⋆·˚ ༘ * 𝟎𝟏.
CAPITULÓ UNO
Problema almeja
EL SILENCIO DE LA NOCHE quedó roto por el grito desesperado de Ivy, que resonó por toda la casa como un trueno.
—¡Scott! —vociferó, su voz cargada de urgencia y pánico.
Scott, que estaba acostado en su cama, inmerso en su propio mundo, levantó la cabeza de golpe. Frunció el ceño mientras se dirigía apresuradamente hacia el baño, con una mezcla de irritación y preocupación.
—¡¿Qué pasa, Ivy?! —gritó desde el otro lado de la puerta del baño.
—¡Entra ahora! —chilló Ivy, su voz quebrada y a punto de perder la paciencia.
Scott parpadeó, desconcertado. La idea de entrar al baño mientras su hermana estaba en la ducha no tenía ningún sentido.
—¿Qué? ¿Estás bañándote? ¿Por qué lo haría? —respondió, dudando de que aquello fuera una emergencia real.
—¡Que entres, Scott! —exclamó ella, más fuerte esta vez, haciendo que su tono lo dejara sin muchas opciones.
Con un suspiro resignado, Scott giró el picaporte y abrió la puerta. Apenas dio un paso dentro del baño, se detuvo en seco, con la boca abierta y los ojos desorbitados. La imagen frente a él parecía sacada de una película de fantasía.
Ivy estaba acostada en la tina, rodeada de agua que aún seguía agitada por su movimiento nervioso. Pero lo que más llamaba la atención era lo imposible de ignorar: sus piernas habían desaparecido, sustituidas por una cola de sirena que brillaba bajo la luz amarillenta del baño. La cola, de un anaranjado profundo con destellos de oro, parecía una obra de arte viviente, cada escama reflejando un arco iris de colores.
Scott tragó saliva mientras intentaba asimilar lo que tenía frente a sus ojos.
—¿Y ese disfraz? —preguntó finalmente, con una media sonrisa burlona, intentando restarle importancia a lo que parecía ser una broma elaborada.
Ivy lo fulminó con la mirada, completamente indignada.
—¿Qué disfraz, idiota? ¡Esto apareció de la nada! —soltó, señalando la cola con ambas manos mientras intentaba no perder la compostura.
Scott entrecerró los ojos, aún tratando de encontrar una explicación lógica. Dio un paso más hacia la tina, inclinándose ligeramente para observarla más de cerca.
—¿Cómo que "apareció de la nada"? —preguntó Scott, aún tratando de procesar lo que veía.
—Me metí a la ducha como cualquier persona normal, ¿y luego qué? ¡Zas! Mis piernas desaparecen, y ahora tengo esto —gruñó Ivy, golpeando ligeramente la cola contra el agua, salpicando a Scott.
—¡Oye! —se quejó, limpiándose la cara—cálmate... Tal vez... ¿tal vez es algún tipo de reacción alérgica?
—¿Una reacción alérgica? ¿A qué, Scott? ¿A una ducha?—repitió Ivy con sarcasmo, señalándose la cola con las manos—. ¿Desde cuándo una alergia te convierte en pez, Scott?
Scott guardó silencio por un momento, sin saber cómo responder. Miró la cola otra vez, el agua goteando de las escamas como si fuera parte de algo vivo.
—¿Cómo podría ser real? —murmuró, más para sí mismo que para ella. Se atrevió a extender una mano, como si quisiera tocar la brillante aleta para asegurarse de que no era una ilusión.
—¡No lo toques! —gritó Ivy, salpicando agua al mover la cola con brusquedad.
—¿Y qué quieres que haga? —respondió Scott, levantando las manos, intentando calmarla, aunque en su tono se notaba la frustración creciente. —No puedo quedarme quieto mientras todo esto pasa. ¡Esto no es norma!
Ivy soltó un resoplido, claramente frustrada.
—Vamos a... vamos a pensar. ¿Cuándo empezó esto?
—¡Hace diez minutos! —exclamó Ivy, al borde del pánico.
Scott se mordió el labio, tratando de buscar una explicación racional.
—Bueno... tenemos que hacer algo. No puedes quedarte aquí para siempre.
—No, claro que no, ¿por qué no me ayudas a salir a dar un paseo? —ironizó Ivy, cruzándose de brazos—. Estoy atrapada, Scott. ¡Atrapada!
Scott negó con la cabeza, tomando aire profundamente.
—No, pero... tenemos que buscar ayuda. Esto es demasiado raro incluso para nosotros.
—¡¿Nosotros?! ¿Qué demonios tiene de raro tu vida, Scott? ¡Soy yo la que tiene una cola!
Ambos se quedaron en silencio por unos segundos, mirándose fijamente. A pesar de la tensión del momento, Scott dejó escapar una risa nerviosa.
—Esto es lo más loco que me ha pasado... —murmuró, más para sí mismo que para ella.
—¡No es gracioso! —gritó Ivy, salpicándolo con agua.
—¡Nada de esto tiene sentido! —replicó él, pasando las manos por su cabello mientras comenzaba a caminar de un lado a otro frente a la tina—. ¿Has estado en contacto con algo raro? ¿Te mordió algo?
—Me mordió un lobo, pero no creo que una cola de sirena parece el tipo de síntoma que viene con una mordedura—respondió sarcásticamente
—No sé, ¡no soy doctor! —respondió, levantando la voz—. Bueno, espera, espera. Tal vez esto tiene una explicación científica.
—¡¿Científica?! —repitió Ivy, incrédula, señalándose a sí misma—. Mira esto, Scott. No hay nada científico en esto.
Scott dejó escapar un largo suspiro, mirando a su hermana con cara de preocupación.
—Tal vez necesitamos ayuda... alguien que sepa más de cosas raras.
—¿A quién le vamos a preguntar, Scott? ¿A mamá? ¿O mejor le decimos al veterinario de la clínica? —Ivy puso los ojos en blanco.
Scott se quedó en silencio un momento, pensando en las pocas opciones que tenían.
—Bueno, primero necesitamos sacarte de aquí. ¿Puedes moverte?
Ivy agitó la cola con fuerza, salpicando agua por todos lados.
—¿Eso responde a tu pregunta?
—Está bien... no te preocupes. Ya se me ocurrirá algo.
Ivy lo miró, levantando una ceja.
—Scott, si dices "no te preocupes" una vez más, te juro que te golpeo con esta cosa.
Scott no pudo evitar soltar una risita nerviosa.
—Sabes, pensaba que esta noche sería tranquila. Después de la noche que pasamos. Solo yo y una serie en la televisión. Pero no, claro que no.
Después de la noche que habían tenido, Ivy apenas llegó a la casa, su único pensamiento era una sola cosa: darse una ducha.
Todo su cuerpo había estado cubierto de tierra, sus músculos dolían, y la mordedura que había recibido en el bosque seguía ardiendo, recordándole la locura que acababan de vivir. pero seguía sin entender el por que ahora tenía una cola de sirena, para Ivy todo era algo irreal, cómo si fuera una pesadilla.
—Bueno, por lo menos no estás sola. Esto... esto tiene que tener una solución, ¿verdad?
Ivy lo miró fijamente, con las cejas levantadas.
—¿Y si no la tiene? ¿Qué hago, Scott? ¿Vivo en una pecera el resto de mi vida?
Scott suspiró profundamente.
—No lo sé, Ivy, pero vamos a resolverlo. Te lo prometo
Ivy sonrió levemente al sentir que, a pesar de lo surrealista de la situación, Scott estaba ahí para apoyarla. En una noche llena de caos e incertidumbre, la presencia de su hermano ofrecía al menos un pequeño respiro de normalidad.
Suspiró, dejando que su cabeza descansara contra el borde de la tina, mientras sus ojos se fijaban en el techo. Sin embargo, ese instante de calma no duró mucho. De repente, sintió un tirón en su cola.
—¡Oye! ¿Qué estás haciendo? —protestó Ivy, girando la cabeza para verlo.
Scott estaba inclinado sobre la tina, sujetando su cola de sirena con ambas manos.
—Estoy intentando sacarte de aquí. —Su tono era práctico, como si esto fuera solo un problema más por resolver.
—¡Scott! No tires de ella como si fuera un saco de papas. —Ivy lo miró con los ojos entrecerrados, claramente molesta.
Scott frunció el ceño, haciendo un esfuerzo para mover la cola, que parecía más pesada de lo que pensaba.
—Bueno, no puedes quedarte en la tina toda la noche, ¿verdad? Además, esto pesa más de lo que pensaba. ¿Cuánto mide esta cosa? —se quejó, haciendo un esfuerzo para mover la enorme cola, que se resistía a salir de la tina.
Ivy dejó escapar un bufido exasperado, pero antes de que pudiera quejarse más, Scott cambió de estrategia. Soltó la cola y se inclinó hacia ella, pasando un brazo bajo sus hombros y otro bajo su espalda.
—¿Qué estás haciendo ahora? —preguntó Ivy, arqueando una ceja.
—Te voy a sacar de una vez por todas. —Scott la levantó con cuidado, aunque su expresión de concentración dejaba en claro que no era una tarea fácil.
La cola, más pesada de lo que parecía, se arrastró al borde de la tina antes de deslizarse completamente hacia el suelo, dejando un charco de agua a su paso. Scott logró colocar a Ivy en el suelo del baño, apoyándola contra la pared, mientras respiraba con dificultad.
—Listo. Ahora... ¿ves? No fue tan difícil. —Scott sonrió con aire triunfal, secándose el sudor de la frente.
Ivy lo miró con los brazos cruzados, claramente poco impresionada.
—¿Y qué sigue, genio? ¿Me pones en una pecera?
Scott soltó una risa nerviosa mientras miraba el desastre que habían causado en el baño. La cola de Ivy seguía brillando bajo la luz, con pequeñas gotas de agua resbalando por las escamas.
—No lo sé todavía, pero al menos ya no estás atrapada en la tina. Eso es un avance, ¿no? —bromeó, tratando de aligerar el ambiente.
Ivy negó con la cabeza, aunque una pequeña sonrisa volvió a asomarse en sus labios. A pesar de lo ridículo de la situación, era un alivio saber que Scott no la dejaría sola en esto.
—Gracias, Scott. En serio. —Su voz era suave, casi un susurro.
Scott la miró, sorprendido por el tono de su hermana, y luego asintió, con una sonrisa más cálida esta vez.
—Siempre. Aunque... debo admitir que esto es mucho más raro de lo que esperaba. —Ambos rieron ligeramente, encontrando un pequeño momento de complicidad en medio del caos.
—¿Cuándo crees que se me desaparecerá esto?—preguntó Ivy, su voz tensa, tratando de sonar más calmada de lo que realmente se sentía.
—No lo sé—respondió, su tono grave, sincero en su impotencia
Ivy dejó escapar un suspiro de frustración, sintiendo cómo la ansiedad aumentaba. La cola seguía ahí, inamovible. Pero sabía que no podía quedarse sentada todo la noche en ese baño, esperando que todo desapareciera por sí solo.
De repente, Scott se levantó de un salto, como si una idea hubiera cruzado por su mente.
—¡Ya sé!—exclamó, antes de dar un paso hacia la puerta. —Espera aquí
Ivy observó la puerta cerrarse tras él, sus ojos entrecerrados en confusión.
—Tampoco es que pueda moverme
Mientras miraba su cola, Ivy sintió un nudo en el estómago. El pensamiento de no volver a caminar la hizo tragar saliva con fuerza, intentando sofocar el temblor que comenzaba a recorrerle el cuerpo.
La idea de sentir las escamas bajo su mano le cruzó por la mente. Ivy elevó lentamente su mano, dudando, con los dedos temblorosos. No sabía qué esperaba al tocarlas, pero algo dentro de ella la impulsaba a hacerlo, como si fuera la única manera de entender lo que estaba sucediendo
Antes de que sus dedos hicieran contacto, un pequeño vapor comenzó a surgir de la cola. Era casi imperceptible al principio, un leve hilo que se deslizaba entre las escamas anaranjadas. Ivy retiró la mano rápidamente, sus ojos abiertos de par en par mientras miraba con horror cómo el vapor empezaba a crecer, rodeándola lentamente.
—¿Qué...? —susurró, pero su voz se quebró, ahogada por la creciente ansiedad.
Sin poder evitarlo, su mano se elevó otra vez, como si algo la obligara a tocarlo. Tan pronto como sus dedos hicieron contacto con las escamas, una oleada de calor recorrió su cuerpo. Era una sensación extraña, casi como si el vapor se filtrara a través de su piel, entrando en su interior. Ivy cerró los ojos un instante, intentando procesar lo que sentía: no era doloroso, pero sí profundamente extraño, como si algo se estuviera reconfigurando en su interior.
El vapor comenzó a intensificarse, cubriendo completamente la cola. Ivy jadeó al sentir cómo las escamas parecían deshacerse bajo su mano, transformándose en una textura suave, familiar. Poco a poco, la forma de la cola empezó a cambiar. Primero, las escamas comenzaron a desaparecer, dejando piel en su lugar. Luego, el contorno de dos piernas se fue formando, como si estuvieran siendo moldeadas por el vapor mismo.
Ivy observó, paralizada, mientras sus pies emergían lentamente al final de sus piernas. Movió los dedos, comprobando que estaban allí, reales y funcionales. No podía creerlo.
El vapor se disipó tan rápido como había aparecido, dejando solo el silencio del baño. Ivy miró sus piernas, completas y normales, como si la cola de sirena nunca hubiera existido. Pero su corazón seguía latiendo con fuerza.
Se inclinó hacia adelante, tocándose las piernas con ambas manos, como si necesitara asegurarse de que todo era real. Una mezcla de alivio y temor la invadió, su respiración entrecortada mientras intentaba comprender lo que acababa de suceder.
—¿Qué demonios...? —murmuró, con la voz aún temblorosa.
El sonido de los pasos de Scott resonó en el pasillo, sacándola de su ensimismamiento. Ivy reaccionó por instinto, levantándose rápidamente y cerrando la puerta del baño justo antes de que su hermano pudiera entrar
Desde el otro lado de la puerta, la voz de Scott la alcanzó con una mezcla de confusión y preocupación.
—¡Ivy! ¿Qué está pasando? —gritó Scott desde el otro lado, su voz llena de preocupación
—¡Espera! ¡Estoy... desnuda! —gritó Ivy, apresurándose a cubrirse con lo primero que encontró
—¡¿Qué?! —Scott no parecía entender. —¿Tus piernas...? ¿Volvieron?
—Sí, Scott... y ya sé cómo hacer que vuelvan.
El viento fresco de la mañana hacía que Ivy se estremeciera mientras se aferraba a los hombros de Scott, que pedaleaba con fuerza en dirección a la escuela. Estaba claro que no era la mejor forma de viajar, pero no tenían muchas opciones después de que su bicicleta desapareciera misteriosamente en el bosque.
—Todavía no puedo creer que se haya desvanecido. Era mi bicicleta favorita, Scott —dijo Ivy con un tono mezcla de tristeza y sarcasmo mientras intentaba mantener el equilibrio.
—¿Tu bicicleta favorita? Si ni siquiera la usabas hasta que mamá te obligó a sacarla del garaje —replicó Scott, esforzándose por esquivar los baches en el camino.
—Eso no significa que no la quisiera. Además, me gustaba cómo se veía, incluso con las llantas llenas de barro. Pero no, al parecer el bosque decidió que era hora de que desapareciera mágicamente —dijo Ivy, dramatizando la situación mientras apretaba más fuerte las manos sobre los hombros de Scott cuando este giró bruscamente.
—Tal vez alguna sirena la está usando ahora —bromeó Scott, soltando una risa entrecortada mientras trataba de respirar. —O peor... Stiles probablemente se la robó y está tratando de venderla como reliquia vintage.
—Oh, claro, seguro que Stiles puede hacer eso sin que nadie lo note. Es tan discreto como un elefante en una cristalería —contestó Ivy, riendo suavemente.
El Beacon Hills High estaba a la vista, y con él el icónico autobús amarillo estacionado junto al edificio. El patio estaba lleno de estudiantes que charlaban, algunos lanzándoles miradas curiosas al verlos llegar juntos en la bicicleta de Scott, que claramente no estaba diseñada para dos.
—Bueno, al menos no llegamos tarde. Aunque creo que voy a necesitar un fisioterapeuta después de esto —dijo Ivy, saltando de los estribos con un movimiento torpe.
—Sí, y mi bicicleta también perdió la dignidad contigo encima —respondió Scott, fingiendo revisar las ruedas como si estuvieran dañadas
—Deberías considerar cambiar de bicicleta, más seguro para todos.
—Oh, claro, y a ti te pongo un carrito de remolque —respondió Scott con una sonrisa socarrona—. O mejor aún, te dejo en casa.
—Perfecto. Así no tendré que presenciar tus "brillantes" jugadas de lacrosse. ¿Cómo era esa? Ah, sí... lanzar al aire y rezar porque la pelota no te golpee en la cara
Scott rodó los ojos, estacionando la bicicleta mientras murmuraba algo inaudible. Ivy le dio un empujón ligero en el hombro, sonriendo con triunfo.
Scott apenas se había quitado el casco de seguridad cuando sintió un golpe inesperado en su costado. La puerta del reluciente Porsche de Jackson Whittemore se había abierto de golpe, chocando directamente contra él.
Ambos hermanos se giraron hacia Jackson al mismo tiempo, esperando al menos una disculpa. Pero Jackson, en su típico aire de arrogancia, simplemente los miró por encima del hombro, sin rastro de remordimiento.
—Oye, no dañes la pintura —dijo con una sonrisa burlona mientras cerraba la puerta con elegancia y caminaba hacia el grupo de sus amigos que lo llamaban desde la entrada.
Scott parpadeó un par de veces, tratando de procesar lo que acababa de suceder. Ivy, en cambio, no se quedó callada.
—¿Qué? ¿En serio? —exclamó, lanzando sus brazos al aire. —¿Perdón? ¿Dañar la pintura? ¿Tiene el cerebro configurado al revés o qué?
Scott suspiró, ajustando la correa de su mochila. —Déjalo, Ivy. Ya sabes cómo es.
—Claro, siempre el pacificador —dijo Ivy, rodando los ojos. —Pero que quede claro, si lo vuelve a hacer, no me hago responsable de lo que le diga. O lo que le haga.
Scott soltó una pequeña risa, agradeciendo en silencio que su hermana no hubiera actuado en el momento.
—Vamos con Stiles —dijo finalmente Scott, rompiendo el silencio mientras Ivy seguía lanzando miradas asesinas en dirección al Porsche.
—Obligada —respondió Ivy con un suspiro exagerado, pero en el fondo no estaba tan en contra. Después de la locura que había pasado ayer en el bosque, sentía una necesidad extraña de no separarse de su hermano, como si mantenerse cerca de él pudiera evitar que algo peor sucediera.
Se aferró al brazo de Scott mientras cruzaban el aparcamiento, y en cuanto vieron a Stiles, este levantó las manos emocionado, ansioso por escuchar todo.
—Ivy, Scott, ya muéstramela —exclamó Stiles sin siquiera saludar.
Ivy arqueó una ceja y se cruzó de brazos, fulminando a Scott con la mirada.
—¿Le dijiste por teléfono todo lo que pasó? —preguntó, en un tono más acusador que curioso.
Scott, nervioso, se rascó la nuca y dio una pequeña sonrisa culpable.
—Puede ser...
—Scott, ¿le contaste del problema almeja?—pregunto Ivy en susurro
—Claro que no—murmuro
—Vamos, Ivy, soy de confianza —insistió Stiles, señalándose a sí mismo como si eso fuera garantía suficiente.
—Claro, porque si confías en Stiles, automáticamente estás firmando tu sentencia de muerte —murmuró Ivy, rodando los ojos.
Scott ignoró su comentario y se levantó la camisa, mostrando su abdomen lleno de parches y moretones del día anterior.
—Ahí está —dijo, resignado.
Stiles soltó un dramático "¡uhhh!" al ver las heridas, sus ojos casi brillando de emoción.
—Esto es increíble. Quiero decir, no es increíble que estés herido, obviamente. Bueno, sí lo es, pero... ¿y tú? —Stiles se giró hacia Ivy con entusiasmo—. ¿Cómo va la tuya?
Ivy puso los ojos en blanco, pero finalmente se dio media vuelta y estiró su polerón, dejando al descubierto la venda que cubría su hombro. La marca de la mordedura seguía oculta, pero las vendas eran suficientes para captar la atención de Stiles.
—Te estás emocionando demasiado —respondió Ivy, acomodando el polerón de golpe.
—Estaba oscuro para ver, pero estoy seguro de que era un lobo —dijo Scott mientras se acomodaba la mochila, listo para caminar hacia la escuela.
—¿Un lobo los mordió? —preguntó Stiles, claramente interesado pero también escéptico.
—Ajá —respondió Scott, como si fuera lo más obvio del mundo.
—No, no lo creo —dijo finalmente Stiles, con esa voz de "experto" que a veces resultaba irritante.
—Lo escuchamos aullar —añadió Scott, mirando a Ivy, como buscando apoyo en su versión de los hechos.
—No, no es cierto —replicó Stiles sin dudarlo, cruzándose de brazos.
—Oye, ¿crees que somos idiotas o qué? —le soltó Ivy—Si dices "no es cierto" una vez más, voy a empezar a pensar que estás programado para contradecir todo lo que decimos.
—No es cierto.—dijo burlonamente Stiles antes de recibir un golpe de Ivy.
—¿Por qué dices que no es cierto? ¿Cómo lo sabes?—pregunto Scott hacia Stiles que se sobaba a cabeza.
—Porque en California no viven lobos, ¿sí? No han vivido aquí en sesenta años.
Scott y Ivy se detuvieron un momento, procesando la información.
—¿En serio? —preguntó Scott, sorprendido.
—Claro que es enserio, no hay lobos en California—dijo Stiles, sacudiendo la cabeza mientras detenía el paso.
—Bien, si no me crees lo del lobo, definitivamente no me creerás cuando te diga que encontramos el cuerpo —dijo Scott, dejando caer la bomba con total seriedad mientras miraba a Stiles.
Stiles abrió los ojos como platos, alternando su mirada entre Scott e Ivy.
—¿Estás bromeando?
—No lo creo —respondió Scott, con un tono sombrío que solo hizo que Stiles se pusiera más nervioso.
Los mellizos se miraron, y en perfecta sincronía dijeron:
—Tendremos pesadillas durante un mes.
Acto seguido, chocaron los cinco con una coordinación que solo los hermanos podían lograr, como si haber encontrado un cadáver fuera algo digno de celebrar.
—Esto es asombroso —dijo Stiles, claramente más emocionado que perturbado—. En serio, esto será lo mejor que le ha ocurrido a este pueblo desde el nacimiento de Lydia Martin.
Mientras hablaba, giró la cabeza para mirar a la famosa pelirroja que pasaba cerca de ellos.
—Hola, Lydia, luces como... si fueras a ignorarme.
Lydia ni siquiera le lanzó una mirada. Simplemente siguió caminando como si él no existiera.
Ivy, incapaz de contenerse, soltó una carcajada tan fuerte que algunas personas alrededor se giraron para mirarla.
—Tú eres la causa de esto, sabes —dijo Stiles, mirando a Scott con una expresión dramática.
—Claro —respondió Scott, sin inmutarse.
—Por hacerme un nert, como tú —dijo Stiles, señalando a Scott con un dedo acusador.
Ivy rodó los ojos, cruzando los brazos.
—Es al revés, mejor dicho —murmuró hacia Scott, quien no pudo evitar reírse.
—Me llaman nert por ti —se quejó Stiles, mientras seguía caminando detrás de ellos
—...Ahora pueden prestar su espesa atención al programa del semestre que está en sus escritorios.
Apenas terminó de hablar el profesor, Ivy volvió a la realidad. Comenzó a buscar el programa hasta que un fuerte pitido de un teléfono sonando hizo que se tapara los oídos, al igual que Scott.
—¿Pueden apagar ese teléfono? —preguntó Ivy en voz alta.
Todos los adolescentes de la habitación la miraron sin entender y luego volvieron con lo suyo.
Ivy suspiró y dejó que su mente tratara de concentrarse en lo que dibujaba. Siempre había encontrado refugio en el dibujo, una manera de alejarse de los ruidos y de las cosas que le preocupaban. Comenzó haciendo garabatos sin forma ni propósito, solo líneas al azar para ocupar su mente.
Sin embargo, poco a poco, esos garabatos empezaron a tomar forma. Sus manos parecían moverse solas, trazando curvas suaves y elegantes. Sin darse cuenta, había dibujado una cola de sirena, con destellos y detalles intrincados que la hacían parecer casi real. Las escamas parecían brillar con vida propia, como si cada línea capturara algo más profundo.
La puerta de la clase se abrió con un suave crujido, y un profesor junto a una estudiante entraron al aula. Ivy levantó la mirada, sintiendo curiosidad al instante. La chica que acababa de ingresar era alta, con cabello castaño oscuro que caía en ondas. Tenía una belleza natural, pero lo que más llamaba la atención era la timidez en sus ojos, como si estuviera buscando un lugar donde encajar.
—Chicos, ella es estudiante nueva, Allison Argent. Por favor, háganla sentir como en casa —anunció el profesor con voz autoritaria pero amable.
Un par de chicos murmuraron entre sí, mientras algunas miradas curiosas se posaban en Allison, evaluándola de arriba abajo. Ivy, por su parte, se fijó en cómo la chica intentaba sonreír, pero sus ojos traicionaban cierta incomodidad, como si no estuviera completamente lista para encajar en un nuevo lugar
En ese momento, Al girar la cabeza, notó que Scott no podía apartar la mirada de la chica nueva, Ivy elevó una ceja con diversión.
—¿Qué, Scott? —dijo Ivy en voz baja, aunque lo suficientemente cerca como para que él la escuchara.
Scott, atrapado, se ruborizó un poco antes de desviar la mirada rápidamente. —No... nada, solo... me pareció que... nunca la había visto antes.
Ivy sonrió, sabiendo exactamente lo que había notado su hermano.
Scott, no perdió el tiempo y, con un gesto casi automático, le ofreció un bolígrafo a Allison,
quien lo miró agradecida pero visiblemente nerviosa.
Con una risa silenciosa, Ivy se estiró hacia atrás en su silla para mirar a Stiles. Cuando él notó su mirada, Ivy le mostró la escena de Scott y Allison con un movimiento discreto de cabeza. Stiles no dudó con un gesto exagerado con las manos, formar un corazón alrededor de la figura de Allison y Scott, que estaba justo frente a ellos.
Ivy se cubrió la boca para ahogar una risa, sin dejar de observar cómo Scott trataba de ocultar su nerviosismo después de entregarle el Bolígrafo. Stiles, por otro lado, seguía haciendo señales dramáticas con sus manos, haciendo que Ivy se encogiera de hombros y se dejara llevar por la diversión del momento.
Ivy rodaba los ojos al sentir los pitidos constantes del silbato del entrenador. Había decidido ir al campo de lacrosse para ver cómo Scott avanzaba en el equipo, aunque aún no entendía del todo por qué su hermano estaba tan obsesionado con un deporte que claramente no manejaba.
De lejos, vio a Scott y Stiles corriendo hacia la cancha. La mirada de Scott, como si estuviera hipnotizado, se desviaba constantemente hacia Allison, quien estaba sentada al lado de Ivy
El momento "romántico" fue interrumpido de manera brusca cuando el entrenador sopló el silbato una vez más, acercándose a Scott, que claramente estaba distraído. La reprimenda no tardó mucho, y finalmente el entrenador le dio un golpe en la cara, sacándole por completo de su ensoñación.
Ivy no pudo evitar reír, llevándose una mano a la boca para intentar disimular.
—¿Quién es él? —escuchó Ivy que Allison le preguntaba a Lydia, señalando a alguien en la cancha.
—¿Él? —Lydia levantó la mirada—. No estoy muy segura, ¿por qué?
—Es de mi clase de inglés —respondió Allison con un ligero tono curioso, observando a Scott
Sin poder evitarlo, Ivy sonrió y desvió la mirada hacia su hermano, que estaba en la portería. Desde la distancia, parecía haber escuchado la conversación, porque de inmediato giró la cabeza en dirección a las chicas.
Ivy frunció el ceño, algo extrañada.
—Scott, ¿me escuchas? —preguntó, mirando a su hermano fijamente, como si pudiera atravesarlo con la mirada.
Scott la miró sorprendido, titubeando por un momento antes de responder:
—Sí, Ivy, te escucho.
Ivy parpadeó confundida y miró alrededor, asegurándose de que nadie más estuviera tan cerca como para haber oído su voz.
—Yo también te escucho... —respondió, más para sí misma que para él. Luego, volvió a mirar a su hermano con incredulidad—. ¿Cómo es que te escucho si estamos a tanta distancia?
Scott abrió la boca, como si fuera a decir algo, pero antes de que pudiera articular una respuesta, el fuerte silbido del entrenador resonó en el campo, agudo e insoportable.
Ivy llevó las manos a sus oídos, apretándolos con fuerza mientras el sonido parecía amplificarse en su cabeza, como si no viniera de fuera, sino desde adentro.
—¡Ay, por favor, que alguien le quite ese maldito silbato! —exclamó con los dientes apretados, pero al mirar a Scott, vio que él también estaba luchando por cubrirse los oídos, con una expresión de absoluto desconcierto.
La intensidad del silbido desapareció tan rápido como había comenzado, pero Ivy quedó con una sensación incómoda, como si algo dentro de ella se hubiera alterado. Miró a Scott, quien parecía igual de aturdido que ella.
—¿Qué demonios acaba de pasar? —susurró, más para sí misma que para alguien más.
Pero Scott no respondió. En lugar de eso, su mirada encontró la de Ivy por un momento, y algo en sus ojos le dejó claro que lo que fuera que estaba pasando, no era normal. No para él, y definitivamente tampoco para ella.
Volvió su mirada hacia la práctica, y justo en ese momento, uno de los jugadores había tirado la pelota, cayendo directamente en la cara de Scott. Ivy se sobresaltó en su asiento, agradecida de que estuviera con el casco puesto.
El entrenador y los demás jugadores parecían divertidos con lo sucedido. Ivy, sin embargo, fijó la vista en el causante de las risas de su hermano y, como si fuera automático, hizo un leve movimiento con la mano. Para sorpresa de todos, el chico se elevó ligeramente y cayó de frente al suelo.
—Esto me gusta —murmuró para sí misma con una sonrisa satisfecha, antes de gritar—: ¡Vamos, Scott!
Scott se levantó rápidamente, y Ivy percibió algo diferente en él. Parecía más seguro, más fuerte. Elevó los hombros y se preparó para atrapar la siguiente pelota con una determinación que nunca antes había visto.
La pelota iba directo hacia él, y sin siquiera darse cuenta, la atrapó con facilidad.
—¡Sí! —gritaron Stiles e Ivy al unísono. Se miraron, compartiendo la emoción, y comenzaron a corear el nombre de Scott con entusiasmo.
Los demás jugadores lo observaban sorprendidos, desconcertados por su destreza repentina. Luego, el resto comenzó a lanzar más pelotas, pero Scott las atrapaba todas con una agilidad impresionante.
—¡Ese es mi hermano! —chilló Ivy mientras se levantaba y celebraba, llena de orgullo.
Pero en ese momento, Jackson se adelantó a la fila, con una mirada competitiva, tomó una pelota y se preparó para lanzar. Ivy, desde las gradas, lo observaba con cierta tensión.
—Vamos, Scotty, tú puedes —susurró Ivy, juntando las manos como si estuviera rezando.
Scott la miró desde el campo, y con una sonrisa que denotaba confianza, le respondió:
—Si la atrapo, unas papas Lays y un maratón de Harry Potter.
Ivy estalló en risas, aunque rápidamente recuperó la seriedad. Se inclinó hacia adelante, con los nervios a flor de piel. Todos los ojos estaban puestos en Scott mientras Jackson se posicionaba para correr.
—Diosito, que la agarre... que jamás ha visto Harry Potter conmigo —susurró Ivy, juntando las manos como si estuviera haciendo una plegaria desesperada.
Jackson, con todas sus fuerzas, lanzó la pelota con precisión y potencia. El tiempo pareció ralentizarse, y Scott, con una calma sorprendente, se movió en el momento exacto para atraparla.
Las gradas estallaron. Stiles se levantó de un salto, mientras Ivy corría hacia él. Ambos se tomaron de las manos y comenzaron a saltar y gritar de emoción.
—¡Sí!
—¡Es mi amigo! —gritó Stiles, señalando a Scott con orgullo.
—¡Ese es mi hermano! —añadió Ivy, alzando las manos en el aire como si celebrara un gol en un mundial.
El entrenador hizo sonar el silbato, deteniendo la práctica.
—¡McCall! —gritó, aún incrédulo—. ¿Desde cuándo juegas así?
Scott, con el casco en las manos y una sonrisa que no podía ocultar, se encogió de hombros.
—Digamos que tuve motivación extra.
Ivy, desde el campo, le lanzó un beso y gritó:
—¡Las papas Lays y Harry Potter no se discuten, Scotty!
Stiles y ella estallaron en carcajadas, mientras Scott, con una sonrisa cómplice, volvía a su posición. Jackson, por otro lado, apretaba los puños, claramente molesto por haber sido superado.
Ivy, Scott y Stiles caminaban por el bosque, cruzando un arroyo. Ivy, impaciente por que se adelantaran, con un simple movimiento de su mano, hizo que el agua se apartara lo suficiente para que pudiera pasar sin mojarse los pies
—No sé qué pasó, fue como si tuviera todo el tiempo del mundo para atrapar la pelota... y no es lo único raro —dijo Scott, su tono algo distante— También podemos escuchar cosas que no deberíamos oír, y huelo cosas
Stiles se detuvo, girando para mirarlo, la sorpresa evidente en su rostro.
—¿Podemos? —preguntó, aún sin comprender
—Si, Ivy también puede —respondió Scott, mirando a la castaña, quien asintió.
—¿Dijiste que hueles cosas? ¿Como qué? —Stiles no pudo evitar la pregunta, sus ojos brillando con la curiosidad.
—Como la goma de mascar de menta en tu bolsillo.—respondió Scott
—No tengo goma de mascar —Stiles frunció el ceño, metió la mano en su bolsillo y, efectivamente, allí estaba la goma de mascar, como si hubiera estado esperándole. La sacó y la miró, confuso
Ivy le quitó la goma de las manos sin decir nada más y la guardó en su bolsillo.
—Gracias
Stiles, aún con el desconcierto reflejado en su rostro, rodó los ojos, intentando restarle importancia
—¿Todo comenzó con la mordida? —preguntó, finalmente rompiendo el silencio,
—Tal vez sea una infección, mi cuerpo está soltando adrenalina antes de entrar en shock o algo así.
—Sabes que, de hecho, escuché sobre esto. Es una infección específica —interrumpió Stiles
Scott se detuvo de golpe y miró a Stiles, una expresión de desconcierto cruzando su rostro.
—¿En serio? —preguntó, con algo de incredulidad, y Stiles asintió con la cabeza, como si estuviera seguro de lo que decía
—Sí, creo que se llama licantropía.
Ivy sonrió con una leve ironía y miró hacia el suelo, como si todo esto fuera un mal chiste que no tenía ganas de escuchar.
—¿Qué es eso, es malo? —preguntó Scott, aún sin comprender bien a qué se refería
—Sí, es muy malo —respondió Stiles, sin perder su tono ligero—. Pero lo pasa una vez al mes
Scott miró a Stiles, evidentemente confundido, y luego miró a Ivy, esperando alguna confirmación
—Como cuando una chica menstrua, Scotty —se burló Ivy.
—En la noche de luna llena —dijo Stiles, sin perder el ritmo, hizo un sonido como si estuviera aullando, tratando de imitar a un lobo.—¡Auuuu! —exclamó con exageración, llevando sus manos hacia sus costados.
—¡Cállate! —respondió Scott, empujando a Stiles, molesto por la broma. —Deberías contarle a Stiles sobre tu "problema almeja", ¿no crees?
—Scott... —advirtió Ivy, en un tono que no dejaba lugar a dudas de que no quería continuar con esa conversación
—¿Problema almeja? —repitió Stiles, con cara de sorpresa. Se quedó mirando a Ivy, y sus ojos brillaron de curiosidad—. Vamos, cuéntamelo. Ya lo soltaron, díganme
—No es algo que te importe, Stiles —dijo con firmeza, girándose y comenzando a caminar. Scott la siguió de cerca.
—Siguiendo con lo antes, ahora tú eres un hombre lobo y tú una mujer lobo —gruñó Stiles, imitando a un lobo con una expresión exagerada.
Ambos hermanos lo miraron seriamente, sin esbozar una sonrisa, como si el tema ya no tuviera nada de gracioso para ellos.
—De acuerdo, obviamente bromeó—continuó Stiles, su tono más suave ahora, pero su mirada aún curiosa—. Pero si me ven en clases fundiendo plata, es porque el viernes hay luna llena
Los tres se detuvieron en su camino, y Scott comenzó a mirar al suelo con atención, como si estuviera intentando recordar algo con mucha concentración.
—Podría jurar que era aquí, vi el cuerpo y el animal... y tiré mi inhalador —dijo Scott, frunciendo el ceño mientras se agachaba, buscando con la mirada el objeto perdido.
—Tal vez el asesino movió el cuerpo —comentó Stiles, intentando ser práctico, aunque sabía que había algo mucho más oscuro en todo aquello.
—Si lo movió, espero que haya dejado mi inhalador. Son caros —murmuró Scott, como si la preocupación por su inhalador fuera lo único que pudiera controlar en ese momento.
Ivy, sin embargo, no compartía la misma tranquilidad. Sus ojos se deslizaron hacia atrás de Scott, y un escalofrío recorrió su espalda. Allí, entre la espesura del bosque, se erguía una figura humana, observándolos en silencio. El chico estaba inmóvil.
—Scott... —susurró Ivy, su voz tensa, pero antes de que pudiera advertirle, Stiles golpeó el hombro de su amigo, forzándolo a levantarse de inmediato.
Scott reaccionó al instante, su mirada encontrándose con la figura en el borde del bosque.
—¿Qué hacen aquí? —dijo el chico, acercándose a ellos con paso firme
Ivy lo observó de arriba abajo, tomando nota de su apariencia. Era joven, probablemente tendría unos 20 años, con una presencia imponente y una mirada penetrante que no dejaba mucho espacio para dudas. A pesar de su postura desafiante, Ivy no pudo evitar notar lo atractivo que era.
—Esto es propiedad privada —finalizó mirando al grupo
Stiles el primero en hablar, su tono un tanto nervioso pero tratando de mantener la compostura.
—Um, lo siento, no sabíamos... —su voz sonaba sincera, pero también un poco a la defensiva.
—Sí, solo estábamos buscando algo... —agregó Scott rápidamente, con la esperanza de que la situación no se complicara.
El chico elevó una ceja, claramente sin creer el cuento que estaban intentando venderle
—Olvídalo
El chico de repente lanzó algo hacia ellos.
Era el inhalador de Scott. Rápidamente, Scott reaccionó, estirando la mano y atrapándolo en el aire, como si su vida dependiera de ello. Su respiración se calmó un poco al sentir el objeto en sus manos.
El chico los observó por un momento, sus ojos aún fijos en ellos, antes de girarse lentamente, sin decir una palabra más.
—Vamos, debo ir a trabajar —dijo Scott rompiendo el silencio y comenzando a caminar hacia el camino que los llevaría fuera del bosque.
Stiles lo siguió rápidamente, pero no podía dejar de pensar en lo que acababa de suceder. Finalmente, se giró hacia Scott y exclamó:
—¡Oye! ¡Era Derek Hale! —dijo, con una mezcla de incredulidad y curiosidad en su voz— ¿Lo recuerdas? Es como cinco años más grande que nosotros.
Scott frunció el ceño, intentando recordar.
—¿Recuerdo qué? —preguntó, claramente confundido.
Ivy, con un suspiro, se detuvo y miró a su hermano.
—Su familia, Scotty. Lo que murió en el incendio —respondió, como si fuera obvio.
Scott se quedó en silencio por un momento, asimilando la información.
—¿Y por qué volvió? —preguntó, ahora con una mezcla de desconfianza y preocupación.
Ivy dio un encogimiento de hombros y siguió caminando, sin girarse a mirarlo.
—Anda a preguntarle tú mismo —respondió, con un tono irónico.
┆彡 Definitivamente esta sería la
reacción de Stiles y Ivy cuando
Scott atrapó todas las pelotas
━━━NOTE: Holaa holaa, opines del capítulo plis, debo decir q amo a los hermanos Mccall, todo q ver😝
RECUERDEN VOTAR
Y
COMENTAR
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro