⋆·˚ ༘ * 𝟎𝟐.
CAPÍTULO DOS
Ariel y Sebastián
—¿¡Qué diablos, Ivy!?
—¿Qué pasa, Stiles?
Él la miró desconcertado mientras ella sonreía, luego rodó por la cama y cayó al suelo con un sonido sordo.
—¿Por qué subes por la ventana en vez de usar la puerta como cualquier persona normal? —preguntó, cruzándose de brazos mientras la observaba desde arriba.
Ivy se levantó del suelo, moviendo la cabeza para apartarse un mechón rebelde de cabello que le cubría la frente.
—Porque es más divertido —respondió con una sonrisa burlona.
Stiles frunció el ceño, claramente confundido.
—¿Qué haces aquí? ¿Y Scott?
Ivy dio unos pasos alrededor de la habitación, inspeccionando curiosamente las cosas de Stiles, como si buscara algo interesante. Levantó una lata vacía de soda de su escritorio y la giró en sus manos antes de responder.
—Trabajando. Y yo estoy aquí porque tengo algo que mostrarte
—¿Mostrarme qué? —inquirió él, aún más desconcertado.
Ivy soltó la lata y se giró hacia él con una sonrisa enigmática.
—Algo que no vas a olvidar. Busca tu linterna. Vamos al bosque.
—¿Al bosque? ¿Ahora? —preguntó Stiles, arqueando las cejas con incredulidad.
Ivy lo miró con una sonrisa burlona.
—¿Estás diciendo que tienes miedo?
Stiles bufó y puso los ojos en blanco.
—¿Miedo? Por favor. Dame dos minutos.
Ivy sonrió con suficiencia mientras Stiles salía corriendo.
Poco después, Stiles regresó con dos linternas en las manos y una mochila colgada del hombro.
—Bueno, vamos —dijo, lanzándole una linterna a Ivy mientras dejaba la mochila sobre su cama.
Ivy la atrapó sin mucho interés, sentada junto a la ventana, mirando la lluvia que comenzaba a caer y dibujaba finas líneas en el vidrio. Sabía que la tormenta no duraría mucho, pero lo suficiente como para que su plan no funcionara.
—¿Tienes un impermeable? —preguntó mientras se levantaba y caminaba hacia el mueble donde Stiles guardaba su ropa.
Stiles se detuvo a medio camino de encender su linterna, mirándola con incredulidad.
—¿Qué haces? Sí, Ivy, sí tengo un impermeable, pero ¿para qué lo quieres? Unas gotas no te van a derretir. No eres de azúcar... ¿o sí? Porque si lo eres, eso explicaría muchas cosas
Ivy ignoró su comentario y comenzó a rebuscar entre las prendas del armario.
—No es solo la lluvia, Stiles. No quiero llegar empapada, congelarme y luego escuchar tus quejas sobre lo "épico" que fue todo.
Él suspiró, dejando la linterna sobre su escritorio y cruzándose de brazos.
—Vamos, Ivy, desde que me dijiste que tenías algo importante que mostrarme, me he imaginado mil cosas. ¿Por qué no podemos simplemente ir al bosque y terminar con esto?
Ivy, finalmente sacando un impermeable amarillo brillante, le dio una mirada decidida.
—Porque esto no es algo que puedas entender en cinco minutos, Stiles. No es una de tus misiones de Scooby-Doo. Es diferente.
Él se inclinó hacia ella, cruzando los brazos.
—¿Diferente cómo? ¿El tipo de "me vas a confesar que soy adoptado"? O... ¿de esos momentos "oh, ahora soy parte de una serie sobrenatural"? Porque si es lo segundo, avísame. Quiero estar preparado.
Ivy le lanzó el impermeable, y él apenas logró atraparlo.
—Diferente del tipo que cambia todo—dijo, esquivando su mirada mientras se ajustaba su propia chaqueta.
Stiles la observó en silencio por un momento antes de ponerse el impermeable de mala gana.
Ivy lo miró entonces, sus ojos reflejando algo que Stiles no pudo descifrar del todo.
—Entenderás cuando lleguemos al lago.
—¿El lago? —repitió él, parpadeando sorprendido—. —¿Y por qué demonios al lago? ¿Por qué no aquí, con calefacción y acceso a comida chatarra?
—Porque ahí es donde todo comenzó, Stiles —respondió Ivy con un suspiro, tomando una de las linternas y apagando la luz de la habitación
Stiles la siguió mientras ella abría la puerta, su mente trabajando a toda velocidad. Podía sentir que estaba a punto de descubrir algo grande, algo que probablemente cambiaría todo.
—Esto suena como el comienzo de una película de terror, ¿sabes? —comentó mientras bajaban las escaleras.
—Y aun así, aquí estás —respondió Ivy con una pequeña sonrisa.
—Lo que dice mucho sobre mi pésimo juicio de carácter —murmuró Stiles, encendiendo su linterna.
Ivy rió suavemente, pero su risa no alcanzó sus ojos. Su corazón latía con fuerza mientras salían al frío de la noche. Había llegado el momento de dejar de ocultarse.
Ambos adolescentes se subieron al Jeep, el sonido de la lluvia golpeando el techo del vehículo llenando el silencio que se había instalado entre ellos. Stiles arrancó el motor y lo dejó rugir durante unos segundos antes de comenzar a manejar hacia el lago, con los limpiaparabrisas trabajando a toda velocidad.
Ivy, sentada en el asiento del copiloto, se ajustó el impermeable con incomodidad.
—¿Sabes? —dijo Stiles finalmente, rompiendo el silencio con su tono habitual de sarcasmo—. Esto es muy incómodo. Como, nivel "viaje de carretera con un extraño que probablemente me asesine".
Ivy apenas le dedicó una mirada
—No voy a matarte, Stiles. Ya lo habría hecho si ese fuera el plan.
—Genial, eso me tranquiliza mucho —respondió con sarcasmo, girando el volante—. Y no es por ser paranoico, pero el silencio no te queda bien.
Ella suspiró, mirando la ventana empañada como si estuviera buscando algo que decir.
—Estoy tratando de pensar cómo explicarte esto sin que suene como... bueno, como tú.
Stiles levantó las cejas, indignado.
—¿Qué significa eso? ¿"Sin que suene como yo"? Soy un excelente oyente. Bueno, tal vez no un "excelente oyente", pero tengo muchas teorías locas que pueden ayudarte a procesar lo que sea que tengas que decir.
—Justo por eso —replicó Ivy, finalmente girándose hacia él—. Esto no es una de tus teorías. Esto no es algo que puedas convertir en una de tus conspiraciones absurdas. Es real, Stiles.
—Oh, wow. De acuerdo —dijo él, poniendo ambas manos en el volante como si estuviera lidiando con algo demasiado serio para su gusto—. Entonces, ¿real como... un monstruo en el lago real? ¿O real como "mira, soy Ivy y tengo un secreto que solo mi hermano sabe"? Porque si es lo segundo, déjame decirte, no me pagan lo suficiente para lidiar con el drama de los McCall.
Ivy lo fulminó con la mirada.
—Nadie te pidió que vinieras.
—Técnicamente sí lo hiciste. Y ahora estoy aquí, y estamos yendo al lago, así que, sí, creo que tengo derecho a quejarme un poco.
—No va a ser para tanto —dijo Ivy, mirando por la ventana otra vez.
Stiles la observó de reojo, claramente frustrado, pero no dijo nada más. El silencio volvió a llenarlo todo, excepto por el constante golpeteo de la lluvia y el ronroneo del motor.
Finalmente, mientras se acercaban al sendero que llevaba al lago, Stiles soltó un suspiro exagerado.
—De acuerdo, voy a necesitar una pista. Algo. Cualquier cosa. No puedo manejar hacia un destino misterioso sin tener ni idea de lo que me espera. Es como ver una película y saltarte los primeros veinte minutos.
Ivy se tensó, su mano jugando nerviosamente con la capucha del impermeable.
—Lo entenderás cuando lleguemos.
Stiles rodó los ojos.
—¡Claro! Porque eso no suena en absoluto como el preludio de un asesinato. ¿Sabes? Me recuerdas mucho a los personajes de las películas de terror. Todos toman decisiones terribles, como "vamos a separarnos" o "vamos a ignorar el sonido espeluznante". Y ahora soy yo el que está ignorando el sentido común, y créeme, odio ser ese tipo.
Ella no respondió, pero él podía sentir la tensión en el aire. Había algo en su expresión, algo entre miedo y determinación, que lo hizo callarse.
Cuando finalmente llegaron al camino que daba al lago, Stiles apagó el motor y dejó caer las manos sobre el volante, mirándola fijamente.
—De acuerdo, Ivy. Aquí estamos. El lago. La gran revelación. Si de verdad no vas a matarme, entonces dime qué está pasando antes de que termine creyendo que eres una especie de asesina.
Ella abrió la puerta del Jeep, dejando que el sonido de la lluvia se filtrara en el interior, pero no lo miró.
—Ven conmigo
Stiles suspiró, agarrando su linterna.
—Esta es, de lejos, la peor idea que he tenido. Bueno, tal vez no la peor, pero seguro está en mi top cinco.
Stiles seguía a Ivy desde atrás, iluminando el camino con su linterna mientras la lluvia caía con más fuerza. A cada paso que daba, el barro parecía hacer un esfuerzo extra por tragarse sus zapatos, y no pudo evitar soltar un par de quejas bajas que Ivy, obviamente, ignoró.
Finalmente llegaron al borde del lago. El agua estaba oscura, reflejando apenas el cielo tormentoso, y las gotas de lluvia hacían círculos concéntricos en la superficie. Ivy se detuvo y suspiró profundamente, como si estuviera preparándose para algo importante.
—¿Qué hacemos aquí, Ivy? —preguntó Stiles, inclinando la cabeza—. Porque si me dices que vinimos a pescar en esta lluvia, te juro que me doy la vuelta ahora mismo.
Ivy no respondió. En lugar de eso, comenzó a desabrochar el impermeable. Stiles la miró con incredulidad.
—Espera, ¿qué estás haciendo? —preguntó mientras ella dejaba caer la prenda al suelo.
Las gotas comenzaron a caerle directamente en la cara, empapándola en segundos. Ivy cerró los ojos por un momento, dejando que la lluvia la cubriera, y luego dio un paso hacia el agua.
—Y para eso querías el imper... —comenzó a decir Stiles con su típico sarcasmo, pero se detuvo en seco cuando Ivy, sin previo aviso, se lanzó al lago.
—¡¿Ivy?! —gritó, corriendo hacia la orilla, sus pies chapoteando en el barro. Su linterna iluminó la superficie del agua, pero no podía ver nada más que la oscuridad y las ondulaciones donde ella había desaparecido—. ¡Ivy, esto no es divertido!
Se inclinó hacia adelante, intentando distinguir algo en la profundidad, mientras su mente corría a mil por hora.
—¡Ivy, si esto es algún tipo de broma, no es gracioso! —gritó nuevamente, su voz casi ahogada por el sonido de la tormenta.
Justo en ese momento, Ivy emergió de la superficie del lago, el agua cayendo por su rostro y cabello mientras respiraba profundamente. Pero lo que captó completamente la atención de Stiles no fue su entrada dramática, sino lo que venía con ella.
Ahí estaba Ivy, flotando en el agua, con una cola brillante de escamas anaranjadas y doradas que reflejaban la luz de la linterna y el débil resplandor de la tormenta. Cada movimiento hacía que las escamas destellaran, como si estuvieran vivas. La cola se agitaba con elegancia, impulsándola a moverse con naturalidad por el lago.
Stiles estaba congelado en la orilla. Su rostro era una mezcla de emociones: incredulidad, sorpresa, emoción y, por supuesto, un toque de su característico desconcierto. Su linterna se tambaleaba en su mano mientras sus ojos iban de la cola al rostro de Ivy.
—Oh. Dios. Mío. —fue todo lo que logró decir, su voz quebrándose al final.
Ivy lo miró desde el agua, su expresión serena
—Así que... esto es lo que tenía que mostrarte —dijo, moviendo la cola para nadar un poco más hacia el centro del lago. Las ondas que dejaba a su paso eran casi hipnotizantes.
Stiles parpadeó varias veces, como si necesitara asegurarse de que no estaba soñando. Finalmente, levantó una mano, apuntándola hacia ella, luego hacia el lago, y finalmente hacia sí mismo.
—¿Qué? ¿Cómo? ¿Cuándo? —balbuceó, cada palabra más alta que la anterior—. ¡¿Por qué?!
—¡Baja la voz! —le reprendió Ivy, nadando en círculos con una gracia que hacía que pareciera que había nacido para estar ahí
—¡Ivy, tienes una cola de sirena! —gritó él, señalándola con ambas manos ahora—. ¡¿Cómo no voy a gritar?! ¡Esto no es normal! ¡Esto es "mi mejor amigo tiene una hermana que es literal Ariel de Disney"!
Ivy soltó un suspiro, nadando un poco más cerca de la orilla, pero manteniéndose lo suficientemente lejos como para evitar que Stiles entrara en pánico aún más.
—No soy Ariel, Stiles. No canto, no colecciono tenedores, y definitivamente no voy a casarme con un príncipe humano, si eso es lo que estás pensando.
Stiles dejó caer los brazos a los costados, mirándola como si acabara de confesar que el cielo era en realidad rojo.
—¿Cómo puedes estar tan tranquila? Ivy, tienes una cola. Una cola. ¡Esto ni siquiera está en mi lista de cosas que podían pasar esta noche!
Ivy nadó hasta detenerse, apoyando los brazos en una roca que sobresalía del agua, su mirada más seria ahora.
—Por eso no quería decirte, solo que bueno, eres Stiles, de alguna manera te darías cuenta.
Stiles abrió la boca para responder, pero luego la cerró, procesando lo que acababa de escuchar. Su expresión suavizó un poco, aunque su asombro seguía ahí.
—Espera, ¿cuánto tiempo llevas... siendo una sirena?
—Desde ayer —respondió Ivy, evitando su mirada por un momento—. Sucedió después de ir al bosque. No sé por qué, no sé cómo... pero creo que el lago tiene un tipo de magia, no lo sé.
Stiles la miró fijamente, intentando conectar los puntos. Su cerebro trabajaba a toda velocidad, intentando explicar lo inexplicable.
—Entonces, ¿qué? ¿El agua te llama? ¿Tienes que volver al lago cada tanto?
Ivy no pudo evitar soltar una pequeña risa ante su dramatismo.
—No, Stiles. No tengo que volver al lago cada tanto, solo que una gota de agua que caiga sobre mi, yo me convierto en esto
Stiles dejó escapar un largo suspiro.
—Bien. De acuerdo. Esto es mucho, pero... no sé, supongo que me alegra que no sea algo peor. Quiero decir, dentro de todo lo raro, esto es... genial.
Ella parpadeó, sorprendida.
—¿Genial?
—Sí, genial. Digo, sé que debe ser aterrador y todo eso, pero... eres una sirena, Ivy. No sé tú, pero esto te pone en un nivel completamente diferente Es como si estuvieras rompiendo las reglas del universo
Ella lo miró por un momento, luego sacudió la cabeza, divertida.
—Eres imposible, Stiles.
—Lo sé —respondió él con una sonrisa nerviosa, encogiéndose de hombros—¿Y qué más sabes hacer? —preguntó Stiles, tumbado en el pasto, con la mirada fija en Ivy, que nadaba perezosamente por el agua.
—Esto —respondió ella con una sonrisa traviesa. Con un simple movimiento de su mano, una burbuja de agua se elevó del lago y, sin previo aviso, se dirigió directamente hacia la cabeza de Stiles, empapándolo por completo.
Stiles se incorporó de golpe, parpadeando mientras el agua goteaba de su cabello y su rostro.
—¡¿Qué demonios, Ivy?! —protestó, agitando los brazos como si intentara secarse mágicamente.
—Me preguntaste qué más podía hacer —respondió Ivy con inocencia fingida, nadando hasta la orilla mientras reprimía una carcajada.
—No me refería a convertirme en tu blanco de prácticas acuáticas, Ivy —replicó, aunque su tono estaba cargado de esa mezcla de indignación fingida y diversión.
Ivy nadó hasta el borde de la orilla, apoyando los brazos en el borde
—Lo siento, Stiles. No sabía que le temías al agua. ¿Quieres que te consiga flotadores?
Stiles la miró con los ojos entrecerrados, señalándola con un dedo como si planease un contraataque.
—Esto no ha terminado.
Ella solo se rió de nuevo, disfrutando el momento. Al fondo, los árboles del bosque susurraban con el viento, pero ninguno de los dos les prestaba atención. Estaban demasiado ocupados siendo ellos mismos.
—Claro que no —respondió Ivy con una sonrisa satisfecha antes de volver a sumergirse en el agua.
Después de que la lluvia finalmente se disipó, Stiles ayudó a Ivy a recostarse sobre el pasto húmedo. Ella suspiró, alzando una mano con desgano para evaporar el agua que empapaba su cola. En cuestión de segundos, el vapor se alzó en pequeñas nubes alrededor de ellos.
—¿Ves? ¡Eso es útil! —exclamó Stiles, señalando el aire como si estuviera haciendo un descubrimiento importante—. Yo me hubiera pasado horas en una secadora humana, pero tú no. Eres básicamente un calentador portátil.
—Iba a decir que soy más como una secadora multifuncional, pero gracias por reducirme a un electrodoméstico —respondió Ivy con sarcasmo mientras se sentaba tratando de estirar sus piernas.
—Oye, lo digo como un cumplido. Aunque no estaría mal que intentaras para que yo también me seque. Compartir es cuidar, ¿no? —replicó Stiles, encogiéndose de hombros.
Ivy rodó los ojos, pero dejó escapar una risa suave mientras se ponían en marcha hacia el Jeep. En el camino, las bromas de Stiles no cesaron ni por un momento.
—De verdad, tu vida podría ser un show de televisión. "Ivy McCall: La chica con superpoderes y cola. Próximamente en tu canal favorito".
—Sí, claro, porque eso no atraerá a un montón de lunáticos con jeringas queriendo inyectarme quién sabe qué.
—Pero piensa en los beneficios. Podrías conseguir patrocinadores.
—¿Qué tal te parece si el primer "beneficio" es que me quede quieta y no te golpee? —contestó Ivy, alzando una ceja mientras fingía levantar el puño.
—Está bien, está bien, calma, Ariel. Solo digo que deberías sacarle provecho a lo raro.
—¿Cómo tú haces con tu bocota?
—¡Exacto! Ves, ¡estamos aprendiendo el uno del otro!
Ivy no pudo evitar reírse, aunque le dio un empujón en el brazo para molestarlo.
—Sé que no hace falta decirlo, pero si lo cuentas, te mataré.
—No soy tan tonto, si te descubren van a hacer experimentos contigo —respondió Stiles, encogiéndose de hombros—. Pero, para saber si entendí bien, haces burbujas de agua y las haces hervir, ¿algo más que deba saber?
—Pues... puedo hacer helado instantáneo —dijo Ivy con una media sonrisa.
—Ah, claro, porque hervir agua no era suficientemente raro. Esto es muy extraño.
—Extraño, sí, pero a veces es bueno... y otras no tanto. —respondió Ivy mirando por la ventana, llegando por fin a la casa McCall.
—Y aquí estamos, en tu humilde morada —anunció Stiles con dramatismo mientras apagaba el motor y se giraba hacia ella.
Ivy miró hacia adelante, jugando nerviosamente con los bordes de su chaqueta. Las palabras estaban en su mente, pero no eran fáciles de decir en voz alta. Finalmente, tomó aire y habló, con una risa nerviosa escapándose de sus labios.
—Sé que no somos exactamente amigos, pero... creo que podríamos intentar llevarnos bien, ¿sabes? —se atrevió a decir, mirando de reojo al chico a su lado
Stiles parpadeó, sorprendido por la confesión. Luego, una sonrisa cálida apareció en su rostro, genuina y sin rastros de sarcasmo por una vez.
—¿Llevarnos bien? —repitió—. Wow, no esperaba eso de ti.
—No lo hagas raro, Stiles —respondió Ivy rápidamente, aunque una sonrisa pequeña apareció en su cara—. Solo digo que... te veo todo el tiempo. Podríamos dejar de fingir que el otro no existe
—Bueno, sí. Ya era hora de que te dieras cuenta de lo genial que soy.
Ivy lo miró de lado y negó con la cabeza.
—Ya lo arruinaste
—¿Qué? Estoy siendo honesto —respondió Stiles, levantando las manos en señal de inocencia—. Pero en serio, me parece bien. Podemos intentarlo. Ya sabes, dejar de vernos como "la hermana de Scott" y "el mejor amigo de Scott".
—Eso suena... bien —admitió Ivy, asintiendo lentamente—. Un poco raro, pero bien
—Raro es mi primer nombre. Pero tranquila, puedo ser un amigo bastante decente cuando me lo propongo.
—¿Amigo? —Ivy levantó una ceja, divertida—. Tranquilo, Stiles. Apenas estamos en fase de tregua.
—Fase uno —corrigió él, señalándola con una sonrisa burlona—. A demás, ¿quien no querría ser amigo de alguien que puede hervir agua con la mente y hacer helado? —bromeó él, encogiéndose de hombros
—Ah, claro, porque eso es lo único que importa en una amistad —respondió Ivy con sarcasmo, aunque una sonrisa empezaba a formarse en sus labios.
—Bueno, también es un bonus que tengas sentido del humor. Pero no te emociones, igual voy a molestarte cada vez que pueda.
—Oh, no esperaba menos de ti
Ivy no pudo evitar sonreír también, sintiendo que el ambiente en el jeep, aunque húmedo por la reciente lluvia, se había llenado de algo mucho más cálido: confianza.
—Aunque —añadió Stiles, alzando una ceja y recuperando su tono burlón—, tengo que advertirte que ser mi amiga incluye una membresía de por vida y demasiadas conversaciones sobre cosas sobrenaturales.
—¿Y qué te hace pensar que me voy a arrepentir? —preguntó Ivy, su tono recuperando la ironía de siempre.
—Porque nadie sobrevive a mi nivel de sarcasmo sin volverse un poco loco. Pero hey, no digas que no te advertí.
Ambos rieron mientras el peso de la conversación se disipaba, dejando en su lugar una sensación ligera y prometedora.
—Adiós, Ariel —dijo Stiles, apoyando el brazo en la ventana mientras observaba a Ivy bajarse del Jeep
—Adiós, Sebastián —respondió Ivy, sin mirar atrás, una sonrisa juguetona en su rostro
—¿Sebastián? —repitió Stiles, frunciendo el ceño y con un tono de indignación exagerada—. ¿Por qué yo soy el cangrejo?
Ivy se giró por un segundo, encogiéndose de hombros con indiferencia.
—Porque eres mandón, dramático y siempre estás hablando de más, igualito que él.
—¡Eso no es cierto! —protestó Stiles, riendo.
Ivy se encogió de hombros, todavía sonriendo.
—Claro que sí, Sebastián.—dijo Ivy con una risa antes de desaparecer tras la puerta de su casa.
Stiles negó con la cabeza, pero no pudo evitar sonreír mientras se alejaba en su Jeep.
Ivy se incorporó de golpe, el crujir de las hojas bajo su cuerpo rompió el silencio de la cueva. Parpadeó confusa, sus ojos recorrieron el entorno con rapidez, pero las sombras danzantes y las paredes de roca no le ofrecían respuestas. No recordaba cómo había llegado allí. Lo último que tenía en la memoria era que había quedado dormida, pero ahora estaba completamente desorientada.
El frío mordía su piel desnuda; sólo llevaba un sujetador y unos shorts, ropa que ahora parecía ridículamente insuficiente para las corrientes heladas que recorrían el lugar. Un escalofrío la obligó a cruzar los brazos sobre su pecho mientras avanzaba con pasos inseguros hacia la luz que se filtraba desde el exterior.
Cuando salió de la cueva, el paisaje la dejó sin aliento. Estaba en el lago Mako. Las aguas negras reflejaban la luz del amanecer como un espejo roto, y los árboles que rodeaban la orilla parecían aún más altos y amenazantes bajo la penumbra. Ivy frunció el ceño, tratando de encontrar sentido a lo que veía. Era imposible. No había forma de que estuviera allí. El lago Mako estaba a kilómetros de distancia de su casa.
El viento helado la hizo temblar de nuevo, pero esta vez no fue sólo por el frío. Había algo en el aire, algo que no lograba identificar. Su pecho subía y bajaba con rapidez mientras trataba de calmar el torbellino de emociones que amenazaba con consumirla. Algo había cambiado en ella, algo que aún no comprendía. Y, aunque no quería admitirlo, una parte de sí sabía que no estaba sola.
Ivy avanzó hacia los árboles, sus pies descalzos hundiéndose en la tierra húmeda con cada paso. Una neblina comenzó a surgir lentamente, cubriendo el paisaje con un velo espeso que dificultaba su visión. El silencio era interrumpido únicamente por el crujir de las hojas bajo sus pies y su respiración agitada. Fue entonces cuando lo vio.
Scott.
Estaba a unos metros de distancia, inmóvil, mirándola con el rostro cargado de una mezcla de sorpresa y preocupación. Sin decir nada, el chico comenzó a correr hacia ella, sus movimientos rápidos y desesperados. Ivy quiso hablar, preguntar qué estaba haciendo allí o cómo la había encontrado, pero las palabras murieron en su garganta. Antes de que pudiera reaccionar, un gruñido profundo y amenazante resonó a sus espaldas, haciendo que ambos se giraran al unísono.
Entre la niebla, un lobo grande, más grande de lo que debería ser, emergió caminando en cuatro patas. Sus ojos brillaban con un tono rojo que perforaba el bosque, y su gruñido reverberó en el aire como una advertencia. Ivy sintió que un escalofrío le recorría la columna, pero antes de que pudiera procesar el miedo que se apoderaba de ella, Scott la tomó del brazo.
—¡Corre! —gritó él, sin apartar la vista del lobo.
Ambos comenzaron a correr sin mirar atrás. Ivy seguía a Scott, sus piernas moviéndose casi por instinto mientras esquivaba las ramas bajas y las raíces que sobresalían del suelo. Podía escuchar el sonido de sus propios pasos mezclándose con el de los de su hermano y, más atrás, con el ruido seco de las pisadas del lobo.
Las ramas le rozaban los pies descalzos y las piernas, pero el dolor no la detenía. Su respiración era rápida y entrecortada, el frío de la noche quemándole los pulmones, pero no podía permitirse detenerse. Una parte de ella sentía que no importaba cuánto corrieran, aquel lobo no se detendría.
Entre la neblina, Ivy divisó un cerco de madera a lo lejos, sus tablones desgastados parecían la única barrera entre ellos y el lobo. Scott, que iba unos pasos por delante, no dudó ni un segundo. Aceleró el ritmo, sus músculos tensándose mientras tomaba impulso y saltaba ágilmente por encima del cerco. Ivy lo vio aterrizar al otro lado, pero su alivio se desvaneció cuando escuchó el fuerte chapuzón, Scott había caído directamente en una piscina.
Ivy frenó de golpe, su corazón latiendo con fuerza mientras observaba cómo su hermano empapado y confundido, mirando a su alrededor, pero ella no podía seguirlo. Su mirada volvió a la piscina.
Ivy suspiró profundamente, intentando calmar el temblor en sus manos. Sin más tiempo para dudar, apoyó las manos en el cerco y, con un pequeño impulso, logró pasar al otro lado. Por un segundo temió caer en la piscina, como Scott, pero aterrizó con un golpe seco sobre el suelo de piedra, evitando el agua por apenas unos centímetros.
Sus pies descalzos tocaron el piso frío, y en ese instante algo extraño ocurrió. Era como si todo en su interior, ese caos que había sentido desde que despertó en la cueva, de repente se acomodara. El aire que llenaba sus pulmones se sentía distinto, más limpio, más real, la realidad pareció aterrizar junto con ella.
Miró hacia adelante, donde Scott empapado y jadeando, miraba alrededor trataba de salir de la piscina. Ivy no dijo nada, simplemente se quedó allí, con los pies firmes en el suelo, como si ese simple acto de atravesar el cerco hubiera sido un punto de inflexión. Pero no tuvo mucho tiempo para pensar en ello.
Cuando la realidad los golpeó de golpe, arrancándolos de la adrenalina y el miedo, cuando al frente de ellos, el dueño de la casa, un hombre con una manguera en la mano, los observaba con los ojos muy abiertos. Estaba regando las plantas tranquilamente hasta que los hermanos irrumpieron en su jardín como si huyeran de la misma muerte.
El hombre miraba a Scott, empapado y jadeando en la piscina, y luego a Ivy, que estaba descalza y cubierta de hojas y tierra. Sus cejas se alzaron tanto que parecían desaparecer en su frente.
—Buen día —saludo Scott, su voz con mezcla de nerviosismo y sorprendido.
Ivy tragó saliva, intentando recomponerse mientras trataba de mantener una expresión neutral. Pero no podía evitar la sensación de que algo, o alguien, aún los estaba observando desde las sombras.
Ivy estaba sentada en las gradas del campo, su postura relajada mientras sus ojos seguían atentos a la interacción que se desarrollaba más abajo. Desde allí, había visto perfectamente cómo Stiles, intentaba hablar con Scott, pero Scott, con su mirada fija en el campo y los hombros tensos, lo ignoraba completamente, caminando con rapidez hacia los jugadores que ya se estaban reuniendo.
Cuando Stiles, frustrado, se quedó quieto mirando cómo Scott se alejaba, Ivy decidió intervenir. Lo llamó con calma, pero con ese tono que siempre usaba cuando quería sacarle algo sin parecer demasiado obvia.
—Siempre puedes contarme a mí, Sebastián —dijo, dejando que su voz flotara en el aire con un toque burlón mientras lo observaba desde las gradas—. Ya sabes, somos mellizos. Contarle a uno es como contarle al otro.
Stiles se giró al escucharla, su rostro reflejando una mezcla de irritación y desconcierto. Ivy no pudo evitar sonreír levemente. Lo había atrapado justo en el momento en que estaba lo suficientemente frustrado como para no discutir.
—Primero... no me llames Sebastián —replicó bromeando, subiendo las manos con exasperación—. Segundo, ¿desde cuándo tú te conviertes en la confidente de los problemas?
—Desde siempre —respondió Ivy con ligereza, apoyando los codos en las rodillas mientras lo miraba con ese aire de quien sabe más de lo que dice—. Vamos, Stiles. ¿Qué está pasando? tú claramente sabes algo que yo no.
Stiles soltó un suspiro, mirando de nuevo hacia el campo, donde Scott se preparaba para entrenar. Las palabras parecían atascarse en su garganta, como si no estuviera seguro de qué decir o cómo decirlo. Ivy esperó pacientemente, su mirada fija en él, segura de que tarde o temprano hablaría. Y Stiles, como siempre, no pudo resistirse
Stiles se dejó caer con un suspiro junto a Ivy en las gradas, el banco de madera crujiendo ligeramente bajo su peso. La castaña sonrió triunfante, sabiendo que había ganado esa pequeña batalla. Siempre lo hacía, tarde o temprano.
—Muy bien, Ariel. Sabía que las sirenas eran persuasivas —dijo Stiles, lanzándole una mirada sarcástica antes de cruzar los brazos y mirar hacia el campo. Luego bajó la voz, inclinándose ligeramente hacia ella—. Oí a mi papá hablar por teléfono.
Ivy arqueó una ceja, su expresión pasando de divertida a curiosa.
—¿Y? ¿Qué escuchaste?
—Los análisis de fibra regresaron del laboratorio —continuó él, su tono más serio ahora, como si estuviera compartiendo un secreto prohibido—. Encontraron pelo de animal en el cadáver.
Ivy frunció el ceño, procesando la información. Las piezas del rompecabezas comenzaron a acomodarse en su mente, pero antes de que pudiera preguntar, Stiles añadió:
—Adivina qué animal era.
La respuesta vino casi automáticamente, como si ya la supiera desde antes de que él lo dijera.
—Un lobo —dijo Ivy, su voz firme, aunque sentía un ligero escalofrío recorrerle la espalda.
Stiles asintió lentamente, confirmando sus sospechas.
—Exacto. Un lobo —repitió, como si la palabra pesara más cada vez que la pronunciaba—. Pero aquí viene lo extraño. No hay lobos en Beacon Hills.
Ivy se quedó en silencio, su mirada perdida por un instante mientras trataba de asimilar lo que eso significaba. Había algo más grande detrás de todo esto, algo que ninguno de los dos terminaba de entender todavía.
Ivy apenas tuvo tiempo de procesar la gravedad de lo que Stiles le había contado antes de que comenzara el partido de lacrosse. La tensión en el aire era palpable, pero la acción en el campo rápidamente desvió su atención.
El silbato sonó, y Scott, como siempre, se lanzó al campo con la energía que solo él parecía tener. Ivy y Stiles, que se habían quedado observando con una mezcla de asombro y preocupación, ahora se sorprendieron aún más.
Scott estaba jugando de una manera completamente diferente, como si algo dentro de él hubiera cambiado. De repente, ejecutó una pirueta impresionante, girando sobre los jugadores contrarios con una habilidad que nadie había visto antes. En un abrir y cerrar de ojos, la pelota pasó por encima de los defensores y se estrelló contra la red del equipo contrario, anotando un gol espectacular.
Ivy, que siempre había visto a su hermano jugar, se quedó boquiabierta. Aquello no era solo una jugada impresionante, era como si Scott estuviera jugando con una fuerza y destreza que nunca había mostrado antes.
Stiles, a su lado, no podía ocultar su sorpresa. Miró a Ivy, como buscando una explicación para lo que acababa de ocurrir.
—¿Viste eso? —preguntó Stiles, con los ojos tan abiertos como los de Ivy, incrédulo.
Ivy asintió, su mente corriendo a mil por hora. La jugada había sido impresionante, pero el modo en que Scott se movía, la rapidez con la que había reaccionado.
—Esto no es normal —dijo Ivy, casi en un susurro, más para sí misma que para Stiles.
El peso de sus palabras flotó en el aire entre ellos. Sabían que algo extraño estaba pasando, y la habilidad de Scott no solo parecía ser humana, sino algo más. Algo que no podían ignorar.
En ese momento, el entrenador hizo un gesto hacia Scott, llamándolo a un costado del campo. Ivy observó, como todos lo hacían, pero algo extraño ocurrió. A pesar de la distancia que los separaba, Ivy sintió como si todo se volviera más nítido, más cercano. Automáticamente, sus sentidos se agudizaron, y comenzó a escuchar claramente la conversación entre el entrenador y su hermano.
—Y adivina qué... —dijo el entrenador con tono satisfecho—. Estás empezando, eres titular.
Ivy pudo sentir el orgullo en su pecho al escuchar esas palabras, especialmente cuando vio la expresión de felicidad de Scott. Su hermano, siempre tan esforzado, estaba viendo recompensado todo su esfuerzo. Él sonrió con entusiasmo, dirigiendo su mirada hacia ella, como si estuviera buscando su aprobación. Ivy le devolvió la sonrisa, feliz de verlo tan emocionado.
Pero al mismo tiempo, un sentimiento incómodo comenzó a crecer dentro de ella. Mientras observaba a Scott, su atención se desvió hacia Stiles, que estaba sentado a su lado. La mirada de Stiles no era de alegría, sino de preocupación. Sus ojos reflejaban una mezcla de confusión y alerta, como si algo no encajara con la situación.
Ivy, al notar esa expresión, sintió un nudo en el estómago. Algo no estaba bien. Ella intentó ignorarlo, pensando que tal vez era solo la tensión del momento, pero el peso de la mirada de Stiles la hizo dudar. Su hermano estaba feliz, sí, pero todo lo que había sucedido desde que habían ido al bosque parecía indicar que algo más estaba ocurriendo.
Mientras Stiles la observaba en silencio, Ivy comenzó a sentir lo mismo que él: una creciente preocupación. La euforia por el éxito de su hermano se desvaneció por un momento, y una inquietud más profunda empezó a tomar su lugar. Sabía que este no era solo un simple partido de lacrosse, ni una simple victoria, algo que ninguno de los dos podría ignorar por mucho tiempo.
Con una mirada fugaz hacia su hermano y luego hacia Stiles, Ivy sintió que algo nuevo estaba a punto de comenzar.
Ivy miraba desde la ventana de Stiles cómo el chico tecleaba frenéticamente, completamente absorto en lo que fuera que estuviera investigando. Era la segunda vez que se colaba en su habitación por esa ruta, y probablemente no sería la última. La ventana, como siempre, estaba entreabierta, y no necesitó más que un poco de cuidado para abrirla del todo sin hacer ruido.
Con movimientos ágiles, entró al cuarto, cayó al suelo con tanta suavidad que ni siquiera el rechinido de la madera delató su presencia. La cama ahora estaba en un rincón, Ivy rodo los ojos al ver el cambio, comenzó acercarse lentamente hacia donde Stiles estaba sentado frente a su computadora, con el brillo de la pantalla iluminándole el rostro.
Se inclinó justo detrás de él, agachándose lo suficiente como para que su cabeza quedara al nivel de su hombro. Mientras lo hacía, su mirada captó la palabra que aparecía en la pantalla: "licántropo".
—¿Eres licántropo? —murmuró de repente, con un tono que oscilaba entre la diversión y sarcasmo.
Stiles dio un brinco en su silla, casi cayéndose hacia un lado mientras soltaba un ruido de sorpresa. —¡¿Ivy?! ¡¿Qué demonios haces aquí?! —exclamó, llevándose una mano al pecho—. Por Dios, ¿puedes entrar como una persona normal al menos una vez?
Ella se encogió de hombros, apoyándose ahora completamente en su respaldo. —La ventana estaba abierta. Tú fuiste quien me enseñó a aprovechar las oportunidades, Stiles —dijo, con una pequeña sonrisa burlona.
—Eso no significa que debas entrar como una ninja cada vez que se te antoje. —Él cerró de golpe la ventana del navegador, pero Ivy lo había visto claramente. Demasiado tarde.
—"Licántropo", ¿eh? —repitió Ivy, cruzándose de brazos mientras ladeaba la cabeza—. ¿Qué pasa ahora, Stiles? ¿Cual es tu teoría ahora?
Stiles se giró hacia ella con una expresión más seria de lo que Ivy esperaba. —Esto no es una teoría, Ivy. Es real. Y no solo eso... Creo que Scott y tú están involucrados.
El chico no dijo nada más solo se dio vuelta hacia su computadora, comenzando a teclear con más rapidez, como si el destino del mundo dependiera de ello, imprimía muchas hojas que comenzaban a caer al suelo, pero este no le parecía importar.
Ivy lo observaba desde la cama, incómoda ante el silencio que se había instalado entre ellos. Finalmente, se apoyó sobre los codos, alzando una ceja.
—¿En qué estás pensando? Porque déjame decirte que esto suena más como un episodio de Supernatural que nuestra vida normal.
Stiles no le respondió de inmediato. Sus ojos estaban fijos en la pantalla, con esa intensidad que Ivy conocía bien, la misma que usaba cuando encontraba algo extraño y no descansaría hasta entenderlo. Finalmente, se giró hacia ella con un papel recién salido de la impresora.
—Mira esto. —Colocó la hoja frente a ella.
Ivy la tomó con escepticismo. El título decía en letras grandes "Wolfbane y sus usos contra criaturas sobrenaturales". Frunció el ceño mientras leía algunos fragmentos.
—¿Qué se supone que es esto?
—. El Wolfbane, o acónito, tiene propiedades que afectan a los hombres lobo —Stiles tomó una silla y se sentó frente a ella, inclinándose hacia adelante. Había una chispa casi alarmante en sus ojos.
Justo en ese momento, la puerta de la habitación comenzó a sonar. Stiles rápidamente se levantó para abrirla, revelando a Scott, que se encontraba con una amplia sonrisa.
—¡Entra!
Scott cruzó el umbral con confianza, pero se detuvo en seco al ver a Ivy acostada en la cama. Su expresión cambió de inmediato, frunciendo el ceño mientras miraba a Stiles y luego a Ivy de manera extraña.
—¿Qué haces acá? ¿Ustedes...? —comenzó a decir, su voz llena de insinuación.
Stiles puso los ojos en blanco al captar el tono de Scott, claramente irritado por la insinuación.
—¿En serio, Scott? ¿Eso es lo primero que se te ocurre? —dijo, señalándose a sí mismo y luego a Ivy. —¿De verdad crees que tendríamos tiempo para... eso?
Ivy, que seguía acostada en la cama, suspiró y se cubrió la cara con una mano.
—Por favor, Scott, ¿puedes no hacer esto más raro de lo que ya es?
Scott frunció el ceño, aún mirando entre ambos con sospecha, antes de soltar una risa nerviosa.
—Es que... no sé. No estoy acostumbrado a verlos juntos. Y, bueno, tú —se dirigió a Ivy— nunca vienes a casa de Stiles.
—Por algo será—murmuró ella desde la cama, lo suficientemente alto como para que la escucharan.
—¡Oye! —se quejó Stiles, indignado.
Scott agitó las manos como si quisiera volver al tema importante.
—De acuerdo, entonces, ¿qué está pasando aquí? ¿Por qué estás acá, Ivy? ¿Y por qué Stiles tiene esa cara de conspiranoico?
Stiles se giró hacia él con rapidez, sus ojos brillando con una mezcla de emoción y preocupación.
—Porque, Stiles estuvo leyendo toda la noche en internet, libros, toda esta información, —dijo Ivy, rodando los ojos mientras señalaba a Stiles.
Scott dejó escapar una risa divertida mientras miraba a su amigo.
—¿Cuánta anfetamina tomaste hoy? —preguntó con tono burlón.
—Eh... mucha, —admitió Stiles rápidamente, antes de agitar la mano como si no importara. —¡Pero eso no es lo importante! Solo escucha.
Scott dejó su mochila sobre la cama y miró a ambos con curiosidad.
—¿Esto tiene que ver con el cadáver? ¿Sabes quién lo hizo? —preguntó mientras se sentaba al lado de Ivy, quien había comenzado a moverse para hacerle espacio.
—No, todavía no sabemos, —respondió Stiles, claramente frustrado. —Pero están interrogando a todo el mundo... incluso a Derek Hale.
Scott frunció el ceño mientras intentaba recordar.
—¿El chico del bosque del otro día?
—Sí, ese mismo, —afirmó Stiles, moviendo las manos con exageración. —¡Pero no se trata solo de eso!
—¿Entonces de qué se trata? —preguntó Scott, cruzando los brazos, intrigado.
Stiles hizo una pausa dramática, mirando a Scott y luego a Ivy, como si estuviera a punto de revelar un secreto que cambiaría sus vidas.
—¿Recuerdas la broma del otro día? —dijo finalmente, bajando la voz, su tono cargado de tensión. —Pues ya no es una broma.
Scott arqueó una ceja, claramente confundido.
—¡El lobo! La mordida en el bosque. —Stiles comenzó a caminar de un lado a otro, su energía aumentando con cada palabra. —Empecé a leer todo esto, sobre lobos, aullidos, manadas... ¿saben por qué los lobos aúllan?
Scott lo miró como si Stiles se hubiera vuelto loco.
—¿Deberíamos? —pregunto Ivy, con un tono mezcla de humor e incredulidad.
Stiles se detuvo en seco, señalándola con el dedo.
—Es una señal. Cuando un lobo está solo, aúlla para dar su ubicación al resto de la manada. Así que, si oyes a un lobo aullar, significa que tal vez haya otro cerca... o incluso una manada.
—¿Una manada de lobos? —preguntó Scott, frunciendo el ceño mientras intentaba entender hacia dónde iba Stiles con todo esto.
—¡No, Scott! Una manada de dementores que buscan la felicidad, —exclamó Ivy con sarcasmo, agitando las manos con exageración. —¡Por Dios, Scott! Que idiota eres ¿Tú escuchas o qué?
Scott lanzó una mirada a su hermana antes de volver a Stiles
—¡Eso no importa! Y no lobos, si no que, hombres lobo...
El silencio que siguió estuvo cargado de tensión.
—Me harás perder el tiempo con esto, Stiles. Tengo que recoger a Allison en una hora, —dijo Scott mientras comenzaba a levantarse.
—¡Scott! —exclamó Stiles, frustrado. —No puedes ignorar esto.
Ivy, todavía sentada en la cama, comenzó a analizar todo lo que Stiles había dicho, conectando los puntos en su cabeza. Había algo que no cuadraba, algo extraño que no podía ignorar.
—Te vimos en el campo hoy, Scott, —dijo Stiles, su voz más seria. —Lo que hiciste no solo fue asombroso, fue imposible.
—Solo hice un buen tiro.
—¡No! —interrumpió Stiles, alzando la voz. —Hiciste un tiro increíble. Cómo te moviste, la velocidad, los reflejos... Nadie puede hacer eso de la noche a la mañana. No solo eso. Piensa en la visión, los sentidos... ¡Y no has pensado que ya no necesitas tu inhalador! ¿No te has dado cuenta?
—No puedo pensar en esto ahora
Mientras los dos discutían, Ivy se quedó en silencio, sintiendo una presión extraña en su pecho. Había algo que no dejaba de rondar su mente. Llevó la mano hacia su hombro casi por instinto, donde la mordedura que había recibido hacía días todavía debería estar doliendo.
Con cuidado, quitó el vendaje que la cubría. Sus dedos tocaron la piel... pero no sintió nada. Ningún dolor. Ninguna herida. La marca había desaparecido por completo, como si nunca hubiera existido.
—¿Qué...? —murmuró Ivy para sí misma, sus ojos abiertos de par en par. Miró a los dos chicos que seguían discutiendo, pero su corazón comenzó a latir más rápido.
Algo no estaba bien. Con ninguno de ellos. Y ahora, lo sabía con certeza: tampoco con ella.
—¡La luna llena es hoy! ¡¿No entiendes?! —Stiles estaba prácticamente al borde de la desesperación mientras Scott lo miraba con frustración.
—¿Qué intentas hacer? —respondió Scott, levantando las manos como si estuviera hablando con un loco—. Ahora soy titular, tengo una cita que no puedo creer que salga conmigo, y toda mi vida es perfecta. ¿Por qué intentas arruinarlo?
Ivy, viendo cómo la situación se estaba poniendo más tensa, intervino suavemente.
—Scott... creo que Stiles solo intenta ayudar —dijo, mirando a su hermano y luego a Stiles, quien la miró con gratitud. Stiles sonrió levemente, apreciando el apoyo, pero Scott no entendió nada.
—Ahora estás de su lado —dijo Scott, alzando una ceja, confundido y un poco molesto.
Ivy no dudó, cruzando los brazos.
—Creo que solo quiere que ambos estemos bien, y no lo estás escuchando —respondió con calma, intentando que Scott viera más allá de su frustración.
—Es una maldición —Stiles insistió, tomando un paso hacia Scott—. Y no solo la luna causará un cambio físico. También pasará cuando el deseo de sangre esté al máximo.
Ivy lo miró por un momento, dándose cuenta de que era el momento de intervenir antes de que las cosas se pusieran aún más tensas.
—Deseo de matar —explicó Ivy, cortando cualquier pregunta que pudiera salir de la boca de Scott.
Scott parpadeó, finalmente sintiendo un estremecimiento recorriéndole la columna vertebral, pero no quería dar su brazo a torcer.
—Ya siento deseo de matar, Stiles —dijo, mirando a su amigo, y su tono era seco, incluso en medio de la tensión.
Stiles no pudo evitar sentirse inquieto al ver la seriedad de su rostro. Ivy también lo notó, y de inmediato se acercó a Scott, poniéndole una mano en el hombro.
—Escucha, Scott —dijo, con una mirada grave—. Esto no es un juego. Y no se trata de arruinar tu vida perfecta, se trata de salvarla. Esto es más grande que cualquier partido o cita.
—¿Puedes escuchar esto? —preguntó Stiles frustrado, levantando un libro que había encontrado en la estantería, hojeándolo con rapidez antes de leer en voz alta—. "El cambio puede causarse por el enojo o algo que acelere el pulso". ¿Entendiste? No he visto a alguien que te acelere el pulso como Allison. Debes cancelar la cita.
Ivy, viendo que las cosas seguían sin encajar en la cabeza de su hermano, suspiró con frustración. Luego se acercó rápidamente y, sin perder tiempo, lo miró a los ojos con seriedad.
—Llámala ahora, Scott —dijo, con una autoridad en su voz que no solía usar—. Si no lo haces, podrías ponerla en peligro. Y a ti también. ¿Es eso lo que quieres? ¿Arriesgar a alguien solo por no escuchar?
Stiles sin perder el tiempo tomó la mochila de Scott, sacando el teléfono sin mirar hacia atrás.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Scott, la voz llena de rabia, sus ojos fulgurantes.
—Estoy cancelando tu cita por ti —respondió Stiles con calma, sin inmutarse, comenzando a marcar el número de Allison.
—¡No, dámelo! —gritó Scott, la furia en su rostro clara como el día. Antes de que Stiles pudiera dar otro paso, Scott lo agarró con fuerza de la camiseta, estampándolo contra la pared con un golpe sordo.
Stiles, sorprendido pero sin miedo, lo miró fijamente, a pesar de que la presión de la mano de Scott en su pecho lo estaba dejando sin aire.
—¡Scott! —chilló Ivy, mirando a su hermano con cierto temor, su voz cargada de urgencia.
La palabra de su hermana cortó la furia de Scott como un cuchillo. Automáticamente reaccionó al escucharla, y en un abrir y cerrar de ojos, bajó el puño que había levantado, liberando toda la tensión que lo había estado consumiendo. Sin embargo, el gesto de ira no desapareció por completo; en lugar de golpear a Stiles, tomó la silla que estaba detrás de él y la arrojó con un fuerte estruendo.
El sonido del impacto resonó por toda la habitación, pero nadie se movió, excepto Ivy, que dio un paso hacia él, observándolo con tristeza.
—Scott... —dijo Ivy, su voz suave pero firme—. Esto no es la solución. No quiero que te lastimes ni que lastimes a nadie más. ¿Vas a seguir ignorando lo que está pasando?
Scott, respirando con dificultad, miró la silla en el suelo. Su respiración se aceleraba mientras trataba de calmarse, pero las palabras de Ivy y la situación lo atormentaban.
—Yo lo siento, —murmuró, mirando a su amigo —. Tengo que arreglarme para la fiesta
Scott, sin decir una palabra más, agarró sus cosas y se dirigió a la puerta, listo para salir. En cuanto la puerta se cerró tras él, Ivy dejó escapar un suspiro tembloroso, su mente agitada por la preocupación.
Se giró lentamente hacia Stiles, su mirada buscando consuelo.
—¿Estás bien? —preguntó Ivy, acercándose con cautela, notando la tensión en el aire.
Stiles, quien aún estaba un poco atónito por lo sucedido, asintió sin decir una palabra. Luego se dirigió hacia la silla que Scott había arrojado con furia, y con un gesto automático comenzó a levantarla del suelo. Pero cuando la sostuvo, algo llamó su atención.
En la parte de atrás del cuero de la silla, cerca del respaldo, había una marca profundamente cortada, como si algo afilado hubiera rasgado el material con una fuerza increíble. Las líneas eran irregulares y nítidas.
Ambos se miraron impresionados, las palabras atrapadas en sus gargantas.
—Esto... —comenzó Stiles, su tono más grave que nunca—. Esto no es solo un golpe de ira. Scott... se está transformando más rápido de lo que pensábamos.
Ambos quedaron en silencio, observando la silla rota, sabiendo que ese era solo el comienzo de algo mucho más peligroso.
┆彡 el tipo de amistad q van a comenzar
a tener Stiles y Ivy>>
━━━NOTE: Amo que comiencen a llevarse bien, pero igual van a tener sus momentos ok, ósea Ivy sigue siendo una sarcástica y Stiles es aun peor así q siempre encontrarán algo para decirse JSKKFLFKF
RECUERDEN VOTAR
Y
COMENTAR
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro