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━━「 𝗖𝗔𝗣𝗜́𝗧𝗨𝗟𝗢 𝟰𝟲 」━━







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Los días de desesperación y caos quedaron atrás, pero no sin dejar cicatrices profundas. A pesar de las múltiples maquinaciones urdidas por Penélope para arruinarme, encontré en mi interior una fortaleza que no sabía que poseía. Como un fénix que renace de sus cenizas, me dediqué, paso a paso, a revertir los daños que sus complots habían causado en mi vida y mi reputación. Mi caída no fue el final, sino el inicio de una nueva lucha, una en la que logré no solo resistir, sino también contraatacar.

Lo primero fue recuperar la calma. Sabía que no podía tomar decisiones impulsivas, no mientras enfrentaba adversarios tan calculadores. Me rodeé de quienes me eran leales: mis padres, George y Astrid; mi hermano Cristophe; y, por supuesto, Jessy y Annie, quienes nunca me abandonaron ni siquiera en los momentos más oscuros. Con su apoyo, comencé a recoger pruebas meticulosas contra los aliados de Penélope. Contacté a informantes discretos, revisé registros y contratos, y estudié cada movimiento de quienes habían participado en su red de intrigas. Fue un trabajo minucioso, agotador, pero sabía que valdría la pena.

Una tarde, mientras revisaba documentos en mi despacho, Annie estaba a mi lado, organizando registros y separando papeles relevantes. Su eficiencia siempre me había impresionado, y en esos días, su ayuda era más valiosa que nunca.

— Annie, asegúrate de que este informe llegue a nuestros abogados. Es fundamental para avanzar en el juicio. -Le pedí mientras firmaba otro documento-

— Por supuesto, mi señora. -Respondió con firmeza, tomando los papeles y saliendo de la habitación sin perder un segundo-

Poco después, Jessy entró con una bandeja de té, pero no llegó sola. Tras ella, vi a Edmund y Thaddeus, los hombres de confianza de Claude. Sus rostros mostraban un leve cansancio, pero sus ojos reflejaban preocupación.

— Señora Damaris. -Dijo Edmund con una leve inclinación- Hemos venido a entregarle algo de parte del emperador.

Fruncí el ceño levemente, sin dejar de firmar los documentos que tenía frente a mí. Jessy se acercó con la carta que Edmund había entregado y la colocó con cuidado sobre mi escritorio. No la abrí de inmediato; sabía que Claude debía estar buscando contactarme, pero no estaba dispuesta a dejarme distraer por emociones o promesas en ese momento.

— Jessy, déjala en esa esquina. Luego la leeré. -Dije con tono neutral, casi distante. Mis prioridades estaban claras, y mi enfoque seguía en el trabajo que tenía entre manos-

Edmund, sin embargo, dio un paso adelante, con una leve insistencia en su voz.

— Mi señora, el emperador apenas ha dormido. Apenas ha comido. Se ha sumergido en sus deberes hasta el agotamiento, pero aún así, se niega a apartar su atención de usted. Esta carta... creo que es importante.

— Incluso sus consejeros están preocupados. -Thaddeus, que hasta entonces se había mantenido en silencio- Nunca lo hemos visto en este estado, y tememos que no resista mucho más tiempo. Señora Damaris, si me permite decirlo, él necesita que lo escuche.

Sentí un peso en el pecho ante sus palabras, pero no podía permitirme flaquear. No todavía. Mi batalla no había terminado, y no iba a desviarme del camino que había trazado. Levanté la mirada, encontrándome con la de Edmund.

— Transmitan al emperador que agradezco su preocupación, pero ahora debo concentrarme en mis propios asuntos. Hay mucho en juego, y no puedo permitirme perder el rumbo. Él, más que nadie, debería entender eso. -Respondí con firmeza-

— Se lo transmitiremos, mi señora. -Edmund asintió con respeto, aunque vi una sombra de decepción en su rostro-

Cuando ambos salieron, el silencio volvió al despacho. Me permití un momento para respirar profundamente antes de volver a concentrarme en los documentos frente a mí. Había logrado reunir pruebas suficientes contra los aliados de Penélope, y el siguiente paso era ejecutarlo todo de manera impecable. El juicio debía ser justo, pero contundente. No solo buscaba justicia; buscaba enviar un mensaje claro: no sería derrotada, sin importar cuán calculados fueran los ataques contra mí.
























❨ Después de un rato. ❩
 ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄
























Cuando finalmente terminé de revisar los documentos más urgentes, un cansancio abrumador me envolvió. El silencio del despacho, que normalmente encontraba reconfortante, se sentía ahora pesado, como si reflejara el peso que llevaba en mis hombros. Mi mirada se deslizó sin querer hacia la esquina del escritorio, donde descansaban todas las cartas de Claude. Habían estado allí durante días, acumulándose como un recordatorio constante de algo que intentaba ignorar. Pero esta vez, algo en mí flaqueó. Tal vez era el agotamiento, tal vez la soledad... o quizás era simplemente el amor que, a pesar de todo, seguía ardiendo en algún rincón de mi corazón.

Me incliné hacia adelante, tomando la primera carta con manos temblorosas. Durante un instante, dudé, como si abrirla fuera un acto de traición hacia mí misma y la fortaleza que había trabajado tan duro para construir. Sin embargo, las emociones me superaron, y con un suspiro resignado, rompí el sello.

La letra de Claude era inconfundible: elegante, firme, pero con ciertos trazos que delataban una prisa apremiante. Sus palabras parecían saltar del papel, transmitiendo una mezcla de arrepentimiento, desesperación y algo que me recordó al Claude que había conocido en otro tiempo, uno que no era el emperador de imperios, sino un hombre con todas sus complejidades y vulnerabilidades.

Las cartas se acumulaban en mis manos a medida que devoraba cada palabra, incapaz de detenerme. Algunas contenían disculpas, otras súplicas veladas de entendimiento. En otras, se preocupaba por mi bienestar, describiendo cómo el caos político que enfrentaba le resultaba insignificante comparado con la angustia de estar distanciado de mí. Lo leí todo, cada línea, cada matiz. Y a medida que avanzaba, sentía cómo mi muro interior, esa fortaleza que había construido, comenzaba a desmoronarse.

¿Por qué sigues permitiéndote esto, Damaris?, me pregunté mientras sostenía una de las cartas contra mi pecho. Pero la respuesta estaba clara en mi mente, aunque me costara admitirlo en voz alta: lo amaba. A pesar de todo lo que había sucedido, de los errores y el dolor, lo amaba. Y, lo que es más importante, sabía que lo que habíamos vivido antes no necesariamente dictaba lo que viviríamos ahora. Este Claude no era el mismo de entonces; y, aunque yo también había cambiado, no podía negar que algo entre nosotros seguía conectándonos de una manera que desafiaba la lógica.

Los ojos comenzaron a picarme con lágrimas contenidas, pero no las dejé caer. En lugar de eso, respiré hondo y miré las cartas apiladas. "No puedo permitirme ser débil", pensé, aunque ya sabía que por unos momentos, esa debilidad me había alcanzado, y no me arrepentía. Porque incluso en mis momentos de mayor fortaleza, aún era humana, y Claude seguía siendo la única persona que había logrado atravesar las paredes que siempre había construido a mi alrededor.

Un leve golpe en la puerta me devolvió a la realidad. Era Annie, quien asomó la cabeza para anunciar que los papeles para el juicio estaban listos y que Jessy estaba organizando los últimos detalles.

— Gracias, Annie. Iré en un momento. -Respondí, mi voz más tranquila de lo que había esperado-

Cuando la puerta volvió a cerrarse, me levanté del escritorio y guardé las cartas con cuidado. Tal vez aún no estaba lista para responder, pero al menos había permitido que mi corazón recordara lo que significaba sentir algo más allá de la batalla. Era un paso, pequeño pero importante, hacia algo más... algo que todavía no podía definir. Por ahora, tenía una misión que cumplir, y el Claude de esas cartas tendría que esperar. Pero sabía, muy dentro de mí, que no podría ignorarlo para siempre.
























❨ Durante la noche. ❩
 ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄
























La noche envolvía la residencia familiar en un manto de silencio, interrumpido solo por el murmullo del viento que susurraba a través de las ventanas. En la penumbra de su habitación, me ajusté la capa oscura sobre los hombros y subí la capucha para cubrir mi rostro. El tejido grueso se sentía pesado, pero proporcionaba el anonimato que necesitaba. Mi corazón latía con fuerza, pero mi resolución era inquebrantable. No podía esperar más. Había llegado el momento de actuar.

Jessy y Annie, siempre fieles, aguardaban en silencio junto a la puerta trasera de la mansión. Ambas llevaban linternas discretamente apagadas y rostros serios, reflejo de la gravedad de lo que estábamos por hacer.

— ¿Estás segura, mi señora? -Preguntó Jessy en un susurro mientras me acercaba. Había preocupación en su mirada, pero también un firme entendimiento de que mis decisiones, aunque arriesgadas, eran necesarias-

— Más segura que nunca. -Respondí con voz baja pero decidida, ajustando la capucha para cubrir completamente mi cabello- Esto no puede esperar.

Annie me entregó las riendas de un caballo que esperaba pacientemente en el establo trasero. El animal, de un negro azabache, parecía compartir mi urgencia, inquieto en su lugar. Con destreza, coloqué un pie en el estribo y subí al caballo mientras ellas se aseguraban de que no dejáramos ningún rastro evidente de nuestra salida.

— Nos quedaremos vigilando hasta que estés fuera de vista. -Dijo Annie, sosteniendo la linterna apagada mientras me daba una última mirada llena de determinación- Cuídate, por favor.

Justo cuando iba a dar la señal para abrir la puerta trasera, un sonido rompió el silencio. Unos pasos apresurados resonaron en el pasillo cercano. Mi pecho se tensó al instante, y las miradas de las tres se dirigieron hacia la sombra que se acercaba. Antes de que pudiera siquiera reaccionar, la figura de Cristophe emergió, deteniéndose al vernos. Su cabello desordenado y su rostro confundido denotaban que había salido de la cama con rapidez.

— Damaris, ¿Qué estás haciendo? -Preguntó en un tono bajo pero firme, sus ojos moviéndose entre nosotras y el caballo-

Suspiré, sabiendo que no podía mentirle. Cristophe no era un niño ingenuo, y más allá de todo, era mi hermano. Siempre había sido observador, y en ese momento su mirada estaba cargada de una mezcla de sorpresa y preocupación.

— Cristophe, esto no es asunto tuyo. Regresa a la cama. -Dije con severidad, aunque mi corazón se apretaba al ver la decepción en su rostro-

— No voy a dejar que te vayas sola en medio de la noche. -Él dio un paso más cerca, ignorando mi advertencia- ¿Adónde vas? ¿Por qué estás haciendo esto?

Jessy y Annie intercambiaron miradas incómodas, pero no dijeron nada, dejando que fuera yo quien manejara la situación. Bajé del caballo con un suspiro, sabiendo que no podría salir de esta conversación sin enfrentar su insistencia.

— Voy al palacio imperial. -Admití finalmente, bajando un poco la capucha pero sin dejar que el peso de mis emociones se asomara demasiado- Hay asuntos que debo resolver, cosas que no pueden esperar.

— ¿Y no pensaste en decírmelo? -Cristophe frunció el ceño, su mandíbula apretada mientras me miraba con una mezcla de enfado y preocupación- ¿O en pedir mi ayuda? ¿Por qué siempre intentas cargar todo sola, Damaris?

— Porque no puedo arriesgarme a que algo te pase. No puedo involucrarte en esto, Cristophe. -Respondí con sinceridad, suavizando mi tono mientras daba un paso hacia él- Este es mi problema, mi responsabilidad.

Por un momento, el silencio volvió a llenar el espacio. Mi hermano miró al suelo, como si estuviera procesando mis palabras, y luego levantó la vista con determinación.

— Si crees que voy a dejar que te vayas sola en plena noche, estás equivocada. -Declaró finalmente- No importa lo que digas, voy contigo.

— Cristophe... -Comencé, pero él levantó una mano para detenerme-

— No, Damaris. No pienso dar marcha atrás. O me dejas ir contigo, o despierto a todos y aseguro que no salgas de esta casa. -Amenazó, aunque el brillo en sus ojos delataba que lo hacía más por preocupación que por desafío-

Suspiré, dándome cuenta de que no iba a convencerlo de lo contrario. Finalmente asentí, aunque con cierta reticencia.

— Está bien, puedes venir. Pero debes prometerme que harás exactamente lo que diga. -Dije, colocando una mano firme sobre su hombro- Esto no es un juego, Cristophe.

— Lo sé. -Respondió con seriedad- Por eso no pienso dejar que enfrentes esto sola.

Volví a montar el caballo mientras Jessy y Annie nos miraban con rostros llenos de preocupación pero sin decir una palabra más. La puerta trasera se abrió silenciosamente, dejando que la brisa nocturna nos envolviera. Mientras Cristophe tomaba su propio caballo, mi mente se llenó de incertidumbre. Esta no era la salida que había planeado, pero sabía que con mi hermano a mi lado, el camino por delante sería diferente. Quizás más complicado, pero también menos solitario. Y en medio de la oscuridad de la noche, nos aventuramos hacia lo desconocido, cada uno llevando consigo el peso de nuestros propios secretos y responsabilidades.
























❨ En el palacio imperial. ❩
 ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄
























La brisa fría de la noche nos acompañó mientras cabalgábamos hacia el palacio imperial, el sonido de los cascos de los caballos amortiguado por el manto de tierra y hojas. Mi mente estaba ocupada con una mezcla de determinación y ansiedad, consciente de que cada paso nos acercaba al objetivo, pero también al riesgo. Cristophe cabalgaba detrás de mí, y aunque no decía nada, podía sentir su mirada fija, atenta, siempre protegiendo incluso cuando yo no lo pedía.

Cuando llegamos al palacio, detuve mi caballo cerca de una entrada escondida que conocía desde hacía años, un acceso secreto utilizado solo por unos pocos y que permanecía casi olvidado. Cristophe desmontó después de mí con algo de torpeza, aún sin entender del todo cómo planeaba moverme a través del vasto terreno. Sujeté las riendas y tiré de la capucha más sobre mi rostro.

— Esta entrada nos llevará a los jardines traseros. Nadie debería vernos si somos rápidos. -Le susurré mientras señalaba la dirección-

— ¿De verdad crees que esto es una buena idea? -Preguntó en un tono bajo, pero con evidente preocupación-

—No tengo otra opción. Confía en mí, Cristophe. -Respondí, mi voz más segura de lo que me sentía en realidad-

Nos deslizamos por la entrada con cautela, dejando los caballos atados en un rincón cubierto por la vegetación. La oscuridad era nuestra aliada, y aunque las sombras de los árboles y arbustos hacían que el ambiente pareciera más intimidante, conocía el camino de memoria. Cristophe no dijo nada más; se limitó a seguirme, sus pasos en completo silencio. Agradecí su discreción, aunque no dejaba de sentir el peso de su mirada.

Finalmente, los jardines del palacio se abrieron frente a nosotros, bañados por la luz tenue de la luna. Me detuve por un momento, permitiéndome un segundo para respirar antes de seguir adelante. Una vez dentro del palacio, sería cuestión de tiempo antes de que alguien nos viera. No había lugar para errores.

— No te separes de mí. -Le advertí a Cristophe antes de continuar-

El palacio estaba tranquilo, pero no dormido. Las luces de los corredores iluminaban pequeñas franjas de los pasillos, y las patrullas silenciosas de los guardias eran constantes. Con cuidado, evité las rutas principales, moviéndome con rapidez hacia el ala donde sabía que Claude tenía sus aposentos. Sin embargo, en una esquina poco iluminada del corredor principal, una figura apareció de repente delante de nosotros, rápida y alerta. Antes de darme cuenta, un brazo fuerte se levantó en un movimiento defensivo.

— ¿Quién está ahí? -Demandó una voz grave y autoritaria-

Fue Thaddeus, el comandante de confianza de Claude. Su reacción fue inmediata, y por poco no me golpeó antes de que lograra hacer un gesto para bajar la capucha.

— ¡Thaddeus, espera! -Exclamé con firmeza, mi tono lo suficientemente alto para detenerlo-

El hombre se detuvo en seco, sus ojos ensanchándose al reconocer mi rostro.

— ¿Damaris? -Preguntó, incrédulo, mientras bajaba su guardia- ¿Qué demonios haces aquí a estas horas y en estas condiciones?

— Eso mismo me pregunto yo, pero como puedes ver, no me dejó mucha opción más que seguirla. -Cristophe, que estaba detrás de mí, dio un paso adelante, cruzándose de brazos mientras miraba a Thaddeus con el ceño fruncido-

— No tengo tiempo para explicaciones ahora, Thaddeus. -Ignoré el comentario de Cristophe, enfocándome en Thaddeus- He venido a ver a Claude.

El rostro de Thaddeus se tensó, claramente dividido entre su deber de proteger a Claude y la confianza que siempre me había tenido.

— Bien. -Asiente Thaddeus- Espero que tú presencia lo pueda ayudar.

— Haré lo que pueda, su condición me preocupa tanto como a ti... -Afirmé, mi voz cargada de una intensidad que no dejaba lugar a dudas-

Él me miró por unos segundos, evaluando la situación, y finalmente suspiró.

— Muy bien, pero Cristophe debe quedarse. -Se hizo aún lado y cargo a mi hermano menor-

— ¿Eh? ¿Por qué? -Se quejo Cristophe-

— Lo entiendo. -Respondí, apretando los labios. No necesitaba que me recordara lo frágil que estaba la situación y observó a su hermano menor- Obedece o serás castigado cuando lleguemos a la mansión.

— Está bien, hermana. -Se queja molesto el rubio menor-

Sin más interrupciones, me dirigí hacia los aposentos de Claude, mi corazón latiendo con fuerza mientras me acercaba. No sabía cómo sería recibido ni qué palabras saldrían de mis labios, pero lo único que tenía claro era que debía estar allí. Cualquier duda que quedara se desvaneció en el momento en que toqué la puerta, sabiendo que al otro lado estaba el hombre que, a pesar de todo, seguía siendo una parte irremplazable de mi vida.

















































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El silencio nocturno del palacio era casi abrumador, roto apenas por el crepitar del fuego en la chimenea cercana. Había pasado los últimos días aquí, en este mismo sillón, sin fuerzas para siquiera arrastrarme hacia la cama. El peso de mis responsabilidades, de mis errores y de su ausencia, me había reducido a esto: un hombre extenuado, atrapado en un ciclo de insomnio y desasosiego. Apenas había dormido en los últimos días, y comer... eso era algo que ya ni me molestaba en considerar.

Cuando escuché el suave golpeteo en la puerta, mi cuerpo ni siquiera reaccionó. Tal vez fue una ilusión, un sonido que mi mente cansada fabricó para intentar romper este vacío. No me moví. Permanecí acostado, con los ojos cerrados, esperando que pasara. Pero entonces escuché la puerta abrirse y cerrarse de nuevo. Pasos ligeros, calculados, comenzaron a acercarse. Mi primer instinto fue pensar que era Edmund o Thaddeus, viniendo a insistir, una vez más, en que descansara o comiera algo. Pero había algo diferente en esos pasos. Algo familiar.

Me mantuve inmóvil, con la mirada fija en la penumbra, hasta que sentí un toque que detuvo mi mundo. Una mano acariciaba mi cabeza con una delicadeza que reconocería en cualquier lugar, en cualquier momento. No podía ser otra persona, no podía ser un sueño. Mi corazón se aceleró, y un aroma que no había sentido en días me envolvió: el perfume sutil y embriagador de Damaris.

Abrí los ojos lentamente, como si temiera que al hacerlo, la imagen se desvaneciera. Mi visión, todavía algo borrosa por el cansancio, enfocó lentamente la silueta delante de mí. Y ahí estaba ella. Damaris. Su figura encapuchada y su mirada tan profunda como siempre, aunque parecía cargar el mismo cansancio que yo.

— Damaris... -Susurré, mi voz quebrándose, al borde de las lágrimas. No podía creer que estuviera frente a mí. Todo el agotamiento, todo el peso que llevaba dentro, pareció encontrar un punto de escape. Mis ojos se llenaron de lágrimas, deslizando el velo de mis emociones frente a ella-

No dije nada más, porque no podía. Cada palabra que podía haber pronunciado estaba atrapada en mi pecho. Solo pude mirarla, intentando convencerme de que realmente estaba allí, de que no era otra ilusión. Y mientras lo hacía, sentí cómo una lágrima escapaba y rodaba por mi rostro, la primera en días de represión y negación. Estaba frente a la única persona que podía derribar mis muros y devolverme a la vida, aunque fuera por un instante.

Mis oídos captaron el leve susurro de la tela de su capa al moverse, el único sonido que rompía el silencio en la penumbra de la habitación. Sabía que estaba justo a mi lado, su presencia envolviéndome incluso antes de que pudiera mirarla directamente. Entonces, con una suavidad que parecía casi irreal, Damaris se inclinó y se sentó junto a mí en el borde del sillón. Antes de que pudiera reaccionar, sentí cómo sus brazos me rodeaban con fuerza, abrazándome como si intentara juntar todas las piezas de mi ser roto.

El calor de su abrazo fue suficiente para desarmarme por completo. Cerré los ojos, permitiéndome por primera vez en días sentir algo más que el agotador vacío. Mi frente cayó ligeramente contra su hombro, y dejé escapar un suspiro entrecortado mientras la presión en mi pecho comenzaba a desmoronarse.

— Claude... -Susurró, su voz entrecortada, mientras apretaba aún más sus brazos alrededor de mí- Perdóname. Perdóname por haberte dejado solo, por mi distancia. Lo siento tanto...

La intensidad de sus palabras era palpable, pero no supe cómo responder. Solo alcé mi mano débilmente y la apoyé sobre su brazo, como si quisiera asegurarme de que estaba allí, de que no era una ilusión cruel creada por mi mente agotada.

— No quería alejarme, no quería herirte... -Continuó Damaris, con la voz temblorosa- Pero tenía miedo, Claude. Miedo de perder todo de nuevo, miedo de que esta lucha terminara destruyéndonos a los dos.

Mis labios se movieron, pero las palabras se negaban a salir. Sentía que cada disculpa que pronunciaba se clavaba en mi corazón con una mezcla de culpa y alivio. Finalmente, encontré mi voz, ronca y frágil.

— No tienes nada que perdonar, Damaris. -Murmuré, mi aliento rozando su cuello- No fui capaz de protegerte... ni siquiera de tus propios miedos. Yo... yo soy quien debería disculparse.

Ella se apartó ligeramente para mirarme a los ojos, sus manos aún apoyadas en mis hombros. Su rostro, aunque agotado, seguía siendo el más hermoso que había visto jamás. Las lágrimas que caían por sus mejillas se mezclaban con las mías, y en su mirada había algo que no había visto en mucho tiempo: determinación mezclada con vulnerabilidad.

— No, Claude. No más disculpas, no más miedos. -Dijo, con un tono más firme- No importa lo que venga, no quiero que sigamos enfrentándolo separados. Necesitamos estar juntos, como antes... como debimos estar siempre.

Su confesión me desarmó por completo. No pude contener las lágrimas que rodaban por mis mejillas, pero esta vez no eran solo de tristeza, sino de algo más profundo. Una chispa de esperanza, tal vez.

— Te amo, Damaris. Siempre lo he hecho. -Susurré finalmente, mi voz quebrándose bajo el peso de la verdad- Incluso cuando te alejaste, incluso cuando no sabía si volvería a verte, nunca dejé de amarte.

Ella asintió, con una pequeña sonrisa que se formó entre sus lágrimas. Luego volvió a abrazarme, más fuerte que antes, y me aferré a ella como si fuera el único ancla que tenía en este mar de incertidumbre.

ADVERTENCIA ⚠️: Contenido +16 no es tan explícito pero para que sepan.

En ese instante, mientras el mundo exterior se desvanecía, la conexión entre Damaris y yo se intensificaba. La calidez de su abrazo me envolvía, y el dolor que había estado acumulando se desvanecía lentamente, reemplazado por una necesidad abrumadora de estar más cerca de ella. Sin pensarlo, la atraje hacia mí, sentándola en mi regazo, sintiendo el suave roce de su cuerpo contra el mío.

Nuestros ojos se encontraron, y en ese momento, todo lo que había entre nosotros se volvió palpable. La tristeza, la lucha, el amor que habíamos compartido y perdido, todo se condensaba en una chispa que iluminaba la penumbra de la habitación. Sin poder contenerme más, incliné mi cabeza hacia ella, y nuestros labios se encontraron en un beso apasionado, lleno de amor y desesperación.

Era un beso que hablaba de todo lo que habíamos pasado, de las noches solitarias y de los días oscuros. Mis manos se deslizaron por su espalda, acariciando su piel con ternura y urgencia, como si cada caricia pudiera borrar el dolor del pasado. Damaris respondió a mi toque, sus manos se enredaron en mi cabello, tirando suavemente mientras se entregaba a la intensidad del momento.

El beso se profundizó, y el mundo a nuestro alrededor se desvaneció por completo. No había más intrigas, no había más miedos; Solo existíamos nosotros, perdidos en la calidez de nuestro amor. La desesperación que había sentido se transformó en una necesidad de protegerla, de mantenerla cerca, de nunca dejarla ir de nuevo.

— Damaris... -Susurré entre besos, mi voz temblando con la emoción que me embargaba- No puedo perderte otra vez.

Ella se separó un poco, mirándome a los ojos con una intensidad que me hizo sentir como si pudiera ver hasta el fondo de mi alma.

— No me perderás, Claude. Estoy aquí, contigo. -Respondió, su voz suave pero firme- Juntos, enfrentaremos lo que vengamos.

Y con esas palabras, volví a inclinarme hacia ella, sellando nuestra promesa con otro beso, uno que prometía un futuro lleno de esperanza y amor. Mis manos continuaron acariciando su cuerpo, explorando cada curva, cada rincón, como si quisiera grabar su esencia en mi memoria. La desesperación se transformó en devoción, y en ese momento, supe que no había nada que no pudiera enfrentar mientras estuviéramos juntos.

(Termino del contenido XD)

Sin embargo, a medida que el beso se profundizaba, sentí que la realidad comenzaba a asomarse nuevamente. Con un esfuerzo, detuve mis caricias y me separé lentamente de ella, aunque mantuve mis brazos firmemente alrededor de su cintura. La miré a los ojos, buscando la certeza de que todo lo que habíamos compartido no era solo un momento efímero, sino el comienzo de algo más duradero.

— Damaris... -Susurré, mi voz temblando ligeramente- Por favor, quédate esta noche conmigo. No quiero que te vayas. No puedo soportar la idea de perderte otra vez.

Ella me miró, sus ojos reflejando una mezcla de sorpresa y ternura. Su aliento era entrecortado, y podía ver que también luchaba con sus propios sentimientos.

— Claude, sabes que tengo muchas cosas en las que pensar... -Comenzó a decir, pero la interrumpí, sintiendo que el miedo comenzaba a apoderarse de mí-

— Lo sé, lo sé. -Respondí rápidamente, apretando un poco más mi abrazo- Pero esta noche, solo quiero que estemos juntos. No quiero que la incertidumbre nos separe. Necesito sentir que estás aquí, a mi lado, que no hay nada que nos pueda separar de nuevo.

Damaris bajó la mirada, como si estuviera sopesando mis palabras. La tensión en el aire era palpable, y el silencio se alargó entre nosotros. Finalmente, levantó la vista, y en su mirada vi la lucha interna que estaba enfrentando.

— Claude, no quiero que esto sea solo un escape... -Dijo, su voz suave pero firme- Necesitamos enfrentar lo que está por venir, y no podemos ignorar la realidad.

— No estoy ignorando nada. -Le respondí, mi voz llena de urgencia- Estoy pidiendo un momento, solo un momento en el que podamos ser nosotros, sin preocupaciones, sin miedos. Te prometo que mañana enfrentaremos todo lo que venga, pero esta noche... Esta noche solo quiero tenerte aquí.

Ella suspiro, y en ese instante, su expresión se suavizó. Podía ver que mi súplica había resonado en su corazón.

— Está bien, Claude. -Dijo finalmente, una pequeña sonrisa asomándose en sus labios- Me quedaré esta noche. Pero solo si prometes que mañana hablaremos de todo lo que nos preocupa.

— Lo prometo. -Respondí, sintiendo un alivio abrumador- Mañana enfrentaremos todo, pero ahora, solo disfrutamos de este momento.

Sin embargo, mientras la abrazaba, noté que Damaris se tensaba ligeramente en mis brazos. Su mirada se desvió, y una sombra de preocupación cruzó su rostro. La calidez del momento se vio interrumpida por una inquietud que no podía ignorar.

— Claude... -Comenzó, su voz suave pero cargada de un peso que me hizo soltarla un poco, mirándola a los ojos- Hay algo que debo decirte.

La preocupación se apoderó de mí. ¿Qué podría ser tan importante que interrumpiera este instante tan perfecto? La miré con atención, sintiendo que el aire se volvió más denso entre nosotros.

— ¿Qué sucede? -Pregunté, mi voz llena de curiosidad y un poco de temor-

Ella respiró hondo, como si estuviera buscando las palabras adecuadas. Finalmente, se decidió a hablar.

— Vine con mi hermano menor, Cristophe -Reveló, su mirada fija en la distancia- No sabía que iba a quedarme aquí contigo esta noche, y ahora no sé qué hacer con él.

Mis pensamientos se agolparon en mi mente. Cristophe, su hermano, era un buen chico, pero no podía evitar sentir que su presencia complicaba las cosas. La idea de que Damaris se sintiera dividida entre su deber familiar y su amor por mí me llenó de una mezcla de frustración y comprensión.

— ¿Cristophe está aquí? -Pregunté, tratando de procesar la información- ¿Dónde está ahora?

— En la habitación de al lado. -Respondió, su voz llena de preocupación- No quiero que se sienta abandonado, pero tampoco quiero perder esta oportunidad contigo. Me siento atrapada.

— Damaris, entiendo que tu hermano es importante para ti. -Dije, tratando de mantener la calma- Pero también lo eres para mí. Esta noche, solo quiero que estemos juntos. No quiero que sientas que tienes que elegir entre nosotros.

Ella bajó la mirada, y podía ver la lucha en su rostro. Sabía que su lealtad hacia su familia era fuerte, pero también podía sentir el amor que nos unía.

— No es que quiera elegir, Claude. -Respondió, su voz temblando ligeramente- Es solo que no quiero que Cristophe se sienta solo o desprotegido. Él ha estado pasando por mucho, y no sé si debería dejarlo solo en este momento.

— Podemos encontrar una solución. -Le dije, sintiendo que la determinación comenzaba a crecer en mí- Tal vez podrías hablar con él y explicarle que necesitas este tiempo para ti, para nosotros. Estoy seguro de que entenderá.

Damaris me miró, y en sus ojos vi una chispa de esperanza.

— Crees que realmente lo haría? -Preguntó, su voz llena de incertidumbre-

— Lo creo. -Respondí con firmeza- Y si no, podemos encontrar la manera de hacer que se sienta incluido. No tienes que cargar con todo esto sola.

Ella avanzaba lentamente, y una pequeña sonrisa comenzó a formarse en sus labios.

— Tienes razón. Tal vez debería hablar con él y explicarle cómo me siento. Pero, Claude... -Su voz se volvió más seria- No quiero que esto se convierta en un conflicto entre nosotros.

— No lo será. -Prometí, sintiendo que la conexión entre nosotros se fortalece- Lo que tenemos es más fuerte que cualquier obstáculo. Esta noche, quiero que te sientes libre de ser tú misma, sin preocupaciones.

Damaris emocionada, y en ese momento, supe que habíamos dado un paso más hacia la reconciliación de nuestras vidas. La noche aún era joven, y aunque había desafíos por delante, estábamos juntos en esto, y eso era lo que realmente importaba.
























❨ Después de unos minutos. ❩
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La puerta se abrió lentamente, y mi mirada se dirigió hacia ella de inmediato. La figura de Damaris apareció primero, envuelta en la capa que había llevado durante toda la noche. Su rostro, parcialmente oculto por la capucha, reflejaba una mezcla de determinación y algo que parecía ser una disculpa silenciosa. Detrás de ella, Cristophe entró con pasos firmes, su ceño fruncido y los brazos cruzados, proyectando una actitud que no dejaba lugar a dudas: no estaba cómodo con la situación.

Me levanté del sillón, sintiendo cómo la tensión en el ambiente se hacía palpable. Mi cuerpo, agotado por días de insomnio y preocupaciones, parecía recuperar algo de energía al verla, pero la presencia de Cristophe añadía un peso inesperado. Damaris me miró directamente, sus ojos buscando los míos, como si intentara explicarse antes de pronunciar una sola palabra.

— Claude... -Comenzó, su voz suave pero cargada de intención- Cristophe insistió en venir conmigo. No quería dejarlo solo, y... bueno, aquí estamos.

Antes de que pudiera responder, Cristophe dio un paso adelante, interrumpiéndola con una mirada que parecía querer atravesarme.

— No me malinterpretes, Emperador. -Dijo, su tono formal pero lleno de desconfianza- Estoy aquí porque no voy a permitir que mi hermana pase la noche sola contigo. No antes de que estén casados.

La declaración me tomó por sorpresa, y aunque la seriedad de sus palabras era evidente, no pude evitar que una leve sonrisa se asomara en mis labios. Había algo admirable en su lealtad hacia Damaris, aunque su actitud protectora resultara un tanto exagerada. Me tomé un momento para responder, asegurándome de mantener un tono respetuoso.

— Entiendo tus preocupaciones, Cristophe. -Dije con calma, inclinando ligeramente la cabeza- Pero te aseguro que mis intenciones hacia tu hermana son sinceras. Nunca haría nada que pudiera faltarle al respeto.

Cristophe alzó una ceja, claramente no convencido. Su mirada se endureció aún más mientras cruzaba los brazos con firmeza.

— Eso está por verse. -Respondió con frialdad- Por ahora, tengo una condición si vamos a quedarnos aquí esta noche.

— Cristophe, por favor... -Damaris suspiró, llevándose una mano a la frente con evidente frustración-

— No, Damaris. -La interrumpió, su tono firme y decidido- Si vamos a quedarnos, quiero que los tres durmamos juntos en la misma cama. Así me aseguro de que no pase nada inapropiado.

La habitación quedó en silencio por un momento. Podía sentir la incomodidad de Damaris, que parecía debatirse entre la exasperación y la resignación. Por mi parte, no pude evitar soltar una leve risa, más por la absurda seriedad de la situación que por burla. Cristophe me miró con el ceño aún más fruncido, mientras Damaris me lanzaba una mirada que claramente decía: "No lo hagas peor".

— Está bien, Cristophe. -Dije finalmente, levantando las manos en señal de rendición- Si eso te hace sentir más cómodo, acepto tu condición.

— ¿En serio, Claude? -Damaris me miró con incredulidad, sus ojos reflejando una mezcla de gratitud y frustración- ¿Vas a aceptar esto?

— Por supuesto. -Respondí, mirándola con una sonrisa tranquila- Si esto ayuda a que Cristophe confíe en mí, entonces no tengo problema. Además, no es tan terrible, ¿Verdad?

Cristophe asintió, satisfecho con mi respuesta, y se dirigió hacia la cama sin decir nada más. Damaris, por otro lado, me lanzó una última mirada antes de seguir a su hermano, sus ojos diciendo más de lo que las palabras podrían expresar.

Cuando los tres nos acomodamos en la cama, el ambiente seguía siendo un poco tenso, pero también había una extraña sensación de calma. Cristophe, fiel a su palabra, se aseguró de colocarse entre nosotros, como un guardián vigilante. Damaris y yo intercambiamos miradas por encima de él, pequeñas sonrisas cómplices que aliviaban la tensión del momento.

— Gracias por esto, Claude. -Susurró Damaris, su voz apenas audible en la penumbra-

— Siempre, Damaris. -Respondí en el mismo tono, sintiendo que, a pesar de las circunstancias, esta noche era un paso más hacia algo mejor-

Cristophe, por su parte, permaneció en silencio, aunque su respiración comenzó a volverse más lenta y profunda a medida que el sueño lo vencía. Mientras lo observaba, no pude evitar sentir una extraña mezcla de respeto y ternura hacia él. Su lealtad hacia Damaris era inquebrantable, y aunque su presencia complicaba las cosas, también era un recordatorio de lo importante que era para ella.

La noche avanzó, y por primera vez en mucho tiempo, sentí que el peso en mi pecho comenzaba a aliviarse. No era la noche que había imaginado, pero era suficiente. Porque estábamos juntos, y eso era lo único que importaba.






— - 🌷  - To be continue. . . ୭
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