01
A lo largo de la historia se mencionan canciones de la época. Recomiendo reproducirlas en el momento para crear un mejor ambiente.
Corea del sur, 1957.
Un frío viento envolvía al pueblo en aquellas últimas tardes de otoño. Las hojas caían con gracia de los grandes árboles locales, formando una alfombra que pintaba las calles de tonos amarillos y anaranjados, y que crujía con el caminar de sus habitantes.
Un ambiente realmente agradable, y aunque no fuera el favorito de muchos en el pequeño pueblo en las afueras del país, la energía tan amena de los pueblerinos perduraba así fuera verano o invierno, las hojas cayeran de los árboles o crecieran flores de múltiples colores en los jardines de las casas más llamativas, o comúnmente llamadas las grandes familias de villa Boseong.
Y es que no todos corrían la suerte de haber nacido en una familia importante, de tener un apellido de renombre, de poder estudiar o incluso de saber leer. Para los empleados o simples campesinos aquello era algo imposible, un ideal que debía permanecer como eso porque nunca llegaría a ser. Porque a pesar de ser un pueblo muy unido existían divisiones. Una especie de jerarquía liderada por el más rico, por el dueño de la mitad de villa Boseong y que con solo desearlo podía tener a cualquiera bajo su mando.
El mayor de los Han ya había sacado provecho de eso muchas veces.
-Villa Boseong tendrá su primer cine. -Leyó el encabezado del diario aún con cierta incredulidad. Y es que para el señor Han, ver cambiar aquel pueblo no le provocaba más que una profunda nostalgia. Había vivido allí toda su vida y era testigo de cómo sus habitantes cambiaban con el paso del tiempo, así mismo como la tecnología había avanzado tan rápido en los últimos años-. Quién lo diría, pensé que no nos conocía nadie.
-Escuché que lo más probable es que esté listo para el año que viene -intervino una de las empleadas mientras servía el desayuno.
-¿Entonces es verdad que ya no será necesario viajar a Seúl para ir a uno? -la jóven sonrió emocionada, tomando el diario de su padre sentado en la cabecera de la mesa.
Una de las cosas que Han Byeol más amaba era pasar la tarde junto a su esposo en el gran cine de Seúl.
-No te emociones tan rápido, hija, aún ni siquiera sabemos quiénes son los dueños.
-Como si eso importara, papá. Un cine es lo mejor que le podría pasar a este aburrido pueblo.
Volvió la vista al periódico y el hombre rodó los ojos junto a un pequeño suspiro. Odiaba cuando de repente algún peregrino llegaba como si nada a instalarse y sacar provecho de su pueblo.
Vio a su hija emocionada y decidió quitar la atención del asunto. En unos días sería su segundo aniversario de matrimonio, por lo que arruinar su momento con esos comentarios tan pronto no parecía una actitud que él como buen padre debía tomar.
Más tarde negociaría con los dueños del cine para repartir las ganancias de alguna forma. No dudaba que sería todo un éxito.
Cuando el menor de los Han, Jisung, regresó al pueblo luego de unas vacaciones pagadas por su padre se dió cuenta de dos cosas.
La primera fue que la tecnología en Europa avanzaba a una velocidad que villa Boseong nunca alcanzaría. Y la segunda, no estar casado a su edad dejó de ser considerado como algo raro.
Había interactuado con muchos franceses los cuales tenían como prioridad sus propias vidas. Mujeres a las cuales no les hacía falta un marido para subsistir y que podían trabajar igual que los hombres, tener hijos y casarse si así lo creían conveniente.
El pensamiento europeo se había instalado en la mente de Jisung desde la primera vez que entendió que no estaba mal. Que no era un rarito, que no tenía un problema por no estar casado como sus hermanos.
El automóvil se detuvo frente a la gran mansión de los Han, su hogar desde que tenía memoria. Bajó las maletas con ayuda del conductor y las arrastró hasta la puerta.
Había estado fuera dos meses y poner un pie en casa lo hacía sentir como un forastero en tierras inexploradas.
Lo recibió una de las varias empleadas quien emocionada dió aviso a las otras para que prepararan la habitación del chico.
Una vez estuvo lista subió para comenzar a desempacar.
No negaba que había extrañado todo. Sintió como si esos dos meses fuera se hubiesen convertido en años. Regresar a su pueblo fue como un viaje al pasado. Un retorno a todo aquello que una vez fue suyo pero que por un tiempo dejó de pertenecerle.
Un viaje al espacio con pasaje de vuelta, que tristemente lo haría poner de nuevo los pies en la tierra.
Sacó luego de un rato un pequeño cuaderno de portada negra, cuyo detalle muchas veces lo había salvado de dar explicaciones haciéndolo pasar por una biblia.
Abrió la tapa de cuero buscando una hoja en blanco. Acostumbraba a escribir su vida en páginas vacías desde que tenía memoria. Leyó en un libro de la escuela hace años que tener un diario puede ayudar a organizar pensamientos dispersos. En ese momento no lo entendió pero había servido sin darse cuenta para controlar y soltar ciertas emociones que no lo favorecerían en lo absoluto, menos al rededor de su familia.
El único problema era que parecía ser una recomendación solo para las mujeres.
Aún así el decidió ignorar ese pequeño detalle.
Tomó un bolígrafo de su cartuchera y comenzó a escribir.
"Acabo de volver de mi primer viaje al extranjero y estoy más feliz que nunca. Amé cada rincón de París. Aún siento el aroma impregnado en mi nariz de aquel restaurante tan recurrente y en el que conocí a muchas personas increíbles que cambiaron por completo mi perspectiva acerca de muchas cosas.
Estoy tan ansioso por ver a mi padre y contarle detalles del viaje, solo espero su apoyo en la decisión que tomé. Me pondría muy triste saber que mi propio padre me da la espalda.
Más tarde intentaré escribirle una carta a Claire para hacerle saber que llegué bien. Espero volver a verla algún día, me haría muy bien tener a alguien con quién hablar y poder escucharla también... Fue bonito conocerla."
Se quedó un rato viendo su caligrafía en la hoja. El silencio era tan capaz de ensordecerlo como las enormes calles de la capital francesa. Quedó encantado ante aquel contraste y mantuvo la compostura inmóvil hasta que la puerta de su habitación fue abierta.
-Jisung. -La voz de su padre lo sacó de su pequeño trance obligándolo a cerrar el diario, guardarlo en un cajón y dirigirle la mirada con una genuina sonrisa. El hombre se acercó para palmearle la espalda en un cariñoso abrazo-. ¿Por qué no me avisaste que llegabas hoy?, te habríamos esperado con algún almuerzo especial, alguna sorpresa.
-Por eso mismo no le avisé, papá, no es necesario. -Se aproximó a la maleta para seguir desempacando el equipaje. Miró las bolsas de regalo a los pies de la cama y se las indicó a su padre-. Les traje unos recuerdos del viaje.
-Seguro tus hermanos estarán felices, sobre todo Byeol. Estaba como loca preguntando cuando llegarías.
El menor lo miró con una sonrisa enmarcada en su rostro.
-Tengo mucho que contarle, papá.
La emoción le capturó el cuerpo, así como cuando era niño y ansiaba conocer sus regalos de navidad días antes. La paciencia no era una de sus virtudes.
Se sentó en la cama junto a los recuerdos del viaje mientras sacaba algunas cosas de su maleta.
-No te desesperes que tienes toda la tarde para contarme. ¿Qué tal el ambiente Parisino? -Se sentó en la silla giratoria delante del escritorio y arrastró las rueditas aproximándose a su hijo. Jisung amaba deslizarse con ellas por la habitación-. ¿Conociste a alguna francesa? Dicen que allí están las mujeres más guapas.
Jisung solo soltó una carcajada y volvió a mirar a su padre.
-Papá, ya le dije que ese no era el propósito del viaje. Y no, no conocí a nadie. Intenté enfocarme en recorrer la ciudad, conocer gente. -Sacó de una carpeta algunas de las fotos que tomó durante las dos semanas de su estancia en París y se las entregó a su padre-. ¿Sabía que la mayoría de los jóvenes franceses no están casados? Es increíble el contraste con este pequeño pueblo todo anticuado.
-Te recuerdo que tú naciste en este pueblo anticuado.
-No se me olvida, papá, es solo que me sorprende. ¿Sabía también que en París las mujeres trabajan? Las jóvenes mayormente, es difícil verlas con hijos a esa edad. Todos parecen tan libres -susurró esto último mirando con cierta nostalgia y cariño una fotografía suya junto a Claire. Su cabellera rubia caía por los hombros y una sonrisa vislumbraba en su rostro. El cielo, la playa y una guitarra de fondo.
Había sido un momento muy bonito.
-No me digas que los liberales esos te metieron cosas en la cabeza porque me arrepentiré de haberte enviado a Europa.
-No, papá, allí todo es muy moderno. Hay muchos restaurantes de estos que se ven en las películas gringas donde tocan bandas muy famosas de la ciudad. -Buscó en la carpeta una foto de los varios restaurantes que visitó-. Me hubiera encantado subirme a algún escenario.
-¿Tú en un escenario? -Se echó a reír sobre la silla. El rostro de Jisung se tornó serio. No sabía que le parecía tan gracioso a su padre.
-Fui casi todos los días al mismo restaurante. -Seguía revisando fotografías. No fue hasta ese momento en que notó todas las que había tomado. Encontró incluso una del cielo. La mayoría era a color, la modernidad de Europa no dejaba de sorprenderlo. Le entregó una a su padre y continuó hablando-. Hubiera visto los shows de media noche. Ojalá pudiera reproducirlos ahora mismo para mostrárselos, papá, eran increíbles. Casi siempre iba la misma banda aunque variaba según horarios. Había una donde el vocalista tenía una voz muy grave. El trompetista también tocaba muy bien. -Hablaba casi perplejo, sumido en sus palabras y el momento que se reproducía tan vivido en su mente-. Y el saxofón, era increíble.
-Si te quedó gustando puedo mandarte de nuevo a Europa el otro año. Aunque tus hermanos no estén muy felices, acabas de llegar.
-No es el país. Podría ir a Seúl o quedarme aquí incluso si eso significa poder subir a un escenario. Creo que quiero ser músico, papá.
-Debes estar bromeando. -Una carcajada amarga, incomprensible para Jisung se hizo presente en la habitación, en medio de su corto arrebato de valentía. El hombre se levantó del asiento-. Por favor, Jisung, sabes bien que los músicos sean buenos o no acaban en la calle, y eso es lo último que quiero para mi hijo.
-No es una broma. Yo sé que me irá bien si me esfuerzo. Lo llevo pensando desde que acabé del colegio y creo que sería una buena idea que me mandara a estudiar a Seúl.
-Eres un Han, no puedes rebajarte de esa manera. No sabes lo que darían todos esos campesinos de allá afuera por tener la oportunidad de trabajar en un bufete, una empresa o algún trabajo de verdad.
-¿No cree que está siendo egoísta? La familia Han está llena de ancianos abogados, que aburrido.
Los labios del señor Han se apretaron antes de acabar diciendo algo hiriente de lo que pudiera arrepentirse luego. Sus hijos normalmente no le daban problemas, por lo que su reacción a estos nunca era la mas adecuada.
-Siempre te lo he dado todo, no tienes la mínima necesidad de estudiar, y aún así cuando decides hacerlo sales con que quieres ser músico. Pensé que eras el más inteligente de los Han pero veo que me equivoqué.
-Yo ya soy un hombre adulto, y tengo todo el derecho de decidir que quiero para mí vida. La música siempre ha sido mi sueño, papá.
-Si fueras un hombre sabrías que los sueños no existen, pero sigues siendo un niñito inmaduro. -espetó-. Tu única preocupación debería ser encontrar una mujer y casarte. Se te pasan los años y sigues soltero. Qué dirá la gente, el hijo de Han KyuMin sin esposa, da mucho que pensar.
Jisung guardó silencio y desvió la mirada. No era como si quisiera rechazar el amor de por vida, pero a esa edad, con ninguna chica tras suyo, el amor parecía estar rechazándolo a él, y no era precisamente algo que le molestara.
-Nunca se te ha visto alguna novia. Sabes que cuando el pueblo habla no hay quien lo detenga, y tú no ayudas mucho a que no inventen rumores de tu situación.
-En Europa no es raro estar solo a esta edad. No crea que me afecta.
-No es que sea raro, es necesaria una mujer a tu lado, pero veo que fue un error enviarte a Francia.
-No, papá, escúcheme yo... quiero otros planes para mi vida, solo eso -admitió comenzando a jugar con la tela de sus pantalones, la voz salió apenas haciendo su mayor esfuerzo por no quebrarse-. Yo no quiero casarme, papá. O al menos no con alguien que no amo.
-Jisung, hijo, mira, ¿te parece si hablamos más tarde? -El chico intentó detenerlo pero inevitablemente su padre se alejó hacia la puerta-. Ahora descansa, que el viaje debe haber sido agotador.
-Mamá habría entendido -murmuró cuando su padre se hubo marchado, dando un portazo que resonó en las cuatro paredes de la habitación.
Se sintió de alguna manera aliviado.
Desde que acabó la escuela estuvo bajo presión de su padre para que encontrara una esposa. Sabía que su madre nunca se casó enamorada y no quería condenar a alguna otra chica al mismo triste futuro. Tampoco quería condenarse a si mismo.
Él iba a ser músico, iba a tener su propia banda y subiría cada noche a un escenario como los que vio durante su estancia en París.
Su padre debía entender que los tiempos estaban cambiando.
(...)
-Si... sí, sí, muchas gracias, allí estaré.
Colgó la llamada sin despegar la mirada de la puerta. Su padre podía entrar en cualquier momento y aquel no parecía un muy buen escenario en su cabeza.
Había estado llamando a varias academias que para su mala suerte tenían llenos todos sus cupos. Esta última lo tomó por sorpresa y pegó un grito interno al saber que lo habían añadido a uno de los muchos postulantes. Debía presentar su audición en vivo y eso lo asustaba un poco. Desde pequeño tuvo pánico a las multitudes aunque amara las ovaciones del público cada que tocaba la guitarra en la escuela siendo solo un niño.
Todo parecía ser tan difícil, y esperaba con ansias poder viajar a Seúl para comenzar su nueva vida como artista. Lejos del pueblo, de su gente.
Bromeó con la idea de un nombre artístico. ¿Necesitaba uno? No era muy creativo por lo que guardó las dudas para otro momento.
Miró el calendario en la pared, debía presentarse allí el seis de enero. Apuntó la fecha en su diario para evitar olvidarlo aunque sabía no lo haría. Habría preferido ir antes de navidad y así aprovechar de pasar las fiestas en la capital, pero sabía que a su madre eso no le gustaría. Acostumbraban a pasar todas las fiestas en familia, hasta las celebraciones del día que el Señor Han llegó al pueblo. Nunca entendió porqué insistían en celebrar tanto, y lo único que amaba de esos días era la variedad de platillos que mandaba a preparar su padre.
Suspiró resignado y repitió una vez más la fecha en su mente.
Lunes seis de enero.
Finalmente iba a vivir la vida que tanto quería.
***
2 de diciembre, 1957
-En el nombre del padre, del hijo, y del espíritu Santo. Amén.
Amén, repitieron los presentes y se persignaron al unísono.
Jisung se quedó mirando el encielado por más tiempo. Los vitrales parecían elevarse en un mirar infinito de diversos colores.
Su madre nunca se perdía las misas del día domingo y en ese momento deseaba tanto tenerla de vuelta. Se mordió el labio inferior para evitar soltar una lágrima; el coro de la iglesia había iniciado un canto que los despediría ese día así que comenzaron a retirarse poco a poco.
Salió junto a su padre y sus hermanos. Byeol iba del brazo de su esposo y MiSoo cargaba a su bebé dormido, envuelto en una pequeña manta azul en sus brazos.
El sol brillaba, aunque no lo suficiente como para ofrecer calidez. Corría un viento helado que les golpeaba el rostro con fuerza.
Habían leído en el periódico que ese invierno sería bastante frío, incluso más que los anteriores y la nieve se intensificaría a principios de enero.
Jisung se detuvo mientras su padre se despedía del sacerdote. Por la otra calle Byeol y Soo iban de regreso a casa. Su sobrino al parecer había despertado porque entre ambos estaban intentando detener su llanto. El chico no tenía idea de cómo calmar a un bebé sin la ayuda de alguna mujer.
Comenzó a tronarse los dedos con cierta incomodidad e impaciencia. Jisung vió a su padre sacarle conversación a unos amigos de la familia que salían de la iglesia y comenzó a hartarse. Quizá el desayuno juntos en la cafetería podía esperar.
Se alejó a pasos lentos por la otra calle. Extrañaba sus cortos paseos por el pueblo, las grandes casas en cada esquina, la plaza y el enorme cartel sobre uno de los negocios donde enmarcaba en grande el nombre del pueblo. Su pueblo, aquel que quería volver a abandonar por decisión propia esta vez. Sabía que no se arrepentiría aún así no podía evitar sentir un poco de nostalgia. Había vivido allí toda su vida. Aún recordaba las caminatas en la plaza de la mano de su madre cuando tenía probablemente unos seis o siete años. No era capaz de recordar su rostro sin ayuda de fotografías. La extrañaba tanto desde su partida. Tenía tan solo doce años y el abandono prematuro de su madre obligó al señor Han a aprender todo tipo de labores como padre.
O eso era lo que él decía. No era un secreto que vivía en el trabajo y tenía a sus hijos al cuidado de empleadas que a Jisung no le agradaban en lo absoluto. Byeol siempre buscaba formas de entretenerlo y MiSoo, su hermano cuatro años mayor salía todas las tardes a la plaza con sus amigos.
Pasaba casi todos sus cumpleaños junto a Byeol.
Para su padre, septiembre no significaba más que trabajo. Reuniones con empleados, finanzas en Seúl, contratos, trabajo y más trabajo.
No era sorpresa que Jisung detestara sus cumpleaños.
Dobló por la siguiente calle sintiendo una pequeña gota caer sobre la punta de su nariz. Miró al cielo y otra gota cayó en su frente. Al parecer la lluvia iba a adelantarse al pronóstico.
Volvió la vista al frente y un auto apareció desde la calle contigua a unos negocios. No tenía idea de modelos pero parecía ser un vehículo bastante moderno. Sólo se parecía al de su padre que en ese momento era imposible estuviera usándolo.
Siguió caminando mientras el auto se acercaba. Evadió la mirada del conductor sin dejar de caminar con las manos en los bolsillos.
La bocina del mismo vehículo lo detuvo.
Volteó y encontró su mirada con la de un hombre y a su lado la que parecía ser su esposa.
-Disculpa, ¿sabes cómo llegar a la plaza? Llevamos varios minutos dando vueltas porque una señora no sabía indicarnos el lugar.
Lo barrió con la mirada en el espacio que la ventanita del auto permitía observar. La mujer miraba por el otro lado, en silencio.
Era imposible perderse en el pequeño pueblo, o al menos así lo concebía Jisung. Ese lugar era prácticamente su vida entera.
-Dos calles más a la izquierda. -Miró hacia atrás e indicó con el brazo, ganándose un agradecimiento por parte del desconocido.
Apenas reaccionó cuando el vehículo se hubo marchado. ¿Nuevos pueblerinos?
El último peregrino llegó dos años antes, cuando Jisung aún estaba acabando el colegio. ¿Se quedarían ellos?
Le restó importancia y siguió caminando. Probablemente abandonarían el pueblo al día siguiente como la mayoría de los visitantes. Villa Boseong era de todo menos un espacio turístico.
(...)
Cinco días después lo único que hizo fue toparse a ese desconocido en todas partes. Iba a la plaza, allí estaba; desayunaba en la cafetería, alli estaba; entraba a comprar a algún negocio y volvía a aparecer. Como si la vida hubiese querido incomodarlo sabiendo que no haría más que mirarlo por largos segundos, hipnotizado por la elegancia en cada uno de sus movimientos, sin ser capaz de poder dirigirle alguna palabra.
El desconocido también parecía verlo pero no decía nada. En cambio solo sonreía y volvía a lo suyo como si nada.
Siempre estaba solo.
¿Había discutido acaso con su esposa, o es que él solo tenía la suerte de encontrarlo y desaprovechaba cada una de las oportunidades que tenía para acercarse y hacer un nuevo amigo?
Sacudió la cabeza entre tanto pensamiento y volvió a la realidad. Recibió el cambio y salió del negocio.
Después de todo ni siquiera sabía el nombre de ese tipo.
Volvió a casa para arreglarse antes de que dieran las ocho. Su hermana había organizado una fiesta para celebrar su segundo aniversario de matrimonio y no quería perder la oportunidad de degustar todo lo que su padre mandaría a preparar. Amaba eso de las celebraciones, aunque su padre muchas veces lo hubiera regañado por comer de más.
Subiría de peso si lo hacía muy seguido y no encontraría nunca una buena esposa.
Horas más tarde todo estaba listo.
Las invitaciones habían sido enviadas días antes a las familias más importantes del pueblo. Al parecer a Byeol le parecía una buena idea recordar lo increíble que había sido su matrimonio y el señor Han no podía negarle una celebración a su única hija.
Los invitados comenzaron a llegar.
MiSoo se encargó de abrir la puerta dejando a su hijo al cuidado de su hermana Byeol.
La casa era bastante espaciosa. La sala principal colindaba con un pasillo que guiaba hasta otro salón más pequeño, dónde reposaba una cajonera con un tocadiscos y una pila de vinilos a un lado. Habían tocadiscos en casi todos los muebles, en cada sala.
Jisung colocó un disco, el primero que encontró.
Elvis, decía en la cubierta.
"Blue suede shoes" comenzó a sonar. Jisung pensó en un momento que era demasiado alegre, pero dada la ocasión y la indiferencia de los invitados por la música de fondo no lo cambió.
Llegaron los señores Kim junto a su única hija del brazo de su prometido. Todos se veían tan elegantes. La sonrisa de Byeol se ensanchó al ver llegar a su esposo. Al parecer se habían puesto de acuerdo para llevar vestimentas a juego, porque su terno rojo vino combinaba perfectamente con el vestido y los labios de la mujer.
Jisung se ofreció para cuidar al bebé de su hermano. Byeol se alejó para saludar a los invitados y convidarlos al cóctel que habían preparado las empleadas en la sala.
Comenzó a mecer al bebé en la silla mientras veía llegar a los demás invitados. Llegó incluso el sacerdote quien tomó una copa de vino y se sentó en el sofá principal.
Seguían entrando los invitados mientras Jisung intentaba hacer dormir a su sobrino. No fue hasta que lo vio que todo dejo de parecer tan monótono. Con un terno azul a contraste del vestido claro de su esposa, el mismo hombre con quién se había topado todos esos días. Lo miró y no pasaron segundos para que recibiera la mirada de vuelta, junto a una sonrisa que inexplicablemente no pudo devolver y solo desvió la vista al bebé.
Al parecer se había quedado dormido.
Buscó sin éxito a su hermano con la mirada. Su cuñada parecía de lo más alegre junto a unas amigas por lo que no le quedó más opción que llevar a su sobrino a la habitación. El ruido había comenzado a tomar protagonismo, así que lo cargó en sus brazos y se dirigió a las escaleras, sin notar una persistente mirada que no lo había abandonado desde que llegó a su casa.
[...]
Pasó la mitad de la fiesta arriba en su habitación, y no fue hasta que llegó su padre que bajó obligado.
Quiso unirse a las conversaciones pero parecía inútil en cada intento. Al parecer se había perdido muchas cosas durante sus vacaciones en Europa.
Se enteró del cine, de remodelaciones a sitios antiguos del pueblo, plantaciones en la plaza, e incluso del plan del sacerdote para ampliar la iglesia. Recibió muchas donaciones apenas los fieles se enteraron. Boseong podía llegar a ser un pueblo muy devoto.
Jisung caminó por el pasillo hasta el salón colindante al principal. Estaba vacío.
Vio la pila de vinilos a un lado y el disco puesto sobre el tocadiscos. No tenía idea de cuál se trataba y en ese momento no pensó en buscar la cubierta.
Se acercó dudoso como si aquel no fuera su hogar, como si nada fuera suyo. Diría que en Europa había pasado pegado a un tocadiscos oyendo clásicos franceses, pero vivía de las bandas que tocaban en vivo. La experiencia fue mucho más gratificante.
Sus dedos tomaron con cuidado la aguja y sin mucha presión la dejó caer sobre la primera pista del disco. Bastaron segundos para que una melodía alegre comenzara a oírse, fue inevitable seguir el ritmo tamborileando el talón contra el suelo.
Se debía sentir muy bonito detenerse a escucharla frente al tocadiscos junto a su mujer, si eso era lo que todos le exigían.
Se pregunto muchas cosas en ese momento.
¿Cambiaría algo si tuviera esposa? ¿Se sentía diferente estar casado?
Había escuchado muchas veces a su hermano quejarse de su mujer por no cuidar bien a su hijo. ¿Él llegaría a ser un buen padre? ¿Tendría hijos siquiera?
Sacudió la cabeza al notar que otra vez estaba pensando demasiado. Había encontrado diversas distracciones en Europa para esas ocasiones donde inevitablemente se perdía en su mente. Hablar con Claire era una de esas. La chica no hablaba coreano pero si inglés. Fue fácil entenderse de esa manera con Jisung.
¿Le habría llegado la carta? Había escrito avisando que ya estaba de vuelta en su pueblo y que habían sido unas vacaciones inolvidables. Seguramente recibiría un sobre de respuesta en unos cuantos días. Las cartas cada año tardaban menos en llegar a su destino.
-Sinatra.
Una voz masculina se escuchó a sus espaldas. Creía no haber visto a nadie en ese lugar de la casa.
Volteó lo más rápido que pudo aún sobresaltado y encontró esa mirada que extrañamente ya conocía bastante bien.
-¿Ah?
-El del tocadiscos -aclaró ante la notoria confusión del chico-. Es Frank Sinatra.
Los labios de Jisung formaron una pequeña o. No sabía mucho de música a pesar de querer pertenecer a ese ámbito, el pueblo lo limitaba mucho en cuanto a ese tipo de conocimientos por lo que sólo pudo asentir con la cabeza. El hombre frente a él se acercó con una copa de vino entre sus manos.
-Imagino que tú eres hijo de los Han. Soo ¿no?
-Jisung -corrigió sin cuestionarse cómo sabía de su familia. Era más extraño que nadie los conociera en ese pueblo, pues su padre parecía ser el hombre más importante de allí. Después de todo, era su casa en la que estaban.
-Jisung... -repitió por lo bajo caminando hacia el tocadiscos-. ¿Querías cambiar el vinilo?
-No yo solo estaba... en realidad solo quería alejarme del resto, me gusta esta canción, ¿sabes cómo se llama?
La profunda voz de Sinatra de fondo. El desconocido se acercó a la pila de vinilos y tomó el sobre vacío que correspondía al que estaba sonando. Indicó con su índice la cuarta canción en la lista y volvió a mirarlo.
-I've got you under my skin. -La pronunciación resultó casi tan nativa que Jisung cuestionó por un momento la nacionalidad de aquel sujeto, pero sus rasgos asiáticos los trajeron de vuelta a la realidad. La voz salió casi tan profunda como la del vinilo, o quizá fue la cercanía que causó ese efecto en la audición de Jisung, pues al hablar, la voz del desconocido contrastaba rozando lo suave y de alguna forma resultando adorable-. Si no me equivoco es del long play del año pasado. Me pareció escucharlo completo cuando salió, tiene canciones muy bonitas, te lo recomiendo.
-Lo escucharé uno de estos días.
-Te va a encantar -dio un pequeño sorbo al vino tinto en la copa, que formaba un increíble contraste con la camisa bajo su terno oscuro. Jisung lo observó de perfil luciendo tan perplejo ante la línea de la mandíbula de aquel sujeto perfectamente delineada.
Si tan solo él pudiera verse igual de bien seguro tendría cientos de chicas locas por él.
"I'd sacrifice anything come what might
For the sake of having you near"
La voz del hombre sorprendió a Jisung y un escalofrío le recorrió el cuerpo.
-¿Cómo sabes la letra? -preguntó restándole importancia a lo bien que cantaba y lo elegante que se veía haciéndolo.
-Supongo que eso pasa al escucharla tantas veces. Me la dedicó mi mujer cuando lo lanzaron, es nuestro disco favorito.
Jisung asintió apenas y una pequeña sonrisa se asomó en su rostro.
-¿No quieres brindar? -El hombre interrumpió de repente.
-¿Por qué?
-No lo sé, por esta celebración supongo, te consigo una copa. Si no quieres no hay problema.
-No, no es eso, es que no bebo.
-Oh, entiendo.
-¡Cariño!
Una voz femenina llevó a ambos a mirar hacia el pasillo. La mujer se acercó y el desconocido sonrió. Jisung no pudo evitar mirarlo.
-Amor, aquí estabas -Le dió un beso luego de abrazarlo. Jisung comenzó a ordenar la pila de vinilos junto al tocadiscos-. ¿No me presentarás a tu amigo?
Jisung volteó de inmediato.
-En realidad solo estaba viendo los vinilos, no somos a-
-Es Jisung, cariño, hijo de los Han, los dueños de esta casa. -Él hombre se adelantó y le dedicó una mirada al nombrado-. Jisung, ella es Hyori, mi esposa.
La mujer extendió la mano obligando al joven a estrecharla.
-Imagino que tu mujer está en la fiesta. Podríamos ser amigas, ya que conoces a mi esposo y así aprovechamos también de conocer mejor el pueblo. -Sonrió emocionada pasando el brazo por la cintura de su esposo. La otra mano sosteniendo la copa de vino.
-Yo, es que... en realidad no estoy casado.
-Oh. Es una lástima.
-No lo creo, no es una necesidad en este momento.
-Ay, chico, todos los hombres necesitan a una mujer. Lo entenderás luego. -Depositó un beso en la mejilla de su esposo. Quitó restos de labial con el pulgar y no dejó de sonreír en ningún momento-. Te espero en el salón, cariño, no tardes tanto.
Se despidió también de Jisung con un corto agitón de mano y acabó por perderse en el pasillo, luego entre la multitud que conversaba y bebía en el salón principal.
-Discúlpala, ella es así.
-No te preocupes, estoy acostumbrado.
-Solo ignóralos. Ya llegará la próxima señora Han.
Bromeó y Jisung solo suspiró y desvió la mirada.
-¿Entonces en qué estábamos? -Tomó un sobre anaranjado y leyó la portada. La acarició como si se tratara de una reliquia y se la acercó a Jisung para que pudiera leer las canciones que contenía-. No sé cómo pude olvidar éste, que recuerdos. ¿Conoces a Burnette?
Jisung negó y los próximos quince minutos no fueron más que una clase intensiva sobre el cantante americano y varios otros que por allí se encontraban. Jisung no podía estar más fascinado con la idea de su nombre en los diarios o sonando en las radios de la ciudad. Él debía ser como ellos, debía vivir en los escenarios bajo luces de diversos colores y la ovación del público.
Agradeció a aquel agradable hombre por la charla y por datos bastante innecesarios sobre la vida de Sinatra o Burnette.
Le encantaba lo culto que parecía cada que recordaba algo nuevo o lo bien que se veía con la copa de vino y un vinilo en otra de sus manos. Quería saber tanto de música como él y por lo mismo averiguaría por su cuenta sobre los grandes del momento.
-Deberíamos volver, tu esposa está esperándote.
-Ya debe haber encontrado un acompañante. Ella nunca se aburre -bromeó tomando lo último de su copa que ahora se encontraba vacía. La delicadeza con que hacía cada cosa hipnotizaba a Jisung. Debía ser un hombre bastante adinerado, probablemente llegado desde el extranjero-. Por cierto, ¿conoces bien el pueblo?
-Prácticamente nací aquí. ¿Por qué?
-Necesito adaptarme al lugar donde viviré por unos meses. Mi mujer se quedará en casa de unos conocidos y yo acabo de llegar a este lugar. ¿Tú me mostrarías el pueblo? Mientras antes mejor, podría ser mañana.
-¿Yo? ¿Por qué?
-No sé, pareces agradable. Además que naciste aquí, debes conocerlo todo. -Dejó la copa vacía sobre la cajonera de madera, un poco alejada del tocadiscos y se acercó al chico con las manos tras la espalda-. Puedo pagarte si quieres.
-Como verás dinero es lo que menos necesito -sonrió nervioso y el hombre se echó a reír-. A las seis tengo tiempo libre, también puede ser más temprano. Cómo prefieras.
-A las seis me parece perfecto. Te veo mañana entonces, en la plaza. -Se despidió con intención de alejarse hacia el salón principal.
-E-Espera... -le agarró la manga del traje antes de que se perdiera por el pasillo-. No puedo salir con alguien si no sé su nombre.
-Pensé que lo sabías, en pueblos chicos todo se sabe. -Sonrió y extendió su mano. La otra en la espalda. Jisung no entendía como podía ser tan elegante sin siquiera esforzarse. Estrechó su mano y la calidez del desconocido lo invadió en seguida, él solía tener las manos muy frías en cualquier época-. Minho. Lee Minho, un placer.
-Han Jisung.
-Si, eso ya lo sabía.
Ambos se echaron a reír y volvieron a la fiesta.
Los Han ocupaban una mesa a la que Jisung se unió más tarde.
La charla se extendió hasta media noche y siguieron bebiendo luego.
Jisung no amaba ese tipo de celebraciones pero tampoco podía detestarlas, le recordaban a su madre.
Las personas se emborracharon con facilidad. Eran las mujeres las que menos bebieron, exceptuando a la esposa de Minho. La mujer era tan elegante como su pareja.
La incomodidad invadió a Jisung, sin embargo encontró la calma en un par de ojos sobrios que lo miraban de vez en cuando desde la otra punta del salón.
No sabía porqué pero encontrar esa mirada por cualquier lado se volvió adictivo, incluso gracioso.
En un momento Byeol se levantó y llamó la atención de los presentes con el golpe de una cuchara contra su copa. Todos guardaron silencio y los que estaban en el otro salón también voltearon a ver a la mujer. Jisung vió a Minho acercarse del brazo con su esposa.
-Primero me gustaría agradecerles a todos por estar aquí. Cómo saben hoy se cumplen dos años desde que estoy casada con este hombre increíble, y nos está encantando compartir este momento con todos ustedes. -Le ofreció una sonrisa a su esposo y este se la devolvió-. También hay otra cosa que nos encantaría compartirles.
Volteó a ver a su padre y luego a los invitados. Un calido abrazo por la espalda la ayudó a eliminar un poco los nervioso y volvió a hablar. Su esposo asintió y le brindó un poco de paz con la mirada.
-Papá, hermanos, pueblo, mamá... -Miró al cielo y suspiró-. Va a haber un nuevo integrante en la familia. -Se tocó el estómago y el hombre la abrazó por la espalda-. Vamos a ser padres.
Jisung giró a ver a Minho sujetando la cintura de su esposa. Parecían un matrimonio tan feliz. Sonrió y se levantó para felicitar y abrazar a su hermana.
No le sorprendió nada la noticia, y es que llevaba años comentando con todos su deseo de ser madre. Jisung no lo dudó ni un segundo. Sería una madre increíble. Había cuidado de él todo el tiempo que su padre trabajaba y estaba agradecido de ella.
Era idéntica a su madre.
-Bueno, ¿qué esperan? Brindemos -El mayor de los Han alzó la copa y los demás se le unieron junto a una gran sonrisa. Byeol alzó un vaso de jugo de frutas que las empleadas le prepararon-. Por mi futuro nieto.
-O nieta -corrigió Byeol.
-O nieta, tienes razón. Ojalá nieto -bromeó. Byeol le lanzó una mirada y volvieron a alzar las copa en son de un segundo brindis-. Por el pueblo, y por su nuevo integrante.
"¡Salud!"
El chocar de las copas resonó en las paredes del salón. Byeol se sentó junto a su esposo mientras el señor Han cambiaba el vinilo del tocadiscos principal. MiSoo se despidió minutos antes para subir a la habitación con su esposa. Ambos estaban agotados así que no volvieron a bajar.
Frank Sinatra otra vez de fondo, y Jisung logró reconocerlo. Al parecer era su disco más famoso.
Se retiró hacia un rincón nuevamente. Diría que odiaba las fiestas pero no era del todo cierto. Prefería observar a todos de lejos, ver las sonrisas en los rostros ajenos, a las parejas bailando torpemente por mera diversión o sin razón alguna. La vida parecía tan bonita desde lejos que la idea de quedarse de espectador no parecía tan mala.
Pasaron empleadas ofreciendo bocadillos, los cuales Jisung se negó uno por uno. Había comido bastante al inicio y seguramente eso era suficiente para hacerlo subir un par de kilos. Se mordió el labio y volvió su atención a la bebida cuando de repente sintió a alguien acercarse.
-¿Otra vez tan solo?
Reconoció la voz al instante por lo que solo tomo una postura más presentable y se acomodó el traje.
-Si bueno, parecen estar todos ebrios.
-Yo no lo estoy. -Se acercó más al chico arrinconado en la pared-. Te estaba buscando.
-¿A mí?
-Claro, ¿a quién más? -rio. Jisung se le unió con una risita nerviosa-. No tuve la oportunidad de felicitarte por tu futuro sobrino.
-Supongo que es a mi hermana a quien deberías felicitar.
-No creo que haya estado esperando el saludo de un desconocido -se acercó y estiró la copa-. Ahora sí podemos brindar.
Jisung sonrió y chocó su vaso de agua con la copa de vino que sostenía el hombre.
-Puedo acompañarte si no te molesta
-¿Y tu esposa? ¿Ella no dirá nada? Debe estar esperand-
-Ella no dirá nada, no te preocupes. Dijo que volvería a casa, no quiso que la acompañara. Es una lástima. Con lo que le encanta el cabernet...
-¿El cabe.. qué?
-El vino.
-Oh...
Dió un corto sorbo al vino en la copa y volvió su atención al chico que parecía bastante ansioso. Tenía la mirada puesta en las parejas al centro del salón que se unieron para un corto baile al ritmo de la música.
Dream a little dream of me de fondo.
-¿Puedo preguntar tu edad?
-Ah, yo eh si, tengo veinti... -llevó una mano a la cabeza, los párpados apretados-. Veintidós.
-Lo dudaste un poco. Aún estás joven para eso, no te adelantes.
-No es eso, olvidé todo por un segundo, imagino que es el cansancio. Aún no me acostumbro a mi pueblo de nuevo.
-¿Vacaciones?
-Si. Mi padre me envió a Francia por dos meses.
-Que suertudo, yo no abandono el país desde mi matrimonio -bromeó.
-¿Y cuando fue eso?
-A principio de los cincuenta, había cumplido los diecinueve. Después de eso solo viajamos a Seúl o alguna otra ciudad de Corea. Mi esposa es un poco... especial, no quise contradecirla.
-Aún así debe ser más emocionante viajar con compañía, mejor si es tu esposa.
-Si, bueno, depende de la persona supongo. Fueron bonitos viajes.
La canción del tocadiscos cambió. Solo unas cuantas más para que la aguja llegara al centro.
-Fred Astaire -pronunció de repente el mayor. Sus comisuras elevándose junto a la música que apenas comenzaba-. Me encanta esta canción.
-Cómo es que... ¿conoces tantas canciones?
-Me lo dicen seguido. Soy algo así como un estante de vinilos, los conozco todos -bromeó. Jisung le sonrió de vuelta-. ¿No quieres bailar?
-¿B-bailar? ¿Los dos?
-Claro. Siempre me hizo ilusión bailar esta canción. -dejó a un lado la copa y extendió la mano-. Ven.
-Pero sería raro. Mejor solo escuchemos ¿Cual dijiste que es el nombr-?
-¿Por qué sería raro? -interrumpió-. Ninguno tiene compañera. No hay muchas opciones.
Volteó hacia el tocadiscos y entonó de nuevo. A pesar de todo Jisung no podía negar que cantaba muy bien.
"Heaven, I'm in heaven,
and the cares that hung around
me through the week"
-Minho...
El nombrado lo guío del brazo hasta el centro del salón vacío. En el pasillo dos mujeres reían borrachas, con una copa de vino entre sus manos.
-Solo uno -le murmuró al oído y tocó apenas su cintura con una mano. La otra sujetando la muñeca del menor quien acabó accediendo al ver su emoción con la canción.
Él en cambio nunca la había escuchado.
"When we're out together, dancing cheek to cheek"
Bailaron hasta que acabó la música. Jisung terminó riendo de lo torpe que llegaba a ser sobre todo en los bailes en pareja. Su vals de boda sería todo un desastre.
Suerte que aún no pensaba casarse.
Se alejaron tras oír pasos cerca.
Byeol comenzó a despedirse de los invitados cerca de la una y poco a poco el salón iba quedando vacío.
Jisung despidió a Minho en la puerta. Hacía frío afuera.
Un último agitar de manos mientras se alejaba y cerró para correr a su habitación y escribir todo en su diario.
Había conseguido un nuevo amigo.
***
El humo del cigarro se esparció por la habitación mientras el señor Han encendía el segundo en lo que iba del día. Se había vuelto incluso costumbre aquello para Jisung, aún así no dejaba de desagradarle.
Vio la hora en su reloj de pulsera y salió camino a la plaza. Había buscado su mejor traje para estar a la altura de ese hombre. Sin embargo cuando lo vio sentado bajo el roble, con un terno celeste y el cabello peinado hacia atrás con ciertos mechones escapándose hacia su frente supo que no lo había logrado.
-¿Llevas mucho tiempo esperando?
Minho se sobresaltó ante la llegada del chico y se puso de pie.
-Oh, no, llegué hace un rato. Te ves... Bien.
Una risita nerviosa escapó de los labios de Han, quien negó con la cabeza y empezó a caminar.
Él realmente se había esforzado en su vestuario ese día, aún así estaba convencido de que lucía mal como siempre.
No sabía que para aquel hombre, esa tarde, se veía incluso mejor que la noche anterior.
-No sé por dónde quieres partir así que tomaremos está plaza como referencia. Es pequeña, no hay mucho que mostrar.
-Es bonita.
Lo guió por la calle principal que conducía a la cafetería. La mezcla de aromas escabulléndose por las ventanas y encerrando a varios clientes a esa hora. Todos sabían que preparaban las mejores bebidas en invierno.
La caída del ocaso encendió los postes de luz y faroles locales.
Le mostró la iglesia, el único colegio y las casas de familias que conoció anoche en la fiesta de Byeol.
Los Kim, los Yang, los futuros señores Nam y una de las muchas casas de su padre, el señor Han.
No era secreto que la mitad de ese pueblo estaba a su nombre, y que Jisung sería uno de los tres herederos de toda su fortuna.
Caminaron por una pequeña calle hasta perderse al fondo de un oscuro callejón vacío entre las casas de dos campesinos. Había sacos de tierra apilados junto a la pared, cajones de madera viejos en un rincón y la tenue luz de siempre, proveniente de un pequeño farol pegado a la pared sobre sus cabezas.
-¿Y este lugar sería...?
-Mi escondite.
Los labios del mayor se abrieron al oír la respuesta.
-Bueno en realidad no lo llamaría así, pero como queda lejos de casa mi padre no puede encontrarme. -Se aproximó a la pila de cajones antiguos y tomó asiento allí encima.
-¿Qué haces aquí que no quieres que tú padre vea?
-Practico en mi guitarra. Él no sabe que tengo una.
-¿Tocas la guitarra? Woah, no pareces alguien que toque instrumentos. ¿Y no has pensado decirle a tu padre para que te mande a alguna academia? No creo que tengas un buen futuro en este pueblo.
-Si bueno, ese es un problema -suspiró pesado-. Él no quiere que sea músico. Prefiere pagarme la carrera de derecho o cualquier otra que no avergüence a su familia.
El ceño de Minho acabó por fruncirse.
Con lo bueno que fue con él la noche anterior al recibirlo en su hogar, y lo devoto que parecía ser con su vida y su fe, nunca se imaginó que ese hombre pudiera oponerse ante tal decisión.
-¿No está orgulloso de su hijo?
-Nunca lo ha estado realmente y... bueno da igual, sigamos. El pueblo tiene muchos lugares y aún faltan los-
-Oye -lo detuvo del brazo antes de que se alejara-. No tienes que escapar. Puedes decirme lo que quieras, no tengo problema en escucharte si lo necesitas.
-No estoy escapando. Se hace tarde y aún nos faltan varios lugares por ver.
Minho elevó sus comisuras y adelantó el paso con ambas manos tras la espalda.
-Bien, guitarrista, lo dejaré pasar por ahora. Pero tendrás que invitarme algún día a tu escondite.
-Como quiera, señor elegante.
Ambos se echaron a reír mientras avanzaban lejos del callejón, por la calle contigua a uno de los almacenes del pueblo.
En el camino, Minho le mostró la casa que alquiló con su esposa cuando llegaron días atrás.
No era muy grande como Jisung suponía que él debía vivir. Aún así al mayor parecía incluso agradarle lo modesta que llegaba a ser y lo colorido que era todo en ese pueblo. Algo así como una casa de muñecos.
Se despidieron y Jisung volvió a casa.
No cenó al llegar, no porque su padre o alguna empleada lo hubiera regañado por comer de más. Sinceramente esa noche lo había olvidado y corrió directo hasta su habitación para abrir el diario y comenzar a escribir.
***
Las semanas avanzaron más rápido de lo esperado, y la lluvia los había recibido con una tormenta que no les permitió salir de casa en todo el día.
Jisung lamentó esa tarde no poder ver a Minho. Habían quedado para mostrarle una de sus canciones.
Esos últimos días Minho los pasó buscando trabajo. No era una necesidad si no un pasatiempo. Su esposa pasaba fuera casi todo el día y la casa se sentía muy vacía.
Llegó el veinticuatro aún con lluvias no tan intensas.
Jisung despertó con la llegada del alba. Aún estaba oscuro y el silencio reinaba en cada rincón de la enorme casa.
Tomó un baño y vistió su mejor traje negro. Las débiles gotitas de lluvia en el exterior chocaban contra la ventana en una leve melodía que acostumbraba a acompañarlo ese día, cada año. Ató torpemente la corbata y se peinó el cabello hacia atrás. Su madre amaba verlo con ese peinado.
Salió de casa en silencio. Eran alrededor de las siete cuando la mañana empezó a aclararse. Llovía apenas y el vaho escapaba entre sus labios resecos que mordía de vez en cuando, sin incluso llegar a notarlo.
En el pueblo unos cuantos comerciantes comenzaron a abrir sus negocios a esa hora.
Avanzó por la calle contigua a su pequeño callejón. Depositó tres golpes en la puerta de la segunda casa y una mujer que parecía rondar los sesenta lo recibió sin mucha espera. No bastó más que un saludo para que ella fuera en busca de la guitarra dentro de su estuche que Jisung guardaba en su casa.
-Saludala de mi parte -pidió la señora. El menor asintió con una sonrisa y una reverencia para luego alejarse.
Se colgó la guitarra al hombro mientras avanzaba.
Ese día como cada año había escrito una nueva canción para su madre. Ella sabía de su amor por la música y en secreto, mientras el señor Han se ausentaba por trabajo, escuchaba las melodías que su hijo creaba cada día, con su vago conocimiento de teoría musical y prácticas de tardes enteras encerrado en su habitación.
Ella siempre supo que su hijo sería un gran artista.
Dobló por la siguiente calle y un automóvil apareció de pronto.
-¿Jisung?
Se detuvo al oír su nombre y volteó para encontrarse con Minho y esa mirada de la que por alguna razón le costaba apartarse.
No había nadie junto a él.
-¿Qué haces aquí? -echó un vistazo a su reloj de pulsera. La aguja marcaba las siete y media de la mañana.
-No podía dormír así que salí a dar un paseo. ¿Tú a dónde vas? Puedo llevarte.
-Al cementerio.
-¿A esta hora? -inquirió y el menor asintió-. Bien sube. Eso ponlo atrás.
Le agradeció con una corta sonrisa y ocupó el asiento a su lado.
Minho arrancó el auto. El gran abrigo beige cubriendo sus manos por el frío mientras manejaba, aunque el interior del vehículo estuviera bastante cálido.
Aún no conocía las afueras del pueblo por lo que siguió la dirección que el menor le indicaba a medida que avanzaba. Se había esmerado bastante en su aspecto y se notaba. Su cabello peinado hacia atrás llamó la atención de Minho. Realmente se veía bien, aún así procuró no mirarlo demasiadas veces y ahorrarse todas sus preguntas.
Visitar el cementerio en víspera de navidad no era un gran plan, así que seguro su ánimo no era el mejor.
-Entonces finalmente conozco tu guitarra -irrumpió el silencio en que manejaba. El joven parecía perplejo, tan sereno frente a la ventana. Atrapó sus ojos de almendra un segundo y volvió la vista al camino, ignorando el pequeño cosquilleo que le recorrió el cuerpo-. ¿Podré escucharte tocar?
-No vale la pena, no toco bien.
-Voy a contradecirte aunque aún no te he escuchado. ¿Sabías que nunca me equivoco?
-Esta vez probablemente sí. Prefiero no decepcionarte.
-No lo harás, te lo prometo.
Se detuvieron para comprar flores. Minho ayudó al chico a cargarlas hasta el auto y siguieron su camino hacia el cementerio.
Estacionaron y bajaron.
Con un ramo de gardenias blancas entre sus brazos y la guitarra colgada al hombro, Jisung caminaba a pasos lentos por los pasillos del silencioso lugar, cruzándose con una que otra persona desconocida, mientras unos cuantos llantos llegaban a sus oídos.
Recorrió todo el lugar con la mirada hasta que se detuvo en su destino.
Minho caminó hacia unos escalones para darle espacio al chico. Se habría quedado en el auto, pero pensó que sería mejor acompañarlo por si necesitaba algo así que no se alejó mucho.
Jisung se sentó en un pequeño banco junto a la lápida, en la que yacía escrito el nombre de su difunta madre.
En memoria de
HAN BORA
1913 - 1947
Pasó su mano sobre el cemento acariciándolo, mientras con su otra mano sostenía aún las flores.
-Hacía tiempo no venía. ¿Cómo ha estado?
Dejó escapar una lágrima para luego colocar el ramo junto al sepulcro.
-La extraño mucho.
Se mordió el labio inferior con fuerza secando las lágrimas con sus manos.
Minho en un ademán de ir a consolarlo se detuvo al verlo quitarse la chaqueta quedando solo con una delgada camisa blanca, totalmente expuesto al clima que atacaba la ciudad.
Sacó la guitarra de la funda y afinó un par de cuerdas sueltas.
-Escribí esto durante el vuelo a París hace unos meses. No sabía qué título ponerle así que me decidí por wish you back.
Se acomodó en el pequeño banco junto a la lápida y comenzó a tocar. Minho había acortado la distancia solo para oírlo por primera vez cantar.
"Eras mi historia.
Tus palabras vienen a mi mente sin fin
y como una foto quedarán grabadas en lo más profundo de mi corazón.
Reuniré todos mis recuerdos, uno a uno
y los atesoraré en mi corazón.
Tu aroma se ha ido con el viento,
pero lo recordaré para siempre.
Porque hoy estás en mi mente más que nunca,
y mi visión se está volviendo borrosa lentamente.
Después de que pase mucho tiempo, me pregunto si definitivamente desaparecerás de mi mente..."
Se quedó quieto unos minutos, tal vez varios, observando el nombre de su madre escrito sobre el cemento. No sentía sus manos pero no importaba más que su corazón herido latiendo apenas esa mañana de invierno.
Acarició la fotografía de su madre en blanco y negro junto a la lápida. La sonrisa en forma de corazón y los ojos formando dos pequeñas medias lunas fueron esa mañana la energía suficiente que necesitaba para continuar otro año sin su presencia.
Secó rápido sus lágrimas al ver a Minho acercarse. No había notado lo frío que estaba hasta que sintió la calidez del cuerpo contrario al rodearlo en un abrazo sin aviso.
Se sintió tan bien que podía quedarse allí todo el día. No fue necesario decir nada porque ya lo sabía todo, lo decía todo con sus lágrimas y los brazos apretados alrededor de su cintura.
Se sintió como en los brazos de su madre, como en casa.
El mayor lo alejó solo para ayudarlo a ponerse la chaqueta y guardar la guitarra. Lo dejó despedirse de su madre una última vez y leyó él también la lápida. Luego volvieron al automóvil que estaba esperándolos desde hace un rato.
-No pude evitar escucharte. Cantas muy bien. ¿Tú lo escribiste?
Las comisuras de Han se elevaron pero desvió la mirada. Acabó asintiendo mientras el otro lo llenaba de cumplidos acerca de su voz o de lo bonita que estaba la letra.
Volvieron al pueblo y se despidieron cada uno camino a su propio hogar.
Acabaron reuniéndose nuevamente en el pequeño bar por la celebración de Nochebuena.
Todo se llenó de alcohol rápidamente. No estuvieron mucho cuando dejaron el lugar. La gente parecía beber sin control y eso asustaba a Jisung. Los campesinos borrachos podían llegar a ser muy agresivos.
***
El día siguiente lo pasó con su familia, y eso incluía a su padre, su hermano mayor, su cuñada y unas cuantas empleadas. Byeol pasó las fiestas en casa de su esposo por lo que solo la vieron a media tarde para abrir los regalos.
Era una costumbre desde que la señora Han falleció abrirlos luego del almuerzo y nadie quiso cambiar nada.
Jisung recibió tres regalos; un reloj de pulsera de su padre, corbatas de parte de su hermano y un abrigo gris tejido por Byeol. Este último no se lo quitó en toda la tarde, amó el diseño y lo cálido que era. Su hermana tejía muy bien.
Cuando dieron las diez en punto, la familia Han a excepción de Byeol estaba sentada a la mesa mientras las empleadas servían la cena.
Jisung acabó todo cerca de las once. Entre la plática con su padre y la idea de mandar a MiSoo al bufete de abogados que manejaba en Japón, la cena se alargó.
Pasada las once de la noche ya se encontraba fuera, sentado en una banca frente al gran árbol que armaba el alcalde en la plaza. Lo hacía cada año desde que Jisung era un niño. Si no fuera por el frío se quedaría allí toda la noche solo mirando el árbol.
Imaginó lo bonito que sería tocar algo en la guitarra en ese momento. Últimamente había escrito más de lo común y eso no podía alegrarlo más.
Tenía dos canciones acabadas en un día como borradores para una próxima corrección.
Varias frases se cruzaban por su mente durante el día y las apuntaba en su libreta. Muchas a veces servían para armar un tema entero.
Oyó de pronto una voz a su derecha. El hombre se acercó y tomó asiento a su lado con una sonrisa en el rostro apenas lo vio.
-Otra vez tan solo. ¿Qué haces aquí?
-A esta hora encienden las luces del árbol, no podía no verlo. ¿Tú que haces? Deberías estar en casa con tu esposa.
-Hyori pasó las fiestas con sus padres. Tenía tiempo sin verlos, no quise acompañarla -dijo y acabó contándole a Jisung sobre cómo la relación con su suegro no era la mejor. La señora Seo era mucho más agradable que su esposo, pero aún así rechazó la invitación a la casa con la excusa de estar enfermo-. Por cierto, Feliz navidad, Jisung.
-Feliz navidad, Minho.
Llevó ambas manos a los bolsillos del abrigo y recordó de repente la pequeña cajita que guardó en caso de encontrarselo en algún lado.
Se la entregó y vio sus ojos brillar al abrirla. Un brazalete de plata con eslabones ovalados. Y colgando del centro, una pequeña estrella más oscura.
-Lo compré en Francia durante las vacaciones ¿No está bonito? -preguntó y el mayor asintió-. Apenas recordé que lo tenía pensé en tí. Es muy tu estilo.
-¿Mi estilo? -Ladeó la cabeza-. ¿Y eso cómo sería?
-Elegante.
-Oh...
Tras varios intentos fallidos, acabó pidiendo ayuda para colocarlo. Un escalofrío le recorrió el cuerpo cuando la piel de Jisung rozó la suya.
-Tus manos están frías.
-Normal, es invierno.
-Las mías no, ven.
Obedeció acercándose para acabar con los dedos entrelazados con los contrarios bajo las mangas de su cálido abrigo. La cercanía causó en su estómago un corto cosquilleo que atribuyó luego al frío de la noche.
Minho volvió a hablar y ambas miradas chocaron de nuevo.
-Te daré mi regalo el 31, antes de las doce.
-Los regalos de navidad se dan el 25. No es justo -le reclamó con un puchero al que Minho reaccionó con una corta sonrisa-. ¿No puede ser antes? No dormiré en las noches pensando en las opciones.
-Tendrás que ser paciente, guitarrista. Los buenos regalos tardan en llegar.
-Supongo que no podré convencerte. Está bien. Te veré el martes entonces.
-En la noche.
-En la noche -repitió sin apartar la mirada.
Una corta sonrisa bastó para que su corazón se acelerara a pesar de la distancia. No logró entender a qué se debía, últimamente no entendía muchas cosas de sí mismo por lo que solo pretendía ignorarlas y seguir como si nada. Porque eran eso, nada.
Volvió la vista al árbol y las luces de colores atraparon su atención, no tanto como el perfil del hombre a su lado lo hizo luego.
Nuevamente ese cosquilleo molesto le recorría el estómago y el corazón se le aceleraba. Si pudiera notarlo habría sabido que en ese momento sus pupilas se hallaban más que dilatadas ante la imágen frente a él. Parecía haberse perdido por un momento y no fue hasta que Minho se percató de su intensa mirada que logró apartarla.
Cómo si hubiese podido leerle la mente extendió el brazo, dejando un hueco para que el menor se acurrucara en su pecho. Estando allí, Jisung no sintió más frío. Las luces del árbol brillaban más que nunca y podía sentir los latidos del corazón de Minho a través de la camisa bajo su abrigo.
Las calles se veían casi vacías, si no fuera por hombres que entraban y salían del bar.
Jisung cerró los ojos y sintió como unos brazos lo envolvían con tanta delicadeza y ternura. Apagó su mente esa noche y no pensó en nada.
Por primera vez luego de años, navidad dejó de ser un día solitario.
-Minho...
-¿Uhm?
-Gracias por estar aquí -dijo y entrelazó ambos brazos con los suyos.
Su corazón volvió a latir rápido sin embargo se sintió en paz. Todo estaba bien en ese momento y quizás más tarde, solo quizás, al llegar a casa tendría más ideas para nuevas composiciones en su pequeña libreta negra.
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