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Capítulo 2

"And if you ask me to, daddy's gonna buy you a mockingbird, i'mma give you the world"



✩°。⋆⸜ ✮



MARK:

—¡Quiero patinar!—grita mi hija bajando las escaleras.

Yo que estaba preparándole el almuerzo, me giró hacia ella y la miro confuso.

—¿Quieres patinar?, si quieres esta tarde vamos a una tienda y te compro un patinete— digo volviendo a seguir con lo que estaba haciendo.

Ruby un tanto refunfuñada, camina rápidamente hacia mi a paso pequeño, y una vez está a mi lado empieza a tirarme de la camiseta, no con mucha fuerza ya que tan solo era una niña de seis años.

—¡No papá!— dice ella frunciendo el ceño—no quiero un patinete, ¡quiero aprender a patinar sobre hielo!— su voz era con convicción, lo que hace que baje mi mirada hacia ella y deje de prestarle atención a su almuerzo.

—¿Ah si?— digo mientras un pequeño deja vú se hace presente en mi, hace años había amado tanto a alguien que patinaba...— ¿y eso por qué?—

La pequeña rápidamente toma el ordenador que había en la mesa del café y corre de nuevo hacia mi, para enseguida encender el aparato y buscar algo.

—Mira, esta es Anya, es mi patinadora favorita— ella gira la pantalla hacia mi y me enseña un vídeo de una chica patinando, lo hace realmente bien

Yo asiento a lo que ella me dice y termino de hacerle el almuerzo mientras camino hacia la mochila de Ruby para guardarle ahí su almuerzo ya que en poco menos de media hora debía llevarla a la escuela.

Mientras yo caminaba, mi pequeña niña me seguía con el ordenador en sus manos.

—Ten cuidado o se te va a caer—

—No, no se me va a caer papá, pero míralo por favor— dice ansiosa de que escuche lo del patinaje

—Está bien— digo tomando el ordenador con una mano y su pequeña mano con la otra mientras caminamos hacia el sofá de la sala— vamos a ver, ¿que quieres que vea exactamente?—

—Como te decía, ella es Anya, mi patinadora favorita— repite ella— su entrenadora tiene su academia de patinaje justo aquí en Mónaco, y la edad mínima para inscribirse son los seis años— dice ella mirándome con ojitos brillantes.

—Así que imagino que lo que quieres que haga es que te inscriba— digo riéndo

Ella enseguida asiente frenéticamente y me toma del brazo

—¡Si papá!, ¡por favor!— se tono era ansioso, realmente quería patinar

Desde que Gretta, quien es la madre de Ruby, y yo nos habíamos divorciado y huyó dejando a Ruby atrás hace dos años, mi pequeña había estado muy triste, así que haría lo que fuese por verla sonreir tal y como hacia antes de que Gretta se fuera de nuestras vidas.

—Está bien, mañana mismo iremos a esa academia, ¿te parece bien?— le confirmo

Ella se levanta y empieza a dar saltos eufórica.

—¡Si!, ¡gracias, gracias, gracias!— dice ella dándome un pequeño beso en la mejilla y volviendo a dar saltos.

Ver a mi hija feliz me llenaba el corazón de alegría.

Mi ex mujer Gretta y yo nos separamos porqué en el fondo sabía que yo nunca la había terminado de amar del todo, y ella también lo sabía, en algún momento se nos pasó por la cabeza que ser padres reforzaría nuestra relación, así que tuvimos a Ruby, pero nada realmente cambió entre nosotros. Así que después de muchos años soportandonos en lugar de amarnos, cuando Ruby tenía 4 años le pedí el divorcio a Gretta. Finalmente se me dio la custodia mayoritaria, y Gretta veía a Ruby los fines de semana, hasta que una semana ya no vino a ver a Ruby, y así semana tras semana durante dos meses. Un día llegó una carta de Gretta diciendo que no podía más con esta situación y que había decidido mudarse a Canadá diciéndome que cuidara de Ruby ya que no sabía cuando volvería a verla, por lo que el juez terminó dándome la custodia completa de mi hija, así que nos mudamos a Mónaco hará poco menos de un año.

Desde que Gretta dejó de ver a Ruby, la pequeña cambió totalmente, ella siempre había sido una niña risueña y sonriente, cosa que cambió drásticamente, ya no sonreía tanto, era más callada, y ya ni siquiera me pedía que la llevase a jugar a casa de sus amiguitas. Eso poco a poco fue cambiando, pero aún no terminaba de ser tal y como había sido siempre, mi pequeño rallito de luz.

Así que esperaba que practicar patinaje la alegrara.



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Al día siguiente, Ruby y yo decidimos ir a la academia de patinaje de la que tanto había estado hablando.

Así que después de recogerla del colegio, lo primero que hicimos fue conducir directamente a la academia.

—¿Estás nerviosa?— pregunto mientras conducía por las calles de Mónaco.

—¡Mucho!— confiesa la niña— pero estoy muy ilusionada también, ya quiero empezar— dice ella muy pero que muy ilusionada.

Yo simplemente río por lo bajo y continúo conduciendo.

10 minutos después llegamos a la academia, y me dedico a aparcar el coche en el aparcamiento que había justo delante. Hasta que de repente veo que mi hija se desabrocha el cinturón y abre la puerta del coche.

—¡Oye Ruby!, ¿que estás haciendo?— le pregunto preocupado— ¡vuelve a sentarte!—

La niña me mira suplicante y pone las manos como si fuese a rezar.

—Papa, por favor, ¿y si hay cola para la inscripción?, necesito entrar la primera—

Yo niego con la cabeza y ella vuelve a sentarse cruzando los brazos impaciente.

Yo sigo aparcando y de repente veo que se vuelve a levantar.

—Papá, por favor— dice ella con la mano en la palanca de la puerta.

Yo niego exasperado y termino cediendo

—Está bien, ¡pero mira antes de cruzar la calle!— digo para ver como sale del coche como un cohete.

Una vez la veo entrar a la academia sana y salva, termino de aparcar mi coche.

5 minutos después camino tranquilamente hacia el edificio y entro en el.

Observo el hall y no veo a nadie ahí, ni rastro de mi hija. Finalmente veo a una muchacha que estaba apunto de salir y me acerco a ella.

—Disculpa, ¿has visto a una niña pequeña?, es de pelo castaño y probablemente venía corriendo y saltando—

La muchacha me mira y asiente.

—Si, ha entrado a la oficina de la señorita Sapozhnikova— dice ella sonriente mientras apunta hacía la puerta de la oficina.

¿Sapozhnikova?, debía ser pura casualidad.

Yo asiento un poco confuso y camino hacia la oficina.

Una vez abro la puerta veo a mi hija sentada frente a la mesa de la oficina.

—Hola Ruby, ya estoy aquí — digo besando la cabezita de mi hija y sentándome en la silla a su lado— encantado, Soy Mark— digo tendiéndole la mano a la mujer frente a mi.

Hasta que pongo mi mirada en ella y mi sonrisa cae al suelo cuando me doy cuenta de quien es.

Esa mujer que no había abandonado mis pensamientos desde el día en que me dijo que no quería verme más.

—¿Natty?—



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NOTA DE LA AUTORA:

¡Hola!, he vuelto🫶🏻

Este capítulo era más que nada explicativo, para tener la perspectiva de como es la vida de Mark con la pequeña Ruby, y un contexto de como ha sido su vida desde que se alejó de Natalia.

Nos leemos en el próximo capítulo💓

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