-✧•·· 𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟏 ··•✧- 𝓡𝓮𝓲𝓷𝓲𝓬𝓲𝓪𝓻.
༺✧ Born to Die — Lana Del Rey ✧༻
"Don't make me sad, don't make me cry..."
𝙈𝙄𝙍É 𝙀𝙇 𝙋𝘼𝙋𝙀𝙇 𝙀𝙉 𝙈𝙄𝙎 𝙈𝘼𝙉𝙊𝙎 '' 𝙎𝙀 𝘽𝙐𝙎𝘾𝘼 𝙈𝘼𝙉𝘼𝙂𝙀𝙍 𝙋𝘼𝙍𝘼 𝙀𝙇 𝘾𝙇𝙐𝘽 𝘿𝙀 𝙑Ó𝙇𝙀𝙔'' Lo observé con detenimiento, deteniéndome un poco más en el dibujo tosco que, de alguna manera, pretendía ser una persona. No pude evitar suspirar y quedarme en silencio unos instantes, dejando que un pensamiento cruzara mi mente como una ráfaga inesperada:
"Quizás esta sea otra oportunidad. ¿Verdad?"
—Sí, no estoy en ningún club, así que... supongo que sí. Gracias.
Levanté la mirada hacia la chica que me había entregado aquel cartel. Me quedé unos segundos más de los necesarios observándola, como si tratara de memorizar cada uno de sus detalles. Era una chica muy guapa, no hay duda. De esas personas que parecen brillar con una elegancia natural, sin esfuerzo alguno. Su cabello negro azabache y sedoso caía como una cortina perfecta sobre sus hombros, y sus ojos, profundos y tranquilos, tenían una calidez que contrastaba con su expresión calmada.
Pero lo que realmente captó mi atención fue aquel pequeño lunar en la comisura de sus labios. El mismo lugar en el que yo tenía uno. Qué curioso... —pensé con una pequeña sonrisa que escapó sin querer.
—¡¿En serio?! —exclamó ella, su voz llena de una emoción que apenas parecía permitirse mostrar. —Vuelvo después de las clases. ¡Hasta luego!
Antes de darme cuenta, ya se había girado y echado a correr, probablemente tenía prisa, aunque su andar seguía siendo tan elegante como ella misma. Me quedé unos segundos más observando la silueta que se alejaba antes de volver a la realidad.
—Quizás debería tener prisa yo también...
Le pegué un bocado a mi sándwich, intentando convencerme de que esta sí podría ser una buena decisión.
Me encontraba allí, plantada frente a un grupo de hombres altos que, a decir verdad, imponían un poco. No porque fueran malintencionados, sino porque parecía que habían salido directamente de un anuncio de deportistas profesionales. Sus rostros irradiaban confianza, algo que a mí me faltaba en este momento. La verdad, en toda mi vida amorosa solo había tenido una experiencia. Bueno, tal vez dos, pero una fue en la primaria y la otra en secundaria... ¿cuentan si fueron tan insignificantes que apenas las recuerdo?
Yachi estaba detrás de mí, visiblemente nerviosa, con los hombros encogidos y temblando como una hoja al viento. Me giré hacia ella con una sonrisa suave.
—Tranquila, Yachi, todo irá bien. —Susurré, tratando de transmitirle algo de calma. Poco a poco, dejó de temblar y asintió tímidamente, aunque seguía aferrándose a su inseguridad como si fuera una manta de seguridad.
—¡Hala! Shimizu, ¡has encontrado a dos managers! ¡Vaya! —exclamó un pelirrojo que no tardó en captar mi atención. Me quedé mirándolo por unos segundos. Era... deslumbrante. De esos chicos que, con una sola sonrisa, parecían devolverte años de vida.
—Ellas son miembros provisionales que entran como managers. —Intervino Shimizu con su voz serena. La miré por un momento, admirando su elegancia natural. Era hermosa, con ese aire calmado que la hacía destacar entre todos.
—Soy Hana Suzuki. —Dije haciendo una pequeña reverencia.
—¡Qué mona y qué guapa! —Escuché murmurar a algunos. Sus palabras no pasaron desapercibidas para mí, pero intenté no darle demasiada importancia, aunque por dentro sentí un leve sonrojo en las mejillas.
—Yo... soy Hitoka Yachi. —Dijo mi compañera, con una voz tan baja que apenas se escuchó.
—Ella tambien es muy linda.— Volvieron a susurrar.
—¡¿En serio?! ¡Qué guay! —exclamó un chico peligris con un lunar bajo el ojo derecho, con una emoción como si acabara de ganar un premio.
Mientras él hablaba, noté que un chico alto se acercaba a Yachi. Su cabello castaño estaba algo despeinado, dándole un aire relajado, aunque su mirada era tranquila y bondadosa, casi protectora. Su complexión atlética y rostro anguloso lo hacían parecer un modelo de revista. Lo reconocí al instante.
—¡Hala, tú eres el que me ayudó! —Exclamé emocionada mientras me acercaba a él.
—¿Eh? Así que eres la chica de ayer. —Respondió mirándome desde arriba, como si yo fuera un pequeño ratón. Su tono era sorprendido, pero amable, y aunque su estatura era intimidante, había algo en él que transmitía una calidez genuina.
—¡Soy una de las que va a primero! —dijo Yachi rápidamente, su voz nerviosa temblaba un poco, pero logró hacerse escuchar.
Una sonrisa se coló en mis labios al verla tan inquieta. Coloqué suavemente una mano en su hombro y le dediqué una mirada cálida, buscando tranquilizarla. Ella me devolvió un vistazo de agradecimiento antes de tomar aire, aunque seguía algo tensa.
Desvié la mirada hacia un lado y me encontré con el chico de pelo gris, quien sonreía con una expresión despreocupada, como si la energía del lugar no le afectara en lo más mínimo. Detrás de él, otros dos chicos un tanto peculiares se mantenían en su sitio. Les dediqué una sonrisa breve, como forma de saludo.
—Genial. Para el año que viene ya tendréis manager. —Dijo el hombre alto que me había ayudado la otra vez, con una sonrisa confiada en el rostro. Su comentario hizo que Yachi volviera a ponerse nerviosa, y esta vez incluso dio un paso atrás, como si quisiera esconderse.
Shimizu, intervino con su tono sosegado:
—Aún es provisional. Ambas han aceptado venir hoy unos minutos por su trabajo del comité, así que esto es más bien una reunión rápida para que os conozcáis.
Asentí, agradecida por la aclaración.
—Un placer conoceros. —Dijimos Yachi y yo al unísono, haciendo una reverencia sincronizada, aunque la suya fue un poco más torpe.
—El placer es nuestro. —Respondieron al unísono los chicos del equipo, acompañando sus palabras con sonrisas y leves inclinaciones de cabeza.
—Con permiso... —dijo Yachi, casi atropellando las palabras mientras se iba a toda prisa, como si el aire del gimnasio la sofocara.
—¡Adiós! —me despedí, moviendo la mano con energía mientras cerraba la puerta tras de sí. Me quedé un momento en silencio, mirando el porton qye nos separaba.
—Yachi, yo también me voy. ¿Quieres que te acompañe o algo? —pregunté, girándome hacia ella justo cuando se estaba colocando los zapatos.
—No hace falta, Suzuki-chan. —Respondió con una pequeña sonrisa, aunque sus manos temblaban ligeramente al abrocharse los cordones.
—No hace falta que seas tan formal, Yachi. —Le dije, inclinándome un poco hacia ella para que nuestras miradas se cruzaran. Quería que sintiera que podía relajarse conmigo.
Ella asintió rápidamente, pero seguía sin levantar la vista. Era como si sus pensamientos estuvieran en mil lugares a la vez.
El aroma dulce de los tulipanes frescos inundaba mis sentidos mientras elegía el ramo perfecto. Mis dedos rozaban los pétalos aterciopelados, y tras un rato de indecisión, opté por los de un rojo vibrante. Algo en su color me parecía tan lleno de vida, tan significativo. En el carrito ya había colocado algunas cosas: pan, un poco de fruta, y un par de revistas que encontré cerca de las flores.
Me detuve un momento, hojeando una de ellas. Eran sobre vóley, llenas de imágenes de equipos celebrando victorias, entrevistas a jugadores famosos y consejos para mejorar técnicas. Al pasar una página, me encontré con una foto que me dejó inmóvil: un grupo sosteniendo un trofeo, con rostros llenos de alegría y orgullo. Me recordó algo que parecía pertenecer a otra vida.
Sacudí la cabeza y cerré la revista. Suspiré antes de colocarla de vuelta en el carrito, junto con los tulipanes.
Un rato después, estaba frente a la caja. La cajera pasaba los productos con una sonrisa amable.
—Qué flores más bonitas —comentó mientras escaneaba los tulipanes—. ¿Son para alguien especial?
Sonreí, mirando las flores como si fueran un reflejo de mis pensamientos.
—Sí... son para alguien muy especial —contesté con suavidad, dejando que una sonrisa ligera se asomara en mis labios.
La cajera asintió, esta vez fijándose en las revistas que ahora escaneaba.
—¿Te interesa el vóley?
Levanté la vista, algo sorprendida, pero le devolví la sonrisa.
—Digamos que me conecta con algo que no quiero olvidar.
Ella no dijo más, y yo tampoco. Pagué mis cosas, recogí la bolsa y salí del mercado con el ramo en brazos. Las flores parecían brillar bajo la luz del sol, como si compartieran un secreto que solo yo podía entender.
El parque estaba tranquilo, con el sonido de las hojas susurrando al compás del viento. Caminé por el sendero de grava, sujetando los tulipanes con cuidado. El peso de las palabras que llevaba conmigo era mucho mayor que el de las flores.
Me detuve frente a una lápida de mármol blanco. El nombre grabado en ella parecía brillar bajo la luz del sol: Takeo Suzuki. Mi respiración se volvió más lenta mientras me agachaba, colocando con cuidado los tulipanes frente a la lápida.
—Estas son tus favoritas, papá —susurré, mi voz quebrándose un poco. Pasé mis dedos por los pétalos suaves, como si estuviera tocando un recuerdo.
Me senté sobre el césped, cruzando las piernas, dejando que el silencio se extendiera entre nosotros. Siempre era así: hablábamos sin palabras durante los primeros minutos. Cerré los ojos, como si pudiera sentir su presencia junto a mí, como antes.
—Hace tanto que no hablamos... —continué, rompiendo el silencio mientras una sonrisa triste se dibujaba en mis labios—. Quería contarte algo.
Tomé aire, mirando el cielo azul por un momento, antes de volver la vista a la lápida.
—Tengo una nueva oportunidad, ¿sabes? No como jugadora, pero... puedo estar cerca de ese mundo que tanto te gustaba. Seré manager de un equipo de vóley.
Un nudo se formó en mi garganta, pero lo empujé hacia abajo.
—Sé que siempre quisiste verme en la cancha, siendo la mejor, ganando cada partido. Pero también sé que me entenderías. Sé que... estarías orgulloso de mí por intentarlo, aunque sea de otra manera.
Bajé la mirada, dibujando círculos con los dedos en la hierba, como solía hacer cuando hablábamos en casa.
—Te echo de menos, papá. A veces pienso en lo que dirías si estuvieras aquí. En cómo me animarías, en cómo me dirías que puedo con todo, que soy fuerte.
El viento sopló suavemente, como si estuviera respondiendo a mis palabras. Una lágrima rodó por mi mejilla, pero la dejé caer, sin ocultarla.
—Prometo que voy a dar lo mejor de mí. No importa si no estoy en la cancha jugando, voy a hacer que valga la pena. Por ti. Por mí.
Me levanté despacio, limpiando el césped de mis piernas. Coloqué los tulipanes un poco mejor, asegurándome de que estuvieran perfectos.
—Te quiero, papá —dije en un susurro, dejando que el viento se llevara mis palabras.
Di un paso atrás, quedándome un momento más en silencio antes de girarme y alejarme por el sendero. Mientras caminaba, sentí que algo dentro de mí pesaba menos, como si una pequeña parte de esa tristeza se hubiera quedado allí, entre los tulipanes y la lápida.
1089 𝓹𝓪𝓵𝓪𝓫𝓻𝓪𝓼 (𝘕𝘰 𝘦𝘴𝘵á 𝘮𝘢𝘭 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘴𝘦𝘳 𝘦𝘭 𝘱𝘳𝘪𝘮𝘦𝘳 𝘤𝘢𝘱í𝘵𝘶𝘭𝘰, ¿𝘯𝘰?)
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