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𝟎𝟎𝟏. unwanted firstborns.

【 𝓓. 001 】

AÑO 117 DESPUÉS DE LA CONQUISTA,
KING'S LANDING.

La princesa Alyssane nació como la primogénita del matrimonio entre Rhaenyra Targaryen y Laenor Velaryon, en el 106 d.C. Su madre contaba con tal solo diez y cuatro inviernos cuando alumbró por primera vez, esperanzada e aferrada a la idea de tener un hijo que gozará de rasgos valyrios, incluso, en secreto la jovén deseaba que fuera una replica de su amada madre a la cuál extrañaba tanto, el varón que nunca pudo tener. La heredera al trono se sentía tan sola y alejada que lo único que la mantenía con escaza alegría era su futuro bebé, lo que cambiaría su vida para siempre como solía repetirle su padre con tanta felicidad desde que anunció su embarazo.

Fue en un día acalorado y de festejos en su honor que nacieron los herederos del dragón. Por un lado la princesa luchaba con miedo e incertidumbre en la cama de parto, sintiendo temor de esa nueva responsabilidad que le arrebató a su madre hace no mucho y que por desgracia, había ocasionada una inseguridad en su vida que nunca padeció hasta que su padre tomó la decisión de casarse una segunda vez, con Alicent Hightower, su amiga de infancia.

Y del otro lado del castillo, en el Torreón de Maegor, la reina daba a luz afortunadamente con todas las expectativas de un parto seguro, sin complicación alguna como toda mujer encintada desearía. Pero lo que no, era la soledad con la que nacía el segundo hijo del rey Viserys. En los aposentos de su majestad solo habitaban la madre, el maestre Mellos, y una que otra doncella. Se asegurá que la jovén reina no lloró por el dolor sino que por la ausencia de todos los que al menos ella consideraba parte de su vida, a excepción de la delicia del reino que por supuesto, estaba dando a luz como ella.

Oh, Rhaenyra.

Alicent deseaba con todas sus fuerzas dar a luz a una niña que se asemejara a ella: cabellos cobrizos e ojos marrones, con una piel tan pálida como el invierno, alguien a quién pudiera acunar su rostro entre sus manos amorosas y llenar de besos cálidos como solo una madre podía, así como solían hacerlo con ella, cuando era una simple lady. Y por supuesto, que la princesa que diera al reino sea lo que hiciese rendir a su padre con crearle una rivalidad contra la única amiga que tuvo desde su niñez. Sus últimas fuerzas antes de caer rendida las destino a una fuerte maldición contra los Siete si es que le daban un varón y no a Rhaenyra como debía de ser si eran tan justos como dictaminaban las Septas.

¿Justos o convenientes?

¡Puje, princesa! ¡Puje!— insistió el maestre Gerardys aún cuando la menor se negó llorando.

Rhaenyra tenía la respiración agitada, en cierto punto ya no podía contrarla y las lagrimas por pensar que fallaría en dar a luz abundaban, ocasionando que su hostigamiento aumentará. Todo estaba en su contra.

Mi niña...— la voz de su padre resonó contra sus oídos, no pudo verlo pues mantenía sus ojos cerrados queriendo que todo fuera un mal sueño.—Vamos, escucha a Gerardys... te prometo que todo valdrá la pena una vez que tengas a tu hijo en brazos.

No puedo...

A Viserys le dolía, por supuesto que lo hacía ver a su única hija en el mismo estado que su difunta esposa. Pero más lo hacía saber que él era el responsable de todo ese dolor. No era mujer pero cualquiera podría darse cuenta a simple vista de que Rhaenyra no estaba teniendo un parto normal. Las manchas de sangre en las sábanas blancas estaban próximas a ser la mismas con las que envolvieron a Aemma momentos antes de ser quemada en su funeral.

Él se negó, no estaba dispuesto a perder a otra integrante de su familia pero tampoco a ver su dolor. Entonces, un recuerdo se le vino a la mente, que convirtió en idea.

Beso la frente de Rhaenyra, descansando en esta misma la suya mientras le murmuraba algo que solo hizo que la menor asintiera con la cabeza para después abrir y cerrar la boca, haciendo los mismos ruidos de cuando era una bebé en sueño.

—Digame la verdad, ¿la princesa vivirá?— preguntó a Gerardys en voz baja alejandolo un poco de las mujeres que trabajaban.—¿Qué es lo que ocurre?— fue insistente.— Mi hija no puede ser débil en la cama de...

—Su hija es una niña.— le explicó.—Un parto a su edad siempre es complicado, esto tal vez dure horas... así como días, pero la princesa dará a luz.

—¿Y si no?— los ojos del rey se humedecieron. Ya no toleraba la situación, su corazón de padre le dolía.—¿Qué me asegura no perder a mi única hija y a mi nieto?

Por unos momentos la observó, recostada con cientos de almohadones y el rostro sudado causando que sus cabellos plateados se le pegaran desordenadamente. No entendía como es que aún así sonreía.

Una sonrisa de tristeza claro esta.

—Se lo aseguro yo, majestad. No hay mujer embarazada que haya muerto bajo mis labores.

«Siempre hay una primera vez.»

—Y-yo...— tragó en seco, dando una gran bocada de aire.—Alguna vez escuche sobre que en la Ciudadela se practica un método en el que cortan el útero de la madre y sacan al niño...

Gerardys lo miró desconcertado, con el entrecejo fruncido por lo que estaba insinuando.—¿Usted quiere que...? ¿Que mate a la princesa? ¿Su heredera?

—¡Por supuesto que no!— al percatarse de que había despertado a Rhaenyra maldijo en voz baja.—Maldición...— pudo observar como es que su hija empezó con los dolores, pidiendo que la dejarán en paz.—Sé que se puede salvar a ambos... con una buena técnica. Es arriesgado pero si mi hija muere con ella toda mi descendencia, no puedo simplemente perder a mi nieto.

—En estas ocasiones solo el esposo puede decidir, ¿dónde esta Sir Laenor?

Ese mismo día nació el príncipe Aegon, nombrado de esa forma por el propio Viserys Targaryen que finalmente, se había dignado a aparecer en los aposentos de su esposa cuando escuchó que no estaba consciente luego de haber dado a luz, dejando a su hija en manos del maestre Gerardys, el cual tenía la ordén de sacar al niño del vientre de la princesa Rhaenyra.

Champiñón nos asegura que no fue de esta manera. Sino que el rey tan solo abandonó los aposentos en los que se encontraba por la culpa de saber que en realidad sus palabras eran claras en mandar a la misma muerte a su primogénita. Y que el único en conocer al hijo de la reina —ajeno a Mellos y las doncellas— fue Sir Criston Cole. El hombre solo tomó en brazos al nuevo vástago de Alicent Hightower, manteniendo su palabra de proteger a los hijos de esta, y no salió del lugar hasta asegurarse de que la Mano del rey llegará.

Es verídico que Gerardys no realizó ninguna monstruosidad contra la heredera al trono. Más bien fue un hombre de valor desafiando la palabra del rey —que se hizo responsable a la falta de Sir Laenor Velaryon—, solo siguiendo sus conocimientos propios. Bien sabía que eso de «la Ciudadela y sus enseñanzas» eran simples técnicas que fallaban a una de las primeras leyes a las cuales juraron seguir como maestres.

Todos o ninguno.

La misma frase que hasta el momento, era la favorita de la ahora madre de tres niños Velaryon.

A Rhaenyra le disgustaba que hubieran diferencias entre sus hijos, trataba de que siempre tuvieran una buena relación como lo que eran, hermanos, y que a diferencia suya, tuvieran la oportunidad de ser unidos.

Pero su esposo no ayudaba en eso.

Laenor Velaryon era conocido por ser un hombre risueño y de buen habla, sacando risas hasta en los más deprimidos pero cuando de su primogénita de trataba, todo parecía ser solo una mentira. Sus preferencias con respecto a sus tres hijos eran notorias, y eso hacía doler el corazón de la jovén princesa.

Incluso en más de una ocasión hubo pleitos entre el matrimonio por la más mayor. Ambos buscaban que hacer de Alyssane, su primera hija. Era claro que no toda la vida dependería de ellos y que algún día se haría de su propia herencia. La encrucijada era, ¿cuál herencia?

Era fácil.

«Tiene su sangre —argumentó la mujer—. Y la quiere en el trono», algo en lo que por primera vez su esposo estuvo efusívamente de acuerdo. Él tampoco se quedó callado, y habló a su favor. «Darle Marcaderiva a la niña sería aumentarle su altanería, no olvido ni perdono». Su mejor opción para ese entonces, fue llegar a la conclusión de que Jacaerys y Lucerys serían los respectivos herederos de cada uno, dejando de lado a la mayor por el fresco resentimiento que sentían los dos contra cierto escudero que compartía similitudes fisícas con Alyssane.

Al principio, fue un asunto sin relevancia que no hacía mucho efecto en la madre de la princesa. Pero con el pasar de los inviernos la culpa la invadía por haber desprendido su remordimiento contra alguien que no le había hecho nada, y que ese alguien fuese, su única hija.

Cualquiera podría pensar mal de Rhaenyra Targaryen, que no quería a su primogénita, pero eso estaba muy alejado de la realidad.

Por supuesto que la amaba, ¿cómo no podría hacerlo? Era su primera hija, a la cual había llevado durante nueve lunas en su vientre, dandole caricias diarias, hablandole como si la escuchara sobre lo mucho que esperaba su llegada y que le enseñaría a ser la mejor jinete de dragón. Pero en el momento que vió su pequeño cuerpo llorando ante su llegada, solo pudo concentrarse en esos cabellos negros que llamaban la atención de todos.

Y sus ojos, por todos los Dioses. Cuando los abrió por primera vez pudo ver como eran igual de verdosos e intensos que los del hombre que más odiaba, él mismo que abandonó la amistad que ella creía existente para repudiarla por su simple elección en aquél barco tiempo atrás, y que luego se puso bajo el mando de Alicent Hightower.

No fue fácil cargar con una pequeña versión suya, que para aumentar el conflicto era su primera hija a la edad de diez y cuatro inviernos. No solo había experimentado cambios en su cuerpo sin saber la razón ni poder hablarlo con alguien, sino que también practicamente habían crecido juntas y en los primeros tiempos parecía que era más su amiga en lugar de su hija, pues no se acostumbraba a diferencia de la reina Alicent, la cuál se obligó a madurar más rápido que Rhaenyra por Aegon.

Si bien el príncipe Aegon en sus tres primeros años de vida fue bien recibido no hacía falta ser muy íntimo para darse cuenta de que pasaba la mayor parte del tiempo bajo el cuidado de sus niñeras. Su madre ni siquiera podía verlo, le era el recordatorio de cada carta de su padre con que debía prepararlo, que era su deber, que había roto la incertidumbre de más de quince años del reino con respecto a un heredero y que ese debía ser su mayor orgullo.

¿Pero era eso lo que quería? Estaba claro que no. La corona y los títulos, nada de eso le importaba a la reina Alicent, ella ni siquiera quería ser reina, muchos menos cumplir con los labores de una. Nunca tuvo la opción de elegir algo propio sin la aprobación de su padre como se lo dijo una vez Rhaenyra, y Aegon formaba parte de esas elecciones inpropias.

Lo amaba, pero era más hijo del juego de tronos que de ella misma.

Y por supuesto, el trauma de ser una madre jovén e inexperta al igual que la princesa hacía efecto en sus sentimientos con respecto a su primogénito. O eso es lo que quiere creer el jovén príncipe, que por eso sus hermanas —las primeras en llegar después de él— son la adoración de su madre, porque las tuvo a una edad mayor. Y ni hablar de Aemond o Daeron, los sin duda niños de mamá.

Los años pasaron de esa forma, nunca cambió nada, al menos a favor de Aegon.

«Los primogénitos no deseados» como los llamaba Champiñón, pasaban la mayor parte de su tiempo concentrados en hacerse como excelentes príncipe y princesa, buscando en cada momento la excusa perfecta para enorgullecer a sus padres, aunque lo único que recibían era una escaza sonrisa de sus madres y —si tenía suerte el peliblanco— un beso en la mejilla con unas palabras que parecían sacadas de un libro de poesía mediocre. No hace falta mencionar a sus padres, Viserys y Laenor con suerte y los volteaban a ver, olvidandose siempre de su existencia, consintiendo a otros niños que no fueran ellos descaradamente.

—¿Podrías buscar otro libro, por favor?— pidió con un tono suave la princesa Alyssane al momento de sentir otras manos tocar el libro que estaba por sacar de una de las estanterías.

Pero él se negó.—No lo creo, lo necesito para estudiar, princesa.

La niña Velaryon apretó sus labios un poco confundida al ver como no recibía el libro que se negaba a soltar.

—Pero te estoy pidiendo por favor.— frunció su entrecejo, haciendo una mueca.

—Lo necesito para estudiar, lo siento, princesa Alyssane.— por la fuerza que tenía, Aegon jaló el gran libro hacia él. Solo que no esperaba que lo imitaran.—¿Qué haces?

—Yo también lo necesito para estudiar, mañana las Septas me harán preguntas sobre él.

—Que sorpresa.— el niño de apenás diez y un onomástico puso una sonrisa forzada.—A mi también.— forzejeo su agarre.—Y quiero seguir siendo un alumno de diez.

—Podemos compartir.— le ofreció la niña.

Aegon lo pensó por unos segundos, no muy convencido por la idea ya que tenía planes de leer en sus aposentos y de paso romper el ayuno, de esa forma ganaría el suficiente tiempo para dar un paseo en Sunfyre antes de que sus padres terminaran con el consejo real y pudieran encontrarlo en sus practicas de espada de manera puntual.

Aún dudando, accedió de igual forma.

—¿Lees lento o rápido?

Alyssane lo miro extrañada.—¿Qué es esa pregunta, mi príncipe?

Rodó sus ojos por la obviedad.—Para saber si iremos al mismo tiempo, no me gusta tener que esperar, por eso detesto leer con mis hermanos menores.

—Oh.— sus labios se encurvaron, apenada por no entender desde un principio.—Supongo que, ¿rápido? Aunque...— el detenimiento de sus palabras hizo al príncipe cerrar sus ojos con frustración.—Necesito dar más de dos leídas para entender e imaginar la situación, solo de esa forma aprendo.

—Yo aprendo repitiendolo, como si hablara con alguien.

Entonces, a la princesa se le ocurrió una idea.

—¿Qué te parece si yo leo y tú haces preguntas?— sugirió con una sonrisa, observandolo, sobretodo a sus ojos por ser iguales a los de su madre, le parecían lindos.—Podemos estudiar juntos si quieres.

«No». Fue lo que quiso decir Aegon pero no podía ser descortez con la hija de su media hermana. Ella estaba haciendo un acto de buena fé y tuvo que obligarse a acceder.

La vio cargar el libro hasta la mesa luego de que él asintiera, y dentro suyo solo podía pensar en como es que estaba sacrificando su vuelo en dragón. Si eso no era ser amable con el otro, ¿entonces qué era? Le preguntaba a La Madre, pidiendole alguna retribución por su buen acto.

Para Aegon no había nada peor que romper con la organización de uno mismo, dado que cada uno de sus movimientos eran informados a su madre y le causaba cierta inquietud que ella justo en esos momentos fuera a verlo a sus aposentos y no lo encontrara por estar con la hija de Rhaenyra leyendo en la biblioteca.

Aunque eso pareció dejar de preocuparle en el momento que escuchó a su sobrina comenzar a leer el libro, debía prestar atención para hacer correctamente su parte del trato y saber sobre lo que las Septas le harían preguntas al día siguiente.

Fue grande su sorpresa cuando Alyssane leyó en Alto Valyrio el libro de manera continua, sin detenerse en ningún momento por alguna duda como a él le pasaba. En un momento, tuvo que detenerla porque le iba perdiendo el ritmo.

—¿Entiendes lo que dice o solo hablas por hablar?

—¿Hablar por hablar?— ella se burló.—Me ofendes, mi príncipe. La practica me ha ayudado demasiado, mis tardes de juego sacrificadas valieron la pena gracias a tu pregunta.

—¿Pero cómo?— seguía confundido, sin entender por qué ella sabía mejor el valyrio que él, si tenían las mismas horas de clases e instructores.

—Estudiando.— le contestó obvia.

Aegon infló sus mejillas molestó.—Yo también estudio, pero aún no llego a ese nivel de habla. Seguro hablas por hablar.

Alyssane negó con la cabeza, notablemente ofendida.—¿Qué el rey no te enseña? Es un Targaryen... mi madre lo hace conmigo por las noches.

El rey.

Por un momento se sintió incómodo con su sola mención. No le gustaba hablar de él y mucho menos sobre su falta de interacción.

Así que mintió.

—Si lo hace.— dijo intentando sonar creíble.—Pero ya sabes... la edad, a veces preferimos seguir con la construcción de su maqueta, es lo que mejor se nos da hacer juntos.

«Eres un mentiroso, Aegon Targaryen» eso se decía a sí mismo, pero prefería serlo a ventilar la verdad que honestamente, prefería guardarsela porque le disgustaba que otros supieran cosas de él de las cuales podrían tomar como objeto de burla.

—Eso debe ser lindo, ayuda a formar la paciencia por semejante cuidado y detalle que conlleva.— Aegon suspiró al escucharla, sintiendo un alivio.—No leere en valyrio entonces, perdóname.

—Perdonada.

La Velaryon dejo de mirarlo y aún con esa diminuta sonrisa volvió a la lectura.

—Cargó a todos los habitantes de la ciudad que querían unirse a ella en una enorme flota de barcos y escaparon de Essos navegando por los ríos, llegando a salir al mar. Aunque el número exacto y la calidad de los barcos son objeto de debate, no cabe duda de que se trataba de una flota enorme. Nymeria... oh.— se detuvo.—Que extraño.

—¿Qué ocurre?

—Dice que se casó dos veces más y permaneció como la gobernante de Dorne por unos veintisiete años.— Alyssane desvío la mirada a su tío que con su cara era claro preguntando cuál era el problema de eso.—¿Pero en qué momento? ¿Y qué paso con Mors Martell?

Aegon le quitó el libro de las manos y se puso a leer esa parte.—Ah...— relamió sus labios.—Mira.— apuntó con uno de sus dedos el centro de ambas páginas, tocando los pequeños retazos que quedaban de lo que suponía era el problema.—Le falta una hoja, por eso la confusión.

—Que horrible.— se quejó, notablemente frustrada.—¿Quién pudo hacerle esto a un libro tan preciado? ¡La Septa creera que fuimos nosotros!

—Escondelo.— fue lo primero que se le ocurrió decir al príncipe.

—¿Qué?— vio como Aegon se levantaba de su asiento, caminando un poco más al fondo de la gran biblioteca. Daba pasos pesados muy cercanos entre sí, y no entendía la razón.—¿Qué haces?

—Siempre hay una tabla mala.— explicó tratando de buscar la correcta.—No lo digas pero ahí siempre guardo lo que no quiero que encuentren.— finalmente la encontró, piso tan fuerte que pudo escucharse el choque entre algunos objetos.

—¿Cuántas cosas guardas ahí?

—¿Me ayudarás o no?

Alyssane lo pensó bien. La perdida de un libro como ese no pasaría desapercibido... por algo era el único ejemplar y que más cuidaban las Septas.

Pero por otro lado se ponía a pensar en que posiblemente no le creerían sobre una página faltante y que no era ella la responsable de tal atrosidad.

Estaba acostumbrada a ser señalada por errores no propios.

"Deja de culpar a las princesas, unas niñas tan recatadas y de buen compartamiento no se hubieran robado las galletas, ¡camina, Alyssane! Aprenderas el arte de la paciencia, pequeña traviesa."

Ella, ella y sola ella. Siempre fue de esa manera, la culpa solo recaía en ella y nunca en los hijos o hijas de la reina Alicent. No importaba que tanto hiciera, que tan amable fuera, siempre habría una gran diferencia en los tratos de cada uno.

Estaba segura de que si el príncipe Aegon también se presentaba con la misma excusa la Septa lo libraría de cualquier culpa, apuntandola sola a ella como responsable.

Y entonces lo hizo, guío el libro hasta la tabla que señalaba el príncipe.

—No... busca otra mejor.— puso una mueca al ver como el espacio estaba repleto de pequeños objetos. Entre tantas, una corona de esmeraldas que llamó su atención.

—Oh, eso.— al percatarse de que vió su mayor miedo de ser encontrado, Aegon río rascandose el cuello notablemente nervioso.—Se me cayó y la rompí, era de mi madre...

—¿Si sabes que una doncella fue acusada de robarsela? De suerte y no la mataron.

La mirada verdosa de enfado hicieron que Aegon sonríera apenado. Lo sabía, pero era él o la doncella como dijo a su pequeño hermano Daeron luego de descubrirlo.

—Tienes unos ojos muy bonitos, Alyssane.— dijo para desvíar el tema, aunque si era sincero, decía la verdad, sus ojos eran diferentes a los que acostumbraba a ver. Ni violetas ni marrones. Verdes.—Son iguales a estos.— bajo la mirada de su sobrina, se encurvó para poder desprender una de las esmeraldas de la corona de su madre.—Ten.

—Príncipe...— la niña seguía con su mirada molesta, soltando un bufido al ver la esmeralda que le intentaba dar él a manera de pagar su silencio.

—Aegon, dime Aegon.— pidió.—Somos familia, dejemos las formalidades de lado.

—Esta bien. Sabrás Aegon que no puedo aceptarlo, ¿qué pensaría la reina si me viera con eso?

—Que tienes buen gusto.

Ante su comentario poco serio rodó los ojos y se mordió la lengua para responderle lo primero que quiso.

—Solo ayúdame a esconderlo, ahí no.— advirtió antes de que insistiera otra vez.

Entre quejas el jovén príncipe accedió y volvió a acomodar la tabla en su lugar, diciendo por lo bajo que para eso no lo descubría y sepa quién cuantos reproches a La Madre de recibir más de una sola retribución. La princesa solo respondía diciendo que podía escucharlo y que fue su idea.

Antes de que fuera hora del entrenamiento, el libro ya se encontraba escondido bajo una de las tablas que únicamente Aegon y Alyssane sabían cuál era.

—Listo, esto se quedará entre nosotros, ¿de acuerdo?

—Me parece perfecto. ¿Qué haces?— al sentir la mano de Aegon contra la suya pinchandola se sobresalto.—¡Auch! ¿Qué tienes ahí?

—Tú sabes dónde esta mi escondite, para asegurarme de que no lo dirás tú te quedarás con esto.— separó sus manos y dejó ver la esmeralda que ahora se encontraba sobre la palma de la mano de la niña.—No acepto un "no" como respuesta, Alyssane. Y adiós, tengo entrenamiento con Sir Criston Cole.

Alyssane iba a objetar de que no haría tal cosa pero la mención del hombre opacó todo tipo de molestia.

—¿Dijiste «Sir Criston»?














NOTA: HOLA, FINALMENTE SUBO EL PRIMER capítulo <3 (no me escondo, lo hice porque puse un aviso en mi TikTok @/mica.stark dónde subo videos de mis historias diciendo que no subiría nada más de esta historia hasta actualizarla 🤣), me emociona mucho comenzar esta historia que recalcó, es el segundo libro de una trilogía, el primero esta próximo a acabarse así que pueden pasarse a leerlo si gustan. <3

como verán hice algunos cambios con respecto a las edades y sucesos que influíran mucho más adelante. ya en el próximo capítulo habrá un pequeño salto temporal, este capítulo solo fue para narrar la primera interacción verdadera de aegon y alyssane (la personalidad de aegon jovén no será como en la serie, eso lo puedo 100% asegurar, eso sí, habrá algo que lo haga tener la del adulto pero eso ahora es lo de menos).

¿alguna teoría? ¿opinión? ¿qué piensan de la no herencia de alyssane? ¿o de viserys que quiso darle el mismo fin a rhaenyra que aemma?

ya saben que sus votos y comentarios me motivan demasiado, no duden en hacerlo. <33

nos vemos en la próxima actualización!!

mica.

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