20- 03- 2000

Philadelphia. U.S.A.

Apagué el motor y me quedé en el auto por unos minutos, reuniendo los fuerzas para esa llamada telefónica y mirando la lluvia, la acera inundada, un idrante.

Una cosa horrible, decía Nabokov, o Humbert Humbert, si prefieren, decía que esperaban ser lamidos por la lluvia que goteaba como sangre heráldica

Eso decía.

Pero eso, es solamente una demostración de cómo mi mente comenzaba a delirar bajo la presión de tener que mortificar a la adorable Michelle Duval con la mortificante y, igualmente mortificada, realidad.

Al final, decidí llamar al Hotel donde ella se encontraba, el cual parecía ser un lugar como el que había visitado ____

De la nada, imaginé a Michelle de regreso de la playa.
Cálida, bronceada, atónita, sorpresa.
Y por poco, no lloré de pasión y remordimiento.

La llamé desde una cabina telefónica de puro cristal en la orilla de la acera, la cual aún estaba mojada por las lágrimas de una espeluznante tempesta

Su voz era distante, pero agradable, me saludó con tanto amor inesperado y tanta delicia en el haberme escuchado hablarle después de cinco una semana.

Mon Chère, ¿Como te diría, si me tratas así, que yo he comprendido, que solamente fuiste el resultado de la desesperada búsqueda de un pañuelo que secara mis lágrimas?

Yo no pude hacerlo, pero se lo diría de manera de provocarle solamente un mínimo de lo que sería la herida original, pero con un buen propósito, el de poder librarme de un anillo invisible, el cual regalaría a aquella otra alma pérdida.

“ - ¿Sabes cuál es el problema, Michelle? - le dije, con la voz que temblaba como las lágrimas instables en mi mentón

- ¿Cual, cariño?

- Que yo te quiero - susurré-  y creo que tú me amas...”

Y por eso, ella tuvo que creer que era mi sinceridad, un sacrificio por amor suyo.

Otra mentira, la que me obliga a una condición: mentiroso repugnante, que se enorgullece de una exquisita, delicadísima prueba de amor, atribuyéndose una generosidad mucho mayor, al menos según lo solicitado y existente.

Creo que, Michelle, si no hubiera comenzado a lagrimear silenciosamente y de manera ahogada, me habría gustosamente mandado al otro mundo, si no hubiera tenido aún más el deseo de castrarme.

From: Aidan Gallagher
About: Michelle Duval.