003
El Gran Comedor estaba en pleno inicio, con estudiantes charlando y riendo mientras devoraban la cena. Sin embargo, un silencio inquietante se apoderó del lado de la mesa de Gryffindor cuando Elaine y Regulus se acercaron con toda la confianza del mundo.
Elaine iba al frente, y Regulus caminaba detrás de ella con las manos en los bolsillos y esa sonrisa tranquila que gritaba voy a causar problemas y lo disfrutaré.
—Recuerda, estamos aquí porque tú tienes una novia que piensa que los leones y las serpientes pueden convivir —dijo Regulus en voz baja.
—Por favor, no me hagas arrepentirme de esto.
Regulus arqueó una ceja.
—¿Arrepentirte? preciosa El, esto es lo mejor que me ha pasado en semanas.
Al llegar a la mesa de Gryffindor, Marlene se levantó para recibirlos con los brazos abiertos, ignorando por completo las miradas asesinas de sus compañeros.
—¡Aquí están! Siéntense, por favor.
Elaine y Regulus intercambiaron una mirada antes de acomodarse. Regulus se dejó caer junto a Peter Pettigrew, que ni siquiera levantó la vista de su plato. Elaine se sentó junto a Marlene, quien parecía encantada de tenerlos ahí, completamente ajena al ambiente tenso que los rodeaba.
James, desde el otro lado de la mesa, ni siquiera pareció notar la presencia de los recién llegados, pues estaba ocupado haciendo malabares con un panecillo para impresionar a Lily Evans.
Lily, en cambio, notó a los intrusos de inmediato. Sus ojos se estrecharon y su sonrisa desapareció mientras murmuraba algo a Remus, quien asintió con desaprobación.
Sirius, por su parte, no se molestó en disimular. Se cruzó de brazos y los observó como si fueran ratas que habían invadido su territorio.
—Esto es ridículo —murmuró, lo suficientemente fuerte como para que todos lo escucharan.
Regulus, como siempre, no perdió la compostura. Se inclinó hacia adelante con una sonrisa casi inocente.
—¿Ridículo? No sabía que te referías a tu cabello, hermano.
Elaine soltó una carcajada, y Marlene le dio un codazo suave para que se comportara, pero la sonrisa de satisfacción en su rostro delataba que estaba disfrutando el intercambio.
—Por favor, Sirius, no empieces —dijo Marlene, intentando calmar las aguas.
—Oh, no te preocupes, Marls —intervino Elaine, sonriendo de oreja a oreja—. A veces los Black necesitan un poco de terapia familiar durante la cena.
Sirius frunció el ceño, pero antes de que pudiera responder, Peter habló con la boca llena:
—¿Alguien va a comer esas papas?
Todos lo ignoraron.
—¿En serio, Marlene? ¿Tú trajiste a los reptiles aquí? —intervino Lily, mirando a Elaine y Regulus como si fueran cucarachas en su sopa.
—No sé de qué hablas, Evans —dijo Elaine, llevándose una uva a la boca con una gracia exagerada—. Solo vine a disfrutar de la hospitalidad Gryffindor.
Regulus se inclinó hacia ella.
—Eso explica por qué parece que estamos sentados en un pantano de hostilidad.
—No es hostilidad —respondió Remus, finalmente alzando la voz con su tono calmado pero firme—. Es simple lógica. Los Slytherin no son exactamente conocidos por... cómo decirlo... su amabilidad.
Regulus asintió como si estuviera de acuerdo.
—Eso es cierto. Aunque debo decir que los Gryffindor tampoco son conocidos por su inteligencia.
Un ruido de asfixia salió de la boca de Sirius, pero James seguía ajeno a todo, concentrado en sus intentos de conquistar a Lily.
—Lily, ¿te conté que marqué cuatro goles en el último partido? —preguntó James con una sonrisa de suficiencia.
—Cinco —interrumpió Elaine, rodando los ojos—. Pero quién cuenta, ¿verdad?
Lily le lanzó una mirada que podría haber derretido el hielo.
Marlene intentó intervenir de nuevo, hablando sobre el próximo entrenamiento de Quidditch, pero el ambiente ya estaba demasiado cargado.
James, todavía ignorando todo lo que pasaba, intentó lanzar un trozo de pan al aire y atraparlo con la boca, pero falló y el pan terminó en el jugo de calabaza de Lily.
—¡Potter! —exclamó ella, fulminándolo con la mirada.
—Fue... fue un accidente —balbuceó James, tratando de recuperar su dignidad mientras Elaine y Regulus se reían abiertamente.
—Oh, esto es demasiado bueno —dijo Elaine, secándose una lágrima de risa.
—Diría que esta es la mejor cena que he tenido en años —añadió Regulus, mirando a Sirius con una sonrisa triunfante.
—Entonces, Elaine —dijo Sirius con una sonrisa que no llegaba a sus ojos—. ¿Cómo es estar tan desesperada por atención que te sientas aquí?
—Es refrescante, Sirius. Me recuerda que incluso los leones pueden ser gatitos cuando están nerviosos.
La tensión alcanzó su punto máximo cuando Regulus, aparentemente aburrido de las indirectas, agarró un pastelito del centro de la mesa y lo lanzó directamente al plato de Sirius.
—¿Se te cayó algo? —preguntó con total inocencia.
Marlene jadeó, Remus dejó caer su tenedor, y Lily abrió la boca como si estuviera a punto de gritar.
Sirius se levantó de golpe, pero antes de que pudiera hacer algo, Dumbledore carraspeó desde la mesa de los profesores.
—Señores Black, señorita McGregor —dijo con una voz calmada pero firme—. ¿Todo está en orden?
—Perfectamente, director —respondió Regulus con su tono más educado, inclinando ligeramente la cabeza.
Elaine sonrió dulcemente.
—Solo estamos disfrutando de una encantadora cena Gryffindor, profesor.
Dumbledore los observó por un momento, luego sonrió levemente.
—Qué bueno oír eso. La unidad entre casas siempre es algo que me llena de esperanza.
Cuando finalmente se levantaron de la mesa, Marlene estaba medio divertida, medio preocupada, pero Regulus y Elaine caminaban como si acabaran de ganar una batalla.
—Deberíamos cenar aquí más seguido —dijo Regulus con una sonrisa maliciosa.
—Si no terminamos expulsados, tal vez lo haga —respondió Elaine, riendo.
Desde la mesa de Gryffindor, Sirius seguía fulminándolos con la mirada mientras limpiaba restos de pastel de su túnica. James, sin embargo, finalmente había captado la atención de Lily, y Peter... bueno, Peter seguía comiendo como si nada hubiera pasado.
[ • • • ]
Al día siguiente, el amanecer se filtraba lentamente por las altas ventanas del dormitorio de Slytherin, proyectando un débil resplandor verde en las paredes debido a la profundidad del lago que cubría la sala común. Elaine bostezó mientras se estiraba en su cama, rodeada por los suaves murmullos de sus compañeras de cuarto, que ya comenzaban a moverse para prepararse para el día.
—¿Qué hora es? —preguntó una de sus compañeras desde su cama, su voz aún adormilada.
—Hora de que dejes de preguntar y te levantes —respondió Elaine mientras se incorporaba y buscaba su túnica en la silla cercana.
—¿Cómo puedes estar tan despierta? —protestó Tracey Rossi desde el otro lado de la habitación, con la cabeza aún enterrada en la almohada.
—Fácil. No tengo otra opción —respondió Elaine, atándose rápidamente el cabello en una coleta desordenada antes de dirigirse al baño.
Diez minutos después, ya estaba lista, con su uniforme perfectamente ajustado y su distintivo verde y plateado destacando en el cuello. Caminó hacia la sala común de Slytherin, donde un par de estudiantes estaban reunidos en pequeños grupos, hablando en voz baja o revisando pergaminos a toda prisa.
—McGregor —la saludó Regulus Black, sentado en uno de los sofás con un libro en las manos. Levantó la vista apenas lo suficiente para notar su presencia.
—¿Estás estudiando tan temprano? —preguntó Elaine, arqueando una ceja mientras se sentaba en el brazo del sofá.
—Alguien tiene que hacerlo —respondió él, cerrando el libro con un golpe seco y sonriendo con suficiencia—. Además, ¿no se supone que tienes que mantener esa imagen de estudiante perfecta?
—Ya lo hago mejor que tú —replicó ella, con una sonrisa.
—Discúlpame, pero soy la definición de perfección académica.
Elaine soltó una carcajada.
—Claro que sí, Black. Claro que sí.
Ambos se levantaron y comenzaron a caminar hacia el Gran Comedor, donde el bullicio típico del desayuno en Hogwarts ya llenaba el aire. Las mesas de las casas estaban abarrotadas, y los estudiantes charlaban animadamente mientras las lechuzas comenzaban a descender para entregar cartas y paquetes.
Elaine se dirigió instintivamente hacia la mesa de Slytherin, pero una mano la detuvo.
—Hoy no —dijo Marlene McKinnon, apareciendo de la nada y agarrando su brazo con una sonrisa traviesa.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Elaine, sorprendida.
—Te secuestro por el día. Vamos, ven conmigo a la mesa de Gryffindor. Se que ayer no salió bien así que...espero hoy sea diferente. Apenas iniciando el día.
Regulus, que estaba justo detrás de ellas, arqueó una ceja.
—¿Y yo?
—Tú también, Black. No me dejes sola con ellos, por favor.
—¿Ellos? —preguntó Elaine, mirando hacia la mesa de Gryffindor, donde James, Sirius y Remus parecían estar inmersos en una conversación animada.
—No preguntes —respondió Marlene, arrastrándola hacia la mesa de Gryffindor mientras Regulus las seguía, luciendo más curioso que molesto.
Cuando llegaron, los murmullos alrededor del comedor parecieron intensificarse. Era raro ver a dos Slytherins sentarse en una mesa que no fuera la suya, y mucho menos en Gryffindor, la casa rival por excelencia.
James fue el primero en notar su llegada y levantó la vista con una expresión incrédula. Ahora sí prestaba atención.
—¿Qué demonios hacen aquí?
—Buenos días para ti también, Potter —respondió Elaine con sarcasmo, mientras se sentaba junto a Marlene.
Regulus tomó asiento al otro lado de Elaine, ignorando las miradas fulminantes de Sirius.
—No sé tú, pero estoy disfrutando cada segundo de este momento—dijo Regulus, mientras tomaba una tostada del plato frente a él.
Marlene sonrió y le pasó un bol de mermelada.
—Esa es la actitud, Black. Ahora, relájense, chicos. Sólo estamos desayunando.
—Claro, porque compartir desayuno con ellos es completamente normal —murmuró Sirius, mirando a Regulus como si esperara que explotara en cualquier momento.
—Oh, por favor, Sirius. Alguien tiene que enseñarles a comportarse en público —respondió Regulus con una sonrisa burlona, lo que provocó que Sirius apretara los puños.
Elaine, por su parte, intentaba ignorar las miradas hostiles de Lily, quien acababa de llegar con una sonrisa, y en cuanto los vio la borro y Remus, quienes apenas disimulaban su incomodidad.
—Esto va a ser un día largo —murmuró Elaine, mientras Marlene le servía jugo de calabaza.
Y así, el día comenzó, con un desayuno que prometía ser todo menos tranquilo.
El desayuno en la mesa de Gryffindor continuó siendo cualquier cosa menos tranquilo. Mientras Marlene seguía parloteando alegremente sobre las tareas del día y algún chisme menor, la tensión palpable entre Regulus, Elaine y los demás Gryffindors era tan densa que casi podía cortarse con un cuchillo.
—Así que, ¿cómo va la vida en Slytherin? —preguntó James de repente, apoyando el codo en la mesa y mirándolos con fingido interés.
—Probablemente mejor que la tuya aquí, Potter —replicó Regulus, sonriendo con suficiencia.
—¿Ah, sí? —James sonrió con picardía y lanzó una mirada a Sirius, quien respondió con una carcajada seca.
—Al menos en Slytherin no nos dedicamos a jugar con pociones explosivas por diversión —intervino Elaine, cortando un pedazo de tostada mientras los observaba con aparente indiferencia.
—No, ustedes prefieren jugar con las vidas de otros, ¿no? —Remus habló por primera vez, con un tono cortante pero controlado.
Elaine levantó una ceja, dejando caer el cuchillo con un ruido seco.
—¿Y eso qué significa, Lupin?
Marlene rápidamente puso una mano sobre la de Elaine, intentando calmarla.
—Nada, no significa nada.
—Creo que significa mucho —dijo Regulus, girándose hacia Remus con una mala mirada.
—Oh, vamos, chicos, no empecemos —intervino Marlene, mirando a los dos grupos con nerviosismo.
—Tienen razón, McKinnon —respondió Sirius con una sonrisa mordaz—. No hace falta empezar, porque todos sabemos en qué lado están ellos.
—¿En serio? —Elaine dejó su tostada y se giró hacia Sirius, con sarcasmo—. ¿Esto es lo que haces para entretenerte? Juzgar a los demás mientras tú te crees mejor porque te mudaste de casa como si eso borrara tu apellido. Black.
La mesa entera guardó silencio. Marlene, con los ojos como platos, miró a Elaine, que no se molestó en disimular su enojo.
—¿Quieres repetir eso? —Sirius se inclinó hacia ella, claramente irritado.
—No creo que sea necesario. Dije lo que todos aquí están pensando, ¿o no? —Elaine mantuvo su mirada fija en Sirius, desafiándolo a replicar.
Marlene intervino antes de que la situación escalara más.
—¡Basta! ¿Podemos dejar esto? Estamos aquí para desayunar, no para matarnos entre nosotros.
Regulus dejó escapar una risa baja.
—McKinnon, siempre tan optimista.
Peter, quien hasta entonces había estado concentrado en su comida, soltó un inesperado:
—La tostada está buena, ¿no?
James soltó una carcajada.
—¿En serio, Peter? ¿Eso es lo que decides decir?
La tensión disminuyó ligeramente, aunque los intercambios de miradas entre Elaine, Regulus y los demás continuaron.
—Es un milagro que no haya una batalla campal aquí —murmuró Lily a James, cruzando los brazos.
—Denles tiempo —bromeó James, lanzando una mirada divertida a Elaine y Regulus.
Cuando finalmente terminaron de desayunar, Elaine se levantó con un aire de triunfo, tomando la mano de Marlene para ayudarla a levantarse.
—Gracias por el entretenimiento, Gryffindors. Siempre es un placer verlos revolcarse en su propia estupidez.
Marlene suspiró, claramente agotada, y murmuró un débil:
—Ya basta, Elaine.
Regulus, con una sonrisa burlona, le lanzó un beso a Sirius antes de seguir a Elaine fuera del Gran Comedor.
Cuando estuvieron lo suficientemente lejos, Marlene se detuvo en seco y los miró a ambos.
—¿Por qué tienen que ser así?
Elaine, aún irritada, se encogió de hombros.
—Porque ellos empezaron.
Regulus, con las manos en los bolsillos, añadió:
—Y porque es divertido.
—No es divertido. Esto no es lo que quiero, Elaine. Te pedí que cenaras ayer con nosotros para que, no sé, tal vez dejaran de verte como una enemiga. Y ahora...
—Marlene, nunca van a dejar de verme como una enemiga, y mucho menos a Regulus.
Marlene suspiró y se pasó una mano por el cabello.
—Esto no puede seguir así. Tienen que...tienes que intentar.
—Ya lo hicimos. No funcionó.
—No. No funcionó porque tú no quisiste intentarlo de verdad.
Regulus levantó una ceja, observando la discusión con interés.
—¿Debería dejarlas solas o esto se va a poner más divertido?
—Cállate, Regulus —murmuraron ambas al mismo tiempo, lo que lo hizo reír.
Marlene sacudió la cabeza.
—Sólo... piénsalo, ¿sí? Por mí.
Elaine la miró durante un largo momento antes de asentir con desgana.
—Por ti.
Regulus dejó escapar un suspiro exagerado.
—Bien, ahora que el momento emotivo terminó, ¿podemos ir a clase?
Las tres se dirigieron hacia el aula de Encantamientos, donde el día de Hogwarts apenas comenzaba.
[ • • • ]
En la tarde, una lluvia se soltó sobre Hogwarts. La biblioteca estaba sorprendentemente tranquila, salvo por el leve crujir de las páginas y el ocasional susurro entre estudiantes. Elaine estaba sentada en una esquina apartada, rodeada de libros de encantamientos avanzados que parecían más decorativos que útiles, ya que no les había prestado atención en los últimos veinte minutos.
Su concentración estaba centrada en una carta que Marlene le había dejado esa mañana antes de su clase de Pociones. Era breve y directa: Nos vemos después de tus clases en la biblioteca. Tengo una sorpresa para ti. No te preocupes, no es peligrosa... esta vez.
Elaine dejó escapar una risa silenciosa. Con Marlene, "no peligrosa" solía significar completamente algo distinto.
—¿Te ríes sola? —La voz de Regulus la sobresaltó.
Elaine levantó la vista y lo encontró de pie frente a ella, con una expresión burlona y una pila de libros bajo el brazo.
—¿Qué haces aquí? —preguntó ella, arqueando una ceja.
—Estudio, obviamente. Soy un estudiante ejemplar, ¿recuerdas?
—Por supuesto, ejemplar. ¿Cómo no recordarlo? —respondió, rodando los ojos.
Regulus se dejó caer en la silla frente a ella, dejando los libros a un lado y mirándola con curiosidad.
—Así que... ¿por qué sonríes como si supieras algo que nadie más sabe?
—¿Y por qué te importa?
—Porque me aburro fácilmente, y tú siempre tienes historias entretenidas. Además, ¿qué clase de amigo sería si no me metiera en tus asuntos?
Antes de que Elaine pudiera responder, alguien interrumpió la conversación al chocar ligeramente contra la mesa.
—¡Perdón! ¡Perdón! —exclamó Marlene, con una sonrisa brillante y el cabello desordenado por la lluvia. Llevaba algo escondido detrás de su espalda, lo que hizo que Elaine la mirara con sospecha.
—¿Qué traes ahí? —preguntó Elaine, entornando los ojos.
Marlene sonrió aún más.
—Una pequeña sorpresa.
Regulus resopló.
—¿Debo preocuparme por mi seguridad?
—Oh, tú no. Pero ella... tal vez. —Marlene sacó de detrás de su espalda una pequeña jaula cubierta con un paño.
Elaine frunció el ceño.
—Por favor, dime que no has traído otra criatura mágica rara a Hogwarts.
—¿Otra? —preguntó Regulus, claramente intrigado.
—No es una criatura mágica rara —dijo Marlene, ofendida—. Es un... bueno, es un regalo.
Elaine la miró con incredulidad.
—¿Un regalo que respira?
—Oh, por favor. Abre la jaula antes de juzgarme.
Con un suspiro resignado, Elaine quitó el paño. Dentro de la jaula había un pequeño y revoltoso puffskein de un color naranja brillante que ronroneaba suavemente.
—¿En serio? —preguntó Elaine, aunque no pudo evitar sonreír al verlo.
—Pensé que te haría compañía en esos días en los que te pones dramática y decides ignorar a todos con los exámenes.
Regulus soltó una carcajada.
—Perfecto. Un puffskein emocional de apoyo.
Elaine le lanzó una mirada fulminante, pero Marlene se unió a las risas.
—Muy gracioso. ¿Cómo se supone que voy a explicarle esto a los profesores?
—No lo hagas. Sólo dile que es un proyecto de Cuidado de Criaturas Mágicas.
—Es un puffskein, Marlene. No un hipogrifo.
—Los detalles no importan.
En ese momento, Madam Pince pasó cerca, fulminándolos con la mirada.
—Si no pueden mantener el silencio, todos serán expulsados de la biblioteca.
—Lo siento, señora Pince —dijo Regulus, poniendo su mejor cara de inocente, aunque todavía estaba tratando de sofocar su risa.
Elaine suspiró y cerró la jaula, colocando el paño encima nuevamente.
—Esto es una locura.
—¿Te gusta o no? —preguntó Marlene, inclinándose hacia ella con una sonrisa expectante.
Elaine la miró, y aunque intentó fingir molestia, no pudo evitar sonreír.
—Está bien. Es adorable.
Regulus rodó los ojos.
—Claro, porque lo que necesitabas era otra excusa para distraerte de tus estudios.
—Oh, como si tú no fueras la distracción más grande de todas —replicó Elaine, tirándole una pluma.
Marlene los miró con una mezcla de celos y diversión, pero se inclinó hacia Regulus y le dio un codazo juguetón.
—Tal vez deberías conseguirte un puffskein también. Quién sabe, podría ayudarte a relajarte.
—Prefiero leer.
—¿Leer? —dijo Elaine, arqueando una ceja—. ¿Tú? ¿Desde cuándo?
Regulus levantó un libro de Defensa Contra las Artes Oscuras como si fuera un trofeo.
—Desde siempre. Pero no espero que alguien como tú lo entienda.
Elaine abrió la boca para responder, pero Marlene la interrumpió con un beso en la mejilla.
—Vamos, no te enojes con él. Sabes que se aburre si no te fastidia.
Elaine bufó, pero su sonrisa no desapareció.
Mientras Marlene se inclinaba para acariciar al puffskein a través de la jaula, Regulus se recostó en su silla, observándolas con una leve sonrisa.
—Tengo que admitirlo —dijo—, este es probablemente el segundo más entretenido que he tenido en semanas.
Marlene levantó la vista y sonrió.
—¿Ves? No soy tan mala influencia.
—Eso está por verse.
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