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Era un sábado por la tarde, un día especial para Yeonjun, ya que significaba que no tenía que ir a la escuela. Como cualquier niño, anhelaba esos días libres de las burlas y los comentarios hirientes de sus compañeros de primaria.

Desde muy pequeño, Yeonjun había sido objeto de burlas por parte de sus compañeros. Le decían que era una niña, que no debía llevar ropa rosa y que debía gustarle el color azul, como si los colores tuvieran género. A sus ocho años, se sentía confundido y herido por esos comentarios. ¿Cómo era posible que algo tan simple como los colores pudiera causar tanto conflicto en su vida?

Sin embargo, en lo más profundo de su corazón, Yeonjun sabía que sus compañeros estaban equivocados. Su madre le había enseñado desde pequeño que los colores no tenían género, que él tenía el derecho de elegir el color que más le gustara. Y su color favorito era el rosa pastel, un tono suave y delicado que le transmitía alegría y calma.

No le era creíble que su madre le estuviera mintiendo. Ella lo amaba incondicionalmente y siempre le había enseñado a ser fiel a sí mismo. No, no podía ser verdad. Su madre no mentiría de esa manera. Así que ella tenía razón.

Pero ese sábado, Yeonjun no tenía que soportar ninguno de esos estúpidos comentarios. Lo que más le gustaba de los sábados era ayudar a su madre en la pastelería. Era un lugar hermoso, decorado en tonos pasteles, pero sobre todo en rosa pastel. Las sillas, los muebles, las paredes e incluso los pasteles, todo tenía ese tono suave y reconfortante.

El aroma que impregnaba el lugar siempre era tan hogareño y acogedor. Su madre se esforzaba por mantener el local limpio y ordenado, creando un ambiente cálido y acogedor para sus clientes. Yeonjun se sentía afortunado de poder formar parte de ese mundo de dulzura y amor.

Después de terminar algunas tareas pendientes en casa, Yeonjun caminó hacia la tienda, que se encontraba muy cerca de su hogar. Cada paso que daba lo llenaba de emoción y felicidad. Llevaba puesto su suéter rosa favorito, uno de los muchos que tenía, pero ese en particular era su tesoro. Combinaba perfectamente con sus jeans de un tono celeste pastel, creando una armonía de colores que reflejaba su personalidad única.

Al entrar a la tienda, una sonrisa se dibujó en el rostro de Yeonjun al escuchar el tintineo que hizo la campana en la puerta. Ese sonido era como una melodía que le transmitía una sensación  nostálgica, combinada con el dulce aroma que impregnaba el local. Era como si todo en ese momento se alineara perfectamente, creando un ambiente mágico y lleno de amor.

Yeonjun se sentía en casa en la pastelería de su madre. Era un lugar donde podía ser él mismo, rodeado de colores que amaba y de aromas que le recordaban la calidez del hogar. Cada visita a la tienda era un recordatorio de que su madre lo aceptaba tal como era y que siempre estaría allí para apoyarlo. Se sumergía en el ambiente acogedor de la pastelería, Yeonjun sabía que estaba en el lugar correcto. Era un refugio donde podía ser libre y auténtico, rodeado de la belleza del rosa pastel y el amor incondicional de su madre.

— Mmm, fresas — dijo Yeonjun, dejando escapar un suspiro de deleite al percibir el dulce aroma que llenaba el aire. Las fresas eran una de sus frutas favoritas, y siempre le recordaban a momentos felices compartidos con su madre en la pastelería.

Al escuchar la voz de su hijo, la madre de Yeonjun levantó rápidamente la mirada, su rostro iluminado por una sonrisa amorosa. Yeonjun era su único hijo, su tesoro más preciado, y siempre encontraba alegría en cada momento que pasaban juntos.

Dando brinquitos de emoción, Yeonjun se acercó a su madre, sus ojos brillando con felicidad.

— ¿Qué pasa, Yeonjunnie? — preguntó su madre, curiosa por la expresión radiante en el rostro de su hijo.

— Hoy estoy feliz, mami — dijo Yeonjun con una sonrisa radiante, mientras caminaba hacia el colgador para tomar su delantal. Era SU delantal, nadie más podía usarlo, solo él. Su madre así lo había ordenado, era el delantal especial de su pequeño ayudante.

La madre de Yeonjun no pudo evitar reírse ante el amor que su hijo mostraba por su delantal. Disfrutaba hacer pasteles y disfrutaba que Yeonjun podía hacerlos con ella.

— Ya veo — dijo la mujer divertida, tomando una goma para el cabello y sujetando el cabello de Yeonjun, que ya estaba algo largo. — Bien, ¿me ayudarías con la mezcla?

— ¡Claro que sí! — exclamó Yeonjun emocionado, listo para sumergirse en la magia de la repostería junto a su madre.

La parte favorita de Yeonjun era cuando llegaba el momento de decorar los cupcakes. Aunque su especialidad no eran los pasteles en sí, los cupcakes eran su verdadera pasión. Siempre buscaba ser original y creativo en sus diseños, llenándolos de colores vibrantes y divertidos, al igual que él mismo. Era algo que su madre amaba tanto, ver la expresión de alegría en el rostro de su hijo mientras daba vida a cada pequeña obra de arte comestible.

Ese día, el local de la pastelería no estaba tan lleno como de costumbre, ya que era un poco tarde y la mayoría de los clientes solían venir a desayunar o hacer pedidos por la mañana. Pero eso no disminuía la emoción y la dedicación de Yeonjun mientras trabajaba en los cupcakes. Cada uno de ellos estaba decorado con  amor.

Finalmente, los cupcakes estaban listos, y Yeonjun se sentía orgulloso de su trabajo. Se quitó el delantal con cuidado y lo colgó nuevamente en su lugar designado, como si fuera un ritual sagrado.

— Ten, Yeonjun, puedes comer uno — dijo su madre, entregándole un cupcake con una sonrisa llena de orgullo y cariño.

Yeonjun miró el delicioso cupcake frente a él, sintiendo una mezcla de emoción y gratitud. Dudó por un momento, preguntándose si realmente debía aceptarlo.

— ¿Segura, mamá? — preguntó Yeonjun, buscando la confirmación de su madre.

— Por supuesto que sí, hijo — respondió su madre con ternura — Te esforzaste mucho y lo hiciste con tanto amor. Tómalo como un premio por tu trabajo duro.

Yeonjun asintió, sintiendo una oleada de felicidad. Tomó el cupcake entre sus manos con cuidado, apreciando cada detalle de su creación. ¿Cómo iba a negarse a disfrutar de algo que había hecho con tanto amor y dedicación?

Caminó hasta una de las mesas del local, encontrando un lugar tranquilo donde pudiera saborear su creación. Cada mordisco era una explosión de sabores y texturas. 

Después de unos minutos de disfrutar de su merecido premio, la campana de la puerta sonó, interrumpiendo su momento de deleite. Yeonjun levantó rápidamente la mirada, curioso por ver quién había llegado.

Para su sorpresa, era una mujer, un hombre y un niño. Nunca los había visto antes en la pastelería, y eso era extraño, ya que conocía a la mayoría de los clientes habituales.

Los tres individuos traían consigo una mirada fría y oscura, al igual que su ropa, que se basaba en trajes oscuros. La mujer llevaba un vestido ajustado que se adaptaba a su cuerpo, acentuando su presencia imponente.

Yeonjun frunció el ceño con desconfianza al verlos, pero rápidamente relajó su rostro, recordando las enseñanzas de su madre de no juzgar por las apariencias y darle una oportunidad a las personas.

Los recién llegados caminaron hacia el mostrador, y la madre de Yeonjun los recibió con una sonrisa sincera y amable.

— Buenas tardes y bienvenidos a Bakery Soft — saludó su madre con calidez — ¿En qué puedo servirles?

El niño que los acompañaba miraba a su alrededor con confusión, como si estuviera fuera de lugar.

— ¿Qué te parece, hijo? — preguntó la mujer que lo acompañaba, su voz resonando con frialdad y desdén.

La pregunta sonaba tan distante y fría, tan diferente a la voz amorosa de su madre. Yeonjun frunció el ceño, sintiendo una punzada de desconfianza, pero rápidamente recordó las palabras de su madre y decidió darles una oportunidad.

El niño se acercó a uno de los cupcakes que Yeonjun había hecho con tanto esmero y dejó escapar una risa despectiva.

— Infantil — dijo con desdén, como si menospreciara el trabajo y la creatividad de Yeonjun.

Yeonjun sintió una mezcla de tristeza y enojo al escuchar esas palabras. ¿Cómo podía alguien llamar "infantil" a sus pastelitos de conejito que tanto le había costado crear? Pero recordó las enseñanzas de su madre una vez más y decidió no dejarse llevar por la negatividad.

Respirando hondo, Yeonjun se recordó a sí mismo que lo aprendido en la pastelería era valioso, sin importar lo que otros pudieran decir. Siguiendo el ejemplo de su madre, decidió responder con amabilidad y compasión, esperando que su actitud pudiera cambiar la percepción de aquél que lo juzgaban.

Con una sonrisa amable en su rostro, Yeonjun se acercó a la mesa donde estaba sentado y tomó un cupcake decorado con forma de conejito. 

La madre de Yeonjun simplemente rio ante el comentario del pequeño, sin darle importancia. Yeonjun no entendía por qué su madre mostraba tanta ternura hacia el niño, pero decidió no darle más vueltas y continuar con lo suyo.

— Estos son los cupcakes que mi hijo Yeonjun y yo hicimos, son muy aclamados en nuestra pastelería — dijo la madre de Yeonjun con orgullo, presentando los deliciosos postres a los visitantes.

Los adultos continuaron conversando mientras el niño inspeccionaba el local con curiosidad. Su mirada recorrió los pasteles, el suelo y las mesas, hasta que finalmente se posó en Yeonjun, quien se encontraba sentado en una de las sillas, disfrutando de su cupcake de zorrito.

Yeonjun se sintió un poco incómodo ante la mirada directa del niño, sin saber cómo reaccionar. Optó por seguir el ejemplo de su madre y le dedicó una sonrisa algo tímida, tratando de romper el hielo.

El niño simplemente suspiró y se sentó frente a Yeonjun, sin decir una palabra. Yeonjun se relamió los labios nerviosamente, sintiendo un calor invadir sus mejillas mientras los ojos oscuros del niño lo observaban detenidamente.

Sin saber qué más hacer, Yeonjun desvió la mirada hacia su malteada de fresa y la tomó rápidamente, tratando de distraerse. Se sentía un poco abrumado por la presencia de Soobin, pero al mismo tiempo, algo en él le resultaba intrigante.

— ¿Cuántos años tienes? — preguntó el niño rompiendo el silencio.

— Tengo ocho años — respondió Yeonjun, deteniéndose en su intento de beber su malteada.

— ¿No eres muy pequeño para estar aquí sin tus padres? — cuestionó el niño con curiosidad.

Yeonjun negó con la cabeza, señalando hacia su madre que estaba ocupada conversando con los padres del niño.

— Mi casa está muy cerca y mi madre está aquí — explicó Yeonjun, tratando de transmitir tranquilidad.

— Oh, entonces tú eres Yeonjun — dijo el niño sin mostrar ninguna expresión en su rostro. Yeonjun asintió, sintiéndose un poco más cómodo al saber que Soobin conocía su nombre.

— ¿Y tú cómo te llamas? — preguntó Yeonjun con curiosidad.

— Soy Soobin — respondió, sin mostrar ninguna emoción en su voz. Yeonjun continuó disfrutando de las fresas que rodeaban el cupcake de zorro, mientras Soobin lo observaba con una sonrisa divertida en el rostro. — Supongo que a ti se te ocurrió la idea de hacer cupcakes con forma de animales — comentó Soobin, con un tono de ironía en su voz.

— Sí, la idea fue mía — respondió Yeonjun con orgullo — Y a pesar de lo que puedas pensar, es una idea increíble y muy bonita.

Soobin arqueó una ceja y sonrió, pero su sonrisa parecía estar cargada de ironía.

— ¡Hey! — exclamó Yeonjun cuando Soobin tomó su cupcake — ¿Qué estás haciendo?

— ¿Harás cupcakes de Mickey Mouse después? — preguntó Soobin, observando el diseño de zorro en el cupcake.

— ¿Y a ti qué te importa? — respondió Yeonjun, sintiéndose un poco molesto por la actitud de Soobin.

Soobin simplemente rió y se llevó un pedazo del cupcake a la boca, saboreándolo con una expresión de satisfacción en su rostro. 

Yeonjun frunció el ceño, enojado por la forma en que Soobin se había comido su cupcake. A él le gustaba saborear cada parte del postre, deshaciéndolo poco a poco. Sacaba primero el envoltorio y las chispas, luego se comía las orejitas, los ojos y la boca, hasta llegar a la masa. Pero aquel niño había devorado rápidamente la nariz, la boca y los ojos de su zorrito.

— ¡Así no se comen los cupcakes! ¡Dámelo! — exclamó Yeonjun, extendiendo la mano para recuperar su creación.

Soobin negó con la cabeza, levantando el cupcake fuera del alcance de Yeonjun.

— Así se comen, tú los comes muy lento — respondió Soobin con una sonrisa burlona.

— ¡Dame mi zorrito! — insistió Yeonjun, sintiéndose frustrado por la actitud de Soobin.

En ese momento, la voz del padre de Soobin resonó en el local, haciendo que ambos dieran un pequeño salto de sorpresa.

— ¡Entrega el cupcake al niño si no quieres enfrentar las consecuencias! — advirtió el padre de Soobin con firmeza.

Soobin bajó la mirada hacia Yeonjun y finalmente le entregó el cupcake, disculpándose ante su padre. Se volvió a sentar frente a Yeonjun, pero esta vez evitó mirarlo directamente. Pasaron unos minutos en silencio antes de que Yeonjun decidiera hablar de nuevo.

— Creo que empezamos con el pie izquierdo, bueno, tú empezaste — dijo Yeonjun, tratando de romper el hielo — Me llamo Choi Yeonjun, tengo 8 años y me encantan los animales, los pasteles y el color rosa.

Soobin asintió lentamente, mostrando un poco más de interés.

— Me llamo Choi Soobin, tengo 7 años — respondió el niño, revelando su nombre. Yeonjun ladeó la cabeza, curioso por conocer más sobre Soobin.

— ¿Solo eso? ¿No tienes algo más que te guste? ¿Un color favorito?— preguntó Yeonjun, esperando descubrir algo en común con el otro niño.

Soobin hizo una mueca y jugueteó con sus manos.

— Mmm... yo... — carraspeó antes de continuar — No tengo un color favorito.

Yeonjun frunció el ceño, sorprendido por la respuesta de Soobin.

— Oh, entiendo — dijo Yeonjun, mordiendo el fondant naranja de su cupcake — Hay muchos colores bonitos, antes no podía decidir, pero ahora estoy seguro.

Soobin pareció tensarse un poco y comenzó a jugar nerviosamente con sus manos.

— ¿Entonces te gusta el rosa? — preguntó Soobin, mirando sus propias manos entrelazadas.

— Sí, me encanta el rosa. Queda bien con cualquier color y es simplemente hermoso — respondió Yeonjun, admirando el color de su cupcake.

Soobin susurró un "sí" casi inaudible, mientras seguía mirando sus manos. Parecía haber algo más detrás de su aparente indiferencia, pero Yeonjun decidió no presionarlo más. Tal vez con el tiempo, Soobin se abriría y compartiría más sobre sí mismo.

— ¿De verdad opinas eso? — preguntó Yeonjun, mostrando una gran expresión de sorpresa en su rostro.

— Ehh... yo... bueno... — titubeó Soobin, levantando la mirada y sintiendo cómo su corazón latía más rápido al ver la sonrisa radiante y los ojos brillantes de Yeonjun — ¡Sí! Quiero decir... es un color muy bonito.

— ¡Genial! — exclamó Yeonjun emocionado — Todos mis compañeros dicen que es un color horrible y que solo es para niñas.

— No es cierto, es un color lindo — afirmó Soobin, sintiéndose más seguro de su opinión.

Yeonjun sonrió aún más y volvió a beber su malteada, disfrutando del dulce sabor.

— ¡Opino igual! Me encanta el rosa — dijo Yeonjun con entusiasmo.

— Eso está bien — respondió Soobin, asintiendo.

En ese momento, Yeonjun ofreció compartir su cupcake con Soobin, que aún no había terminado.

El menor asintió y tomó el cupcake que le ofrecía Yeonjun. Ambos disfrutaron de su postre en silencio, saboreando cada bocado.

Yeonjun rio al ver la crema batida que había quedado en los labios de Soobin y se acercó a él con una servilleta.

— Estás todo manchado — dijo Yeonjun riendo mientras limpiaba suavemente el rostro de Soobin.

— Gracias, Yeonjun — agradeció Soobin, sintiéndose agradecido por la amabilidad del mayor.

— No te preocupes, mi mamá también me limpia — respondió Yeonjun con una sonrisa.

Ambos niños rieron juntos, disfrutando de su momento de amistad. Yeonjun continuó bebiendo su malteada, mientras Soobin saboreaba el cupcake que le había dado su nuevo amigo.

— S-señores Choi, lo lamento, pero no puedo hacer esa cantidad de pasteles en tan poco tiempo — se disculpó la madre de Yeonjun, con una voz preocupada.

La voz de la madre de Yeonjun se escuchó a lo lejos, respondiendo a los señores Choi.

— Está bien, si su servicio no es lo suficientemente completo, me temo que tendré que buscar otra pastelería que esté dispuesta a cumplir con nuestras condiciones — respondió el padre de Soobin, con cierta decepción en su tono.

La madre de Yeonjun parecía preocupada y se disculpó nuevamente.

— Dejaremos nuestra calificación en la página web de Bakery Soft. Según yo, su eslogan es claro: "Donde los pasteles son tan dulces y encantadores como el servicio". Tendrá que solucionar eso si no cumple con los requisitos — advirtió el padre de Soobin, dejando claro su descontento.

La mujer asintió sin decir nada más, y luego se dirigió a su hijo.

— Soobin, hijo, nos vamos — anunció, llamando la atención del niño. Soobin asintió y se levantó de su asiento.

— Fue un gusto conocerte, Yeonjun. Adiós — se despidió Soobin, acercándose a Yeonjun y besando una de sus mejillas.

Yeonjun sintió cómo sus mejillas se calentaban ante el gesto inesperado.

— Adiós... Soobin — respondió Yeonjun, despidiéndose con una sonrisa tímida.

El niño y sus padres se fueron, dejando a Yeonjun con una sonrisa de oreja a oreja por el encuentro que habían tenido.

Sin embargo, la alegría en el local se vio interrumpida por un sollozo. Yeonjun dirigió su mirada hacia su madre y se dio cuenta de que estaba llorando. 

30 de mayo del 2021

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