Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

[7]


El día siguiente, el castaño finalmente se dio cuenta de que era cierto. Soobin se había ido, y él no había hecho nada para impedirlo. La sensación de vacío y arrepentimiento se apoderó de él, mientras se reprochaba por no haber actuado a tiempo.

Después de ese cálido abrazo, el señor Choi los separó para dar un pequeño discurso sobre los logros del pequeño Soobin, de tan solo ocho años. Mientras hablaba, sus ojos penetrantes se posaron en el castaño, y Yeonjun sintió una mirada cargada de expectativas y presiones.

— En nuestra familia, hay un legado de hombres fuertes, audaces, inteligentes y... — El señor Choi dejó de observar al público para fijar sus ojos en el castaño, con una mirada que parecía exigirle algo más — Masculinos... Hombres de verdad.

Yeonjun solo podía mirar a Soobin, sintiendo un nudo en la garganta. Las palabras del señor Choi resonaban en su mente, recordándole la presión que existía sobre ellos para cumplir con ciertas expectativas de masculinidad.

Después de ese largo discurso, que Soobin y Yeonjun ya no se molestaron en escuchar, la noche continuó y todo parecía ir perfectamente bien. Sin embargo, Yeonjun notó que Soobin temblaba ligeramente.

— Binnie, ¿por qué estás temblando? — preguntó el pequeño castaño, inclinando su cabeza hacia un lado mientras observaba a su amigo — ¿Tienes frío?

— Sí, u-un poco — respondió Soobin, tratando de disimular su incomodidad.

Yeonjun pensó por un momento y luego sonrió, teniendo una idea.Decidió quitarse su suéter rosa y se lo entregó a Soobin.El pelinegro rió al ver que Yeonjun llevaba otro suéter debajo del rosa.

— Podría ir a buscar uno yo — sugirió Soobin.

— ¿Por qué? No es necesario, toma — respondió Yeonjun, ofreciéndole el suéter rosa.

Soobin aceptó el suéter y se lo puso. Mientras lo hacía, notó el aroma de Yeonjun impregnado en la prenda.

— Gracias — dijo Soobin, agradecido.

— No es nada — respondió Yeonjun, con una sonrisa cálida.Entonces, Soobin planteó una pregunta que había estado rondando en su mente.— ¿Eso no... me hace a mí la mujer? — preguntó Soobin, con cierta confusión. 

Yeonjun frunció el ceño ante la pregunta, tratando de comprender a qué se refería Soobin.

— ¿Cómo?

— Bueno, en las novelas que mi mamá ve... El chico siempre le da su suéter a la chica — explicó Soobin.

— Pero ambos somos chicos — respondió Yeonjun, tratando de aclarar las cosas.

— Entre los dos, ¿eso no me haría a mí la chica? — preguntó Soobin, buscando respuestas.

— Obviamente no, Binnie. Somos niños, y no importa lo que hagamos. Mi mamá dice que no hay roles de chica o chico cuando se trata de dos personas que son iguales.

Soobin asintió, aunque aún se sentía confundido. ¿Su madre le enseñaba eso? Sus padres eran todo lo contrario. Sin embargo, en la escuela le enseñaban que la homosexualidad estaba bien, y sus padres le decían que escuchara a los profesores.

— El darte mi suéter no te convierte en una chica, es algo normal. Tenías frío y pum, simplemente te di mi suéter — explicó Yeonjun, tratando de transmitirle tranquilidad.

Soobin rió ante el uso de la palabra "pum" por parte de Yeonjun, y el castaño también sonrió al verlo reír.

Sus ojos se entrecerraron mientras su sonrisa se ampliaba, mostrando sus hoyuelos y decorando sus bonitas mejillas. Yeonjun bostezó y apoyó su cabeza en el hombro de Soobin, abrazando sus propias piernas. El menor hizo lo mismo, acercando su cabeza a la de Yeonjun y acariciándolo suavemente.

Cuando el movimiento se detuvo, Yeonjun volteó su rostro hacia Soobin y depositó un suave beso en su mejilla.Soobin abrió los ojos de par en par, sintiendo cómo su rostro se volvía rojo como un tomate.

— Te quiero, Binnie — susurró Yeonjun, dejando que sus sentimientos se expresaran sin reservas.

— Yo tam-... — cuando Soobin estuvo a punto de responder, la voz de su padre lo interrumpió, llenando el aire con una mezcla de autoridad y desaprobación.

— Hijo, ¿qué haces afuera? Tienes invitad-... — las palabras se quedaron atascadas en la garganta del señor Choi al ver a su hijo y a Yeonjun en el patio.

Su mirada se posó de inmediato en el suéter rosa que Soobin llevaba puesto, y una expresión de disgusto se dibujó en su rostro.

— ¿Qué traes puesto? — preguntó el señor Choi, con un tono de voz que dejaba claro su descontento.

— Binnie tenía frío, así que le presté mi suéter — explicó Yeonjun, con una inocencia que contrastaba con la tensión en el ambiente.

— ¿Binnie? — soltó el señor Choi, pronunciando el apodo con un dejo de incredulidad. Observó a su hijo, quien bajó la mirada en respuesta a la desaprobación paterna.— Soobin, quítate eso, no puedes recibir a los invitados así — ordenó el padre, con un tono de voz autoritario.

— ¿Por qué no? — replicó el pequeño Yeonjun, desafiante y sin entender la razón detrás de la prohibición.

— Mira, Yeonjun. Soobin es un niño de verdad, del mundo real. No uno que se deja llevar por esos cuentos estúpidos — dijo el señor Choi, con un tono de voz lleno de desprecio hacia las ideas que Yeonjun defendía.

— Pero...

— Y no voy a permitir que le llenes la cabeza con esas historias a mi hijo — sentenció el padre, dejando claro su postura y rechazando cualquier intento de Yeonjun por influir en Soobin.

— No son historias, lo que mi mamá dice es cierto — defendió Yeonjun, tratando de hacer entender a su amigo y a su padre que había más de una forma de ver el mundo.

— Abre los ojos, niño. En el mundo real, a la gente como tú no se le quiere, por eso terminan solos. Mi hijo solo te tuvo pena y se acercó a ti — afirmó el señor Choi, con una mirada amenazante dirigida hacia Soobin.

Soobin sintió un nudo en la garganta, queriendo protestar y defender a Yeonjun, pero la mirada de su padre lo intimidó y lo hizo agachar la cabeza en silencio.Yeonjun observó la escena con tristeza y frustración. Sabía que las palabras del señor Choi no eran ciertas, pero se sentía impotente ante la mentalidad cerrada de su amigo y la influencia negativa de su padre.

— No es cierto, Soobin me quiere... él... él me dio un brazalete y se esforzó en hacerlo — intentó explicar Yeonjun, buscando una forma de hacerle entender al señor Choi que su amistad era genuina y valiosa.

— Un brazalete no significa nada — desestimó el señor Choi, restándole importancia al gesto de Soobin.

— Soobin... — el castaño intentó tomar el rostro del niño para que lo mirara a los ojos, pero Soobin se resistió, evitando el contacto visual.

— Soobin, levántate, tienes que entrar — ordenó el señor Choi, sin darle la oportunidad de responder o expresar sus sentimientos.Soobin asintió sin mirar a Yeonjun y se levantó para seguir a su padre hacia la casa.

Yeonjun bajó la mirada, sintiéndose impotente y triste al ver cómo su amigo se alejaba sin poder decirle lo que realmente sentía.Escuchó unos pasos rápidos acercándose y levantó la mirada, encontrándose con Soobin entregándole su suéter junto con un papel.

Yeonjun tomó el suéter, agradecido por el gesto, y luego vio el papel doblado que le había entregado.Con curiosidad, desplegó el papel y se encontró con una hermosa ilustración de una manzana pintada por Soobin.

"Me gusta que huelas a rosa pastel, hazlo siempre <3"

Una sonrisa se formó en el rostro de Yeonjun. A pesar de las circunstancias y las palabras hirientes, Soobin sí lo quería, y eso era lo que importaba.

Tras esa noche, ambos no volvieron a verse. El castaño despertó en su cama al día siguiente, deseando fervientemente que todo hubiera sido un sueño, pero pasaron más de dos días y era evidente que el pequeño pelinegro de ojos bonitos se había ido.

— Volverá — trató de consolar Michelle, intentando calmar el dolor de su hijo.

— En unos 13 años — se quejó Yeonjun, sollozando en su almohada, sumido en la tristeza de la separación.

— Me dijiste que esperarías 40 años.

— Sí, pero...

— Y prometiste ser el mejor pastelero cuando vuelva, y llorando en la cama eso no va a suceder. ¡Ánimo! Levántate y sigue adelante.

— Mami...

— ¿Tendré que llamar al tío cosquillas?

— Pero no quiero...

— ¡Tío cosquillas! — llamó la madre del pequeño, buscando una forma de animar a su hijo.

— ¿Quién me llamó? — se escuchó una voz desde el marco de la puerta después de unos 20 segundos.

Yeonjun no pudo evitar reír cuando vio una mano que simulaba ser una marioneta asomándose.

— Jin, al menos ponte un calcetín. — se quejó Michelle.

— ¿Quién es Jin? Yo soy el tío cosquillas, y mi sentido cosquilludo me dice que hay un sobrino triste aquí — soltó la "mano" con una voz aguda, tratando de animar el ambiente.

La mano se abría y cerraba mientras hablaba, y Yeonjun no pudo contener la risa ante la ocurrencia de su tío.

— Parece que ya encontramos al niño triste.Jin se acercó y se sentó al borde de la cama, aún con una sonrisa y su "marioneta" en la mano.— El tío cosquillas se pone triste si tú también estás triste. ¿Quieres que me ponga triste? — preguntó Jin con su voz normal, tratando de encontrar una forma de sacar una sonrisa en el rostro de Yeonjun.

— No quiero que te pongas triste.

— Entonces, sonríe.

— Pero no puedo.

— Claro que puedes — dijo Jin, con convicción y cariño en su voz. Antes de que el pequeño pudiera decir algo, la mano del tío cosquillas atacó su estómago con cosquillas, provocando que Yeonjun riera escandalosamente, dejando de lado por un momento su tristeza y encontrando un destello de alegría en medio de la oscuridad.

—— ¡Ok, ok! — exclamó el pequeño castaño entre risas, contagiado por la alegría de su madre y su tío.

— ¿Ves? Qué linda sonrisa tienes — dijo Michelle, con ternura en su voz.

— Ahora, vamos a bajar y prepararemos algo delicioso para desayunar, y luego te llevaré a la escuela — anunció la madre, con una mezcla de cariño.

— ¿Tengo que ir? — preguntó el pequeño, con una pizca de esperanza en su voz.

— Sí, cariño. Es importante que vayas a la escuela — respondió Michelle, con firmeza.

— ¿Y si falto hoy? — propuso el niño, con una sonrisa traviesa en su rostro.

Michelle negó con la cabeza, sabiendo que su hijo estaba buscando una forma de evitar enfrentarse a la realidad.

— Sí, mami. Por favor, solo hoy. — suplicó el menor, juntando sus manitas en un gesto de súplica. — Solo hoy, pediré la tarea... por favor. 

 Michelle suspiró, sintiéndose tentada a ceder ante la mirada triste de su hijo. Pero sabía que era importante que él aprendiera a enfrentar los desafíos y superar las dificultades.

— Chicos... — comenzó a decir, pero fue interrumpida por Seokjin, quien tomó los cachetes del pequeño entre sus manos y le dirigió una mirada comprensiva.

— Sí, Mich... iré yo mismo a buscar las tareas... mira su carita. — dijo Seokjin, con una sonrisa traviesa en su rostro, tratando de convencer a Michelle de darle una oportunidad al niño. 

 Michelle bufó, colocando sus manos en sus caderas en un gesto de desaprobación, pero no pudo resistirse a la expresión de tristeza en el rostro de su hijo.

— Agh... ustedes ganan — cedió finalmente, resignada a permitirle a su hijo un día de descanso emocional.

— ¡Sí! — exclamaron al unísono los dos chicos, alzando sus brazos en señal de victoria.Michelle rió y acarició suavemente la cabeza de su hijo, disfrutando de la sensación reconfortante de sus cabellos entre sus dedos.

— Te quiero mucho, ángel — dijo la mujer, dejando un pequeño beso entre las cejas del niño — Dejaré que te bañes y te prepares mientras Jin y yo preparamos el desayuno.

— Pero yo quiero ayudar — protestó el pequeño, con una expresión de súplica en su rostro.

— No te preocupes, enano. No será tan rápido como para que te pierdas la diversión — respondió Seokjin, desordenando nuevamente los cabellos del niño, lo que provocó una risa contagiosa en ambos.

— Bien, iré rápido entonces — aceptó el pequeño, emocionado por la perspectiva de un día especial junto a su madre y su tío.

•bd•

Soobin no quería irse, pero no había nada que pudiera hacer. Se sentía impotente y atrapado en medio de la intolerancia de su padre.

— Déjalo, es solo un niño — dijo la señora Choi, intentando calmar la situación.

— ¿Te parece? Aceptar ese suéter de ese mocoso afeminado — soltó el hombre, lleno de desprecio — Inaceptable.

— Cariño, es solo un...

— ¡No! No entiendes, es el suéter de ese niño marica — interrumpió el padre, con un tono de voz lleno de ira.

— ¿Yeonjun? — preguntó la señora Choi, tratando de entender la situación.

Soobin tembló en su lugar, sin atreverse a decir nada. Se sentía atrapado entre el amor que sentía por Yeonjun y el miedo a la reacción de su padre.

— Sí, ese mocoso... agh, me repugna tanto. Es toda una niñita ¡y su madre no hace nada! — continuó el padre, desahogando su frustración.

— No le veo el problema — susurró Soobin, sin atreverse a mirar a su padre directamente.

— ¿Ah no? Voy a decirte, Yeonjun es un maricón, ese niño no va a crecer como tú y yo no voy a permitir que te contagie eso. — afirmó el padre, con una mezcla de disgusto y temor en su voz. 

 Soobin sintió un nudo en la garganta, luchando contra las lágrimas que amenazaban con escapar. Sabía que su padre no entendía, que Yeonjun estaba creciendo con amor y aceptación, y eso era algo hermoso.

— Te dije, vas a la escuela a estudiar. A partir de ahora, no aceptaré ningún tipo de amistad. Céntrate en tus estudios o no podrás prosperar en la vida, porque no pienso darte una mano cuando vayas por el mal camino. — sentenció el padre, dejando claro que no había lugar para la amistad en la vida de Soobin.

Soobin asintió en silencio, sintiendo un profundo dolor en su corazón. El viaje hacia Italia fue eterno y agotador, y solo quería llorar.

Al llegar, fue directo a su habitación, tiró sus cosas y se dejó caer en la cama, exhausto y con el corazón roto.Finalmente había logrado tener un amigo, alguien que lo aceptaba tal como era, y ahora se veía obligado a dejarlo atrás.

"Te quiero mucho, Soobinnie" — recordó las palabras de Yeonjun, que resonaban en su mente como un eco de cariño y apoyo.

El pequeño se sentó en su cama y observó su mochila. Sabía que dentro de ella estaban sus pinturas, su escape creativo y su conexión con Yeonjun.

Con cuidado, sacó la caja de pinturas y la colocó frente a él en el suelo. Observó los colores: tres tonos de azul, cuatro tonos de amarillo y algunos colores neutros. Aunque el mayor no le había dado nombres a los colores, Soobin los reconocía por su aroma característico.

Tomó el azul más oscuro y lo olfateó, dejando que el aroma inunde sus sentidos. Naranja. Recordó la clase de colores cálidos y sacó el acrílico correspondiente, colocándolo junto a los demás colores.

Luego tomó el amarillo más fuerte y sonrió al identificar el olor a limón y bananas. Era un amarillo vibrante y alegre.

Después, tomó un amarillo oscuro que asemejaba al marrón. Rosa. Soobin sonrió al sentir ese olor dulce y delicado. No eran solo simples olores, eran la fragancia que Yeonjun solía usar. Se dio cuenta de que se había vuelto adicto a ese aroma.

Finalmente, tomó un color más oscuro. Rojo. Ahora tenía los colores primarios frente a él. Quería hacer un paisaje, pero no sabía cómo debían estar ubicados los colores.

Tomó un dispositivo y buscó una imagen de un hermoso atardecer. Observó cómo el marrón más oscuro se encontraba en la parte inferior, y a medida que ascendía, los colores se iban haciendo más claros.

A pesar de que veía los colores de manera diferente, Soobin sabía que podía hacerlo. Podía ser el artista que Yeonjun esperaba que fuera. Pasó el resto de la tarde practicando y experimentando con los colores, dejando que su creatividad fluyera y su corazón se llenara de esperanza.

•bd•

El sonido ensordecedor de las construcciones en el área obligó a Yeonjun a despertarse de manera abrupta. Su rostro se llenó de frustración y enojo mientras lanzaba una mirada desafiante hacia los trabajadores, como si sus palabras pudieran atravesar el ruido y llegar a sus oídos.

Después de maldecir en 32 idiomas distintos, se sentó en la cama y estiró sus brazos, tratando de sacudirse la irritación que lo invadía. Sus dedos se deslizaron suavemente por su suave cabello rosado, una pequeña muestra de cariño hacia sí mismo en medio de la molestia. 

 Observó la hora en el reloj de su buró y suspiró con resignación.

— Ah, son las 9... — dijo en un tono tranquilo, pero su expresión facial revelaba su sorpresa y frustración — ¡Jodida mierda, son las 9!

Sin perder un segundo, se levantó de un salto y se dirigió rápidamente hacia el baño para ducharse y vestirse. Cada movimiento era apresurado, impulsado por la urgencia de llegar a la universidad a tiempo.

Mientras tomaba sus cosas, murmuraba repetidamente palabras de frustración y descontento. 

 — Jodida universidad, jodida universidad, jodida universidad — repetía como un mantra, como si las palabras pudieran aliviar su malestar.

Antes de abandonar la habitación, su mirada se posó en el retrato de su madre que descansaba en una pequeña mesa. Un sentimiento de nostalgia y tristeza lo invadió, y decidió hacer una pausa para despedirse de ella.Besó dos de sus dedos y los posó suavemente sobre la foto, como una muestra de respeto y amor hacia su madre.

— Perdón por las malas palabras, mamá. Adiós — susurró con sinceridad, sintiendo un nudo en la garganta.

Con paso decidido, salió de la habitación y se encontró con su tío Jin en el comedor. Frunció el ceño al verlo allí en lugar de estar en la pastelería, como era habitual.

— ¿Por qué no estás en la pastelería? — preguntó con curiosidad y una pizca de reproche en su voz.

El alto levantó una ceja y respondió con calma.— Tal vez porque abrimos a las 9 y son las 6 de la mañana — dijo, dejando en claro la obviedad de la situación.

Yeonjun miró su teléfono y su expresión se transformó en una mezcla de sorpresa y confusión.

— No es cierto, son las... ¡¿las 6?! — exclamó, como si el tiempo se hubiera detenido ante sus ojos.

Seokjin lo observó perplejo antes de estallar en risas, incapaz de contener la diversión que le provocaba la situación.

— Maldito reloj — murmuró Yeonjun, sintiéndose un poco avergonzado por su olvido.

— JAJAJA ¡Ese reloj marca las 9 desde hace 13 años! — se burló el mayor, disfrutando del momento — ¿Cómo puedes olvidarlo?

Yeonjun suspiró y decidió dejar de lado el drama, consciente de que no había tiempo que perder.

— Ya, deja el drama — respondió, tratando de mantener la compostura.

Seokjin asintió y continuó comiendo, pero su mirada se posó en el rostro de su sobrino, notando la tristeza que se escondía detrás de su aparente calma.

— ¿Por qué esa cara larga? — indagó el mayor, preocupado por el bienestar de Yeonjun.

El menor intentó disimular su tristeza, pero sus ojos delataban su dolor interno.

— No es nada, Jin. No te preocupes — respondió, tratando de sonar convincente.

El mayor recordó qué día era y bajó la mirada, comprendiendo la situación. Habían pasado 11 años desde que la familia de tres se había convertido en una de dos, y el vacío que dejaba la ausencia de la madre de Yeonjun aún se sentía con fuerza.

Se acercó lentamente al menor y lo rodeó con sus brazos, ofreciéndole consuelo y apoyo.

— Ven aquí... — susurró Jin, su voz llena de ternura y comprensión.Yeonjun se dejó llevar por el abrazo reconfortante de su tío, permitiéndose mostrar su vulnerabilidad. Pequeñas lágrimas escaparon de sus ojos mientras se acurrucaba en el pecho de Jin, buscando consuelo en medio de la tristeza. — Tío está aquí.

— Lo sé... — murmuró el menor, su voz entrecortada por la emoción — Pero... la extraño.El mayor continuó acariciando suavemente el cabello rosado de Yeonjun, transmitiéndole su amor y apoyo incondicional.

— Yo también, pequeño... — dijo con voz suave y reconfortante — Pero está bien, tu mami está bien ahora, ¿de acuerdo? ¿Recuerdas lo que te decía?

Yeonjun asintió, recordando las palabras de su madre que habían dejado una huella profunda en su corazón.— Que siempre me limpie bien después de ir al baño — respondió con una pequeña sonrisa, recordando el toque de humor que su madre solía agregar a sus consejos.Jin rio suavemente y negó con la cabeza.

— También, pero también recuerdo que te decía que está bien estar triste, es normal, pero que no dejes que la tristeza arruine lo que puede ser un buen día — recordó el mayor, transmitiendo la sabiduría de su hermana a través de sus palabras.

Yeonjun asintió una vez más, agradecido por tener a alguien como Jin a su lado, alguien que entendía su dolor y estaba dispuesto a estar allí para él.

Jin se encontraba en una encrucijada emocional, lidiando con el dolor de haber perdido a su mejor amiga, la persona que había sido como una hermana para él. Aunque su corazón aún estaba lleno de tristeza y añoranza, sabía que debía dejar de lado su propio dolor para convertirse en el único apoyo y consuelo para Yeonjun.

Cada vez que miraba a su sobrino, veía el reflejo de su amiga perdida en sus ojos y en su suave cabello rosado. Recordaba los momentos compartidos, las risas y las lágrimas que habían compartido juntos. Pero también recordaba la promesa que se había hecho a sí mismo: estar allí para Yeonjun, sin importar qué.

Aunque el dolor seguía latente en su corazón, Jin se esforzaba por ocultarlo, por ser una figura fuerte y reconfortante para su sobrino. Sabía que Yeonjun necesitaba su apoyo más que nunca, especialmente en los momentos en que la tristeza lo abrumaba.

Cada abrazo, cada palabra de aliento y cada gesto de cariño eran una forma de sanar tanto para Yeonjun como para él mismo. Aunque a veces las lágrimas amenazaban con escapar de sus ojos, Jin las contenía, sabiendo que debía ser un faro de esperanza y fortaleza para su sobrino.

En su interior, Jin anhelaba poder compartir su propio dolor con Yeonjun, poder hablar de los recuerdos y las emociones que los unían. Pero sabía que no era el momento adecuado. Ahora, su papel era ser el pilar en el que Yeonjun pudiera apoyarse, el confidente en el que pudiera confiar y el protector que lo guiaría a través de la oscuridad.

A medida que pasaban los días, Jin se daba cuenta de que su amor por Yeonjun se había transformado en una fuerza motriz, una razón para seguir adelante y encontrar la felicidad en medio de la pérdida. Aunque extrañaba a su amiga, encontraba consuelo en el hecho de que su espíritu vivía en Yeonjun.

Jin sabía que el camino hacia la sanación sería largo y lleno de altibajos, pero estaba decidido a estar allí para Yeonjun.

— Deja esa cara larga, ¿o debo llamar al tío cosquillas? — bromeó Jin, tratando de animar al menor.

Yeonjun rio y negó con la cabeza, sintiéndose un poco más ligero ante la presencia reconfortante de su tío.

— Esa es la sonrisa que quiero ver. ¡Ánimo! — exclamó Jin, animándolo a seguir adelante y encontrar la fuerza para enfrentar el día.

El menor se retorció ligeramente ante las cosquillas y asintió frenéticamente, agradecido por el amor y el apoyo incondicional que recibía de su tío. Sabía que, con Jin a su lado, podría superar cualquier obstáculo y encontrar la felicidad en medio de la tristeza.

Yeonjun, casi sin aliento por las cosquillas, se dejó caer en una silla del comedor mientras Jin volvía a ocupar su lugar. Mientras el menor se preparaba un café, Jin soltó una declaración repentina, como si tuviera una corazonada.

— Sabes... tengo una corazonada — dijo Jin, captando la atención de Yeonjun.

— Ay, dios... — murmuró el menor, sonriendo ante la ocurrencia de su tío.

— Los espíritus del pasado me dicen... Mmmm — Jin aplaudió y Yeonjun no pudo evitar reír — Hoy a las 6:00 p.m... un joven de ojos bonitos, alto, guapo, pelinegro y millonario estará entre nosotros.

Yeonjun rodó los ojos, sabiendo que su tío estaba bromeando.

— Tío, era solo un niño... Soobin no volverá — dijo el menor, recordando a su amigo de la infancia — Y sinceramente, no me importaría.

Jin no se dio por vencido y continuó con su juego.

— Cuéntame otro chiste — pidió, esperando sacar una sonrisa de su sobrino.

— Eres guapo — respondió Yeonjun, burlándose de su tío.

— Ouch... — exclamó Jin, fingiendo estar herido — Vamos, Yeon. Sé que no dejaste de imaginarte cómo se vería después de todos estos años.

El menor se puso un poco nervioso ante la mención de Soobin, pero trató de ocultarlo con una risa nerviosa.

— Yo... no es cierto, cállate.

Jin continuó provocándolo, sabiendo que estaba tocando un tema sensible.

— Son novios, son novios, son novios. Se besan sus bocas, se pasan el chi-

— ¡Jin! — interrumpió Yeonjun, riendo y tratando de detener las palabras de su tío — Basta, solo tenía ocho años. Además, seguro que Soobin se convirtió en un millonario engreído, guapo... y... 

 — ¿Sexy? — sugirió Jin, con una sonrisa traviesa.

— No era la palabra que buscaba — respondió el menor entre risas, sintiéndose un poco avergonzado por la dirección de la conversación.

Jin continuó bromeando, sabiendo que estaba sacando a relucir los pensamientos ocultos de Yeonjun.

— Seguro no dejaste de pensar en él — dijo Jin, con una mirada cómplice.

— Eso tampoco es cierto — respondió Yeonjun, tratando de negarlo, aunque su risa delataba su verdadero sentir.Jin soltó un suspiro exagerado, alargando la "O" en modo de cansancio.

— Ay, Yeon... — dijo el mayor, dejando que su voz se llenara de complicidad.

— Ya basta, vamos a desayunar para que luego me lleves a la universidad y puedas abrir la pastelería — propuso Yeonjun, tratando de cambiar de tema.

Jin asintió con una sonrisa traviesa, dispuesto a seguirle el juego.

— Yeonjun... son las 6 — dijo Jin, señalando la hora en el reloj.

— Entonces seguiré durmiendo y me levantas a las 9, ¿de acuerdo? — respondió el menor, con una sonrisa.

— No prometo nada — contestó Jin, riendo.

El pelirosa subió a su habitación, ya había tomado una ducha y el sueño se había ido por las alcantarillas.

Se sentó en su cama y observó su celular, perdido en sus pensamientos.

"No, él no vendrá jamás", pensó Yeonjun, sintiendo un nudo en su estómago.

Observó el retrato de su madre y se preguntó qué haría si Soobin realmente apareciera en su vida después de tantos años. Le hubiera gustado que su madre esté ahí para ese momento, por alguna razón...ella le tenía cierto cariño.

"¿Y si es un niño mimado? ¿Y si su estúpido padre le llenó la cabeza de ideas equivocadas?", se preguntó, dejando que la preocupación se apoderara de él. Pero rápidamente trató de alejar esos pensamientos negativos de su mente.

"Era solo un niño, ya no me importa", se dijo a sí mismo, tratando de convencerse de que había superado aquellos sentimientos de la infancia.

Suspiró y miró sus horarios, recordando sus responsabilidades del día.

— Agh... tengo que llevar los pinceles hoy. ¿Dónde los dejé? — se preguntó en voz alta, tratando de enfocarse en las tareas que tenía por delante y dejar de lado los pensamientos sobre Soobin. 

Yeonjun comenzó a buscar entre varios cajones y estantes en busca de algo en particular. Se arrodilló frente a su buró y exploró meticulosamente cada uno de los cajones, con la esperanza de encontrar lo que estaba buscando. Su corazón latía con una mezcla de emoción y anticipación mientras sus manos se movían ágilmente entre los objetos.

De repente, su rostro se iluminó con una sonrisa al encontrar un montón de viejas cartas que Jin le había escrito en sus cumpleaños. Cada una de ellas era colorida y llena de cariño, pero hubo una en particular que llamó su atención. Era una carta simple, blanca y sin adornos, pero había algo especial en ella.

Con manos temblorosas, Yeonjun desdobló lentamente el papel, revelando una pintura de una manzana en el centro. Debajo de la imagen, había un breve texto escrito a mano. Sus ojos recorrieron las palabras con curiosidad y emoción.

"Me gusta que huelas a rosa pastel, hazlo siempre <3"

Una oleada de nostalgia y ternura invadió el corazón de Yeonjun mientras guardaba cuidadosamente la carta. Aunque lo negara, era cierto que no había dejado de pensar en aquel niño de ojos bonitos. Tenía dudas sobre cómo sería ahora y si lo recordaría después de todos estos años.

Sin embargo, también sabía que en algún momento tendría que enfrentarse a la realidad y dejar de aferrarse a los recuerdos del pasado. Era una obligación que sentía en su interior, aunque le resultara difícil aceptarlo.

Más tarde, cuando el día en la universidad llegó a su fin, Yeonjun se apresuró a dirigirse a la pastelería para ocuparse de algunos asuntos pendientes. Al llegar, fue recibido por la voz familiar de su amigo, Beomgyu.

— ¿Qué vas a hacer luego? — preguntó Beomgyu, curioso por los planes de Yeonjun.

El pelirosa suspiró ante la pregunta, consciente de la rutina que había construido para sí mismo.

— Trabajar en la pastelería, Beomgyu, como todos los días — respondió Yeonjun con cansancio en su voz.

Beomgyu no pudo evitar expresar su preocupación.

— Ugh, te la pasas todo el día trabajando y estudiando. ¿Quieres matarte? — exclamó el castaño, mostrando su inquietud por la dedicación extrema de su amigo.

Yeonjun sonrió suavemente, agradecido por la preocupación de Beomgyu.

— No seas exagerado, Beomgyu. Estoy bien — aseguró el mayor, tratando de tranquilizar a su amigo.

Beomgyu frunció el ceño, conocedor de la rutina de Yeonjun desde hace años.

— Yeonjun, te conozco desde hace 12 años y ¡en mi vida! Nunca te he visto en otro lugar que no sea mi casa, la tuya, el instituto y la pastelería — expresó Beomgyu, preocupado por la falta de variedad en la vida de su amigo.

Yeonjun suspiró, tratando de encontrar las palabras adecuadas para explicar su situación.

— Bueno, Beomgyu... no quiero salir, eso es todo — respondió Yeonjun, intentando justificar su elección.

El castaño bufó en respuesta, sin estar completamente convencido.

— Además, hoy tengo muchos encargos y debo entregar todo a tiempo — agregó Yeonjun, explicando su carga de trabajo.

Beomgyu finalmente aceptó la respuesta de su amigo, aunque no del todo convencido.

— ¿Qué hay de tu tío? — preguntó Beomgyu, recordando la presencia de Jin en la pastelería.Yeonjun sonrió, agradecido por la ayuda de su tío en el negocio.

— Sabes muy bien que él se ocupa de la caja más que nada, y yo me encargo de cocinar. Debo estar aquí para terminar algunos postres y otras tareas — explicó Yeonjun, destacando la división de responsabilidades entre él y su tío.

Beomgyu asintió, finalmente comprendiendo la situación.

— Bueno, no voy a obligarte a hacer algo que no quieres hacer — dijo Beomgyu, aceptando la elección de su amigo.

Yeonjun agradeció a Beomgyu con una sonrisa, reconociendo su respeto por su decisión.

Una vez que Beomgyu se fue, Yeonjun se sumergió en su trabajo en la pastelería. Se ocupó de los encargos pendientes y se aseguró de que todo estuviera en orden. Mientras trabajaba, escuchó la voz de Yoongi, su compañero de trabajo y amigo.

— ¿Cómo va todo? — preguntó Yoongi, acercándose a Yeonjun con una sonrisa.

Yeonjun devolvió la sonrisa, agradecido por la ayuda de Yoongi.

— Muy bien, gracias. Tengo todo bajo control — respondió Yeonjun, sintiéndose aliviado de tener a alguien en quien confiar.

Yoongi asintió, mostrando su satisfacción por el progreso de la pastelería.

— Me alegra que todo vaya muy bien. Estoy aquí para ayudarte en lo que necesites — aseguró Yoongi, ofreciendo su apoyo incondicional. Yeonjun asintió, agradecido por la presencia de Yoongi. — Gracias, Yoongi. Realmente aprecio que hayas aceptado trabajar aquí. — expresó Yeonjun, sintiendo una sensación de camaradería y gratitud hacia su amigo.

Mientras Yoongi se ocupaba de otras tareas, Yeonjun continuó con su trabajo. Puso las galletas en el horno y se acercó a una caja para acomodar los productos. Sin embargo, notó que un estante estaba un poco flojo y bufó de frustración al no encontrar la caja de herramientas.

— ¿Pasa algo, Yeon? — preguntó Yoongi, notando la frustración en la expresión de su compañero.

— Sí, quiero reparar este estante, pero no encuentro la caja de herramientas — respondió Yeonjun, buscando una solución.

Yoongi sonrió, ofreciéndose a ayudar.

— Oh, está en la camioneta. Déjame que vaya a buscarla, ya que tengo que bajar algunas cosas de todos modos — sugirió Yoongi, mostrando su disposición a ayudar.

Yeonjun asintió, agradecido por la ayuda de Yoongi.

— Claro, ve tranquilo. Yo me ocuparé de las mesas mientras tanto — dijo Yeonjun.

Mientras Yoongi se dirigía a la camioneta, Yeonjun se ocupó de limpiar las mesas y asegurarse de que todo estuviera en orden.

—  Vamos, cielo... tu madre dijo que esta es una de las mejores pastelerías del lugar, y confío en ello. —  Yeonjun oyó a lo lejos después de que la campana en la puerta sonara.

Yeonjun se volvió hacia la entrada y se encontró con una hermosa mujer pelirroja, acompañada de un chico alto, guapo y de cabello oscuro. El pelirrosa se quedó perplejo ante la presencia de ambos, sintiendo una extraña conexión con el chico que lo observaba con curiosidad y una mirada brillante. 

La mujer parecía impaciente y soltó una frase brusca, sacando a Yeonjun de su ensimismamiento.

— ¿Va a atendernos o se va a quedar parado ahí? — dijo la mujer, sin mostrar ningún interés en su presencia.

Yeonjun salió de su estado de sorpresa y se apresuró a responder.

— Oh, sí, lo siento. Bienvenidos a Bakery Soft. ¿En qué puedo ayudarles? — dijo Yeonjun, tratando de mantener la compostura y la cortesía.

La mujer se alejó para examinar las muestras en las vitrinas, dejando a Yeonjun a solas con el chico de ojos bonitos.

El silencio llenó el espacio entre ellos, pero Yeonjun no pudo evitar sentir una extraña familiaridad en la mirada del chico.

— Él es mi prometido y estamos buscando un pastel de bodas. Mi suegra me recomendó este lugar — explicó la mujer, sin mostrar mucho interés en la conversación.Yeonjun asintió, ofreciendo su ayuda.

— Hay algunas muestras en las vitrinas, si desea ver otras, tenemos más opciones.— dijo Yeonjun, tratando de ser servicial y profesional.

Mientras la mujer se alejaba para examinar las vitrinas, el chico de ojos bonitos se quedó observando a Yeonjun, sin decir una palabra. El pelirrosa sintió una extraña conexión en el aire, como si el tiempo se hubiera detenido por un momento.

— ¿Puedo servirle, señor...? — preguntó Yeonjun, esperando que el chico revelara su nombre.

— Choi, Choi Soobin — respondió el chico, pronunciando su nombre con una voz grave y profunda.

Yeonjun se congeló en su lugar, su corazón latiendo con fuerza. Los ojos grandes y profundos, los hoyuelos en sus mejillas... ¡era él! No podía creerlo. ¿Soobin lo recordaría?

— Señor Choi. — dijo Yeonjun, creyendo que Soobin no tenía idea a quién tenía en frente.

— Así es, Yeonjun.

"No puede ser... si lo recuerda", pensó Yeonjun, sintiendo una mezcla de alegría y temor. El destino había vuelto a reunirlos, y ahora Yeonjun se enfrentaba a la posibilidad de descubrir si aquel niño de ojos bonitos seguía siendo el mismo que había dejado atrás.



Cap concluido el martes 21 de diciembre del 2021 a las 02:53 Am



Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro