03
19 de marzo, 1962.
Meseros corrían de aquí a allá tomando órdenes en el enorme salón principal de aquel prestigioso restaurante. El aire capitalino se respiraba diferente. La gente era diferente y finalmente luego de años Jisung pudo acoplarse a ellos.
Caminaron hasta su mesa guiados por el anfitrión. Se sentaron frente a frente cerca del escenario vacío y una mesera llegó a tomarles la orden.
-No puedo creer que nunca hayamos venido, es hermoso. -La voz de Dae salió incluso con más emoción de la que Jisung sentía.
Ese día, como en los últimos cuatro años, había elegido su mejor atuendo. Se arregló el cabello y combinó la corbata con el vestido azul de su esposa para celebrar con una cena su cuarto aniversario de matrimonio.
Después de todo, la vida de casados no era tan difícil como creía.
-No puede ser -la mujer habló de repente y Jisung volteó a verla sin entender a qué se refería-. No pueden ser ellos, qué gran coincidencia.
-¿Ellos? ¿De quienes hablas?
-Los Lee, del pueblo, ¿recuerdas? Eras muy amigo de ellos.
Jisung se tensó en el asiento y su corazón comenzó a ir más rápido. Pasaron varias opciones por su mente intentando desviar la correcta que sabía no podía pensar. No debía hacerlo. No debía hablarle, mirarlo o incluso de decir su nombre.
Había peleado contra sí mismo durante mucho tiempo para olvidarlo y perder el tiempo era perderse a sí mismo, a su esfuerzo, a lo que alguna vez fue pero no pudo abandonar. Y él lo había hecho. Lo había abandonado a mitad de un puente mal construido y que acabó rompiéndose. Él se rompió también.
Miró en la dirección indicada por Dae y el perfil de ese hombre que le quitó el sueño por años estaba allí, a metros suyo, a solo pasos de volver en el tiempo, con la vaga oportunidad de recuperar una historia o perderla y seguir su vida monótona y serena junto a su esposa. La mujer con quién compartía anillos, con quién compartía la cama y últimamente unos cuantos secretos.
-Vamos a saludarlos.
Negó repetidas veces con la cabeza mientras la mujer insistía. Acabó arrastrándolo hasta la otra punta del restaurante donde el hombre y su mujer cenaban en medio de una plática que no lograron oír.
Quiso correr pero quedó petrificado ante una mirada encantadora, pura. Una mirada que conocía desde tan cerca como para reconocer a kilómetros. Estaba allí, mirándolo como si años antes no hubiera renunciado a hacerlo. Como si no hubiera ignorado sus súplicas para que regresará o las decenas de cartas llenas de lágrimas que nunca fueron respondidas.
Reaccionó a la voz de su esposa pero apenas pudo hablar. Hyori se puso de pie para saludar a Dae e hizo un gesto a Minho para que hiciera lo mismo.
-Que alegría verlos luego de años. ¿Cómo están?
La señora Lee preguntó y añadió dos sillas más a la mesa. Se cambió junto a Minho dejando a la pareja frente a ellos.
-Nosotros bien, justo hoy estamos celebrando nuestro cuarto aniversario de matrimonio -respondió la mujer al ver que Jisung apenas se inmutaba.
-¿Cuarto ya?
-Sí, ¿no es increíble? El tiempo pasa demasiado rápido.
Cambiaron el pedido de mesa y acabaron cenando juntos esa noche que no pretendían verse, no estaban listos para eso luego de tanto tiempo sin explicaciones, sin excusas.
Las mujeres no cerraron la boca en toda la noche. En el escenario una banda poco conocida presentaba una canción de su álbum más reciente. En la mesa la noticia del cumpleaños de Kennedy y el canto de Marilyn parecía ser lo más importante.
-Yo lo encuentro todo un espectáculo -soltó Hyori de repente-. Cantarle el cumpleaños a su amante frente a todo un país sin el mínimo decoro, esa mujer es increíble.
-¿De verdad crees que ella y el presidente son amantes?
-Es más que obvio. Esa mujer persigue a cualquier hombre que se le cruce, mejor aún si tiene dinero. Y al presidente eso le sobra.
-Tienes razón, pero ella también es muy hermosa. Debería buscarse a alguien que sí le convenga y no meterse con hombre casados.
-Hermosa y vulgar es esa mujer. -Hyori dió un pequeño sorbo al vino en su copa.
Cabernet franc. Su favorito-. ¿Y a ustedes qué les pasa? Están tan callados -preguntó de pronto y ambos cruzaron cortas miradas que acabaron en nada.
Minho llevó un trozo de carne a su boca.
-Yo... voy al baño.
-Jisung...
-Ya vuelvo, Dae.
Habría corrido al baño si no fuera porque había mucha gente de pie. De repente las luces del escenario parecieron brillar más fuerte y parpadearon en dirección al público. Comenzó a marearse.
Entró al baño y se apoyó sobre el lavamanos. Estaba vacío y su cabeza hecha un desastre.
Maldijo por lo bajo cientos de veces, pero que no se comparaban a las que lloró años antes cuando de las decenas de cartas que enviaba, ninguna obtenía respuesta.
Se vio al espejo luciendo horrible. Todo de él parecía mal en ese momento; su cabello, su atuendo, la manera en que se comportaba, en que hablaba. Dejó caer todo el peso de su cabeza sintiéndose patético.
La puerta del baño se abrió despacio y pasitos se acercaron. Levantó la cabeza para ver a través de espejo y la figura del mismo chico de quién trató de huir estaba allí, frente suyo
-Tanto tiempo -dijo y Jisung frunció el ceño.
Una repentina lágrima quiso escapar pero fue atrapada en medio de la persistente mirada de Minho. Volteó a verlo finalmente por la curiosidad y rabia que sentía. ¿En serio se atrevía a mirarlo después de haberlo ignorado por tanto tiempo?
-Habría sido menos si me hubieras dicho que no querías saber más de mí.
-¿Qué?
-Eso. Al menos no habría parecido un estupido llorando y escribiéndole a alguien a quien no le importaba.
Minho ladeó la cabeza aún desentendiendo todo.
-¿A qué te refieres? Estuve meses esperando alguna carta tuya, pensando que ya te habías olvidado de todo tan fácil, ¿no crees que yo también me sentí mal? En ese matrimonio patético del que intenté huir tantas veces. -Un repentino nudo se formó en su garganta.
-¿Entonces no recibiste ninguna carta? Escribí tantas por tanto tiempo como-
-Tu padre. Él debe haberlas robado antes de que se enviaran, sabes que tenía contactos en todos lados.
-Pero él no tenía cómo saber que... no él no sería capaz de tanto.
-Fue tu padre el que me cagó la vida, que no te sorprenda tanto.
-¿Por qué dices que ya no se puede huir? ¿No has pensado en divorciarte?
-Todos los días, pero finalmente fue imposible, nunca llegaste y ya no se puede retroceder el tiempo.
-Pero porqué sería imposible, aún puedes pedirle el divorcio. Hoy en día no es tan difícil separarse y está más normalizado el-
-Tengo una hija, Jisung -interrumpió-. Con Hyori adoptamos a una niña hace un año.
Los labios de Jisung se abrieron, sorprendido.
-Era por eso, ¿entonces por qué...?
-Sabes que no puedo tener hijos. Hyori había estado insistiendo tanto que acabé aceptando que ya no volverías, pero mírame ahora, aquí, contigo, contándote todo. Resulta gracioso incluso.
Un hombre entró al baño. Minho se acercó a Jisung y se apoyó en el lavamanos, de espalda al espejo.
-¿Qué hay de tí? Sigues casado.
-Si, bueno, es lo que corresponde creo.
-¿Y no tienes hijos?
-Una niña -dijo y los labios de Minho se abrieron. Esperaba la respuesta y aún así no pudo evitar sorprenderse ante la idea de Jisung siendo padre-. Se llama Bora.
-Igual que tu madre.
-¿Aún lo recuerdas?
-También me sorprende -afirmó. La mirada en la puerta de entrada-. Seguro eres un increíble padre.
-Hago lo que puedo. Mi pequeña es lo más importante ahora. -Dio la vuelta para quedar con la espalda hacia el espejo-. Tú también serás un buen padre.
Minho soltó una pequeña risita que bastó para que el otro lo mirara.
-¿Estás de paso o vives aquí?
Jisung sonrió. Le contó de la academia, de un viaje a Francia hace unos meses en el que pudo presentarse sobre los escenarios parisinos que tanto amaba. Le contó de su banda y del reciente éxito que había comenzado a tener. Pronto se presentarían en un prestigioso restaurante de la capital Coreana y los nervios lo consumían.
Había dudado mucho tiempo acerca de sus habilidades, pensó incluso en dejarlo todo cuando apenas había comenzado a surgir. Sin embargo no podía acabar con lo único que lo mantenía en pie.
Le contó también de su cuaderno y de las canciones que escribió, que le escribió cuando pensó que había olvidado todo y simplemente lo dejó para siempre.
-Lo lograste al final.
-Aún me falta mejorar mucho, pero ya no estoy amarrado al pueblo.
-Imagino que estás más feliz ahora.
-No lo sé, se siente extraño, ¿sabes? Mientras estoy sobre un escenario lo soy. Cuando veo a mi pequeña lo soy, cuando... cuando veo a mi esposa también lo soy pero no se siente igual, cuando veo el anillo que llevo en el dedo yo... -hizo una corta pausa mientras miraba su anillo de matrimonio-. Olvídalo, no sé porqué te estoy diciendo esto, no te veo desde hace años y-
-No eres feliz en ese matrimonio, te entiendo. Pero es lo que nos tocó supongo, no es como que podamos huir así de un día para otro, tenemos una familia.
-Una familia... Si no estuviera Bora te diría que huyamos. Pero aún en esa situación parece una idea bastante infantil. -Se mordió sus labios resecos. Para ese entonces habían perdido la noción del tiempo o cuando llevaban en el baño.
-No lo creo. Te convertiste en todo un hombre, mírate. No pareces alguien que diría cosas infantiles o inmaduras.
-Lógicamente no soy el mismo, pero tú estás idéntico.
-¿Idéntico a quien? ¿Al Minho de antes? No lo creo, ese tipo murió hace años. Tu padre acabó con él.
-Idéntico al hombre del que me enamoré. No has cambiado nada.
Los ojos de Minho lo miraron casi suplicando porque se acercara. Podía sentir su corazón martillado en su pecho, con el miedo de que aún ese hombre fuera quien controlara sus sentidos, sus sentimientos, todo lo que anhelaba. Porque él ya no era suyo y en todos los casos eso era imposible.
Minho estaba casado. Jisung estaba casado.
Después de todo, ambos pudieron tener una familia.
Por caminos diferentes, pero una familia al fin y al cabo.
-Debería irme, no quiero acabar diciendo estupideces. Nuestras esposas nos están esperando y...
-¿Estupideces cómo que?
-No quiero seguir hablando, deberíamos volver.
Comenzó a caminar hasta la salida pero frenó ante el repentino hablar de Minho.
-Te extrañé tanto -confesó de repente. Jisung volteó para mirarlo-. Pensé que me buscarías, después de todo sabías dónde estaba quedándome. Hasta ahora pensé que había empezado a olvidarte pero creo que me equivoqué.
-Minho...
-Jisung yo... perdóname, esa vez cuando me dijiste que no querías casarte yo no hice nada para impedirlo, podría haberte llevado lejos, fui un cobarde, perdóname.
Una lágrima cayó por la mejilla del mayor.
Jisung se acercó para quitarla con sus dedos, era la primera vez que lo veía llorar.
-Nunca te culpé por eso, tu no lo hagas, Minho, no fuiste cobarde.
-¿Puedo abrazarte?
-¿Desde cuándo pides permiso para eso?
Soltó una risita nerviosa en medio de las lágrimas y de un cálido abrazo que había estado deseando desde un principio.
La puerta se abrió y otro hombre entró al baño. Los miró con cierto disgusto pero no dijo nada antes de retirarse, ellos tampoco lo habían notado.
Se separó para mirarlo a la cara. Minho había extrañado tanto esa mirada sincera, inocente. Esa mirada que años atrás lo volvía loco y que hoy tenía de nuevo frente a él.
-Creeme que me estoy conteniendo con todas mis fuerzas para no besarte.
-No lo hagas, no te contengas.
-No es tan fáci-
Fue interrumpido por un corto beso, lleno de ternura y nostalgia. Un beso que no podría ser descrito cómo algo más que mágico. Un beso que ni siquiera podía serlo porque sus labios apenas se tocaban, pero aún así sentían todo.
-Sí era fácil -admitió y Minho solo se rió, volviendo a besarlo con más fuerza esta vez.
Solo Dios sabía lo mucho que había querido repetir eso. Lo mucho que luchó contra sí mismo, contra su mente para olvidarlo resignandose a la idea de que su Jisung nunca volvería.
Ese Dios que según todos siempre quiso separarlos, pero que hoy estaba juntándolos de nuevo.
Minho apoyó una mano en el lavamanos a sus espaldas, con la otra lo acercó por la cintura.
No fue hasta que la puerta fue abierta de nuevo que se obligaron a si mismos a alejarse a una distancia considerable.
-Debemos volver.
Ambos asintieron y salieron del baño. Las mujeres los atacaron con preguntas sobre porqué tardaron tanto y se excusaron con la vaga mentira de que estaban reparandolo.
Llegó el postre con una conversación que ninguno de los hombres entendió.
-Ben E. King -dijo Minho de repente. La música de fondo comenzó y un hombre alto en el escenario empezó a cantar-. Amo esta canción.
When the night has come
and the land is dark...
Jisung no despegó la mirada de Minho quien tarareaba la canción.
...So darlin', darlin', stand by me...
Acabaron mirandose sin discreción mientras las mujeres parecían perplejas frente al chico sobre el escenario.
Minho sonrió y le rogó con la mirada al otro que se quedara a su lado, sabiendo que una vez pasaran las horas volverían a separarse.
***
Las luces del escenario se encendieron mientras se preparaba. El presentador lo anunció y una gran ovación terminó por recibirlo esa noche en uno de los bares más grandes de Seúl.
Estaba nervioso. Era la primera vez que presentaba esa canción al público y temía la reacción de los presentes.
Comenzó una corta melodía en la guitarra y se acostumbro rápido a tener miradas sobre él.
Recordaba la letra así que no fue necesario leerla. Tenía varios títulos en mente al momento de componerla, pero cuando finalmente se decidió por "Miserable" toda la letra calzaba a la perfección.
Siento curiosidad por lo que estás pensando, ¿dónde estás?
¿Quién está en tu cabeza en este momento?
Seguro ahora mismo estás buscando a alguien más.
Sé a dónde estás mirando, ¿qué haré con lo que siento?
Extendí mi mano hacia un futuro incierto y ahora estoy pagando las consecuencias.
No te muevas mucho, quiero quedarme atado a tí, y de alguna manera caminar contigo.
Me siento tan cansado pero no puedo renunciar a tí, cariño.
Eres parte de mi vida. Si tengo que dejarte ir prefiero estar muerto.
Esta discusión sin sentido termina una vez más con un "adiós"
Si esto es lo último de nosotros podría morir...
En medio de la canción, y de barrer al público con la mirada cayó sobre aquellos ojos como si de un imán se tratara. Cómo si no fuera él a quien le estuviera cantando la canción en su mente.
Se sintió nervioso pero siguió cantando ante la petición del público por otra canción.
Sin saberlo, esa fue la última vez que vio a Minho antes de viajar a Europa y quedarse allí gran parte de su vida.
Nació en Francia su segunda hija y se reencontró con Claire, quien tampoco lo había olvidado.
Lo invito junto a su familia a la pequeña casa que compartía con su novia.
Una inmensa alegría se apoderó del pecho de Jisung una vez la conoció. Ambas parecían tan felices, tan libres.
Dae prefirió no acercarse mucho a ellas, ni dejar que sus hijas las conocieran.
Jisung no pudo contradecirla sin embargo nunca dejó de ver a Claire.
Le contó su corta historia con Minho y ella lo abrazó por largas horas, consolandolo y secando una que otra lágrima que se escurría aunque intentara hacerse el fuerte.
Treinta y nueve años más tarde finalmente el sueño de ambas chicas, ahora dos mujeres adultas acabó cumpliendose.
En 2001 viajaron a los países bajos en compañía de Jisung solo para contraer matrimonio y ser oficialmente esposas.
Jisung entendió luego de años que no era un pecador. El mundo entendió por primera vez que no estaban haciendo nada malo. Hubo protestas en contra, cientos de personas rompiendo banderas que miles de parejas luego levantaron con orgullo, con un anillo en sus dedos y de la mano a la persona que amaban.
Lamentablemente para Jisung ya era demasiado tarde.
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