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━ 𝐜𝐡𝐚𝐩𝐭𝐞𝐫 𝐨𝐧𝐞: fire meets gasoline

𝐒𝐈𝐍𝐍𝐄𝐑'𝐒 𝐏𝐑𝐀𝐘𝐄𝐑
🔪┊ 𝗖𝗔𝗣𝗜́𝗧𝗨𝗟𝗢 𝗨𝗡𝗢
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𝙲𝙾𝙰𝙻 𝙲𝚁𝙴𝙴𝙺, 𝚆𝙴𝚂𝚃 𝚅𝙸𝚁𝙶𝙸𝙽𝙸𝙰
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𝐋𝐀 𝐏𝐑𝐈𝐌𝐄𝐑𝐀 𝐕𝐄𝐙 𝐐𝐔𝐄 Heather Andrews se fijó verdaderamente en Arvin Russell algo extraño se encendió en la boca de su estómago.

Heather juró que nunca olvidaría ese día. El frío, los irritantes comandos de sus profesores; el café matutino que su madre le obligaba a beber para reemplazar el desayuno, con la promesa de que, de aquella manera, sus faldas abrazarían mejor la curva de su cintura. Todas sus mañanas eran similares, pero aquel día se encontraba especialmente cansada. Lo único que deseaba era volver a casa y refugiarse entre las paredes de su habitación para evitar encontrarse con la mirada sombría de su padre.

Como de costumbre, aquella mañana había estado plagada de los obscenos comentarios de Tommy Matson y sus secuaces, un grupo de estudiantes de último año que se dedicaban a acosar a cada chica que se cruzaba en sus caminos. Heather disfrutaba de aprender, mas no era fanática del ambiente que se creaba en la escuela; de todas formas, su recelo hacia aquel lugar había aumentado mucho más después del fiasco que vivió en los vestuarios del gimnasio cuando tenía catorce años, en 1963: el hermano mayor de Tommy, Carl Matson, había decidido que intentar colarse bajo su falda luego de enamorarla era una fantástica idea para demostrar su hombría.

Desde entonces, cada vez que andaba sola por los pasillos, los vellos de su piel se erizaban como espinas. Y, aunque Carl se había graduado el curso pasado, los sentidos de Heather se mantenían alertas, en busca de la próxima amenaza.

No se lo había dicho a nadie, sin embargo. La familia Matson tenía tanta o más reputación que los Andrews, e intentar arruinar su imagen pondría en riesgo el estatus de su propia familia. Que una adolescente acusase de abuso al hijo mayor de los Matson no haría más que esparcir rumores innecesarios por el pueblo, y sabía bien que su padre, con sus obsesivas ganas de dominar el suelo de Coal Creek,  jamás se lo permitiría.

Decidió que lo mejor era guardarse el secreto. A partir de entonces, sencillamente empezó a temerle a los hombres.

Pero, por alguna razón, luego de ver a Arvin Russell aquel día, comprendió que su temor tal vez tenía algunas excepciones.

Se dirigía a la salida de la escuela cuando escuchó que un par de voces masculinas llamaban el apellido del muchacho. Su atención fue captada por el coro de gritos y risas venenosas provenientes de uno de los pasillos, los cuales se hallaban prácticamente vacíos para aquel entonces. Al llegar a la fuente del sonido, arrastrada por su propia curiosidad, se ocultó rápidamente detrás de un casillero para evitar ser descubierta.

Cuando sus ojos lo encontraron, sintió que algo en ella despertaba.

El joven castaño sujetaba las cuerdas de su mochila con tanta fuerza que sus nudillos se tornaron blancos, apretando la mandíbula y manteniendo la mirada fija en el suelo mientras Tommy Matson y Gene Dinwoodie se mofaban en su cara. Heather supo entonces que se trataba del nieto de la señora Russell, una mujer humilde y amable—adorada en los barrios más pobres de Coal Creek, pero tratada como plaga en las zonas más adineradas.

Lo había visto unas cuantas veces en los pasillos, e incluso sus ojos habían barrido la silueta del chico en la iglesia del pueblo. No obstante, nunca lo había observado realmente. No sabía mucho de él, solo que era dos años mayor que ella y que, además, solía acompañar a todas partes a una de sus compañeras de clase —la tímida y huérfana Lenora Laferty—, quien vivía con los Russell. Aquella vez, sin embargo, Heather se fijó detalladamente en la rigidez de su postura, en la rabia acumulada en sus facciones y en el cansancio reflejado en sus ojeras.

No parecía pertenecer a aquel pueblo, eso era seguro, pero aquello solo logró engatusar la atención de Heather.

Emanaba algo especial. Era agradable a la vista, indudablemente atractivo, y tenía un toque de misterio que la embriagó desde el primer instante. No supo ponerle un nombre a la llamarada que se encendió desde la boca de su estómago hasta la base de su garganta, pero pudo contener la necesidad de huir de sus nuevas emociones.

Los segundos pasaron y el muchacho se mantuvo callado. Siendo testigo de la forma en la que su espalda se tensaba cada vez más, Heather pensó que, tarde o temprano, Arvin iba a explotar.

Quiso intervenir, pero una voz en su cabeza, la cual sonaba como una mezcla entre la de su madre y su hermano, le recordó que no debía meterse en asuntos de hombres.

—¿Te gusta follarte a tu hermana, Russell? —rio Tommy mientras hacía un gesto vulgar con las manos—. Supongo que le tendrás que poner una bolsa en la cabeza para no tener que verla. No querrás correrte en una cara tan espantosa.

Heather escuchó el nombre de Lenora escurrirse en la conversación después de eso, y, finalmente, el castaño estalló.

Empujó a Gene contra uno de los casilleros, sujetándole la camisa con una fuerza primitiva. Sin embargo, Tommy fue más veloz, encajando su puño en el pómulo del joven y dejando libre a su compañero.

Fue en ese instante cuando los furibundos ojos de Arvin atraparon los de Heather a la distancia.

Con el corazón en la garganta, la rubia se escurrió para desaparecer del lugar antes de captar la atención de Tommy y Gene. Pero, mientras salía con paso apresurado, no podía quitarse aquella profunda mirada de la cabeza.

A partir de entonces, Heather no había dejado de pensar en Arvin Russell.

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—Entra tú. Te esperaré afuera.

La joven rubia suspiró con pesar, analizando el rostro de su mejor amiga con una mezcla de rabia y lástima. El color tostado de su rostro parecía emanar luz mientras el candente sol de verano se reflejaba en las gotas de sudor de su frente, y los restos de mugre que manchaban sus facciones actuaban como una muestra de lo duro que había trabajado aquel día.

Brenda, al igual que Heather, tenía dieciséis años, pero nunca se le había permitido asistir al instituto de Coal Creek por su tono de piel. En cambio, había trabajado en un bar de mala muerte desde que tenía once años, limpiando las mesas y fregando los suelos a cambio de una paga deplorable.

Brenda Harris era una muchacha negra, al fin y al cabo; las personas como ella no tenían demasiadas formas de llevar una vida digna. A pesar de que el presidente de los Estados Unidos había hecho un decreto para prohibir la discriminación racial en el país el año anterior, las nuevas normas no habían sido bien recibidas en la mayoría de los pueblos pequeños, donde casi toda la población era de piel blanca—Coal Creek era uno de ellos. Las chicas de piel negra, quienes no tenían oportunidad de seguir el rol de esposas y madres perfectas que las mujeres estaban destinadas a representar, solo podían optar a trabajar para ayudar a sus familias debido a los problemas económicos acarreados por la Segunda Guerra Mundial.

La rubia sabía que su amiga detestaba cualquiera de los dos tipos de vida que las mujeres tenían permitido seguir en aquel entonces: no deseaba ser la esposa ejemplar, mas tampoco quería trabajar como una mula de carga. Sin embargo, Heather no podía evitar desear arrastrarla a su mundo—un mundo en el que, aunque jamás podría ser libre, al menos no sería criticada por su aspecto.

Pero en Coal Creek nunca se lo permitirían. Por mucho que Brenda luchara, todos se reirían en su cara. Lo había asumido años atrás, tanto así que cada vez batallaba menos por defender sus derechos.

Aquella era una de las muchas razones por las que Heather Andrews quería escapar desesperadamente de ahí.

—¿Estás segura? —preguntó la rubia en voz baja—. Puedo decirle a mi madre que fui a la iglesia y no tuve tiempo de comprar el pollo. No le importará cocinar otra cosa para la cena si piensa que estuve ahí, aunque quizás puedo convencer a Michael para que venga y–

Heather, —Brenda la interrumpió con una pequeña sonrisa. Puso una mano sobre el hombre de la chica, quien era más baja que ella, y le dio un apretón de confianza—, conozco mi lugar; no me afecta. Además, no pienso verle la cara al maldito señor Brown, no merece mi presencia.

Heather intentó devolverle la sonrisa, pero no pudo lograrlo—su mente fue invadida por las incontables ocasiones en las que el señor Brown, el carnicero del pueblo, había ofendido a la familia Harris. Observó la carnicería, volvió a mirar a su amiga y, luego de un par de segundos, giró otra vez hacia el pequeño local.

Finalmente, después de asegurarle a Brenda que volvería pronto, entró al lugar, ignorando el nudo que apretaba su garganta.

—Señorita Andrews, es un gusto verla por aquí.

Heather levantó la mirada en dirección al mostrador, donde el señor Brown la recibía con una sonrisa.

Esbozó una propia, actuando tan dulce cómo podía. Recordó la forma en la que su madre lo hacía cada vez que recibían a uno de los tantos amigos de su padre en casa, y no tuvo dificultad en replicarla.

—El gusto es mío, señor.

Una respuesta escueta, pero eficaz. Realmente lo único que quería era ignorarlo por todas las difamaciones que había hecho contra los Harris, pero no podía darse el lujo de expresar lo que realmente pensaba.

—¿Cómo está su padre? Espero verlo pronto por aquí, sabe que siempre es bienvenido.

Heather evitó dibujar una mueca ante aquellas palabras. Eran raras las ocasiones en las que no escuchaba a su padre ser mencionado en boca de otros; después de todo, su dinero le había comprado una de las mejores posiciones sociales y de poder en Coal Creek, y aquella lengua viperina que Heather conocía tan bien lo convertía en un manipulador nato. Todos lo adoraban, probablemente más por interés que por gusto, pero querían formar parte de su círculo al fin y al cabo.

«Si tan solo supieran la verdad...», pensó la joven, incapaz de responderle al carnicero. Se dedicó a analizar las diversas carnes que estaban en exposición, desde las de mayor calidad hasta las que estaban destinadas a los más pobres del pueblo. Sus manos empezaron a temblar mientras una imagen de Todd, su difunto hermano, invadía su mente.

La sangre, la piel pálida, los gritos.

Algo dentro de su cabeza comenzó a palpitar con histeria ante el recuerdo, provocándole un inmenso dolor de cabeza. Sintió que el aire escapaba de sus pulmones, pero aquello le había sucedido en tantas ocasiones que cualquiera que la viera en ese instante no sospecharía nada.

Si algo había heredado de sus padres, era la capacidad de fingir una perfecta fachada.

—Oh, y usted... usted está cada día más preciosa. —El señor Brown no reparó en el silencio de Heather mientras paseaba sus ojos por la silueta de la muchacha, pausando deliberadamente en la parte descubierta de sus piernas. Ella ni siquiera se percató, pero de pronto la invadió la necesidad de salir de aquel lugar antes de sufrir un ataque de pánico—. Debería venir más seguido, así podría–

—Buenas tardes, Brown.

Entonces, sin saber por qué, Heather sintió que un escalofrío le recorría la espalda.

Pero la sensación no fue incómoda. La arropó de arriba a abajo, embargándola de un calor agradable que relajó la tensión que antes se había formado en su mente.

Y cuando se giró hacia la entrada para buscar al dueño de aquella voz, se encontró cara a cara con Arvin Russell.

Intentó apartar la mirada de manera instantánea, pero sus sentidos no se lo permitieron. En cambio, sus mejillas adquirieron un intenso color rojo, y, a pesar de que hacía muchos años que había dejado de creer en la voluntad de Dios, no pudo evitar la tentación de pedirle fuerzas al Señor para poder soportar el hecho de estar prácticamente a solas con el muchacho que tanto le había atraído en el último año.

Se sintió avergonzada, como una niña obsesionada con un muchacho que ni siquiera conocía—aunque, al fin y al cabo, eso era. Desde que vio a Arvin por primera vez, no había podido sacárselo de la mente, buscándolo en los pasillos del instituto, en la iglesia, cada vez que daba un paseo junto a su hermano Michael, e incluso cuando se escabullía con Brenda en los rincones más solitarios del pueblo para evitar ser vista con una persona de piel negra y, como consecuencia, arruinar la reputación de su padre.

Pero verlo en la escuela o junto a Lenora Laferty y su abuela en la misa del pueblo era una cosa. Ahora estaban prácticamente solos, en la misma estancia, y no podría escapar de sus nervios ante la presencia del muchacho, tal y como lo había hecho en muchas ocasiones.

Extrañamente, se sentía como una presa en la boca del lobo.

—El joven Russell —Brown saludó con un movimiento de cabeza, aunque parecía frustrado ante la interrupción—. ¿Qué quiere tu abuela esta vez?

Arvin no pareció reaccionar ante el tono casi hostil del carnicero. Lucía completamente serio, imperturbable, y se mantuvo callado por un par de segundos antes de responder.

Le dedicó una mirada a Heather en medio del silencio. Comenzó a acercarse, posicionándose al lado de ella en frente del mostrador. El corazón de la joven se aceleraba más y más conforme el joven paseaba sus ojos por las carnes más baratas, tomándose su tiempo antes de responder.

Se dirigió al hombre finalmente, subiendo la mirada con una educada sonrisa de labios sellados.

—Bueno, Brown, tampoco tengo muchas opciones.

—Lo sé, lo sé. Los Russell se conforman con poco, en eso somos parecidos. Pero así lo ha querido Dios. —La tensión se disipó ligeramente de los ojos del señor Brown a la par que unas cuantas carcajadas suaves ante las palabras del joven—. ¿Medio kilo de hígado de pollo, entonces? —Arvin asintió—. De acuerdo... Señorita Andrews, vaya pensando lo que desea mientras tanto. Tómese todo el tiempo que quiera.

Mientras el carnicero le echaba un último vistazo, pasando de su rostro a su pecho, Heather se fijó en tres cosas: que Arvin Russell había comprado la carne más barata y de peor calidad disponible, que su comportamiento educado no parecía una elección sino más bien una obligación de mostrar respeto, y que Brown tenía un trato considerablemente diferente con ella en comparación a la manera en la que se dirigía a Arvin.

¿Le hablaba a ella con más respeto porque su padre era más importante? ¿Quizás porque su familia tenía más recursos que los Russell? ¿O tal vez porque era mujer?

De cualquier forma, la respuesta no era importante. Se había quedado prácticamente sola con Arvin—pues el señor Brown se había alejado en busca de las cosas necesarias para envasar el pedido del muchacho—, y no pudo hacer más que bajar la mirada para evitar quedarse estancada, perdida en el perfil del chico.

Sin embargo, el destino no parecía estar de su lado. Observó cómo se acercaba ligeramente por el rabillo del ojo. Sintió la respiración del castaño acariciando su mejilla, cerca de su oído, y su estómago dio un giro de ciento ochenta grados cuando pudo notar el calor que emanaba de su cuerpo.

«Muy cerca», le gritó su conciencia, a pesar de que seguían a una distancia respetable. «Muy cerca, demasiado cerca».

—Te estaba molestando, ¿no?

Heather levantó la cabeza de manera inmediata. La giró para poder verlo con los ojos bien abiertos, aún sorprendida de que siquiera se estuviese dirigiendo a ella.

Era la primera vez que lo hacía, después de todo.

—Um, no, no. Solo estaba siendo amable —respondió con el mismo tono de voz bajo al cabo de unos segundos, arreglándoselas para dibujar una sonrisa. Sin embargo, comprendió que sus palabras no eran ciertas, pues el señor Brown la había hecho sentir incómoda. No se había detenido a analizar la forma en la que el hombre la había mirado minutos atrás, pero, ahora que lo hacía, un sabor amargo se instaló en su boca. Diversos hombres le habían hecho lo mismo, sí, pero había aprendido a temerles desde el incidente con Carl Matson, tanto así que apenas se detenía a pensar en sus desagradables acciones. A pesar de ello, continuó con la mentira, sabiendo que aquello hubieran querido sus padres; no podía ir en contra de ningún hombre, era un mandato que recordaba bien—. Conoce a mi padre, eso es todo —justificó.

—Créeme, eso no es ser solo amable.

El calor subió a sus mejillas. Tragó en seco, observando la forma en la que la mandíbula de Arvin se tensaba.

—Puede que tengas razón...

Aquello fue lo único que pudo soltar.

Hay muchos desgraciados en este lugar —murmuró entre dientes. Hizo una pausa, deteniéndose para analizarla—. Estás temblando. —La miró de arriba abajo; su mandíbula se apretó aún más. Finalmente volvió a atrapar los brillantes ojos azules de Heather, observándola con una sinceridad que la dejó atontada—. Repito, lo que hizo él no ser amable.

Hasta ese entonces, Heather no se había dado cuenta de que sus manos seguían sacudiéndose; tal vez era culpa del recuerdo de Todd que había invadido sus sentidos antes de recibir las atenciones del carnicero, pero el temor de hablar con Brown a solas, sobre todo después de los comentarios que había soltado, se había apoderado de ella de manera inconsciente.

No obstante, aunque no se atrevió a decir nada mientras se concentraba para detener sus tremores, no pudo estar más de acuerdo con él. Solo se dedicó a pasear sus ojos por su silueta en cuanto el chico giró a mirar a Brown una vez más, esta vez sin siquiera pintar la sonrisa educada con la que antes le había hecho su pedido.

—Bueno, muchacho, ya sabes el precio. —Brown le entregó la bolsa con los hígados—. Puedes irte cuando quieras —sonrió, pero Heather creyó que lo estaba echando indirectamente.

Arvin hizo caso omiso. Se dirigió a la muchacha, esta vez dedicándole una pequeña sonrisa; sin embargo, Heather pudo ver la ira en su mirada.

Algo en su interior sabía que aquella furia no estaba dirigida a ella, sino al señor Brown.

—¿Qué quieres tú? —le preguntó a Heather, usando el mismo tono de voz con el que le había hablado antes.

—F-filete —respondió ella, trastabillando bajo la intensidad de su expresión—. De pollo, por favor.

—Antes de mandarme a la calle podría darle un filete de pollo a la señorita Andrews, Brown —repitió el pedido de la chica, esta vez hablando más alto para que el carnicero escuchara—. ¿No lo cree?

El señor Brown pareció frustrado ante la respuesta de Arvin, pero se limitó a asentir con la cabeza para después dedicarse a seleccionar uno de los filetes más frescos. Se lo entregó a Heather en una bolsa igual a la que le había dado a Arvin, y, posteriormente, ambos pagaron para finalmente retirarse de la carnicería.

Una vez afuera, el chico comenzó a alejarse en dirección a un viejo Chevy 51, luego de dirigirle una última mirada a la rubia. Heather se quedó pasmada, observando cómo su figura se alejaba sin siquiera despedirse—todo parecía un sueño, como si realmente él no le hubiera hablado, y estaba segura de que, tal vez, lo mejor era dejarlo ir.

Pero Heather Andrews era una joven agradecida. No podía permitir que se fuera sin antes darle las gracias.

Así que, por puro instinto, lo llamó.

—¡Oye!

Arvin se detuvo en seco mientras Heather se maldecía a sí misma por su falta de educación; gritarle a un desconocido para llamar su atención no era lo más adecuado para una señorita. Sin embargo, su mente quedó completamente en blanco cuando él finalmente giró a verla con una ceja enarcada.

Una vieja gorra cubría las ondas de su cabello, aquél que a Heather tanto le había gustado desde la primera vez que lo vio, cuando ambos estaban en la iglesia del pueblo. No era demasiado alto, pero Heather recordó la forma en la que tenía que bajar la cabeza para mirarla a los ojos cuando se había dirigido a ella en la carnicería; su postura era relajada, pero sus facciones ocultaban un misterio indescriptible, y su figura era masculina y fuerte, aunque también lucía delgado. La oscuridad tapaba una parte considerable de su rostro, pero el profundo café de sus ojos encontró la manera de dejarla estática.

Heather pensó que tenía que ser la encarnación de un ángel; incluso, tal vez, la de un demonio. Simplemente era imposible que perteneciera al mismo mundo terrenal que el resto de Virginia Occidental.

Y tan solo una única palabra fue lo suficientemente valiente para escapar de sus labios.

Gracias.

Arvin solo asintió como respuesta, aunque Heather pudo jurar haber visto la sombra de una sonrisa ladeada. Sacó un cigarrillo y un encendedor de su bolsillo trasero. Luego se dio la vuelta y continuó su recorrido mientras llevaba el objeto hasta el borde sus labios.

—¿Quién era ese? —preguntó Brenda Harris después de acercarse a su amiga, quien parecía incapaz de moverse de su posición.

—Oh, —Heather finalmente separó la mirada del coche en el que el muchacho había entrado, encontrándose con el ceño fruncido de la morena—, ¿recuerdas el chico del que te he hablado? ¿El nieto de la señora Russell? —Brenda asintió—. Es él, Brenda.

Heather dejó escapar el aliento, sintiendo que su corazón recuperaba un ritmo normal conforme el coche del joven se alejaba. Brenda, por su parte, la miró escéptica.

—Estoy casi segura de que lo he visto un par de veces acompañando a un hombre al bar en el que trabajo. Creo que es su tío —comentó. Achinó los ojos, escudriñando el coche mientras se perdía en la distancia—. No lo sé, Heather. Ni siquiera me ha visto directamente, pero... creo que ese chico tiene muchos demonios que espantar. —Su expresión adquirió un matiz más serio—. Sabes que tengo un don para saber esas cosas.

Heather simplemente se encogió de hombros.

Tal vez, solo tal vez, Brenda tenía razón.

Pero Heather Andrews tenía sus propios demonios, y no jamás se atrevería a juzgar a nadie que también los tuviera.

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𝔫𝔬𝔱𝔞 𝔡𝔢 𝔞𝔲𝔱𝔬𝔯𝔞  ⊰

¡bienvenidos al primer capítulo de «𝐒𝐈𝐍𝐍𝐄𝐑'𝐒 𝐏𝐑𝐀𝐘𝐄𝐑𝐒»!

¿empezamos bien, queridos lectores?

espero de todo corazón que hayan disfrutado de este capítulo. he decidido utilizar esta parte para introducir la dinámica de Heather y Arvin, empleando poco diálogo para poder hacer una mejor presentación sobre el personaje de Heather. quizás las ideas parezcan muy vagas por ahora, pero en el próximo capítulo presentaré explícitamente a la familia Andrews, y, créanme, eso les dará una gran idea del estado mental de toda la familia,
pero sobre todo del de Heather.

también he mostrado un poco del racismo de la época con el personaje de Brenda Harris. me he informado sobre el racismo en Estados Unidos durante los años sesenta, pero estoy llevándolo al nivel de cómo creo que sería en pueblos menos liberales como Coal Creek. siento mucho si estoy desinformada en cualquier ámbito relacionado a este tema, #tryingmybest jiji.

antes de dejarlos ir, quería darles las gracias por apoyar esta historia. he leído los comentarios y me emociona haber comenzado a crear una base de lectores, puesto que creí que tal vez esta historia, siendo de un tópico bastante serio, no llegaría a muchos. sus comentarios me alegran los días, en serio, aunque físicamente no tengo tiempo de responderlos.

para terminar, se vienen unas preguntitas:
¿qué opinan de Heather? es un personaje bastante blando a primera vista, sí, pero esa es mi intención; quiero ir mostrando sus capas poco a poco, explorar niveles mentales que no he tratado jamás con mis personajes, pero quiero saber sus opiniones. además, ¿les ha gustado su dinámica con Arvin, aunque apenas acabe de comenzar? ¿qué creen que piensa Arvin de Heather? ¿algo en especial, o simplemente estaba siendo amable al ayudarla?

si pueden responder, me encantaría leer sus comentarios al respecto ¡!

en fin, muchísimas gracias por leer. recuerden que aprecio cada uno de sus votos y comentarios y les agradezco inmensamente por todo el amor que le dan a esta historia.

¡dejen un comentario, voten y compartan!

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