Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

━━「 𝗖𝗔𝗣𝗜́𝗧𝗨𝗟𝗢 𝟰𝟰 」━━

ADVERTENCIA ⚠️
Contenido violento.







┏━━━━━━༻❁༺━━━━━━┓
· • ❝. 𝖭𝖠𝖱𝖱𝖠 𝖢𝖫𝖠𝖴𝖣𝖤 .❞ • ·
┗━━━━━━༻❁༺━━━━━━┛


La marcha de Damaris fue como un golpe en el estómago, un puñetazo que me dejó sin aliento. La traición de Diana se había convertido en un peso insoportable, y cada paso que daba hacia la soledad me recordaba lo que había perdido. La distancia que había creado entre nosotros se sentía como un abismo, y en mi mente, la culpa se transformó en un monstruo que devoraba cada pensamiento racional.

Esa noche, la oscuridad se cernía sobre mí como un manto pesado. La luna, alta y fría, iluminaba mi camino mientras sostenía mi espada con firmeza. El acero, frío y familiar, era un consuelo en medio de mi tormenta interna. Sabía que debía ir al palacio Rubí, donde Diana se refugiaba, y la idea de enfrentarla me llenaba de una mezcla de rabia y desesperación.

Al llegar al palacio Rubí, la majestuosidad de su arquitectura me detuvo por un instante. Las paredes de piedra roja brillaban bajo la luz de la luna, y los altos arcos parecían vigilarme, como si supieran que algo oscuro estaba a punto de suceder. Sin embargo, no había tiempo para la contemplación. Con un grito de furia, empujé las puertas de entrada, que se abrieron con un crujido ominoso.

Los guardias, sorprendidos por mi irrupción, apenas tuvieron tiempo de reaccionar. Desenvainé mi espada con un movimiento rápido y letal. La primera guardia cayó al suelo, un grito ahogado escapando de sus labios mientras el sonido del metal chocando contra la carne resonaba en mis oídos como una sinfonía de venganza. La sangre brotó, caliente y espesa, manchando el suelo de mármol blanco, un recordatorio de la furia que había dejado a mi paso.

Las sirvientas gritaron, sus voces entrelazándose en un coro de terror que se ahogó en el caos que había desatado. No me importaba si eran inocentes o culpables; cada uno de ellos era un obstáculo en mi camino, y no dudaría en eliminarlo. La furia me guiaba, y cada golpe que daba era un intento de liberar la tormenta que rugía en mi interior. La sangre manchaba mi ropa, un recordatorio tangible de la desesperación que me consumía.

A medida que avanzaba por los pasillos del palacio, el eco de mis pasos resonaba en las paredes, y el aire se volvía más denso con cada vida que arrebataba. Las luces titilaban, proyectando sombras danzantes que parecían burlarse de mí. No había vuelta atrás. La imagen de Diana, con su mirada llena de desdén, me empujaba a seguir adelante, a buscarla y hacerle entender el precio de su traición.

Finalmente, llegué a la habitación de Diana. Abrí la puerta con un golpe que resonó en las paredes como un trueno, el sonido reverberando en el aire cargado de tensión. Allí estaba ella, en el centro de todo, y en ese instante, el mundo se detuvo. La traición, el dolor y la ira se entrelazaron en un solo momento, y su mirada, llena de sorpresa y miedo, se convirtió en el reflejo de todo lo que había perdido.

— Claude... -Susurró, su voz temblando, pero no había más palabras que pudieran cambiar lo que había sucedido. La tormenta que había desatado no podía ser contenida. La espada en mi mano era un símbolo de mi dolor, y en ese instante, supe que no había marcha atrás- ¿Qué has hecho? -Su voz temblaba, y su mirada se centró en mi espada, aún goteando sangre-

La rabia burbujeaba en mi interior, una tormenta que amenazaba con desbordarse. Con un movimiento brusco, la agarré del brazo, sintiendo la calidez de su piel contrastar con el frío de mi furia. La miré a los ojos, y en ese instante, el mundo a nuestro alrededor se desvaneció. Solo existíamos ella y yo, atrapados en esta confrontación que había escalado más allá de lo que jamás imaginé.

— ¿Qué te has creído al anunciar tu embarazo? -Grité, mi voz resonando como un eco en la penumbra- ¿Acaso no sabes lo que eso significa para Damaris? Has causado que se aleje de mí, ¡Después de lo que me ha costado ganarme su afecto!

La espada en mi mano, aún goteando sangre, parecía cobrar vida propia, un recordatorio de la violencia que había desatado en mi corazón. La miraba con una mezcla de dolor y furia, cada palabra que salía de mis labios era un puñal, y su expresión de miedo solo avivaba mi ira. No podía entender cómo había llegado a este punto, cómo una simple revelación había desencadenado una cadena de eventos que amenazaba con destruir todo lo que había construido.

Diana intentó hablar, pero su voz temblaba, y su mirada se centraba en la espada, como si pudiera ver en ella la representación de su culpa. Pero no podía detenerme. La tormenta dentro de mí rugía, y necesitaba que supiera la verdad de lo que había hecho.

— Claude, por favor... -Su voz era un susurro, pero en su mirada había terror- No tienes que hacer esto.

— ¿No tengo que hacer esto? -Repliqué, dando un paso hacia adelante- Has arruinado todo lo que había construido con Damaris. ¿Acaso no lo entiendes?

— No quise que esto sucediera. -Dijo, sus ojos llenos de lágrimas- Solo quería ser feliz.

— ¿Feliz? -Me reí, aunque el sonido era más un gruñido- ¿Y qué hay de Damaris? ¿Acaso no te importa el dolor que le has causado?

— No es así, Claude. No lo entiendo. -Ella se acercó un poco, su voz temblando- No sabía que esto pasaría.

— ¿Y eso te excusa? -Grité, la rabia burbujeando en mi interior- Has jugado con mis sentimientos, y ahora debes enfrentar las consecuencias.

— Por favor, no me hagas daño. -Dijo, su voz quebrándose- No soy tu enemigo.

— ¿Enemiga? -Repetí, sintiendo cómo la locura se apoderaba de mí- Eres la causa de mi tormento.

Diana se quedó en silencio, y en ese momento, vi la verdad en sus ojos. No era solo la traición lo que me había llevado allí, sino el dolor de perder a Damaris, la única que realmente amaba.

— ¿Qué quieres de mí? -Preguntó, su voz apenas un susurro-

— Quiero que entiendas el precio de tu error. -Respondí, sintiendo que la furia comenzaba a desvanecerse, dejando solo un vacío- Quiero que sepas que no hay vuelta atrás.

La tormenta que rugía en mi interior se había transformado en un impulso incontrolable, una fuerza que me empujaba a actuar sin pensar. Sin poder contenerme, la empujé con brusquedad, sintiendo cómo su cuerpo tropezaba y caía al suelo. El sonido del impacto resonó en mis oídos como un eco aterrador, y en un instante fugaz, una claridad me atravesó, pero ya era demasiado tarde para detenerme.

Diana se desplomó ante mí, y en un acto instintivo, sus manos se lanzaron hacia su vientre, como si pudiera proteger lo que había traído al mundo, lo que había anunciado con tanta imprudencia. La imagen de su vulnerabilidad me atravesó, pero la rabia seguía ardiendo en mi interior, como un fuego inextinguible.

Levanté mi espada, la hoja brillando con la tenue luz del atardecer, y mi mirada se fijó en ella, en su figura en el suelo, asustada y desamparada. La revelación de su embarazo había sido un golpe devastador, un recordatorio cruel de que el destino había decidido jugar en su contra. La ira y la traición me consumían, y en mi mente solo había espacio para una resolución: acabar con ella de una vez por todas.

— ¡Es hora de que pagues por tu osadía, Diana! -Grité, mi voz resonando con una mezcla de furia y dolor, cada palabra cargada de la tormenta que rugía en mi interior-

Pero justo cuando estaba a punto de asestar el golpe definitivo, una figura se interpuso entre nosotros. Era Lilian, la leal sirvienta de Diana, con el rostro decidido y los ojos llenos de valentía. Su presencia me sorprendió, y por un instante, la furia que me había llevado hasta ese punto se detuvo, como si el tiempo se hubiera congelado.

Lilian se plantó frente a mí, desafiándome con su mirada. No podía creer que alguien se atreviera a interponerse en mi camino en ese momento de desesperación.

—¡No lo harás! -Exclamó, levantando sus brazos en un gesto de protección- No dejaré que lastimes a mi señora.

Me detuve, sorprendido por la audacia de la joven. Su valentía era casi desconcertante, y antes de que pudiera reaccionar, Thaddeus, mi guardia personal, apareció a su lado, con la espada desenvainada y una mirada de advertencia que me hizo frenar aún más.

— ¡Basta, Claude! -Dijo Thaddeus, su voz grave y firme resonando en el aire tenso- Esto no es lo que quieres. No puedes dejar que la rabia te consuma.

Edmund, mi chambelán, se unió a ellos, su expresión seria y preocupada. La preocupación en su rostro me hizo sentir un atisbo de duda.

— Su Majestad, piénsalo bien. Diana está embarazada. Este no es el camino que debes seguir. -Insistió, tratando de razonar conmigo-

Respiré hondo, sintiendo cómo la furia en mi interior luchaba contra la razón. La imagen de Diana, con su vientre redondeado, me atormentaba. La idea de un hijo que podría llevar su nombre, que podría ser un futuro emperador, me llenaba de confusión.

— ¿Y qué? -Respondí, mi voz temblando, incapaz de contener la tormenta que se agolpaba en mi pecho- Si ella le da un nombre con significado inmortal, ese niño será una amenaza para los hijos que tenga con mi futura esposa. No puedo permitirlo.

— No puedes condenar a un inocente por los errores de su madre. -Lilian, aún frente a Diana, habló con determinación, su voz firme y clara- Este niño no tiene culpa de nada. Si lo matas, solo te hundirás más en la oscuridad.

La mirada de Lilian me atravesó, y por un momento, la duda se asomó en mi mente. Pero la rabia seguía latente, y la idea de que Diana pudiera darle un nombre que lo atara a su destino me llenaba de pavor.

— Si decides vivir, Diana, que sepas que tu hijo no tendrá derecho al trono. -Declaré, mi voz fría como el acero, cada palabra cargada de una resolución que apenas podía sostener- No permitiré que su existencia amenace mi legado. Y si te atreves a darle un nombre con significado inmortal, te juro que no dudaré en acabar contigo.

La vi allí, en el suelo, envuelta en su vulnerabilidad, sus lágrimas brillando con la débil luz de la noche. Su mirada, llena de un dolor que no intentaba ocultar, parecía perforar las barreras que tanto me esforzaba por mantener. En su expresión, desesperada y sincera, encontré no solo su sufrimiento, sino también un reflejo de mi propia tormenta interna.

El silencio de la noche era abrumador, envolviéndonos como un manto pesado e implacable. Sentí el acero frío en mi mano, la espada que durante un instante había sido una extensión de mi furia. Mi pecho se agitaba, atrapado entre la ira que hervía y una tristeza que intentaba reprimir. Entonces, solté un suspiro profundo, como si con él pudiera liberar algo del peso que me aplastaba. Poco a poco, mi mano aflojó su agarre en la empuñadura, y la hoja bajó con una lentitud casi ceremoniosa, perdiendo su brillo bajo la tenue luz.

Mi mirada, antes clavada en Diana con una intensidad casi cruel, se desvió hacia la penumbra. Allí busqué algo, cualquier cosa, que pudiera calmar el tumulto que rugía dentro de mí. Pero en esas sombras solo encontré un reflejo de mi vacío, un recordatorio de la batalla interna que aún estaba lejos de resolverse.

Sin pronunciar palabra, giré sobre mis talones. Cada movimiento fue lento, deliberado, como si temiera que un solo gesto apresurado pudiera quebrar mi frágil determinación. Sentí el roce de mi capa al girar, un sonido tenue que apenas rompió el silencio. Mi andar fue firme, pero dentro de mí, cada paso resonaba con el eco de un caos contenido. No me permití mirar atrás. No podía hacerlo. Sabía que si lo hacía, el peso de todo lo que dejaba podría arrastrarme de vuelta, atrapándome en un ciclo del que no estaba listo para escapar.

Cuando crucé el umbral, el aire fresco de la noche me recibió con un golpe que me despejó momentáneamente. El viento susurraba a mi alrededor, como un intento inútil de disipar la niebla densa que ocupaba mi mente. Pero el tormento no se iba tan fácilmente. Cada paso que daba lejos de aquel lugar me alejaba no solo de Diana, sino también del abismo que había estado al borde de atravesar.

El camino de regreso al palacio se extendía frente a mí, envuelto en las sombras de la noche y acompañado por el susurro constante del viento. Cada paso resonaba sobre el suelo empedrado, un eco solitario que parecía burlarse del tumulto que llevaba dentro. La capa ondeaba detrás de mí, atrapando la brisa nocturna como si intentara seguirme el ritmo. Mi mente, sin embargo, estaba lejos de aquella quietud exterior. Seguía atrapada en un torbellino de pensamientos y emociones que no encontraba forma de silenciar.
























❨ En el palacio imperial. ❩
 ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄
























A medida que me acercaba al palacio imperial, su silueta imponente se alzaba ante mí, sus torres negras recortadas contra el cielo estrellado. Las ventanas destellaban una luz tenue, testigos silenciosos de los incontables conflictos que se habían desarrollado dentro de esos muros, incluyendo, ahora, los míos. Cuando llegué a las grandes puertas, los guardias se hicieron a un lado con una reverencia apresurada. No les presté atención. Mi mente estaba demasiado ocupada luchando contra los ecos de la noche.

Subí los escalones de mármol con un ritmo constante, sin detenerme, dejando que el sonido de mis botas resonara a través de los pasillos vacíos. La opulencia del palacio, con sus ornamentos dorados y candelabros resplandecientes, parecía insignificante en contraste con el peso que llevaba en el alma. Todo aquello que normalmente representaba mi poder e identidad me resultaba vacío esa noche. Pasé junto a los sirvientes que se apresuraban a inclinarse al verme, sus figuras apenas sombras en mi visión periférica. No intercambié palabras, ni siquiera miradas. Solo quería llegar a mi refugio.

Cuando finalmente entré en mi habitación, cerré la puerta tras de mí con un movimiento lento pero decisivo. El espacio era amplio, como correspondía a mis privilegios, pero se sentía desolado. La luz de las lámparas apenas iluminaba los rincones, y la cama, perfectamente hecha, me esperaba en un silencio pesado. Dejé caer la espada sobre una mesa cercana, con más fuerza de la necesaria, el sonido metálico rompiendo la quietud momentáneamente.

Sin quitarme toda la ropa, me deslicé bajo las sábanas, buscando una paz que sabía que no encontraría. Cerré los ojos, intentando empujar fuera de mi mente las imágenes de Diana, de sus lágrimas, de su voz temblorosa. Pero el silencio de la noche solo amplificaba los gritos internos que no podía silenciar. La almohada bajo mi cabeza no ofrecía consuelo, y el techo parecía mirarme con la indiferencia fría de un espectador distante.

La noche transcurrió lenta. Apenas logré pegar el ojo, y cuando lo hice, los sueños no me ofrecieron alivio. La oscuridad, tanto dentro como fuera de mí, parecía interminable. Pero aun así, permanecí en mi cama, esperando un amanecer que, aunque inevitable, no prometía resolver la batalla que continuaba librando dentro de mí.
























❨ Unos días más tarde. ❩
 ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄ ̄

























┏━━━━━━༻❁༺━━━━━━┓
· • ❝. 𝖭𝖠𝖱𝖱𝖠 𝖣𝖨𝖠𝖭𝖠 .❞ • ·
┗━━━━━━༻❁༺━━━━━━┛


Cuando los primeros rayos del sol iluminaron tímidamente mi habitación, no me permití el lujo de quedarme más tiempo bajo las sábanas. Mi mente estaba demasiado inquieta, y sabía que la incertidumbre solo se resolvería con acción. Me levanté con rapidez, dejando que el frío de la mañana me despejara un poco. Lilian ya estaba allí, como siempre, anticipando mis movimientos. Con una eficiencia admirable, me ayudó a vestirme con un atuendo sencillo pero elegante, adecuado para mantener un aire de discreción. El capuchón oscuro que cubría mi rostro sería mi escudo, una barrera necesaria para enfrentar la jornada.

El carruaje ya estaba listo para partir cuando descendí las escaleras. Lilian, siempre atenta, se aseguró de que subiera sin incidentes, y durante el camino, me mantuve en silencio, observando cómo el paisaje pasaba rápidamente por la ventana. Mi mente divagaba, pero mis emociones se mantenían firmemente contenidas. Sabía que debía mantener la compostura, al menos por ahora.

Al llegar a la residencia de Rosalía, el carruaje se detuvo frente a la entrada principal. Lilian bajó primero, extendiendo su mano para ayudarme a descender con elegancia. El capuchón cubría la mayor parte de mi rostro, y agradecí esa sombra protectora que me permitía pasar desapercibida. La entrada majestuosa de la mansión me recibió con una imponente calma. Apenas cruzamos el umbral, el mayordomo se presentó con una inclinación respetuosa, guiándonos hacia el interior sin hacer preguntas. Lilian, siempre alerta, se mantuvo a mi lado, un bastión de lealtad inquebrantable.

Caminamos por los pasillos adornados con elegancia hasta llegar al salón principal, donde Penélope nos esperaba. Allí estaba, con su habitual porte altivo y una sonrisa divertida en los labios. En sus brazos sostenía a su pequeña hija, que apenas un año tenía. Con un movimiento natural, se la entregó a su sirvienta, Elena, quien se retiró discretamente con la niña.

— Te estaba esperando. -Dijo Penélope con esa mezcla de sarcasmo y curiosidad que le era tan característico- Supongo que estás aquí porque definitivamente perdiste el favor del emperador, ¿O me equivoco?






— - 🌷  - To be continue. . . ୭
─────────────────

¡Mis queridos lectores! 🌙

Gracias por embarcarse en este apasionante viaje a mi lado. Cada capítulo, cada giro en la historia, es un reflejo del entusiasmo que compartimos. Espero que esta trama les tenga tan emocionados y expectantes como a mí. Sus opiniones son la chispa que da vida a este mundo, así que no duden en compartir sus pensamientos y dejar su brillo con esas estrellitas que tanto iluminan. ¡Son una parte esencial de esta aventura! 

Con todo mi cariño,

LadyBeluna019🌹

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro