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⋆·˚ ༘ * 𝟎𝟎.




CAPITULO CERO
Lago Mako...



LA NOCHE ERA PERFECTA para un paseo bajo la luna llena. Ivy cruzó el pasillo de la casa con pasos rápidos, echando un vistazo a la puerta cerrada de la habitación de su hermano, Scott. Sabía que él no se movería hasta que llegara el amanecer, y su madre, como siempre, estaba trabajando en el hospital de Beacon Hills. Era la oportunidad perfecta para escapar, alejarse de todo.

Salió de la casa sin hacer ruido, cerrando la puerta suavemente tras ella. El aire frío de la noche la envolvió inmediatamente, y su cabello se levantó ligeramente con la brisa fresca. Subió rápidamente a su bicicleta, el sonido de las ruedas sobre el camino desértico llenando el silencio nocturno. A medida que pedaleaba más rápido, sentía la libertad de estar sola, lejos de las preocupaciones del día.

El viento la golpeaba en la cara y su cabello se agitaba tras ella. El bosque parecía estar en calma, pero aún así, el frío viento la hacía sentir que estaba siendo observada. Ivy no se detuvo, sabiendo que el lago Mako estaba cada vez más cerca. Nadie solía ir allí, por lo que podía disfrutar de la tranquilidad sin interrupciones.

En poco tiempo, llegó al lago, que resplandecía bajo la luna llena. Sonrió levemente, sintiendo una paz que no encontraba en ningún otro lugar. Dejó la bicicleta a un lado y comenzó a caminar lentamente alrededor del lago, disfrutando de la quietud que siempre la había atraído allí. Sabía que nadie más aparecería. El lugar era suyo, al menos por esa noche.

Se acercó a una gran piedra a la orilla, y sin pensarlo demasiado, subió a ella para tener una mejor vista. Sin embargo, un mal paso hizo que resbalara, y antes de que pudiera reaccionar, cayó por un pasadizo oculto, perdiendo el equilibrio.

Cayó al suelo con un fuerte golpe, soltando un quejido por el impacto.

Se quedó unos segundos inmóvil, intentando recuperar el aliento tras el golpe. Sus ojos, acostumbrándose a la oscuridad del lugar, comenzaron a escanear el entorno. Un extraño pasadizo subterráneo se extendía frente a ella, iluminado débilmente por un resplandor azul que parecía emanar de las paredes.

—¿Qué demonios es esto? —murmuró mientras se incorporaba, sacudiendo la tierra de su ropa. Un ligero dolor en el costado le recordó el impacto, pero la curiosidad la empujó a ignorarlo.

El silencio del lugar era casi ensordecedor, interrumpido únicamente por el leve goteo de agua que caía de las estalactitas en el techo. Ivy se levantó con cuidado, usando la pared para apoyarse.

Mientras avanzaba por el túnel, el resplandor azul se hacía más intenso. Cada paso resonaba en el eco de la cueva, y el aire adquiría un aroma metálico mezclado con humedad.

De repente, el túnel se abrió en una caverna más amplia, y sus ojos se abrieron de par en par al contemplar lo que tenía delante: en el centro de la cueva, un estanque cristalino brillaba con una luz sobrenatural. Sobre la superficie del agua, pequeñas partículas de energía flotaban, moviéndose en patrones hipnóticos.

Miro hacia arriba dándose cuenta que tenia la estructura de un volcán, y la luz de la luna relucía hasta el estanque

—Vaya, qué hermoso —susurró Ivy, asombrada mientras sus ojos recorrían el lugar. El agua del estanque resplandecía con un brillo etéreo, como si estuviera impregnada de energía antigua. La cueva estaba iluminada por un resplandor suave que emanaba desde el centro del agua, creando una atmósfera de ensueño. Cada rincón de la cueva parecía estar vivo con la magia de la luna llena que se reflejaba sobre las aguas, bañando todo con una luz plateada.

Al darse cuenta de que no había forma de salir por donde había caído, Ivy observó un pequeño estrechamiento en la pared del pasadizo, casi imperceptible, que parecía conducir hacia la superficie. Pero eso no parecía ser su principal preocupación ahora. El paisaje que la rodeaba la había absorbido por completo.

Decidió avanzar, despojándose de los zapatos con delicadeza y bajando por unas pequeñas escaleras de roca que conducían al estanque. El agua fría la rodeó con lentitud, envolviendo sus pies mientras avanzaba. Cada paso en el agua la hacía sentir más conectada con el entorno, como si el agua tuviera una fuerza invisible que la empujaba hacia adelante. A pesar del frío, no pudo evitar sonreír, disfrutando de la sensación fresca y revitalizante que le recorría el cuerpo.

A medida que avanzaba, el agua subió más alto, llegando finalmente a la altura de sus hombros. Se detuvo un momento, dejando que el agua la envolviera completamente. Sus ojos se alzaron hacia el techo de la cueva, observando cómo la luz de la luna llena comenzaba a intensificarse, bañando la cueva en un resplandor cegador. La luz se reflejaba en el agua, creando destellos brillantes que danzaban como pequeños destellos de estrellas atrapadas en las ondas.

El chismorreo del agua comenzó a hacerse más notorio, como si el estanque mismo estuviera susurrando secretos al oído de Ivy. Los sonidos eran suaves al principio, pero a medida que la luna se alzaba en su cénit, los murmullos del agua se intensificaron, como si el agua cobrara vida propia. Ivy podía sentirlo en su piel, como si la misma energía que vibraba en el agua comenzara a resonar dentro de ella.

Era como algo que había estado esperando toda su vida, algo que estaba por suceder, pero aún no comprendía por completo. El agua se movía suavemente a su alrededor, envolviéndola, y por un instante, Ivy sintió que formaba parte de ese lugar mágico, como si estuviera conectada al mismo corazón de la naturaleza, al mismo latido de la luna.

De repente, un destello más brillante que el resto emergió de la superficie del agua, justo frente a ella. Ivy contuvo el aliento, sin saber qué sucedería a continuación, pero algo dentro de ella le decía que no era solo un accidente.

—Wow— Ivy respiró profundamente, sintiendo cómo el aire fresco llenaba sus pulmones antes de sumergirse completamente en el agua.

El agua fría la rodeó al instante, envolviendo su cuerpo mientras se dirigía hacia el pequeño agujero que parecía ser su única salida. Sus movimientos eran rápidos y fluidos, como si su cuerpo ya supiera lo que debía hacer. Las rocas y la oscuridad del túnel no la frenaron; ella nadaba con determinación, cada brazada más fuerte que la anterior, como si el agua misma la impulsara hacia arriba.

El agua a su alrededor se agitaba con fuerza, pero Ivy se mantenía enfocada, moviendo las piernas y las manos con una sincronización casi perfecta. A medida que ascendía, la presión en sus oídos aumentaba, pero su mente permanecía clara, como si estuviera conectada a algo mayor, algo que le indicaba el camino. El agua se volvía más turbia, pero ella no dejó que eso la distrajera.

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, Ivy emergió a la superficie, inhalando el aire fresco y puro con fuerza. Sus pulmones agradecieron el oxígeno, y suspiró pesadamente, sintiendo cómo su cuerpo se relajaba tras el esfuerzo. Se tomó unos momentos para recuperar el aliento, flotando sobre el agua mientras sus ojos se ajustaban a la luz de la luna que ahora brillaba intensamente sobre ella.

El lago, ahora a plena vista, parecía diferente. Más claro, más vasto, y la energía en el aire estaba aún más cargada. Ivy se quedó allí flotando, respirando profundamente y disfrutando de la sensación de libertad que el agua le otorgaba. No sabía qué había descubierto exactamente.

Ivy salió del agua y, con un suspiro cansado, se colocó las zapatillas. Miró su atuendo mojado, empapado por la inmersión en el lago, y una sensación de incomodidad la recorrió. Sin embargo, se levantó, sin darle más importancia al frío que sentía, y caminó rápidamente hacia su bicicleta, que aún estaba estacionada cerca. No podía esperar para llegar a casa, quitarse la ropa mojada y descansar.

Pedaleó con rapidez por el bosque, disfrutando del silencio que lo rodeaba, un silencio tranquilo pero algo inquietante. El crujir de las hojas bajo las ruedas de su bicicleta era el único sonido que interrumpía la calma. Sin embargo, al avanzar un poco más, Ivy vio algo que la hizo detenerse por un momento.

Allí, a lo lejos, en medio del bosque, estaba el Jeep. El vehículo estaba estacionado justo en el borde del bosque. Ivy frunció el ceño y detuvo su bicicleta, preguntándose qué hacía ese Jeep en ese sitio apartado.

Unos pasos más cerca, pudo ver que no estaba vacío. Dos figuras salieron del vehículo, y cuando Ivy los reconoció, una mezcla de confusión y curiosidad se apoderó de ella. Era Scott, su hermano, y Stiles, el mejor amigo.

Ivy decidió acercarse un poco más, dejando la bicicleta a un lado y caminando con cautela entre los árboles. Mientras se acercaba, intentó escuchar algo de su conversación.

—¿En serio lo haremos? —preguntó Scott, su tono lleno de duda.

—Tú siempre te quejas de que aquí no pasa nada —respondió Stiles con su tono sarcástico como siempre.

Ivy entrecerró los ojos, completamente confundida. ¿De qué estaban hablando? No tenía ni idea, pero algo en el aire la alertaba. Ellos no solían hacer cosas como esas, y era evidente que estaban planeando algo fuera de lo común.

Decidió acercarse silenciosamente, dejando su bicicleta a un lado, y se puso de pie entre las sombras, observando el movimiento de los chicos. De repente, sin pensarlo mucho, un impulso juguetón la hizo dar un paso adelante. Aprovechó la oscuridad de la noche para aparecer de repente detrás de ellos

—¡Boo! —gritó Ivy, haciendo que ambos se detuvieran en seco, sobresaltados.

Scott dio un paso atrás, su mano instintivamente la llevó a su inhalador mientras miraba a su hermana con sorpresa. Stiles, por otro lado, se echó hacia atrás con un grito bajo, y luego soltó una risa nerviosa.

—¡Ivy! No puedes hacer eso —se quejó Scott, con una mezcla de sorpresa y molestia.

—¿Qué están tramando, huh? —preguntó Ivy, arqueando una ceja, claramente divertida pero también intrigada. No podía dejar de notar lo secretivos que se veían.

—Nada, solo... a buscar un cadaver —dijo Stiles.

Ivy cruzó los brazos, observando a los dos chicos con una mirada suspicaz. Scott parecía preocupado, pero Stiles, como siempre, estaba actuando con más ligereza de la que la situación pedía.

—¿Un cadáver? —dijo Ivy, soltando una risa nerviosa. — Siempre tan gracioso, Stiles

Pero a medida que observaba las caras serias de ambos chicos, su sonrisa se desvaneció. Algo en su tono había sido demasiado frío, demasiado real.

—¿Están bromeando? —preguntó, con una mezcla de incredulidad y confusión

Los dos chicos negaron con la cabeza, y sin pensarlo más, Ivy sonrió.

—De acuerdo, voy con ustedes —dijo, ya sabiendo que no podría quedarse tranquila sin saber qué estaba pasando.

Stiles la miró con una ceja levantada, y luego desvió la vista hacia su atuendo mojado. Su rostro mostró una mezcla de curiosidad y diversión.

—¿Y tú por qué estás toda mojada? —preguntó, con una sonrisa burlona.— ¿Te caíste en el lago o es que decidiste hacerle competencia a una sirena?

Ivy lo miró, levantando una ceja.

—Te puedo decir que le gane a la sirena—respondió Ivy, sin perder la chispa en su tono, claramente divertida, pero también un poco irónica.

Scott se echó a reír al escucharla, mientras Stiles, con un suspiro exasperado, rodó los ojos.

—Avancemos —dijo Stiles con un tono impaciente, comenzando a caminar más rápido entre los árboles, su linterna iluminando el camino oscuro.

—¿Por qué no volvemos? —respondió Scott, que se veía menos entusiasmado con la idea de salir a mitad de la noche. — Intentaba dormir para la práctica de mañana.

Ivy, caminando al lado de su hermano, apretó los labios para evitar reírse. No pudo evitarlo; el tono de Scott, siempre tan serio.

—Claro —dijo Stiles, alargando la palabra "claro" como si estuviera imitando a alguien. — Estar en la banca requiere de mucho esfuerzo.

Scott frunció el ceño y negó con la cabeza, pero con una sonrisa medio burlona.

—No, porque jugaré este año, de hecho seré titular.

Ivy, con los brazos cruzados, no pudo evitar soltar una risa.

—Ese es el espíritu, Scotty —bromeó Ivy, adoptando un tono sarcástico.

Stiles hizo un ruido exagerado, como si estuviera pensando profundamente, mientras caminaba junto a ellos.

—Todos deberíamos tener un sueño, aunque sea patéticamente irreal —dijo, con una sonrisa burlona, como si estuviera lanzando una indirecta hacia Scott.

Ivy se echó a reír por el comentario de Stiles. No era la primera vez que lo escuchaba decir algo así, pero eso no lo hacía menos gracioso. Se mantenía cerca de su hermano, aún sintiendo el frío por la humedad de su ropa mojada. El viento nocturno no ayudaba a calmar la incomodidad que sentía por el agua helada en su piel.

—Solo por curiosidad —preguntó Scott, mirando al frente mientras caminaban—, ¿qué mitad del cuerpo estamos buscando?

Ivy se detuvo en seco y lo miró, totalmente confundida.

—¿Mitad? —se exaltó, alzando la voz. — Dijeron un cadáver, no mitad, idiotas. ¿De dónde sacan esas ideas?

Stiles y Scott intercambiaron miradas, pero no respondieron a la queja de Ivy. Scott simplemente dio un paso adelante, sin darle mucha importancia al comentario de su hermana.

Stiles, sin embargo, no pudo evitar añadir algo con su humor característico.

—Huh, no pensé en eso —dijo, con una expresión de falso asombro mientras simulaba una cara pensativa. — Tal vez estamos buscando algo como en las películas de terror. ¿Una mitad de cadáver con una historia trágica? O tal vez es un zombie... ¿Quién sabe?

Ivy lo miró con los ojos entrecerrados, preguntándose en qué tipo de situación se había metido, mientras el viento helado se colaba por su ropa mojada. Decidió que no valía la pena discutir más. No importaba si no entendía lo que estaban haciendo, no iba a dejar a su hermano y a Stiles irse solos en algo tan extraño.

— Oye, ¿y si el asesino sigue por aquí? —preguntó Scott, con una sonrisa burlona

Ivy levantó una ceja y frunció el ceño, claramente preocupada, pero trató de mantener la calma.

— Tampoco pensé en eso —respondió Stiles, mientras observaba el terreno oscuro y desconocido frente a ellos. La noche estaba fría, y el viento soplaba con fuerza, pero el silencio era aún más inquietante.

— No piensas en nada, al parecer —murmuró Ivy, con una ligera sonrisa irónica, mientras avanzaban con cuidado.

Había una pequeña colina delante de ellos, y ambos comenzaron a treparla con lentitud, sujetándose de la tierra para no perder el equilibrio.

— Es reconfortante saber que planeaste esto con tu usual atención al detalle —comentó Scott, quejándose mientras trataba de subir con dificultad. Su respiración era agitada, y a cada paso parecía más cansado.

Al llegar a la cima de la colina, Scott se detuvo, sacando el inhalador de su bolsillo. Se apoyó contra un árbol cercano, respirando con dificultad.

— Tal vez el que tiene asma debería llevar la linterna, ¿no lo crees? —comentó Scott

Scott sacudió el inhalador mientras trataba de calmar su respiración. Sus ojos mostraban incomodidad, pero trató de disimularlo.

— ¿Estás bien? —preguntó Ivy, preocupada, mientras lo miraba fijamente.

Scott asintió brevemente, aunque su respiración seguía siendo entrecortada. Stiles, que ya había avanzado un poco, ni siquiera se dio cuenta del malestar de Scott y siguió caminando adelante. Ivy miró a su hermano, luego a Stiles, y en un acto instintivo lo agarró del brazo para obligarlo a seguir al chico con la linterna.

Cuando finalmente alcanzaron a Stiles, el grupo se detuvo en seco. Había una patrulla de policías en la distancia, con perros que olfateaban el aire en busca de pistas. Todos se echaron al suelo, intentando ocultarse entre la hierba húmeda y la tierra, con la esperanza de no ser vistos.

— Maldición —murmuró Ivy, mientras se agachaba y sentía el frío de la tierra manchando su ropa mojads.

La idea de quedar cubierta de barro y suciedad no le entusiasmaba en lo más mínimo, pero no tenía otra opción.

—Stiles, apaga eso —chilló Ivy, golpeándolo en el hombro con algo de frustración. La linterna en sus manos era la única fuente de luz, y en ese momento podía delatarlos.

Stiles reaccionó rápidamente, apagando la linterna.

— ¡Excelente! —susurró Stiles con entusiasmo, levantándose rápidamente del suelo. — Vamos.

Stiles comenzó a correr entre los árboles, con agilidad, como si no hubiera nada que pudiera detenerlo. Scott lo seguía, pero de forma más lenta, tratando de no quedarse atrás. Ivy, por otro lado, miraba con frustración cómo su hermano comenzaba a perder terreno.

— ¡Stiles! —gritaba Scott, su voz resonando en el aire silencioso del bosque.

— ¡Shh, te escucharán! —respondió Ivy, instando a su hermano a ser más discreto.

Pero Scott, terco como siempre, ignoró el consejo de su hermana y siguió gritando el nombre de su mejor amigo.

— Qué testarudo —murmuró Ivy, rodando los ojos. No podía creer que aún estuvieran actuando de esa manera.

De repente, Ivy agarró a Scott del brazo, tirando de él con firmeza para mantenerlo cerca mientras corrían entre los árboles. La distancia con Stiles aumentaba, y el sonido de sus pisadas se desvanecía en la oscuridad. Entonces, la voz de un policía retumbó en la quietud de la noche.

— ¡No te muevas! —gritó el policía, su tono autoritario cortando el aire. Los perros comenzaron a gruñir, alertados por su presencia.

— Silencio —susurró Ivy, mientras apretaba a Scott por el brazo, intentando mantenerlo lo más quieto posible.

La tensión aumentó. Scott estaba a punto de decir algo, pero Ivy lo detuvo con una mirada.

De repente, una voz más familiar cortó el aire.

— Espera, espera, este pequeño delincuente me pertenece.

Ivy levantó una ceja, y miró a Scott, sorprendida por el cambio de tono.

— ¿Es el papá de Stiles? —preguntó, en voz baja, pero con una leve sonrisa. Scott asintió, dejando escapar un suspiro resignado.

Ivy intentó asomarse un poco, con cuidado, por el árbol. A lo lejos, vio al alguacil, el padre de Stiles, mirando a su hijo con una expresión que no dejaba lugar a dudas: regaño total.

— ¡Papá! ¿Cómo estás? —Ivy no pudo evitar rodar los ojos, divertida por la escena.

El alguacil cruzó los brazos y miró a su hijo con severidad.

— Así que siempre escuchas mis llamadas telefónicas, ¿eh? —dijo con una mezcla de sorpresa y exasperación.

— ¡No! —respondió Stiles de inmediato, exaltado. — No las aburridas —tratando de cambiar de tema.

— ¿Y dónde está tu pareja de crimen? —preguntó el alguacil, mirando alrededor en busca de más pistas.

— ¿Scott? —Stiles se detuvo un momento, frotándose la nuca. — Scott está en su casa, dijo que quería dormir para el primer día de clases... Soy yo, en el bosque, solo.

Ivy y Scott permanecieron quietos, observando la interacción hasta que, de repente, el alguacil comenzó a caminar hacia los árboles con su linterna, iluminando todo a su paso.

— ¡Scott! ¡¿Estás ahí?! ¡Scott! —gritó el alguacil, su voz resonando con urgencia. La luz de la linterna pasó por encima de ellos, iluminando el árbol donde se escondían. Pero en el momento justo, apagó la linterna.

Ivy contuvo la respiración, viendo cómo el alguacil tomaba a Stiles del cuello con una mano firme.

— Jovencito —dijo el alguacil, su voz más suave pero llena de advertencia—, te llevaré a tu auto, y tú y yo tendremos una conversación muy seria sobre algo llamado invasión a la privacidad.

Ivy soltó un suspiro, aliviada de que no los hubieran descubierto.

Ivy se detuvo por un momento al darse cuenta de lo obvio: tendría que irse en bicicleta y Scott tendría que caminar. Miró a su hermano, que la observaba con la misma expresión que seguramente ella tenía en el rostro: ambos pensaban lo mismo.

— Vamos —dijo Ivy

Los dos hermanos comenzaron a caminar, rodeados por el crujir de los árboles bajo el peso de la tormenta, mientras los rayos iluminaban brevemente el cielo. Sin embargo, un aullido de lobo, tan fuerte y cercano que les hizo estremecerse, cortó el sonido del viento.

Ivy tiritó ligeramente, aunque trató de disimularlo. La atmósfera de la noche se volvía cada vez más inquietante, un peso que parecía presionar el aire a su alrededor. Scott, sintiendo la misma incomodidad, le tomó la mano sin decir palabra, como si la cercanía pudiera alejar la extraña sensación que los invadía.

Ambos miraban alrededor, buscando el camino donde debería estar la bicicleta. Los árboles se veían más oscuros, las sombras parecían moverse con la tormenta, y el aullido del lobo parecía aún resonar en sus oídos. De repente, Scott soltó la mano de Ivy, buscando con urgencia el inhalador en su bolsillo. Ivy no dejó de mirar hacia el bosque, donde las sombras se mezclaban con la niebla. La presencia en el aire se volvía más densa, como si algo estuviera acechando.

De repente, como si de la nada, miles de venados aparecieron, corriendo a gran velocidad, sus cuerpos moviéndose como una manada indomable. Ivy apenas tuvo tiempo de reaccionar.

— ¡Agáchate! —gritó Ivy, empujando a Scott hacia el suelo, justo antes de que los venados pasaran por encima de ellos, arrasando el terreno con sus pasos veloces. El sonido de sus pezuñas en el suelo era ensordecedor, pero, por suerte, no los aplastaron. Los venados seguían su carrera sin detenerse, desapareciendo en la oscuridad tan rápido como habían llegado.

La respiración de ambos hermanos era agitada, el aire se sentía pesado con la adrenalina. El silencio se apoderó del lugar una vez que los venados se habían ido, dejando a los hermanos tumbados en el suelo, temblando de la tensión. El susurro de la tormenta volvió a ser lo único que se escuchaba, pero ahora el miedo se había instalado completamente.

Ivy, todavía sorprendida, se levantó tambaleándose y ayudó a su mellizo a ponerse de pie. Scott observaba el terreno con una mezcla de preocupación y desconcierto.

— ¿Qué sucede? —preguntó Ivy, viendo la expresión de su hermano.

— Perdí el inhalador —respondió Scott, sacando su celular para iluminar el área.

— Lo tenías hace un segundo.

— Sí, antes de que una manada de venados pasara por encima de nosotros —dijo con evidente frustración, levantando las manos.

— Está bien, busquémoslo —dijo Ivy, aunque su tono dejaba entrever que no estaba segura de encontrarlo.

Ambos se agacharon y comenzaron a mover las hojas húmedas del suelo, revolviendo entre el barro y los restos de la tormenta. Scott iluminaba con su celular, pero la luz era apenas suficiente para revelar algo en la oscuridad. De repente, un destello inusual iluminó el frente. Allí, al frente de ellos, la mitad del cuerpo de una mujer apareció entre las sombras.

Ivy se quedó helada, sus ojos se abrieron de par en par, y un grito escapó de su garganta. Retrocedió rápidamente, tropezando y rodando colina abajo. Scott no tardó en seguirla, perdiendo el equilibrio mientras trataba de alcanzarla. Ivy sintió el golpe seco de un árbol contra su espalda antes de aterrizar pesadamente en el suelo.

— ¿Estás bien, Ivy? —pregunto Scott con urgencia, arrodillándose a su lado mientas ella jadeaba, tratando de recuperar el aliento

— Sí... estoy bien —respondió, aunque su voz era un susurro tembloroso.

Ambos comenzaron a levantarse, pero antes de que pudieran estabilizarse, un sonido gutural rompió el silencio. Un gruñido bajo y amenazante los hizo girar la cabeza hacia atrás. Allí, entre las sombras de los árboles, un lobo enorme los miraba fijamente, sus ojos brillando con una intensidad aterradora.

— Scott... —susurró Ivy, retrocediendo lentamente, pero el lobo no les dio tiempo.

Saltó hacia Scott primero, sus colmillos hundiéndose en el abdomen del chico. El grito de Scott resonó por el bosque, pero el lobo no se detuvo. Su mirada se dirigió a Ivy, que trataba de retroceder, pero no había a dónde escapar. El animal la alcanzó rápidamente, sus colmillos se clavaron en su hombro, arrancándole un grito desgarrador. Ivy sintió un ardor insoportable en la espalda, pero no dejó que eso la detuviera.

— ¡Corre, Ivy! —gritó Scott, y ambos comenzaron a huir, tambaleándose por el dolor y el miedo.

Ivy, sin embargo, no pudo ir muy lejos. El ardor en su hombro era insoportable, y sus piernas cedieron, haciéndola caer de rodillas al suelo.

— ¡Levántate! —insistió Scott, ayudándola a incorporarse mientras el gruñido del lobo se desvanecía en la distancia.

Llegaron al límite del bosque, jadeando, apenas sosteniéndose de pie. De repente, una camioneta apareció de la nada, frenando bruscamente y casi atropellándolos. Ambos hermanos se quedaron quietos, con las manos entrelazadas, sus cuerpos temblando por el frío y el miedo.

— ¿Qué mierda acaba de pasar? —preguntó Ivy, su voz temblando visiblemente mientras miraba a Scott con incredulidad.

Scott no respondió de inmediato. En cambio, levantó su polerón, dejando al descubierto la mordedura en su abdomen. La herida era profunda, y la sangre corría sin parar. Ivy miró horrorizada.

— Qué horrible... —murmuró Ivy, tocándose el hombro. — También tendré eso en mi espalda.

El labio inferior de Ivy temblaba ligeramente mientras trataba de mantener la compostura.

— ¿Te mordió? —preguntó Scott, acercándose para inspeccionar su hombro. La tela desgarrada de la polera sin mangas dejaba la herida completamente expuesta.

— Está horrible —dijo Scott, con una mezcla de preocupación y alarma.

— Gracias, Scott, muy alentador. —Ivy rodó los ojos, aunque su voz seguía cargada de tensión. — Vámonos a casa.

Ambos se giraron una última vez hacia el bosque, sintiendo el viento helado que les erizaba la piel. En la distancia, el aullido del lobo resonó con fuerza, profundo y aterrador, como una advertencia.















┆彡 the honest reaction de Ivy cada
ves q Scott hablaba.

━━━NOTE: Holaa holaa, opines del capítulo plis, les gusta q haga estos gif y poner alguna frases o no, es q vi ese gif de Rick y es muy Lit a  la cara q me imagino de Ivy por cada idiotez q habla Scott...

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