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ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ ᴅɪᴇᴢ

México tenía a Argentina entre sus brazos, abrazándolo suavemente para calmarlo, estaban en la cama del mexicano, el cual de la misma manera le limpiaba las lágrimas que salían de sus ojos, el argentino se acurrucó mucho más en el pecho del contrario, amando lo fuerte que se sentía, pero al mismo tiempo era suave y cómodo, a veces sus lágrimas caían en la camisa del contrario.

—Vamos, Argentina, tal vez un baño caliente te va a hacer sentir bien.—Le dijo México al otro, el cual no quería levantarse, solo estaba esperando a que tal vez se quede dormido ahí, junto con México.

—Estoy bien, solo estoy cansado.

—No, ven conmigo, prepararé la bañera para que puedas sentirte mejor.—Se levantó y fue hacia al baño que está fuera de su habitación.

Argentina rápidamente se levantó y fue hacia donde estaba el contrario, no quería quedarse solo en esa habitación debido a que tenía algo de miedo de que algo pase, algo malo. Todos sabían que Rusia no era de quedarse de brazos cruzados cuando algo así pasa.

—México... Se que no estarás conmigo todos los días para asegurarte de que Rusia no se acerque a mi, pero... Quiero tener más tiempo contigo.

—Hablaré con Rusia mañana.

México estaba decidido a hacer eso por Argentina, no quería que nadie lo lastimarse de esa manera, era su amigo después de todo y haría de todo para verlo bien, de ver por su seguridad también aunque este pueda cuidarse solo obviamente, pero en ese momento era obvio que no podía, no por fuerza, eso lo tenía, si no por miedo que le causaba aquella sensación al recordar que estuvo a segundos de ser asesinado por el ruso.

—México, se que eres fuerte, pero algo podría salí mal de eso, a pesar de que eres más alto que él, podría hacerte algo malo.

—¿Crees que me importa la altura de ese ruso? ¡No! Ese imbécil va a pagar por todo el daño que te hizo, me vale verga si es más fuerte que yo, puedo hacerlo.

—México...

—¿Sí?

—Gracias.

México miró a Argentina, acercándose a él y besándole los labios, de forma suave, moviendo sus labios sobre los del contrario, amando lo suave que eran, más la tierna reacción del argentino quien mantenía sus ojos abiertos, sorprendido por la acción del otro. Podía sentir el beso en sus labios, era algo húmedo, poco a poco se dejó besar, abriendo su boca para que el beso vaya más profundo.

Los jadeos bajos de Argentina cuando México metió su lengua en su boca, era caliente y más húmedo. Los besos bajaron al cuello, Argentina no sabiendo que es lo que pasaba, todavía no reaccionaba bien a las acciones del otro, pero no lo detuvo, su entrepierna dolía, sentía algo duro contra él.

—Argentina...—México susurró cerca de los labios del nombrado cuando había terminado con su cuello. Le quitó la ropa con su propia ayuda, Argentina sonrió, siendo cargado en brazos ahora, su trasero en los brazos del mexicano.

Se deseaban, se querían el uno al otro, sentir la piel del contrario y besarse hasta no tener energía para otra cosa. La noche se basó en eso, solo ellos dos en la habitación en unas horas en la cama, México dando fuerte en el interior de Argentina, abrazándolo y llenandolo a besos y dulces palabras.

Así hasta quedar dormidos.
Mañana iba a ser diferente.

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