[8]
Yeonjun palideció al escuchar las palabras de Soobin. Sus pupilas se dilataron y sus labios se entreabrieron, como si estuviera a punto de decir algo, pero las palabras se quedaron atascadas en su garganta. Incluso sus manos se movieron nerviosamente sobre el mostrador, incapaces de encontrar una posición cómoda.
— ¿Disculpe? — logró balbucear Yeonjun, sintiéndose maldito internamente por su falta de respuesta adecuada.
Soobin carraspeó, como si también estuviera luchando por encontrar las palabras correctas.
— ¿Hay algo en lo que pueda servirte? — preguntó Yeonjun, bajando levemente la mirada, evitando hacer contacto visual directo.
No, no podía actuar como si hubiera estado esperando a Soobin todos estos años. El encuentro no había sido especial, ni siquiera había sido planeado. Pero ahí estaba, frente a él, y eso era suficiente.
— No, en realidad. Ella quiso encargarse al 100% de esto, además, elegir pasteles no es algo que me emocione — respondió Soobin, mostrando su falta de interés en el proceso.
Yeonjun asintió y dejó vagar su mirada por el local, como si estuviera viéndolo por primera vez.No quería hacer contacto visual directo con Soobin, temiendo lo que podría revelar su mirada. Temiendo revelar las inmensas ganas de correr hacia Soobin y abrazarlo.
— Este lugar siempre se sintió como casa — comentó de pronto Soobin, rompiendo el silencio — Me alegra que mantengas ese ambiente.
Yeonjun levantó lentamente la mirada, observando al hombre que inhalaba el dulce aroma del local.
— ¿Lo extrañaste? — indagó el pelirrosa, sintiendo la necesidad de saber si Soobin también había sentido su ausencia.
Soobin fijó su mirada en las ventanas y decoraciones del lugar antes de voltear hacia Yeonjun. Aunque no mostraba una sonrisa, su rostro no era del todo serio.
— Lo extrañé mucho — respondió Soobin, dejando escapar un atisbo de emoción en su voz.
Yeonjun asintió, sintiendo un nudo en la garganta. No tuvo el valor de preguntar "¿Me extrañaste?" Sabía que la confianza que habían tenido en el pasado se había desvanecido con el tiempo, y ya no era el niño curioso que preguntaba sin vergüenza alguna.
— Me alegra — fue todo lo que pudo decir Yeonjun, tratando de ocultar la mezcla de emociones que lo invadía.
De repente, la mujer se acercó y rompió el momento de intimidad.
— Amor, mi madre me llama por el tema de las decoraciones. Luego discutimos esto, ¿bien? — dijo ella, tomando las llaves y dirigiéndose hacia la salida.
Soobin sacó las llaves de su bolsillo y se las entregó a la mujer.
— Puedes irte, el viaje me hizo mal, así que me quedaré un rato. — dijo Soobin, mostrando su intención de quedarse en el lugar.
— Está bien — respondió Yeji, tomando las llaves y saliendo del local.
— ¿Te sientes bien? ¿Necesitas algo? — preguntó Yeonjun, preocupado por la repentina incomodidad de Soobin.
Soobin observó el rostro preocupado de Yeonjun y negó con la cabeza.
— ¿Podemos hablar? — Soobin sonrió cuando vio a Yeonjun palidecer nuevamente — Si no quieres...
— ¡No! — Yeonjun se interrumpió, dándose cuenta de que había sonado demasiado ansioso — Sí, quiero. Puedo hacerte un milkshake mientras tanto.
— Me encantaría — respondió Soobin, alejándose suavemente del mostrador.
Ninguno de los dos dejó de hacer contacto visual en ese momento. Yeonjun se sorprendió por lo tranquilo que parecía Soobin después de tantos años, mientras que él mismo era un caos tanto por dentro como por fuera.
Soobin vestía un atuendo formal pero no exagerado. Llevaba unos zapatos de vestir de cuero negro con elásticos en los laterales. Su jersey de cuello alto era de un grisáceo oscuro, casi negro, y una gabardina negra abierta completaba su apariencia, resaltando sus anchos hombros y llegando hasta cerca de sus rodillas.
La billetera de Yeonjun dolía al ver el atuendo de Soobin con más atención, pero trató de no prestarle demasiada atención. En cambio, se centró en preparar el milkshake.
Soobin también se fijó en Yeonjun. Su cabello ahora era más claro, aunque no podía decir exactamente de qué color. Sonrió al imaginar cómo podría oler, recordando los días en que eran solo unos niños. Observó su ropa de trabajo, una camisa de rayas blancas y rosadas, probablemente, con un delantal blanco. No podía ver la parte inferior de su cuerpo debido al inmenso mostrador, pero se conformó con ver su rostro.
Luego, Soobin bajó la mirada al suelo, sus pies ya alcanzaban el suelo, ya no colgaban como antes, e incluso sus rodillas casi tocaban la mesa. Suspiró, sintiendo una sensación de paz en su pecho, y recordó todas las veces de frustración en las que deseaba tener siete años y estar sentado en una de las mesas del Bakery Soft, esperando las deliciosas malteadas de Michelle mientras hablaba con Yeonjun.
No tenía siete años en absoluto, pero ese lugar siempre sería una suave y rosada máquina del tiempo.Yeonjun se acercó con el milkshake y lo dejó frente a Soobin, luego se sentó frente a él, manteniendo el contacto visual..
— ¿De qué quieres hablar? — preguntó Yeonjun, con una sonrisa nerviosa.
— ¿Teñiste tu cabello? — preguntó Soobin, confundido.
Yeonjun asintió, acomodando algunos mechones que caían sobre su frente.
— Ahora es rosa — aclaró Yeonjun.
— Me gusta — respondió Soobin.
— Lo sé, te gusta el rosa — dijo Yeonjun.Soobin bebió de su malteada y luego sonrió sin mostrar los dientes.
— Tú eres rosa — dijo Soobin, haciendo que los nervios de Yeonjun aumentaran.
Yeonjun fijó sus ojos en los de Soobin.
— Como el lugar, extrañaba estas cosas. Hace tiempo que no lo tenía tan presente — dijo Soobin.
— El rosa hay en todas partes, no solo aquí — murmuró Yeonjun, maldiciéndose por hablar con tantos nervios. Soobin sonrió con ternura, Yeonjun no había cambiado nada.
— Ninguno es como aquí — dijo Soobin, Yeonjun asintió lentamente.
— Creí que lo habías olvidado — comentó Yeonjun.
Soobin bebió su malteada antes de responder.
— ¿A qué te refieres?
— A Seúl, a la pastelería, a la escuela, a Jin, a mamá... y a mí — dijo Yeonjun, su expresión decepcionada. — Creí que estabas tan ocupado con tu vida allá que olvidaste todo esto.
— No lo hice, ni un segundo — dijo Soobin, ladeando un poco la cabeza para observar los ojos de Yeonjun cuando este bajó la mirada.
— Tardaste trece años en venir — dijo Yeonjun, y Soobin apoyó los codos en la mesa.
— Lo sé, pero ya estoy aquí.
— ¿Regresaste con algún propósito? — preguntó Yeonjun. — ¿Regresaste por esto?
Soobin suspiró y negó con la cabeza.
— Mamá exigió que mi boda sea aquí. — explicó Soobin.
Yeonjun asintió con tristeza.No había regresado por él.
— ¿Cómo fue tu vida allá? — preguntó Yeonjun, cambiando rápidamente de tema.
Soobin tomó eso como una señal de que no quería seguir hablando de lo anterior.
— Bien — mintió Soobin. — Estoy estudiando derecho. — eso sí era cierto.
— Me alegra mucho — dijo Yeonjun.
— Y a mí me alegra que estés cumpliendo tu sueño de la pastelería — respondió Soobin.
Yeonjun sonrió, por primera vez desde que Soobin llegó. El pelinegro sonrió inconscientemente, recordando al pequeño Yeonjun con dos dientes faltantes. Su sonrisa ahora era completa y hermosa.
— Seguí pintando — comentó Soobin. — Me ayudó a lidiar con el estrés, me calmaba.
— ¿De verdad? — preguntó Yeonjun emocionado. — ¿Qué pintas?
Soobin soltó una ligera risa por la emoción de Yeonjun. Realmente no había cambiado.
— Pinto surrealismo, realismo... es lo que mejor se me da — respondió Soobin.
— Me gustaría verlo.
— En realidad, no tengo ninguna obra para mostrarte ahora y mis materiales están en mi maleta, en el hotel.
Yeonjun asintió con una ligera tristeza.
— No te preocupes — dijo el pelinegro, levantándose.
Yeonjun movió sus ojos ansiosos, sus pupilas subían y bajaban mientras observaba a Soobin arreglar su ropa.
— Mañana vendré aquí, seguiremos hablando y te mostraré algunas de mis obras — dijo Soobin, guardando ambas manos en los bolsillos de su gabardina y observando a Yeonjun, quien aún estaba sentado.
— Está bien — respondió el mayor, acompañando su respuesta con una sonrisa.Soobin asintió, sacó su billetera y dejó algunos billetes sobre la mesa.
— Gracias, cuídate — dijo Soobin por último, y Yeonjun lo miró a los ojos.— Igualmente.Soobin salió del local, con una sonrisa de oreja a oreja en su rostro.
Jin, desde la barra donde terminaba de atender a una clienta, observó a su sobrino y se acercó con una amplia sonrisa.
— ¡Te lo dije! — gritó, y Yeonjun cerró los ojos riendo levemente. — Fue como ver una película romántica.
Yeonjun abrió los ojos ampliamente de golpe y negó.
— Cállate, dios — ordenó con el ceño fruncido. — Soobin llegó aquí por el pastel de su prometida. ¿Cómo te atreves a pensar eso?
— Ay, qué aguafiestas. Esa mocosa se ve igual de víbora que cuando tenía ocho años — soltó el mayor.
— No lo sé, mamá me decía que no hay que juzgar por las apariencias.
— Es lo que hago, esa mujer luce como un ángel siendo el diablo en persona — comentó Jin.
— Ya basta, al fin y al cabo es una clienta y no hay que hablar así de ellos.
El mayor bufó y asintió.
— Lo sé... — Jin levantó la mirada viendo a su sobrino a los ojos. — Eres igual que tu madre.
Yeonjun sonrió ligeramente.Sentía tanta calidez cuando le comentaban aquello.
— Juro que fue precioso verlos de nuevo juntos, siento que fue ayer cuando llegaste a casa diciendo que Soobin era tu esposo.
Yeonjun negó sintiendo un poco de vergüenza.
— Prometieron verse, casarse y hacer pasteles conmigo y Michelle — la expresión de Yeonjun cambió un poco.
— Tenía ocho años, es y siempre será un deseo de niños — soltó Yeonjun.
— Lo sé, pero aún tengo algo de esperanza — dijo el mayor y Yeonjun rió con ironía. — ¿Aún te gusta Soobin?
Yeonjun iba a responder, pero alguien lo interrumpió.
— Han pasado trece años, Yeonjun era un niño, obvio que no es así.
El pelirosa volteó lentamente al oírlo.
— Yoongi, creí que ya te habías ido.
— Dijiste que limpie la cocina antes de irme — comentó el platinado, y Yeonjun asintió recordándolo.
— Bueno, yo creo que Yeonjun, a pesar de ser un niño, sabía muy bien lo que quería — dijo Jin, observando al platinado.
— Tío, Yoongi tiene razón — los ojos de Jin se fijaron en los de Yeonjun ahora — Ya no siento nada por Soobin, y creo que él tampoco.
— Va a casarse, dudo que le gustes. Dudo que te quiera también porque no te ha dicho una sola palabra en trece años — comentó el platinado, y Seokjin notó lo agrio en su voz.
— Deja de ser el mocoso de siete años, Soobin es muy bueno y siempre amó a Yeonjun — dijo ahora el mayor, y Yeonjun giró los ojos, harto.
— Dejen de pelear por una idiotez, por favor. Cerremos el local y vayamos a casa, quiero ducharme.
Jin suspiró y asintió.
— Tienes razón, vamos a cerrar. Yoongi, asegúrate de limpiar bien la cocina antes de irte.
El platinado asintió y se dirigió hacia la cocina, mientras Jin y Yeonjun comenzaban a cerrar el local.
A medida que apagaban las luces y guardaban los utensilios, el ambiente se volvía más tranquilo.
— Lo siento si te incomodé con mis comentarios — dijo Jin, mirando a Yeonjun con preocupación.
Yeonjun sonrió y negó con la cabeza.
— No te preocupes, tío. Sé que solo quieres lo mejor para mí.
Jin suspiró aliviado y abrazó a su sobrino.
— Eres como un hijo para mí, Yeonjun. Solo quiero verte feliz.
Yeonjun devolvió el abrazo y suspiró.
— Lo sé, tío. Y aprecio todo lo que haces por mí.
•bd•
A la mañana siguiente, Soobin se despertó con una actitud más enérgica de lo habitual, lo cual sorprendió incluso a la mujer pelirroja. Ella dejó su teléfono y observó a la madre de Soobin, quien simplemente hizo un gesto.
Soobin descendió las escaleras con una sonrisa radiante y besó cariñosamente la frente de su madre. Todos quedaron perplejos.
— ¿Qué sucede, cielo? — dijo la pelirroja. — ¿Estás feliz? Solo falta una semana para nuestra boda.
El pelinegro borró su sonrisa momentáneamente y miró a la mujer.
— Sí, lo sé.
Un silencio llenó el comedor cuando el hermano gemelo de la pelirroja entró. Su cabello rojo intenso era igual al de su hermana. Hyunjin parecía más disgustado de lo habitual por la presencia de Soobin últimamente.
La pelirroja volvió a tomar su teléfono y Soobin se acercó a la puerta para irse, pero fue detenido por la voz de su madre.
— ¿Soobin, no vas a desayunar?
— No, quedé para desayunar con un amigo — respondió.
— Yeji te necesita hoy — dijo el pelirrojo. — Hoy van a presentar sus diseños en la Fashion Week en Nueva York.
Soobin suspiró. ¿Realmente iba a ir a Nueva York solo por eso?
— Solo serán unas horas.
Finalmente, salió hacia el garaje para sacar su auto e ir a la pastelería.
Recordaba muy bien las calles, las observó con nostalgia. La fuente donde había pedido deseos con Yeonjun, la casa de Yeonjun, el camino a la escuela.Los lugares en sí no eran lo que le generaban nostalgia, porque si ninguno de esos lugares estuviera relacionado con Yeonjun, no le importarían en lo más mínimo.
Observó las pinturas en el asiento trasero y luego volvió la mirada al frente. Estacionó cerca y entró al local con una sonrisa en su rostro.Yeonjun estaba hablando y riendo con alguien.Soobin se acercó lentamente, un poco tímido ya que Yeonjun aún no lo había visto y eso lo incomodaba un poco.
Finalmente, el pelirosa lo notó y salió detrás del mostrador para acercarse.
— Hola. No pensé que llegarías tan temprano — dijo Yeonjun con una sonrisa cálida.
— Quería llegar temprano.
El hombre que estaba hablando con Yeonjun se volteó y observó al pelinegro.
— Ah, sí, él es Yoongi, ahora trabaja aquí.
Ambos se saludaron, sin dejar de intercambiar miradas que transmitían una mezcla de curiosidad y desconcierto, incluso Yeonjun pudo notarlo.
— Bueno, ¿Yoongi, necesitas algo mientras atiendo a Soobin? — preguntó Yeonjun dulcemente.
El platinado negó con la cabeza.
— No, gracias. Estoy bien. ¿Puedo ir a ducharme?
— Claro — el pelirrojo le entregó unas llaves al platinado y este las tomó antes de salir del local.
Yeonjun notó que Soobin ocultaba una caja marrón detrás de él, pero con una sonrisa decidió ignorarlo.
— ¿Vas a pedir algo? — preguntó el mayor con dulzura.
— ¿Sigues haciendo pastelitos de animales? — preguntó el menor con una sonrisa encantadora, y Yeonjun rio asintiendo. — Perfecto, quiero dos conejitos y una malteada de vainilla.
Yeonjun asintió y comenzó a preparar la bebida.
El pelinegro caminó hacia la mesa donde solía sentarse y observó a Yeonjun. Cuando el pelirosa utilizó una licuadora y sostuvo la tapa, Soobin notó algo curioso en su muñeca.Era el brazalete que le había regalado, ahora podía apreciarlo mejor ya que Yeonjun no llevaba ropa que cubriera sus brazos.Soobin esbozó una leve sonrisa al notar ese detalle y esperó pacientemente.
Unos minutos después, Yeonjun regresó con la malteada y los cupcakes.
— Aquí tienes.
El pelirosa aprovechó que aún no había entrado nadie más y se sentó frente a Soobin.
— Bueno... — Yeonjun movió sus manos nerviosamente — Quería saber más sobre tus obras. ¿Pintas utilizando los colores correspondientes o solo los que percibes?
El menor rio y sacó su teléfono del bolsillo.Yeonjun volvió a observar la ropa de Soobin, tan elegante como la víspera.Soobin buscó alguna foto y colocó el teléfono frente a Yeonjun.
— Tengo algunas en el auto de todos modos, pero es más fácil mostrarlas así.El mayor abrió los ojos con sorpresa y entreabrió los labios, cautivado por lo que veía.
— Son hermosas... ¿Cómo lo haces si...? — dijo Yeonjun, asombrado por las obras de arte de Soobin.
Soobin rió y guardó nuevamente su teléfono.
— Los acrílicos que me diste. — respondió Soobin.
Yeonjun había olvidado ese detalle y se quedó mirando al pelinegro con curiosidad.— ¿Todavía los tienes? — preguntó, intrigado.
— Se me acabaron hace mucho tiempo, pero hay una tienda de arte local que se ofreció a hacerme esas pinturas. ¿Y tú cómo los conseguiste? — explicó Soobin.
Yeonjun rio suavemente.
— Los hice yo mismo. Compré acrílicos normales que no tenían un aroma tan fuerte y les añadí algunos ingredientes especiales a las tapas. — reveló Yeonjun, recordando cómo había experimentado con los materiales para adaptarlos a las necesidades de Soobin.
Soobin rio y negó con la cabeza, admirando la dedicación de Yeonjun.
— No puedo creer que hayas hecho eso por mí. — dijo, con gratitud en su voz.
— Lo hice, aunque casi me castigan por ello. — bromeó Yeonjun, recordando cómo su madre había reaccionado al descubrir su pequeño experimento.
Soobin imaginando aquello. Yeonjun se quedó observándolo en silencio, maravillado por la pasión y el talento que emanaban de él.
— Aún no he visto a tu madre. ¿Dónde está? — preguntó Soobin, notando el cambio en la expresión de Yeonjun.
Yeonjun suspiró y se sentó en un taburete cercano, con la mirada perdida.
— Ella ha estado enferma desde hace bastante tiempo y... — el pelirosa soltó, y Soobin asintió sabiendo hacia dónde se dirigía la conversación.
— Lo entiendo, no tienes que terminar la frase si no quieres. — interrumpió Soobin, mostrando comprensión y empatía.
De repente, Yeonjun sintió la cálida mano de Soobin tomar la suya con delicadeza. Era un gesto de consuelo y apoyo que lo reconfortó profundamente.
— Ayer se cumplieron once años. — susurró Yeonjun, recordando la fecha significativa.
— Ven. — dijo Soobin, dejando que sus emociones se desbordaran.El mayor se sorprendió cuando, de un tirón, el menor lo sentó a su lado y lo abrazó con fuerza.
Yeonjun se dejó llevar por el abrazo, colocando sus manos en el pecho de Soobin y apoyando la cabeza en su hombro. Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos mientras suspiraba, liberando toda la tristeza y el dolor acumulados.Soobin rodeó al mayor con sus brazos, ofreciéndole consuelo y apoyo incondicional. Podía sentir el latido acelerado del corazón de Yeonjun, y eso solo intensificaba su deseo de estar allí para él.
Después de un momento, Soobin se separó lentamente, sosteniendo el rostro de Yeonjun entre sus manos. Sus ojos se encontraron, reflejando una mezcla de tristeza y esperanza.Ambos se miraron en silencio, sin expresión alguna, cara a cara, con el corazón latiendo desbocado. Era un momento de conexión profunda, donde las palabras no eran necesarias para transmitir lo que sentían.Y antes de que alguno de los dos rompiera el silencio, la puerta se abrió, haciendo resonar la campana y interrumpiendo el momento íntimo entre ellos.
Casi puse la foto de unos ovarios que tenían la misma paleta de colores que el banner.
lloré con este cap
Concluido: Lunes 11 de abril del 2022 a las 00:55
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