
━━「 𝗖𝗔𝗣𝗜́𝗧𝗨𝗟𝗢 𝟰𝟬 」━━
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Se levantaron de la mesa y, con una breve disculpa a los demás, se dirigieron al jardín. Mientras caminaban, Damaris sintió cómo la tensión comenzaba a desvanecerse, reemplazada por una sensación de paz y comodidad. El ambiente tranquilo del jardín, con sus flores en plena floración y el suave murmullo del viento entre las hojas, les brindaba un respiro necesario. La cercanía de Claude le ofrecía una reconfortante sensación de seguridad y serenidad, y juntos, disfrutaban de la armonía del momento.
— Es hermoso aquí. -Comentó Claude, admirando las flores y los cuidados senderos-
— Sí, es uno de mis lugares favoritos. Siempre encuentro tranquilidad en el jardín. -Respondió Damaris, disfrutando de la compañía de Claude-
Continuaron caminando, hablando sobre cosas más personales y disfrutando del aire fresco. Las flores estaban en plena floración, y el suave sonido del agua de la fuente cercana añadía una capa extra de serenidad al momento. La conexión entre ellos se fortalecía con cada paso, mientras el entorno tranquilo del jardín les ofrecía un refugio perfecto para compartir pensamientos y emociones en un ambiente de paz y armonía.
— Me alegra que hayas sugerido esto. Realmente necesitaba un respiro. -Dijo Claude, mirándola con aprecio-
— Yo también lo necesitaba. A veces, solo un paseo por el jardín puede hacer maravillas. -Asintió Damaris, sintiéndose cada vez más relajada-
El jardín les ofrecía un respiro de la formalidad y las tensiones del día, permitiéndoles reconectar y disfrutar de la compañía del otro. Sabían que esos momentos eran preciosos, y Damaris se sentía agradecida de poder compartirlos con Claude.
Damaris caminaba por el jardín, perdida en sus pensamientos, cuando de repente tropezó con una piedra escondida entre la hierba. Sus pies se desequilibraron y cayó hacia adelante, pero antes de que su rostro golpeara el suelo, una mano firme la agarró por la cintura. Claude la sostuvo con fuerza y delicadeza, evitando su caída. El latido acelerado de su corazón disminuyó lentamente mientras Claude la ayudaba a recuperar el equilibrio. La proximidad de sus cuerpos y la preocupación en sus ojos hacían evidente el profundo vínculo que compartían. Damaris esbozó una sonrisa agradecida, sabiendo que siempre podría contar con Claude, incluso en los momentos más inesperados.
— ¡Cuidado! -Exclamó Claude, intentando sostenerla-
Sin embargo, en su afán por ayudarla, Claude también perdió el equilibrio y juntos cayeron al césped. Damaris sintió un golpe suave al aterrizar sobre la hierba fresca, y cuando levantó la vista, se encontró con los ojos de Claude muy cerca de los suyos. La cercanía y la sorpresa del momento los hicieron sonreír, y la conexión entre ellos se hizo aún más palpable. A pesar de la caída, el instante se llenó de una calidez y ternura que ambos apreciaron profundamente.
— Lo siento mucho. -Dijo Claude, sonriendo- No esperaba que... -Se detuvo al ver el arbusto de rosas rojas que había detrás de Damaris- Oh, mira.
Damaris siguió su mirada y vio las hermosas flores que los rodeaban. Sin pensar, extendió la mano para tocar una de las rosas y Claude hizo lo mismo. Sus dedos se rozaron y una descarga eléctrica recorrió sus cuerpos. Un instante de conexión intensa y mágica los envolvió, y ambos sintieron una profunda cercanía. La fragancia de las flores se mezclaba con la emoción del momento, creando una atmósfera inolvidable.
— Es como si el destino nos hubiera llevado aquí. -Murmuró Claude, acercándose más a Damaris-
Damaris sintió su corazón latir con fuerza mientras miraba a Claude a los ojos.
— Tal vez. -Respondió ella en voz baja- Tal vez sea hora de dejar que las cosas sigan su curso natural.
Claude sonrió y sin decir nada más se inclinó hacia adelante para besarla apasionadamente bajo las rosas rojas del arbusto.
Damaris sintió cómo el mundo a su alrededor se desvanecía en ese instante. El roce de los labios de Claude era suave al principio, como si estuvieran explorando un territorio desconocido, pero pronto se tornó más intenso, lleno de una urgencia que ambos habían estado reprimiendo.
El aroma de las rosas llenaba el aire, mezclándose con la fragancia de la hierba fresca. Damaris se dejó llevar, cerrando los ojos mientras sus manos buscaban el rostro de Claude, acariciando su mandíbula y enredando los dedos en su cabello. La calidez de su cuerpo contra el de ella era reconfortante, y cada latido de su corazón parecía sincronizarse con el de él.
Claude, sintiendo la entrega de Damaris, la atrajo más hacia él, profundizando el beso. Sus labios se movían en perfecta armonía, como si hubieran estado destinados a encontrarse de esa manera. La chispa que había surgido al tocar la rosa se transformó en un fuego ardiente que consumía todo a su alrededor.
— Damaris... -Susurró Claude entre besos, su voz cargada de deseo- No puedo creer que esto esté sucediendo.
— Yo tampoco -Respondió ella, su aliento entrecortado- Pero no quiero que termine.
Con un movimiento decidido, Claude la giró suavemente, quedando él sobre ella, rodeados por el suave manto de las rosas. La hierba era un lecho natural, y Damaris sintió una mezcla de emoción y vulnerabilidad al estar tan expuesta ante él. La proximidad de sus cuerpos y la belleza del entorno crearon un momento de intimidad y conexión profunda, mientras el aroma de las rosas y la frescura de la hierba los envolvían en un abrazo natural.
— Quiero que sepas que esto no es solo un momento. -Dijo Claude, mirándola a los ojos, su expresión seria pero llena de ternura- Siento que hay algo más entre nosotros.
Damaris y Claude se sumergieron en el momento, dejando que el mundo a su alrededor se desvaneciera. Cada beso era un nuevo descubrimiento, una promesa de lo que podría ser. Damaris se sentía viva, como si cada caricia de Claude encendiera una chispa en su interior. Sus manos se movían con confianza, explorando la suavidad de su cabello y la firmeza de su espalda, mientras él la sostenía con ternura, como si temiera que se desvaneciera.
Sin embargo, en medio de esa burbuja de intimidad, un sonido distante rompió la magia: el eco de una voz familiar llamando a Damaris. La realidad volvió a imponerse, y ambos se separaron lentamente, conscientes de que el momento había llegado a su fin. Damaris se levantó, sintiendo una mezcla de nostalgia y gratitud por el instante compartido, mientras Claude la observaba con una sonrisa que prometía futuros encuentros igual de intensos.
— ¡Damaris! ¡Damaris! -Gritó Christophe, su hermano, mientras se acercaba al jardín-
El corazón de Damaris se detuvo por un instante. La realidad se precipitó sobre ella como un balde de agua fría. Se separó de Claude, sus ojos reflejando una mezcla de sorpresa y preocupación. La magia del momento se desvaneció, y ambos se encontraron de nuevo en el mundo real, conscientes de las responsabilidades y desafíos que les esperaban.
— Es Christophe. -Dijo, su voz apenas un susurro, mientras miraba hacia la dirección de la voz-
Claude, aún con la calidez de su abrazo en su piel, se dio cuenta de la situación. La chispa que había encendido entre ellos se apagó momentáneamente, reemplazada por la urgencia de la realidad. Ambos sabían que, aunque ese momento íntimo había terminado, la conexión entre ellos seguía siendo fuerte y significativa, lista para reavivarse en cualquier momento.
— Debemos... -Comenzó Claude, pero Damaris lo interrumpió-
— Sí, tenemos que separarnos. No puedo dejar que me encuentre aquí.
Ambos se levantaron rápidamente, el césped fresco aún marcando sus cuerpos. Damaris sintió una punzada de tristeza al alejarse de Claude, pero sabía que era lo correcto. La conexión que habían compartido era intensa, pero la llegada de su hermano traía consigo la responsabilidad y la realidad de su vida cotidiana.
— Damaris, ¿Dónde estás? -Llamó Christophe de nuevo, su voz más cercana-
Damaris se enderezó, tratando de recomponer su expresión y su corazón. Se giró hacia Claude, quien también se esforzaba por ocultar la tensión del momento. Ambos intercambiaron una mirada rápida, un entendimiento silencioso de que debían actuar con normalidad. Damaris respiró hondo y se dirigió hacia la voz de su hermano, intentando mantener la calma. La serenidad del jardín se disipó, dejando paso a la realidad y a las responsabilidades que debían afrontar.
— Aquí estoy, Christophe. -Respondió, su voz un poco más alta de lo habitual, como si intentara ahogar la emoción que aún latía en su pecho-
Christophe apareció en la entrada del jardín, su expresión de preocupación se transformó en alivio al ver a su hermana. Sin embargo, al notar la cercanía de Claude, su rostro se endureció ligeramente. Damaris sintió un escalofrío recorrer su espalda, pero trató de no dejar que su hermano lo notara.
— Te he estado buscando. -Preguntó Christophe, su tono un tanto cortante mientras se acercaba a ellos. Se colocó entre Damaris y Claude, como un escudo protector, y tomó la mano de su hermana con firmeza, como si quisiera reafirmar su presencia-
Damaris sintió el calor de la mano de Cristophe, pero también la tensión en el aire. Claude, por su parte, mantuvo la calma, aunque su mirada se tornó seria. Sabía que debía ganarse la confianza de Cristophe, y no había mejor manera que demostrar que no era una amenaza. La determinación de Claude era evidente, y en ese momento, Damaris se sintió agradecida por su presencia y su deseo de proteger la armonía familiar.
— He estado con Damaris en el jardín. Solo estábamos disfrutando de la belleza de las rosas.
Christophe lo miró con desconfianza, sus ojos entrecerrados.
— ¿Disfrutando? -Repitió, como si la palabra tuviera un sabor amargo. Damaris sintió que la tensión aumentaba, pero decidió intervenir-
— Christophe, está bien. Claude es un buen amigo. No hay nada de qué preocuparse. -Dijo, tratando de calmar la situación-
— Estoy aquí para ayudar en lo que necesiten. -Claude asintió, manteniendo su postura abierta- No quiero causar problemas.
A medida que la conversación avanzaba, Damaris notó que la actitud de Christophe comenzaba a suavizarse, aunque aún había un destello de celos en su mirada. Claude, consciente de esto, decidió que era el momento de demostrar su valía. Comenzó a hablar sobre su familia, su vida en el palacio y su deseo de ser un buen amigo para Damaris. Poco a poco, Christophe pareció relajarse, aunque su mano seguía firmemente sujeta a la de su hermana.
Sin embargo, mientras la conversación fluía, Claude no pudo evitar notar a su chambelán, Edmund, acercándose junto a su guardia personal. La figura de Edmund era imponente, y su presencia siempre traía consigo un aire de autoridad. Claude suspiró, sabiendo que la llegada de su chambelán significaba que era momento de regresar al palacio imperial.
— Damaris, Christophe. -Dijo Claude, dirigiéndose a ellos con una expresión seria- Debo irme. Mis responsabilidades me llaman, pero espero que podamos vernos de nuevo pronto.
Christophe lo miró con una mezcla de curiosidad y recelo, pero Damaris sintió una punzada de decepción al saber que el momento que habían compartido estaba llegando a su fin.
— Claro, Claude. Gracias por... por todo. -Respondió Damaris, su voz un poco más suave, mientras su mirada se encontraba con la de él, buscando un último destello de conexión-
Claude sonrió, un gesto que prometía más encuentros en el futuro, y se despidió con un ligero movimiento de cabeza. Mientras se alejaba, Damaris sintió que una parte de ella lo seguía, deseando que el tiempo se detuviera un poco más en ese jardín lleno de rosas.
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❨ En el palacio imperial. ❩
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Claude llegó al palacio imperial, acompañado por Edmund, su chambelán, y Thaddeus, su guardia personal. Se dirigieron sin demora hacia el pequeño palacio que Claude había entregado a su concubina imperial, Diana. El aire estaba impregnado de una seriedad solemne, y cada paso resonaba con el peso de la responsabilidad y la expectativa.
Al llegar al lugar, se encontraron con Liliana York, la sirvienta personal de Diana y su persona de confianza. Liliana les dio la bienvenida con una inclinación respetuosa, su postura reflejando la dignidad y la lealtad que la caracterizaban. Su presencia aportaba una atmósfera de calma y seguridad, mientras guiaba a Claude y su comitiva hacia el interior del palacio.
— Su Majestad, la señorita Diana lo estaba esperando. -Dijo Liliana, con voz firme pero respetuosa-
Claude asintió, su rostro imperturbable pero lleno de determinación.
— Edmund, Thaddeus, esperadme aquí en la entrada. -Ordenó Claude, su tono autoritario dejando claro que no aceptaría objeciones-
— Diana. -Susurró, su voz cargada de emoción contenida-
Liliana permaneció en la entrada de la habitación, atenta pero discreta, asegurándose de que no se interrumpiera la intimidad del momento. Mientras Claude se acercaba a Diana, el ambiente se llenaba de una mezcla de anticipación y calidez, reflejando la complejidad de su relación.
Claude se acercó a Diana, su voz cargada de emoción contenida al llamarla por su nombre. Sin embargo, su corazón estaba firme en la decisión que había tomado. Había sido informado por su chambelán, Edmund, que Diana había estado insistiendo en verlo, ya que hacía tiempo que Claude la había estado ignorando, enfocándose más en su compromiso con Damaris.
Diana abrió los ojos lentamente, enfocándolos en Claude. Había una mezcla de sorpresa y aprensión en su mirada. Claude tomó aire, sabiendo que lo que estaba a punto de decir sería difícil para ambos.
— Diana, necesito hablar contigo. -Comenzó, escogiendo sus palabras con cuidado- He decidido que nuestra relación debe cambiar. Quiero que mantengas tu título como concubina imperial y te aseguro un salario fijo del castillo, para que no te falte nada. Sin embargo, nuestra relación personal debe llegar a su fin.
Diana se quedó en silencio, procesando lo que acababa de escuchar. La devastación se reflejaba en su rostro, y sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas.
— No, Claude... no puedes hacer esto. -Dijo Diana, su voz quebrada- No puedo aceptarlo.
Claude, a pesar de su determinación, sintió una punzada de culpa al ver la reacción de Diana. Pero sabía que debía seguir adelante, por el bien de ambos y de su compromiso con Damaris. La decisión era difícil, pero necesaria, y Claude estaba dispuesto a enfrentar las consecuencias con el corazón firme y la mirada puesta en el futuro.
— Diana, lo siento, pero esto es lo mejor para todos. No puedo continuar con una relación que ya no tiene futuro. -Respondió Claude, su voz más firme-
Las lágrimas comenzaron a correr por las mejillas de Diana, y su desesperación se hizo evidente. La tristeza en su mirada era inconfundible, y su cuerpo temblaba ligeramente mientras intentaba contener el llanto. La profundidad de su dolor tocó una fibra sensible en Claude, pero sabía que tenía que seguir adelante con su decisión, por el bien de todos.
—No lo aceptaré, Claude. No puedo vivir sin ti. -Insistió, su tono desesperad-
La insistencia de Diana comenzó a irritar a Claude. Sabía que debía mantenerse firme en su decisión. La frustración se mezclaba con la culpa, pero Claude entendía que, para seguir adelante con su compromiso con Damaris, debía permanecer inquebrantable ante los ruegos de Diana.
— Diana, esto se ha terminado. No puedo seguir así. -Dijo Claude, su voz llena de resolución-
Sin mirar atrás, Claude se dio la vuelta y salió de la habitación, dejando a Diana sumida en su dolor. Sabía que había hecho lo correcto, aunque la situación había sido dolorosa para ambos. Con pasos decididos, se dirigió a la entrada donde Edmund y Thaddeus esperaban, sintiendo el peso de la decisión que acababa de tomar, pero también la certeza de que era lo mejor para todos. La solemnidad del momento se reflejaba en cada uno de sus movimientos, mientras se preparaba para enfrentar las consecuencias de su elección.
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❨ Unos días más tarde. ❩
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Los periódicos de alta sociedad estaban llenos de chismes y noticias frescas. En las páginas de uno de los periódicos más populares, "El Eco de Obelia", la noticia del día capturó la atención de todos los lectores. Con titulares llamativos y fotos de archivo, el periódico informaba sobre la ruptura de la relación entre la concubina imperial Diana y el emperador Claude.
El titular decía: "Fin de una era: El emperador Claude y Diana rompen su relación." El artículo detallaba cómo Claude había terminado su relación con Diana, asegurándole que mantendría su título como concubina imperial y un salario fijo del castillo. Sin embargo, la ruptura había sido inevitable, y la relación se había enfriado desde el despertar de Damaris.
Mientras tanto, en la residencia de los Williams, Damaris estaba disfrutando de una tranquila mañana cuando sus sirvientas Jessy y Annie irrumpieron en la habitación con un periódico en mano.y
— Señorita Damaris, debe ver esto. -Dijo Jessy, extendiendo el periódico con emoción.
Damaris tomó el periódico y comenzó a leer el artículo. Sus ojos se abrieron con sorpresa al ver la noticia de la ruptura entre Claude y Diana. Pero lo que realmente capturó su atención fue el siguiente titular.
"Nuevo amor imperial: El emperador Claude se compromete con la señorita Damaris Williams."
La noticia rápidamente elevó el estatus de Damaris en la alta sociedad. La señorita Damaris, conocida por su inteligencia y gracia, se convirtió en una figura famosa y respetada. Muchas personas de la alta sociedad comenzaron a apoyarla, expresando su deseo de que Damaris se convirtiera en la próxima emperatriz de Obelia.
Jessy y Annie observaban la reacción de Damaris con una mezcla de emoción y orgullo. Las sirvientas se sentían honradas de servir a alguien que ahora era vista con tanto respeto y admiración, y sus corazones se llenaron de esperanza por el futuro que les aguardaba a todos en la residencia de los Williams.
— Señorita, ¡Esto es increíble! ¡Todos están hablando de usted! -Exclamó Annie, apenas conteniendo su entusiasmo-
— Sí, parece que la alta sociedad está muy interesada en su futuro como emperatriz. -Añadió Jessy, sonriendo ampliamente-
Damaris se sentó, procesando la información. El impacto de las noticias resonaba en su mente, transformando su vida y consolidando su lugar en el corazón del emperador y de la gente.
"Damaris Williams, la futura emperatriz: Apoyo creciente entre la alta sociedad."
El apoyo hacia Damaris no hacía más que crecer día a día. La conversación en los salones y banquetes se centraba en ella, y su influencia y apoyo no hacían más que aumentar. Sabía que estos momentos eran preciosos, y se sintió agradecida de poder compartirlos con aquellos que la apoyaban y creían en ella. Con determinación, se preparó para enfrentar los desafíos que vendrían, sabiendo que con Claude a su lado, nada era imposible.
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❨ En otro lado. ❩
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Simone se encontraba en su habitación, descansando por ser temprano aún. El sol apenas había comenzado a iluminar el cielo, y la tranquilidad de la mañana la rodeaba. A su lado, su esposo Asterophe dormía plácidamente, ajeno a la tormenta de emociones que se desataba en su interior.
En sus manos, Simone sostenía el último ejemplar de "El Eco de Obelia", con titulares que la hacían hervir de rabia.
"Fin de una era: El emperador Claude y Diana rompen su relación."
"Nuevo amor imperial: El emperador Claude se compromete con la señorita Damaris Williams."
"Damaris Williams, la futura emperatriz: Apoyo creciente entre la alta sociedad."
Simone observó las noticias y se molestó visiblemente, su rostro tensándose al leer los titulares. La noticia del compromiso de Claude con Damaris, su hermana, la irritaba profundamente. Con un movimiento brusco, Simone tiró el periódico a un lado, su disgusto evidente. Acarició su vientre hinchado por el embarazo de casi ocho meses, buscando consuelo en la sensación de la vida que crecía dentro de ella.
— (¿Cómo pudo Claude comprometerse con ella?) -Pensó Simone, su mente en un torbellino- (Damaris siempre ha sido una espina en mi costado. No puedo creer que ahora esté a punto de convertirse en emperatriz.)
A pesar de su ira, Simone sabía que debía mantener la calma por fuera. No quería alarmar a su esposo, que descansaba a su lado.
— (Necesito pensar con claridad y planear mis próximos movimientos cuidadosamente. No puedo permitirme que Damaris nos supere.) -Mientras sus pensamientos se arremolinaban, Simone miró a su esposo dormido y se comprometió a no dejar que esta situación la derrotara- (Damaris puede haber ganado una batalla, pero la guerra está lejos de terminar.)
Simone continuó acariciando su vientre, sus pensamientos llenos de determinación y un propósito renovado.
— (Voy a proteger lo que es mío y asegurarme de que mi hijo tenga el futuro que merece.)
Sabía que debía ser astuta y estratégica, y no permitir que sus emociones la controlaran. En su mente, ya comenzaba a trazar un plan para enfrentarse a Damaris y asegurarse de que su propio futuro y el de su hijo estuvieran asegurados.
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— - 🌷 - To be continue. . . ୭
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