
━━「 𝗖𝗔𝗣𝗜́𝗧𝗨𝗟𝗢 𝟰𝟮 」━━
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Después de un tiempo, logré recuperarme exitosamente. Las heridas físicas sanaron, aunque las emocionales todavía perduraban. Decidí centrarme en asistir a fiestas de té, donde podía rodearme de la alta sociedad y tratar de dar lástima, buscando calmar los rumores que me vinculaban con la desaparición de Cristophe.
Cada reunión me encontraba más estratégicamente planeada, vestida con delicadeza y con un aire de fragilidad. Era una actuación meticulosa: ojos vidriosos, una sonrisa temblorosa y gestos delicados, como si cualquier palabra malintencionada pudiera destrozarme. El té y las confituras eran un mero telón de fondo para mi puesta en escena.
Algunas damas, conmovidas por mi aparente vulnerabilidad, se acercaban a mí con palabras de consuelo. Sus miradas se transformaban de desconfianza a compasión, un cambio que tomaba semanas, incluso meses, pero no bajaba la guardia. Sabía que para limpiar mi nombre debía mantenerme firme y constante.
Sin embargo, no todas estaban convencidas. Había ojos que me observaban desde las sombras, siempre buscando alguna grieta en mi fachada. Sentía sus cuchicheos como dagas, pero en lugar de retirarme, me volvía más determinada. Yo sabía que, al menos en apariencia, debía mostrarme inocente, pues esa era mi única defensa.
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❨ En la tarde. ❩
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Después de una de estas agotadoras fiestas de té, me dirigí a nuestra mansión con una determinación renovada. Decidí que ya era hora de enfrentar a Asterophe una vez más. No podía seguir permitiendo que nuestras diferencias alejaran a mis hijos de mí. Abrí la puerta con firmeza, dejando atrás la máscara que había llevado todo el día, lista para enfrentarme a él con toda la fuerza de mi corazón herido.
Recorrí los pasillos de la mansión, mis pasos resonando en el suelo de mármol. Cada paso me llenaba de más determinación y coraje. Al llegar al estudio de Asterophe, respiré hondo y abrí la puerta con un movimiento decidido. Asterophe levantó la vista de los papeles que revisaba, sorprendido por mi entrada abrupta.
— Asterophe, necesito ver a nuestros hijos. No puedo seguir así. -Dije, mi voz cargada de frustración mientras me plantaba frente a él-
— Simone, ya te lo he dicho. -Asterophe me miró con frialdad, como siempre- No estás en condiciones de cuidarlos. Necesitas recuperarte completamente antes de siquiera pensar en verlos. -Respondió, su tono cortante-
— ¡Pero ya me siento mejor! Estoy lo suficientemente fuerte como para verlos, aunque sea por unos minutos. -Insistí, tratando de mantener la calma-
— No insistas, Simone. Esto no es negociable. Los mellizos están bien cuidados por mí. Tú solo preocúpate por recuperarte. -Sentenció, dando por terminada la conversación-
La rabia y la impotencia me embargaron, como un torbellino de emociones que no podía controlar. Mi pecho se oprimió con la intensidad de mis sentimientos, y sentí cómo las lágrimas amenazaban con brotar, luchando por escapar de mis ojos. Pero me negué a darle la satisfacción de verme llorar, de mostrarle cuán profundamente me hería su frialdad. Respiré hondo, llenando mis pulmones con aire en un intento desesperado por encontrar la calma en medio de la tormenta emocional. Traté de calmarme, de reunir la fuerza suficiente para mantenerme firme y no ceder ante la desesperación que me consumía.
— Asterophe, ¿Por qué haces esto? ¿Por qué me privas de ver a nuestros hijos? -Pregunté, mi voz quebrada por la emoción-
— Porque no quiero que te esfuerces demasiado y empeores tu salud. Estoy pensando en tu bienestar, Simone. -Respondió, pero su tono carecía de cualquier rastro de empatía-
— ¿Es eso realmente lo que te preocupa? -Murmuré, dudando de sus palabras-
— Simone, debes entender que esto es por tu propio bien. -Asterophe se acercó y me miró fijamente a los ojos- Déjalo ya. -Dijo, antes de girarse y marcharse de la habitación.
Me quedé allí, sintiendo una mezcla de tristeza, frustración y desesperación. Las fiestas de té y las sonrisas falsas se habían convertido en mi rutina, pero anhelaba algo más verdadero: abrazar a mis hijos y sentir su amor. La superficialidad de esos eventos sociales y la máscara de fragilidad que llevaba puesta me consumían, y cada día se hacía más difícil mantener la compostura.
Poco después, Clara entró en la habitación y me encontró en ese estado. Al ver mi rostro abatido y las lágrimas acumulándose en mis ojos, se acercó rápidamente a mi lado, preocupada. Con pasos apresurados, llegó hasta mí y tomó mis manos entre las suyas, su mirada llena de preocupación y compasión.
— Señora Simone, ¿Qué le pasa? -Preguntó Clara, su voz suave pero cargada de ansiedad por mi bienestar-
Intenté mantener la calma, pero la frustración acumulada durante todo mi embarazo y el parto finalmente se desbordó. Sentí cómo un torrente de emociones me abrumaba, y las lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas sin control. Mis sollozos resonaron en la habitación, llenándola con mi angustia y desesperación, cada sonido amplificando el dolor que sentía en mi interior.
Clara, al ver la magnitud de mi angustia, reaccionó de inmediato. Se acercó a mí con una suavidad que solo ella poseía y me abrazó con ternura. Su contacto cálido y reconfortante me brindó un alivio momentáneo, mientras trataba de calmarme con sus palabras y gestos cariñosos. Me sentí agradecida por su presencia, sabiendo que no estaba sola en mi sufrimiento.
— Tranquila, señora. Estoy aquí para usted. Todo estará bien. -Dijo Clara, acariciando mi espalda en un intento de consolarme-
Entre sollozos, le conté lo que había sucedido. Las palabras salían entrecortadas y llenas de dolor mientras le explicaba cómo Asterophe había entrado en la habitación y me había negado ver a mis hijos. Cada detalle de la conversación me hacía revivir la impotencia y la desesperación que había sentido en ese momento. La angustia de no poder abrazar a mis bebés, de no poder sentir su calor y su amor, me abrumaba por completo. Clara me escuchaba pacientemente, asintiendo con comprensión mientras mis lágrimas caían sin control, empapando mi rostro y llenando la habitación con mi tristeza.
— No entiendo por qué me hace esto. Solo quiero ver a mis hijos, saber que están bien. -Dije, la voz quebrada por la emoción-
— Lo sé, señora. -Clara me escuchó pacientemente, asintiendo y dándome su apoyo incondicional- Es una situación muy difícil, pero confíe en mí. Haré todo lo posible para que pueda ver a sus hijos pronto. Usted necesita descansar y recuperarse para estar fuerte y poder cuidar de ellos. -Respondió Clara con determinación-
Sus palabras fueron un bálsamo para mi alma herida, calmando el dolor con su dulzura. Aunque la tristeza y la frustración seguían presentes, saber que tenía a Clara a mi lado me daba un poco de esperanza, una luz tenue en medio de la oscuridad. Con su apoyo incondicional, me recosté de nuevo en la cama, sintiendo cómo las lágrimas se secaban lentamente en mis mejillas. Clara permaneció a mi lado, su presencia reconfortante y tranquilizadora, asegurándose de que no me sintiera sola en mi dolor.
— Gracias, Clara. No sé qué haría sin ti. -Dije, mi voz apenas un susurro-
— Siempre estaré aquí para usted, señora. -Clara sonrió con ternura y asintió- Ahora, por favor, descanse. Todo mejorará con el tiempo. -Me aseguró, permaneciendo a mi lado para evitar que me moviera y asegurarme de que mi recuperación fuera lo más rápida y completa posible-
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❨ Durante la noche. ❩
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Me acosté en la cama marital sola, como lo había hecho muchas noches desde el nacimiento de los mellizos Isolde y Edric. Asterophe apenas me visitaba, y su presencia se había vuelto una rareza en nuestra vida cotidiana. Con la ayuda de Clara, me terminé de colocar mi pijama y me deslicé bajo las sábanas, sintiendo el frío vacío del otro lado de la cama.
Mientras me acomodaba en la cama, la soledad se hizo más palpable. La habitación parecía más grande y silenciosa de lo que recordaba, una constante y dolorosa metáfora de lo que se había convertido mi vida. Las sombras danzaban en las paredes, susurrando las verdades que prefería no escuchar.
Con cada noche que pasaba sola, comprendía más profundamente que así sería mi vida a partir de ahora. Asterophe no solo me había negado ver a mis hijos, sino que también parecía haberme abandonado emocionalmente. El peso de su indiferencia y la distancia entre nosotros eran como una losa que me aplastaba poco a poco.
Intenté encontrar consuelo en los recuerdos de momentos felices, pero incluso esos parecían desvanecerse, reemplazados por la fría realidad de mi situación actual. Las lágrimas rodaron por mis mejillas mientras me daba cuenta de lo sola que me sentía, no solo en esta habitación, sino en mi propio hogar.
Clara, siempre atenta, se quedó un rato más a mi lado, asegurándose de que estuviera cómoda y brindándome un poco de compañía antes de apagar la luz y dejarme en la oscuridad.
— Descanse, señora. Mañana será un nuevo día. -Dijo en un susurro suave antes de salir de la habitación-
Cerré los ojos y traté de dormir, pero mi mente no dejaba de dar vueltas. Las preguntas resonaban sin cesar en mi cabeza: ¿Cuánto tiempo más tendría que soportar esta soledad? ¿Cuándo podría abrazar a mis hijos sin restricciones? Cada noche parecía interminable, y la incertidumbre me carcomía por dentro. Con cada día que pasaba, mi determinación crecía, fortaleciéndose con la idea de un futuro diferente.
Sabía que tenía que encontrar una manera de cambiar mi situación y recuperar el control de mi vida. El peso de la soledad y la falta de control sobre mi propia existencia se volvían insoportables. Por ahora, solo me quedaba esperar y luchar por un futuro mejor, uno en el que no estuviera sola y pudiera estar con mis hijos, sin importar los obstáculos que se interpusieran en mi camino. La esperanza y la lucha constante eran mis compañeras inquebrantables en esta ardua travesía.
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❨ En otro lado. ❩
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La noche había caído, y la luna se alzaba en el cielo, lanzando su pálida luz sobre el jardín. Me encontraba sentada en una silla cerca del ventanal, contemplando el paisaje nocturno. Parecía perdida en mis pensamientos, incapaz de encontrar paz en la belleza que se desplegaba ante mis ojos. El silencio de la noche solo acrecentaba la soledad y el vacío que sentía en mi interior.
Lilian, mi fiel sirvienta y amiga, me observaba con preocupación desde el umbral de la puerta. Sabía que ella velaba por mi bienestar, siempre esforzándose en hacerme comer, vestirme bien y tratar de animarme. Pero, a pesar de sus esfuerzos, mis sonrisas eran esporádicas y forzadas. Mi corazón estaba amargo y lleno de resentimiento hacia Damaris, quien me había arrebatado el amor que Claude alguna vez me tuvo. La traición de Claude, abandonándome por Damaris, aún resonaba en mi alma como una herida abierta que no sanaba.
Lilian se acercó a mí con una bandeja en las manos, en un intento por hacerme comer algo.
— Diana, querida, debes comer. No puedes seguir así. -Dijo con suavidad, colocándome la bandeja en el regazo-
Levanté la vista hacia ella, intentando mostrar gratitud por su genuina preocupación, pero mis ojos, cargados de una melancolía imposible de disimular, traicionaban cualquier intento de ocultar lo que realmente sentía. El peso de mi tristeza era abrumador, una carga que se reflejaba en cada movimiento lento, en cada suspiro que escapaba de mis labios. Aunque quería mostrarme fuerte, la vulnerabilidad de mi alma se revelaba en el silencio que llenaba el espacio entre nosotras.
— No tengo hambre, Lilian. Todo se siente tan vacío... -Murmuré, mi voz quebrada por la emoción contenida-
— Sé que estás pasando por un momento muy difícil, pero no puedes dejar que esto te consuma. -Lilian se arrodilló a mi lado, tomando mis manos entre las suyas- Tienes que ser fuerte, por ti misma y por aquellos que te quieren. -Me dijo con ternura, tratando de infundirme ánimo-
Intenté esbozar una sonrisa, un gesto que ansiaba transmitir fortaleza, pero el esfuerzo fue inútil. Mis labios apenas lograron curvarse antes de caer de nuevo en la expresión de desaliento que me dominaba. El amargo resentimiento hacia Damaris ardía dentro de mí como una llama persistente, y la traición de Claude no dejaba de resonar en mi mente como un eco doloroso. Era un peso insuperable que se aferraba a mi pecho, opacando cualquier intento de encontrar alivio o consuelo en ese momento.
— ¿Cómo puedo ser fuerte cuando todo lo que amaba me ha sido arrebatado? Damaris me ha quitado a Claude, y ahora no sé si alguna vez podré volver a confiar en alguien. -Dije, sintiendo cómo las lágrimas se acumulaban en mis ojos-
— No permitas que el rencor te consuma. -Lilian me abrazó con calidez, brindándome el consuelo que tanto necesitaba- Encuentra la manera de seguir adelante y reconstruir tu vida. Yo estaré aquí para ayudarte en cada paso del camino. -Me susurró, acariciando mi cabello-
Suspiré y asentí, sabiendo que las palabras de Lilian eran ciertas, aunque el camino hacia la recuperación pareciera imposible de recorrer. Por ahora, solo podía aferrarme a la esperanza de que algún día, la oscuridad que me envolvía se disipara y encontrara la fuerza para sanar y seguir adelante.
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❨ Después de un tiempo. ❩
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A pesar de querer superarlo, el peso del resentimiento y la traición me seguía consumiendo. Pasaron los días, y la amargura en mi corazón no hacía más que crecer. No importaba cuánto intentara seguir adelante, la herida seguía abierta y sangrante. Decidí que no podía seguir así; necesitaba hacer algo para recuperar el control de mi vida y enfrentar a quienes me habían hecho daño.
Después de mucho reflexionar, decidí escribirle una carta a una persona que sabía que odiaba a Damaris. Recordé a Rosalía, la hermana mayor de Penélope Judith, a quien había estado investigando gracias a la influencia que conseguí dentro de la corte. Rosalía compartía el mismo desprecio hacia Damaris, y sabía que podría ser una aliada valiosa.
Tomé un papel y una pluma, y comencé a escribir la carta con determinación. En ella, describí mi situación y cómo Damaris me había arrebatado el amor de Claude. Apelé a la empatía de Rosalía y le pedí su apoyo para enfrentar a Damaris. Sabía que Rosalía también había sufrido a manos de Damaris, y confiaba en que encontraríamos una forma de unir fuerzas.
Una vez terminada la carta, la doblé cuidadosamente y la sellé con mi anillo, dejando impreso el escudo de mi familia. Llamé a Lilian, quien siempre estaba dispuesta a ayudarme.
— Lilian, necesito que envíes esta carta a la residencia de Rosalía. Es importante. -Dije, entregándole la carta con firmeza-
— Lo haré de inmediato, Diana. -Lilian tomó la carta y asintió- No te preocupes, me aseguraré de que llegue a su destino. -Respondió, ofreciéndome una sonrisa reconfortante antes de salir de la habitación-
Me quedé mirando por la ventana, observando cómo la pálida luz de la luna iluminaba el jardín en un delicado resplandor plateado. La quietud de la noche contrastaba con el torbellino de emociones que se agitaba dentro de mí. Sentía una mezcla de ansiedad y esperanza que hacía latir mi corazón con fuerza, como si cada respiro estuviera cargado con el peso de mis decisiones. Sabía que este simple acto, esta carta que había enviado con Lilian, tenía el poder de cambiar el curso de mi vida.
Por primera vez en mucho tiempo, una chispa de determinación me invadió. Si todo salía como esperaba, podría recuperar no solo la fuerza que había perdido, sino también el control sobre el caos que se había apoderado de mi existencia. Mientras Lilian se alejaba con la carta, llevando consigo un fragmento de mi voluntad, me aferré a la débil pero persistente idea de que algún día la oscuridad que me envolvía se disiparía. Cada estrella que brillaba en el cielo parecía prometerme que, aunque lejano, encontraría un camino para sanar y seguir adelante.
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❨ En la residencia de Rosalía. ❩
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La carta llegó bajo el manto de la noche, con la luna bañando la residencia de Rosalía en un resplandor tenue y plateado. Elena, quien había estado esperando junto a la entrada, recibió el sobre de manos del mensajero. Aunque estaba acostumbrada a la llegada de correspondencia, el escudo que adornaba el sello capturó inmediatamente su atención, llenándola de una mezcla de intriga y urgencia.
Apresurándose, recorrió los pasillos oscuros e iluminados solo por lámparas de aceite, hasta alcanzar el amplio salón, donde una mujer de cabellera marrón y ojos verdes aguardaba. Sentada en un majestuoso sillón, irradiaba una mezcla de autoridad y desdén. Penélope Judith estaba envuelta en un halo de frialdad que podía helar incluso las llamas más ardientes. Sostenía un libro entre las manos, aunque la forma en que sus dedos lo rozaban sugería que su mente estaba muy lejos de sus páginas.
Elena se detuvo al borde del umbral, tomando aire antes de cruzarlo, y avanzó con pasos calculados hasta quedar a una distancia prudente.
— Señorita... -Dijo en voz baja, inclinando la cabeza ligeramente- Ha llegado una carta.
Una mujer de cabello marron alzó la vista del libro con lentitud, sus ojos verdes clavándose en Elena con una intensidad que parecía atravesarla.
— ¿Una carta? -Repitió, con tono pausado y frío. Cerró el libro con calma, colocando sus manos sobre él- ¿Quién la envía?
— Me pareció importante entregársela de inmediato. -Respondió Elena, extendiendo el sobre con ambas manos-
La noble tomó la carta con una calma intimidante, sus movimientos perfectamente medidos como si cada acción estuviera cargada de un propósito silencioso. Sus dedos delicados rompieron el sello con precisión, dejando que los fragmentos de cera cayeran sobre la mesa sin desviar ni por un instante su atención. Al desplegar el papel con igual meticulosidad, sus ojos verdes, fríos como el hielo, recorrieron rápidamente las líneas escritas. Mientras leía, su rostro, habitualmente pétreo y carente de emoción, mostró un fugaz atisbo de interés, un destello casi imperceptible que desapareció tan rápido como había llegado.
Elena, de pie junto al umbral, permanecía inmóvil. Su respiración era contenida, como si temiera que cualquier sonido pudiera romper la frágil quietud que llenaba el salón. Sabía que el desdén de la castaña podía transformarse en un frío glacial con la mínima provocación, y cualquier comentario inoportuno sería una imprudencia que no estaba dispuesta a cometer.
Finalmente, tras lo que pareció una eternidad, la mujer volvió a doblar la carta con una meticulosidad casi ceremonial. La dejó sobre la mesa a su lado, asegurándose de que cada pliegue quedara perfecto, antes de apoyar su mano ligeramente sobre el papel, como si en él reposara un fragmento de algo mucho más trascendental. La atmósfera permaneció cargada de una tensión silenciosa, mientras la castaña parecía sumida en pensamientos que no compartió con nadie más en ese momento.
— ¿Llegó con algún mensaje adicional? -Preguntó con una voz tan baja como el filo de un cuchillo-
— Ninguno, señorita. Solo la carta. -Contestó Elena, manteniendo su postura respetuosa-
La mujer entrecerró los ojos, reflexionando mientras sus dedos jugaban con el sello roto.
— Parece que alguien finalmente ha entendido el valor de actuar en las sombras. -Murmuró, más para sí misma que para Elena-
— ¿Hay algo más que necesite, señorita? -Se atrevió a preguntar Elena, aunque con cautela-
— Por ahora, no. -Levantó una ceja, dirigiendo su mirada penetrante hacia la joven- Vuelve a tus deberes, pero mantente cerca. Podría requerir tus servicios más adelante. -Ordenó con serenidad autoritaria-
Elena inclinó la cabeza una vez más y salió del salón, dejando a la mujer sola con sus pensamientos. La luna, que seguía brillando en el exterior, se reflejaba en los ojos de ella mientras sus labios formaban una ligera sonrisa que carecía de calidez. Allí, en la quietud de la noche, sostuvo la carta entre sus dedos, sintiendo cómo el destino empezaba a mover sus hilos una vez más.
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— - 🌷 - To be continue. . . ୭
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¡Hola, queridos lectores! 🌙
En este capítulo me permito abrir una ventana al interior de los personajes, explorando emociones tan complejas como la traición, el resentimiento y la soledad. A lo largo de estas líneas, he querido que sintieran cómo la carga emocional de los protagonistas los define, los consume y, en algunos casos, los impulsa a actuar de maneras inesperadas.
Gracias, como siempre, por sumergirse en este viaje conmigo. ¿Hasta dónde están dispuestos a llegar estos personajes? Espero que les intrigue tanto como a mí sabes que pasará en esta trama. No duden en compartir sus pensamientos y darme estrellitas, porque sus voces son parte fundamental de este mundo.
Con cariño,
LadyBeluna019 🌹
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