n/a; . Hanamichi Sakuragi. Akira Sendoh. Rukawa Kaede. Escenario.
Escuchen la musikita es linda

¡Voten y comenten o 🔫! <3

💌|Hanamichi Sakuragi.

La fuerte lluvia provocó que las piernas de ambos empezaran a avanzar a un ritmo acelerado. Buscando donde refugiarse.

El adulto al ver tu cuerpo tiritar se sacó su chaqueta, poniéndola sobre tus hombros.

—No, Hanamichi —, te moviste de
bajo de ella, tratando de sacartela, pero la mano de tu novio te detuvo —. Tú también tienes frío.

—Estoy bien.

Tomó tu mano, causando que tus pies siguieran los suyos.
Pisaban charcos formados por el tempestuoso clima.
Empezó a correr y le seguiste felizmente.

Amabas la lluvia; el olor fresco inundando tus fosas nasales, el aire frío erizando tu cuerpo.
Dando paso al crecimiento de todo ser que estuviera bajo su tacto.

Todo estaba oscuro, por lo que no viste el agujero que se aproximaba hacia ti. Cayendo de cara hacia el suelo, arrastrando al pelirrojo. Aunque este último, al tener buen equilibrio, sólo tropezó torpemente.

—¡Nombre! ¿Estás bien?

Sobaste tu mojado rostro, arrastrando la tierra y suciedad en ella. —S-sí —. Susurraste —. Que tonta soy.

—Lo eres —, dijo el pelirrojo. Te levantaste fuertemente para darle su merecido.
En consecuencia tu pareja empezó a correr y tú a perseguirle.
Veías como las gotas de lluvia caían sobre su rostro, dándole un aspecto majestuoso. Tus piernas daban grandes zancadas, alcanzando su presencia en cuestión de segundos.

Cuando llegaste a su lado tomó tu antebrazo, jalando de él. Viste como te llevaba hacia un pequeño callejón, adentrándose en él.

Aprisionó tu cuerpo contra la pared de ladrillos, sus fuertes brazos a cada lado de tu cabeza.
Agachó su cabeza hasta llegar a la altura de tu sonrojado rostro.
Te miró fijamente, para luego bajar hasta tus labios. Juntando sus respiraciones.
Un beso apasionado que acaloró la situación, eliminando el frío de sus maduros cuerpos. El paso de los segundos naturalizó la lujuria; abriste tu boca, dejando camino a la lengua del pelirrojo.
Bajó sus manos hasta tus piernas, levantando lentamente tu falda, acariciando tu muslo.

Separaron sus rostros. Viéndose uno al otro, Hanamichi observó tus rasgos bajo la lluvia. Tu pelo mojado, las gotas cayendo por tus pómulos y tus labios levemente abiertos, intentando volver a tu respiración normal.

La chica más preciosa.

—Te amo —. Pronunció bajamente el hombre, creando un ambiente donde ambos mandaban. Subiste tu mano, acariciando sus facciones delicadamente, mimándole. Entonces la confusión en su mente se disipó, esta se alineó con su corazón. Eras la mujer con la que quería compartir sus alegrías y penas, con la que quería envejecer —Cásate conmigo.

💌|Akira Sendoh

Llevabas un vestido de novia occidental, ceñido a tu cuerpo. Era de mangas largas, tu madre lo había hecho, a tu gusto. Como todo en ese día.

Era el momento de escuchar los votos de un novio.

—Yo, Akira Sendoh, con esta mano sostendré tus anhelos, tu copa nunca estará vacía porque yo seré tu vino. Con mi cariño alumbraré tu camino. Y con este anillo, pido tu vida para compartirla con la mía.

Sabías que sus palabras venían desde su corazón, el mismo día era fé de aquello.

Tomó delicadamente tu mano, dispuesto a deslizar por tu dedo el anillo. Pero su cara de estrés te advirtió.

—¿Qué dedo era...? —Susurró, buscando tu ayuda.

—En el cuarto dedo de la mano izquierda —. La voz del hombre que les casaba sonó tajante.
Y eso solo aumentó el nerviosismo de tu pareja.

—¿De izquierda a derecha o de...?

—En el anular —Dijiste, divertida. Mirando las gotas de sudor en el pelinegro. Te agradeció internamente y prosiguió a colocarlo.

—¡San Sankudo! ¡San Sankudo! —El grito de Hanamichi restauró la energía en ambos.

—¡Hana! —. La delicada Haruko trató de silenciar al hombre, en vano, ya que el niño en sus brazos no se lo permitía.

La fingida tos del juez de paz les hizo saber que tenían que seguir.
Sirvió en dos vasos la primera ronda de sake.

Tu hombre agarró el vaso, para luego mirarte, provocando que tu también sujetaras la delicada copa.

Ambos tomaron el alcohol, una mueca de desagrado se adueñó de tu rostro. Provocando una risa en los casi escasos invitados.

—¿Es necesario que sean tres?

—Sí

Tomaron las tres copas, sorbos de cielo, tierra y hombre.

Juraron su amor frente a lo mortal e inmortal. El amor de adolescentes trascendió más allá hasta convertirse en uno sólido y fructífero.

Unos aplausos llenaron todo el lujoso salón, dando fin a la tan esperada alianza. Nunca creíste sentirte tan feliz y gozosa, tus ojos soltaron lágrimas, que fueron secadas por la mano de tu ahora esposo.

"Te amo" Un corto pero afable beso selló la instancia. Su amor era como el sol, brillante y lleno de luz.

...
Mi corazón no deja de hablarle a mi mente y le dice que estoy enamorado de ti.

💌|Rukawa Kaede

El viento jugaba en contra de tu largo y liso pelo, tus manos guardadas en tu regazo, evitando que tu falda se levante.

Esbozaste una sonrisa genuina al ver como el fino cabello de Rukawa se movía en sintonía con el aire.

El arte que te deslumbraba todos los días.

Volviste tu mirada hacia el picnic que estaban haciendo, frutillas, pastel, helado adornaban la tela que descansaba sobre la hierba.

—Me gusta el olor a lavanda.

—¿Sí? —, no sabías que Kaede disfrutara de la belleza surrealista.

—Me recuerda a ti —, el chico te miró, provocando un sonrojo en tus pómulos —. Eres igual de linda que una flor.

No dijiste nada, pero las palabras de tu novio habían tocado tu corazón, instalándose en él. Pocas veces Rukawa se abría para sentir.

—Gracias.

El azabache tomó un pedazo de torta coronada con una cereza. La acercó hasta tu rostro, en reacción abriste tu boca, probando no solo el pastel, sino el amor que profetizaba el hombre en cada acción.

Antes de que pudieras terminar de tragar el postre, puso su mano en tu mejilla, con su pulgar acarició tu rostro. Cerraste los ojos ante el tacto, y al sentir su aliento cercano al tuyo, te preparaste.

Sus labios rozaron los tuyos, te impulsaste, cortando la nula distancia de estos. Sostuvo su palma en tu cabello, jugando con él. Separaste tus labios, dejando que la pasión te llevara a lugares nuevos, lugares donde nadie va.

La mano que estaba en tu mejilla, bajó hasta tu brazo, subiendo y bajando en el. Provocando un escalofrío que terminó en tu abdomen bajo.

Ambos terminaron el vaivén carnal, abriendo los ojos. Contemplaron las facciones alteradas del otro.

—¿Tú también sientes lo mismo que yo? —Su mano derecha volvió a la parte superior de tu fisonomía. Copiaste su acción. Asintiendo, también lo amabas, con todo tu corazón —. Mientras más te conozco, más te quiero y más me aseguro que quiero pasar el resto de mi vida a tu lado. Contigo, solo contigo.

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