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El castaño abandonó el aula inmediatamente en busca de su amigo, con una feroz sensación ardiendo en su pecho. "Es mi único amigo... no dejaré que lo lastimen", pensó el niño de tan solo 8 años, sintiendo una mezcla de valentía y miedo.

Trató de caminar más silenciosamente por los pasillos, deseando no llamar la atención, aunque en realidad estaba desesperado por encontrar a Soobin. Había experimentado innumerables críticas e insultos en el pasado, y sabiendo que era la primera vez de Soobin en la escuela, no quería que el pelinegro sintiera lo mismo. No quería que lo excluyeran como a él.

Cuando llegó al baño, buscó entre los cubículos, llamando a Soobin en cada golpe a una puerta. Solo quedaba una puerta por abrir. Tocó unas cuantas veces más, esperando ansiosamente una respuesta.

— ¿Soobin? — llamó, su voz llena de preocupación.

— Él no está aquí — se oyó la voz temblorosa de Soobin desde detrás de la puerta.

Yeonjun suspiró al escuchar a su amigo sollozando. Pegó su frente contra la puerta y dejó escapar otro suspiro pesado, sintiéndose impotente en ese momento.

— ¿No está? — indagó, aunque sabía que era Soobin quien se encontraba al otro lado.

— No — respondió Soobin entre sollozos, su voz quebrada por la tristeza.

Soobin estaba llorando, y el corazón de Yeonjun se presionó al escucharlo. Quería estar allí para consolarlo, para decirle que todo estaría bien.

— Mm... Soy Yeonjun, si lo ves, ¿puedes decirle algo? — preguntó Yeonjun, su voz llena de arrepentimiento y tristeza.

— ¿Qué quieres decirle? — preguntó Soobin, su voz llena de curiosidad y esperanza.

— ¿Puedes decirle... que lo lamento? Lamento no haberle dicho lo horrible que los niños pueden ser. No creí que alguien pudiera decirle algo porque... porque no sé si él tiene problemas para distinguir colores o lo que sea. Pero él es el mejor amigo que ha tenido, bueno, el único. No sé si me considera su amigo, pero yo sí. Porque... de todos los niños, él ha sido el más amable conmigo. Lo aprecio y, sea lo que sea que tenga en sus ojitos, a mí me gustan — Yeonjun tomó aire y continuó hablando — ¿Sabes por qué me gustan sus ojitos?

— ¿Te gustan mis ojitos? — preguntó Soobin, sorprendido, dejando de sollozar y levantando la cabeza para mirar a Yeonjun con atención.— Sus... sus ojitos — Corrigió aún sabiendo que Yeonjun estaba perfectamente enterado de que el niño encerrado era él.

— Son la cosa más hermosa del planeta. Porque no importa qué tengan, son los únicos que me han visto como nadie más lo hace. Los únicos que no me han mirado con asco como los demás niños. Ese día en la cafetería lo noté.

Soobin, sentado en el suelo, abrazando sus rodillas, bajó la mirada al suelo, completamente sonrojado ante las palabras de Yeonjun. Una dulce sonrisa se formó en sus labios, y sus lágrimas comenzaron a secarse.

En ese momento, la puerta del baño se abrió, pero Soobin no levantó la mirada para no ser descubierta en su vulnerabilidad. No quería que Yeonjun lo viera llorar y sonrojado. 

 Manteniendo su mirada fija en el suelo, Soobin notó las rodillas de Yeonjun arrodilladas frente a él. Quería mantener su vista en el piso, pero el mayor tenía otros planos. Yeonjun acarició sus mejillas y levantó su rostro para que Soobin lo mirara.

— Porque tus ojitos mirándome lindo es lo más magnífico del universo, Soobin — susurró Yeonjun, con una sonrisa inconsciente en sus labios. Luego, plantó un pequeño beso en la punta de la nariz del menor.

— Pero... ¿no te molesta que... no pueda notar los colores? — preguntó Soobin, con inseguridad en su voz.

— ¿Y eso qué? — respondió Yeonjun, sentándose junto al pelinegro. — Eres Soobin igual, eres tierno como un conejito, a pesar de ser frío como un Yeti.

— ¿Conejito? — preguntó Soobin, arqueando una ceja, y Yeonjun apuntando con una sonrisa.

— Sí, te ves como un conejito. Y eres un tanto frío, te ves frío y con esa cara enojada incluso te ves rudo — dijo Yeonjun, abrazando sus piernas. — Pero yo sé que tienes un lado dulce y sensible.

— Y tú te ves dulce y sensible, y eres un bruto — soltó Soobin, y Yeonjun estalló en carcajadas.

— Sí, mi mamá dijo que mi padre era así — dijo Yeonjun, bajando la mirada, inseguro de preguntar más.

— A mí me castigaban si hacía tal cosa — añadió Soobin, compartiendo un poco de su propia experiencia.

— Agh, odio los castigos — soltó Yeonjun, y Soobin parecía en acuerdo. El menor observó con confusión al mayor, que se levantó de repente.

— Vamos — le dijo, extendiendo una mano hacia el pelinegro sentado en el suelo.

— ¿A...una clase? — preguntó Soobin, sintiendo un nudo de ansiedad en su estómago.

El castaño avanza , mostrando confianza en su voz y en su postura cruzada de brazos.

— Si alguien te dice algo, los golpearé — añadió Yeonjun, con una valentía que inspiraba admiración en Soobin. El pelinegro sonriente, admirando al mayor por su valentía y protección. 

Tomó su mano temblorosa y se levantó de su pequeña esquina de lágrimas e inseguridad. Yeonjun lo levantó, aquel inocente pequeño que balanceaba sus pies al no alcanzar el suelo mientras de a poco devoraba su cupcake de zorrito.

•bd•

La terrible clase había llegado a su fin, y Yeonjun se sentía feliz de que nadie había molestado a Soobin ni a él. Habían pasado juntos toda la clase, con Yeonjun enseñándole a Soobin los colores y pintando juntos.

Ahora, el pequeño Soobin estaba recostado en el marco de la puerta, observando al mayor lavarse las manos para quitar las manchas de pintura que había adquirido en la clase de artes. 

— ¿Cómo es posible que no te hayas manchado las manos? — preguntó Yeonjun, frotando sus manos con ímpetu para eliminar todo el acrílico.

El menor simplemente encogió los hombros, mostrando indiferencia.

Después de unos minutos, el pelinegro se acercó al mayor, tomó sus manos firmemente y sacó una pequeña botella de alcohol en gel de su bolsillo. Vertió un poco y frotó suavemente las manos de Yeonjun.

— A-ah — gimió el pequeño castaño de dolor.

— No lo estoy haciendo fuerte — soltó el pelinegro, haciendo una mueca burlona. Volteó la mano del mayor y observó sus uñas.— Obviamente te va a doler, mira tus uñas. ¿Las comiste o las limaste con una motosierra? — dijo, y el castaño río.

Terminó de limpiar sus manos y Yeonjun le agradeció. Salieron del baño y caminaron hacia la salida para esperar a sus padres.

En ese momento, el alcalde sacó un bombón de chocolate de sus bolsillos.

— ¿Bombón? — preguntó el menor, curioso, y Yeonjun avanzando.

—Sí, es de fresa. Me gusta la envoltura, es bonita y rosa — dijo el mayor, y Soobin sonriendo. — ¿Quieres?

— Mis padres no me dejan consumir tanto azúcar — respondió Soobin, con cierta tristeza en su voz.

— Pero tus padres no están aquí — dijo Yeonjun, ofreciéndole el dulce. —Toma.

— Eh...— Soobin dudó, jamás había desobedecido una orden de sus padres.

— Vamos, ¿temes comer del mismo bombón que yo? No te voy a pegar nada —bromeó el mayor.

El menor tomó el resto del dulce y lo devoró por completo. Yeonjun, que aún tenía la mitad de su bombón, giró los ojos en respuesta.

— Debes saborear las cosas, no comer así — comentó el castaño.

— Yo como del modo que me plazca — soltó el menor, desafiante, y Yeonjun rio mientras saboreaba su dulce.

Un auto negro se detuvo frente al instituto, y Soobin se dio cuenta de que sus padres habían venido a buscarlo. Tomó su mochila y se preparó para irse.

— Está bien, nos vemos luego — dijo el castaño, con una sonrisa en sus labios manchados de chocolate rosa.

El pelinegro giró sobre sus tobillos, dispuesto a irse, pero en lugar de eso, volteó y abrazó al menor.

El chofer del auto, un hombre que había estado observando la escena, quedó boquiabierto ante la muestra de afecto entre los dos niños.¿Acaso el pequeño Soobin estaba abrazando a otro niño?El hombre distinguido, conmovido por la escena.

— Muchas gracias, Yeonjun — susurró el pelinegro, y el mayor correspondió al abrazo.

— No hay de qué — le susurró Yeonjun de vuelta.

— Adiós — le dijo el menor antes de correr hacia el auto. Soobin se sonrojó nuevamente, sintiendo una mezcla de felicidad y emoción en su pecho.

El hombre, aún con una sonrisa en el rostro, arrancó el auto y emprendió el camino. A través de uno de los espejos, pudo ver al menor con la mirada fija en la ventana.

— ¿Sucede algo, pequeño Choi? — preguntó el hombre, curioso.

— Señor Jung... he hecho un amigo — dijo Soobin, como si aún no hubiera asimilado completamente la idea.

Se encogió en su asiento y sonriendo tímidamente al recordar al pequeño Yeonjun. 

— Mis padres estaban equivocados al respecto. 

 — Siempre lo estuve. Usted es un niño excelente, y su condición no cambia eso — respondió el hombre, con una voz llena de calidez y apoyo.

— Ellos siempre me decían que no conseguiría amigos. Les diré que se equivocaron. Y... y que tengo un amigo, y es el mejor del mundo — soltó Soobin, casi dando saltitos de alegría en su asiento.

El hombre alarmante, nunca antes había visto al pequeño Soobin tan seguro de sí mismo. Estaba feliz de que Soobin hubiera encontrado a alguien especial como Yeonjun.

La noche había llegado, y con ella, la hora de la cena. Era el momento en el que los padres de Soobin y él se tomaban un descanso de sus actividades y compartían en familia. Sin embargo, en lugar de ser un momento alegre y animado, reinaba un silencio incómodo en la mesa.

Soobin apenas tocó su comida, sintiendo el peso del ambiente tenso a su alrededor.

— Soobin, come — ordenó su padre, y el niño obedeció sin rechistar. Tratando de encontrar un tema de conversación, Soobin habló de su día en la escuela.

— Yo... hoy tuve escuela — dijo, esperando que sus palabras rompieran el silencio.

— Mm... — soltó su padre, sin mostrar mucho interés. Su madre, por su parte, estaba ocupada escribiendo en su tableta mientras hablaba por teléfono un poco alejada de la mesa.

Soobin se sintió desanimado por la falta de respuesta de sus padres, pero decidió seguir intentándolo.

— Hoy hice un amigo — soltó de repente, esperando que eso llamara la atención de sus padres. 

 — Mmm... ¿entonces yo pago tu colegiatura para que tengas amigos? — respondió su padre con voz grave, haciendo que Soobin se encogiera en su asiento y bajara la mirada hacia sus rodillas.

Recordando las veces anteriores en las que había sido reprendido por no poder socializar con los hijos de los compradores de su padre, Soobin se sintió abrumado por la sensación de no ser suficiente. 

 Las palabras de su padre le recordaron la vez en que lo regañaron por no poder socializar con los hijos de los compradores de su padre. Creía que lo elogiaría por haber logrado hacer un amigo."Estúpido, ni siquiera me elogian por mi perfecto promedio escolar, ¿por qué lo harían por algo tan simple?", pensó Soobin para sí mismo.

— Si, lo lamento, padre — respondió Soobin, sintiéndose derrotado. Su padre le ordenó que terminara su comida y se fuera arriba a terminar sus tareas.— Si — murmuró Soobin, bajando la mirada una vez más.

Mientras subía las escaleras hacia su habitación, Soobin se sintió abrumado por una mezcla de tristeza y frustración. Anhelaba el apoyo y la comprensión de sus padres, pero parecía que sus expectativas siempre estaban centradas en su rendimiento académico, dejando de lado su necesidad de amistad y conexión humana.

Sin embargo, a pesar de la falta de reconocimiento por parte de sus padres, Soobin encontró consuelo en el recuerdo de Yeonjun y la amistad que habían formado. La sonrisa en su rostro se volvió más genuina mientras pensaba en las risas compartidas, las conversaciones y el apoyo mutuo que habían encontrado el uno en el otro.

"Gracias, Yeonjun", susurró Soobin en voz baja, sintiendo gratitud por tener a alguien en su vida que lo valoraba por quien era, más allá de sus logros académicos. Aunque sus padres no parecían entenderlo, Soobin sabía en lo más profundo de su corazón que la amistad que había encontrado era un tesoro invaluable que le brindaba felicidad y apoyo en medio de la soledad que sentía en casa.


Capítulo concluido el jueves 19 de agosto a las 22:37 del 2021

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