inmovilizado. No podía moverme, simplemente estaba en un largo sueño. Escuchaba una voz. Había una voz hablándome desde la lejanía, una voz pidiéndome que me restaurara, pero solo estaba adormecido. A pesar del calentón que mi cuerpo sentía, o esa misma vagues que me impedía volver a restaurarme, la escuchaba. Estaba aquí, esa mujer chillona estaba aquí. A pesar de sólo observar oscuridad, una conciencia de mi parte me mantenía despierto, mantenía mis tímpanos a su disposición. Temía escuchar horrores, así que simplemente desistía a levantarme, sabiendo y retomando la conciencia de mis pensamientos. Tenía esas imágenes, cada una de las fuertes etapas anteriores. Todo empezó con ese destello, ese fuerte destello de luz que me cegó por completo. No pude evitarlo, no pude verlo venir, había sido mi culpa, como ese día en que permití que Eren se fuera. Entre medio de esa imagen, de esa fraccionada imagen donde fuego del lanza relámpago empujaba mi pecho, empezaba a sentir una vieja memoria, una vieja memoria que tenía plasmada en mi mente. Un recuerdo del pasado, cuando cruzábamos por la nación de Marley, el día en que Eren nos abandonó, y que cuando volvimos a verle, había sido demasiado tarde.
Sosteníamos a Adeline, la sosteníamos en cada estrecho. Jean me acompañaba, pero ella casi no podía caminar sin que sintiera esa presión que la molestara. Su cabello se pegaba en su rostro, había perdido el hermoso sombrero que le decoraba en medio de la situación. No sabía si era muy pronto, solo se que estaba aterrado. Ella se arqueaba, mientras que se quejaba, apretando sus dientes. Estábamos dejando un desastre en la sala de estar de aquella mansión, la arena estaba por todo el suelo, incluso las gotas saladas de agua, pero no era algo que importara, a pesar de que mi impulso por mantener todo limpio y ordenado me estaba nublando la verdadera razón por la cual estábamos aquí en desesperación; Adeline iba dar a luz. Estábamos esperando, no había nadie en esta casa que pudiéramos ayudarnos aún, porque a diferencia de todos, la única que podía dar argumentos sobre este suceso era la rubia mujer que miraba con Armin sostenía en brazos a Elian quien jalaba el pelo de Connie aún lado, observándonos anonadado. Dirigí mi mirada a Adeline, ella apoyó su cabeza en mi hombro, seguía apretando sus dientes fuertemente. Su sudor se pegaba en mi camiseta, pero realmente eso no me importaba en este momento. Sentía furor, quería que esto terminara ya, no podía sostenerme sin sentir mis piernas temblar. Era un momento que no debería olvidar, pero en una situación tan tensa no sabía cómo fingir estar establemente preparado para esto.
—¡Lo lamento, lamento la tardanza!—se excusó Onyankopon, adentrándose a la sala de estar con Hange, pero ellos estaban acompañados por otro hombre con las mismas facciones que la señora Azumabito.—¡Vengan por aquí!—pidió, y de momento, todos en un impulso nos movimos a la ves.
—¡No se emocionen mocosos, solo seremos nosotros!—les articule, viendo como bufaban desanimados en cuanto emití mi comentario.—Jean, deja que Grace la sostenga. Quédate aquí y cuídalos a todos, antes que Connie se desmaye.—añadí, viendo a Jean asentir sudoroso, dirigiéndose a su amigo quien parecía infartar de la conmoción.—¡Y no hagan escándalos!—les pedí.
—¡Ya cállate Levi!—abrí grandemente los ojos pasmado ante la mandatoria voz que Adeline dirigió hacia mi, con sus ojos cerrados y ceño fruncido.
—Bien, capitán Ackerman, este doctor es personalmente trabajador para la familia Azumabito. Sabe precisamente cómo llevar a cabo un trabajo de parto.—me comentaba Onyankopon, mientras que sostenía el peso de Adeline junto a Grace, viendo cómo Hange nos alentaba a continuar caminando hacia una habitación.
—Póngala por aquí.—pidió el doctor, con una voz sutil, de todos él era el más calmado.—Con cuidado señorita, con cuidado.—se dirigía a Grace, mientras que acomodamos a Adeline en esa cama.—No tendremos soporte, así que señorita...
—¡Ackerman! ¡Adeline Ackerman!—exclamó ella desde la cama, mirando detenidamente al hombre, parecía casi entrar en la tercera edad.—¡Me duele demasiado!—expreso, anonadada en el dolor.
—Señorita Ackerman, son dolores de partos muy normal. Usted ha roto lo que conocemos como "fuente", por lo cual el bebé estará siendo expulsado de su vientre, solo si usted así lo ejerce.—le decía, me coloqué aún lado de ella escuchándole, tenía una barba, una apestosa barba que me recordaba al bufón del titán bestia.—Necesita relajarse. Para poder extraer al bebé, necesitamos de su mayor cooperación. Intentaras de empujar, no te trinques ni flexiones tus piernas.—le detallaba, mientras que Adeline sudorosa asentía, mientras que dirigí la mirada a la puerta, observando a los chicos mirando en el margen, todo ajuntado entre ellos parecía abrumarme.
—Malditos mocosos, no pueden dejar de molestarme.—musité frunciendo el ceño, ellos estaban curiosos, parecían disfrutar verme en este estado tan tenso.—¿Qué ven? ¿Les divierte?—les pregunté, con una voz rápida, presenciando cómo Hange y Grace le quitaban las prendas interiores a Adeline.—Vamos, ¡afuera!—les pedí, alentándoles a irse.
—¡Ay capitán!—se quejaban, por lo cual cerré la puerta bruscamente, aún podía escuchar sus pasos, eran unos idiotas.
—¡Esto es asombroso, el segundo nacimiento del que seré testigo!—exclamó Hange con emoción, aún lado del doctor, quien parecía revisar todo, mientras que Adeline continuaba arqueando su espalda.
—Si, no esperes pegarle tus extrañas mañas. No lo toleraré, tienes a esos niños allá afuera mimados.—opine, viéndola rodearme los ojos.
—Bien señorita Ackerman, justo como le dije, necesito que puje.—decía el doctor, Adeline se mantenía con sus piernas abiertas, suspirando gruesamente para pujar, todas sus venas se marcaban en el rostro, ella apretó con fuerza mi brazo aún lado suyo.
—Adeline, eso me está molestando. Suéltame.—le pedí, ella me miró detenidamente en medio de ese grito estruendoso que dio por haber pujado.—Olvídalo.—dije, estaba tenso y también muy atemorizado, en esta situación no sabía cómo hacer lo correcto.
—Señorita Ackerman, necesito que puje más fuerte.—le recalaba aquel doctor, podía verla ella empezaba a denegar, su boca estaba entre abierta.
Me incliné a su lado, mirándola con detenimiento. No estaba preparado para este momento, pero si para ser el padre que ese bebé necesitaría. Deje que ella apretara mi brazo, cerró sus ojos y respiraba entrecortadamente. La alentábamos, la voz de Grace era más suave que la de Hange, la alentaba a continuar, mientras que yo la miraba con detenimiento. Esa virtud, esa valentía de no desistir, era digna de una mujer como ella. Las lágrimas se escurrían entre medio de las gotas sudorosas que se resbalaban por todo su mentón, incluso, su oscuro cabello se apegaba a la frente. Lleve mis manos a ella, la acaricie, quería recostarme a su lado y que no tuviera que pasar por este terrible dolor, solo apreté su mano con fuerza y observaba aquel doctor. Él sonreía, sonreía como si viera algo que nosotros no, hasta el justo momento que un llanto erizo mi piel, haciéndome abrir los ojos grandemente. Los músculos de Adeline se aflojaron, me quede tendido a su lado sin movilidad, viendo como ella resistía a los calambres que la agobiaban entre ese llanto del bebé que el doctor sostuvo en sus manos. No pude verlo, él se giró con rapidez hasta una mesa que había traído, varios pañuelos recorrieron su pequeño cuerpo entre las gotas de sangre que caían al suelo. Pero, fue la mirada llena de conmoción de Hange quien abrió grandemente su ojo para mirarme, mirarme detenidamente en medio de una sonrisa, haciendo que me levantara del suelo para ver cómo Grace también se acercó, sonriendo con sus ojos humedecidos. Fue ahí, fue ese momento en que todo cambió.
—Sujétenlo, aún no he terminado.—detalló aquel doctor, girándose para que aquella mujer de cabello castaño fuera la segunda persona en sostener a esa pequeña criatura que esbozaba llanto, él lo había revisado.—Felicidades.—musitó, sonriéndome por lo cual asentí aún aturdido.
—Levi, es un niño.—afirmo Grace, viendo como Hange anonadada se acercaba a mi, sosteniendo los pañuelos envueltos en ese cuerpo.—Es un niño.—volvió articular, mientras que me giré, observando como Adeline con sus ojos entre abiertos miraba fijamente a Hange.
—Felicidades, eres padre.—me detuve en Hange, en cómo ella sostenía a ese bebé, se que Adeline estaba igual de desesperada por sostenerle, pero es que tuve que admirar lo pequeño que era su cuerpo.—Felicidades... —repetía ella, dándome el acceso de cargarlo, y en ese estado de ido, simplemente observe sus pequeñas manos estrechadas.
—Entonces, ¿Liam?—me giré, viendo como Adeline se conmocionaba entre las lágrimas, me acerqué a ella con cuidado en esa cama, acomodándome en el borde para ver cómo adolorida se paraba, el doctor limpiaba todo.—Liam Ackerman.—afirme, viéndole, se sentía irreal, o era que quizás estaba aún procesando el hecho de que mi corazón se detuvo cuando escuché su llanto.
—Pero, si es hermoso... —murmuró Adeline, tocando con cuidado su rostro, con sus yemas acarició el montón de pelo que tenía, era un sueño hecho realidad.—Hola, bienvenido... —le decía ella sonriendo, dejando sus lágrimas caer en las sábanas, inclinándose para tocar con la punta de su nariz, la pequeña nariz del bebé que decidí pasarle, se sentía tan liviano, tan pequeño.
—¡Chicos, es un niño!—exclamó Hange con esa emoción, abriendo la puerta con brusquedad, dejando que el montón de mocosos se adentraran a la habitación en el desespero por ver lo que tanto anhelaban, el nacimiento del primer hijo de sus capitanes.
—Es, es un niño.—recalcó Armin, quien había dejado a Elian en el suelo, sin permitirle ver por su baja estatura, todos se acercaron, estaban igual de anonadados que nosotros.
—Y es hermoso.—afirmó Mikasa, aún lado de mi, ella estaba emocionada, parecía estarlo más que cualquiera en esta habitación, pues sus lágrimas decayeron en felicidad.
—Y muy pequeño.—apoyo Armin, acercándose más a Adeline, quien le sonrió ampliamente, ella lo miró pasmada, al igual que a mi, por lo cual bese fuertemente su mejilla.
—Lo hiciste, mi amor. Lo hiciste tú.—musité, en medio de aquel beso en su mejilla, por lo cual sonreí ampliamente pasmado como ella, haciendo que todos se cautivaran por mi expresión tan ausente por mi carácter.
—¿Apesta a alcohol?—se preguntó el doctor, quien yacía recogiendo sus cosas, mientras que los chicos pasmados sonrieron denegando.
—Capitán, felicidades.—levante la mirada, observando cómo Mikasa apretó mi hombro con fuerza, ella miraba conmocionada el bebé que esa mujer tan importante para ella sostenía.—Felicidades a ambos.—deseó, y ella, ella sonreía entre sus humedecidos ojos, pasmada.
—Entonces, ¿tú eras el pequeño que siempre estaba pateando?—Sasha se sentó al final de la cama, dirigiendo su dedo a la manita del bebé, quien se sobresaltó por el leve tacto.—¡Ay, lo siento! ¡No quise alarmarte bebé, te juro que yo me aseguré que tú mamá comiera lo suficiente!—decía ella, con sus mejillas coloradas y cabello suelto, estaba alborotado.
—Bueno Jean, te toca conformarte con ser tío.—murmuro Connie, a quien mire seriamente, viendo como abrió sus ojos grandemente.—¡Capitán es una broma, lo juro!—justifico, temeroso.
—Ese alcohol debió afectarte la última neurona.—comente, viéndolo denegar pasmado por mi regaño.
—Elian mira, un nuevo amiguito.—musitó Grace, colocándose aún lado de Armin quien restaba en el otro extremo de la cama, sonriendo por la escena tan motiva.—Será tu mejor amigo.—afirmó ella, mientras que Elian confundido intentaba de alcanzar la cama, mirando desde su altura, hasta que Grace lo levantó y lo acomodó en la cama, estábamos todos juntos.
—Levi.—me levante de la cama, observando en el margen de la puerta a Leandra, ella yacía mirándome con detenimiento, pero en sus ojos había rastro de temor, por lo cual me distancié de ellos, acercándome a ella.—Algo ha pasado.—me aviso en un tono bajo, dirigiendo su mirada hacia donde todos estaban, debía también estar conmocionada por este momento, pero ella mostraba tristeza.
—Leandra, habla antes de que te fuerce hacerlo.—le pedí, sintiendo aún la tensión en mis hombros.—Leandra.—volví a llamarle.
—Eren se ha ido.—afirmó con tanta seguridad, haciéndome abrir los ojos grandemente.—Ha dejado esto.—mire sus manos, viendo como sostenía una carta abierta, denegué.
—¿Qué has dicho?—a mi lado Hange se detuvo, le quitó la cara de una manera brusca, pero yo no podía ver lo que ella me decía, viendo en sus ojos azulados la tristeza abundar en el vacío de su corazón.—¿Como ha podido hacernos esto?—se preguntó la mujer a mi lado, por lo cual entre el bullicio de felicidad me giré, observando como Adeline aún sosteniendo al bebé me miraba con detenimiento.—Eren, nos ha abandonado.—afirmaba Hange, haciéndome chasquear la lengua
Quizás, siempre lo supe. Ese día, en su felicidad Adeline me miró con la vagues de tristeza, pero no pareció asombrarse por la decisión de Eren. Si, siempre lo supe, pero jamás quise verlo porque no entendía el amor de hermanos que había entre esas dos personas que se mantenían a mi alrededor. Toda la imagen se deterioró, llevándome a la oscuridad, alejándome de ese momento que creía ser emotivo, pero se volvió amargo. Eren nunca nos dejó opción, porque fuimos nosotros quienes lo dejamos entre medio de unos barrotes con el peso de que debía encargarse de una salvación que no le correspondía. Él nació en este mundo, y no solo las murallas lo privaron de su libertad, nosotros también. El haberlo dejado bajo mi mandado, bajo esa tutela tan agria que él no soportaba, lo privó de su libertad e hizo sentir que era el único que podría soportar ser la esperanza de la humanidad. Destruimos a Eren, y ahora él destruiría el mundo con un propósito que no conocía, porque quería aceptar que ese niño a quien patee fuertemente en aquella corte con tal de demostrarle que la mejor disciplina era el dolor, aún tenía la esperanza en la humanidad. Debí haberlo detenido, me preguntó si el haberlo detenido aquel día en la playa, hubiera cambiado las cosas. Lo único que quería en estos momentos, era despertar de esta oscuridad en la que estaba sumergido. Entre la vida y la muerte, quería vivir, necesitaba despertar así que Eren, dime una cosa. ¿Todo esto valdrá la vida de todas esas personas que consagraron su corazón para salvarte? ¿Valdrá la vida de tu hermana?
—Lo bueno de todo esto, es que Grace está fuera de alcance. Significa que el grito de Zeke no le afectó, pero a diferencia, ¿por qué no encontré a Adeline contigo? Lo más probable ella haya ido a buscarlo, a buscar a tu hijo. Si, es por eso que ella no estaba aquí contigo.—ese apretón, cuando nombró a esa mujer en medio de su voz tan sutil y serena, todo en mi interior se apretó.—Me preguntó, ¿qué vamos hacer ahora? Dudo mucho que nosotros podamos detener a Zeke.—la escuché, escuché la voz de esa irritante mujer en medio de esta oscura pesadez.—Armin y el comandante Pixis tendrán que hacerlo. Además, aunque Eren terminara traicionando a su hermano Zeke, si los Jaegeristas controlan la isla con el líquido de la médula espinal, tendremos que huir y vivir por siempre como fugitivos.—decía ella, desconsolada.—Tal ves, ya nos llego la hora. Y a pesar de que piensas que estás haciendo lo correcto, los tiempos cambian y terminas en una celda. Deberíamos quedarnos a vivir aquí. ¿No, Levi?—me preguntó.—Esperar a que Adeline te encuentre con Liam, que Grace pueda salvar a Elian, si, quiero asegurarme de protegerlos a todos. Quiero que sus hijos tengan una larga vida, aunque eso implique privarlos de su libertad.—continuaba diciendo ella, por lo cual, quería desistir.
—MI NOMBRE ES EREN JEAGER, ESTOY USANDO EL PODER DEL TITÁN FUNDADOR PARA DIRIGIRME A TODOS LOS SUJETOS DE YMIR.—esa alta voz se aferró a mis tímpanos, en medio de aquella desolación podía escucharlo, era Eren.—LA CONTENCIÓN DE TODOS LOS MUROS EN LA ISLA PARADIS SE HAN DESHECHO Y TODOS LOS TITANES ATRAPADOS AHÍ HAN COMENZADO A MARCHAR. MI OBJETIVO ES EL DE PROTEGER A TODAS LAS PERSONAS DE PARADIS, EL LUGAR DONDE NACÍ Y FUI CRIADO. PERO EL MUNDO DESEA LA ANIQUILACIÓN DE LAS PERSONAS QUE PROVENIENTES A PARADIS.—lo escuchaba, lo escuchaba mientras que sentía estar flotando en algún lado.—EL ODIO QUE SE HA CREADO POR TANTO TIEMPO NUNCA TERMINARA, NO SOLO HASTA QUE LOS DE PARADIS, SI NO TODOS LOS SUJETOS DE YMIR SEAN ELIMINADOS. YO RECHAZÓ ESE DESEO. LOS TITANES DE LAS MURALLAS APLASTARÁN TODA LA TIERRA FUERA DE LOS MUROS, HASTA QUE TODA VIDA EXISTENTE HAYA SIDO EXTERMINADA DE ESTE MUNDO.—toda la energía se apegó a mi cuerpo como un escalofrío, haciéndome poder abrir con pesadez... un párpado, parecí haber tenido la visualización de un solo ojo.
—¡Eso fue... imposible, Eren destruiría el mundo!—grito Hange, mientras que anonadado por mi campo visual, gruñí levantándome y quitándome las sábanas que se acogían a mi.—¡Levi!—me llamo, asombrada.
—El titán bestia, ¿donde está ese maldito?—pregunté con dificultad, mi boca parecía cubierta por lo cual no pude haber altamente ante ver que estábamos aún en medio del bosque.
—Oye, no te levantes.—me pidió ella, llevando sus manos a mis hombros para acostarme nuevamente en ese colchón.—Zeke y la facción de los Jaegeristas se fueron a ShingaShina. De hecho, ya pasó medio día de eso. Dime, ¿qué fue lo que te sucedió?—se preguntó ella, mirándome y es que lo curioso era que la pérdida de visualización en mi ojo, era el único campo visual que Hange podía tener, ella era mi otro campo visual, como yo era el que le restaba.
—Yo me equivoque. Ese tipo estaba dispuesto a perder la vida... y no me di cuenta... —articule con dificultad, levantando mi mano derecha para observar cómo había ausencia de dos dedos, estaba destruido, podía sentirlo en la pesadez de mi cuerpo.—Otra vez lo dejé huir.—le dije, resentido.
—Estás mortificado pero en este momento...
—¿Qué nos quedará si huimos y nos escondemos?—le pregunté, notando como ella se sobresaltó, mi rostro estaba acogido en un puñal de vendajes, ella me había cuidado.—No voy a darle ese mundo a mi hijo, no voy a privarlo de su libertad como esos malditos nos hicieron vivir por cien años.—decía, seguro de mis palabras, viendo a Hange conmocionarse por lo que decía.
—¿Qué sorpresa? Me estuviste escuchando durante todo este tiempo.—musitó, algo sonriente en medio de su desolación.
—¿Qué es eso? ¿Qué estás construyendo?—le pregunté, observando una carreta rota, envuelta de trozos de madera.—¿Estás planeando llevarme con eso a caballo? Sabes perfectamente que jamás podríamos vivir lejos de la acción. Además, tengo que buscar a mi hijo.—musité, viéndola.—Tengo que lograr levantarme de aquí y buscar a Liam, luego de eso, no fallaré otra vez, maldito barbudo.—exclame, sintiendo dolor en mi interior, estaba destrozado de cualquier manera.
—Es verdad, tienes mucha razón.—dijo, colocándose cabizbaja, y en eso, ella esbozó un leve suspiro, levantando su mirada.—Levi.—ella me llamo, me miró tan detenidamente, que sentía que se introducía en toda mi aura.—Dime algo... —me pidió, bajando la cabeza, con una expresión de terror.—¿Por qué no estabas con Adeline cuando te encontré?—me preguntó, haciéndome tensar.—Cuando tope con algunos soldados, murmuraban que ella había escapado. Supongo que, quería buscarte. Ella sabía tu ubicación, solo que no estaba segura. Dime Levi, ¿qué pasó con Adeline?—miré las ramas del árbol, evitando esa mirada penetrante que Hange nuevamente esclareció hacía mi.
—Murió.—respondí fríamente, sintiendo la brisa fresca.—No pude salvarla, lo lamento, Hange.—articule, viendo como Hange se levantó impulsivamente del suelo, llevando su mano hacia su boca, intentando de ocultar el suspiro que derivó por la noticia.—El vino de Zeke no la convirtió en titán, quizás porque es de sangre real, pero de una forma u otra, sus órganos explotaron por la negación de la transformación. Debió haberse quedado.—murmuré, suspirando hondo para no caer en un tipo de sufrimiento por lo que decía.
—No puede ser.—denegó ella, parecía que su pecho explotaría con la noticia, porque vi cómo Hange desconsolada llevó la mano a su costado como si le doliera.—No me mires de esa manera y te atrevas a decirme que Adeline también murió.—ella se giró, observando sin consuelo.—Levi.—volvió a llamarme, por lo cual sentí mis ojos humedecidos, mirando las ramas de los árboles flotar en la brisa del aire.
—Fallé. No pude salvarla, como tampoco pude salvar a Eren... —articule, dejando que las lágrimas bajaran por mi ojo, sintiendo la agonía tristeza apretar mi garganta en un fuerte nudo.
—No... no... —parpadeé, girando mi mirada para ver cómo aquella mujer parecía entrar en un estado de desconsuelo absoluto, porque aún levantada me mostró lo débil que podía ser.—No me digas que Adeline se murió, Levi... —las lágrimas se deslizaron por sus mejillas.
Deje de mirarla. No podía soportar tener que ver como las personas ajenas a un inmenso amor que sobresalía de mi corazón por Adeline, sufrían. Quede anonadado, escuchando como Hange sollozo, sollozo sin vacilar en medio de este bosque que en los que solamente nos encontrábamos ella y yo. Desolado, envuelto en mi propio sufrimiento, me quede acostado. No solo estaba destrozado mentalmente, físicamente había quedado casi inmóvil. Mis alas habían caído. Se habían quemado en las llamas que me expulsaron de esa carreta, lo peor de eso, no era que estuviera vivo, si no que Zeke Jaeger también. Era nuestro destino el pelear a muerte, porque mientras escuchaba cómo Hange sollozaba, hasta quedar arrodillada y cubriendo su rostro para tapar la tristeza de su dolor, miraba al cielo grisáceo dejarme sentir la agonía de la pérdida más abrupta de mi vida. Cerré mi vista, no podía evitarlo, aunque no deseara jamás volver a ver esa imagen, tan solo veía a Adeline tendida en el suelo, bajo la lluvia mientras que me aferré a ella con la esperanza de escucharla respirar, pero así era como la vida me quitaba un pedazo de mi, así era como el costo de esta vida me lo cobraba. Adeline, no se donde estés ahora, solo se que donde sea que estes, dame la fuerza para pelear, porque no puedo hacerlo sin ti. No puedo hacerlo sin ti, amor mío.
──
Próximo capítulo: El enemigo de mi enemigo.
Levi junto a Hange, desolados sin esperanza parecen encontrar una ruta de escape cuando se topan con unas inesperadas personas.
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