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━━「 𝗖𝗔𝗣𝗜́𝗧𝗨𝗟𝗢 𝟭𝟭 」━━







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Estaba pasando tiempo con mi madre en la tranquilidad de nuestra sala de estar, disfrutando de una conversación y compartiendo momentos agradables. Mi madre, con su vientre notablemente crecido, se encontraba relajada y feliz, aunque sus antojos y cambios de humor eran frecuentes. Apreciaba estos momentos, sabiendo que pronto tendríamos un nuevo miembro en la familia.

De repente, nuestras risas y pláticas fueron interrumpidas por la abrupta entrada de mi padre a la sala. La puerta se abrió de golpe, y su figura apareció en el umbral, transmitiendo una sensación de urgencia. Al mirarlo, me di cuenta de que algo lo había perturbado profundamente. Su rostro, generalmente sereno y seguro, estaba ahora pálido como un fantasma. Sus ojos reflejaban una mezcla de preocupación y temor que nunca antes había visto en él.

La atmósfera cambió drásticamente en un instante. Mi madre, alarmada por su apariencia, intentó levantarse para acercarse a él, pero yo la detuve, colocándole una mano sobre el hombro para que permaneciera sentada y tranquila. La situación requería calma y claridad, así que me acerqué a mi padre, intentando entender qué era lo que lo había afectado de esa manera.

— Cariño... ¡¿Qué te sucede?! -Preguntó mi madre preocupada, intentando levantarse, pero no se lo permití-

— Madre, cálmate. -Le hablé con serenidad, dándole un pequeño beso en la mano- Padre... ¿Qué sucedió? -Lo examiné con dudas-

— Es un mensaje del palacio... -Apenas pudo decir esa oración-

— ¿Qué? -Me quedé en shock- Puedes explicarte mejor...

— Pronto será la fiesta del segundo príncipe heredero. -Suspiró- Han solicitado nuestra presencia.

— Parece ser obligatorio, por lo que no podremos negarnos a ir. -Dijo mi madre, agotada, mientras se sentaba-

— Tendré que ir también... -Comentó mi madre-

— No, no permitiré que te arriesgues en tu estado. -Me mantuve firme-

— Pienso lo mismo. Será mejor que te quedes y reposes. -Dijo mi padre, sosteniendo su mano y besando sus labios cariñosamente- ¿Puedes hacerlo por ti y nuestro pequeño?

— Uff... -Parecía estar molesta con su marido, pero aceptó a regañadientes- Será mejor que vuelvan temprano.

— Lo haremos, madre. -Respondí, riendo ligeramente-

Mi padre se retiró luego de pasar un tiempo con nosotras, dejándonos a mi madre y a mí en la tranquilidad de la sala. Decidí que era el momento adecuado para preparar mi vestimenta para el banquete que se llevaría a cabo ese día. Subí a mi habitación y seleccioné cuidadosamente un vestido elegante que destacara mi presencia en el evento. Después de vestirme, me miré en el espejo, asegurándome de que cada detalle estuviera en su lugar. Mi cabello estaba perfectamente arreglado y mi maquillaje sutilmente aplicado, resaltando mis mejores rasgos.

Bajé al primer piso con una gracia estudiada, y al llegar al salón principal, me encontré con la mirada recelosa de Simone. Sus ojos, llenos de desconfianza, me seguían cada paso. Sin embargo, decidí no prestar atención a su actitud y me concentré en mantener mi porte sereno y elegante. Mi objetivo era disfrutar del banquete sin dejarme afectar por las intrigas familiares.

Finalmente, partimos hacia nuestro destino en un carruaje lujosamente decorado. El trayecto estuvo lleno de conversaciones triviales, pero mi mente estaba enfocada en la velada que nos esperaba. Al llegar al castillo, descendimos del carruaje y fuimos recibidos por la majestuosidad del lugar. Los nobles presentes nos observaban con curiosidad, sus miradas escrutadoras fijándose en nosotros mientras avanzábamos por el salón principal.

El ambiente en el castillo era imponente. Las paredes estaban adornadas con tapices elaborados y candelabros de cristal iluminaban la sala con una luz cálida y dorada. Caminamos con seguridad hacia la familia imperial, presentando nuestros respetos con elegancia y reverencia. La realeza nos recibió con cortesía, y pronto nos integramos a la nobleza reunida en el banquete.

A medida que avanzaba la noche, me di cuenta de que los príncipes no dejaban de prestarme atención. Sus miradas constantes y penetrantes se clavaban en mí, haciéndome sentir incómoda. Decidí que lo mejor sería retirarme discretamente del salón para evitar más miradas inquisitivas. Me acerqué a mi padre y le comuniqué mi intención de tomar un respiro en el balcón. Él asintió con comprensión y me dejó ir.

El balcón ofrecía una vista impresionante del cielo nocturno, y me deleité observando las estrellas que brillaban con intensidad. El aire fresco y la tranquilidad del lugar me proporcionaron un momento de paz en medio del bullicio del banquete. Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que sintiera que alguien se acercaba. Escuché mi nombre pronunciado suavemente y, al voltearme, me encontré con el príncipe heredero.

— Señorita Damaris. -Volteé y noté que era el príncipe heredero-

— (Mierda...) -Pensé nerviosa y rápidamente hice una reverencia- Saludos al primer príncipe de Obelia.

— No tienes que ser tan formal. -Sonrió divertido, entregándome una copa de alcohol- Esto es para ti.

— Oh, gracias, príncipe heredero. -La sostuve, pero no bebí su contenido- ¿Qué hace aquí, su majestad?

— Eso debería preguntar yo. -Sonrió-

— Digamos que no me siento bienvenida. -Le sonreí incómoda- Soy hija de una prostituta, así que será difícil acabar con los malos rumores que me rodean.

— Si fuera tú, les demostraría que se equivocan. -Comentó calmado, acercándose a mi lado y apoyando sus brazos en el soporte-

— Gracias por el consejo. -Sonreí, observando las estrellas-

— Señorita Damaris... -Me acorraló contra el barandal y volteé rápidamente-

— Eh... ¿Qué está haciendo, Majestad? -Me puse nerviosa y noté cómo se arrimaba a mi rostro-

— Me interesas. -Sonrió, acercándose a mi oído- Conviértete en mi amante y prometo darte todo lo que desees.

— No, me niego. -Pasé por debajo de su brazo- He escuchado rumores sobre usted y la señorita Judith, así que me negaré y haré de cuenta que nada de esto pasó.

— ¿Creíste en esos rumores? -Se volvió a acercar, sosteniendo mis manos- Solo me interesa usted, señorita Damaris.

— Por favor, deje de mentir. -Mi expresión se volvió fría-

— No miento. -Puso su mano en mi barbilla y me obligó a verlo- Podrías tener muchos beneficios.

— No me interesa el poder. -Suspiré- Solo deseo vivir pacíficamente y sin conflictos.

— ¿En serio? -Rió ligeramente, acariciando mi mejilla, pero me alejé-

— No deseo ser una simple amante. -Fruncí el ceño- Quiero tener un buen matrimonio aceptado por mi padre y sé que él no aprobaría este tipo de unión. -Lo observé-

— Bien. -Suspiró- Soy el príncipe heredero y, si lo deseo, puedo convertirte en mi prometida y serías la próxima emperatriz -Sonrió ladino- ¿Qué te parece la idea?

— No... -Negue varias veces-

— Me encanta que seas difícil, pero estoy empeñado en hacerte mi prometida. -Dijo él, mientras besaba mi mejilla, y no pude evitar sonrojarme por su osadía-

— ¡C-cómo se a-atreve! -Me separé enérgicamente-

Justo cuando estaba a punto de darle una bofetada, sentí una mano firme sujetando la mía. La fuerza y la repentina intervención me hicieron detenerme en seco. Sorprendida, giré la cabeza para ver quién había intervenido en ese momento tan tenso. Al hacerlo, mis ojos se encontraron con una figura imponente y familiar: Claude.

Su mirada era intensa, y sus ojos reflejaban una mezcla de autoridad y determinación. Claude me sostuvo la mano con firmeza, asegurándose de que no pudiera completar el gesto impulsivo que había estado a punto de hacer. Su expresión era seria, y parecía evaluar la situación con cuidado, consciente del impacto que su intervención podría tener.

La presencia de Claude me dejó asombrada, ya que no esperaba verlo en ese momento, y mucho menos intervenir de esa manera. El ambiente se llenó de una tensión palpable mientras ambos manteníamos nuestras posiciones, intentando comprender las implicaciones de lo que acababa de suceder.

— Detente. -Ordenó- Si dañas a la familia imperial, pagarás con tu vida. ¿Entiendes?

— Oh... -Asentí, haciendo una reverencia- Lo siento mucho, príncipe heredero.

— No necesita disculparse. -Suspiró, sosteniendo mi hombro- Yo fui el grosero con la señorita Damaris... espero sepa perdonarme. -Su mirar era intenso y me produjo escalofríos-

— (Maldito loco...) -Suspiré mentalmente-

Supuse que no podría negarme a ser su prometida, dada su determinación y posición. Mientras intentaba asimilar la situación, noté cómo los hermanos, Claude y el príncipe heredero, se miraban con recelo. Sus ojos reflejaban una mezcla de rivalidad y desconfianza, como si estuvieran midiendo las intenciones del otro. La tensión entre ellos era palpable, cargando el aire de un ambiente incómodo y expectante.

Cada intercambio de miradas entre los hermanos aumentaba la tensión, creando una atmósfera que parecía al borde de estallar en cualquier momento. Los nobles presentes en el salón también comenzaban a percibir la animosidad entre ellos, lo que solo añadía más presión a la situación. Parecía que esa tensión persistiría, creando una escena aún más incómoda, cuando de repente, la figura de Penélope apareció.

Penélope, con su presencia tranquila pero autoritaria, logró romper el clima tenso que reinaba en el lugar. Su llegada desvió momentáneamente la atención de los hermanos, permitiendo que la situación se calmara un poco. Sin embargo, la sensación de rivalidad no desapareció del todo, y su intervención solo sirvió para poner una pausa en el enfrentamiento latente.

— Claude, ¿Qué haces aquí? -Preguntó la joven de cabellos marrones. Al percatarse de la presencia del príncipe heredero, lo saludó- Príncipe heredero...

— Estaba ayudando a la señorita Damaris con un problema. -Contestó serio-

— Será mejor que regresemos a la fiesta. -Frunció el ceño- No deberías dejarme sola, soy tu prometida.

— (Qué problemática...) (Pensé, haciendo una reverencia.)

— Tengo que retirarme.

— Espera... -Hablaron ambos hermanos al unísono, pero fueron interrumpidos-

Hice una reverencia frente a los tres y huí del lugar con la mayor dignidad que pude reunir. Sentía la mirada de los presentes en mi espalda mientras me alejaba, pero no dejé que eso me detuviera. Marché rápidamente hacia donde estaba mi padre, mi corazón latiendo con fuerza. Al encontrarlo, le conté lo sucedido, tratando de mantener la calma mientras relataba los acontecimientos. Juntos, ideamos una excusa para irnos, asegurándonos de que pareciera plausible y no levantara sospechas. Simone, que estaba a nuestro lado, parecía confundida por la prisa, pero preferí no comentarle nada para no añadir más tensión a la situación.

Al llegar a la mansión Williams, descendimos del carruaje y entramos en nuestra casa, donde fuimos recibidos por mi madre. Ella, con su intuición materna, notó que algo andaba mal, pero no hizo preguntas en ese momento. Tan pronto la saludé, decidí retirarme a mi habitación para encontrar algo de paz y privacidad. Jessy y Annie, siempre atentas, me ayudaron a desvestirme y ponerme el pijama, notando mi evidente cansancio.

Cuando finalmente me acosté y me tapé con las sábanas, le pedí a mis dos sirvientas que se marcharan. Necesitaba un momento a solas para reflexionar sobre lo sucedido en la fiesta de cumpleaños. Pensé en el príncipe heredero y en cómo su interés podría complicar mis planes. Deseé con todas mis fuerzas que se rindiera y no me prestara más atención, ya que su insistencia significaría un adiós a mi vida monótona y a la tranquilidad que tanto valoraba.
























❨ Después de unos meses. ❩
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Despierto por los ruidos provocados por mi criada, que se mueve con diligencia por la habitación, preparando todo para el día. Los suaves sonidos de su actividad, el tintineo de los utensilios y el murmullo de sus pasos, me hacen saber que la mañana ha comenzado. Con movimientos lentos y algo pesados, me siento en la cama, aún sintiendo el peso del sueño en mis párpados, que se niegan a abrirse completamente.

Frotándome los ojos con cuidado, intento despejar la somnolencia que aún me envuelve, permitiendo que la claridad del nuevo día se instale en mi mente. La luz suave que entra por la ventana y el aire fresco de la mañana comienzan a avivar mis sentidos, ayudándome a despertar por completo.

Escucho el saludo de buenos días de Jessy, mi fiel criada, cuya energía contagiosa siempre logra animarme, incluso en las mañanas más difíciles.

— Buenos días, señorita Damaris. -Dice Jessy con una sonrisa brillante, su tono lleno de entusiasmo y vivacidad-

— Buenos días, Jessy. -Respondo, tratando de sacudir la somnolencia- Por favor, tráeme lo necesario para refrescarme.

Mientras me limpio el rostro con agua fresca y me alisto para el día, mis pensamientos vuelven una y otra vez a mi primera reunión después de la ceremonia de adultez. El evento se aproxima rápidamente y me tiene llena de expectativas y nerviosismo. Siento un ligero cosquilleo en el estómago, mezcla de emoción e incertidumbre, mientras trato de imaginar cómo se desarrollará todo.

En esos momentos de introspección, un deseo cruza mi mente: que Elisabeth hubiera conocido ya a su futuro esposo. Pienso en ella y en su dulzura, esperando que pronto encuentre la felicidad que merece. Suspiro suavemente, dejándome llevar por la esperanza de que todo salga bien para ella, que su camino esté lleno de amor y alegría.

— Este... señorita. -Llama Annie, acercándose de manera tímida pero radiante- ¿Me queda bien? -Pregunta, mostrándose con un vestido elegante-

La miro detenidamente, evaluando su atuendo.

— Te ves bien, ¿Por qué preguntas? -Respondo con curiosidad-

— Bueno, solo es que estoy asistiendo a la reunión, y tú también te arreglaste mucho... -Admite Annie, un leve rubor en sus mejillas-

— No hay un hombre en este mundo que no le gusten las mujeres bellas, Annie. -Digo, tratando de animarla. La veo sonreír, más confiada-

Me contenta ver a Annie tan entusiasmada y preparada para la reunión. Su energía vibrante y su entusiasmo son contagiosos, llenando la habitación de una atmósfera positiva y esperanzadora. Mientras ajusta los últimos detalles de su vestimenta, su rostro irradia una confianza y determinación que me reconfortan profundamente.

La presencia de Annie siempre ha sido un pilar de apoyo para mí, y sé que su dedicación será invaluable en los eventos que están por venir. Su capacidad para mantenerse tranquila y enfocada en situaciones de presión, junto con su intuición y agudeza, hacen de ella una aliada indispensable. En cada interacción, su compromiso y lealtad se hacen evidentes, y me siento afortunada de poder contar con su compañía en momentos tan cruciales.
























❨ Un tiempo más tarde. ❩
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En aquel momento en que me presenté en la residencia de Elisabeth, mi llegada fue recibida con entusiasmo. Mis amigas me reconocieron al instante y no tardaron en rodearme, saludándome con alegría y elogiando a mi dama de compañía. El ambiente se llenó de risas y comentarios amistosos mientras intercambiábamos palabras.

A pesar del bullicio, noté que todas parecían ansiosas por saber cómo me había ido en mi ceremonia de adultez. Las preguntas surgieron rápidamente, cada una más curiosa que la anterior. Traté de responder con calma y paciencia, compartiendo los detalles más destacados de la ceremonia. Finalmente, nos acomodamos y decidimos sentarnos en un círculo, listas para continuar la conversación.

Sin embargo, la ausencia de Elisabeth no pasó desapercibida. Las chicas comenzaron a lanzar miradas inquisitivas hacia la puerta, preguntándose la razón de su retraso. Intuí que su tardanza podría estar relacionada con su pretendiente, lo que me hizo esbozar una sonrisa. La posibilidad de buenas noticias sobre su vida amorosa añadía un toque de emoción a la reunión, y no pude evitar pensar que la llegada de Elisabeth alegraría mi día aún más.

— ¡Lo siento mucho, a todas ustedes! -Dijo abruptamente al entrar con un ramo de flores- ¿Llegué demasiado tarde?

— ¡Señorita Elisabeth! -Exclamaron todas preocupadas-

— ¿Te pasó algo en el camino? -Preguntó una joven-

— Oh, es que iba a salir, pero en ese momento llegó un invitado...

— ¿Un invitado? -Preguntaron, intrigadas-

— Un mensajero del marqués vino... -Respondió ella, sonrojándose-

Las chicas parecieron emocionadas al escuchar la mención del Marqués Connor. Sus ojos brillaban de curiosidad y rápidamente comenzaron a preguntarle a Elisabeth cómo lo había conocido. La habitación se llenó de murmullos y exclamaciones, creando una atmósfera de expectativa.

Elisabeth, con un rubor evidente en sus mejillas, comenzó a contarles su historia. Sus palabras eran medidas, pero su tono delataba una profunda emoción y aprecio hacia el marqués. Mientras hablaba, su rostro se iluminaba, reflejando la alegría y el encanto que sentía por él. Cada detalle que compartía solo aumentaba la fascinación de las demás, que la escuchaban con atención y entusiasmo.

Observando a Elisabeth, decidí aprovechar el momento para hacerle una pregunta que la tomaría por sorpresa, deseando profundizar más en sus sentimientos.

— ¿Se encuentra enamorada, señorita Elisabeth?

— ¿Eh? -Me miró, sorprendida-

— Señorita Elisabeth... ¿Le gusta el marqués Connor?

Se mantuvo en silencio por un momento, sus ojos reflejando una mezcla de emociones mientras procesaba la pregunta. Luego, una suave sonrisa se dibujó en su rostro, irradiando amabilidad y comprensión. Al ver su expresión, me acerqué y le tomé la mano con delicadeza, mostrándole mi apoyo y transmitiendo mi solidaridad. El contacto fue un gesto simple pero significativo, una forma de asegurarle que estaba allí para ella en ese momento de vulnerabilidad.

— No sé qué tipo de persona es el marqués... pero no creo que sea una mala persona. -Comentó ella- Pero en lugar de pensar en algo tan obvio, deseo que usted tenga una relación llena de felicidad.

— Señorita Damaris... -Dijo conmovida- Eso es lindo. En realidad, me has dado palabras amables todo este tiempo... no creo mirar hacia atrás. Muchas gracias, lo recordaré.

— Oh, solo pensé que su felicidad sería más importante.

— Gracias al pañuelo que hice junto a la señorita Damaris, pude conocerlo.

— Señorita Elisabeth, eso fue hecho por usted. -Respondí, notando su vergüenza-

Me percaté de la mirada de Annie, cuyos ojos reflejaban una mezcla de admiración y determinación. Sonreí ligeramente, reconociendo en su expresión la comprensión de que su lealtad y servicio fiel serían cruciales para ambos. La conexión entre nosotras se fortalecía con cada momento, y su devoción me daba la seguridad de que juntas podríamos enfrentar cualquier desafío.

Cuando la pequeña fiesta finalizó, me despedí de todas, intercambiando palabras de agradecimiento y abrazos. Con pasos decididos, me encaminé hacia mi carruaje, seguida de cerca por mi sirviente, que cargaba cuidadosamente los obsequios y recuerdos de la velada. Después de subirnos al carruaje, nos dispusimos a regresar a la mansión de mi padre, dejando atrás el bullicio de la fiesta y llevándonos con nosotras los recuerdos de una noche memorable.
























❨ Una semana más tardé. ❩
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La joven se reunió con Elisabeth en su hogar, y después de un cálido recibimiento, ambas se dirigieron al salón principal. El ambiente estaba decorado con elegancia, y la luz natural que entraba por las ventanas añadía un toque acogedor al lugar. Se sentaron en un par de cómodos sillones, preparadas para tener una charla privada sobre el Marqués Connor.

Damaris, notando la mezcla de nerviosismo y emoción en el rostro de Elisabeth, decidió aprovechar la oportunidad para ofrecerle algunos consejos valiosos que podrían ayudarla a lograr una conquista perfecta.

— Deberías entregarle unos guantes hechos por ti misma —sonrió—. Quizás consigas conquistarlo aún más.

Elisabeth se emocionó ligeramente, sus ojos brillando ante la idea.

—¡Wow! —exclamó—. Pero el invierno ha terminado, ¿estará bien preparar unos guantes ahora?

Damaris asintió con convicción, segura de su consejo.

—¡Sí! Creo que daría una muy buena impresión recibir algo así, independientemente de la estación.

Elisabeth asimiló el consejo, visualizando la reacción del Marqués al recibir un regalo tan personal y significativo. La charla continuó, llena de ideas y estrategias, mientras Damaris y Elisabeth fortalecían su amistad y se preparaban para los desafíos y alegrías que el futuro les deparaba.


El encuentro terminó exitosamente y Damaris acompaño a Elisabeth a la salida. En el momento que intercambiaron, la mayor se marchó mientras la rubia observaba cómo su carruaje se alejaba de su residencia.

— ¿Cómo es que tienes tanto conocimiento sobre esto? Me da mucha vergüenza recibir consejos de una persona más joven que yo...

— Es mi entretenimiento leer sobre las historias de amor entre los plebeyos. -Mintió- Incluso los niños más pequeños que yo hablan de esto con más frecuencia.

— Debe de ser un pasatiempo divertido. -Sonrió la joven de ojos celestes-

El encuentro terminó exitosamente, con sonrisas y una sensación de logro palpable en el aire. Damaris acompañó a Elisabeth a la salida, sus pasos resonando suavemente sobre el suelo del vestíbulo mientras caminaban juntas. Al llegar a la puerta, se detuvieron por un momento, intercambiando miradas y palabras de despedida cargadas de afecto y gratitud.

Elisabeth, la mayor de las dos, le dio un abrazo a Damaris antes de marcharse, su sonrisa iluminando su rostro. La joven rubia observó cómo su amiga subía al carruaje, los caballos resoplando en la fresca mañana. Con un último adiós, el carruaje comenzó a moverse, alejándose lentamente por el camino empedrado.

Damaris se quedó en la entrada, observando cómo el carruaje de Elisabeth se alejaba de su residencia. Sus pensamientos revoloteaban con la esperanza de que los consejos dados fuesen útiles y que su amiga encontrara la felicidad que buscaba. La figura del carruaje se fue haciendo cada vez más pequeña hasta desaparecer en la distancia, dejando a Damaris con una sensación de calma y satisfacción por el tiempo compartido y el apoyo brindado.






— - 🌷  - To be continue. . . ୭
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