⋆·˚ ༘ * 𝟎𝟑.
CAPITULÓ TRES
Problema lunar
DESPUÉS DE TODO LO QUE había pasado con Scott, Ivy se encontraba en la habitación de Stiles, ordenando algunos papeles que había encontrado en el suelo. El ambiente estaba cargado de silencio, interrumpido solo por el crujir de las hojas y el murmullo suave de la respiración de ambos. Ivy no podía evitar notar cómo Stiles se preocupaba por ella y por su hermano. Sentía que él estaba haciendo todo lo posible para que las cosas mejoraran, mientras Scott, sumido en su propio mundo, no veía lo mismo que ella.
Entre los papeles que iba recogiendo, uno le llamó especialmente la atención: "Sirenas y cómo entenderlas." La frase, tan directa, hizo que una pequeña sonrisa se asomara a sus labios. En cierto modo, esa simple línea parecía poner de manifiesto todo lo que Ivy había experimentado en los últimos días.
Se quedó mirando el papel durante un momento, y aunque una parte de ella quería buscar más respuestas, otra parte, la más profunda, se sentía perdida. Estaba nerviosa por lo que podría suceder esa noche. La luna llena estaba cerca, y si lo que había descubierto era cierto, si realmente era algo más que una sirena, La incertidumbre la invadió, y se sintió vulnerable.
En ese instante, Stiles levantó la vista y la vio con la hoja en la mano. Ivy con su tono humor comenzó a decir.
—Dime, ¿de verdad crees que en internet averiguarás algo? —preguntó Ivy señalando la hoja, que parecía estar llena de información errónea y fantástica.
—Averigüé que estas sirenas no son tan lindas como tú, y no tienen tus poderes —respondió Stiles, sonriendo con una mirada divertida.
El comentario, dicho sin malicia, hizo que Ivy se sonrojara de inmediato. Intentó disimularlo, pero era inútil. Su rostro ardía y, por un instante, se sintió torpe al frente de Stiles.
Aprovechando la oportunidad para cambiar de tema, Ivy dejó la hoja en la mesa y recogió otra. Mientras lo hacía, pensó en la respuesta que había estado guardando para sí misma.
—Solo en un lugar puedo saber por qué soy una sirena, el lago Makó. Creo que ahí fue donde sucedió, y las respuestas deberían estar allí —dijo, con un tono más serio, como si compartiera una pequeña parte de su carga con Stiles. Había algo en el lago Makó, un misterio que aún no entendía, pero que sentía que era la clave para comprender su transformación.
Stiles la miró con atención, como si sus palabras fueran una promesa, y le sonrió con confianza.
—Bueno, pronto podremos ir.
Ivy le devolvió la sonrisa, aunque su ansiedad seguía latente en el fondo. Sabía que Stiles estaba tratando de aliviar su preocupación, pero también entendía que la verdad sobre lo que era, y lo que podía llegar a ser, estaba más allá de lo que podían resolver en ese momento.
—Claro que sí... Ah y al menos que quieras que vayamos a esa fiesta, tendrás que acompañarme a mi casa a cambiarme, y tú definitivamente no irás así.—Dijo Ivy, mirándolo de pies a cabeza con una mezcla de incredulidad y burla en su expresión.
—¿Qué? ¿Qué tiene mi ropa? —respondió Stiles, claramente a la defensiva mientras se revisaba a sí mismo.
Ivy arqueó una ceja, señalando su camiseta arrugada y los pantalones que parecían sacados de lo más profundo de su armario.
—¿De verdad? Parece que te vestiste con los ojos cerrados.
—¡Oye! Esto es... estilo casual despreocupado —replicó él, alzando las manos como si defendiera su honor.
—Claro, claro. Casual despreocupado no es sinónimo de "me vestí en cinco minutos porque no encontraba nada limpio". Anda, vamos. No pienso ser vista en esa fiesta contigo vestido así.
—¿Y qué se supone que haga? ¿Vestirme como si fuera a un desfile de moda?
—No, pero algo que al menos diga: "hola, soy un ser humano con un mínimo de estilo".
Stiles resopló, pero terminó siguiéndola, murmurando algo sobre cómo todo esto era un complot.
Ivy se dirigió al armario de Stiles sin pedir permiso, abriéndolo de par en par mientras él la observaba con los brazos cruzados y una mezcla de desconcierto y resignación en el rostro.
—¿Qué haces? ¿Invadiendo mi privacidad? —preguntó Stiles, siguiéndola con la mirada mientras ella revisaba las camisas colgadas.
—Estoy salvándote de ser el hazmerreír de la fiesta —respondió Ivy, sin siquiera mirarlo. Tomaba una camisa, la examinaba con una mueca de desaprobación y la descartaba lanzándola de vuelta al armario—. Esto parece de tu abuelo... esto tiene una mancha... ¿esto es una camiseta de Star Wars?
—¡Eh! Esa camiseta de Star Wars es un clásico —se defendió Stiles, ofendido—. Además, me la regaló mi papá.
—Genial, pero no vamos a una convención de cómics —replicó Ivy con tono sarcástico antes de detenerse al encontrar una camisa roja sencilla pero decente—. Esto servirá.
Le lanzó la camisa y luego señaló sus jeans arrugados.
—Ponte esto y esos jeans que están ahí. Es una fiesta, tienes que ir casual, pero no tan casual como parece que vas a limpiar el garaje.
Stiles atrapó la camisa al vuelo y la miró, todavía indeciso.
—¿Estás segura? ¿Rojo? ¿No es demasiado...? —empezó a preguntar, pero Ivy lo interrumpió.
—Hazme caso, Stiles. Si quieres que Lydia Martin te mire al menos una vez en toda la noche, confía en mí.
Él suspiró, resignado, mientras Ivy se tiró en la cama de Stiles, estirándose con comodidad mientras sacaba un cómic de Star Wars de una pila desordenada. Comenzó a leerlo con interés, pero levantó la mirada justo cuando Stiles se estaba quitando la camisa. Una sonrisa divertida se formó en su rostro antes de volver al cómic, fingiendo no haber visto nada
—¡Listo! —exclamó Stiles un minuto después, girándose hacia ella con la camisa roja puesta y los jeans que Ivy había seleccionado—. Ahora podemos ir a tu casa antes de que salga la luna llena, antes que tú y Scott se conviertan en unos depredadores nocturnos, ¿no?
Ivy cerró el cómic con un suspiro, rodando los ojos mientras se incorporaba.
—Aún no sabemos si somos tal cosa —respondió con tono aburrido, poniéndose de pie y mirándolo de reojo—. Ahora, lo único de lo que tienes que preocuparte es de que en la fiesta yo no caiga en la piscina.
—Vamos, Ivy, ni siquiera sé si eso cuenta como un problema real. Digo... técnicamente ya estás más cómoda en el agua que en tierra, ¿no?
Ivy entrecerró los ojos, cruzándose de brazos mientras lo fulminaba con la mirada.
—Si llego a caer, Stiles, será porque tú hiciste algo estúpido. Y créeme, no querrás saber lo que puede hacer una sirena molesta
—Eh, no prometo nada —replicó Stiles con una sonrisa inocente mientras agarraba las llaves de su jeep
—Ahora mueve tu trasero, Sebastián
Ambos subieron al Jeep, y Stiles arrancó con una mezcla de entusiasmo y torpeza que hizo que el vehículo diera un pequeño salto antes de avanzar. Por suerte, la casa de los McCall estaba a menos de diez minutos gracias a que vivían en la misma calle. Apenas estacionaron frente a la entrada, Ivy saltó del auto sin esperar a Stiles y corrió hacia su habitación.
El sol comenzaba a desaparecer en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y púrpuras. Ivy sabía que no tenían mucho tiempo antes de que la fiesta estuviera en su punto más alto.
Sin perder tiempo, abrió la puerta de su clóset y comenzó a buscar algo adecuado para la fiesta. Tenía que ser algo lo suficientemente casual para no llamar demasiado la atención, pero también algo que le permitiera sentirse cómoda.
Revisó varias opciones, apartando vestidos y blusas que le parecían demasiado elegantes o poco prácticas.
Eligió un suéter ajustado de manga larga color burdeos con botones en el pecho que añadían un toque casual pero cuidado, y unos jeans tiro bajo, color oscuro que marcaban su cintura.
—Perfecto —murmuró para sí misma mientras se vestía rápidamente y se aseguraba de que todo quedara en su lugar. Se miró al espejo un segundo, arregló su cabello y sonrió satisfecha.
Se acercó al mueble donde solía dejar las llaves antes de salir, pero algo la detuvo. Una nota, escrita con plumón rojo, cuyo color vibraba en la quietud de la estancia, como un grito mudo
"No debes ver el ojo de la luna.
Es peligrosa para ti.
No la mires, ni siquiera su reflejo.
Cuando salga, no toques el agua,
cueste lo que cueste."
La nota que Ivy sostenía en la mano le causaba un extraño malestar. Las palabras escritas con trazos apresurados parecían vibrar con un aire de urgencia que no podía ignorar. Aunque no tenía idea de quién la había dejado, algo dentro de ella le decía que debía obedecer aquellas instrucciones.
Sin embargo, la preocupación se colaba en su mente como una sombra. ¿Quién podría haber escrito algo tan específico?
El temor a que alguien hubiera descubierto su secreto pesaba sobre sus hombros como una losa.
Respiró hondo y volvió a leer la nota. "No toques el agua, cueste lo que cueste." El mensaje era claro, pero la intriga sobre quién estaba detrás de él y cómo sabían tanto, la carcomía.
Salió corriendo hacia afuera donde Stiles ya esperaba, impaciente.
—¿Siempre te toma tanto tiempo prepararte? —bromeó Stiles, estirando la cabeza desde su Jeep, con una sonrisa despreocupada.
Ivy, sin responder de inmediato a la broma, se acercó rápidamente al Jeep y se subió sin perder tiempo. Con una expresión seria, le entregó una nota doblada que había encontrado en su casa, sin explicaciones adicionales.
Stiles frunció el ceño al ver la nota. La miró un momento antes de desplegarla y leerla, cada palabra más desconcertante que la anterior. A medida que avanzaba en la lectura, su confusión crecía. El plumón rojo y la advertencia clara lo hacían sentir que no era algo trivial
—Qué extraño... —murmuró, levantando la vista de la nota y mirando a Ivy con una mezcla de curiosidad y preocupación—. ¿Crees que la escribió Scott? No parece su estilo, ¿no? Este tipo de cosas... suena más bien a algo serio
—No lo sé —respondió Ivy, su voz tintada de incertidumbre—. No creo que Scott lo haya escrito. Él no sería tan... directo, ni tan dramático. Esta nota tiene algo extraño, Stiles
—Entonces, ¿quién más podría haberlo hecho? —preguntó Stiles, rascándose la cabeza mientras arrancaba el Jeep. La pregunta flotaba en el aire, pero era evidente que la respuesta no era tan simple. —¿Alguien más sabe que eres Ariel?
Ivy rodó los ojos, un gesto que denotaba su impaciencia pero también la necesidad de aclarar las cosas.
—Claro que no —respondió, cruzando los brazos—. Solo Scott y tú, nadie más.
Stiles asintió, sumido en sus pensamientos mientras giraba el volante y comenzaba a avanzar, y aunque la casa de Lydia Martin estaba a solo unos kilómetros de distancia, el trayecto se sintió mucho más largo en ese momento. El sonido del motor y las ruedas sobre el asfalto fueron los únicos ruidos que los acompañaron, el resto de la noche parecía estar suspendido en un incómodo silencio.
Ivy no dejaba de mirar la nota, sus dedos deslizándose suavemente sobre el papel como si intentara entender un mensaje oculto. A pesar de sus esfuerzos, las palabras seguían sin tener sentido. El miedo comenzó a asentarse lentamente, como una sombra que se alargaba más con cada minuto que pasaba.
—Ivy, ¿no puedes simplemente dejar de pensar en esa nota un segundo?—preguntó Stiles, aunque su propio tono dejaba claro que él tampoco podía ignorarla.
—No puedo dejar de pensar lo que decía—replicó Ivy, mordiéndose el labio mientras miraba el papel arrugado en su mano—. "Es peligrosa para ti." ¿Qué significa eso? ¿La luna? ¿El agua? ¿Ambas cosas?
Stiles la miró con los ojos entrecerrados, claramente armando una de sus teorías.
—Bueno, eres una sirena, no un hombre lobo—dijo, encogiéndose de hombros, como si eso lo explicara todo—. Bueno... esta noche sabremos si eres ambas, ¿no? O sea, no hay reglas escritas. Pero, eh, ¿has pensado que la nota tal vez sea por la mordedura?
Ivy parpadeó, confundida.
—¿La mordedura? No lo creo. Dice "No toques el agua" debe ser por el problema almeja
Stiles arqueó las cejas, asintió como dándole la razón a Ivy.
—¿Has sentido la irrefrenable necesidad de aullar bajo la luna?—pregunto de repente
—¡Stiles!—le interrumpió Ivy, cruzando los brazos—. ¡No es gracioso!
—Lo siento, lo siento. Pero hablando de la nota, ¿por qué alguien te dejaría una nota como esa? ¿Quién podría saber que la luna es peligrosa para ti?
Ivy apartó la mirada, incómoda.
—Tal vez alguien me vio en el lago Mako... y sabe algo.
Stiles se quedó callado por un momento, procesando sus palabras.
—Espera, ¿qué? ¿Crees que alguien te vio transformándote?
—¡No lo sé, Stiles!—contestó Ivy con un deje de frustración—. Solo digo que el lago no es el lugar más discreto del mundo, y si alguien sabe lo que soy, podría estar vigilándome.
—Genial—murmuró Stiles, sarcástico—. Porque lidiar con que Scott y tú pueda que sean lobos, no es nada. Ahora tenemos a un posible acosador experto en sirenas. ¡Perfecto!
Ivy bufó, aunque la verdad era que la idea también le daba escalofríos.
—Mira, no sé qué significa exactamente la nota, pero algo me dice que debo seguir lo que dice. No mirar la luna. No tocar el agua.
Stiles asintió lentamente, su mente trabajando a toda velocidad.
—Bien. Entonces necesitamos averiguar quién dejó la nota y por qué. Porque si tienen razón y hay algo que no sabemos, no podemos quedarnos esperando a que algo pase.
Ivy asintió, aunque una parte de ella sentía que ya era demasiado tarde. El mensaje no era solo una advertencia; era un presagio. Y, aunque no lo quisiera admitir, temía descubrir lo que realmente significaba.
No pasó mucho tiempo para que llegaran a la fiesta. El Jeep de Stiles se detuvo frente a una casa repleta de luces y música que hacía vibrar incluso la acera. La luna llena ya comenzaba a asomarse en el cielo despejado, un recordatorio silencioso de que esa noche no sería como cualquier otra.
Stiles apagó el motor y se inclinó hacia el volante, dejando escapar un suspiro exagerado antes de girarse hacia Ivy.
—Bueno, aquí estamos. ¿Lista para nuestra misión secreta al estilo James Bond?
—¿Misión secreta? —repitió Ivy mientras abría la puerta y bajaba de un salto —. Estamos aquí para vigilar a Scott, no para espiar a criminales internacionales.
—¿Criminales? —Stiles la siguió, cerrando la puerta del Jeep con fuerza—. Déjame decirte, Ariel, que un adolescente recién convertido en hombre lobo con cero control podría calificar como un arma peligrosa.
Ivy rodó los ojos, pero no pudo evitar sonreír un poco. A pesar de sus comentarios sarcásticos, sabía que Stiles tenía razón. Scott estaba dentro de esa casa, rodeado de decenas de personas, y la luna llena brillando sobre ellos no ayudaba en nada.
—Solo no llames la atención, ¿de acuerdo? —dijo mientras subían los escalones del porche—. Lo último que necesitamos es que tú también causes un desastre.
—Por favor, Ivy, soy como un ninja. Nadie notará que estoy aquí.
Antes de que Ivy pudiera responder, un par de chicos que salían tambaleándose de la fiesta chocaron con Stiles, casi derribándolo.
—¿Ninja, dijiste? —Ivy cruzó los brazos, arqueando una ceja.
—¡Eso fue una distracción! —Stiles se incorporó rápidamente, dándole un toque dramático al polvo invisible en su camisa—. Pero gracias por señalarlo, Ivy. Ahora, enfoquémonos en lo importante.
Ambos entraron finalmente a la casa, donde la música y las luces creaban una atmósfera caótica. Ivy escaneó la multitud rápidamente, buscando a su hermano entre las caras y las sombras. La preocupación comenzaba a apoderarse de ella.
—¿Lo ves? —preguntó en voz baja, acercándose a Stiles mientras este se ponía de puntillas para intentar mirar por encima de las cabezas.
—No todavía, pero está aquí.
—Espero que tengas razón, Stiles —murmuró, más para sí misma que para él—. Porque si algo sale mal, esto no va a ser divertido para nadie.
Fueron hacia el jardín trasero de la casa, donde las luces colgantes brillaban tenuemente y las risas de los asistentes se mezclaban con el ritmo de la música. Ivy, sin embargo, apenas prestaba atención a su alrededor. Sus ojos se clavaron en la piscina iluminada en el centro del jardín, y una sensación de pánico se apoderó de ella. Instintivamente, se agarró del brazo de Stiles, su agarre firme pero tembloroso.
—Oye, tranquila —murmuró Stiles, girando la cabeza hacia ella—. No va a saltar hacia ti ni nada.
Ivy lo miró de reojo, incapaz de compartir su humor en ese momento. Sabía que, si algo salía mal, estar tan cerca de la piscina podría desencadenar el tipo de desastre que no estaba preparada para enfrentar.
—Solo no me acerques más a eso —le advirtió en voz baja, soltando su brazo con un suspiro controlado.
Stiles asintió, esta vez sin hacer ningún comentario sarcástico. Ambos siguieron avanzando hasta detenerse cerca de un seto, desde donde pudieron ver a Scott y Allison. Estaban en el centro de todo, bailando despreocupados, completamente ajenos a la tensión que cargaban Ivy y Stiles. Scott sonreía ampliamente, mientras Allison le susurraba algo al oído, provocando que él soltara una risa nerviosa.
—Bueno, parece que el chico lobo está teniendo una noche genial —comentó Stiles en voz baja, cruzándose de brazos.
Ivy lo miró, frunciendo el ceño.
—¿Y qué pasa si esa noche genial termina con alguien saliendo herido?
—Por eso estamos aquí, ¿recuerdas? —respondió él, encogiéndose de hombros.
Ambos se quedaron en silencio por un momento, observando la escena frente a ellos. Había algo reconfortante en ver a Scott tan relajado y feliz, pero la luna llena asomándose por encima de los árboles era un recordatorio constante de lo delicada que era la situación.
—No vamos a interrumpir, ¿verdad? —preguntó Ivy finalmente, bajando la voz como si alguien pudiera escucharlos.
Stiles negó con la cabeza.
—No mientras siga siendo Scott. Pero... —Señaló hacia el cielo, donde la luna ya estaba completamente visible—. La luna llena está saliendo, y lo mejor es que entremos antes de que algo cambie.
Sin esperar respuesta, Stiles la tomó del brazo y comenzó a arrastrarla hacia la casa, dejando atrás la tranquilidad aparente del jardín. Ivy lanzó una última mirada hacia su hermano, esperando que esta noche solo fuera una más de esas en las que las cosas no se complicaran demasiado.
Stiles no había querido apartarse de Ivy ni un momento. Había algo en el aire, algo que no podía explicar, pero sus sospechas sobre los lobos lo mantenían alerta.
—No te alejes, ¿de acuerdo?—dijo Stiles mientras miraba de un lado a otro, como si esperara que algo saltara de las sombras en cualquier momento.
Ivy asintió con un leve suspiro. Sin embargo, en cuanto Stiles se distrajo, háblando con alguien, Ivy aprovechó para ir a la cocina a buscar un refresco. Era un momento sencillo, inofensivo, o al menos eso pensó ella.
La ventana estaba abierta, dejando entrar una brisa fresca que acarició su rostro. Ivy se detuvo en seco, como si algo invisible la hubiera llamado. Giró la cabeza lentamente hacia la ventana, y ahí estaba: la luna llena. Su luz plateada brillaba con una intensidad hipnótica, como si la estuviera invitando a mirar.
Ivy se quedó quieta, con la mirada fija en la luna. Algo dentro de ella comenzó a despertar, una fuerza que no podía explicar ni controlar. Sentía que la llamaba, que la envolvía, y cuanto más la miraba, más difícil se hacía apartar la vista. Sus pensamientos se desvanecieron, dejando solo una sensación abrumadora de atracción hacia aquella luz.
—¡Ivy! ¿Estás bien?!—la voz de Stiles la sacó brevemente de su trance. Había llegado agitado, su rostro lleno de preocupación.
Ivy no respondió. Ni siquiera parpadeó. Su expresión había cambiado, y sus ojos parecían reflejar la luz de la luna, casi brillando. Stiles dio un paso hacia ella, intentando entender qué estaba pasando.
—¡Ivy!—repitió, esta vez sacudiéndola ligeramente del brazo. Pero Ivy no se inmutó. No era ella misma.
De repente, Ivy comenzó a caminar. Su cuerpo se movía con una fluidez extraña, como si estuviera siendo guiada por algo más. Pasó junto a Stiles sin siquiera mirarlo, como si él no existiera.
—¡Espera! ¿A dónde vas?—gritó Stiles, poniéndose delante de ella para bloquearle el paso. Pero Ivy no se detuvo. Era como si estuviera en un trance profundo, completamente ajena a su entorno.
—Esto no está bien—murmuró Stiles, su corazón acelerado. Todo en su interior le decía que algo malo estaba ocurriendo. La nota. Las advertencias. La luna. Todo estaba conectado, y ahora Ivy estaba en el centro de algo que no podía comprender.
Miró a su alrededor, desesperado, pero la fiesta seguía como si nada. Nadie notaba lo que estaba pasando. Solo él.
—Ivy, por favor... ¡detente!—intentó una vez más, casi rogándole.
Pero Ivy siguió avanzando, como si la luna la llamara con una fuerza imposible de resistir.
Stiles se quedó clavado en su lugar, con el corazón latiéndole como un tambor en el pecho. Miró hacia el patio trasero, donde Scott había estado bailando con Allison, y luego volvió su mirada a Ivy, que seguía alejándose hacia la salida con pasos apresurados.
—Mierda... —murmuró, sintiendo cómo la situación se le escapaba de las manos.
Con una maldición, comenzó a correr tras Ivy, pero algo lo detuvo a medio camino. Giró rápidamente hacia el patio trasero y lo vio: Scott había dejado de bailar y ahora caminaba hacia la casa con paso errático. Estaba desorientado, sudando y respirando con dificultad, sus manos temblaban como si estuviera luchando por mantener el control.
—¡Scott! —exclamó Stiles, deteniéndose a mitad de camino entre ambos. Corrió hacia su mejor amigo, intentando alcanzarlo antes de que algo peor ocurriera—. ¿Estás bien?
Scott levantó la mirada brevemente, pero en lugar de responder, Scott lo ignoró por completo y siguió avanzando, dirigiéndose hacia la misma salida que Ivy había tomado.
—No, no, no, no... —Stiles murmuró, mientras lo veía alejarse. Su mente iba a mil por hora, tratando de procesar lo que acababa de suceder—. ¡Esto no puede estar pasando!
Volvió a mirar a Ivy, que ya estaba casi en la puerta, y luego a Scott, que iba tras ella como si algo lo atrajera.
—¡No puedo controlar a dos lobos! —exclamó para sí mismo, sintiendo la desesperación apoderarse de él.
Sin pensarlo más, corrió hacia ambos, empujando a la gente que se interponía en su camino. Primero alcanzaría a Ivy, luego encontraría una forma de lidiar con Scott, o al menos esa era la idea. Aunque en el fondo, no tenía ni idea de cómo iba a manejar el caos que estaba a punto de desatarse.
Stiles salió disparado hacia la puerta principal, su mente llena de maldiciones mientras intentaba procesar lo que acababa de presenciar. Al cruzar el umbral, sus ojos captaron rápidamente a Scott saliendo en su auto, con Allison corriendo tras él, gritando su nombre.
—¡Genial, Scott, simplemente perfecto! —gruñó, viendo cómo el auto desaparecía al final de la calle.
Pero no podía concentrarse en Scott ahora. Su mirada se deslizó de inmediato hacia Ivy, quien caminaba en dirección opuesta, adentrándose en el bosque cercano. Su cuerpo se tensó al darse cuenta de que ella no estaba actuando como siempre. Había algo extraño, algo que no podía ignorar.
—Ivy, ¡espera! —gritó mientras comenzaba a correr tras ella.
Ivy apenas escuchaba. Sus pies se movían como si estuvieran siendo guiados por algo más fuerte que su propia voluntad. El sudor le caía por la frente, y su cuerpo se sentía como si estuviera atrapado en un horno. Cada paso que daba hacia el bosque aumentaba esa sensación de desconexión, como si no fuera ella misma.
Finalmente, con un esfuerzo titánico, logró detenerse y girarse hacia Stiles, quien estaba cada vez más cerca. Su visión estaba borrosa, pero lo suficiente clara para verle la preocupación pintada en el rostro.
—Llévame a casa... —susurró antes de que sus piernas cedieran por completo y su cuerpo se desplomara hacia el suelo.
—¡Ivy! —gritó Stiles, alcanzándola justo a tiempo para evitar que golpeara el suelo. La levantó rápidamente en brazos, estilo princesa, ignorando el temblor en su propio cuerpo debido al esfuerzo y la adrenalina.
Sin perder más tiempo, corrió hacia el Jeep, respirando agitadamente mientras colocaba a Ivy en el asiento del copiloto. Ella murmuraba cosas ininteligibles, sus manos aferradas a su cabeza como si intentara mantener algo dentro.
—Estás bien, estás bien... —murmuraba Stiles, tanto para ella como para sí mismo, mientras arrancaba el Jeep y salía disparado hacia la casa de los McCall.
No le importó pasar el límite de velocidad o ignorar un par de señales de alto. Su mente estaba fija en Ivy, que seguía temblando a su lado. La miró de reojo mientras sus manos se aferraban al volante, viendo cómo sus labios formaban palabras que no alcanzaba a escuchar.
—Ivy, ¿qué está pasando? —preguntó con urgencia, pero no obtuvo respuesta.
En ese momento, el aire dentro del Jeep parecía más pesado. Stiles sentía que no podía controlar el miedo que crecía en su pecho.
Mientras el Jeep se acercaba rápidamente a la casa de los McCall, Stiles apretó los labios, decidido. Haría lo que fuera necesario para protegerla, incluso si eso significaba enfrentarse a algo que no comprendía.
Stiles estacionó el Jeep de forma brusca frente a la casa de los McCall, con el corazón latiéndole a toda velocidad. Sin pensarlo dos veces, salió del auto y corrió hacia el lado del copiloto, cargando nuevamente a Ivy en brazos. Su piel estaba caliente, su respiración entrecortada, y seguía murmurando cosas que no podía entender.
—Aguanta, Ivy. Ya casi llegamos —susurró, subiendo las escaleras lo más rápido que pudo.
Una vez en su habitación, la colocó con cuidado en la cama, corrió a abrir la ventana para que entrara aire fresco, y tomó un vaso de agua que dejó en la mesita de noche. Ivy parecía estar entre despierta y perdida en sus pensamientos, como si luchara contra algo dentro de ella.
—No te muevas, ¿me escuchaste? Voy a... a arreglar esto. —Stiles la miró con preocupación antes de salir apresuradamente de la habitación.
Cuando cruzaba el pasillo, escuchó un pequeño golpe proveniente de la habitación de Scott. Su instinto se activó, y sin dudarlo, corrió hacia la puerta. Giró la manija, pero estaba cerrada. Golpeó con fuerza.
—¡Déjame entrar, Scott! Puedo ayudar. —gritó, tratando de abrir la puerta. Podía escuchar los movimientos de su mejor amigo al otro lado, claramente bloqueándola.
—¡No, Stiles! —respondió Scott con la voz cargada de pánico—. Debes buscar a Allison
—Está bien, la vi irse de la fiesta. ¡Ella está bien! ¿De acuerdo?
Hubo un momento de silencio, y luego la voz de Scott se quebró al hablar de nuevo.
—No lo entiendes... creo que sé quién es.
Stiles parpadeó, confundido.
—¡¿Que?! ¿Quién es quién? Déjame entrar y hablamos de esto, ¿sí?
—Es Derek. Derek Hale —dijo Scott finalmente, su voz baja pero temblorosa—. Él es el hombre lobo. Él me mordió... y él mató a la mujer del bosque.
El tiempo pareció detenerse. Stiles parpadeó, intentando procesar las palabras de su mejor amigo.
—Scott... —comenzó, pero luego otra pieza del rompecabezas encajó en su mente, helándole la sangre—. Scott... Derek fue el que se llevó a Allison de la fiesta.
Un silencio pesado se formó entre ambos lados de la puerta. Entonces, Stiles escuchó el ruido de la puerta cerrándose de golpe con fuerza, como si Scott se estuviera encerrando aún más.
—¡Scott! —gritó, golpeando la puerta con frustración
Pero no hubo respuesta. Stiles golpeó la puerta una vez más, pero ya sabía que Scott no iba a abrir.
—Mierda... —murmuró, retrocediendo mientras su mente comenzaba a trabajar frenéticamente. Entre Ivy desmayándose, Scott transformándose, y ahora Allison posiblemente en peligro con Derek Hale, la noche acababa de complicarse mucho más.
Tenía que pensar rápido, porque sabía que el reloj estaba corriendo, y no estaban ni cerca de salir de este desastre.
Stiles corría por la casa, apenas manteniéndose en pie mientras sus pies parecían enredarse con cada paso apresurado. Llegó a la habitación de Ivy, abriendo la puerta con un golpe suave. Allí estaba ella, acostada en la cama. No parecía dormida, pero su respiración era tranquila, y su cuerpo se veía relajado, como si finalmente hubiera encontrado algo de paz.
Stiles se detuvo en el marco de la puerta, pasando una mano por su cabeza mientras la observaba.
—Tienes que esperarme, Ivy... solo un poco más —murmuró, casi como si intentara convencerse a sí mismo.
Con una última mirada, salió de la habitación y corrió escaleras abajo, subiendo al Jeep con el corazón en la garganta. Giró la llave y arrancó el motor, acelerando hacia la casa de Allison. Cada segundo que pasaba parecía una eternidad, y la presión en su pecho no hacía más que aumentar.
Cuando llegó, estacionó de golpe frente a la casa y bajó corriendo. Subió los escalones del porche de dos en dos y tocó el timbre con insistencia, casi rompiéndolo. Mientras esperaba, respiró profundamente, tratando de calmarse, pero la adrenalina no lo dejaba pensar con claridad.
La puerta se abrió, y Stiles se encontró cara a cara con la mamá de Allison. Su rostro serio y firme hizo que el pánico en su pecho se intensificara.
—Hola, señora Argent... —comenzó, con una sonrisa nerviosa que no lograba ocultar su preocupación—. Usted no sabe quien soy, pero soy amigo de su hija. Esto va a sonar muy loco, pero, eh... muy loco en realidad, sabe...
La mujer lo miró con una ceja levantada, claramente desconfiada, pero antes de que pudiera decir algo, se giró hacia el interior de la casa.
—¡Allison, te buscan!
Stiles levantó la mirada hacia el segundo piso. Allí estaba Allison, asomada al barandal con una expresión de sorpresa al verlo.
—¡Allison, estás bien! —dijo, más para sí mismo que para ella. La chica lo miró, claramente confundida, pero antes de que pudiera hacerle preguntas, Stiles ya estaba despidiéndose con un torpe movimiento de la mano.
—Gracias, señora Argent. Eh... ya todo está bien. —Se dio la vuelta apresuradamente y corrió de regreso al Jeep.
Subió al auto, cerró la puerta de golpe y golpeó el volante con ambas manos mientras murmuraba para sí mismo:
—Bien, Allison está a salvo... ahora Ivy.
Puso el Jeep en marcha y salió disparado de ahí, el camino hacia la casa de los McCall más rápido de lo que había pensado, pero con el peso en su pecho aumentando. Sabía que algo más estaba ocurriendo, algo que no podía controlar, pero por ahora, todo lo que podía hacer era regresar con Ivy y asegurarse de que estuviera bien.
Stiles llegó a la casa de los McCall a toda velocidad, estacionando el Jeep de forma torpe y casi olvidándose de apagar el motor antes de saltar fuera del vehículo. Subió las escaleras corriendo, tomando dos peldaños a la vez mientras su corazón martilleaba en su pecho.
—Por favor, por favor, por favor... —murmuraba mientras abría la puerta de la habitación de Ivy.
Pero al entrar, se detuvo en seco. La cama estaba vacía. No había ni rastro de Ivy. La ventana, que él había dejado apenas entreabierta, ahora estaba completamente abierta, y una brisa fría se colaba en la habitación, haciendo que las cortinas ondearan suavemente.
—No, no, no... —susurró, entrando rápidamente y mirando alrededor, como si esperara encontrarla escondida en un rincón. Pero no había nada.
Se apoyó en el marco de la ventana, mirando hacia el exterior. La oscuridad del bosque cercano le devolvió una sensación de vacío, como si Ivy hubiera sido tragada por la noche.
—Genial... como si no tuviera suficiente con Scott y Derek... —gruñó, pasando una mano por su rostro con frustración.
Suspiró profundamente, tratando de calmarse, y salió de la habitación casi tropezando con sus propios pies. Bajó las escaleras de nuevo y salió disparado hacia el Jeep, murmurando para sí mismo mientras subía al vehículo.
—Me tendrán que pagar la gasolina —dijo en voz alta, encendiendo el motor y girando el volante con un movimiento brusco.
Sin saber exactamente dónde buscar, pero con una determinación que casi lo cegaba, aceleró hacia el bosque, su única pista. Tenía que encontrar a Ivy
Ivy llegó al lago Mako, el aire fresco y el sonido de las olas rompiendo suavemente en la orilla eran lo único que la rodeaba. Sin embargo, algo no estaba bien. Su cuerpo sentía una presión extraña, como si estuviera a punto de romperse. Miró su mano, notando que algo extraño comenzaba a ocurrir. Sus dedos se alargaron, y antes de que pudiera reaccionar, garras afiladas comenzaron a aparecer de sus uñas.
Ivy dio un paso atrás, asustada y confundida, tocándose el rostro como si pudiera desaparecer lo que estaba pasando. La sensación de estar atrapada en un trance la envolvía, pero al ver sus manos, algo la sacó de esa niebla mental.
—¿Qué está pasando? —murmuró para sí misma, girando sobre sus talones, intentando comprender por qué se encontraba allí.
El sonido de un motor la hizo volver la cabeza. A lo lejos, vio el Jeep de Stiles acercándose rápidamente, y su corazón dio un vuelco en su pecho. En cuanto Stiles la vio, su rostro pasó a sorpresa.
Ivy dio un paso atrás, la cabeza llena de preguntas, tocándose la cara con nerviosismo.
—¿Tus ojos...? —Stiles comenzó a decir, acercándose lentamente, con cautela, como si temiera que Ivy pudiera estallar en cualquier momento.
Ivy frunció el ceño, mirando a Stiles sin entender.
—¿Mis ojos? ¿Qué tienen mis ojos? —preguntó, la confusión en su voz creciente.
Stiles se detuvo frente a ella, sus ojos fijos en su rostro. Entonces, Ivy sintió que algo no estaba bien, y fue en ese momento cuando Stiles habló, sus palabras saliendo en un susurro atónito.
—Uno es amarillo y el otro gris... —dijo, hipnotizado por lo que estaba viendo. Ivy tocó su rostro, casi sin creerse lo que Stiles acababa de decir.
Su respiración se aceleró, y al mirar sus propios ojos en las aguas del lago, vio lo que Stiles había mencionado: uno de sus ojos brillaba de un amarillo intenso, mientras que el otro estaba completamente gris.
Ivy dio un paso atrás, temblando.
—¿Qué... qué me está pasando, Stiles? —preguntó, buscando respuestas en su rostro. Pero él no podía decir nada, solo mirarla, incapaz de procesar todo lo que estaba ocurriendo ante él.
Ivy estaba atrapada entre el miedo y la confusión, sin entender cómo había llegado hasta ahí, ni por qué su cuerpo comenzaba a transformarse de una manera tan aterradora.
La sensación que Ivy había experimentado minutos antes volvió con fuerza. Un calor desconocido recorría su cuerpo y las garras que habían comenzado a formarse desaparecieron lentamente, dejando sus manos como si nunca hubieran cambiado. El brillo en sus ojos se desvaneció, pero el cambio que había sentido no era algo que pudiera ignorar. Había algo dentro de ella, algo que no podía controlar
Entonces, la necesidad de estar en el agua, que había comenzado como un simple deseo, se convirtió en una urgencia. Algo en su interior la estaba llamando. El agua del lago Mako se sentía como un refugio, como un lugar donde podía dejarse llevar sin temor a perder el control
Sin pensarlo, Ivy se lanzó al lago con un impulso urgente, sin dudar ni un segundo. El agua la envolvió al instante, pero no era solo un alivio. A medida que su cuerpo tocaba el agua, un calor en su espalda le indicó lo que estaba sucediendo. Algo dentro de ella se estaba despertando.
Sintió como si su columna vertebral se alargara y, en un parpadeo, su cuerpo comenzó a transformarse. En un rápido movimiento, su piernas se unieron y, con un sutil pero profundo tirón, su cola de sirena comenzó a surgir, extendiéndose detrás de ella, envuelta en escamas brillantes que reflejaban la luz de la luna.
Ivy respiró profundamente, sintiendo el agua rodearla mientras su cola de sirena se adaptaba al entorno, impulsándola hacia abajo con facilidad.
Disfrutaba la sensación, la ligereza que traía consigo el agua y la cola que ahora la hacía nadar como nunca antes. Sentía una conexión con el lago, como si fuera su verdadero hogar, el único lugar donde podía estar completamente en paz. El mundo fuera del agua parecía tan distante y ajeno.
Sin embargo, en lo profundo de su ser, Ivy sabía que esto solo era el principio. Algo estaba ocurriendo dentro de ella, algo que la conectaba con este poder desconocido, pero no podía explicarlo. Solo podía dejarse llevar, dejar que el agua y su nueva forma la guiara
Ivy, en su estado de asombro y fascinación por el lago Mako, no pudo evitar arrastrar las palabras mientras le hablaba a Stiles, como si la magia del lugar la envolviera por completo.
—Stiles, tienes que venir... —dijo con una sonrisa amplia y un tono cautivador—. El lago Mako es increíble de noche, ven conmigo, esto es un paraíso submarino...
Stiles, aún con la mirada llena de incertidumbre, se agachó lentamente frente a ella, tratando de mantener la calma, aunque sabía que algo había cambiado en Ivy. No era solo el agua lo que la llamaba, sino algo mucho más profundo y misterioso.
—Ivy, claro que iré contigo, solo dame la mano y enséñame el camino —respondió, mirando sus ojos con un intento de calmarla y sacar a Ivy del lago, por si algo más extraño ocurría.
Pero lo que no esperaba era que Ivy, con una energía juguetona y desbordante, le extendiera una mano hacia él, solo para jalarlo bruscamente.
Stiles apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que Ivy lo empujara hacia el agua, y en un segundo, todo lo que pudo hacer fue caer al lago, sumergiéndose en sus aguas frías y sorprendentes.
—¡Ivy! —exclamó, emergiendo de las aguas y resoplando con frustración, pero sin poder evitar una risa nerviosa.
Ivy lo miraba, disfrutando de la broma, con una sonrisa amplia en su rostro mientras él intentaba zafarse del agua, notando que, incluso en ese estado transformado, su cola de sirena brillaba con destellos plateados.
—¡Eso no fue justo! —dijo Stiles, tratando de recuperar el equilibrio y, en su intento, inadvertidamente terminó sujetándose de la cola de Ivy para mantenerse a flote.
Ivy soltó una risita leve, casi infantil, mientras veía cómo Stiles luchaba por mantenerse a flote.
—Lo siento, no pude resistirme —dijo ella, su voz más suave de lo que Stiles hubiera esperado.
Stiles, un tanto avergonzado pero igualmente divertido, trató de liberarse de su agarre, aunque no sin dificultad.
—¿Lo sientes? —dijo él, entre risas, mientras Ivy nadaba con facilidad alrededor de él—. ¿Qué tal si me dejas salir de aquí? ¡No soy un buen nadador!
Ivy lo miró y, al ver su incomodidad, le ofreció la mano, esta vez con una expresión más tranquila.
—Lo siento, Stiles.—dijo, suavizando su tono mientras lo ayudaba a mantenerse cerca de ella.
Stiles se aferró a su mano, un poco avergonzado pero sin poder evitar la curiosidad que la situación le provocaba.
En otra parte del bosque, Scott estaba agitado al ver a esas personas con armas. Su respiración era irregular, el aire comenzaba a faltarle, y su corazón latía como si fuera a estallar. Detrás de él, Derek Hale lo observaba con desaprobación, cruzado de brazos, como si la ansiedad de Scott fuera un inconveniente menor en comparación con lo que realmente estaba en juego.
—¿Quiénes son? —preguntó Scott, jadeando, mientras intentaba estabilizarse apoyándose contra el tronco de un árbol.
—Cazadores. Nos han perseguido durante siglos —respondió Derek con frialdad, sin molestarse en bajar la mirada hacia él.
—¿A nosotros? ¡A ti! ¡Tú me hiciste esto! —espetó Scott, señalándolo con rabia mientras intentaba levantarse, aunque sus piernas aún temblaban por la adrenalina.
Derek entrecerró los ojos, su expresión endureciéndose mientras daba un paso adelante, acercándose de forma casi amenazante.
—¿Y eso es malo, Scott? —preguntó con tono cortante—. ¿Que puedas ver mejor, oír claramente, incluso moverte más rápido? Tienes algo por lo que la mayoría mataría. La mordida fue un regalo.
—No lo quiero —respondió Scott con firmeza, aunque la desesperación seguía teñida en su voz.
—Lo querrás —replicó Derek sin vacilar, sus ojos destellando brevemente, un recordatorio de lo que ambos eran ahora—. Y me necesitarás si quieres aprender a controlarlo.
Derek se inclinó, acercándose hasta estar a la misma altura que Scott. Colocó una mano en su hombro con una firmeza que parecía un aviso más que un gesto de apoyo.
—Así que... tú, Ivy y yo somos hermanos —dijo, su voz baja pero cargada de intención, como si cada palabra fuera una pieza clave en el caos que Scott apenas comenzaba a entender.
Scott lo miró desorientado, sus pensamientos revolviéndose en busca de sentido. ¿Hermanos? ¿Qué significaba eso? La revelación de Derek era como un golpe más, sumándose a todo lo que ya estaba colapsando en su vida. Pero antes de que pudiera responder, antes de que pudiera siquiera procesar lo que acababa de escuchar, Derek se enderezó y retrocedió unos pasos, dejándolo con su confusión y su creciente desesperación.
Pero antes de irse, Derek detuvo su paso. Sin darse la vuelta, dejó que su voz cortara el silencio del bosque.
—Deberías buscar a tu hermana. Está en el lago y necesita de tu ayuda —dijo, su tono tan grave como definitivo, antes de desaparecer entre las sombras.
Scott se quedó inmóvil por un instante, con las palabras de Derek resonando en su mente como una alarma. La mención de Ivy despertó algo en él, una preocupación tan intensa que borró de golpe el cansancio que había sentido momentos atrás.
Con un salto, Scott se puso de pie, su cuerpo respondiendo ahora con una energía renovada.
Sin esperar más, Scott salió corriendo en dirección al lago, guiado tanto por el instinto como por el miedo.
Las sombras de los árboles se alargaban con la retirada de la luna llena, cuyos últimos rayos comenzaban a desvanecerse en el cielo. A cada paso, su respiración se hacía más intensa, pero no era agotamiento, sino pura determinación.
No pasó mucho tiempo antes de que Scott llegara al lago, pero cuando lo hizo, no encontró a nadie. El lugar estaba completamente vacío. Su corazón, que había estado latiendo con fuerza, se hundió en una mezcla de frustración y miedo. Soltó un suspiro pesado y comenzó a caminar lentamente alrededor del lago, sin el ánimo para seguir corriendo.
El tiempo parecía alargarse como si cada segundo pesara una eternidad. La oscuridad del bosque empezaba a desvanecerse con los primeros rayos del amanecer, pero Scott apenas lo notaba. Sus pasos eran arrastrados, sus pensamientos atrapados en el desconcierto y la preocupación por Ivy.
Fue entonces cuando el sonido de un motor rompió el silencio del bosque. Scott se detuvo en seco, su cabeza girándose hacia la dirección del ruido. Reconoció ese motor al instante.
El Jeep de Stiles apareció entre los árboles, avanzando lentamente por el sendero. Scott dejó escapar un suspiro de alivio al verlo, su corazón recuperando algo de esperanza. Cuando el Jeep se detuvo junto a él, miró por la ventana del conductor y vio a Stiles, quien le dedicó una sonrisa ladeada, tan típica de él.
Sin embargo, lo que realmente llamó la atención de Scott fue lo que vio detrás. En el asiento trasero, Ivy estaba acostada, acurrucada con la chaqueta de Stiles cubriéndola. Parecía estar dormida o profundamente agotada, su rostro tranquilo bajo la tenue luz del amanecer.
Scott sintió que una oleada de alivio lo atravesaba al verla. Sin decir nada, se subió al Jeep, su mirada fija en su hermana, mientras su mente seguía preguntándose qué había ocurrido realmente esa noche.
—¿Sabes qué me preocupa...? —murmuró Scott después de unos segundos de silencio, apoyando su cabeza contra la ventana mientras el Jeep avanzaba por el bosque.
—Si dices "Allison", tendré que golpearte —respondió Stiles sin apartar la vista del camino, aunque una sonrisa divertida se dibujó en su rostro.
—Tal vez me odia ahora —dijo Scott, su voz cargada de preocupación.
—Lo dudo. Pero, tal vez, quieras darle una linda disculpa... o podrías decirle la verdad y revelarle el asombroso hecho de que eres un hombre lobo. —Stiles giró rápidamente la cabeza hacia él con una expresión teatral de emoción antes de volver a concentrarse en el camino.
Scott lo miró de golpe, sus ojos abiertos de par en par, sacudiendo la cabeza con fuerza.
—De acuerdo, mala idea —admitió Stiles, alzando una mano en señal de rendición—. Lo superaremos. Si tuviera que hacerlo, te encadenaría en las noches de luna llena y te daría ratones vivos para cenar.
—Pero que no sea un animago, por favor —intervino la voz adormilada de Ivy desde el asiento trasero, haciendo que ambos chicos la miraran sorprendidos—. No podría comerme a Pettigrew.
Stiles soltó una carcajada, mientras Scott negó con la cabeza, aunque una pequeña sonrisa se asomaba en su rostro. Por primera vez esa noche, el ambiente dentro del Jeep se sentía un poco más ligero
┆彡 Stiles desde el rallito del ojo viendo q Ivy agarro su cómic de Star Wars
━━━NOTE: Holaa holaa, lo dire, Stiles va a enseñarle todo de Star Wars a Ivy, y claramente Ivy le enseñará todo de
Harry Potter.
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