ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ ꜱᴇɪꜱ
Después de unos algunos días más, México estaba saliendo de una agradable ducha, al vestirse escuchó como tocaban a su puerta, confundido caminó hacia ahí, ¿Quien estaría en su casa tan temprano? Para México a las tres de la tarde seguía siendo temprano. El mexicano abrió la puerta para después ver a Argentina en frente de el sosteniendo un enorme ramo de flores y una botella de tequila también. México suspiro y miró a Argentina, el cual lo miraba con aquellos ojos llenos de amor, el tricolor no quería ser maleducado con el contrario, así que acepto aquellos regalos que le había dado Argentina.
-¿Has pensando en lo que te dije ese día, México? Tener una cita, tal vez... Puedo demostrarte que...
-Acepto.
-¿Uh?
-Acepto esa cita, ¿Esta bien? Te veo a las seis de la tarde aquí mismo. Tal vez esta botella nos sirva hoy-Le dijo sonriéndole de forma suave para después darle un beso cerca de sus labios, haciendo que este solo sonriera grande ante aquella acción hecha. Argentina estaba amando aquello-Te veo más tarde, Argentina.
-S-Sí...
México cerró la puerta de forma suave y dejó aquella botella en una mesa, miró las flores que tenía en sus manos, eran hermosas, de color rojo y blanco. Sonrió con gentileza y dejó aquel gran ramo de flores junto con la botella de tequila, la cual era su favorito, tal vez Argentina lo ha estado espiando, porque nunca le había dicho cual era el que más le gustaba. Luego de eso, cuando estaba a punto de irse a su habitación, la puerta se escuchó, ¿Quién será está vez? Caminó hacia ahí y abrió la puerta, viendo a la peor persona, y la persona que jamás había querido volver a ver en toda su vida.
-¿Qué haces aquí, Canadá? Ya te dije que no quiero hablar contigo, ni siquiera cinco o dos minutos, no quiero nada de ti.-México dijo mientras cruzaba sus brazos y se apoyaba en el marco de la puerta.
-México, déjame hablar contigo.
-No, largo de aquí.
-Por favor, dame una oportunidad más.
-No. ¿Acaso crees que te daré una oportunidad? Eres una persona de mierda, me hiciste daño en todos esos años, me dejaste cicatrices en mi cuerpo las cuales no se pueden borrar, cabrón, y ahora vienes aquí a pedirme una segunda oportunidad porque según tu cambiaste, pero no, eres un hijo de la chingada y por eso te mereces la soledad. Largo de aquí, pendejito, no soportaré tus chingaderas.-Cerró la puerta con fuerza y con llave para después irse a su habitación.
México odiaba a Canadá, así como Estados Unidos a Rusia, era imposible que México perdonará todos los daños que le hizo, lo odiaba, lo odiaba tanto que no le importa lo que Canadá diga o haga, que se ponga en ridículo frente a todos, no iba a aceptar absolutamente nada de él, jamás en la vida iba a perdonar el daño hecho en esos años, años tan horribles, años que no quiere recordar pero que a veces se le viene a la cabeza, lo odia demasiado. México no iba a soportar eso, esa era una de las razones por las cuales rechaza a Argentina, tiene miedo, solo eso, tampoco quería ser grosero con él de esa manera hace unos días.
Habían pasado unas horas más, México estaba listo para la llegada de Argentina, estaba algo nervioso, eso sí, pero quería hablar con él de todas maneras, aclarar las cosas más bien. Además de que no quería que Argentina se sintiera mal consigo mismo, porque si, Argentina pensaba que era una mala idea enamorarse de México, tal vez solo es algo pasajero, eso fue lo que pensó haces unos meses, y no, no fue pasajero, de verdad amaba a México, y no podía evitarlo. México, que aunque su mal lenguaje puede ser grosero, es muy lindo y amable en cierta manera en la que puedes decir que es "amable" porque solo lo es cuando está cómodo, cuando está estresado o molesto es capaz de decirte de todo hasta que te sientas mal, obviamente después te puede pedir perdón.
México quería que todo saliera bien ese día.
Unos minutos más, México fue a abrir la puerta, encontrándose con alguien, ese alguien no era Argentina, ese alguien era nada más y nada menos que: Rusia.
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